Capítulo 17: Augurio
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Tiritaba. No podía controlarlo, el miedo la había paralizado y se había quedado clavada en el suelo. No podía apartar la mirada de aquella escena.
—¡Kyoko! ¡Kyoko!
La exclamación de su nombre la hizo despertar. Sus labios se entreabrieron, jadeando y reculando por el suelo. Sintió que unas manos la asieron de los brazos desde atrás, haciendo que gire abruptamente la cabeza de la impresión.
—Tranquila —le susurró alguien con suavidad cerca del oído—. Soy yo, Takuma.
Los ojos dorados entrevieron el perfil de su rostro por encima de su hombro. Ladeó la cabeza para mirar hacia la mujer accidentada, pero una mano se asomó frente a ella cubriendo su vista.
—Ya no mires —le dijo él con voz tensa.
—T-Tengo que ver...—Intentó impulsarse con las manos en el pavimento, pero sus piernas no reaccionaron—. Tengo que saber...cómo se encuentra esa mujer...—sollozó y lo miró, sintiendo la garganta cerrada en un nudo.
—Kyoko-san... —susurró con aflicción. Aquella mujer posiblemente ya estaba muerta.
La agarró de la cintura para ayudarla a levantarse, mientras ella se agarraba a su chaqueta, procurando pararse sobre sus propios pies. La sostuvo contra sí para que no cayese y la condujo hacia la acera.
—¿Se encuentran bien? —preguntó un hombre preocupado—. La policía ya viene en camino.
—La mujer —murmulló Kyoko con voz agitada—. ¿Sabe cómo está ella?
El hombre hizo una mueca de dolor y aguardó unos segundos.
—Lamentablemente ha fallecido.
...
Una vez que la policía les había tomado declaración, Takuma le propuso acercarla a su casa. Kyoko le negó a la primera, pero ante un segundo intento, aceptó reconociendo su frágil condición.
—Ya no vivo dónde lo hacía antes —murmuró una vez entraron al coche—. Estoy viviendo con Reino.
Él calló por un instante y asintió.
—Está bien —Se sacó el gorro pescador y los lentes. Arrancó el motor y condujo con lentitud en cuanto ella le indicó la dirección.
Kyoko observó su rostro a la espera de algún comentario.
—¿Ocurre algo? —preguntó él al percatar su mirada.
—Nada, solo...—Agachó la cabeza y miró sus manos—. Creí que me dirías algo o que me sermonearías.
—No tengo ningún derecho —contestó con simplicidad—. Además, supe por el presidente que has sido independiente a corta edad. Reino también es como tú, así que...
—¿Qué...? —preguntó Kyoko esperando a que continuase. En un principio creyó que la apoyaría, no obstante, su humor parecía haber cambiado súbitamente.
—Que nada. Que lo entiendo —dijo mirando serio hacia la carretera, pero su expresión volvió a cambiar. Frunció el ceño—. Tal vez no sea lo correcto. Eres una actriz en ascenso, no deberías...—mordió las palabras y frunció más el entrecejo—. Por ahora hagamos como si yo no supiese nada.
Se produjo un silencio incomodo.
Takuma carraspeó y encendió el radio a muy bajo volumen.
—Gracias —clamó Kyoko de repente.
—¿Eh?
—Muchas gracias por haberme salvado allá hace rato —Lo miró al rostro, pero luego bajo la mirada y unió las manos con nerviosismo—. Si no estuvieses allí tal vez yo...
—Kyoko-san —exclamó, interrumpiéndola antes de que sus pensamientos vaguen en otros más siniestros—. Estás bien, eso es lo que importa.
Ella asintió con la cabeza, pero su doliente expresión no cambió. Por un momento, él alejó una mano del volante, la acercó hacia ella, se detuvo y volvió a ponerla contra el volante.
No sabía lo que había intentando hacer, pero no podía hacerlo. No sabía como consolarla y si no sabía, era mejor hacer nada.
Momentos atrás, le había molestado escuchar que vivía con Reino. Comprendía que estaba mal reprenderla o criticarla cuando tiempo atrás habían sido testigos de un atroz accidente, a su vez no podía solo juzgarla sin saber primero el motivo de esa decisión y, sin embargo, casi estuvo por cometer un error.
No entendía lo que le sucedía, pero debía detenerse, debía pensar, reaccionar y actuar con normalidad por el bien de ambos.
Inspiró y exhaló profundamente.
Callaron durante todo el transcurso, y Takuma intentó cerciorarse de que estuviese bien mirándola de vez en cuando. Le inquietó el gesto que hizo al llevarse una mano sobre su abdomen, pero no comentó nada hasta que llegaron.
—¿Te sientes bien? —le preguntó preocupado.
Kyoko parpadeó, sorprendida, al darse cuenta que llegaron.
Asintió a su pregunta y desabrochó su cinturón.
—Muchas gracias, Takuma-san. De verdad le agradezco muchísimo por todo —Agachó la cabeza, en una pequeña reverencia—. Nos vemos mañana.
En cuanto Takuma vio que ella giraba para salir, desabrochó su cinturón y se bajó del coche al mismo tiempo que ella lo hacía. Kyoko se apresuró para entrar en la casa, pero él fue más rápido.
