Capítulo 19: El escarmiento de una maldición
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Había liberado al perro de su correa y por un absurdo minuto creyó haber vencido a la maldición.
El crujido de una rama le había advertido que por encima de su cabeza estaba por caer una de gran tamaño.
Con una agilidad, aprendida de Momiji, la esquivó con facilidad.
Carcajeó.
—¡He vencido a la maldición!
Pero como si un demonio le hubiese hecho una broma, de repente sintió sus pies pisar una superficie inestable.
Cayó en un agujero y el impacto de la caída la hizo gritar por la sorpresa y el lacerante dolor.
El perro, Thor, como decidió llamarlo al hallarlo en medio de la tormenta, lo miraba y ladraba desde arriba, asomándose próximo al hoyo.
Gotas de lluvia cayeron por su rostro, mientras ahogaba un grito mordiéndose con fuerza el labio inferior. Aquietó el brazo lesionado que había intentado mover y lo observó aterrorizada en la mediana oscuridad.
Terminó. Había acabado con sus últimas esperanzas de obtener el papel.
Pestañeó y reprimió un apremiante sollozo.
Después de todas las dificultades que había pasado para llegar hasta allí, no podía creer que una simple y repentina lesión le ocasionaría la derrota.
Pero aquello no podía acabar así, tal vez no era un hueso roto. No, no lo era. Se recuperaría rápidamente.
—¿Dalí?
Oyó una lejana voz. El perro enseguida giró y corrió hacia esa voz.
—¡Dalí! ¡¿No puedo creer que esa arpía te haya dejado aquí sin avisarme antes! ¡¿Cómo se le ocurre dejarte aquí con este tiempo?!
—Ayuda
Kyoko cerró los ojos y dejó caer la cabeza por la pared de tierra apisonada.
—¡Ayuda! ¡Ayuda!
Una lágrima traicionera rodó por su mejilla.
El crujido de unos pasos se acercaron a ella y un rostro vagamente conocido se asomó desde arriba.
Era el camarógrafo.
—Oh, por Dios —susurró al hallarla dentro del hoyo.
El hoyo tenía casi un metro y medio de altura además de ser algo angosto. Se sentía ridícula por haberse lesionado así por caer en un agujero de tan poca profundidad. Media cabeza sobresalía del maldito hoyo y no podía salir de ahí sin ayuda. Era vergonzoso.
El joven camarógrafo comenzó a tartamudear y mirar por todos lados.
—¡P-Pediré ayuda!
—¡E-Espera…!
Kyoko solo oyó sus apresurados pasos alejarse y unos segundos después el perro, Dalí, volvió a asomarse y ladrar.
Bajó la cabeza e intentó observar con más detenimiento su brazo. Un hueso roto podría necesitar más o menos un mes en sanar, si era grave podía requerir mucho más.
Sacudió su cabeza.
¡Eso no era un hueso roto!
Detuvo cualquier movimiento al percibir un afilado pico clavado en su pierna. Contuvo la respiración, contó hasta tres y, con un gruñido, alejó la pierna del objeto punzante, sintiendo luego un líquido caliente manar bajo sus pies.
Abrió y cerró los labios, hasta que una risita cínica brotó de su garganta.
La maldición se había esmerado en causarle infortunios ese día.
—Kyoko… ¡Kyoko-san!
Alzó el rostro y sus ojos se agrandaron con sorpresa.
—¿Takuma-san…?
Lo observó acercarse, quedándose muda y perpleja. Él había venido por ella. Él había venido a ayudarla.
Takuma no dijo nada, solo la observó a ella y al agujero. Ladeó la cabeza, mirando tras él.
—¡Risa! ¡Ella está herida! ¡Llama a emergencias, la sacaré de ahí!
Kyoko ahogó una exclamación. En su mente rápidamente llegaron los recuerdos de cuando él intentó ayudarla al caer lesionada en el baño.
—No…
—Hazme un espacio —Él se veía severo y no había advertido el terror que cruzó el rostro de la actriz—. Entraré ahí.
—No, no, ¡no! —exclamó, recobrando la voz—. Es que es…¡peligroso! —Puso de excusa—. ¡Takuma-san, no…!
—Calla y haz un espacio. Ya —interrumpió con tono seco.
Kyoko trastabilló hacia atrás, impactada por su indudable enojo. Nunca lo había visto así, siquiera se había enojado de esa manera cuando la había creído una acosadora sexual.
