TERCERA COPA
Escuchó el chirrido de las llantas traseras cuando estas derraparon contra el pavimento del estacionamiento, provocado esto por la brusca vuelta que dio para entrar en él. La única ventaja que tenía el estacionamiento de la Estación de Policía, era que no tenían caseta de seguridad en la entrada, solamente dos guardias con armas custodiando el lugar. O bueno, ella se refería al estacionamiento de los policías y los detectives, donde tenían las unidades móviles (camionetas, autos, motos), pues llegaban a tener que salir de emergencia, y no podían darse el lujo de perder tiempo checando en la caseta. Por el contrario, el estacionamiento de visitantes sí tenía entrada de registro, pero Hanji había evitado ese y se fue directo al privado, logrando recibir miradas confundidas de parte de esos dos elementos que debían de haber impedido su entrada.
Sin embargo, las altas horas de la noche, el cansancio, la poca actividad, y el manejo descontrolado de Hanji, habían evitado que fuese detenida en su misión de encontrar dónde estacionarse. Con esa victoria en la bolsa, Hanji dejó su auto en una casilla vacía entre muchas, siendo su auto, los de emergencia, y otros tres de trabajadores del edificio, los únicos que ocupaban el primer piso.
Escuchó como los dos guardias entraban corriendo hasta ella, lanzando las advertencias pertinentes mientras preparaban sus armas por si era un asaltante. Pero la ropa de Hanji, su bolso vino de mano, su cabello desordenado, y su identificación personal en mano, detuvieron a ambos hombres al aproximarse a ella, pues la mujer iba en contra, indispuesta a que la detuvieran.
― ¡Soy conocida de Levi Ackerman, un niño en mi tutoría está aquí, y no estoy de humor!
Con esa oración, Hanji los empujó a ambos y corrió a la entrada privada del edificio de oficinas hacia el estacionamiento, ubicándose en segundos como si ya conociera el lugar como si fuese su casa.
― ¿Nunca se han auto-disparado? ―preguntó Eren con curiosidad.
Levi enarcó una ceja con un leve espanto, acomodando de nuevo el arma en su lado derecho del torso. Para distraer a Eren mientras Hanji llegaba, el hombre había alimentado la curiosidad del niño respondiendo todas sus preguntas, enseñándole de qué se trataba ser detective, y dejándolo explorar algunos casos muy leves. Aún era muy joven para enseñarle fotografías o heridos, así que solamente le mostraba los informes sencillos que se daban al inicio de los casos, cuando aún nada estaba resuelto.
Pero la curiosidad de un niño siempre llegaba a los lugares que los adultos ya habían olvidado de explorar, y las preguntas de Eren se hicieron cada vez más y más raras conforme avanzaban.
―No hasta donde yo sé. Nadie bajo mi mando se ha "auto-disparado" jamás ―respondió Levi, cruzando los brazos y recargándose de espaldas a su escritorio.
Eren seguía sentado en la misma silla, pero Levi se había movido para estar al frente de él. Le había puesto el saco para que el niño no se enfriara, porque el aire acondicionado del piso había sido activado, y el clima era muy fuerte. Era soportable para Levi porque tenía años de haberse acostumbrado a tener una temperatura baja por la noche mientras trabajaba, así que se despreocupó de que su salud se viera afectada.
Eren había metido los brazos en las mangas del saco, acomodándose y jalando las mangas hasta que sus manos pudo sacarlas por los agujeros; esto le dio mucha ternura y risa a Levi, pues el niño se vio tan cómodo y familiarizado con la situación, que casi se veía profesional en la ropa. Eren miraba hacia los cuadros que Levi tenía en la pared, que eran reconocimientos o documentos de aprobación, intrigado por las palabras que no entendía.
― ¿Por qué no tienes fotos? ―preguntó Eren.
―Por seguridad ―contestó Levi. Eren lo miró esperando más respuesta―. Hemos tenido un par de ataques a la sede, buscando a gente en específico. El no tener las fotos permite que, los que nos buscan, no sepan quiénes son nuestros familiares, allegados, conocidos o contactos.
Se alejó del escritorio y descruzó los brazos, llevando las manos a su cadera e inclinándose al niño.
―Imagina esto. Un criminal llega buscándome a la sede, y viene directo a mi oficina para conseguir información sobre mí. Encuentra las fotos, ubica a mi gente, y va detrás de ellos. Los secuestra y lastima para amenazarme y conseguir lo que quiere de mí, y aunque yo los salve, ¿te imaginas el daño mental y físico que podría dejar en ellos? ―explicó, notando que su compañero ponía toda su atención en el problema planteado―. Y todo por mi culpa, porque tuve las fotos en la oficina.
Eren asintió con fuerza, emitiendo un sonido de comprensión.
―Creo que puedo verlo ―respondió.
― ¿Qué edad tienes, Eren? ―preguntó alejándose de él, yendo de nuevo hacia el asiento detrás del escritorio y tomando su lugar. Cruzó las manos delante de su rostro.
―Tengo doce. Los cumplí hace dos meses ―respondió con una sonrisa―. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
―… El veinticinco de diciembre ―respondió con seriedad.
La misma reacción de todos fue la que tuvo el castaño, aunándole la emoción infantil de la ilusión.
