OCTAVA COPA


— ¿Cree que con ello evadiré las preguntas sobre mi "estabilidad"? —preguntó Hanji, bajando los documentos hacia la mesa.

La señora Amanda, sentada enfrente de ella, se acomodó el suéter caqui sobre los brazos sin cerrar los botones de este, echándose al borde de su silla.

—Se supone que con ello podríamos asegurarle a la ley que no dejarás en la calle a los niños si en algún momento tienes que desalojar tu hogar u ocurre algo que te haga perderlo. De igual forma, si algo le pasa a ese, está asegurado, y el dinero que salga de la pérdida puede ser reclamado por ti.

Ambas estaban sentadas en la sala de la terraza trasera de la casa de campo de la señora Amanda, mientras los niños corrían y jugaban por el jardín cerrado junto a ellas.

Habían acordado verse a las doce de la tarde para que los niños pudieran pasar un rato con la mujer mayor y jugar lejos de la civilización, pues la casa estaba ubicada a las afueras de toda la ciudad de Paradis.

Hanji había llegado a las doce y media, pues había tenido mucha dificultad para transportar a los once niños, eligiendo finalmente usar el transporte público hasta el inicio de la carretera (que no salió realmente barato), caminando un poco con los once por un camino libre de transporte público, y finalmente encontrando otro camión que los llevaba por un costo muy bajo hacia la carretera llena de casas de campo, una gran calle que no conectaba la ciudad con otra o algún pueblo, por lo que no tenían mucha visita de vehículos por ahí.

Era como lo que quedaba de algún antiguo pueblo, del cual fueron retiradas las edificaciones que pudieron ser de la venta mayoritaria de mercado, dejando solamente al herrero, un electricista recién instalado, una panadería artesanal, una granja pequeña y un sastre. Fuera de ello, el resto eran grandes casas de campo que se separaban por grandes terrenos a cada lado de las construcciones, teniendo muchos metros de jardín por delante y hectáreas por detrás, bordeados por muchos metros de reja de metal o barda de madera, dependiendo el dueño. La de la señora Amanda estaba protegida por rejas de metal muy altas, por lo que ni subiéndose una persona a otra podría llegar a alcanzar el borde.

—Así que su plan es dejarme como heredera de sus cosas —dijo Hanji, cruzando las manos debajo de su barbilla y recargándose con los codos de la mesa.

La señora Amanda asintió.

—Eso hará que tengas un seguro para la adopción, porque la gente en lugar de ver seguridad contigo, la verán en tus posesiones, y si tu falleces, los niños, como tus protegidos, serán acreedores a tu herencia, la que yo te estoy dejando.

El plan de la señora Hudson era heredarle a Hanji todas sus posesiones para que tuviese más recursos en los que apoyarse para la adopción de los niños.

La señora Amanda era heredera de un total de dos casas de campo que, por testamento, estaba prohibida su venta. Habían pertenecido al abuelo paterno de la señora, quien fue un importante empresario del antiguo pueblo al que pertenecieron esas casas de campo, ahora ubicadas en esa carretera casi vacía. Tras el paso de los años, las casas habían quedado deshabitadas, siendo la actual la casa de retiro de la señora, pues tras el cierre del orfanato, ese lugar parecía el más adecuado para marcharse de la ciudad.

Su casa en la ciudad la había vendido para pagar lo restante que debían de los servicios del orfanato y las documentaciones a obtener por ello, y lo sobrante lo había usado para poder liberar algunos permisos que apoyarían a Hanji en la adopción de los niños.

La señora Amanda no era ignorante, y sabía que, mientras más posesiones fuesen declaradas, más seguridad se generaba en las autoridades, pues creían que con todo lo material podían llegar a proteger un futuro económico en los huérfanos, disponiendo de la venta de estos elementos para que lo ganado fuese tomado como ahorro para cada uno de ellos.

Hanji no era poseedora de muchas cosas, siendo todas estas de un valor menor a una casa. Antes había rentado con Levi un departamento, y tras mudarse sola, de nuevo había entrado a la renta de uno, pero por su cuenta. Sus sueldos actuales eran pagos de colaboraciones de investigaciones en las que estaba involucrada, que le pagaban lo suficiente como para pagar la renta y los servicios, y lo sobrante había sido usado en el orfanato, ahora destinado a los niños. Por ello, no podía decir que su aporte económico fuera el necesario para los niños si estos se quedaban solos. De hecho, era inmensamente pequeño en comparación con todo lo que la señora Amanda estaba aportando.

La venta de sus propias cosas no cubriría ni un mes de necesidades básicas de los chicos, y esto, obviamente, los llevaría de nuevo a la línea de la calle. Con la casa de la señora Amanda podían tener un lugar asegurado. Y con Levi apoyándola en volverse tutor, tendrían a alguien que viera por ellos.

—Esto es tan pesado —comentó Hanji, pasándose las manos por debajo de los lentes y sobándose el rostro con frustración.

La señora Amanda le sonrió.

—Lo sé, Hanji. Pero es lo mejor que puedo ofrecerte —comentó ella, volteando a ver las fotos de las casas—. Si quieres, puedo enseñarte la otra casa para que tomes una decisión. Pueden vivir en esa para siempre, si así lo desean, mientras yo me quedo en esta.

Hanji se acomodó los lentes y miró a la mujer, pensativa.

—Me gustaría verla, sí. Pero me gustará que me permitiera traer a Levi —comentó con calma.

Amanda asintió.

—Ya que me has contado su posición, creo que es importante actualizarlo a él también sobre lo que tienen en sus manos —confirmó.

Hanji miró hacia el jardín, observando a los niños que corrían de un lado a otro. La señora Amanda tenía dos perros de tamaño mediano color grises, y esos estaban jugando con los chicos mientras traían pelotas de los animales en las manos. Algunos las lanzaban, los más altos, como Reiner y Berthold, sujetaban el juguete a una gran altura para que los perros saltaran e intentaran alcanzarlos. Claramente estaban con la atención nublada por las mascotas.

Traerlos al campo le había parecido algo relajante a Hanji, pues, aunque no lo externaran, ella sabía cuánta presión y estrés también habían compartido los infantes tras el cierre del orfanato y la mudanza. Hanji había sido honesta con ellos, explicándoles que estaba manteniéndolos en su hogar de forma ilegal hasta que pudiera adoptarlos, pues más allá de la ley (que había sido aclarada por Levi a todos), la zona en la que vivía no permitía la vivienda a más de cuatro integrantes por casa, y mucho menos mascotas. Por este motivo Hanji había mentido, diciendo que los niños estarían sólo temporalmente con ella como visitas, pues buscaba evitar que los vecinos se fueran en su contra y le dificultaran las cosas.