Al ver que se hizo atrás, Takuma bajó y entró con una sorprendente facilidad.
El espacio se redujo y Kyoko lo miró a los ojos, aturdida por el efecto de inquietud que provocó su cercanía.
—¿Cómo ocurrió esto…? —susurró él, tenso— ¡¿Por qué eres tan descuidada?!
Kyoko alzó los hombros de la impresión, soltando luego un pequeño y reprimido aullido por el dolor que provocó a su brazo derecho.
No pudo evitar que las lágrimas bordearan sus parpados, así que bajó la mirada y sacudió la cabeza, avergonzada e incapaz de enfrentar su pertinente reproche.
—Tu brazo, ¿puede ser grave?
Asintió con la cabeza gacha.
—¿Dónde más?
—Solo mi pierna, solo es un corte, es solo…
—Kyoko…
Ella abrió los ojos que recién percató los tenía cerrados.
—Kyoko-san…
El tacto delicado de sus dedos sobre su mejilla la hizo alzar rápidamente la cabeza.
—Escúchame, ¿sí? —La suave y leve caricia de sus dedos antes de apartarlos hizo que contuviera la respiración—. Te tomaré por las caderas y te levantaré. Seré cuidadoso, pero tendrás que poner un poco de ti para que logres subir. Avísame si te estoy lastimando o si no puedes lograrlo.
Kyoko se ruborizó. No entendía porque primero se ponía tan enojado y luego tan…amable.
—¿Bien? —preguntó él al no oírla responder.
—¡S-Sí!
—Gira, te alzaré desde atrás.
—¿Eh? Ah, eh, sí…—murmuró avergonzada—. ¡H-Hay algo punzante en las laterales...! —Al encontrarse con sus ojos, bajó su mirada rápidamente—. Tenga cuidado, por favor —murmuró.
Él asintió y ella giró con un torpe e inútil intento de no tocarlo. Sus caderas lo rozaron y sus ojos se dispararon hacia los profundos azules. Desvió con prisa la mirada, esperando que él no hubiese sido capaz de leer su expresión. Después de la escena que habían interpretado no podía evitar sentirse muy tímida e incomoda.
Entre murmullos, se reprochó a sí misma, enojada por su reacción de damisela puritana. ¡Si ya no era pura y había hecho toda clase de cosas indecorosas con el Beagle!
Pero por alguna razón, cuando él estaba tan cerca, podía oír las alarmas de su cuerpo gritando que escape. Debía ser culpa del personaje de Akiko, aquella señorita osada y sensual sentía una inquietante debilidad por Jacob.
—¡Risa, acércate, por favor! —exclamó Takuma, y Kyoko respiró hondo al sentir su cuerpo rozando el suyo.
Gruñó enfurruñada. ¿Acaso Takuma no era un hombre con una insólita timidez? Pero era evidente que en vez de sentirse tímido debía estar enfadado luego de que lo haya besado sin su consentimiento.
Arrugó el ceño. ¿Y si toda era una trampa? ¿Y si en realidad habían llamado a la policía en vez de a emergencias? ¿Podía demandarla por acoso sexual?
Miró hacia arriba y logró ver a Risa, quien colgó la llamada y se acercó hacia el hoyo.
—Kyoko-chan…—Risa se alarmó al ver su brazo. Miró a su hermano y una expresión de lamento cruzó su rostro—. ¿Necesitas ayuda? —preguntó apartándose algunos mechones mojados de su frente. Aunque la lluvia hubiese atenuado y estuviesen cerca de un árbol, las intermitentes gotas de agua aun los mojaban.
—Trata de ayudarla cuando la levante —respondió—. Ten cuidado con su brazo.
Kyoko casi brinco cuando sintió que una de sus manos fue hacia su cintura.
Oyó una sofocada y pequeña risa cínica y luego sintió que se acercaba muy, pero muy cerca de su oreja.
—Hey —Su voz próxima a su oído hizo que retuviese la respiración—. ¿Por qué actúas como si fuese a comerte? ¿No debería ser al revés?
Ahogó una exclamación, sintiendo que toda su cara enrojecía como un tomate.
Él estaba enfadado. Era una trampa. En cuanto saliese la llevaría con la policía para presentar una denuncia.
Lanzó un pequeño chillido cuando él se agachó, la sostuvo por las caderas y la levantó. Pronto alcanzó la superficie y no fue necesario tanto de la ayuda de Risa para que pueda salir y tumbarse.