― ¡Cumples años en navidad! ―declaró como si diera un gran dato. Levi asintió― ¡De seguro recibes muchos regalos! ¡De Santa y de cumpleaños!
Levi torció la cabeza.
―Recibo algunos de mis compañeros. Y Santa ya no les trae a los adultos, así que dejé de recibir regalos de él desde hace mucho ―contestó con sinceridad, decidiendo dejar intacta la poca inocencia que aún le quedaba al recién transformado adolescente.
― ¡Woaa! Eso no me gusta, ¡pero te daré mi regalo de Santa este año, para que no te sientas olvidado! ―respondió el chico. Levi no pudo evitar sonreír de lado ante ello.
Eren cruzó los brazos y arrastró la silla con pequeños saltos, recargándose en el escritorio más cerca de Levi, mirándolo de frente. Levi bajó la mirada hacia él.
―Cuando mis padres murieron, yo creí que Santa Claus dejaría de traerme regalos porque ya no vivía en la misma casa ―reveló―. Pero le dijeron que yo me había mudado al orfanato, así que comencé a recibir mis regalos en el árbol de la entrada.
Levi sintió un tirón de curiosidad en el pecho, pues ese tema era muy delicado. Sabía que las conversaciones con niños eran más fáciles de llevar para sacar información, porque ellos no llegaban a dimensionar del todo la gravedad de algunos temas. Pero cuando el niño en cuestión había sido víctima o participe de ello, la perspectiva y efectos podían tomar otro rumbo.
― ¿Hace cuánto que vives en el orfanato? ―preguntó Levi.
―Desde que tengo cinco años ―levantó sus dedos, haciendo cuentas, uno a uno, hacia atrás―. Hace siete años.
Levi pasó saliva con fuerza, tratando de decidir si indagar más en la información del niño o dejarlo ahí. Eren hablaba con naturalidad de su paso de hijo de familia a huérfano, y no podía entender porqué. Sus suposiciones apuntaban a que Eren no había sido parte de la muerte de ambos padres: un accidente de auto, en el hogar, trabajando. Ambientes donde el chico no estuviera presente, eso pensaba el detective. Por eso mismo, a Eren le era fácil decir todo aquello como si fuese una situación completamente normal, o un proceso que esperaba pasar.
Antes de que pudiera preguntar algo, la puerta del elevador se abrió en su piso, notándolo por el timbre que sonó sobre el mismo.
Desde su oficina, Levi no podía ver hacia el elevador hasta que los recién llegados salieran y fueran al lado contrario de los cubículos, entonces podría verlos de lejos. Pero al no ver a nadie, y escuchar pasos cada vez más fuertes, adivinó que se trataba de Hanji. Además, la caminata decidida de la mujer era algo que jamás abandonaría su mente, como algo a lo que se había acostumbrado en el pasado.
Bajó la mirada a la mesa, sintiéndose incapaz de poder verla aparecer en su puerta. Cuando los pasos se detuvieron, hizo una cuenta regresiva de cinco segundos.
― ¡Eren!
Cinco.
Eren se puso de pie rápidamente y dio media vuelta.
― ¡Maestra Hanji! ―gritó mientras corría hacia ella.
Cuatro.
Escuchó algo caer al piso antes de que el sonido del cuerpo del niño chocando contra la adulta se expandiera levemente.
―Dios, estas bien ―susurró Hanji.
Tres.
― ¡Sí, el detective me cuidó! ―explicó Eren con entusiasmo.
Dos.
― ¿Cómo es que llegaste aquí solo? ―preguntó Hanji con preocupación― ¿En qué estabas pensando?
Uno.
―Quería pedir ayuda para el orfanato. Sé que va a cerrar, te escuché hablando con la directora, así que quise ayudar ―respondió desesperado―. ¡El detective dijo que hay alguien que puede ayudarnos!
Cero…
Levi levantó la cabeza del escritorio, y tomó cada gramo de su control para no descomponer su rostro ante la vista delante de él.
Acuclillada en el piso, con el cabello café revuelto en una maraña de cola de caballo mal hecha, los lentes empujados hasta atrás del puente de la nariz, y el rostro lleno de cansancio y miedo, Hanji le devolvía la mirada con todas las emociones acumuladas dentro de sus orbes, atenta al pelinegro.
Pasó un minuto exacto en el que sólo se contemplaron uno al otro, minuto que usaron para ponerse de pie lentamente.
Hanji siempre fue más alta que Levi, y el hombre no había crecido más desde la última vez que se vieron, cinco años atrás. Aún tenía el mismo aspecto que le conocía, de un hombre serio, seguro, con muchas ganas de defender su territorio y de representarse a sí mismo. El cabello tenía un corte que lo caracterizaba desde que iban juntos a la preparatoria, con la zona superior de la melena lo suficientemente larga como para cubrir la mitad de las orejas, y tenía un corte debajo de ello, que se desvanecía lentamente hasta las patillas casi invisibles. Lo tenía echado hacia atrás, usando las orejas para detener las puntas largas. Sus ojos grises, serios e inexpresivos, la boca pequeña, y una piel blanca de porcelana. Lo único diferente era su constitución física, lo que le había quitado levemente el aliento a Hanji.
