SEXTA COPA
Apretó el puente de su nariz con poca fuerza, sintiendo la presión como un ligero alivio sobre su pequeña crisis mental.
En cuando Hanji cerró la puerta, Levi la observó atento, esperando a que ella continuara con lo que sería una larga, laaaarga, queja hacia su presencia.
— ¡No tienes ningún derecho a aparecer en mi casa de esa forma! —reclamó Hanji, apuntándole al pecho con el dedo índice, pero sin tocarlo.
Levi metió el pecho ante el gesto, sintiéndolo algo invasivo para ambos.
— ¡Estaba preocupado por los niños! —respondió en voz baja— Fui al orfanato a verlos, y lo encontré cerrado. No letrero, no cortinas, no encargados, no niños. ¿Cómo se supone que debía de reaccionar? ¿eh?
—No tienes que preocuparte por ellos —dijo Hanji, tajante. Levi sintió una molestia instantánea.
—Muy tarde para ello.
Ambos se miraban esperando que los cuchillos emocionales salieran disparados hacia el otro, sabiendo bien que lo único que hacían era nada significativo.
—Pues ya los viste. Están bien, están conmigo. Ya te puedes ir.
Hanji rara vez hablaba en voz tan grave y fría, y Levi jamás había sido receptor de ese mecanismo de interacción que tenía ella. Le empujaba un lado del pecho como una sensación incómoda, recordándole cuán lejos estuvo de ser tratado así en el pasado.
—Hanji —llamó, soltando un suspiro y pasándose una mano por el rostro, barriendo la fatiga del estrés que lo acarreaba—, por favor no hagas esto. Sabes que ya estoy involucrado con los niños. No tanto como tú, pero lo suficiente como para haber roto tu orden y venir a ti para buscarlos. Déjame, al menos, saber qué ocurre.
Hanji dio media vuelta, dispuesta a regresar a su casa.
—No creo que seas merecedor de respuestas —dijo ella.
Levi se cruzó de brazos, arrugando la nariz y torciendo la boca.
—Entonces no me dejas alternativa —respondió—. ¿Sí sabes que custodiar menores de edad en tu hogar, sin una licencia de tutor o la misma adopción aprobada, es ilegal?
La mano de Hanji titubeó sobre el pomo de la puerta, paralizándose por la realización del dato. Sí era consciente, demasiado consciente de ello porque fue lo primero que trató con la señora Amanda cuando buscaban una solución para los niños, pero fue lo último que le importó porque estaban muy preocupadas por no dejarlos en la calle.
Se volteó hacia el hombre, enderezándose en toda su altura y dirigiéndole la expresión más agria que podía darle.
— ¿Me vas a acusar? —se burló, sonriendo de lado— ¿O a detener?
—Puedo hacer ambos y quedarme con los niños hasta que su estado esté asegurado.
—Claaaro. Como siempre te he importado tan poco, no te va a valer de nada el dejarme de nuevo en medio de la miseria y el desorden para salirte con la tuya. ¡Ya lo hiciste antes! No debería sorprenderme.
Traer recuerdos del pasado era algo que constantemente hacía Levi, y lo atormentaba como ella jamás tendría idea. Pero que Hanji fuese quien lo mencionara era algo que, siendo honesto, había temido en algún momento de su vida. El rencor del que siempre fue consciente que podría llegar a crear en ella, lo había mantenido muy tenso cuando tomó la decisión de irse, pues lo que menos había querido era romper su relación en su totalidad.
Hanji siempre se había caracterizado por abrir tanto su mente, que los motivos por los cuales muchos le daban la espalda o se alejaban de ella, eran analizados y comprendidos, muchas veces siendo hasta perdonados. Hanji jamás dejó que eso afectara tampoco en lo laboral, aceptando que podría cruzarse con toda esa gente algún día, y tendría que comportarse con toda la educación que podía reunir sin importar los prejuicios que trajera delante. Por ello, a Levi le era un poco doloroso sentir que no estaba recibiendo un trato similar al que él recordaba haber visto de Hanji hacia los demás que pudieron estar en una situación parecida.
—No quiero hacerte daño ni a ti ni a los niños. Quiero ayudarlos —dijo, cansado—. Hanji, por favor.
Hanji tomó aire, con el rostro rojo por el coraje y las mejillas hinchadas de morderlas desde el interior, queriendo mantener el tono bajo para que sus vecinos no se molestaran por el ruido a esa hora de la noche.
De verdad quería echar a Levi a patadas, se lo merecía. Pero no lo haría, porque, ante todo, su educación y orgullo estaban al frente, y delante de ello, los niños. Y si bien no confiaba en Levi, sabía que podría ser una herramienta útil para salvaguardar a los niños y sus futuros, ya fuese usándolo para lo legal, o para que él cuidara de ellos si algo le pasaba a ella.
—Bien. Te contaré todo. Pero no aquí, en mi cocina. Mis vecinos no deben ser molestados —indicó Hanji con toda la calma que pudo reunir.
Levi asintió.
Ambos ingresaron a la casa con suavidad, pero rápido, evitando hacer ruido para no despertar a Krista, quien dormía tan profundamente, que un hilo de baba le recorría la mejilla.
Hanji le indicó con un dedo sobre la boca que guardara silencio. Él asintió. Ella señaló hacia el pequeño comedor de la cocina abierta que daba a su sala, donde la mesa redonda era rodeada por cuatro sillas del mismo juego del comedor.
Sin pedir más ordenes, él se movió hacia un lugar que daba la espalda a la entrada de la casa, sentándose en silencio y esperando por Hanji. Ella se perdió por el pasillo, dejándolo sólo con los ronquidos de la niña rubia.
Hanji se enfocó en su única misión antes de hablar con Levi: Dormir a los niños. Así que, ignorando la presencia tan fuerte que estaba a sus espaldas en su cocina, fue hacia la segunda habitación que tenía la casa. Su casa sólo tenía dos cuartos, el cual uno era suyo y el otro había sido destinado a ser su estudio. Cuando había tomado la decisión de mudar a los niños con ella, había cambiado su estudio a su propio cuarto, y había comprado un total de nueve camas para poder preparar el cuarto de los pequeños.
Llegó hacia el final del pasillo y dio vuelta a la izquierda. El único pasillo de la casa era en forma de T, yendo desde la sala. En el pasillo horizontal, hacia la derecha, estaba su cuarto. También había un cuarto que contenía toda la tecnología para la luz y el gas de la casa, pero a ese se accedía desde fuera de la casa por una puerta metálica al exterior, por seguridad de los ocupantes del departamento. Y en el pasillo horizontal, hacia la izquierda, del lado derecho, estaba el cuarto que ahora era de los niños. Frente a ese cuarto, del lado izquierdo de frente a esa parte del pasillo, había una habitación que era un baño unido al cuarto de lavado.