Se mordió el labio para no gemir del dolor que punzó en su brazo.
Debía escapar, pero la exclamación de Risa hizo que se detuviese y siguiese su línea de visión hasta dar con su pierna en donde la sangre borboteaba y regaba a segundos la tierra.
No supo cómo lo hizo, pero a pocos segundos vio a Takuma salir de ahí. El pánico hizo que unos escalofríos suban por su espalda. No perdió el tiempo, y se arrastró como un gusano, mirando hacia la puerta de emergencias, en dónde advirtió estaba el director de casting y el camarógrafo.
—¡Detente! —bramó Takuma.
Se paralizó. No podía escapar en su estado. Se volvió y miró su expresión de enfado marcar sus facciones.
Takuma se acercó a ella, mientras Risa lo seguía por detrás.
—¡P-Por favor, no me denuncies, Takuma-san! ¡Ya sé que es una trampa y quieres llevarme con la policía! —exclamó haciendo que detengan sus pasos—. ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, de verdad, lo siento! —agachó su cabeza lo más bajo posible— ¡Lo admito, cometí un crimen al besarte! ¡Debí haber perdido un tornillo! ¡No volveré a acercarme a usted y si alguna vez nos encontramos pretenderé no conocerlo! ¡Me alejaré, me alejaré lo más lejos posible, siquiera podrás percibir mi insolente y ordinario rostro!
Se hizo un breve silencio hasta que oyó una creciente risa femenina.
El rostro de Takuma enrojeció hasta las puntas de sus orejas.
—¿Qué estabas pensan…? Me estás haciendo parecer un matón —cuchicheó y la miró enojado— ¡No lo haré! ¡Ni que denunciarte por un beso fuese posible! —gruñó irritado.
A pesar de lo que Kyoko oyó, el aura intensa de enfado que percató la hizo querer huir.
—Quédate quieta de una vez —le advirtió con tono amenazante, haciendo que ella se congelase—. Pon tu brazo en donde lo sientas más cómodo, déjalo quieto y trata de no moverlo por nada del mundo, ¿entiendes?
Ella calló, enmudecida.
—¿Entiendes? —repitió con los ojos entrecerrados.
—Sí… ¡Sí! —respondió con un gran asentimiento de cabeza.
—Risa, entra rápido que cogerás un resfriado —le dijo a su hermana agachándose frente a la actriz.
Kyoko se tensó, pero él fue rápido. Tomó su brazo sano, lo echó alrededor de sus hombros y la cargó entre sus brazos.
—¡Waaahh! —exclamó Kyoko, cogiendo en su mano un puñado de su camiseta—. ¡Puedo caminar so…! —se mordió la lengua al ver en sus ojos una amenaza silenciosa.
—Quieta —le ordenó mientras pasaba por la puerta de emergencia—. No te preocupes, seré cuidadoso.
—¿Kyoko-chan…?
Yashiro, quien la buscó al no verla aparecer durante largos minutos, se apresuró en acercarse cuando los vio y reparo que algo andaba mal.
—¿Pero cómo…? —No pudo completar las palabras al ver su brazo lesionado y la sangre escurrir de su pierna al piso.
—Takuma, hay que detener la sangre —mencionó Risa, nerviosa.
—Lo sé
La bajó cuidadosamente al piso, recostando su espalda por una pared.
Kyoko sintió que el aire escaseaba, al observar la cantidad de sangre que encharcaba el piso. El repentino pánico, hizo que abriese su boca, exhalando una gran bocanada de aire. El Beagle había dicho una vez que esa cantidad de sangre no ponía en riesgo la vida, pero presenciarlo aún parecía macabro.
—Tranquila —susurró Takuma, acercándose a su pierna.
—¿Alguien tiene un pañuelo o una tela? —preguntó Risa con urgencia.
Yashiro sacó inmediatamente un pañuelo de su bolsillo. Se lo pasó y en cuanto estuvo por desatar su corbata, el actor negó con la cabeza.
—No es suficiente.
Cogió el dobladillo de su camiseta con los dedos y tiró de ella sobre su cabeza.
Los ojos dorados se abrieron grandes e hicieron un recorrido descendente por su musculoso torso antes de desviarlo hacia un costado.