Levi siempre había sido alguien que se preocupaba de mantenerse en forma, haciendo ejercicio los siete días de la semana, y manteniendo un estricto control de su cuerpo. Ella lo había conocido con una buena musculatura y un excelente trabajo de tonificación. Pero este Levi, el que estaba frente a ella, era toda una transformación. Tenía más musculo en el pecho y en los brazos que en el pasado, lo que se notaba gracias a la camisa que se ajustaba a él casi obligándose a estirarse en ciertas zonas, lo que ganaba líneas de elasticidad a su forma. Su cintura seguía siendo pequeña, pero parecía que ahora había reforzado los músculos de las piernas, que se notaban mucho aun con un pantalón recto de un tono opaco. Con las mangas arremangadas, Hanji lograba ver cómo se marcaban las venas de sus brazos, y sus manos magulladas, con algunos callos y los nudillos raspados por el trabajo, parecían ser el último toque que necesitaba para que realmente pareciera un hombre de pelea.
Levi se veía espectacular.
Ella no sabía que él estaba teniendo la misma inspección sobre la mujer, pensando erróneamente que debía de estar decepcionado de verla en un estado como el que llevaba, tanto de ropas como de pose física.
Sin embargo, Levi ignoró completamente el estilo de hogar y esas imperfecciones que Hanji se auto anotaba, fijándose en otras cosas.
Ella era más alta, motivo por el que jamás usó tacones cuando estaba con él. Su rostro era el mismo, afilado de los lados, con unas mejillas grandes y ojos gigantes cafés. El mismo brillo de siempre, cautivador, lleno de energía y éxtasis, elementos que se disparaban cuando ella estaba haciendo algo que cubría todo su interés. Era delgada, siempre lo había sido, pero Levi sintió que las curvas a los lados de su cuerpo jamás habían sido bien apreciadas por él hasta ese día, notando las caderas grandes y la cintura pequeña. Las piernas largas no podían ser ocultadas por el pantalón holgado. Lo único que no le cuadraba a Levi eran las manos lastimadas que tenía Hanji. Ella siempre había trabajado en ambientes que requieran maquinaria o manipulación de objetos peligrosos, por lo que siempre tuvo manos fuertes o una que otra herida; pero jamás las vio tan magulladas como estaban en ese momento. La muñeca derecha tenía vendas, y los dedos eran rodeados en diversas zonas por curitas y pequeñas curaciones de crema espesa. Uno que otro moretón se asomaba, pero parecía ser que se estaban desvaneciendo apenas.
Ambos volvieron sus miradas el uno al otro, conectándolas, esperando algo.
―Buenas noches ―dijeron ambos.
Eren los miró sin entender nada, pues estaban actuando como si no pudiesen hablarse.
Levi carraspeó, acomodando su fachada profesional de nuevo y alzando la voz.
―Gracias por venir, señorita Zöe ―dijo firme.
Hanji asintió, bajando la voz a su tono más grave.
―Gracias por contactarme. Lamento que Eren haya venido a molestarlo, detective ―respondió.
Eren infló los cachetes con molestia.
― ¿Hay algo que tenga que hacer para que me pueda llevar al niño? ―preguntó Hanji.
―Necesito hacer un informe completo por el registro de la entrada del niño. Si pudiese darme algunos datos, sería suficiente ―contestó Levi, señalando su laptop sobre el escritorio.
Hanji asintió. Se volvió hacia Eren y le sonrió. El niño la miró.
―Ve a sentarte en las sillas de espera junto al elevador. Espérame ahí, no tardo.
Habló con un tono tan maternal, tan cariñoso, que a Levi se le derritió un dulce invisible sobre la lengua, haciéndole agua a la boca.
― ¡Eh? ¡Pero, pero-
Ambos adultos miraban a Eren, moviéndose frenético, mirando a ambos intercalado, con las palabras atoradas. Caminó un par de pasos hacia el escritorio y bajó los brazos, hablando con rapidez.
― ¡Usted dijo que puede decirme quién nos puede ayudar! ―dijo Eren hacia Levi, alcanzando con sus manos el borde del escritorio― ¡Dígala a ella, por favor!
―Eren ―llamó Hanji en tono fuerte, como un llamado de atención―, cálmate. Hazme caso, déjame acabar aquí y hablaremos del asunto en el auto.
― ¡Pero él puede ayudarnos! ―atacó Eren con desesperación, mirando a Hanji por sobre su hombro. Los ojos llenos de miedo del niño hicieron que la mujer sintiera una abrumadora pena―. ¡Por favor, maestra Hanji! ¡Hay que hacer todo lo que podamos para mantener el orfanato a salvo!
Hanji jamás esperó este tipo de aprietos sobre ella, en especial delante de su ex-pareja, sintiendo los ojos del hombre sobre ella. Nunca había querido que la noticia del orfanato llegara a los niños, pues temía que comenzaran a llenarse de miedo y comenzaran a actuar de formas como la que Eren acababa de demostrar. Quería evitarles angustias, y no lo estaba logrando.
―Si me dejas hablar con el detective para llenar el documento, él podrá darme la información que necesitamos, y todos tendremos lo que buscamos ―respondió esbozando una sonrisa pequeña, tratando de calmar al chico―. ¿Eso te parece bien?
Eren asintió de inmediato, saliendo corriendo de la oficina y acatando la orden.