Todo el ambiente tenso los llevó también a ser meticulosos y cautelosos, y ella sintió que los chicos necesitaban un respiro de ello. No podían salir a jugar a la calle, ni hacer mucho ruido, y mucho menos ejercicio, y tras la invitación de la señora Amanda, ella pudo ver una oportunidad de relajación para todos.

Ahora que los veía tan desenvueltos y divertidos, no se arrepentía del trayecto tan pesado hacia la casa fuera de la ciudad.

— ¿Qué piensa el Capitán Levi de todo esto? —preguntó la señora Amanda, curiosa por más detalles de la renaciente relación entre la doctora y el detective.

La mujer sabía pequeños datos de lo que fue de su matrimonio, pues cuando conoció a Hanji, fue este tema el principal punto de quiebre para la mujer cuando empezó una vida por su cuenta.

El abandono de él, el desinterés que comenzó a mostrar Levi hacia Hanji, como comenzó a pasar más tiempo fuera de su hogar sin decir en dónde estaba, y sus discusiones que comenzaban a volverse constantes. Hanji fue sintiendo que todo le fue arrebatado, y Levi había desaparecido de la noche a la mañana sin explicaciones, desconectándose no sólo de la castaña, sino también de todos los contactos en común. Y luego, unas semanas después, un divorcio aprobado tocó a la puerta de Hanji sin aviso, confirmándole que todo había quedado ahí.

Sólo había obtenido información de cosas dolorosas que pasó la chica, no profundizando en antecedentes ni en sentimientos, pues Hanji estaba muy lastimada emocionalmente, y evadía hablar de ello por el coraje que sentía. Es por eso que tenía curiosidad de porqué el capitán estaba tan decidido a involucrarse en algo que, podía considerarse, pudo haber sido un paso al futuro en el matrimonio que mantuvo con la doctora.

La señora Hudson no había conocido a Levi jamás, solamente descubriendo al gran villano en la historia de Hanji hasta que este se presentó en el orfanato en sus últimos días de funciones. De ello la curiosidad.

—Al inicio estaba escéptico y espantado. Para que le dijera la verdad de lo que pasaba, me amenazó con arrestarme por tener ilegalmente a los niños conmigo —soltó una risa divertida, sintiendo algo de entretenimiento por la forma en la que Levi la acorraló aquella vez. Levantó la cara y miró a la señora Hudson—. No está preocupado por mucho, dice que está haciendo todo lo posible por que nada de lo que hago se vea mal ante las autoridades. Ha estado enviándome información e instrucciones sobre qué debo hacer y tener listo para que pueda reclamar la adopción de los niños.

— ¿No lo meterá en problemas a él? —preguntó la señora Amanda, enarcando una ceja con curiosidad— ¿No es corrupción lo que hace?

—No no, él está teniendo cuidado en lo que hace. No está haciendo nada por debajo de la mesa, simplemente me está informando de qué forma puedo hacer todo más fácil y a dónde debo de ir para conseguir exactamente lo necesario para que todo pase rápido y de forma legal —extendió los brazos fuera de la silla, echándose contra el respaldo—. Prácticamente quiere evitar que me tengan dando vueltas sin resolver nada y que terminen dificultándome la adopción de los niños. Levi es un hombre muy recto, no va a dejarme hacer nada fuera de la ley. Me quedó claro cuando me descubrió con los niños.

La señora Amanda sonrió, decidiendo que cualquier opinión que tuviera la debía de reservar. Levi era un buen hombre, pero el alcance de sus acciones y sus extrañas intenciones con Hanji desde que la dejó, no la convencían del todo de la completa colaboración del detective, o la honesta participación de él. En todo caso, se estaba manteniendo, así que, de momento, no diría nada.


—Tenemos el tiempo sobre nosotros con esto —anunciaba Anka Rheinberger, una de las suboficiales del grupo de Pixis.

El equipo seleccionado por Pixis como sus compañeros, escoltas y subordinados, eran los actuales encargados de dirigir muchos de los movimientos y los mensajes directos de parte de las Tropas de Guarnición hacia el resto del cuerpo policial.

Parte de estas juntas estaban relacionadas con la redirección de jefes hacia varias áreas, pues estaban cubriendo muchos grupos y tareas pendientes. Algunos compañeros de Levi del mismo rango habían sido enviados de emergencia a cubrir las juntas de las elecciones internas, por la precaución de que no quisieran eliminar a Erwin y a Pixis por su gran poder por reputación. Había mucha gente inconforme con que ellos tuviesen tanto apoyo para tomar el gran puesto, así que el cuidarlos era esencial.

Levi, aunque era uno de los mejores para ser escolta, no fue seleccionado para la misión, pues al ser contacto cercano de Erwin, muchos pensaban que podrían relacionar su presencia a un posible abuso de poder de parte de Erwin, pues era bien sabido que, con la subida del rubio, el pelinegro obtendría un rango mayor por línea de jerarquías, pero era lo último que la gente veía.

Así que, dejando este tema en manos de otras personas, Levi se iba a encargar de dirigir a la sede como subjefe durante el día, y como jefe en los turnos nocturnos, aunque su turno del día hubiese acabado.

Esa era su… "misión".

Observó a todos sus compañeros en la sala recibir sus carpetas, y extendió la mano para tomar la que le ofrecían a él. No era necesario leerla, sabía lo que contenía porque habían ido con él a revisar todos esos papeles para darlos durante el informe. Ya estaba al tanto de sus pendientes y tareas, así que solamente esperaba a todos los que debían ser reasignados.

—Eso es todo —indico Anka.

Al ser el subjefe, Levi debía esperar a que todos se fueran de la sala. La jefa temporal matutina asignada era Nanaba, y Mike había sido llevado con las escoltas de Erwin y Pixis, así que solamente se tenían a ellos dos por cualquier tema importante.

Anka se acercó a la puerta una vez que todos se fueron, cerrándola y volviéndose a Levi y Nanaba, quienes se paraban detrás de uno de los lados largos de la mesa.

—Pixis espera que no represente un problema el que mantengan el control de la sede hasta que asignen al debido jefe —comentó Anka mirándolos sobre su hombro—. Habrá un contacto que enviará a la dirección todas las actualizaciones que ustedes den con los reportes.

— ¿Y quién es ese contacto? —preguntó Nanaba, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Nile Dok —respondió Anka. Se enderezó—. Bueno, me retiro, debo volver a la dirección.

Anka abrió la puerta y salió, dejando emparejada esta contra su doble.

Levi levantó las manos a las caderas y suspiró.

—Lo que me faltaba —murmuró.

Nanaba le sonrió con pena, caminando hacia la salida.

—Oye, tranquilo. Nile tiene que pasar por mí, no dejaré que llegue a nada de ti mientras esté como jefa —aseguró la rubia, sabiendo bien la situación que pasaba el Ackerman.

Levi torció la boca.

—No podré evitarlo en la noche —dijo Levi—. Me detesta lo suficiente como para buscarme cuando me puede acorralar.