Tragó con fuerza y olvidó por un momento el dolor hasta que sintió la prenda siendo firmemente envuelta alrededor del corte de su pierna.
Gimió de dolor y volvió por reflejo la mirada hacia el frente.
Parpadeó.
Todos parecían perplejos y ruborizados por las acciones de Takuma.
Suspiró, dedicándose luego a mirar como su sangre empapaba la tela.
Después de todo era normal sonrojarse por la masculinidad y belleza de ese hombre.
Frunció el ceño.
¿Masculinidad y belleza? Por alguna razón ambas palabras no parecían combinar bien, pero lo hacían extrañamente para él.
—¿Qué es ese sonido? —dijo alguien.
—Parece un gruñido —respondió otro.
El rostro de Kyoko se tiñó de rojo cuando de a poco todos dirigieron la mirada hacia su estómago.
—Ah —Risa la miró con compasión—. Deberíamos...
—No le den nada de comer —Takuma le dedicó una mirada seria antes de levantarse—. Puede que sea necesario una cirugía.
Con la boca abierta, Kyoko lo miró alejarse mientras las palabras que acababa de escuchar resonaban en sus oídos.
—¡No necesitaré una cirugía! ¡No lo necesito! —exclamó enfadada.
Murmulló negativas hasta que lo vio desaparecer.
No era un hueso roto. No, no lo era.
...
—Kyoko-chan. ¿Kyoko-chan?
—¿Eh? —Kyoko parpadeó y miró el preocupado rostro de su manager.
Después de que Takuma detuvo el sangrado, todo había ocurrido muy rápido. Una ambulancia había llegado, su manager la acompañó adentro y entonces iban camino al hospital.
—El anillo —le dijo Yashiro, mostrándoselo—. Tengo el anillo, Kyoko-chan. Así que no te preocupes.
—Por el Beagle y todos sus amigos del inframundo…
Los ojos de Kyoko se iluminaron, hizo un amago de levantarse, pero el paramédico la detuvo de moverse.
—Descuida, es mejor que lo guarde por ahora —dijo Yashiro con una sonrisa triste—. No podrás llevarlo en cuanto te hagan la radiografía y si necesitas una cirugía…—silenció, no pudiendo acabar la frase.
—No —Kyoko negó con una débil certeza—. No lo necesitaré, n-no no me duele mucho, en pocos días me recuperaré.
Yashiro no dijo nada y la mirada que intercambió con el paramédico hizo que se le contrajera el estómago.
En realidad, dolía como mil demonios, pero le era fácil soportarlo después de haber sufrido dolores muchos mayores.
Por más que rezó y rogó a todas las deidades que recordaba para que ocurriese lo contrario a las evidentes sospechas de una cirugía, sus suplicas no fueron oídas.
Aunque el pesar y la angustia la corroyeron al saber que necesitaría una cirugía, la escena que se desarrollaba frente a sus ojos la apartaba de los pensamientos pesimistas.
—¿Por qué...? —murmuró cerca de Yashiro, quien aún la acompañaba y se mantenía a su lado, mientras esperaban en una habitación privada a que el quirófano este listo—. ¿...Hay tanta gente?
Entendía que el presidente estuviese ahí, él debía firmar los documentos de consentimiento para que la operen, pero además de él, ahí estaba María, Ruto, Risa e incluso el camarógrafo.
—María —le decía el presidente a su nieta—. Mogami-kun estará bien después de la cirugía, no te preocupes.
—Onee-sama —sollozaba María.
—Viendo las grabaciones de la cámara, supe que has salvado a Dalí —le explicaba el camarógrafo—. Estoy muy agradecido, la verdad es que soy un gran...
—Takuma vendrá después de que terminen la operación —mencionaba Risa—. Él también está muy preocupado, pero debe de hacerse cargo de...
—Kyoko-chan, debería llamar a...Reino-kun... —le susurró Yashiro.
Y después de tanta confusión por los parloteos en todas las direcciones, Kyoko miró a su manager al oír el nombre del Beagle.
—Solo es un brazo roto. Esto es insignificante —comentó con una risilla actuada.
La puerta se abrió de repente y todos callaron al ver al vocalista de Vie Ghoul, acompañado de una mujer de rizos negros.
—¿Mi amor? —murmuró Kyoko, sorprendida.
Todos miraron a Kyoko estupefactos por el apelativo de cariño que creyeron utilizó para dirigirse al vocalista, pero en vez de que él respondiese, fue la mujer de rizos negros quien lo hizo.