Aunque no dijeron nada, ni Levi ni Hanji decidieron cerrar la puerta, pues ambos querían estar atentos al niño.
Con un nudo en la garganta, Hanji se volvió hacia Levi y avanzó hacia el escritorio, afirmando la bolsa de mano sobre su codo de nuevo. Levi sintió la presión en el pecho al verla acercarse, pero no se movió, optando por tomar asiento.
―Por favor, siéntese ―le indicó Levi a Hanji con un gesto de mano. Ella tomó la silla que Eren había usado.
Los dedos de ambos temblaban, pero gracias a los nervios compartidos, ninguno lo percibía en el otro. Hanji sujetó con fuerza el asa de su bolso, colocándolo sobre sus piernas y abriendo la cremallera para entregar cualquier identificación que le pidieran. Por su parte, Levi revisó los documentos que tenía sobre el escritorio y comenzó a organizarlos en un folder, buscando en su mente todas las preguntas que necesitaba hacer para comenzar a llenar el documento.
Jaló su laptop con una mano mientras con la otra colocaba el folder en la canasta.
―Bien ―comenzó, sentándose en su silla y abriendo el documento de registro―. Voy a necesitar que me des tus datos personales, los del niño, y el motivo de la visita de Eren. Tengo que hacerte un par de preguntas estándar, y serás visitada en la semana, al menos dos veces, para asegurar que el niño y tu estén bien. Ya conoces este procedimiento.
Dijo Levi, mirando hacia arriba sobre la pantalla para ver a Hanji. Ella lo miraba fijamente, pero seria.
―Se han vuelto más estrictos ―opinó ella―. Me parece bien.
Levi asintió.
―Nombre completo ―pidió Levi, enfocándose en su trabajo.
―Creí que ya lo sabías.
―Creí que podrías estar casada.
―No tengo tiempo para eso ―dijo Hanji con un tono molesto―. Soltera.
Levi escribió el nombre. La edad, la fecha de nacimiento, nacionalidad.
― ¿Trabajo? ―preguntó, borrando la información que ya había colocado. La miró de reojo.
Hanji se aclaró la garganta antes de responder.
―Maestra en el Orfanato María ―contestó con orgullo.
Levi escribió de nuevo en la celda vacía.
―Voy a necesitar tu dirección y la del niño. Por favor, dame los datos de Eren ―pidió.
―Eren Jaeger, doce años, fecha de nacimiento: 30 de marzo ―contestó Hanji―. Estudiante de último año de primaria. Huérfano.
Levi anotó todo.
― ¿Algún familiar? ―preguntó Levi.
Hanji arqueó una ceja.
―Ese no es dato necesario, detective ―dijo con incertidumbre.
Levi la miró de reojo.
―No, sólo quiero saber si el niño tiene algún posible tutor.
Hanji suspiró con molestia, no del todo confiada en ello.
―Ninguno. Está bajo la tutela de la señora Amanda Hudson… de momento.
Levi asintió.
― ¿Podría saber… ―preguntó, mientras continuó escribiendo el reporte con lo que él ya sabía― porqué está pasándola mal el orfanato?
Hanji dejó que una gran ola de aire recorriera sus pulmones, pues estaba manteniendo la paciencia en ella para responder sin ser grosera. No quería entablar gran o personal conversación con Levi, pero sentía que estaba en derecho de saberlo si había sido buscado bajo su papel laboral, no bajo su antigua conexión con ella. Las preguntas que él hiciera no eran por ella, eran por Eren.
―Uno de los dueños falleció a inicio de año, y se fue a un declive económico desde entonces. No hay fondos para mantenerlo de pie más tiempo, así que la dueña quiere cerrarlo ―contestó de la forma más sencilla que encontró―. Los niños pueden terminar en situación de calle si no logramos algo antes de fin de mes. Y, lamentablemente, ahora que Eren lo sabe, creo que ellos estarán igual de involucrados que nosotros en arreglarlo.
Con "nosotros" se refería a los pocos trabajadores restantes. Levi entendía eso.
Parpadeó mientras asimilaba la información, bajando la mirada hacia sus manos sobre el teclado.
―Creo que ya hubiesen estado a salvo de ello si hubiesen recibido la ayuda que necesitaban ―comentó Levi, recargándose en el respaldo de la silla y mirándola―. Por lo que asumo que mi propuesta de apoyo también los ignoró.
Hanji asintió.
―Nadie quiere recibir a los niños, y tampoco quieren ayudar a que el orfanato siga de pie ―contestó Hanji con molestia, cruzándose de brazos―. "Son sólo once, no les irá mal en la calle", fue lo que me dijeron al teléfono los de Apoyo Humano del gobierno de Reiss. No recibiré ayuda de ningún otro lugar, y la señora Hudson quiere cerrar definitivamente, pero le preocupan los niños.
― ¿Por qué siguen ahí? ―preguntó Levi, curioso.
―Nadie adopta a los mayores de diez años. Para la gente, son mejores los bebés o los menores de nueve. Pero inclusive desde los tres años años ya son ignorados ―contestó con pena―. La más pequeña tiene cinco, llegó con nosotros de meses. Ha sido duro para ellos.
Levi torció la cabeza, enfocándose en las ojeras que se notaban debajo de los cristales de los lentes de Hanji.
―También para ti.