La casa era pequeña, pues era originalmente para un soltero, o máximo, una familia de tres personas, pues no tenía espacio suficiente para tantos ocupantes… menos para doce en uno solo. Pero Hanji había logrado meter a los once niños sin problema.
Había tenido la ayuda de uno de los guardias, quien era del turno del día, y era amigo suyo, para poder meter a los niños sin que nadie comenzara a cuestionarse qué hacían tantos niños siguiendo a Hanji. Además de que la mudanza de muebles no había sido exactamente discreta, pero él había logrado evitar que se generara un revuelo, avisando a los vecinos (a los chismosos, para ser más precisos) que Hanji había avisado con muchos meses de anticipación que iba a tener visitas "temporales". Así se resolvió el problema de los cuestionamientos apresurados y las quejas, pero aún estaba en juego el que comenzaran a molestarla con ello si es que los niños o ella causaban mucho alboroto.
Llegó a la puerta color verde oscuro y tocó un par de veces para indicar que entraba. No fue necesario apresurar su entrada, pues escuchó todos los pequeños pasos y tumbones que se dieron dentro cuando los niños huían de la puerta. Habían tratado de escuchar algo, era claro.
Tras recibir silencio, giró la perilla y entró lentamente, asomando la cabeza y encontrándose con todos los niños acostados en las camas.
Las nueve camas eran, en realidad, literas de tres niveles. Había una litera hacia la izquierda junto a la puerta, pegada a lo largo contra la pared. La otra estaba en la pared adjunta, pero alejada de la puerta, pegada a la ventana de la habitación. Y la última litera estaba en la pared contraria a la de la puerta, de la misma forma que las demás, alineada con el largo del cuarto. Las tres literas dejaban un centro cuadrado para que todos pudieran bajar sin golpearse o chocar con las demás camas. Y, del lado libre, estaba el gran clóset añadido a la pared, que colindaba con una pared que era el fondo del clóset del cuarto de Hanji.
No era un espacio grande, pero era suficiente como para que los once se sentaran en el piso en un círculo completo y jugaran o platicaran, ya lo había presenciado cuando los había traído esa tarde para comenzar a organizar sus nuevas vidas.
— ¡Oh! Veo que ya han acomodado sus camas como les dije —comentó ella con una sonrisa cálida, queriendo transmitir seguridad a los niños por sobre la tensión que vieron entre Levi y ella.
Entró completamente y se paró en el centro del cuarto, cruzando los brazos y mirando satisfactoriamente a las literas a su alrededor.
— ¡Ya tenemos nuestras camas! —afirmó Eren con una sonrisa desde la izquierda.
Las literas se habían dividido de forma específica por pedido de Hanji. Hasta arriba había puesto a los grandes de estatura: Reiner, Ymir y Jean.
Reiner dormía en la misma litera con Eren y Armin, teniendo al rubio hasta abajo, y al castaño en el centro. Jean dormía en una litera con Connie y Berthold (aunque este era, en realidad, el más alto, había pedido una cama baja, algo que Hanji no pudo negarle). Por último, en la litera del fondo dormían Ymir, con Sasha en el medio y Mikasa hasta abajo.
Krista y Annie dormirían con Hanji, pues aún estaban muy pequeñas, y los demás les doblaban la edad lo suficiente como para que los hábitos de descanso pudieran ser perturbados por las travesuras infantiles, como los cuentos de miedo o las escabullidas nocturnas. Así que las iba a tener con ella en lo que solucionaba el espacio.
Por eso fue que vio a Annie sentada en el piso al entrar, junto a Mikasa, observándola con atención.
—Muy bien, me gusta que se hayan organizado y tendido sus camas —afirmó Hanji. Dio un par de aplausos alegres y asintió—. Este es su nuevo cuarto. Tendrán de compartir hasta que pueda conseguir un lugar más grande, ¿está bien?
— ¡No nos molesta compartir! —dijo Connie con una sonrisa, enderezándose y mirando a la castaña con felicidad. Se recostó sobre el pecho y dejó un brazo colgando de la cama, mostrando cuán cómodo estaba—. Ya tenemos un cuarto propio, ¡y eso es genial!
— ¡Sí! Cada que llegaban niños nuevos teníamos que movernos todos a cuartos diferentes. Y si adoptaban a uno, nos volvían a mover —dijo Sasha con molestia.
Hanji podía empatizar con el sentimiento de la chica, pues había sido quien en más ocasiones fue reubicada en las habitaciones del orfanato. No fue por algo malo, sino porque era lo suficientemente amable y sociable como para propiciar la integración de los nuevos huérfanos, y los antiguos profesores y responsables del orfanato se habían apoyado demasiado en ella, que no vieron las consecuencias que provocaba este acomodo en la castaña. Ahora, Sasha tenía una dependencia enorme a asegurar qué cosas eran suyas y cuáles no, pues temía que, de un segundo a otro, le fueran quitadas.
—Tranquilos. Aquí nadie les hará daño. Este es su cuarto. Y a donde yo vaya, ustedes tendrán un lugar donde quedarse —aseguró Hanji con firmeza, colocando las manos en su cadera—. Quiero que duerman tranquilos hoy. Mañana nos encargaremos del resto del plan, ¿está bien?
— ¡Sí, maestra Hanji! —respondieron todos al unísono.
Hanji los miró uno a uno mientras se acomodaban debajo de las cobijas, sintiéndose contenta de verlos acurrucarse con mucha comodidad con los edredones, y hundiendo sus cabezas en las almohadas nuevas.
Todo en su recorrido estaba bien hasta que llegó a Eren, quien la miraba con un sentimiento que ella conocía perfectamente en el rostro del chico.
Estaba ansioso.
— ¿Qué ocurre, Eren? —preguntó en voz baja, acercándose a la cama de él.
Armin los miraba desde abajo, curioso.
— ¿El Capitán Levi va a vivir con nosotros? —preguntó el chico en voz baja.
Hanji se sorprendió por la pregunta. No esperaba eso de él, o al menos, que le solicitara algo tan grande. Porque sí, ese tipo de preguntas, desde un infante, eran solicitudes disfrazadas.