—¡Mi princesa! —exclamó Ai entre lágrimas, esquivando a todos los presentes hasta poder acercarse a la camilla donde estaba la actriz—. ¿Por qué te sucedió esto ahora? ¿Estarás bien?
—Solo es un brazo roto —dijo con un tic nervioso y una sonrisa curvada—. Estaré bien.
—¿Es grave? —preguntó Reino, acercándose a ella.
—Solo es un brazo roto —dijo esta vez con la voz oscurecida—. ¡En pocos días estará totalmente bien! —insistió, perdiendo la compostura.
Reino observó su brazo y la venda que envolvía el corte en su pierna.
En ese momento, la puerta se abrió y una enfermera, con el ceño fruncido, hizo que todos saliesen.
Reino se mantuvo a su lado y Kyoko frunció el ceño al ver su expresión.
—¿Qué...? —calló cuando de repente comenzó a recitar algo en un idioma desconocido—. ¿El idioma del demonio?—pensó recordando haber oído ese idioma la noche que probó hacer el hechizo de protección contra la maldición—. ¿Qué es...?
Ai tocó su hombro y le hizo un gesto para que guardase silencio.
Kyoko parpadeó y en cuanto él terminó, se inclinó hacia su rostro y besó suavemente sus labios.
Ella buscó hacia los lados con las mejillas ruborizadas, por si alguien lo haya presenciado.
—Beag...
Él llevó un dedo sobre sus labios, callándola.
—No vuelvas a perder el anillo —le dijo severo—. Si lo vuelves a hacer...—Se inclinó hacia su oído y susurró—. Te castigaré sexualmente. Te haré gemir y gritar hasta que pierdas la voz. Después de eso probaré contigo todos los juguetes sexuales. Haré que te corras una y otra vez, y no pararé hasta que pierdas la consciencia.
—¡Waaaahhh! —Se echó hacia atrás, colorada de pies a cabeza—. Tú, Beagle pervertido —gruñó temblorosa.
—Lo disfrutaré, caperucita —susurró alejándose de su rostro con una sonrisa diabólica.
—Y-Y-Ya sal —tartamudeó—. ¡Sal, perro calenturiento!
Él salio sin decir más, y entonces Ai asió la mano de su amiga y la apretó suavemente.
—Princesa, todo saldrá bien.
—Es un poco vergonzoso que me digas princesa frente a todos —murmuró abochornada.
—Es un poco vergonzoso que me digas mi amor, pero si nos avergonzamos las dos se vuelve divertido.
Ambas se miraron en silencio y rieron.
—Ai-san, gracias —Kyoko apretó la mano de su amiga en un gesto de cariño—. Tenerte aquí me hace sentir mejor. Aunque no entiendo cómo llegaron aquí y tal vez esto solo sea un sueño o una alucinación causado por la anestesia —Frunció el ceño—. ¿Eso significa que ya me están operando? —murmuró.
Ai echó la cabeza atrás y rió suavemente.
—No. Estoy aquí contigo, mi princesa —comentó sonriente—. Tenemos muchas cosas de que hablar. Pero no creo que sea el momento adecuado —miró su brazo e hizo un gesto de dolor—. ¿Acaso no te duele?
—Como mil demonios, pero nada comparado a la muerte.
—¿Eh?
La puerta se abrió y esta vez le avisaron que la llevarían a la sala de operaciones.
Dos horas más tardes terminaron con la cirugía.
...
Sumida en un estado de confusión poco recordaba salvo los minutos en los que recuperó la lucidez y la dejaron marchar en casa.
En casa...
Abrió las parpados y, apoyándose en el brazo izquierdo, se incorporó de la cama hasta quedar sentada.
Reino aún seguía durmiendo a su lado. Aunque estuviera cansado, esa madrugada y esa tarde estuvo junto a ella, acompañándola.
Observó su rostro dormido detenidamente.
¿Por qué un hombre como él se enamoraría de ella?
No era expresivo, cariñoso ni tierno, era un hombre que no había experimento el amor, distante e incomodo cuando recibía una muestra real de afecto, pero arrebatado en los deseos carnales. Era espontaneo, haciendo irreflexivamente lo que quería, dejándose tan solo llevar por sus impulsos. Tal vez siquiera se daba cuenta de cuantas muestras de amor le revelaba con sus acciones, sus preocupaciones o sus palabras.