Nanaba inclinó la cabeza y abrió la puerta completamente, esperando por su compañero para salir.

—Bueno, haré un buen reporte que lo mantenga horas ocupado para que busques un escondite —dijo sonriente.

Levi negó mientras Nanaba se reía de su chiste, caminando detrás de ella hacia la salida de la sala de juntas. Salieron hacia el pasillo, caminando a la par del otro mientras se dirigían hacia las escaleras, pues a esa hora del día, usar el elevador era un crimen contra la temperatura corporal: el sudor compartido por los cuerpos apretados y compactados entre si dentro del pequeño cubo, lleno de oficinistas, era desagradable.

—No tengo suficiente tiempo para lidiar con Nile —comentó Levi, levantando la mano y sacando la muñeca de la manga de su saco para revisar su reloj—. Si tiene quejas o algo que decir, tendrá diez minutos todos los días.

—Él no es nuestro superior, así que no debes de privarte de decirle lo que quieras —comentó Nanaba, conociendo cuán pretencioso podía ponerse su compañero de otra división.

—Meh, no me interesa decirle a Nile lo que intenta ignorar de sí mismo. Ya tiene suficiente con recordárselo él mismo todas las mañanas mientras se viste —se burló Levi, llegando a las escaleras.

Ambos bajaron a la par, sin prisa, y con las carpetas aseguradas debajo de los brazos.

—No quiero ser grosera ni molestarte —empezó Nanaba, ganándose la atención de Levi, quien le echó una mirada de reojo mientras seguían bajando—. Pero… ¿cómo has estado con lo de Hanji?

Levi tomó aire mientras pensaba que Nanaba era quien más paciencia merecía de él. Ella jamás había sido chismosa en cuanto a su vida privada, siempre respetó los límites que le impuso, y aunque de alguna forma logró colarse en su rutina diaria hasta pasar de "contacto" a "amiga", Nanaba jamás forzó ninguna interacción que Levi no le inspirara a intentar.

Sí, habían salido un par de veces con Erwin y Mike, y ocasionalmente con cualquier otro que se les uniera, pero jamás habían tenido una conversación por chat en cualquier red social, o llamadas para platicar, así que Levi nunca se vio realmente necesitado de llegar a ese tipo de intimidad con ella.

Los días en los que abordaban temas serios muy raramente giraban en torno a Levi, siendo siempre Nanaba quien se abría a él por un consejo u opinión, pero jamás pidiéndole que fuera él quien recurriera a ella por la misma ayuda, así que Levi apreció esto en silencio y lo tomó como puntos a favor de la confianza que podía tener en ella.

Nanaba había sido amiga de él y de Hanji, los conoció a ambos en sus años de juventud, empezando por la mujer de anteojos, y ambas se habían vuelto las mejores amigas. Eventualmente, cuando las cosas comenzaron ir a mal para Hanji con todo su círculo social y de confianza, Nanaba fue apartada por la pareja de una forma muy discreta, dejando de involucrarla en muchos sucesos que ocurrían en sus vidas, y sólo actualizándola cuando ella era quien los buscaba. Cuando la relación de Hanji y Levi terminó, Nanaba se mostró preocupada, y aunque intentó sacar información del pelinegro, este jamás habló.

No habían tomado ningún tema alrededor de Hanji desde que Levi había anunciado a sus amigos que se habían divorciado, y Nanaba había sido la principal participante en hacer menos tensa la situación, apoyando siempre al cambio de temas alrededor del trabajo o a cosas fuera de la vida privada, y siendo quien marcaba el silencio en los demás si estos comenzaban a cuestionar a Levi sobre su relación pasada.

Por ese motivo, Levi estaba sorprendido de que ella estuviera cruzando su propia línea autoimpuesta en ese momento.

—Ha sido raro —respondió Levi, volviendo su atención a las escaleras—. No es la relación que solía ser, que ya lo esperaba. Pero hemos sabido convivir sin intentar matarnos.

Nanaba sonrió nostálgica, algo que Levi captó de reojo.

—Bueno, tú eras quien intentaba matarla todo el tiempo por lo loca que era —soltó una leve risa, divertida por el recuerdo—. ¿Cómo es que ella llegó a ti?

Levi suspiró.

—Yo la busqué, si soy honesto con mis acciones.

Nanaba, sorprendida, volteó a verlo cuando llegaron al primer descanso entre pisos, parándose instantáneamente.

— ¡Tú la buscaste? —preguntó, con los ojos bien abiertos y la boca abierta.

Levi asintió.

—Extraño, ¿verdad? —dijo serio, mirándola— Pero sí, fui yo quien buscó el contacto de nuevo.

— ¿Y ella te dejó? —preguntó escéptica.

Levi se encogió de hombros.

—Supongo que puedes tomarlo así.

—Creí que había sido ella quien te había buscado… por necesidad —admitió.

Levi enarcó una ceja, curioso.

—Bueno, es que… mira, ustedes mismos parecen tener una clara privacidad del asunto, pero ya dijiste delante de nosotros que están cuidando a un grupo de niños entre los dos. Asumí que Hanji se había metido en otro problema con algo grande y había ido a ti por desesperación —comentó Nanaba.

Levi acomodó su carpeta de nuevo debajo del brazo, evitando que el contenido se cayera mientras regresaba a su descenso por las escaleras. Nanaba lo siguió.

—No vino a mi buscando ayuda, fui yo quien se la brindó. Por eso reconectamos.

— ¿Qué pasa entre ustedes dos? —preguntó Nanaba en voz baja.

Algunos trabajadores del edificio habían sido compañeros de Levi y Hanji cuando estos estuvieron casados, y una parte de la vida de ambos era conocida en la sede porque eran un dúo muy distintivo entre la gente. Tras el divorcio y la renuncia de Hanji, mucho silencio se había mantenido entre los compañeros para evitar llevar a Levi al límite de la tolerancia cuando sabía que mucho de su vida privada era tema de chisme o rumores, y eso había incluido que su mismo círculo personal tuviera el mismo nivel de discreción que él manejaba.

Por eso Nanaba había aprovechado el espacio a solas ganado en las escaleras para traer a la mesa el tema, pues sabía que no estaba arriesgando nada de Levi en ello.

—Me sorprende que Hanji no te lo haya dicho ya —admitió Levi—. Siempre han sido tan unidas que hasta la cuenta bancaria han de compartir.

Levi sabía esto porque Hanji y Nanaba siempre defendían su amistad de mejores amigas como algo casi sagrado, hasta de él, y si algo ocurría en su vida de pareja, Levi sabía que Nanaba estaría al tanto ya que Hanji le habría dicho todo.

En sus pensamientos no notó que su compañera ya no lo seguía, dándose cuenta de esto cuando se disponía a bajar al segundo tramo de escaleras a la derecha, pues vio los pies de Nanaba a la altura de su cabeza en el nivel de escalones anterior.