En cualquier otro momento, ella se hubiese sentido en paz con la plática y hubiese soltado todo lo que la aquejaba. Pero su mente, que aun registraba a Levi, le gritaba que parara.
―Bueno, ese es asunto mío ―respondió con voz alta, volviendo a tomar la fuerza para enderezarse y mirar al hombre―. ¿Qué falta para terminar con el reporte?
Levi trató de no demostrar cuánto le molestaba que Hanji estuviese manteniendo las cosas al borde de la intimidad. Comprendía que la relación de ambos no era la de antes, y estaban lejos de volver a tener lo mismo, pero al menos quería tratar de simpatizar un poco con ella.
Siempre supo que ambos vivían en la misma ciudad, pero respetó el límite que impuso la situación (tanto laboral como emocionalmente) y jamás la buscó. Dejaron de frecuentar los mismos lugares, y eso lo supo Levi cuando trató de llegar a ver a Hanji de pura suerte en días en los que visitó la librería favorita de ambos, su restaurante de fin de semana, la tienda de ropa que visitaban cada seis meses. Pero no, ella jamás volvió. Incluso los empleados comenzaron a preguntarle a Levi si ella estaba bien, y entonces tuvo que abordar el decirles que habían terminado. Luego de las aclaraciones, Levi dejó de ir también.
Por ello estaba levemente agradecido de que Eren hubiese hecho algo tan estúpido como escaparse.
Le había traído la oportunidad de volverla a ver.
―Sacaré copias y te quedarás con uno de los juegos ―respondió Levi. La impresora colocada en un gabinete debajo de su escritorio ya estaba encendida, siempre lista, así que solamente tecleó un par de cosas restantes y envió el archivo.
Mientras esperaban, Hanji asomó la mirada para checar a Eren por la ventana de la oficina de Levi, satisfecha de que el niño se mantenía tranquilo en su lugar.
Levi no sabía qué más decir.
Quería tanto sacar más datos de los que Hanji daba, ansioso por saber más de ella. Talvez estaba exagerando, pero su Levi joven, el que estuvo con ella, ansiaba tanto que él intentara de nuevo establecer un contacto a pesar de haber sido el principal causante de su ruptura.
Pero su Levi actual, profesional, dañado y desesperanzado, mantuvo estable el barco sobre el océano y se negó a proceder de forma tan poco común de él.
Sacó las hojas de la rampa de salida de la impresora y las metió en un folder, entregándole a Hanji el primer juego que ella tomó rápidamente. Él acomodó el segundo dentro de un folder de sobre, y lo colocó en una carpeta gruesa que casi podría pasar por caja. En esa carpeta eran almacenados los reportes que se solucionaban en la estación, y que a final de semana debía de entregar a los archivistas para que hicieran la clasificación en el Piso de Archivos. No necesitaban pasar por Erwin para revisión, pero eran checados por ciertos licenciados para que ningún caso fuese mal llevado o tratado de forma menor a la importancia real.
―De momento, ¿tú puedes contar como tutora de Eren? ―preguntó Levi. Hanji asintió― Por lo tanto, pueden acudir a ti para hacer la evaluación pertinente.
―Estoy autorizada para representar al niño, si es necesario. La mayoría de las cosas deben pasar con la señora Hudson; pero como su maestra y principal educación, tengo igual derecho a ser partícipe de cualquier cosa que ponga a los niños bajo evaluación ―contestó ella.
―Bien.
Levi rodeó el escritorio y caminó hacia Hanji.
―Es todo, de momento. Uno de nuestros policías, junto con un trabajador social, pasarán a visitarte a ti y al orfanato para hacer un par de preguntas y reportar el estado del niño ―explicó.
―Está bien. Me aseguraré de notificarlo para que sean recibidos.
Hanji se puso de pie y caminó a la salida, siendo seguida por Levi mientras él miraba con atención su cola de caballo. No sabía cómo, pero siempre había podido distinguir la maraña de pelo café entre cualquier estilo estético que encontrara en la calle. Jamás había confundido a ninguna persona con ella, tenía algo, una leve marca, que hacía que Levi pusiera atención al instante y supiera que se trataba de ella.
Por eso lo estaba viendo tanto, porque tenía años sin distinguir esa melena en cualquier lado.
Eren los observaba a ambos de lejos. Hanji levantó ambos brazos hacia el niño, quien se paró y corrió hacia ella. Eren enroscó sus brazos en Hanji, sujetándose sólo con el brazo derecho mientras daban media vuelta hacia Levi.
―Gracias por cuidar de Eren, detective Ackerman ―dijo Hanji, mirando al niño quien no la soltaba.
Eren miró hacia Levi y le sonrió.
― ¿Sí nos pudo ayudar? ―preguntó Eren.
Levi se cruzó de brazos.
―Hice lo que pude. Confía en tu maestra, ella sabe lo que hace. Ni tú ni tus hermanos intenten nada estúpido sin que ella los supervise ―ordenó Levi con voz severa―. De lo contrario no podré ayudar en nada si primero no se mantienen a salvo.
Eren se paró derecho y asintió, soltando a Hanji y poniendo su mano extendida sobre la frente como un saludo militar. Levi arqueó una ceja.
― ¡Sí, señor!
