Capitulo 5: Un accidente
Por la elegante puerta del despacho de Avad, se encontraba una tímida chica de cabellos negros y mirada como el mar, muy sonriente, y a un lado de ella su dama de compañía. Aloy la miró, y puso atención a todos los detalles, aceptaba que era bonita, pero no podía seguir ahí, de verdad se asustó con todo esto, y sintió de nuevo que iba a explotar, aunque por fuera estaba muy serena, sólo su respiración agitada la podía delatar.
— Aloy ¿cierto? La redentora de Meridian — Saludó ella al verla — Me alegro mucho de por fin conocerte.
Lo que Aloy había sentido segundos atrás se había desvanecido de apoco, la joven había sido muy amable, y ella aún no sabía que odiaba ese título.
— Sólo Aloy — Pidió ella de forma amable regalándole una sonrisa.
— Yo soy Ayse. Avad me habló mucho sobre ti — Dijo aún con una sonrisa inocente dibujada en su cara.
Al parecer la chica era de la misma edad que Aloy, pero su poca experiencia en el mundo exterior la hacían parecer más joven e ingenua.
Tanto Aloy como Avad se habían quedado callados a tal afirmación.
— A-ah, Ayse, Aloy es muy importante por aquí … — Trató de explicar Avad, de hecho, la joven no le había reclamado nada aún, pero él lo hizo antes de que pudiera decir algo, por lo cual estaba sumamente impresionado de no haberla asustado.
— Lo sé, yo también te he admirado mucho. Tú nos salvaste de un terrible destino, Aloy, entiendo esa admiración que siente Avad por ti — Dijo sonriendo.
Avad se sorprendía cada vez más.
Una de las cosas que más le había llamado la atención a Aloy de aquella joven, es que no era una persona desagradable, era todo lo contrario, así que con todos los sentimientos que creía tener por Avad, decidió que no iba a odiar a una chica por las razones equivocadas, ella no tenía la culpa de su destino, de que la hubieran elegido para con él, y de ser tan ingenua.
— Me tengo que ir — Anunció Aloy casi en un susurro.
— ¿Estarás cerca de Meridian en estos días, Aloy? — Preguntó ella de forma inocente.
Aloy no sabía qué responder, miró con esperanza a Avad para que él pudiera contestar por ella esta vez.
— No, Ayse, Aloy tiene que regresar a las Tierras Sagradas Nora, de donde ella viene — Explicó Avad con voz dulce.
— Lo siento, me hubiera gustado conocerte mejor — Confesó ella.
— No prometo nada, Ayse. Pero si en mi misión me trae de nuevo aquí, me gustaría volver a verlos… — Aloy hizo una pausa — juntos.
Aloy le dedicó una mirada a Avad llena de desesperanza, sus labios sonreían pero sus ojos estaban humedecidos por lagrimas rebeldes que ella estaba reteniendo. El joven Rey le dedicó una amable sonrisa mientras con un movimiento de cabeza le indicaba que podía continuar con su paso. La pelirroja se despidió con la mano y emprendió su caminó escaleras abajo.
En ese espacio se encontraba Beta, quien tenía todas las cosas de la cazadora listas para emprender el viaje. Beta veía la mirada de Aloy, casi siempre estaba llena de vida pero esta vez lucía apagada y sin rumbo.
— Supongo que es un adiós — Empezó a decir Marad.
— No sabemos durante cuanto tiempo, Marad — Dijo Aloy — Pero espero volver, si mi caminó de nuevo se cruza por aquí.
— No suena muy alentador, Aloy.
Entonces, antes de que las chicas pudieran decir más, un soldado Oseram de la Vanguardia Resplandeciente venía corriendo en dirección a ellos, y detrás de él dos soldados de la corte real, quienes se encargaban de cuidar las puertas del palacio, tal parecía que se les había colado.
— Eso no se ve bien — Se quejó Marad y se acercó al joven.
El Oseram resoplaba para poder tomar aire, y los dos guardias sólo se pararon por indicaciones de Marad, debía tener una explicación para haber actuado así.