Giró la cabeza hacia ella, viendo como su rostro era cubierto por una expresión de tristeza y pena.

— ¿Qué te pasa, Nanaba?

Nanaba abrazó su carpeta y bajó las escaleras a paso lento.

—Desde que tú y Hanji se divorciaron, ella jamás volvió a hablar conmigo —contó. Levi la miró, confundido—. Ella me cortó las comunicaciones, dijo que no quería volverme a ver.

Levi frunció la seño. Él no se había enterado de esta situación, creyendo que ambas se habían mantenido conectadas, aunque él ya no era parte de la vida de una. Usualmente eso era lo que pasaba, y había esperado que no rompieran su unión para que Nanaba fuera el apoyo que Hanji iba a necesitar.

Extrañado, giró en su lugar y la miró atento.

— ¿Porqué lo hizo? —preguntó con necesidad de saberlo.

Nanaba llegó hasta él y mantuvo un par de escalones de distancia.

—Porque me negué a contactarla contigo —respondió—. Cuando se divorciaron, ella vino a mí muchas veces cuando tomaste el permiso para ser movido de base temporalmente. Me rogaba que le dijera a dónde habías ido, qué había estado pasando contigo y porqué te habías desconectado sin avisar. Estaba muy confundida por todo, pero yo sabía que no podía decirle nada, así que me negué a responder cualquiera de sus preguntas. Hanji casi se volvía loca en mi oficina y empezó a gritar, cuestionándome si realmente le era leal, y le advertí que seguridad la echaría si no se calmaba. Ella lo tomó como una amenaza, se fue y nunca volvió a hablarme. Me bloqueó de todas las redes, mi celular, mi número fijo, los de mis familiares y hasta el de Mike. Eso fue todo. No hemos vuelto a hablar en años.

Levi no podía acabar de digerir lo que Nanaba le dijo, habiendo sido completamente ignorante de esta situación por años.

Años.

— ¿Porqué no me dijeron nada de esto? —preguntó molesto.

—Porque no queríamos ponerte peor de lo que ya estabas —respondió Nanaba—. Sabíamos que no estabas en el mejor estado, cuán mal te ponía la situación. Era reciente, así que Erwin, Mike y yo acordamos no decirte nada. Y como volviste bien de tu tiempo fuera, decidimos no perturbarte con ello. Por eso nunca te lo dije.

Levi asintió, tratando de entender la situación, pues sabía que sus amigos no tenían malas intenciones con él. Eso era un hecho, ¿porqué Hanji lo había visto de otra forma?

—Pasó el tiempo y decidimos que muchas cosas era mejor jamás traerlas de vuelta, por tu salud mental. Por eso lo mantuve en secreto.

Levi tomó aire profundamente, mirando hacia la ventana junto a las escaleras contrarias, pensativo, sintiéndose en un mar de preguntas.

Ahora que sabía que ella había estado literalmente sola, ¿qué había pasado con Hanji cuando se fue?

—Gracias, Nanaba.


—Historia, Matemáticas, Ciencias, Física, Química y he tomado cursos para Redacción, Escritura y Comprensión Lectora.

Hanji sostuvo el teléfono contra su oreja con el hombro, echando su hoja de currículum a un lado en la mesa pequeña de café. Estaba sentada en la sala pequeña de té de la señora Amanda, encerrada del ruido del exterior para poder hacer las llamadas de solicitud de empleo que había estado mandando.

La señora Amanda estaba con los niños en la biblioteca, enseñándoles las cosas que tenía ahí para distraerlos y dejar que Hanji hiciera sus llamadas en paz.

¿Mencionó que tiene hijos? —preguntó la voz al otro lado. Era una mujer mayor, por lo que notaba por la voz, y esta la estaba guiando en el proceso de reclutamiento.

—Sí, tengo hijos —respondió segura, aunque temía que esta respuesta fuera un impedimento para que le dieran el empleo.

¿Requiere de tiempo para ir por ellos a la escuela que interfiera con nuestros horarios que le he mencionado?

Hanji miró la hoja donde estaba anotando todo, viendo el horario de trabajo que era de las nueve am a las cinco pm.

Los niños aun no estaban inscritos a ninguna institución, por lo que no podía responder honestamente a la pregunta, pero sabía que Levi podía ayudarla en esto.

Sacó su celular del bolsillo de su ropa y abrió la aplicación de mensajes, buscando su conversación con Levi.

HANJI ZÖE

Levi, ¿cuál es el horario de los niños si entran a la escuela de la policía?

— ¿Me permite un momento? Revisaré el horario escolar de los niños.

Por supuesto —respondió amablemente la mujer.

El teléfono vibró en su mano.

LEVI ACKERMAN

Entran a las 6am y salen a las 3pm, con desayuno y una hora de almuerzo.

—No, no interfiere —respondió. La hora de salida tendría que ser ajustada entre Levi y ella, pero de momento aceptaría lo que venía.

Ya le habían rechazado cuatro solicitudes, y cinco no le habían ni contestado. Esta era la última que iba a tomar en la semana, luego se concentraría en la siguiente investigación en la que estaba participando, por la que recibiría una buena cantidad que la mantendría estable al menos por un mes, y confiaba en ello para terminar de cubrir las necesidades de los niños.

Por ello era necesario buscar otro empleo, porque con esa última investigación por venir, estaba segura de que no podía vivir siempre de depender de las investigaciones esporádicas que le presentaran.

¡Excelente! Parece estar todo en orden. ¿Usted tiene alguna pregunta? —dijo la mujer.

—Sí, ¿habría algún problema si pido ciertos permisos de salida en caso de que haya un problema con mis niños? —preguntó ella.

Hmmm, supongo que no, siempre y cuando no sean frecuentes. Pasaré esta entrevista a mi dirección, y le llamaré en la semana, ¿a qué hora está disponible?

—Cualquier hora después de las nueve de la mañana —contestó segura.

Muy bien. Bien. Guardo su información, señorita Zöe, le agradezco esta entrevista.

—Gracias a usted, señorita —dijo Hanji.

Que tenga buen día, señorita Zöe. Nos vemos.

—Hasta luego.

Hanji bajó el teléfono y lo colocó en su base en el centro de la mesa, tomando aire cuando reconoció la sensación de adormecimiento que siempre le dejaban las entrevistas de trabajo.

Empujó los papeles uno sobre otro, leyendo de reojo el contenido en las hojas para saber el orden y a qué carpeta correspondía. Tenía documentación de cada uno de los niños, pues había pensado que, de ser posible, podría inscribirlos en la misma escuela en la que ella consiguiera trabajo.

Sin embargo, había muchas instituciones que habían escrito en sus reglas que no podían inscribirse hermanos en la misma institución si más de dos compartían mismo salón, o había más de cuatro en el mismo plantel, lo que ocasionalmente ocurría si estos tenían calificaciones similares en los exámenes de ingreso.