Luego de un par de segundos, Levi se acercó a Eren y se inclinó un poco, usando su mano derecha para bajar el brazo del niño. Lo colocó a la altura del pecho y luego tomó su mano, cerrándola en un puño sobre el corazón.
―Este es el saludo de mi División ―explicó Levi.
El brillo infantil en el rostro de Eren fue increíblemente resaltante con su preocupación anterior. El niño sonrió y se paró con mucho orgullo, apretando el puño contra su pecho como si pudiera demostrar que tocaba el corazón.
― ¡Sí, señor!
Hanji parpadeó una vez, viendo el entrañable saludo del chico con la nostalgia inundándole el cuerpo.
―Hora de irnos, Eren ―murmuró Hanji, tomándolo del hombro.
Eren bajó el brazo sin despegar su atención del hombre.
― ¿Algún día volveré a verlo? ―preguntó con esperanza. Levi abrió los ojos sorprendido, pues no esperaba esa pregunta― Quiero volver a verlo.
El suspiro que Hanji soltó no pasó desapercibido para Levi, quien notó cómo su torso se tensó y cayó notablemente.
―El tiempo lo dirá, Eren.
Levi los escoltó al estacionamiento, caminando por la banqueta mientras veía el auto andar hacia la salida. Ni él ni Hanji se habían despedido, limitándose a ser meramente profesional mientras pasaban frente a los recepcionistas.
Hanji no dio ni un último chequeo hacia donde estaba Levi, concentrándose en la calle frente a ella de forma forzada. Eren, por el contrario, movió su mano de un lado a otro mientras se despedía de Levi, sin dejar de verlo hasta que lo perdió de vista.
Levi caminó poco a poco hasta que llegó a la entrada con los dos guardias de seguridad, que miraban al auto alejarse. Levi se paró entre ambos, manteniendo las manos dentro de los bolsillos de los pantalones, manteniendo su poca atención en el fondo de la calle donde el auto se borró tras marcharse.
El pecho se le hinchó tras tomar aire y asimilar que acababa de ver a Hanji, tras cinco años. Un razonamiento que no estaba inyectándose en su cuerpo sino hasta que ella se fue. Ese tiempo que estuvo con ella fue casi percibido como un sueño. Y el que comenzaba a ser asimilado, se transformaba en una necesidad de ir tras ella.
― ¿Pudo con ella, jefe? ―preguntó uno de los guardias.
Levi giró su atención a él, frunciendo el ceño.
―No es una mujer difícil ―respondió con calma.
―Entró como loca al estacionamiento, y nos apuntó con la identificación como si tuviese un arma ―comentó el otro.
Levi soltó una risa mental ante ello.
―Bueno, un niño a su cuidado vino a parar aquí, y ella estaba preocupada. Un tutor responsable ataca con lo que sea por proteger al menor ―comentó con casualidad, recordando cuándo él estuvo en una situación similar.
―La extrañaba, ¿verdad, jefe? ―preguntó de nuevo el primero.
Levi sonrió, mirando hacia el piso.
―Vuelvan al trabajo.
El día siguiente se sintió más atareado que el día anterior, lo que Levi tomó como el inicio de la crisis.
Estaba parado delante de su escritorio dando la espalda a la entrada de su oficina, haciendo un par de anotaciones en el mapa que le habían entregado aquella mañana. Era el mapa de la posición que las patrullas a su cargo tendrían en la zona que le tocaba vigilar de la ciudad. Le habían enviado a una zona algo alejada de la Estación, pero aun una zona muy tranquila en comparación con la que le había tocado a Mike, que era altamente delictiva. Ambos eran los mejores agentes de la División de Paradis, y usualmente eran enviados a recorrer las peores partes de la ciudad para poner la presión y miedo para que los delincuentes no actuaran. Pero hacía unos meses se había unido a ellos Nanaba como parte del grupo creado por los veteranos de la estación, y ella había cubierto unas zonas con bastante facilidad, así que Levi obtuvo la oportunidad de ser puesto en zonas menos peligrosas.
Por ello estaba moviendo a sus fuerzas a mejores posiciones, pues sabía que si bien, esa parte no necesitaba extrema vigilancia, sí llegaban a registrarse uno que otro robo, más en las zonas comerciales. Su objetivo era evitar eso.
―Espero que te hayas ido a dormir, aunque fuese dos horas.
Enarcó una ceja y dio media vuelta, colocando las manos en su cadera, mientras se enfocaba en Erwin en la entrada. Ambos habían vestido trajes negros ese día por el código de líderes de equipos, donde debían destacar sobre los guardias que tenían trajes azules marino.
―Hora y media. Me fui tarde ―respondió.
―Lo sé. La recepción me notificó de la llegada del niño ―contestó, entrando y caminando hacia él―. Lamento no haber estado ahí. ¿Cómo te fue?
―Meh, no te cargues culpas, Cejas ―respondió volviéndose al mapa. Miró a un lugar y marcó un círculo en este con el plumón―. Todo bien. Afortunadamente había un tutor para venir por él.
―Eso es excelente. En los pocos casos que te tocaron en el pasado, recuerdo tu frustración por tener que esperar a que llegaran los trabajadores sociales por la mañana ―respondió Erwin.
Levi asintió.
―No fue el caso, así que sólo se archivó ―respondió señalando a la carpeta gruesa en el buró detrás de su escritorio.