—Espera, Kyoko-san —exclamó alcanzando con una mano su brazo antes de que entrase. Ella agrandó los ojos, asombrada de su detenimiento y contacto—. ¿De verdad, estás bien?
—¿Q-Qué? —balbuceó pasmada—. E-Estoy bien
—Me estas mintiendo —afirmó con severidad, y al ver que ella abrió más los ojos, se acercó más —. Debí haberte llevado con un médico desde el principio. Dime la verdad, ¿qué te pasa? ¿te duele algo?
Kyoko negó con la cabeza.
—No es nada, es solo que...—calló y negó de nuevo—. No me duele nada. No se preocupe, estaré bien una vez entre —giró hacia el portón, soltándose de su agarre—. Hasta luego, Takuma-san.
—Kyoko-san, espera —Él volvió a tomarla del brazo, y ella giró a él con una mirada feroz.
—Le digo que estoy bien —exclamó acelerada cuando de pronto un sonido largo, ruidoso y continuo sonaron de sus tripas.
Los ojos azules se abrieron enormes fijando la vista hacia su estómago y luego a su cara que se había puesto de un rojo intenso.
Trató de contenerlo, pero se le escapó una risotada, hasta que toda diversión acabó al instante que vio sus ojos ambarinos. Estaban rojos y algo llorosos. Kyoko enseguida se escondió de su mirada, girando al lado contrario, y solo entonces rememoró lo de hace unos minutos. Ella había presenciado un suceso traumático, y de verdad no se encontraba bien, por eso se había apresurado, para estar a solas.
—Lo siento —Él hizo una pausa, reprendiéndose por su insensibilidad—. Solo estaba... preocupado por ti.
—No, yo...—Se giró a él y alzó su mirada—. Lamento haber sido grosera —tomó aliento y le miró con gesto titubeante—. ¿Le gustaría pasar a tomar algo?
Takuma se quedó en suspenso, con la mirada clavada a sus ojos.
—Ah, eh... —se aclaró la garganta—. Es-Está bien.
Un sentimiento de inquietud surgió al entrar a la casa. Miró a su alrededor, no pudiendo aminorar sus nervios. Observó que la fachada de la casa era diferente al interior que tenía un toque de estilo gótico que le recordaba a Reino. Al sentarse en el sofá, siguió con la mirada a la joven que se fue a lo que intuyó era la cocina y, cuando desapareció de su vista, la inquietud se convirtió en desespero.
—Demonios, ¿por qué acepte entrar a esta casa a estas horas de la noche? —Meneó la cabeza en negativa de inmediato—. Es Kyoko-san, es Kyoko-san, sé que no sucederá nada. Ella no es como otras mujeres —pensó renuente, pero su pie comenzó a repiquetear contra el piso en señal de nerviosismo.
El rostro de la joven se asomó fuera de la cocina y él casi pegó un grito.
Kyoko enarcó una ceja.
—¿Quiere algo de comer o prefiere solo tomar algo? —preguntó.
—¿C-Cuando regresará Reino? —interrogó él.
—Tal vez cerca de las tres de la madrugada —dijo con el ceño fruncido y esperó a que respondiese.
Takuma miró hacia los lados hasta que percató la razón de su espera.
—Ah, solo té, por favor —contestó mordiéndose la lengua.
Kyoko desapareció por unos minutos. Oyó algunos ruidos de vajillas, luego el microondas y finalmente la sartén que freía un huevo. Ella regresó con una bandeja y luego bajó a la mesa una taza de té y un plato de comida, que luego vio se trataba de una hamburguesa con un huevo frito encima.
—¿No le importa que coma frente a usted? —dijo acercándose al sofá.
—No, no, no, adelante —dijo con un ademán, tragando en seco.
Kyoko surcó con mayor profundidad el ceño y le clavó la mirada, haciendo que Takuma se revuelva nervioso en su asiento.
—¿Q-Qué? —tartamudeó él.
—Takuma-san, discúlpeme, pero me ofendería muchísimo si piensa que lo invite a pasar porque tuve la absurda y loca idea de planear seducirlo —manifestó con tono severo.
Takuma silenció y en unos segundos comenzó a ruborizarse.
Estupefacta, ella quedó con la boca abierta.
—¿Acaso busca pelea? —gruñó Kyoko con irritación.
—No, no, no, no es eso—negó él repetidas veces, avergonzado—. L-Lo siento, es solo que me siento un poco nervioso al estar a solas...con una mujer...y a estas horas—murmuró lo último.
—¿Qué? —bufó con las manos en las caderas— ¿Me ve como una mujer?
—Claro que te veo como una mujer, porque lo eres, pero eso no es el problema —apretó los labios—. No quería incomodarte y molestarte, lo siento —cubrió su rostro, abochornado—. No quería mostrarte esta parte de mí, pero sí, cargó con este problema y aún no he podido resolverlo del todo, suelo evitar quedar a solas con una mujer porque desconfío de ellas. Quiero que entiendas que no es que desconfíe de ti, es solo esta maldita manía de la que no me puedo deshacer fácilmente. Dios, sé que soy patético.
Kyoko se rascó su nuca, sintiéndose con un poco de culpa.
—Está bien, no tiene que presionarse y quedarse aquí. Puede retirarse —aclaró—. Y no me ofenderé —agregó apresurada.