—No, Eren. Él tiene su propia casa, y solamente viene para asegurarse de que estén bien —le respondió con calma. Levantó la mano y le acarició la cabeza con suavidad, enterrando sus dedos en los mechones pequeños del chico—. Pero no te preocupes, él seguirá visitándolos, porque parece que le tomó cariño a cierto ojiverde preguntón.
Eren soltó una risa pequeña cuando Hanji le pellizcó la mejilla con cariño, enviándolo hacia atrás en la cama mientras este se regocijaba en la calma que le transmitió la noticia.
—Dile que digo hola —pidió Eren una vez que jaló las cobijas hasta su pecho. Se acostó completamente y miró a Hanji—. Y dile que vuelva pronto.
Hanji le asintió.
—Lo haré.
Como toda costumbre que no se quita con facilidad, Hanji fue dejando besos en la frente de cada uno, sorprendiéndose ampliamente cuando Ymir se agachó fuera de su cama para permitir el contacto con su frente. Supuso entonces que era una forma de decir "gracias" de la chica.
Una vez con todos acostados y despedidos, Hanji tomó la mano de Annie y la instó a seguirla a la salida, llevándola a paso lento fuera del cuarto. Apagó la luz en su camino a la salida con el interruptor junto a la puerta, y cerró quitando el seguro interno.
En el pasillo, caminó hacia la unión con el pasillo vertical que daba hacia la sala y la cocina-comedor, acompañada de la niña, buscando al pelinegro que aún estaba en la cocina. Cuando sus pasos anunciaron su llegada, él volvió su atención a ella, mirando a Annie y luego a Hanji.
— ¿Podrías ayudarme a traer a Krista, por favor? —preguntó Hanji.
Levi asintió sin demora. Se puso de pie y caminó a la niña en la sala, abrazando con suavidad, pero con fuerza su pequeño cuerpo, levantándola hasta que la tuvo sobre su pecho y la cabeza la reposó en su hombro, quitando con una mano la tela que la cubría y dejándola en el respaldo del sillón.
Cuando su mirada se encontró con la de Hanji, esta dio media vuelta y regresó por el pasillo, yendo ahora hacia el lado derecho para dirigirse a su habitación.
Aunque era algo que realmente no deseaba, ella misma reconocía que no tenía la fuerza para cargar a Krista en ese momento, pues estaba tremendamente agotada. El simple hecho de llevar la mano de Annie estaba siendo algo increíblemente trabajoso, así que quería apurar todo cuanto fuera posible para poder ir a descansar. Así que, en contra de sus inhibiciones, iba a dejar que Levi entrara a su habitación.
Él la siguió en silencio sin indagar en nada a su alrededor, respetando su privacidad, algo que ella agradeció mentalmente. Cuando encontró su puerta café oscura, la abrió y entró, guiando a la niña por delante de ella.
Su cuarto era un espejo de la de los niños, con la excepción de que ella no tenía una ventana, sino un balcón. Paredes de color naranja sidra, con pisos de cemento cubiertos por madera en los pasillos, pero por cerámica de tonos que iban del rojo al amarillo en los cuartos, la sala y la cocina-comedor, la casa tenía un diseño muy hogareño, colorido y cálido. Todos los colores eran tenues, no chillones, algunos casi opacos, así que era agradable a la vista.
La habitación que había elegido como suya solamente podía diferenciarse de la de los niños por el balcón y el color de la puerta, porque eran lo mismo en tamaño y diseño. Tenía una cama matrimonial en el centro, sencilla, de madera, con un colchón algo viejo y unas almohadas que ella usaba desde que estaba en secundaria. Se las había llevado de casa de sus padres cuando la corrieron, y jamás se habían desgastado lo suficiente como para tirarlas, así que seguían con ella. El clóset estaba integrado a la pared. Y junto a la puerta, del lado derecho, delante de la cama, había un tocador pequeño con un espejo que se cerraba con un par de puertas. Junto a este se había colocado su escritorio que había tenido en el cuarto de los niños cuando fue su estudio, y debajo del escritorio y el tocador había muchas cajas apiladas, todas con el contenido en libros y trabajos que había tenido en el clóset del otro cuarto. También estaban algunas cajas de lo reunido del orfanato, y el resto estaba en el garaje. Junto a los dos lados de su cama había dos mesas de noche con lámparas de dormir, y en la ventana del balcón, como en la de los niños, se colocaron dos cortinas grandes cafés oscuras lisas con unas segundas detrás de blanco semitransparente, para que solo estuviese puesta la blanca en el día, y las lisas por la noche, trabajando con la luz del exterior.
Llevó a Annie hacia la cama, ayudándola a subir al colchón y llevándola al lado que daba al clóset. Ahí, la pequeña se acomodó debajo de las sábanas con muchos movimientos, enredando la esquina de la cobija debajo de su espalda. Levi entró a paso lento, mirando hacia el cuarto con cautela para no parecer un chismoso.
— ¿Puedo pasar? —preguntó en un susurro.
—Sí —respondió Hanji sin voltear a verlo, ayudando a Annie a quedar bien arropada.
Levi caminó tratando de no hacer ruido, usando toda su suavidad sobre sus pasos para evitar taconear sobre la cerámica del piso.
Ignoró con toda su fuerza las fotos que estaban en la pared junto al escritorio, consciente de que su vista periférica había registrado en segundos un par de imágenes en particular que lo podrían haber puesto de puntas inestables sobre cualquier superficie si se hubiese girado a reconocerlas.
Llegó al otro lado de la cama dándole la espalda al balcón, agachándose lentamente para poder acostar a Krista en el espacio libre de cobijas que Hanji había preparado. La puso justo en el centro junto a Annie, y la chica rubia extendió su mano derecha para rodear el cuerpo de la más chica. Levi las miró, pegándose una a la otra, sintiendo algo de ternura al verlas.
Mientras Hanji las tapaba correctamente, él se enderezó y se alejó de la cama, mirando disimuladamente a su alrededor, ganándole la curiosidad.
No había mucho objeto que reconociera, entendiendo que Hanji había comprado muchas cosas nuevas para cuando se habían separado. Lo entendía por las que se habían quedado en su departamento, pero no podía comprender cómo, muchas que acostumbró a tenerlas en su cuarto compartido, no tenían presencia en su casa.
—Salgamos —indicó Hanji, sacándolo de su pequeña vuelta de preguntas.
Él levantó la cabeza al instante y la observó con los ojos poco más abiertos de lo normal, sorprendido por el poco ruido que pudo perturbarlo.
Asintió y caminó hacia ella al mismo paso con el que entró, siguiéndola al pasillo y esperando a que cerrara la puerta. Hanji no había encendido la luz de su cuarto, así que no se detuvo a desactivar nada.