Erwin asintió de vuelta.
―Bien ―volvió su voz de líder―. Será archivado. Continuemos con nuestro plan de hoy y ponte en marcha hacia tu zona designada.
Levi iba a afirmar con un gesto cuando un pensamiento le cruzó la cabeza, haciendo que dejara de poner atención a su trabajo y volteara hacia el rubio casi con prisa.
―Oye, Erwin.
El hombre, que ya estaba moviéndose para irse, se detuvo y lo miró atento, curioso porque era raro que Levi tuviera ese tipo de acciones instantáneas. Usualmente, el hombre bajo abordaba todos los temas en un hilo de conversación continuo, por lo que jamás metían uno sobre otro, o retomaban plática luego de cerrarla. Por ello le sorprendía un poco.
―Dime.
― ¿Nosotros estamos al tanto de los casos detrás de los huérfanos de la ciudad? ―preguntó.
Erwin llevó su mano derecha a la barbilla, pensando en su respuesta.
―Únicamente tenemos los casos registrados de los que llegaron a orfandad por cuestiones de crímenes o accidentes donde nos vimos involucrados en participación. Si fueron huérfanos por abandono o muerte de la madre en el parto, no solemos tener el archivo. Eso se encuentra con los Recursos Humanos del Gobierno, o el área de Responsabilidad Social de las instituciones que se encargan de los huérfanos, depende de quién protege al niño ―contestó.
Levi frunció el ceño, recordando la información que tenía del Orfanato María, que había buscado tras llegar a su hogar para no dejar registro en la computadora de trabajo.
― ¿Porqué?
―Tengo curiosidad acerca del niño que vino a noche. No es huérfano de nacimiento y no abandono. Por lo que entendí, tenía a ambos padres.
Erwin torció la boca.
―Levi…
―No me involucraré emocionalmente ―afirmó rápidamente, entendiendo la preocupación de su amigo. Miró al piso―. Sólo tengo curiosidad. El niño habló con tanta calma del asunto, que me sorprende que no tenga un trauma emocional al tomar el tema.
Erwin frunció el ceño, moviendo su peso de un pie al otro.
―Bien, creo que puedo hacer una investigación y darte información.
Levi volvió a verlo.
―Gracias.
―Sólo dame el nombre del niño, yo me encargo del resto.
Respondió regresando a su camino de salida, dándole la espalda al pelinegro.
―Eren Jaeger
Tres días habían pasado. Era miércoles, y Hanji estaba comiéndose las uñas contando los días restantes para el cierre del orfanato.
Ese día había llovido desde la madrugada, por lo que se había puesto un pantalón café de lana largo, unos botines cafés de gamuza con tacón chico, una blusa de botones de manga larga color verde menta, y su bata de trabajo color blanca que usaba para las clases. Traía una sombrilla morada guardada por si a su regreso a casa llovía más fuerte. No había llevado el auto porque los vecinos del orfanato le habían notificado que había ladrones asaltando vehículos y quitándoles las placas, rines o llantas, así que le recomendaron olvidar ese transporte para protegerse.
Ese día había sido algo difícil en comparación con los primeros dos de la semana, pues había llegado tarde a trabajar, su celular no tenía batería, no había desayunado, y casi tuvo una pelea con un señor que casi la atropella en su camino al orfanato (en su defensa, el auto se había subido a la banqueta en una esquina, por lo que el culpable era el hombre). Luego de haberse encerrado en el salón de clases con los niños, parecía que la rutina se cumpliría tranquilamente hasta su salida, así que se dio el chance de relajarse un poco.
Pero sólo un poco, pues fuera del salón estaba la Trabajadora Social que iría a revisarla a ella y a Eren. Joe, el portero, le había ido a notificar de que los necesitaban a ambos en la entrada.
―Eren, deja tu trabajo. Vamos ―le indicó Hanji―. Mikasa, te quedas a cargo.
Mikasa asintió y se puso de pie, yendo hacia el escritorio de Hanji para seguir el dictado preparado de la maestra. Eren se levantó de su asiento y corrió hacia la salida.
Hanji tomó la mano de Eren y juntos caminaron fuera del salón. Joe asintió hacia ella, asegurándole que se quedaría a cargo de los estudiantes mientras se iba.
Ambos caminaron a través del pasillo hacia las escaleras pequeñas que daba a la rampa de la recepción, pues el salón se encontraba en el primer nivel del edificio junto a la pequeña oficina que Hanji tenía, y junto a otras dos vacías que habían sido usadas por los profesores que renunciaron.
Llegaron al espacio abierto junto a la barra alta donde Joe trabajaba, encontrándose con una trabajadora social de pelo rubio platinado y lentes que la miraba seriamente. Vestía un traje completo de falda, color blanco, con una corbata color violeta oscuro y zapatos bajos blancos.
―Buen día, doctora Zöe ―saludó la mujer―. Soy la licenciada Rico Brzenska, estoy aquí para hacerle un par de preguntas a usted y a Eren.
Hanji asintió, recibiendo la mano de la mujer en un apretón firme.
―Un placer conocerla, licenciada Brzenska. Responderé a todas sus preguntas lo mejor que pueda ―respondió Hanji.