Takuma bajó las manos de su rostro y negó con la cabeza.
—No, por favor, entiéndeme. Esto es algo que jamás le diría a nadie, y jamás a una mujer —respiró hondo y sostuvo su mirada—. Kyoko-san, contigo simplemente no puedo poner una máscara y actuar como el personaje que me invente para enfrentar a mis inseguridades o incongruencias—tomó un poco de aire y continuó—. Yo solo...pierdo el control y te muestro esta parte vergonzosa de mí que me hubiese gustado mantener oculto. Pero la verdad es que al hablar contigo, acercarme a ti, pelear y discutir, expongo a mi verdadero yo...Tú me haces bien —confesó sintiéndose sorprendido de sus propias palabras.
—¿E-Es así...? —musitó Kyoko sintiendo que un pequeño rubor cubría sus mejillas—. Entonces me alegra serle de ayuda.
—Por favor, siéntate a mi lado y come con calma. No te molestaré.
Kyoko abrió y cerró los labios y , finalmente, arrugó de nuevo el ceño.
—No creo que sea lo mejor —replicó llevando su plato en el lado opuesto a él—. No es por ofenderlo, Takuma-san, pero si por algún error terminó acercándome un poco más a usted, temo que me incriminaría y no me creería cuando le diga que no lo hice a propósito —dijo con voz oscura y desconfiada—. Créame, no me acercaré de más a usted —reiteró subiendo el nivel de oscuridad—. Es más, le aseguro que si por alguna razón pierdo mis facultades mentales, si me vuelvo una idiota o acontece una imposible obligación de arrimarme a usted o besarlo, ese mismo día el cielo se resquebrajaría, el agua del mundo se agotaría y la tierra se rompería en dos, también cabe la posibilidad de que el planeta perdiese su órbita para luego ser arrastrado por un agujero negro que lo succionaría, llevando a su fin a la humanidad.
Takuma dejó salir un bajo gruñido.
—No hace falta que exageres —dijo entre dientes con un deje de molestia.
—Es mejor dejarlo claro —manifestó llevando una almohada del sofá para sentarse en el piso.
—Entonces...—Takuma sorbió un poco de té y la miró, dudoso—. ¿Hay alguna razón por el que me hayas invitado?
Kyoko masticó el bocado que se llevó a la boca, lo tragó y entonces respondió.
—Usted también fue testigo de...—bajó la mirada, mohína—. Del accidente. Después de lo que ocurrió pensé que debería descansar por un rato antes de volver a conducir.
—Lo siento —se disculpó avergonzado—. Siento mucho lo de antes.
—No se preocupe —Kyoko comió un par de bocados más antes de volver a hablar—. ¿Qué hacía en el aeropuerto?
Takuma carraspeó recordando lo que había sucedido. Esperaba que no se hubiese dado cuenta de que se había escondido de ella al principio, por suerte, se había arrepentido y la buscó con intención de ofrecerle acercarla a su casa si es que la hallaba.
—Mmm...Hoy debía llegar Jun-kun —dijo, decidiendo decirle la verdad—. A última hora me enteré que su vuelo se canceló debido al mal clima. Mañana...Hoy —se corrigió—, es la audición. Él participará y estará en la mesa de jurados. Me preocupa que llegue tarde.
Kyoko abrió más los ojos y asintió con la cabeza, mientras masticaba.
Takuma tomó el último sorbo de té y dejó su espalda caer al respaldo del sofá en tanto la observaba.
Era extraño. Era la primera vez desde hace años que quedaba a solas con una mujer por voluntad propia, y pasado unos minutos sintió que el insano crecimiento de la incertidumbre y la alarma se desvanecía para ser reemplazado por algo más. La calma y el aleteo de su corazón, que de repente, lentamente, comenzó a incrementar sus latidos al ver con más detenimiento su rostro.
—Incluso cuando come se ve linda... —Fue un pensamiento repentino que considero atrevido.
—¿Acaso le gustaría comer algo? —preguntó Kyoko sacándolo de su ensimismamiento.
—¿Eh? No es eso —dijo al entender lo que creyó—. Te veías... —se paralizó y cambió sus palabras—. Solo que parecías disfrutarlo.
Kyoko se ruborizó y miró su plato vacío.
—Es mi comida favorita —expresó, curvando sus labios en una suave sonrisa—. Es inesperado, pero Reino me preparó la hamburguesa porque regresaba hoy.
—Ah...—murmuró—. Que bien —adelantó su torso, y antes de pensarlo con más detenimiento, preguntó—. ¿Entonces tus sentimientos por Ren ya han terminado?
Kyoko enarcó las cejas impresionada de la pregunta.
—No hace falta que respondas—dijo con prisa Takuma, arrepintiéndose—. No debí haberte hecho una pregunta tan intima.
—Bueno...Mis sentimientos por Tsuruga-san han cambiado —contestó con quietud. No le importaba que él lo supiera, después de todo él estaba en gran parte enterado de todo—. Me tomará tiempo perdonarlo —continuó—, pero aparte de ello solo lo respeto y deseo su felicidad... En cuanto a Reino —esbozó una pequeña sonrisa—, lo quiero mucho y dentro de mis posibilidades espero hacerlo feliz.