Con calma, ambos caminaron hacia la cocina, siendo alumbrados poco a poco por las luces cálidas que se quedaron prendidas en la sala y en la cocina. Mientras Levi se dirigía de nuevo a la cocina para tomar asiento, Hanji caminó al apagador de la sala que estaba junto a la puerta de la casa, desactivando la luz de la sala para sólo ser alumbrados por la luz de la cocina.
Ahora que tenía once responsabilidades en la casa, no podía darse el lujo de gastar de más en cualquier servicio mensual.
Cansada, dio media vuelta y miró a Levi sentado pacientemente en la mesa, con los brazos sobre esta y las piernas cruzadas. Caminó hacia el lugar contrario a él, sentándose sin mucha ceremonia y sintiendo la comodidad de, por fin, sentarse en todo el día.
—Once niños es mucho trabajo, ¿no? —preguntó Levi con cautela.
Ella suspiró.
—Mmmhh, sí… sí, es mucho trabajo. Pero no me arrepiento —dijo ella con seguridad, recargándose en la mesa con los codos y dejando su peso sobre ellos.
Levi negó levemente, pensando bien las palabras que iba a decir para que no se le fueran las cosas al diablo y fuese echado de la casa.
—Hanji, apenas los tuviste medio día. ¿Estás segura de que podrás tenerlos hasta que los adopten? —preguntó él con duda.
Hanji levantó la cabeza y enarcó una ceja a él. No estaba enojada o molesta, eso era claro, solamente estaba dejando salir todo su estrés del día en ese pequeño momento de sólo plática.
— ¿Qué los adopten? ¿De qué hablas? —preguntó ella, confundida. Enderezó la espalda y lo observó— Yo los voy a adoptar.
Levi era un experto inigualable en descubrir planes de maleantes que querían provocar caos. Se jactaba de haber logrado descubrir muchos movimientos que los Titanes habían estado planeando para sus encuentros en las calles, diversos ataques premeditados contra gente importante, hasta robos leves que habían tratado de llevar a cabo en tiendas pequeñas. Entre otros registros, fue de los pocos detectives que trabajó de forma eficiente para descubrir los planes de asesinatos y secuestro de muchas personas, y había seguido la pista de diversos grupos criminales hasta desmantelarlos.
Levi siempre iba muchos pasos adelante. No uno. No diez. Muchos más.
Por ello, el que la decisión de Hanji lo tomara por sorpresa, lo había dejado congelado y asustado.
— ¿Los vas a qué! —exclamó él, colocando las manos en sus muslos y echándose hacia el frente— ¡¿Vas a qué?!
— ¡Cállate! Están dormidos —exigió en voz baja, simulando un grito. Levantó las manos delante de ella, pidiendo tranquilidad—. Sí, los voy a adoptar.
—Hanji, de todas las ideas que has tenido desde que nos conocimos, esta es la más estúpida. Y da la casualidad de que te conozco desde los diez años —susurró él con los dientes apretados. Estaba conteniendo su frustración para no alertar a los niños, pero estaba siendo difícil con la mujer delante de él—. ¿Estas consciente de lo grave que es esa decisión?
—No es grave, es grande. Soy consciente de todo lo que implica adoptar a los once niños —reclamó ella.
—Para empezar, Hanji, ¿quién, en su sano juicio, va a darle once niños de trancazo a una persona? —cuestionó él— Con trabajo le dan trillizos a una pareja casada y con años de matrimonio, ¿has considerado lo difícil que será que acepten que los niños se queden contigo, en un departamento tan chico, con dos habitaciones y un baño? Y, para colmo, son niños y niñas.
—Comprendo todas las dudas que esto puede generar en la gente, créeme que lo entiendo —contestó Hanji, colocando sus manos sobre la mesa. Estaba nerviosa, pero no podía titubear con sus respuestas.
—A ver, mmmhhh —sacó aire mientras se llevaba los dedos de la mano izquierda a los ojos, sobándolos mientras buscaba las palabras correctas—. Déjame adivinar lo que está pasando: Hablaste con la señora Hudson, ambas planearon tener a los niños aquí. Ella te va a ayudar en el proceso de adopción, poniendo todos los papeles y declaraciones que necesiten, y te va a apoyar para ser el contacto de emergencia. ¿Estoy en lo correcto?
Hanji asintió, sin sorprenderse por la rápida deducción del pelinegro.
—Maldita sea —murmuró el hombre. Recargó su mejilla en su puño izquierdo, mirando a la mesa mientras su mente de detective comenzaba a organizar toda la información—. Esto es grande. Muy grande.
—No tienes nada de qué preocuparte —trató de calmarlo.
—Hanji, por Dios, ¿sabes, al menos, la historia detrás de cada uno? —preguntó él con desesperación, señalando con la mano hacia el pasillo para enfatizar su comentario— ¿Sabes porqué cada uno es huérfano?
—Sí, los profesores del orfanato estábamos obligados a saberlo todo porque debíamos evitar abordar los temas de sus situaciones de orfandad —respondió ella.
—Entonces entiendes que, por situaciones como las de Eren, podrías meterte en una revisión más fuerte de la que comúnmente se lleva a cabo con las adopciones, ¿verdad? —cuestionó él, sin creerlo.
Hanji asintió firme.
No podía sacarle mentiras a esta mujer, y eso lo sabía. Hanji no estaba mintiendo acerca de ser consciente de todas esas situaciones.
—Bien. Bien bien bien, eres una mujer terca y decidida. Se que no vas a retroceder a esto —comentó Levi cerrando los ojos. Se echó hacia atrás en la silla tocando el respaldo, tomando aire y apretando la lengua—. ¿Qué sigue? ¿Cuál es el siguiente paso?
Hanji entrecerró los ojos y apretó la boca.
—Primero voy a tener a los niños aquí una semana. Les daré clases y comenzaré a reunir el papeleo que se necesita para adoptarlos —contestó ella—. Luego iré con mi abogado y la señora Hudson a explicar el problema ante las autoridades y solicitar la adopción.
—Te van a comer viva, Hanji —murmuró él, con pesar en la voz—. ¿Tienes ingresos fijos?
—Sí. Antes tenía dos pagos mensuales, pues uno era del orfanato. Pero desde que empezó su caída, sólo obtuve ingresos de las investigaciones de laboratorio en las que colaboro —contestó.
—Oh, otra adivinanza: tú le dabas dinero de tu sueldo al orfanato, ¿no es así? —cuestionó él, acusador.