— ¿Qué pasa? ¡Son unos tontos! — Se dirigió Marad a los otros dos guardias — Es un solado de Erend, supongo que era importante lo que viene a decirnos ¿por qué no lo dejaron pasar?
— Ni siquiera dio una explicación, sólo se coló al palacio y no nos quedó de otra que perseguirlo — Se defendió uno de los guardias.
Mientras el Oseram resoplaba pedia tiempo para que lo dejaran tomar aliento.
— Tengo una buena explicación para esto… — Comenzó el soldado mientras volvía a tomar aire — Los Maizales Reales han sido atacados por máquinas enloquecidas.
Aloy puso mala cara.
— ¿Enloquecidas? — Preguntó ella usando cierto sarcasmo.
— Da igual, nunca las vi comportarse así — Explicó el joven soldado.
— Aloy, si no es mucho pedir… — Dijo Marad con esperanza en su voz.
— Iré a investigar, esto no es normal — Asintió la joven.
La cazadora iba andando con velocidad hacía el lugar, no había ningún problema en echar a las máquinas de ahí, el problema que tenía era saber qué tipo de máquinas era, y su extraño comportamiento. Nunca habían estado tan cerca del asentamiento. Cuando ella llegó se encontró con varios pastadores y galopares luchando contra los soldados carja y la vanguardia de Erend. Aloy los ayudó deshaciéndose de ellas desde la distancia con su arco y flechas, y una a una fueron cayendo.
Cuando creyeron que habían terminado con todas las máquinas, mientras los soldados y Aloy tomaban aire por la agitación de sus cuerpos, otra máquina apareció de entre los arboles que estaban enfrente: un atronador. Venía directamente hacía ellos y el ruido que habían hecho las máquinas pequeñas y la lucha de los solados, le había llamado la atención. Aloy no daba crédito a cómo había logrado llegar hasta ahí, su cara de asombro hizo que Erend se preocupara un poco más, la idea de que cada vez se acercaran más a los asentamientos y lugares llenos de personas era lo que más le preocupaba a la joven, pero no era momento de preguntarse cómo había llegado sino que ya estaba ahí y estaba empezando a atacar.
Así que la cazadora empezó a lanzar sus flechas destructoras para eliminar de una en una todos los cañones del atronador y que éste no se pudiera defender de esa manera, ella sonreía satisfecha cada que veía una de sus piezas caer, pero tuvo que esquivar uno que otro de sus rayos que disparaba desde su mandíbula. Aloy se libró de ese ataque, y pudo tener al cien por cien la atención de la máquina para ella sola, mientras los demás soldados la ayudaban por los costados, pero no cedía.
Los demás soldados creían estar ayudando a Aloy para deshacerse de la máquina pero cada que ellos intentaban algo, el atronador volteaba hacia ellos. La joven cazadora sabía que los soldados Carja no tenían mucha experiencia con ese tipo de máquinas colosales, así que echaba una que otra maldición porque la distraían con eso.
— Sería más fácil hacerlo sola… — se quejó ella.
Y una vez más lanzó una flecha destructora al cañón de discos que tenía por el lomo, esta sería la última arma mortal que faltaba por desarmar, y cuando cayó, Aloy suspiró de alivió, la máquina nuevamente tenía su vista completamente hacia ella, y la cazadora empezó a correr hacia afuera de los Maizales Reales para sacarla de ahí, y efectivamente la máquina la estaba siguiendo a pasos agigantados.
— ¡Vamos! ¡Sígueme! — Gritó ella — ¡Ven por mí!
Cuando ya estaban más alejados de las tierras de los Maizales, Aloy se giró para tener a la máquina enfrente de ella y darle el golpe final, pero antes de lanzar la flecha uno de los soldados Carja lanzó una lanza al costado de la máquina, haciendo que se girara para con él y con la única arma que Aloy no destruyo: la cola, le dio un fuerte golpe a la cazadora, por lo cual en cuanto vio venir esa parte del cuerpo de la máquina, solo cerró los ojos. Aloy fue lanzada por los aires y había caído cerca de unas rocas las cuales le habían causado una herida grave en la cabeza.
— ¡Aloy! ¡No! — Gritó asustado Erend.