Takuma se quedó por un rato en silencio, hasta que suspiró. Fue un poco problemático al estar dividido entre sentimientos ambivalentes, pero al final escogió lo positivo y lo que creía debía ser la respuesta correcta.
—Me alegro por ustedes —respondió creyendo ser sincero, sin embargo, no pudo lograr que una verdadera sonrisa se extendiera por sus labios.
Una vez que Takuma se marchó, Kyoko subió las escaleras, se duchó y se cepilló los dientes, vistiéndose luego con un pijama para ir a acostarse en la cama de Reino. Miró la hora en la mesita de luz con una expresión de pesar en el rostro e intentó dormir, pero una vez cerraba los ojos la escena cruel y sangrienta se repetía en su cabeza. El sonido tétrico del choque, el grito de terror, la sangre y la figura quebrada e inmóvil sobre el asfalto.
Se había quedado sentada con los brazos rodeando sus piernas flexionadas, sin darse cuenta del paso del tiempo, hasta que oyó el quejido de la puerta al ser abierta. Jadeó y se incorporó en la cama.
—Beagle —farfulló con desesperación, prendiendo la lámpara.
—Kyoko
En cuanto ella distinguió su rostro en la penumbra sintió que unas gruesas lágrimas se resbalaban por sus mejillas. Se las restregó con las manos e intentó hablar, pero de su boca solo salieron sollozos.
Reino se sentó a su lado y la abrazó, sintiéndola fría y temblorosa.
—Takuma me ha contado todo —susurró respirándola para sentirla—. Todo está bien ahora, caperucita.
—¿F-Fue mi culpa? —preguntó apartándolo, mientras sus manos se cerraban en puños sobre la tela de su camiseta—. Una mujer ha muerto...D-Dime la verdad, Beagle...—sollozó con tormento.
—Kyoko...—la miró fijamente con severidad—. Escucha, no es tu culpa. La vida de esa mujer estaba destinada a terminar ahí. La maldición no tiene ninguna relación con ello. Fue su destino.
—¿N-No me estás mintiendo?
—No. No te miento, Kyoko
Reino observó sus ojos rojizos del que aun brotaban algunas lágrimas. Las secó con su pulgar y suspiró al notar la fragilidad de su estado. Kyoko parecía más aliviada pero aún no paraba de llorar así que la recostó en la cama y se acostó a su lado, atrayéndola a su pecho para abrazarla. Ella hipó y escondió su rostro en él. No sabía qué hacer además de abrazarla. Nunca había consolado a una mujer, ni tampoco se había sentido así de afectado por una. Titubeante comenzó a acariciar su espalda trazando pequeños círculos. Ella se aferró más a él, soltando las últimas lágrimas.
Después de largos minutos, Reino solo oyó el suave murmullo de su respiración, la apartó con cuidado viendo sus parpados cerrados en un plácido sueño.
En la mañana, una alarma sonó y la despertó. Kyoko abrió los ojos, encontrándose de cerca con el rostro de Reino. La luz de la lámpara había quedado prendida y podía ver sus finas facciones. Él comenzaba a abrir también los párpados con lentitud y cierta dificultad. Kyoko se rió entre dientes y, dándole la espalda, alcanzó su celular para apagar la alarma. Sintió repentinamente sus brazos, que la atrajeron de vuelta a la calidez de su cuerpo.
—Tengo que ir al salón de belleza, Beagle —le comentó tratando de apartar sus brazos de su cintura—. En unas horas es la audición, necesito ir preparada.
—Te llevaré —le murmuró somnoliento.
—No, solo duerme —Sintió que sus brazos entorno a su cintura se aflojaban. Lo aprovechó y giró hacia él. Estaba con los ojos cerrados, durmiendo. Sonrió y se acercó para besar su mejilla—. Gracias —le susurró.
Kyoko se levantó de su cama, yendo luego rumbo a su habitación. Se vistió y salió, lista para encarnar a Akiko.
...
Soltó una maldición cuando oyó el insistente segundo tono de llamada.
Cogió su celular y contestó con un gruñido al ver que se trataba de Miroku.
—¿Qué? —murmulló con tedio. Se acostó de costado, cerró los pesados parpados y dejó su celular sobre una oreja.
En cuanto oyó la información que su amigo le proveyó, frunció el ceño.
—¿Es su nieta?... ¿Se hace llamar Maléfica? —resopló—. Que sea su nieta no significa que sea competente —Durante unos segundos calló y lo pensó—. ¿Qué tal es?
Después del cercano accidente que tuvo Kyoko anoche, había pedido a Miroku que investigase sobre la familia de su antigua y ya fallecida maestra, Agatha. Esperaba poder contactar con algún pariente suyo y poder conseguir sus registros, libros o documentos que le sirviesen para indagar en algún ritual o hechizo que atenúe la fuerza del maleficio.
Mientras lo oía se incorporó y se frotó los ojos.
—¿Dónde vive?
De inmediato reconoció la dirección.
—Conozco a esa bruja —expuso exhalando un resoplido—. Es la señorita del cereal con leche.
...
Bajó del coche, exhalando un suspiro de alivio al ver que aún faltaban veinte minutos para que la audición comenzará. Pese a ello, Yashiro caminó con rapidez hacia el lugar de reunión.