Hanji suspiró.
—Sí. Tres cuartas partes se iban al orfanato.
— ¿Sobrevivías la quincena con un cuarto de tu sueldo? —preguntó él con indignación. Ella asintió— Hanji, ¿cómo es que comías o pagabas el departamento?
—Un cuarto de una quincena la destinaba al pago del departamento. El otro cuarto lo dejaba para cualquier gasto que necesitaba aquí, como luz, agua, comida, gas, internet. No uso mucho los servicios porque siempre estoy fuera, así que los cobros no eran para nada altos, por ello no dependía mucho de una cantidad excesiva. En ocasiones comía en el comedor del orfanato, y tengo algunos ahorros pensados, así que no estaba tan mal —admitió ella, encogiéndose de hombros—. Ahora que no está el orfanato, tengo más dinero que puedo usar.
—Pero aun así no es suficiente para todos ustedes aquí —reflexionó Levi.
La miró fijamente, queriendo ver si podía ver algo más detrás de su seguridad y cansancio, analizando si había más oculto o sin resolver. Pero Hanji era una mujer muy precavida y, ante todo, inteligente; pero era una mujer de ciencia, y para ella nada era imposible hasta que se comprobara lo contrario. Ella iba a tomar al toro por los cuernos e iba a agotar todas sus opciones hasta dar con resultados concluyentes. Así era como le había explicado muchas de sus hipótesis cuando llegaba a casa y le hablaba de los trabajos recientes que tenían en algún laboratorio donde pidieron su participación.
Podía reconocer que en su propio pensamiento se había quedado un poco del modo de hablar y pensar de su antigua pareja.
—Ok —dijo él, cortando el silencio que se había establecido. Asintió—. No soy nadie para detenerte, y acepto que esto está por pasar. Pero sólo quiero pedirte algo. Una única cosa.
Se incomodó por ello, insegura de decir algo para dejarle proceder. Realmente, Hanji había esperado que Levi renunciara a cualquier cosa relacionada con ella o los niños una vez que le declarara su plan, pues era algo en el que todos los participantes podrían verse involucrados como objeto de investigación y revisión; además de que, usualmente, la gente huía a responsabilidades tan grandes como la tutoría de niños que no eran suyos, o el que alguien dependiera de ellos de formas que llegaban a lo económico, social y seguridad. Pero ahí estaba el mismo hombre que no retrocedía a su curiosidad, y estaba esperando más de esto.
No sabía si volver a tener a Levi en su vida era beneficioso o perjudicial, pero ella siempre creyó que todo pasaba por algo. Y de seguro, el que él regresara era para que pudiese aprovecharlo como un contacto importante para proteger a los niños. No, era el seguro de vida de los niños, y apareció justo cuando estaba comenzando a ocurrir ese problema. Él debía aparecer para que se solucionaran muchas cosas, e iba a aprovecharlo.
— ¿Qué quieres? —preguntó, insegura.
—Déjame participar en la crianza y cuidado de esos niños.
Hubiese escupido cualquier bebida que se llevara a la boca, si hubiese existido alguna. Hanji, impactada por la seguridad en las palabras de él, abrió los ojos como platos y lo miró sorprendida.
— ¿Qué?
—Quiero encargarme de apoyarte financieramente, y quiero participar en la educación de los niños de forma recurrente. Se que el orfanato fue más difícil. Si puedo ayudarlos a que obtengan estudios y un ingreso extra para ellos, quiero hacerlo.
Hanji frunció el ceño, analizando lo que le había dicho. Era difícil no verlo como una situación de ventaja, pero no quería involucrarse mucho con él, pues sentía que terminaría debiéndole algo.
Sin embargo, no era para ella, sino para los niños. No podía negarse cuando estaba con una necesidad tan grande en manos.
—Escucha, Levi. Mis chicos no me verán como una madre una vez que los adopte —comentó ella. Levi enarcó una ceja—. Y no quiero que te vean como un padre.
Eso lo ofendió en una medida que no pudo identificar, pero como estaba lejos de entenderlo, preferiría guardárselo para él. Luego le preguntaría a Mike o Erwin por sus opiniones.
—No entiendo-
—No quiero que les falles como me fallaste a mí —interrumpió ella con enojo, dejando que su pequeña rabia del momento se filtrara por su lengua—. No quiero que ellos crean que tienen a alguien seguro en sus vidas, alguien que represente una figura paterna, de autoridad y de confianza, y que este desaparezca de un momento a otro y los deje en medio de miedos, incógnitas e inseguridades.
Se había reflejado.
Levi siempre se preguntó qué fue lo que ocurrió con Hanji tras que se marchó. Quería saber cómo le había afectado, qué daño podía haberle dejado, porque sí supo que iba a lastimarla. Todo el tiempo lo supo. Y era lo que le comía la mente cada que ella volvía a sus pensamientos.
El explicar su dolor, a través de lo que le quería evitar a los niños, era una forma muy sencilla de reclamarle por él. Y le pesaba.
Le mantuvo la mirada, esperando darle una pequeña garantía emocional para, por ahora, tranquilizarla.
—No les fallaré. Te lo prometo.
Hanji se puso de pie, colocando la silla en su lugar con un empujón de su cadera y dándole la espalda.
—Busca mejores formas de hacerme creer en ti. Todas las promesas que me hiciste fueron rotas hace mucho.
— ¿Dónde quedó la última declaración de todas las reunidas del caso de los Nanami? —preguntó Levi cruzándose de brazos.
Lo rodeaban los otros tres detectives que estaban bajo su supervisión para el acomodo de archivo que tenían programado para esa semana. Durante las elecciones, una sugerencia que se había tomado era comenzar a enviar los casos de cada semana a un análisis final los sábados, así que tenían que reunir cualquier papel involucrado, así fuese una nota adhesiva, para que todo fuese llevado de acuerdo a como los encargados lo querían de momento.
Así que Levi tuvo que empezar su propia limpieza de documentos, llamando a varios subordinados a que le apoyaran en ello.
—Oh, están siendo pasados a formato digital en las oficinas de fuera —explicó uno de los chicos. Era un rubio recién ingresado a la sección administrativa, así que aún no sabía los términos de la sección.
Levi se giró hacia él con una mirada contemplativa.
—Teodoro, ¿verdad? —preguntó. El chico asintió.
—Teodoro Bella de Rosa —se presentó el chico.
—Apellido compuesto ¿eh?
—Eeehh, jeje —el chico torció la boca con gracia—. Mis padres querían que no se perdieran ninguno de los apellidos cuando tuviera hijos.