Y, desafortunadamente, al menos cinco compartían mismo nivel de curso, tanto por edad como por calificaciones, pues tampoco estaban tan lejos de puntaje de acuerdo a como Hanji los había educado y evaluado.

Por ello tenía que tener esperanza en que Levi pudiera inscribirlos en la escuela de su trabajo. Había considerado las escuelas que cumplían con nivel de primaria a preparatoria, pero esas escuelas normalmente eran de paga, y no contaba con el dinero para pagar la matrícula de cada uno, y no esperaba que fueran bajas. Y aunque Levi estaba apoyando con el gasto, no creía que el pago de matrícula fuera barato, y sería un problema incluso para ambos salarios combinados.

Las escuelas de gobierno eran pocas, y tampoco recibían grandes cantidades de familiares en un mismo plantel.

Había muchas trabas para cualquier tipo de opción, y las inscripciones se volvían cada vez más difíciles conforme pasaba el tiempo.

Ella mejor que nadie conocía todo el proceso por el que pasar con los niños, y por ello, vivirlo en carne propia era menos difícil, pero sorprendente. Ni con sus mejores trucos estaba logrando el mejor resultado para ella y para los niños.

Se recostó contra el respaldo del sillón individual, recargándose contra el descansa brazo derecho con el codo y colocando su cabeza sobre su puño, mirado a la ventana tapada con las cortinas a su derecha. El sol ya estaba terminando de ocultarse, por lo que la iluminación de la habitación ya dependía de las lámparas viejas, cálidas de hierro que colgaban de las paredes, porque no había ni siquiera una lampara en el centro del techo.

Por la pequeña apertura de las cortinas podía ver levemente el campo que rodeaba la casa, más allá de la valla que separaba los jardines traseros, y se dio cuenta de cuán poco concurrido era ese lugar al haber visto únicamente dos vehículos pasar en todo el día, un auto y un camión de carga.

—La calma sí que se siente mucho —se dijo a sí misma, pensando en cuán pacífica sería la vida en ese lugar si se mudara con los niños.

No descartaba el irse a vivir hasta allá, pues la casa que la señora Amanda le estaba ofreciendo era una propiedad muy buena para que la vida de los niños tuviese un desarrollo fuera de preocupaciones, y tenían algunas tiendas en el lugar que les servirían para cualquier emergencia. El agua llegaba por tuberías sin problema, y los servicios como el gas y luz eran muy estables ahí, así que no había nada de la misma casa que le impidiera mudarse.

El problema era el trabajo, pues hasta no confirmar en dónde iba a laborar, la ruta marcada de viaje tendría que ser desde la casa de Levi, que era un departamento lejano a la sede de la policía hacia la casa de la señora Amanda. Era una ruta larga, y si decidían un camino planeado desde ahí, cualquier recorte sería más fácil de planificar.

O, bueno, al menos eso había aprendido cuando se mudó sola y comenzó a trabajar en el orfanato.

—Maestra Hanji.

Hanji giró la cabeza sobre el respaldo hacia la puerta detrás de ella, una puerta doble, alta, de madera con adornos dorados, y miró a Eren parado detrás de la única que él podía mover, mirándola con curiosidad y pena en los ojos.

Se puso de pie y dio media vuelta, sonriendo cansada pero genuina hacia el chico.

— ¿Qué pasa, Eren? —preguntó cariñosa, llamando al niño con las manos.

Eren corrió hacia el interior, yendo hasta ella y dejándose tomar por los hombros.

— ¿Puedo preguntarte algo? —pidió el chico con un semblante curioso, pero con pena, demostrado por el ligero sonrojo que estaba cubriendo sus mejillas.

Hanji enarcó una ceja.

— ¡Claro! Pregúntame sobre lo que quieras, soy un libro abierto —respondió sonriente.

Eren apretó el labio superior en un puchero alzado, escrutando a Hanji con la mirada, buscando algo en ella.

— ¿Ha-Hay problema si le decimos abuelita a la señora Amanda? —preguntó firme, pero trabado, tratando se mostrar valentía, pues tenía las manos cerradas en puños, la espalda recta, pero temblaba un poco.

Hanji parpadeó un poco, sorprendida por la pregunta, pero más por su actitud.

Eren rara vez preguntaba cosas o hablaba de cualquier tema con pena o vergüenza, siendo muy abierto en sus opiniones y muestras de tener dudas acerca de algo. Iba a quien fuera necesario para obtener las respuestas necesarias, y no podía preocuparle menos el tener discreción o ser suave con lo que le interesaba.

Por ello, el aspecto que le mostraba Eren era no sólo poco inusual, sino preocupante.

—Ehm… no veo por qué no podrías llamarla abuelita, tendrías que preguntarle directamente a ella para ver si no le molesta —contestó sincera.

Eren torció la boca, pensativo, mirando hacia un lado.

—Es que muchos de nosotros teníamos abuelos —. Hanji imaginó que se refería a él y los demás huérfanos—, y les decíamos "abuelito" o "abuelita". ¿No estaríamos haciendo mal llamando así a la señora Amanda?

Hanji entonces entendió un poco de dónde venía el que Eren preguntara.

Levantó la mirada discretamente y encontró unas siluetas en el pasillo, ocultas detrás de las paredes, apiñadas entre ellas con poco cuidado.

Volvió su mirada a Eren, sonriendo al darse cuenta de la situación.

— ¿Porqué no le preguntamos juntos a la señora Amanda? —propuso Hanji, ganándose una mirada más interesada del niño.

— ¿Nos ayudarías con eso? —preguntó con una sonrisa.

Hanji se encogió de hombros.

— ¡Claro! Pero no hoy, porque tenemos que irnos ya —respondió, soltándolo y enderezándose, colocando sus manos en sus caderas—. Ve con tus hermanos y vayan a preparar sus cosas para marcharnos. Debemos llegar temprano a casa, y el camino es largo.

— ¡Ok!

Eren salió corriendo de la sala, abriendo la puerta con fuerza y poniendo en evidencia a sus amigos, quienes lo siguieron mientras él les iba diciendo que Hanji los iba a apoyar en su petición.

Hanji los miró alejarse, y antes de perder de vista al último, su teléfono sonó con un tono corto, indicándole que había recibido un mensaje.

Sacó el aparato de nuevo y miró a la pantalla, desbloqueándolo cuando notó que el texto requería respuesta.

LEVI ACKERMAN

¿A qué hora salen de la casa?

HANJI ZÖE

En media hora ya estaremos en la calle.

LEVI ACKERMAN

No se vayan, voy por ustedes. Mándame la dirección.

Hanji arqueó ambas cejas, curiosa por lo que eso podría implicar. Levi tendría que dejar el auto y caminar con todos, o apretarlos a todos en los asientos nada cómodos para más de dos.