Aunque no estuvo presente cuando Kyoko se había preparado, confiaba y estaba seguro que ella lo había hecho a la perfección. Días atrás, antes del viaje, fue testigo del perfeccionamiento de sus habilidades en combate con armas y judo. Evidentemente, las armas fueron de utilería, sin embargo, la actriz quiso conocer unas verdaderas para experimentar la sensación de tenerlos en la mano. Al principio, aquello le pareció una idea algo estrafalaria, pero finalmente lo consintió y accedió a ellas a través de ciertos contactos. Que más tarde se enterase que, a sus espaldas, Kyoko hubiese ido a un polígono de tiro no le parecería nada extraño.
Estuvo por cruzar la puerta de acceso, no obstante, se detuvo al ver una conocida figura apoyada a una pared cerca de la esquina.
Entornó los ojos y se acercó.
—¿...Takuma-san?
Él giró despacio con un movimiento que creyó nada propio de él. Había arrastrado los pies con evidente desgana. Pero como si fuera poco, al verlo de frente, creyó ver a otro hombre. Sus ojos expresaban apatía. Vestía completamente de negro, tenía el cabello peinado hacia atrás y entre sus dedos tenía un cigarrillo prendido.
—Ah...Eh...Buenos días —dijo Yashiro repentinamente confuso.
—Hola —Él alzó una mano y no dijo nada más.
El manager parpadeó. Takuma nunca le había saludado así, siempre fue efusivo y cortés.
—Eh...P-Pensé que los habías dejado...—pausó— El cigarrillo —agregó sintiéndose más incomodo al ver que él apenas reaccionaba.
Takuma alzó levemente la mano que tenía cogido el cigarrillo, lo miró y entonces una sonrisa diabólica curvó sus labios.
—Es un vicio —se dijo más a sí mismo y luego se dirigió a él—. Solo los olía, después de todo aspiro algún día ser un ciudadano modelo.
Después de unos segundos, Yashiro aclaró su garganta y señaló hacia atrás, bastante incomodo por aquellas palabras que dudaba vendrían de Takuma.
—Entonces...y-ya me voy.
Se largó con prisa, buscando el sitio en donde las actrices esperaban. Ese encuentro había sido muy extraño. ¿Acaso Takuma se había golpeado la cabeza al despertar? Parecía otra persona... Otro ¿personaje?
Esa idea iluminó por un lapso su mente hasta que otra vista lo hizo olvidarlo y dejarlo de lado.
Guau...
Habían tres. Tres mujeres, además de sus manager, pero habían tres mujeres que bien podrían ser comparadas como la luna en la absoluta oscuridad. Todas eran muy atractivas, bellas y...sensuales.
Pero...
Yashiro sacudió levemente la cabeza.
¿Qué demonios? ¿Había pensado que Kyoko-chan era la más sensual? Ella era la más joven ahí, ella era como una hermana menor para él, pero ese día, ahí parada, debía admitir que era la más sensual. Y no es que se hubiese vestido de una manera que gritaba ¡que sexy! Lo había hecho bien, discreta, dejando a la imaginación lo que debía dejar a la imaginación, pero dejando descubierto cierta fracción de piel para dejarlo a la tentación. Pero no todo se resumía en su vestimenta, lo sensual surgía mayormente de su sola presencia, su postura, la seguridad, la forma de mirar y el enigma en sus ojos dorados.
Se acercó a ella, algo tenso, como si de repente acercarse a ella fuese intimidante.
Ella vestía un vestido de corte sastre, oscuro con hombros descubiertos y una falda que llegaba por debajo de las rodillas con un gran tajo al costado, después de eso la vista guiaba a sus largas piernas cubiertas por unas medias negras finas, y unos zapatos negros de tacón. Más arriba, en su cuello, colgaba un collar que guiaba los ojos directo hacia su escote en el que se entreveían la curva de sus senos.
Aclaró con sutileza su garganta. Verla ahí no fue su intención. Era evidente que ese collar estaba en un lugar estratégico.
—Kyoko-chan, buenos días —la saludó con una sonrisa sincera—. Disculpa, que haya llegado algo tarde.
La joven se volvió un poco más hacia él, curvando suavemente sus labios.
—Has llegado a tiempo, nada más es importante —inclinó un poco la cabeza en un gesto encantador. Un mechón de su cabello, entonces largo y negro, cayó suavemente sobre su frente, y con un simple movimiento y gesto que hizo al apartarlo de sus ojos, de alguna manera y por estúpido que sonará, resultó exquisitamente sensual—. Me alegro que hayas logrado estar aquí conmigo, Yashiro-san —agregó ella con un tono susurrante, seductor, llevando una mano a su brazo—. Por cierto, buenos días.
Yashiro volvió a aclarar su garganta. Estaba muy bella y sabía que aquel gesto y leve caricia que sintió en su brazo fue un acto que nació debido al efecto de su personaje, Akiko. Pese a saberlo, se sintió un poco extraño, nervioso, y preferiría que ella no lo hubiese notado. Pero a cinco segundos, ella curvó sus labios con sensualidad, como si percatase lo que le estaba causando. Y para mayor horror, sintió que el calor subía a sus mejillas, ¡Ese flirteo había sido calculado!