—Comprendo —respondió Levi. Se volvió hacia su escritorio y miró los papeles sobre él—. La zona de oficinas en el centro de cada piso se llama "Plato". Es un nombre que le pusieron los mismos que trabajan ahí, así que no cuestiones porqué. La zona de descanso la llaman "Cueva" porque nunca vas a ver a ningún jefe ahí. Para que te tranquilices, eso me incluye a mí. Es la zona de descanso de todos los trabajadores, pero no para mis compañeros y yo. Verás de repente a mi equipo, pero, por alguna especie de acuerdo silencioso, los jefes, capitanes, y otros altos mandos no podemos entrar ahí. Tómalo como una zona segura. Usualmente, los chismes de oficina se cuentan ahí.
Caminó, rodeando el escritorio y tomando tres folders que apiló y le pasó a Teodoro. Este los tomó sin dejar de prestar atención a Levi.
—Hay una zona del estacionamiento donde ustedes pueden meter a visitantes. Usualmente no les dicen para que no lo hagan, pero por algo está. Es una zona con una raya verde que delimita los lugares para sus visitas, en el tercer nivel del estacionamiento —continuó—. También hay una parte detrás del edificio donde los trabajadores tienen permitido hacer sus fiestas relacionadas con alguna misión cumplida, trabajo terminado, o curso aprobado. Se llama "El Prado". Siempre está cuidado, y todo mundo cree que es un jardín de adorno para tener algo "vivo" en este edificio, pero es para que ustedes se organicen y hagan esas reuniones.
Se sentó en su silla y miró hacia sus pies en el piso, donde había tres bolsas grandes con cosas que había ido a comprar aquella mañana. Tenía que ir a dejarlas a su casa, pues había acordado hacer una visita en la tarde a casa de Hanji para ver a los niños.
Se volvió hacia Teodoro, quien recogía otro grupo de papeles en una silla a su lado.
—También hay una parte en la azotea llamada "Canal". Ese lugar es peligroso. Es un gran conducto de aire que quedó descubierto por accidente durante los vientos del año pasado en invierno. No han podido taparlo, así que evítalo.
Teodoro miró a Levi moverse, abriendo cajones y sacando más papeles, cerrando otros una vez vacíos.
— ¿Por qué me dice eso? —preguntó Teodoro.
—Porque alguna vez fui joven y nuevo aquí —. Dejó caer otro montón de folders sobre su escritorio.
— ¿Y cómo es que lo sabe?
Levi lo miró por sobre el filo de la mesa.
—Por algo soy el jefe.
Teodoro infló los cachetes mientras sus ojos se abrían de realización. Un par de golpes en la puerta sonaron, atrayendo la atención de todos los que estaban dentro de la oficina. Alexander y Fallon, los otros dos compañeros de Teodoro, voltearon su mirada hacia la entrada. Los tres nuevos "reclutas", como los llamaba Shadis, se pararon muy derechos y firmes.
Levi negó con un gesto de cabeza. Nunca le habían gustado esas formalidades, pero las seguía cuando era estrictamente necesario. Claro que los novatos lo verían así si Erwin entraba en la sala.
— ¿Qué quieres, Cejas? —preguntó Levi, aventando un papel tras otro sobre su escritorio.
—Venía a ver qué hacías —respondió, sonriendo y entrando a la oficina. Llegó al lado de su compañero mientras miraba a los reclutas—. Veo que tienes bastante ayuda con el encargo.
—Era necesaria. Mi equipo está igual de ocupado. No podía encerrarlos aquí conmigo.
—Está bien. No tengo problema con que dispongas de algunos elementos para apoyarte —declaró el hombre alto.
—Bien, porque me quedo con Teodoro —bromeó Levi con mucha seriedad y señalando al rubio.
El chico lo miró sorprendido, pero el pelinegro ya se estaba levantando para unirse a Erwin.
— ¿Vas a querer que hablemos sobre el asunto? —preguntó Erwin en voz baja.
Levi miró a sus acompañantes, quienes aún se mantenían atentos a ambos, y entrecerró los ojos al captar la atención de todos sobre ellos.
—Pueden retirarse —dijo, sonando más a una orden que a un permiso. Miró a Teodoro—. Ya sabes a dónde ir.
El chico le asintió, procediendo a salir con sus compañeros con las manos llenas de papeles. Alexander salió de último, cerrando la puerta para darles privacidad. Una vez en privado, Erwin y Levi se dieron la libertad de elevar un poco la voz.
—Lamento haber cancelado la última cita que habíamos agendado —comentó Erwin—. Tuve que atender un par de problemas de las elecciones.
—Sabes que no me importa que me canceles por trabajo —respondió Levi, sentándose en su silla de nuevo. Erwin se sentó al borde del escritorio con una pierna alzada y la otra extendida para apoyarse—. ¿Cuándo quieres que nos veamos?
— ¿Te parece bien hoy?
—No, estaré ocupado toda la tarde —respondió, volteando a ver las bolsas a sus pies—. ¿Mañana podrás?
—Sin problema. Afortunadamente, tengo poco que hacer mañana —respondió Erwin, mirando hacia el techo de forma contemplativa—. Solamente tengo que encargarme de unos asuntos en las Oficinas Centrales. No tardaré mucho, estaré aquí para las dos.
Levi asintió.
—Es perfecto. Yo me iré a las cuatro de la tarde mañana, así que es tiempo suficiente para hablar.
— ¿Y eso? —preguntó Erwin genuinamente sorprendido— Nunca te habías ido a la oficina antes del horario de salida, y los sábados sueles irte a las seis.
—Tengo mucho que hacer. Te pondré al tanto después.
Sin nada más que retomar sobre temas de trabajo, y en paz con la situación (de momento), Levi captó cómo Erwin se enderezaba y notaba las bolsas en el piso. En ese momento, un pensamiento le pasó como tren bala por la cabeza.
—Erwin —llamó, atrayendo la atención del rubio—. ¿Tenemos escuelas en la ciudad que cumplan con kinder, primaria y secundaria?
La alarma la programó para que sonara a la misma hora que lo laboral. Era viernes, y sabía que probablemente los niños podrían estar acostumbrados a su horario escolar normal. Pero ningún ruido iba a despertar a Hanji cuando traía tanto cansancio físico encima.
El sol ya entraba por el borde de las cortinas cafés, alumbrando poco el cuarto por el rebote de luz de las paredes. Hanji dormía del lado derecho de su cama junto al balcón, con la cabeza hundida en la almohada, su cola de caballo deshecha, y los lentes descartados sobre su pecho en la cobija.