Dejó que eso no fuera un problema para ella el resto del tiempo, caminando hacia los papeles para tomarlos y prepararse ella misma. Que Levi la sorprendiera como siempre lo había hecho.


—A las cinco de la mañana entre Río Doce y Avenida Cuevas, con al menos dos cuadrillas.

Levi se pasó un dedo por la comisura interna del ojo, retirando una lagaña mientras parpadeaba un par de veces para poder despejar el sueño que estaba sintiendo. El teléfono estaba sostenido entre sus dedos con mucha flojera, usando sólo dos dedos para empujarlo contra su oreja.

Estaba recargado contra el borde delantero del escritorio, mirando a través de su ventana cómo muchos compañeros ya abandonaban el edificio.

Nanaba se acercaba hacia su lado por el fondo del Plato, por lo que asumía que iba con él.

—No no, solamente preparen adecuadamente el equipo que ya hemos acordado, agreguen doble cantidad extra, podríamos necesitarla —respondió a la pregunta de su compañero—. Gracias, nos vemos mañana. No se retrasen.

Colocó el teléfono fijo en su base y esperó por Nanaba, quien al llegar a la puerta le sonrió y tocó dos veces con los nudillos en el marco, entrando en cuando él le hizo un gesto de reconocimiento con la cabeza.

— ¿Listo para irte? —preguntó Nanaba.

—Solo empaco el portafolios y me marcho. ¿Necesitas algo?

Nanaba le entregó un sobre.

—Erwin me pidió que te diera esto antes de que acabara el día.

Levi tomó el sobre, examinando ambos lados con interés. En uno había una postal de un hámster, y del otro sólo había una firma pulcramente hecha con la letra de Erwin, que decía "Para Levi".

Si fuese algo serio, no tendría la postal de hámster, pues a Erwin le gustaban los hámsters (por algún extraño motivo de su niñez) y sólo lo mencionaba a sus contactos más cercanos, y no incluía este detalle en nada a menos que fuera una situación informal.

— ¿Alguna idea? —preguntó Levi a Nanaba.

Ella negó con un gesto de cabeza.

—Hay un hámster, imagínate qué puede ser. Debe ser tema de ambos, así que usa tu cabeza.

Nanaba se dio la vuelta y levantó la mano, dando una despedida mientras se alejaba.

— ¡Nos vemos mañana, pasa buena noche!

Mientras la veía alejarse, Levi metió su mano libre en el bolsillo del pantalón, chocando sus dedos con su celular. En ese momento, algo se encendió como chispa en su cabeza, lo que lo hizo enderezarse en su lugar y caminar hasta la puerta, sosteniéndose del marco de ella.

— ¡Nanaba! —llamó.

La mujer se giró inmediatamente para mirarlo, esperando por sus palabras.

— ¿Trajiste a Clara?


—Dos, tres, cuatro…

— ¡Y le traeremos más papas fritas! —dijo Sasha con entusiasmo a la señora Amanda, quien le sonreía parada en la puerta de su casa.

Hanji los iba contando de uno a uno, acomodando las bufandas y chamarras en el proceso. El frío de la noche era fuerte en ese momento, lo que le preocupaba para el largo camino que emprenderían.

—Recuerda que no puedo comer picante —indicó la señora Amanda a Sasha, quien asintió.

— ¡Sin picante!

—Supongo que estamos listos —susurró Hanji. Se giró hacia la señora Amanda y caminó hacia ella, acomodando su bolso-mochila contra su espalda—. Le agradezco por toda su ayuda. Le llamaré en la semana para comentarle lo que obtenga en estos días.

—Recuerda hablar con el Capitán Levi —susurró la señora Amanda, inclinándose un poco hacia Hanji mientras los niños hablaban entre ellos, aprovechando el despiste—. De todo, Hanji.

Hanji apretó la boca, sabiendo que esa instrucción venía con segundas intenciones. No quería ser grosera con la señora Amanda, pero realmente odiaba que se metieran en su vida privada.

—No se preocupe, todo estará arreglado —aseguró, sin confirmar que haría lo que le dijo. Quería ser neutral al respecto.

La señora Amanda retrocedió en su lugar, parpadeando hacia la castaña con reconocimiento, pues conocía bien a la doctora, y la semi afirmativa respuesta que le dio no era algo satisfactorio, pero jamás iba a forzarla a prometerle algo tan grande.

—Nos moveremos a la calle para esperar a Levi —dijo Hanji, acercándose a la señora Amanda para despedirse.

Ambas intercambiaron besos en la mejilla con sonrisas amables mientras los niños se tomaban de las manos.

—Cuídense mucho, Hanji. Lleguen con bien a su hogar —pidió la señora.

—Lo haremos, señora Hudson. Muchas gracias.

Los niños se despidieron en coro por última vez, dejando que la señora entrara a su casa y se resguardara detrás de la puerta.

Hanji se paró delante de los niños y los tomó de las manos, caminando frente al grupo y mirando alrededor. Las demás casas a lo lejos ya tenían luz, y las tiendas aún más lejanas apenas daban presencia con un leve brillo en el horizonte.

Vivir en esa zona sería… raro.

Volvió su vista a la calle cuando llegaron a la reja, abriéndola con facilidad al no tener seguro, y sacó a cada uno de los huérfanos uno a uno, parándolos pegados a la pared de la reja y ordenándoles que se agarraran a ella mientras cerraba.

Al asegurarse de dejar la puerta en su lugar, Hanji hizo otro conteo rápido hacia los niños, uno a uno, antes de volverse hacia la calle al escuchar el ruido de un auto.

Miró al fondo, notando un par de luces que parpadearon en cuando ella levantó la mirada.

Debe ser Levi, pensó.

Pero tenía sus dudas, pues el auto no sonaba con motor potente, y mucho menos se veía pequeño. Era uno grande y ancho, y conforme se acercaba, Hanji vio a una camioneta blanca llegando hasta ellos, bajando la velocidad hasta detenerse al lado del grupo.

Los niños miraban al vehículo con curiosidad. La puerta del conductor se abrió, y Levi, vestido con su elegante traje negro, bajó del auto, alborotando a los niños.

— ¡Capitán Levi! —gritaron todos.

Levi los miró inmediatamente, sabiendo que, si no los colmaba de atención, estos niños serían un desastre de gritos y llamados en el auto, y era demasiado tarde para lidiar con ello. De reojo observó a Hanji, poniendo especial interés en su aspecto, pues parecía que no estaba cansada, pero no se veía con ánimos de una plática.

—Hey, mocosos. Suban a la camioneta antes de que se mueran de frío —ordenó, abriendo la puerta corrediza trasera.

Los niños corrieron hacia él, y los ayudó a subir uno a uno, pues el escalón les quedaba alto a la mitad de ellos.