Miró hacia la pared y se cruzó de brazos. Se sentía manipulado. Había caído en segundos en su trampa. ¡¿Qué clase de hombre era para ser manipulado por un joven mucho menor que él?
Pero luego suspiró, resignado, y sonrió. Ella lo había hecho bien y cuando la llamasen para que entrase, sabía que lo haría a la perfección.
...
Se sacó las gafas de sol para contemplar la oscuridad del cielo: nubes densas, relámpagos y vientos que minutos más tarde comenzarían a arremeter con mayor fuerza.
Rodeó la esquina de la casa, observando las escaleras que guiaba a una entrada subterránea. Bajó por las escaleras y caminó por un pasillo estrecho hasta encontrar unas altas puertas doble. Estiró la comisura de su labio derecho. La bruja había hecho un buen hechizo para alejar de la casa a espíritus malignos. El que lo seguía se había esfumado.
Apretó el timbre, ignorando el cartel de advertencia sobre el horario de atención.
Un trueno se oyó a los lejos. La calamidad se manifestaba en días oscuros como ese. Sus pensamientos vagaron en la seguridad de Kyoko, pero aún era pronto para que la maldición se revele con una fuerza superior. Mientras Kyoko tuviese el anillo que le obsequió no le ocurriría nada.
Apretó una, dos y tres veces más el timbre. Se le agotó la paciencia. Salió de ahí, subió las escaleras, dobló la esquina y fue frente a la puerta de la entrada principal de la casa. Apretó el timbre de continuado hasta que en unos segundos la puerta se abrió con ímpetu, exteriorizando el enojo de la propietaria.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Qué demonios quieres?! —rugió Ai con una sartén en la mano que la levantó en lo alto.
Reino retrocedió un paso para evitar que le aseste la sartén en la cara.
Metió las manos en los bolsillos y observó el pijama de pantalones y camisa de estampados de calavera; tenía los párpados hinchados por el sueño y llevaba una gorra de seda.
—¿Dormías aún? —preguntó impasible.
Ai parpadeó y arrugó el ceño al percatar quién era.
—¿Qué haces aquí, niño? ¿Ha pasado algo con Kyoko-chan? —interrogó preocupada.
—Nada de eso, señorita cereal con leche —Se acercó un poco más y ladeó levemente la cabeza—. Quiero que hagas una sesión de adivinación.
—¿Una...sesión de adivinación? —Ai arrugó profundamente el ceño. Estaba segura que, un hombre como él, protegido con una magia negra tan poderosa, seguro de sí mismo e indiferente al presente o futuro, no tenía ni el más mínimo interés por una sesión de adivinación. Además, dudaba siquiera que confiase en las predicciones de una bruja con menor rango de poder que él.
—¿Qué? —dijo Reino al notar que ella se lo quedaba mirando patidifusa.
—Deja de llamarme cereal con leche —gruñó en respuesta—. Y no, no lo haré. Solo atiendo desde las una hasta las cuatro y media de la madrugada.
Reino suspiró y la miró fijamente.
—¿Cuál es tu nombre?
Ai abrió más los ojos y empalideció. Reino enarcó una ceja.
—S-Solo dime Maléfica —sujetó la puerta, preparada para cerrarlo por sus narices—. Si quieres una sesión de adivinación, ven a las...
—El doble —le interrumpió con voz pasiva haciendo que Ai detuviese cualquier movimiento—. No, te daré el triple.
A la bruja se le abrió la boca de asombro, la cerró y luego se le estiraron las comisuras de sus labios en una gran sonrisa profesional.
—Debiste decirlo desde un principio —dijo haciéndose a un lado—. Pero mira mis modales, por favor entra, ¿Reino-kun? ¿Reino-san? ¿Cómo prefieres que te llame?
Reino entró y la siguió en la sala, en donde se acomodó en el sofá en el que ella le indicó.
—Reino —respondió, pero luego cambió de opinión—. No, Reino-sama.
A Ai le dio un tic nervioso en el ojo derecho.
—R-Reino-sama —masculló—. Solo dame un minuto, ya te atiendo.
—No tardes
La sonrisa de Ai tembló en sus labios. Se marchó a su habitación, se cambió de ropa y se quitó apresurada la gorra, dejando que sus rizos cayesen desordenados sobre su espalda.
Enseguida salió y le pidió que la siguiera abajo. Mientras lo sentía caminar tras su espalda, aguardó, esperanzada, a que no abriese la boca y se quedase en silencio durante todo el camino.
—Además de maleficios y sesiones de adivinación, ¿qué más sabes hacer? —preguntó haciendo que ella inhale y exhale para mantenerse serena.
—Cuento con un amplio repertorio de hechizos, magia blanca y negra. No hago maldiciones —contestó, girando la cabeza para mirarlo.
—¿Ves espíritus?
Ai se detuvo y giró completamente para observarlo.
—Los veo pero los oigo mucho mejor—contestó con cautela.
—¿Temes a los espíritus malignos?
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la bruja.
—Es mejor evitarlos —dijo sin embargo aparentando una falsa tranquilidad.
—¿Sabes latín?
Ai entrecerró los ojos.
—Más o menos —Se sinceró. Dio media vuelta y siguió caminando, esperando que así se callase—. Debo saber algo para conjurar algunos hechizos.