Antes de que el jefe de la Vanguardia pudiera acercarse a Aloy para ver cómo estaba, encestó el golpe final para la máquina con su ya amado martillo y así derrotándola por fin. Después corrió despavorido hacia la chica.
Ella estaba inconsciente y ahí pudo notar la herida que se había hecho en la cabeza. Erend estaba sumamente asustado, pero se contuvo y tomó a Aloy para poder llevarla con los médicos reales, corriendo lo más pronto posible.
Luego de dejarla con ellos para que la curaran, fue directamente con Marad y Beta, quienes habían observado todo, Marad se había limitado a participar en la pelea por el bien de Beta, ésta estaba sumamente asustada y paralizada, aún no podía creer lo que había pasado con Aloy.
El desastre que habían causado fue descubierto una vez que las cosas se habían calmado, había máquinas deshechas por toda la tierra de los Maizales, y en sí, las plantas estaban deshechas casi por completo sólo había sobrevivido un pedazo minúsculo de tierra. Afortunadamente no hubo heridos ni perdidas humanas. Marad puso cara triste una vez que miró toda la escena sobre las benditas tierras.
— Esto es un desastre — Admitió Marad sumamente triste. — Erend, por favor, investiga qué ocurrió con las máquinas, estaré al pendiente de la salud de Aloy e… informaré a Avad sobre lo ocurrido.
Erend asintió con la cabeza, pero en realidad su mente estaba con Aloy, y claro, su corazón. Habría que obedecer de todos modos, la seguridad del pueblo ahora estaba puesta en sus manos y ese cargo lo había aceptado una vez que su hermana había muerto, tenía que tener la menta fría en ese momento, pero no dejaba de preocuparse por la joven a la que decía amar.
Marad y Beta se dirigieron al palacio lo más pronto que pudieron para informar lo que había pasado al Rey Sol. Aunque el escándalo ya se había hecho presente ahí. Avad estaba solo cuando recibió la información por parte de uno de sus guardias, y era obvio que no lo habían dejado salir de ahí, eso porque por ordenes de los Sacerdotes creían que su seguridad era más primordial que la de cualquier otro miembro de Meridian y sus aliados, incluidos la Vanguardia y Aloy. Avad estaba sumamente molesto con eso, incluso pensó en lanzarse por la borda, pero no, justo en ese momento llegó Marad informando que Aloy había sufrido un accidente y que estaba inconsciente.
Fue entonces que Avad ordenaba a diestra y siniestra a sus médicos que pusieran prácticamente su vida por rescatar la de Aloy, y así lo estaban haciendo. Sus pronósticos, para ellos, eran buenos, pero las heridas de la joven eran profundas, y el hecho de que estuviera inconsciente los ayudaba bastante pues cualquier movimiento ella lo sentiría demasiado e incluso llegaría a despertar por el dolor. El pobre Rey Sol no daba crédito a lo que estaba sintiendo en ese momento, pues imaginarse a Aloy sufriendo para él había sido un golpe duro. No había sentido ese tipo de angustia desde que supo del destino de su querido hermano, juró que pudo sentir como su corazón se debilitaba, esto era exactamente lo mismo, pero tuvo que guardar la compostura… un poco, o eso creyó él. Cuando la joven fue instalada en una de las habitaciones donde caían siempre los heridos, Avad había ordenado a gritos a todos sus médicos que la ayudaran, para todos fue sorprendente, según él había estado calmado.
— Avad, será mejor que vayas al palacio — Sugirió Marad y su voz casi se pudo oír — La gente empieza a murmurar.
Y tenía razón el consejero, no era muy tarde en Meridian, de hecho, apenas estaba atardeciendo y todos los trabajadores que tenían cerca de ahí, mercaderes y personas curiosas sólo podían cuchichear lo que se les podía proyectar ante sus ojos ¿el Rey Sol Avad preocupado por la redentora? ¿Qué significaba eso? Todos estaban preocupados por ella, pero no habían actuado como lo hizo él.
— No me importa, no pienso moverme hasta saber que Aloy está bien — Dijo él con voz firme.
— Guarda entonces tu postura, Avad — Ordenó Marad de igual manera.