— ¿Tuvo que estirarse mucho para alcanzar los pedales? —preguntó Connie con una sonrisa divertida.

Levi frunció el ceño.

—No tanto como tú vas a tener que correr a la casa si vuelves a soltar otro chistecito.

La cara de Connie pasó a un blanco casi de papel, ganándose la burla de sus amigos cuando estuvo dentro de la camioneta. Levi se acercó a Annie y Krista cuando estas se pararon junto a él, agachándose a su altura y levantándolas por debajo de las piernas.

—Tendrás que llevarlas contigo, no hay tanto espacio —dijo Levi a Hanji, quien lo miraba sorprendida.

Hanji reconocía esa camioneta, y era claro por la mirada de disgusto que tenía sobre ella. La castaña giró su atención a Levi y miró a las niñas.

—Bien.

—No se vayan a bajar —indicó Levi a los niños, pues aún tenía que asegurarse de que tuvieran el cinturón puesto, así que dejó la puerta abierta—. Si doy la vuelta y hay alguien fuera de su asiento, se quedará un día entero estudiando matemáticas sin permiso de comer dulces ni jugar, y estarán castigados todos los juguetes y la televisión.

Levi y Hanji se alejaron mientras los niños se terminaban de acomodar en sus asientos.

—Suena como el cielo para Armin —comentó Ymir, ganándose una risa de todos sus amigos, exceptuando Armin, quien se sonrojó.

Al llegar al lado del pasajero, Levi extendió dos dedos con facilidad, pero cuidado, pues sostenía a Annie contra él con fuerza, y no quería poner en juego el balance y tirarla. Hanji pudo haberlo ayudado, pero Levi era muy, MUY FIRME, con su papel como caballero, por ello no la dejaría ni siquiera meter un tercer dedo de apoyo mientras él pudiera manejarlo, así siempre había funcionado su vida.

—Adelante —indicó él.

Hanji pasó por detrás de él y alcanzó el asiento del pasajero, sujetándose del borde de la puerta para entrar. Subió de un salto, quitándose la mochila en proceso para colocarla a sus pies en el piso. Cuando estuvo acomodada y terminaba de asegurar el cinturón al seguro a su lado, Levi le pasó a Krista, a quien Hanji sentó en su pierna izquierda, recibiendo a Annie en la otra.

Levi cerró la puerta cuando la mujer asintió hacia él, y caminó a paso rápido hacia la vuelta, yendo con los niños.

Uno a uno se encargó de colocar los cinturones. No había tantos, por lo que se las ingenió para usar uno para dos de ellos, logrando asegurarlos firmemente. Como quiera iba a conducir despacio por seguridad, pero conocía el estado de la gente en la noche, y conducían de formas tan descuidadas, o bajo influencia de sustancias que les inhabilitaban los sentidos, que él no era ignorante del número de accidentes en auto que ocurrían en carretera.

Colocó el seguro contra niños y cerró la puerta, caminando hacia el lado del conductor y echando una mirada hacia la casa de la señora Amanda. Ella creía que él no la había visto, pero Levi la notó detrás de los vitrales de su puerta, mirando hacia la calle.

Giró y entró a la camioneta, cerrando la puerta con rapidez y encendiendo el clima para tener cálido el vehículo.

—Nos vamos ya —arrancó el motor—. Espero hayan pasado al baño porque no me detendré para nada.

Un grito coreado se escuchó, pero Levi los ignoró a todos y encendió el auto.


Los primeros cuarenta minutos del viaje se llenaron con la actualización de los niños a Levi, contándole todo su día desde todos los puntos de vista disponibles, quitando el de la callada Annie, la pequeña Krista y la indiferente Ymir.

Eren había empezado contándole a Levi sobre cómo Hanji los había despertado y cómo había empezado su rutina. Él guiaba la mayor parte de la conversación, llevando a todos para seguir el hilo de temas, instándolos a participar.

Con ese ruido, Levi se calentó un poco en el ambiente y se fundió con ellos, platicando de vez en cuando y comentando una que otra opinión, lo que lo sorprendió.

— ¡Pero es gigaaaante! —dijo Eren, cruzando sus manos entre sus rodillas y mirando hacia Levi desde atrás— ¿Cómo es su casa, Capitán Levi?

—Es un departamento grande. La mitad de ustedes podría vivir ahí —comentó casual, levantando dos dedos de la mano izquierda para empujar la palanca junto al volante y encender las luces altas del auto.

Escuchó un jadeo detrás de él, enarcando una ceja al suponer por qué pudo ser.

—No se van a mudar conmigo.

Un "aaahh" molesto le llegó a los oídos, riéndose mentalmente de la desilusión de los niños. Miró de reojo a Hanji, pero ella lo ignoraba, fingiendo estar enfocada en la carretera.

No había hablado nada desde que subió a la camioneta, y Levi sabía que el motivo era el que la dueña del vehículo era Nanaba.

Clara era una camioneta bastante grande que Nanaba había pagado con ayuda de Hanji cuando ambas habían conseguido su primer trabajo a sus cortos diecinueve años. Hanji le había ayudado a ahorrar, pues Nanaba había huido de casa de sus padres cuando era menor de edad, pues estos la querían forzar a un matrimonio arreglado con un conocido de ellos para que la empresa de su padre se unificara con la empresa de su mejor amigo.

Nanaba había especulado que era el modo más estúpido para unir empresas, y, siendo aun dependiente de ellos, pidió la ayuda de su amiga de toda la vida para poder huir de su hogar. Hanji y Erwin fueron quienes trabajaron en lograr que Nanaba se independizara, con la ayuda del padre de Erwin, quien los apoyó en todo lo legal.

Ambas habían sido inseparables desde mucho tiempo atrás y por muchas cosas que sólo los mejores amigos compartían.

El divorcio de Hanji y Levi había traído muchas desgracias a ambos, pero en especial para la castaña, quien vio lastimadas sus relaciones cercanas, y la de Nanaba era un ejemplo de ello. Levi nunca había querido esto para su exesposa, pero entendía que no podía lamentarse de algo que en el pasado no pudo controlar, ni siquiera saber.

— ¿Cómo lo pasaste tú? —preguntó Levi en voz baja a Hanji mientras los niños se enfrascaban en otra plática entre ellos.

Hanji parpadeó un par de veces, pero no lo miró, eligiendo seguir atenta a la carretera delante de ellos.

—Bien. Estuvo tranquilo —respondió casi murmurando. Suspiró y se dejó caer contra el respaldo, llevando a las dos niñas contra su pecho—. Los niños jugaron mientras hice algo de trabajo. Fue bueno para ambos.

—Podría llevármelos algunos días si necesitas un descanso —comentó Levi, notando cuán agotada se veía ella—. Sólo llámame e iré por ellos.

—Gracias, pero no es necesario.