Una vez llegaron, le indicó que se siente al otro lado de la mesa. Preparó las velas, las piedras y algunas hierbas en la mesa.
—¿Se cumplen tus predicciones? —preguntó él alargando un brazo y cogiendo un tarro que contenía un polvo color marfil.
—Un noventa por ciento —Se paró y le arrebató el tarro de la mano.
—Así que convocas algunos espíritus para la sesión —mencionó observando el tarro—. ¿Son huesos de animal o humano? ¿En qué hechizos los sueles usar?
—Silencio —exclamó Ai, perdiendo la paciencia— ¿Qué pretendes? ¿Cuál es tu verdadero objetivo aquí?
Reino escudriñó su mirada y suspiró.
—La sesión de adivinación. El triple de pago.
Ai resopló y esbozó una falsa y amplia sonrisa. Prendió las velas y apagó las luces.
Se sumieron en el silencio.
—¿Te importa si veo tu aura? —preguntó ella solo por educación.
Reino calló por unos segundos.
—Hazlo.
—Levántate, por favor.
Maléfica lo miró por unos segundos y se concentró en el halo de color que lo rodeaba.
Sus ojos se agrandaron, impresionada.
—Intelectual, eres muy intelectual —susurró incrédula—. Arrogancia, egocentrismo en cierta medida, eso se nota a simple vista, pero... —murmuró.
—Tienes una buena visión extrasensorial —señaló hundiendo las manos en los bolsillos.
—Amor... Eso lo cambió todo.
Reino tensó los hombros.
Ai le miró a los ojos.
—Amas a alguien. La amas —aseguró—. Amas de verdad a Kyoko-chan.
Lo siguió mirando. Reino sacó los manos de los bolsillos y le dedicó una mirada curiosa.
—Hay algo de soledad —continuó Maléfica—, pero te sientes cómodo en esa soledad. Inseguridad, ansiedad...¿en qué? Puede ser en...
—Es suficiente —ordenó volviendo a sentarse en la silla.
Ai parpadeó y le miró, extrañada por su interrupción.
—¿Distingues muchos colores del aura? —preguntó Reino con seriedad.
—Creo que lo normal...—respondió confusa.
—Eres muy certera —expresó meditabundo—. Tú no solo ves el aura. Lo ves, lo oyes, lo hueles, lo sientes. Eres una persona con sinestesia.
—¿Tú no ves así el aura? —interrogó curiosa.
—No tengo necesidad ni curiosidad de verlo, así que no lo he practicado —se excusó con tono tajante.
—¡Uy, soy mejor que tú! —soltó emocionada, pero cerró con fuerza los labios al ver la expresión de Reino. Su cara parecía impasible pero sus ojos algo ensombrecidos le advirtió que lo había provocado.
—¿Con qué haces la sesión de adivinación, Maléfica? —interrogó altivo, acomodándose en la silla como si fuese ese espacio la habitación de su propia casa.
Ai entrecerró los ojos. Era la primera vez que no la llamaba cereal con leche, pero la manera en que lo hizo la estaba irritando.
—Niño arrogante —pensó mordiéndose la lengua para evitar enfrentarlo y tener que soportarlo por más tiempo—. Lo hago con el tarot, pero también uso el péndulo, Reino-sama —dijo con voz melódica y servicial.
—¿Y no sabes hacer taseomancia, Maléfica? —inquirió con una media sonrisa, engreída.
Un relámpago iluminó la habitación y un trueno ensordecedor se oyó cerca.
Por un lapso los ojos oscuros de Maléfica parecían arder en plateadas llamas de exasperación.
—No será ningún problema mientras te enfoques en lo que quieres saber —dijo con voz fría.
—Bien
—Bien, sígueme, Reino-sama —masculló con sorna.
Ai apagó las velas y en la penumbra subió las escaleras. Se apresuró, no se molestó en esperarlo y fue casi al trote a la cocina. Abrió el cajón de la alacena y miró que aún quedaban las suficientes hojas de té para una taza.
—¡Maldita sea, sí! —exclamó subiendo en alto el frasco.
—Tráeme también unas galletas dulces —Reino apareció en el marco de la puerta, con una sonrisa irónica—. O lo que tengas —añadió mirando el frasco.
En cuanto se fue, Ai esbozó una sonrisa cínica. Aceptaría el desafío que le lanzó y ganaría dos veces más de lo que le pagaban por una sesión.
—Te voy a demostrar de lo que soy capaz, maldito engreído.
...
La audición era algo breve, pero acertada. La separata había sido entregada a las candidatas e incluía algunas improvisaciones.
La ausencia del protagonista, Jun Fujiwara, había provocado gran inquietud al principio, pero una vez su hermano, Takuma, se ofreció para reemplazarlo, todos se aliviaron.
Risa golpeteó su bolígrafo sobre la mesa y frunció el ceño por segunda vez al ver como la siguiente candidata salía de la misma manera que lo hizo la primera: Muy sonrojada y completamente enamorada de Takuma. Ambas lo habían interpretado muy bien, no obstante, ninguna había percatado que erraron en la última escena.
Suspiró y observó como su hermano, indiferente, se acercaba a la mesa y tragaba un sorbo de agua.