―Excelente. De ser posible, me gustaría que fuéramos a un lugar privado. Como una oficina. Y de preferencia que esté la señora Amanda Hudson, pues es la tutora legal del niño ―solicitó Rico.
Hanji asintió.
―Podemos ir a su oficina, si le parece bien.
Levi observó a sus oficiales distribuyéndose por la zona. La patrulla principal estaba colocada en una esquina con dos elementos dentro, mientras él estaba detrás de ellos en su propio auto. Él no llevaba el superdeportivo a sus vigilancias o misiones, porque sabía que en cualquier momento podía ser destruido, y el mantenimiento costaba una fortuna. En cambio, tomaba un auto compacto de las patrullas en cubierto. Esos autos sólo podían ser usados por los detectives como él, por lo que iba solo en la unidad.
Estaba conectando su teléfono al manos libres en el tablero cuando le llegó una llamada del teléfono privado de Erwin, así que contestó mientras configuraba los ajustes del aparato, escuchando la voz del rubio por las bocinas.
― ¿Qué pasa, Erwin?
―Tengo la información del niño.
Levi dejó el teléfono en el portavaso plegable debajo del radio y se reclinó sobre el respaldo del asiento del conductor.
―Te escucho.
―Eren Jaeger era hijo de Grisha y Carla Jaeger. Vivían en el Fraccionamiento Shiganshina, al sur de la Ciudad. Eren tenía cinco años cuando los Jaeger fueron interceptados por una pelea de grupos criminales en las calles. Pasaré a explicarte el reporte ―se escuchó el movimiento de varias hojas antes de que Erwin continuara―. Doce y media de la noche, comienzan los disturbios por las calles de Shiganshina. Los Jaeger dormían en su hogar cuando los disparos empezaron. Ambos grupos criminales se movían a su encuentro justo en la esquina de la calle donde vivían los Jaeger. Una dieciséis de la madrugada, ambos grupos se reúnen y comienzan una pelea con armas de fuego, arma blanca y ataques cuerpo a cuerpo. Los grupos criminales fueron identificados como los Titanes del Mar, y los Titanes del Rey. Quienes integraban a los Titanes del Mar lograron la ventaja en la batalla y persiguieron a los Titanes del Rey, quienes comenzaron a retirarse y esconderse en los callejones y casas alrededor. Los Titanes del Mar irrumpieron en la casa de los Jaeger. Grisha y Carla Jaeger, quienes bajaban de su habitación a averiguar qué ocurría en la calle, los encontraron en la sala de estar. Grisha recibió un balazo en la cabeza, Carla fue apuñalada en el abdomen. Luego de ello comenzó a llegar la Policía Militar de la división de Paradis, y los grupos criminales comenzaron a escapar. Cuando los guardias entraron a la casa de Eren, el niño estaba sentado en la escalera con un cuchillo en la mano, y el cuerpo de uno de los atacantes en el piso. Miraba hacia el suelo, y decían que lloraba mientras llamaba a su madre repetidas veces. Los guardias se lo llevaron de la casa, y fue enviado al Orfanato María.
Levi miraba hacia su teléfono como si la historia que le acabaran de contar hubiese sido un capítulo de terror de alguna mala serie de televisión.
Los grupos criminales siempre habían sido un problema para controlar por parte de toda la Estación de Policía, especialmente porque se expandían en la oscuridad y ocupaban terrenos desconocidos para después perpetrar ataques como el que acababa de escuchar. Pero jamás imaginó que fueran sobre los civiles, pues a él nunca le había tocado saber de un caso similar. Ahora todo cambiaba de panorama. Ahora, levemente, podía entender por qué Eren hablaba con naturalidad del hecho. Sí estaba afectado emocionalmente.
―También había una niña en la casa. Al parecer, ella fue encontrada encerrada en el baño de la habitación de los niños. Ella le contó a la policía que Eren la ocultó ahí mientras iba a revisar al piso inferior detrás de sus padres. Por eso supusieron que él presenció el asesinato que Grisha y Carla, y por ello atacó al hombre.
―Eren mató a alguien. ¿Hicieron algo por eso? ¿Hubo un juicio? ¿Una sanción? ¿Repercusiones legales? ―preguntó Levi con curiosidad.
―No. Fue tomado como defensa personal, por lo que no se imputaron cargos ―respondió Erwin―. Esa es toda la información que hay. Los cuerpos de los padres fueron recogidos y cremados. Como no había familiares que reclamaran a los niños, de ninguna de las dos partes, fueron puestos bajo cuidado de la institución de la señora Amanda Hudson.
― ¿No había abuelos, tíos, o sobrinos de ninguno? ―preguntó Levi con incertidumbre.
―Grisha estuvo casado antes, pero su exesposa Dina y su primer hijo lo dejaron tras el divorcio, y no quisieron tener contacto con él. Así que ninguno quiso hacerse cargo de Eren. Y no fueron presionados porque, técnicamente, no tienen por qué tomar la responsabilidad. Así que no, no quedaba nadie para los niños.
Levi torció la boca y miró hacia la ventana, fijándose en la gente que caminaba por las calles, yendo a comer o paseando.
―Que horrible situación vivió ese niño ―murmuró.
―Desafortunado, concuerdo contigo. Esperemos que esté en un buen lugar ahora.
Levi apretó los labios, sabiendo que ese no era precisamente el caso.