¿Por qué no podía simplemente enamorarse de él? ¿No era más fácil ser amado que amar? Tal vez si solo le aceptaba, él no padecería ni ella tampoco. Tal vez sería más feliz siendo amada, no sufriría ni sería lastimada por no ser correspondida, no sería herida por las mentiras o por unas ruines palabras.
Extendió su brazo para acariciar su oscuro cabello, pero sus dedos se detuvieron y se alejaron hasta regresar nuevamente a su regazo.
Depender del afecto de un hombre, anhelar ser amada, ¿era eso lo que realmente quería?
¿Realmente estaba pensando en el amor cuando su vida laboral estaba siendo afectada por culpa de un maldito brazo roto?
Apretó los labios, bajó de la cama y salió de la habitación llevándose una almohada.
Bajando por las escaleras, se aproximó directamente hacia las puertas corredizas y las abrió.
El jardín era uno de sus lugares favoritos, con aquel estilo victoriano que creía romántico y mágico.
Dejó atrás el camino de piedras y caminó descalza por el húmedo césped, dejándose maravillar por los rosales.
Hiro debió haber entrado a limpiar el jardín después de la tormenta, no había otra explicación para que siguiese siempre tan perfecto.
Puso la almohada en la silla doble de hierro forjado y se sentó.
Respiró, inhalando la fragancia de rosas que traía una suave brisa que acariciaba sus pálidas mejillas.
Se relajó hasta que su mirada bajó hacia su brazo derecho enyesado. El semblante le cambió y un nudo se alojó en su garganta.
Había odiado, había deseado y hecho el mal a quienes la habían lastimado.
Tal vez todo eso era un castigo por cometer tantos pecados.
—Kyoko
Cerró los ojos y al abrirlos se colocó una máscara de sonrisa profesional.
Reino arqueó una ceja.
—Beagle, lamento que apenas al llegar del viaje tenga todos estos absurdos accidentes —comentó con una falsa risita—. Con un brazo roto cómo haremos el amor.
Reino se sentó a su lado y cruzó una pierna, observando con curiosidad sus ojos inexpresivos y su sonrisa curvada en una evidente sonrisa falsa.
—Es espeluznante —murmuró llevando el dedo indice a la comisura de su labio—. Oh, caperucita —Llevó una mano a su mejilla, besando el lado contrario con suavidad. Sonrió con picardía al notar como Kyoko internamente se sobresaltaba por la ternura del contacto, aún así a ella no se le rompió la máscara—. Si fuera una pierna rota sería más complicado, pero solo es un brazo roto, así que no será un problema hacer así el amor.
—¿Por qué no lo dejamos para mañana o pasado mañana? —opinó ampliando su falsa sonrisa—. Tal vez sea por la cirugía, pero me siento cansada y no tengo ganas de hacerlo hoy.
—Si realmente te apetece y tienes tantas ansias de hacer el amor —Tomó su mano izquierdo y lo llevó a sus labios—. Podría estimularte, hacer que te mojes y que te vengas —besó su palma y esbozó una sonrisa diabólica—, con mi boca —susurró, viéndola sacudirse. Su máscara casi se rompió.
—¿Pero qué dices, Beagle travieso? —rió.
—Con mi boca, en tu centro de placer te besa...—Kyoko cubrió su boca y cuando él no dijo nada, lo apartó—. Te lamería —Volvió a cubrirlo, pero esta vez él la mordisqueó—. Te chuparía en...
—¡Bastaaaa, perro pervertidoo!
Su máscara de sonrisa profesional se rompió y el rojo invadió todo su cuerpo.
—Aunque en realidad no tengo tantas ganas de hacer el amor hoy —comentó él con indiferencia.
Kyoko soltó un gruñido, sintiendo que la cara ardía.
—¿Quieres hacerlo sí o no?
—Si mis palabras te provocaron tanto, podría hacerte un o...
Kyoko volvió a cubrir su boca antes de que lo dijese.
—¡No! ¡No lo quiero! ¡Perro calenturiento! —chilló abochornada.
Reino observó como Kyoko respiraba exaltada, hasta que se recompuso y miró afligida hacia el cielo.
—¿No puedes dejarme sola? —preguntó ella, evitando mirarlo.
—Démonos un baño
—¿Qué?
—Bañémonos juntos.
—Nunca.
—Nos bañaremos...
—Jamás.