Avad suspiró.
— Descuida, me iré en cuanto despierte — Volvió a decir pero su voz se había tornado triste de repente, se había acordado por ese instante de sus obligaciones, pues desde que supo que Aloy había resultado herida, corrió inmediatamente a su encuentro. Aún usaba su corona y su traje real, esos dos que le pesaban cada día más.
El joven monarca se sentó en un banco que tenían por ahí cerca y puso su semblante triste, por lo menos no había nadie más que Beta y Marad, lo suficientemente cerca para notarlo.
— Descuida, Aloy es fuerte, saldrá de esta como siempre — Le dijo Beta mostrándole su apoyo poniendo su mano en el hombro del Rey Sol.
El Rey Sol sólo pudo responderle con una media sonrisa.
— Avad, sé que te preocupa pero tu gente también te necesita — Volvió a insistir Marad — Vayamos a los Maizales, quiero hablar sobre lo sucedido.
El joven Rey sólo soltó un largo suspiro rendido y se levantó de su lugar para seguir a Marad. Beta sólo los observó alejándose, por fin estaba sola y se tranquilizaría un poco, pues ver la cara de los amigos de Aloy la ponían más nerviosa de lo que se supone debería estar.
Las horas pasaban, y los médicos reales por fin habían salido de aquella habitación donde habían puesto a Aloy. Todo había salido bien, y la única que se había quedado para recibir esa información fue Beta, así que en cuanto le dieron luz verde para poder ver a su hermana, ella entró. La miró ahí acostada, de nuevo, en una cama profundamente dormida.
Aloy había sido despojada de su armadura y sólo tenía puesto un camisón delgado de seda, pero por debajo le habían colocado unas apretadas vendas por los golpes internos que tenía, además, le habían curado una herida en la cabeza. Y según Beta, esos eran las heridas más fuertes, los rasguños y demás se curarían rápido. De igual forma, con su foco escaneo el cuerpo de su hermana para asegurarse de que sus signos vitales estuvieran bien, y sí, sólo la fiebre era la que le preocupaba. Así que tomó un paño y lo humedeció con el agua que habían dejado los médicos a un lado de la cama, y lo colocó en su frente, quizá eso ayudaría un poco.
— Te pondrás bien, Aloy — Le dijo — Esto pausará nuestros planes, pero prefiero mil veces estar aquí a irnos si aún estas herida. Por favor, deja de ser tan testaruda y cúrate.
Sin más, a Beta se le habían salido un par de lágrimas. Todo el rato, desde que vio a su hermana caer, se había limitado a llorar, por el hecho de no preocupar a los demás, pero ya estaba sola y podía descargase de aquello.
La puerta de la habitación rechinó de repente, era Avad, quien se pudo escabullir de su consejero y de su corte, y de toda la gente. Se había puesto ademas, la misma capa con capucha que usaba para no llamar tanto la atención.
— Beta — La llamó él — ¿Cómo está?
— Descuida, está bien. Sólo tiene fiebre…
— ¿Crees que pueda… estar a solas con ella? ¡Por favor! — Interrumpió él.
Beta le echó una ojeada a su hermana, la miró respirando tan profundamente y luego miró al Rey Sol. Con una sonrisa le dio permiso y ella se retiró del lugar.
Al cerrar la puerta, Avad acercó un taburete que había por ahí, se colocó a un lado de su mano derecha, y dudó si debía tomarla. Aloy estaba inconsciente, tomarla de la mano sería muy inapropiado, pero estaba tan tentado. Recordó la primera vez que ella lo había tomado de la mano, para él fue mágico, había fantaseado tantas veces en acariciar su piel y en aquella ocasión el leve contacto que tuvo con ella le pareció de lo más imposible que había sentido. No sólo se debía al contacto físico, fue una conexión con ella, lo sentía. Ahora, veía su piel tan de cerca, pero no, su honor estaba primero y la integridad de ella también.