Roncaba un poco, y tenía saliva escurriéndole por el borde de su boca.
No estaba saliendo de su sueño, pero estaba al borde de hacerlo porque tenía la vista inundada de oscuridad, lo que anunciaba que ya estaba tomando consciencia. Poco a poco abrió los ojos, sintiendo una subida y bajada de su cuerpo, notando en segundos que también había ruidos de risas a su alrededor.
Al abrir los ojos, pudo notar las siluetas de dos rubias saltando en la cama. Annie tomaba a Krista de los hombros para no tirarla, pues ella era la que daba el impulso del movimiento con los pies.
Aun con las lagañas en las comisuras de los ojos, tomó sus lentes con movimientos torpes, colocándoselos apresuradamente y mirando a las niñas.
— ¡Más alto, más alto! —decía Annie.
Hanji jamás había visto tan animada a la niña, pero estaba… ¿disfrutándolo?
Esa nueva cara de Annie era una muy interesante.
Un par de toques a la puerta distrajeron a Hanji. Elevó la cabeza y miró hacia allá, mientras las rubias, aun sin notarla, hacían lo mismo.
— ¡La maestra Hanji ya despertó? —preguntó la voz de Eren al otro lado.
Ambas niñas voltearon hacia la mencionada, mirándola con los ojos bien abiertos cuando esta les devolvió el gesto.
— ¡Sííííí! —gritó Annie.
Ella se hincó en la cama y Krista se sentó de golpe sobre su trasero, sin inmutarse ni un poco en la brusquedad del movimiento. Ambas se acercaron a gatas hacia Hanji sobre el colchón, sonriendo en cuando esta desplegó los brazos para recibirlas.
—Buenos días, par de rubias —saludó con voz ronca.
Las niñas se metieron entre los huecos de sus brazos.
—Buenos días, maestra Hanji —saludaron con voz fuerte, como cuando estaban en el orfanato.
La puerta del cuarto se abrió lentamente, revelando del otro lado a Eren, acompañado de Reiner, Jean y Sasha.
Los cuatro le sonrieron a Hanji mientras entraban uno detrás del otro.
— Buenos días, maestra Hanji —saludaron los cuatro.
Ella les sonrió.
— ¡Hey! ¿Qué hacen despiertos a esta hora? —preguntó, volteando su mirada a su celular sobre la mesa de noche. Tenía activado el temporizador de la alarma ignorada, así que se apresuró a apagarlo antes de que comenzara otra ronda de sonidos electrónicos.
— ¿Puedes venir a la cocina? —preguntó Eren con los ojos brillándole.
Hanji conocía bien esto en el niño. Eren estaba planeando algo.
—A ver, ¿qué traes entre manos, niño? —preguntó, usando la mano izquierda para empujarlo del inicio del cabello en la frente.
Eren se dejó jalar levemente antes de alejarse riéndose a carcajadas.
— ¡Es una sorpresa! —contestó Sasha, dando brincos a los pies de la cama con las rodillas. Su boca soltaba algo de saliva, así que Hanji podía adivinar— ¡Apúrate, maestra Hanji, apúrate! ¡Se enfría tu sorpresa!
— ¡Sashaaa! —se quejó Eren, yendo a jalar a la niña del brazo.
La llevó con él a la puerta, mirándola con un puchero.
— ¡Va a saber qué es la sorpresa, cállate!
Hanji dio media vuelta y se puso de pie, calzando sus pantuflas y volteando hacia las niñas, quienes ya estaban siendo ayudadas a bajar por Reiner y Jean. Una vez en el piso, Jean las tomó de las manos y las llevó hacia la salida.
Reiner esperó por Hanji, quien lo tomó por el hombro contrario, rodeándolo.
—Así queee… ¿sorpresa que se enfría? —preguntó Hanji con una sonrisa cómplice.
Reiner le sonrió de vuelta, cruzándose de brazos.
—Ya no dejaremos que Sasha participe tanto en la organización —contestó Reiner.
Hanji soltó una carcajada y lo empujó, llevándolo a la salida del cuarto.
Ambos fueron a paso tranquilo por el corredor principal, yendo hacia la sala y cocina-comedor que ya estaban siendo alumbradas por la luz solar. Hanji notó que habían abierto las cortinas, y un pequeño vapor estaba por el techo.
Cuando se asomó por el arco de la cocina, los niños acomodaban trastes entre ellos. Mikasa, Armin e Ymir llevaban platos hondos chicos hacia la sala, y al ver a Hanji, la saludaron con un movimiento de cabeza. Connie distraía a Sasha de que se acercara a la comida en la estufa, que estaba siendo manipulada por Berthold.
Eren se acercó hacia Hanji, tomándola de la mano y jalándola levemente hacia la sala.
— ¡Te preparamos el desayuno! —dijo el chico con una sonrisa enorme.
Hanji soltó a Reiner dejando que fuera junto a Berthold para ayudarlo.
— ¿Me prepararon el desayuno? —preguntó sorprendida.
Sí sabía que, al menos, Armin, Berthold, Reiner e Ymir tenían permiso de cocinar en el orfanato, pues eran los que podían manejar una estufa de forma más segura. Pero no esperaba que pudieran manejar su estufa, que era considerablemente más vieja que la cocina del orfanato. Al menos por unos tres encendedores, y que ella tenía que usar un encendedor o un cerillo para poder prender el fuego.
— ¿Porqué? —preguntó, sorprendida.
Volteó la mirada a la sala, viendo que en la mesa baja del centro estaban los once platos hondos pequeños puestos, y uno hondo grande, imaginaba, para ella. No había vasos, lo que lo agradecía, porque esos estaban en la alacena superior de la cocina, y si hubiesen intentado sacarlos, probablemente se hubiesen lastimado en algún momento.
Hanji caminó hacia el interior de la cocina llevándose a Eren con ella, y se paró detrás de Berthold mirando lo que cocinaba en una olla mediana. Al parecer eran unos sobres de ramen, y los reconoció de la ración de comida de emergencia que tenía en la alacena junto al refrigerador. Era un compartimento con pura comida enlatada o empaquetada en bolsas para ser cocinadas en menos de diez minutos, y por su estado económico, tenía que recurrir a ese tipo de alimentación bastantes veces a la semana.
Y estaba bien que los niños hicieran eso en lugar de usar el aceite, el horno, o tomaran los cuchillos. Era más seguro mientras ella no los estuviera supervisando. Y Berthold y Armin eran muy cuidadosos con agua caliente, así que confiaba en ellos para mantener a todos a salvo.