Levi no quiso molestarse en discutir, pues el pequeño gesto de agradecerle por la propuesta, venía cargado de un rechazo firme que él creía que había estado derrumbando poco a poco. Parecía que Hanji seguía decidida a dejar los pasos atrás en donde estaban.

—Capitán Levi —llamó Eren.

Levi enarcó una ceja y alzó la comisura de la boca.

—Dime.

— ¿Porqué sale humo del coche?


Cerró la puerta con cuidado, no queriendo alterar a los niños con su enojo. Pero a Hanji pareció importarle poco, pues dio un portazo del lado del pasajero, moviendo toda la camioneta mientras rodeaba el vehículo por el frente.

—Definitivamente muerto —dijo Levi.

— ¡Maldita máquina vieja, inútil, inservible…!

Levi se abrazó un poco, protegiéndose del frío de la noche mientras Hanji despotricaba al aire.

La camioneta se había detenido pocos segundos después de que Eren señaló el humo que salía del motor, y Levi había orillado la camioneta a la línea de su carril para dejar libre la doble vía, quedando parados junto al campo que se extendía a su lado derecho.

Se bajó tratando de encontrar el daño o error en el motor, pero no había dado con lo que fuera que lo mantenía apagado. Quince minutos después volvió al auto para quitarse la chaqueta y evitar dañarla por si seguía revisando, pues no quería tener que lavar manchas de aceite o mugre de su ropa más fina. No era alguien especialmente apegado en cuanto al valor monetario de algo, pero sí lo era en cuanto a su fragilidad, pues sus trajes estaban hechos de una tela tan delicada, que ya había comprobado que el lavado que llegaba a darles podía ser perjudicial si no tenía cuidado, así que optaba por enviar esas prendas a tintorería.

Miró hacia el interior del auto, donde los niños se distraían hablando entre ellos y viendo hacia las ventanas junto al campo. No era buena idea estar tan noche con todos ahí, y Levi estaba preocupado de qué haría.

Volvió su mirada a Hanji, quien se encontraba inclinada sobre el motor y debajo del capó, con la cabeza casi enterrada entre los fierros y tubos.

—… y que el fabricante se rompa las piernas, que los patrocinadores ardan en el infierno por decir que esta tontería de camioneta era todo terreno.

Los insultos evolucionaban gradualmente, y Levi no estaba sorprendido del variado catálogo que Hanji tenía en la cabeza.

—Vuelve al auto, te vas a enfiar —indicó Levi, acercándose por un lado hacia Hanji.

Ella emergió del interior con la cara más furiosa que le había visto por un coraje, con las mejillas rojas y los lentes chuecos.

— ¡No me estés diciendo qué hacer! ¡Busca soluciones! —regañó.

Levi torció la boca y la tomó del hombro, forzándola a mantenerse en su posición para no dejarla volver a revisar el motor. Realmente no había nada que revisar por su cuenta, y aunque Hanji tuviera un conocimiento y educación amplio de mecánica, robótica y electrónica, sabía que no era suficiente para el problema que tenían entre manos.

—Escúchame: vuelve al auto. Iré contigo, y llamaré a Erwin para que venga por nosotros.

— ¡NO! ¡No quiero a ninguno de ellos aquí!

Hanji le apartó la mano de un manotazo, apartándose de él varios pasos hasta que cada quien estuvo en un lado del auto. Ella no le dio la espalda, mirándolo a los ojos y apretando los puños.

Levi no se movió, inseguro de qué hacer con ella en ese momento.

— ¡No quiero que jamás los vuelvas a involucrar, a ninguno de ellos, con los niños y conmigo! —exigió Hanji con voz ronca— ¡Erwin, Nanaba, Mike! ¡Cualquiera de ellos, no quiero que estén cerca de mí ni de mis niños!

—Hanji, ¿qué pasó? —preguntó Levi con calma, bajando las manos a ambos lados de su cuerpo, queriendo externar una pose abierta, no defensiva, porque eso podría ser peor para lo que Hanji percibía de él— ¿Porqué no quieres verlos? ¿Qué ocurre?

Hanji bajó la cabeza al piso y apretó la boca, arrugando la nariz. Se acomodó los lentes, pero no los soltó.

—No quiero volver a verlos jamás, quédate con eso. Sólo tú estas permitido para estar aquí porque has tomado la responsabilidad de los niños, pero todos los que fueron mis amigos están fuera de mi vida para siempre.

Hanji levantó la cabeza y caminó hacia el lado del pasajero.

—Si te atreves a ir en contra de mis deseos, tú volverás a estar fuera, Levi. Para siempre esta vez, y no me importa si los niños me odian por esto, o cuánto quieras estar con ellos. Te vas.

Hanji se perdió la mirada de preocupación que dejó en Levi en cuando se subió al asiento del pasajero. Levi la miró hasta que el capó la borró de su visión, y volvió su atención, contemplativo, hacia el motor, pensativo, pues Hanji no le estaba poniendo fáciles las cosas.

Bajó el capó del auto y cerró el motor. Dio media vuelta y volvió a la camioneta, colocando el saco sobre sus piernas mientras el calor lo envolvía junto a las voces infantiles detrás.

— ¿Qué haremos? —preguntó Berthold, asomándose por el lado del cinturón de seguridad.

Levi lo miró de reojo.

—Estoy pensando en algo. No tenemos muchas opciones.

— ¿Y hay algo que podamos hacer nosotros? —preguntó Mikasa, asomándose del otro lado del asiento.

Levi asintió hacia ella.

—Pueden comenzar a quitarse sus chamarras, abrigos y bufandas. Voy a hacerles una cama improvisada atrás para que estén más cómodos.

Entre emoción por la "nueva aventura", según palabras de los niños, estos comenzaron a deshacerse de las prendas que Levi les indicó.

Levi miró a Hanji, notando que esta escondía su rostro detrás del cabello de Annie y Krista.

Suspiró, sintiendo la pena de que su comunicación no podía ser mejor.

— ¿Para qué sirve esta palanca?

Levi abrió los ojos como platos, y en coordinación con Hanji, ambos voltearon de golpe hacia la parte trasera de la camioneta.

— ¡NO LA JALES!


A un capítulo de pedir piedad porque me estoy tardando con las actualizaciones :'c

¡Hola a todos! Espero se encuentren muy bien. Una gran disculpa por la tardanza con los capítulos. Me he mudado y tuve dos meses estresantes para realizar todo el movimiento, y un mes estuve sin mi computadora, así que no podía trabajar nada u.u

Como leyeron, poco a poco se va develando lo que ocurrió con Levi y Hanji en el pasado, y sus amigos pronto tendrán más y más que ver en esto :3

¡Espero que les haya gustado el capítulo! Agradezco mucho que le den tiempo al fanfic y lo lean :D

Cuídense mucho ¡Nos Vemos!

Ana Kogane Holt