—...Juntos
—¡Absolutamente no! —exclamó girando a él con una mirada desafiante.
...
—Ya he visto y disfrutado tu cuerpo desnudo, ¿por qué te avergüenza ahora, Kyoko?
—¡Mantén tu vista al frente y no gires, Beagle!
Kyoko tomó el cepillo de ducha y trató de alcanzar su espalda usando su mano izquierda. Tenía el brazo enyesado cubierto con una bolsa de plástico y sellado con cinta adhesiva. Le había pedido que la ayudase cubriendo su brazo, pero si sabía que todo terminaría así lo hubiese evitado. Aunque con o sin ayuda, sabía que él haría lo mismo.
Se quejó entre murmullos, mientras lo miraba relajarse en la tina.
Él solo se había tomado la libertad de meterse con ella al baño, desnudarse, ducharse rápidamente y finalmente meterse en la tina, haciendo de oídos sordos a sus constantes negaciones.
Tomó la regadera de mano y suspiró.
Era vergonzoso tomar un baño frente a un hombre, pero al menos él no la estaba mirando y además...
La música de jazz relajante, el aroma de las sales de rosas, las velas...Todo eso era tan placentero.
Cerró el grifo y tomó la toalla, molesta por no poder meterse en la tina.
—Kyoko
—¿Qué? —murmuró enfurruñada.
—Entra conmigo.
—¿Eh?
—Entra
—No puedo —murmuró contrariada.
—Ven —ordenó—. Ven —repitió cuando ella no respondió.
Kyoko caminó lentamente hacia él, mirando ruborizada su cuerpo desnudo.
—No lo has llenado mucho —comentó mirando el agua.
—Es para que te metas conmigo.
—Pero te dije que...
—Entra —La miró profundamente a los ojos—. Deseo estar aquí contigo, caperucita. Concédeme este deseo.
—¿A-Ahí? ¿C-Contigo? —Él asintió y Kyoko tragó en seco. ¿Y sí después de eso terminaban haciendo el amor? Solo ese día la habían operado, no podían hacerlo.
—Kyoko —insistió.
—E-Está bien —Su mirada intensa hizo que se sintiese nerviosa—. Cierra los ojos —pidió, apretándose la toalla a su pecho.
—Mmmm
—Hazlo —Lo miró en silencio hasta que él suspiró y cerró los ojos.
Se deshizo de la toalla y entró cuidadosamente a la bañera.
En cuanto Reino abrió los ojos y la halló con la espalda apoyada en el otro extremo de la tina, frunció el ceño.
—Te quiero junto a mí —señaló hacia sí—. Entre mis piernas.
—Ya concedí tu deseo —gruñó ruborizada—. Así que conténtate, Beagle.
—Bueno...La vista que tengo tampoco es mala —dijo con la mirada fija a sus senos.
Kyoko se abochornó e intentó cubrirlos. Sabía que había llenado el agua así de bajo para que no tuviese problemas con su brazo enyesado, pero estaba demasiado expuesta.
—Han crecido
—¿Eh?
—Tus senos
Los ojos dorados se agrandaron y brillaron emocionados.
—¿Verdad? —exclamó con una risilla—. Creí que ya no crecerían más, pero de repente lo hicieron y...
Reino la miró perplejo, pero luego divertido.
—¡También he crecido como tres centímetros más! —le dijo ella con ademanes de alegría—. Debe ser por las ejercicios y la dieta que me hizo hacer Takuma-san —explicó.
—También tienes unas curvas exquisitas.
—Tampoco hace falta que exageres, Beagle —dijo sonrojada—. Después de todo, Akiko debía tenerlo...así...—Calló y bajó la mirada, apesadumbrada.
—Takuma ha ido al hospital a verte...y también ha ido ese tipo falso.
Kyoko pestañeó y subió la mirada.
—¿Eh? —No recordaba haber visto a Takuma y, ¿a qué se refería con tipo falso?
—¿Qué piensas de él, Kyoko?
—Pensar...¿de él? —interrogó confundida por su seriedad.
—¿Te interesarías por Takuma como hombre?
...
..
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N/A: ¡FELICES FIESTAS A TODOS!
Hoy les traigo de regalo un nuevo capitulo ¡JO JO JO FELIZ NAVIDAD!
De regalo me encantaría leer sus comentarios, espero que me los concedan ;)
¡Saludos y abrazos!