Así que sólo ahí sentado junto a ella empezó a hablarle:
— Aloy yo… me preocupé mucho el día de hoy por miles de razones, pero cuando me dijeron que te habían herido, todos mis miedos se enfocaron en ti. Si te soy sincero… yo… No sé cómo decirte esto… me da miedo la idea de perderte. He sentido esto desde que te conocí, saber que arriesgas tu vida por algo mucho más grande que todo esto me pone los pelos de punta… — Avad se afinó la garganta — Perdona, creo que me estoy excediendo demasiado, pero no dejo de pensar en todo lo que vendrá después, por ahora sólo sé que debo cuidarte y mientras estes aquí prometo velar por ti. No se si puedas escucharme, Aloy, pero todo esto que siento me está volviendo loco. Mis responsabilidades como el jefe de una comunidad me limitan a expresarlo, y quizá, tú también… Siento que pones un muro frente a ti cada que intento hablarte de esto, sé lo que son tus responsabilidades y las mías, pero los sentimientos también son importantes. Cómo quisiera decirte esto y no parecer un cobarde que huye de lo que le han impuesto desde que porta esta corona… Aloy yo… A-ah, t-te…
Avad suspiró profundamente, aquellas palabras no podía decirlas, estaría traicionando a su prometida y al pueblo entero, pero quería que Aloy lo supiera, la idea de perderla lo había aterrado y quería aprovechar todo el tiempo que tuviera mientras aún estuviera ahí.
Nuevamente la observó, toda ella estaba tan expuesta y a él le parecía lo más hermoso que había visto nunca. Así que sólo sonrió, no quería admitirlo frente a ella o frente a los demás, pero estaba sumamente enamorado de Aloy.
— Avad — Llamó Beta por detrás de la puerta, interrumpiendo a Avad de sus pensamientos — Marad viene hacia aquí.
¡Por el Sol! Pensó el joven monarca. Se supone que estoy en mis aposentos.
— Descuida, puedes entrar — Dijo él, y Beta lo obedeció — Será mejor que actuemos como si nada estuviera pasando. ¿Escuchaste algo?
— No si lo prefieres — Le respondió ella sonriendo.
— Me lo imaginé. ¿Serías tan amable de no decirle nada a Aloy? Ni a nadie, de preferencia — Rogó él.
— No, no te preocupes — Rió ella mientras negaba con la cabeza.
Los dos jovenes estaban esperando a que Marad llamara la puerta, y cuando lo hizo, el que abrió fue Avad. La cara de Marad fue de sorpresa, pero no tardó mucho en suavizar la mirada. Marad traía consigo a una de las sirvientes del palacio, ella llevaba una bandeja de comida para Aloy y Beta, así que sólo la dejó ahí y se retiró sin decir nada, sólo sonrió.
— A veces Marad es escalofriante — Admitió el joven Rey.
— A mí me cae bien — Respondió Beta, quien volvía a humedecer el paño y colocarlo nuevamente en la frente de Aloy — Es muy sabio, y por eso, él sabe lo mismo que yo.
— ¿Qué? — Avad se volvió a ella con una interrogante en la cara.
— Sí, sabe sobre tus sentimientos ¿cuándo piensas decírselo a ella? — Y Beta miró a Aloy.
— Oh, no, no, sólo me preocupo por Aloy… como amigo, ella me ha salvado dos veces, es hora de regresarle el favor — Contestó él de manera seria, ponía sus brazos hacia atrás para parecer sereno, pero sus mejillas sonrojadas lo estaban delatando.
— Sí… claro.
Beta ya no quiso interrogar de nuevo, con Erend había sido demasiado sencillo y ademas le tenía mucha más confianza; con Avad no quería sobrepasarse y hacerle pasar un mal rato, así que lo dejó en paz.
— Me quedaré con Aloy aquí. Ya se ha hecho tarde, deberíamos descansar. Ambos — Dijo ella de forma indirecta.
— Oh, lo entiendo… yo… debería irme — Contestó Avad nervioso — Pero… si no es mucho pedir, no le menciones que estuve aquí.
Y la chica asintió con la cabeza.
Hola! Cómo estás!? aquí te dejó la continuación de esta linda historia. Espero te guste.
NoisulIvone : Gracias por tus comentarios. Y sí! pobrecita, habrá momentos así en toda la historia.