—Uuuuh, excelente elección —comentó ella con una sonrisa.
Berthold le sonrió sobre el hombro con un ligero sonrojo en las mejillas.
—Pensé que sería algo fácil de cocinar y que podríamos comer todos —contestó Berthold con su voz tenue.
Hanji le acarició la cabeza con la mano libre, asintiendo en aprobación.
—Permíteme servirlo por ustedes —dijo Hanji. Le apretó la mano a Eren para que la soltara y le dejara ayudar.
El castaño la liberó y se fue, corriendo de vuelta a sus amigos. Hanji se acercó a la pared detrás de la estufa, pues tenía un par de ganchos del lado izquierdo donde colgaba los cucharones grandes y los guantes de cocina. Tomó los guantes que tenían un grabado de comidas hechas en caricatura con fondo blanco, colocándolos ambos con mucha facilidad porque eran demasiado suaves y aguados. Berthold retrocedió, pero no se alejó, esperando a que Hanji tomara la olla y caminara fuera de la cocina con los brazos en alto, evitando las cabezas de todos.
Los niños corrieron y se sentaron alrededor de la mesa. Annie y Krista ya estaban colocadas en el centro de una cabecera para darles espacio para sus platos más chicos. El plato de Hanji estaba colocado en el centro del largo de la mesa que daba al sillón de tres plazas, dejándole un lugar "alto" mientras los niños se sentaban a sus lados.
La mesa era de madera, así que no temía dejar la olla directo sobre ella. Agradecía que Levi no estaba con ellos la mayor parte del tiempo, porque si viera que Hanji hacía eso sin poner una tabla protectora o un mantel, seguramente la regañaría explicándole la importancia de proteger los muebles.
No estaba para andarlo escuchando, ya era suficiente con el trato que habían hecho la noche anterior.
— ¿Y a qué se debe el desayuno? —preguntó ella, sonriente.
Los miró uno a uno, notando que todos seguían vestidos con sus pijamas del orfanato. Como se habían ido a vivir con ella con sus pocas mudas de ropa (entre ellas el uniforme del orfanato), Hanji había tenido que dejarlos en sus pijamas para que pasaran la noche anterior ahí.
Y era algo que tenía que solucionar.
—Te hicimos desayuno como agradecimiento —dijo Armin con una sonrisa grande, sentado junto a Mikasa y Eren delante de Hanji.
— ¡Sí! —respondió Connie, levantando las manos hacia su plato vacío y tomándolo entre ellas— ¡Un agradecimiento por habernos traído a tu casa, maestra Hanji!
—No sabíamos qué iba a pasar cuando el orfanato cerrara —dijo Ymir—. Y cuando nos dijo la abuela Amanda que nos quedaríamos con la maestra Hanji, estábamos menos tristes.
Hanji miró a cada uno, notando que la mención de la señora Amanda era algo que les afectaba notablemente. Iba a ser un largo camino para que dejaran de sentirse mal en torno a la pérdida del segundo hogar de muchos y el primero de algunos, pero tenía que hacer su mayor esfuerzo para que no lo vieran como un episodio malo en sus vidas.
Se quitó los guantes y los colocó junto a la olla, sentándose en el sillón y poniendo sus brazos sobre sus muslos, recargándose e inclinándose al frente para ver a los chicos.
—Quiero que dejen de preocuparse por ello. Estoy haciendo todo lo posible por que todos tengan una casa segura y que no se repita lo del orfanato. Se que algunos son lo suficientemente grandes para poder entenderlo mejor, y que otros aun lo ven como algo muy difícil. Pero les agradezco que hayan sido tan fuertes y me hayan seguido hasta aquí —explicó Hanji con calma, buscando las palabras más fáciles para que entendieran el mensaje—. Mi casa es su casa, chicos. Y deben saber que haré todo lo posible para que estén todos bien. Y vivir aquí implica una colaboración de parte de todos. Es un departamento chico, lo entiendo, pero les prometo que buscaremos formas de mejorar nuestra convivencia aquí. Podremos jugar, comer juntos, tendrán su cuarto decorado como quieran, y podremos vivir más seguros que en el orfanato. Así que les pido que me ayuden.
Todos miraban atentos a Hanji, los más grandes usando toda su madurez para entender lo que decía, los más chicos simplemente aceptando la petición con asentimientos de cabeza.
Hanji entendía que aun era mucha información para todos ellos, pero tenía que intentar todo para que fueran conscientes de lo que pasaba.
Ella sabía cuán difícil era vivir en una situación de desinformación.
Tomó aire y cambió su semblante a uno más animado, buscando traer a los niños de nuevo a una mañana más amena.
—Bien, ¿desayunamos?
¡Hola a todos! Me presento por fin. Soy Ana Kogane Holt, mega fan del Levihan, y espero este nuevo fanfic sea de su interés y gusto :)
La idea la tuve durante la espera de la transmisión de la última temporada de Shingeki No Kyojin, porque he tenido siempre un gusto extremo por los temas familiares en las series y animes. Que enfoquen a Levi y Hanji como unos padres para la 104 siempre me ha llenado el corazón de emoción, y pensé "¿Porqué no hacer un fanfic de ello? ¡Alimentemos esa emoción!", así que aquí está.
Quiero agradecer a la página de facebook de LeviHan Latino por compartir mi fanfic jajaja. Llevo siguiéndolos desde hace años, y me emocionó muchísimo que les llamara la atención la historia y la recomendaran. Amigos, si quieren una página dedicada a esta bella shipp, LeviHan Latino es la buena, la recomiendo mucho XD Solamente me alimentan cada día más el fanatismo por mis bellos chicos :'3
De momento las actualizaciones serán lentas, ya que tengo otro fanfic en publicación que está siendo terminado, y estoy enfocada mucho en darle un buen final. Además de que estoy algo ocupada con unos movimientos que ando haciendo en mi hogar, por lo que se me dificulta sentarme a escribir como yo deseo. Pero cuando termine el otro fanfic, que tiene meta de finalización este año, las actualizaciones a este serán mensuales, como lo llevé en el fanfic anterior. Espero no sea mucho problema :)
Muchas gracias por pasarse por la historia, espero siga cumpliendo con sus expectativas y la disfruten mucho. Es un fanfic que va para largo (al menos es el plan, jaja) así que pónganse cómodos, que vamos a tener mucho de este dúo y sus once bendiciones.
Nos vemos en el siguiente capítulo :D
Ana Kogane Holt