Había creído que Takuma se inhibiría o se pondría nervioso al hacer escenas tan íntimas con aquellas actrices, pero no, él estaba ahí con la máscara de Jacob adherida a su piel: Electrizante e intimidante, pero aún así provocativo para las mujeres.
—Aya-san tiene una vocalización y tono perfecto —opinó Kento, el director de casting—, pero su postura y sus gestos no me convencen del todo...—murmuró—. ¿Qué te pareció, Risa?
—Haruka-san lo interpretó mucho mejor hasta ahora —repuso golpeteando el bolígrafo.
La primera candidata, Haruka, había sido perfecta, era sensual, madura, tenía la voz, los gestos y posturas idóneas para interpretar a Akiko. Pero en su opinión no había sabido conectar con Jacob. Takuma no interpretaría al personaje, así que no la descartaría, sin embargo, le hubiese gustado que fuese más sensual que sexual.
—Kyoko Mogami —vociferó Kento con cierto rechazo—. Esta chica es muy joven, ¿de verdad podrá con este papel?
Risa alzó la vista y lo vio leyendo su porfolio. Arrugó el ceño por su prejuicio.
—No la has visto actuando —medió Takuma con una sonrisa sesgada.
Kento enarcó las cejas.
—Tu favorita —expuso apuntándolo con su bolígrafo.
—La favorita de Risa —replicó Takuma, encogiéndose de hombros—. Kyoko-san es una excelente actriz, pero aún no la vi como Akiko.
Kento se volvió hacia Risa, y ella se ruborizó.
—La amo, es mi favorita —confesó—, pero también es la favorita de Takuma —acusó.
Takuma se sacudió levemente y justo entonces anunciaron que la última candidata entraría.
Kento se levantó, cogió el micrófono y la vio entrar. Por unos segundos se paralizó, incrédulo, sin poder apartar la mirada de aquella mujer. Dio un vistazo al porfolio sobre la mesa, a la foto de la joven de cabello corto naranja con el overol de rosa chillón, y entonces volvió la mirada hacia la bella mujer, que rezumaba sensualidad y seguridad.
Risa cubrió su boca, reprimiendo una sonrisa, cuando vio como Kento parpadeaba, atónito e incrédulo.
—Kyoko Mogami-san —interrogó Kento y la actriz frente a ella hizo una pequeña reverencia en modo de saludo siguiendo de un asentimiento.
Él carraspeó unas dos veces y segundos después le indicó las instrucciones.
La escena comenzaría con una breve coreografía de combate entre la protagonista y algunos hombres que presumiblemente huían de la policía, posteriormente, en la segunda prueba actuarían el primer encuentro entre Jacob y la protagonista, siguiendo con el guion anotado en la separata más algunas improvisaciones.
Mientras los extras de acción se preparaban y mostraban la coreografía para luego imitarla, Risa observó ensimismada a Kyoko. Aunque se hubiese reído de la reacción de Kento al verla, ella también había quedado perpleja. No era solo su apariencia, era su caminar, su porte, expresión y mirada. Cuando más la veía más abrumada se sentía. Parecía otra persona.
Sus ojos se agrandaron cuando los ámbares se encontraron repentinamente con los de ella, descubriéndola en pleno escrutinio. Se tensó. Solo fueron tres segundos pero parecía como si le hubiese robado la respiración. Fue avasallante e insuperablemente atractiva.
—Empiecen
Risa pestañeó y luego quedó boquiabierta sin poder aparentar lo contrario.
¿Así era la coreografía que se mostró?
Akiko derribó a un hombre más y cuando alzó la mirada hacia su siguiente objetivo le entraron unos escalofríos.
Era la misma coreografía, pero Akiko ejercía una irresistible fuerza de atracción que cautivaba a todo quien la mirase. Ella estaba con tacones y con una indumentaria inadecuada para pelear pero parecía inusitadamente cómoda. Era ágil y aunque fuese los mismos movimientos que antes se había presentado ella lo hacía con rapidez, elegancia y sensualidad.
Ninguna de las otras candidatas habían caracterizado así su forma de combate, ella estaba a otro nivel.
—¿Quién demonios es ella?
Oyó de repente murmurar a Kento. Él estaba patidifuso.
Buscó con la mirada a Takuma y lo halló mirándola, sin pestañear. Estaba muy emocionado, podía verlo en sus ojos. Él de repente se volvió hacia ellos e hizo un gesto.
—Kento —avisó.
El director de casting despertó y percató que la coreografía había terminado.
—Muy bien —murmuró sin querer fascinado cerca del micrófono. Carraspeó y entonces adoptó un tono y una expresión más seria—. Bien. Preparémonos para la siguiente escena.
La tensión comenzó a brotar en el ambiente ante la expectación.
Risa observó como Takuma se posicionaba y Kyoko cerraba los ojos como si se sumiese pacíficamente bajo las pieles de Akiko.
Kento dictó algunas instrucciones y entonces comenzaron.
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N/A: Hola a todos, es una ironía pero conseguí terminar este capítulo estando enferma, gracias sea a los libros que leí que me dieron ganas de escribir jeje :D
Este es un capítulo mucho más corto de los que suelo hacer. Pasaron unos meses, pero volviendo ese tiempo atrás me impresiona lo largo que hacía los capítulos. Bien, sin más tonterías que agregar, espero que este capítulo les haya gustado.
¡Saludos!
