NOVENA COPA


—Compartan esa sopa —indicó Levi mientras le pasaba un bote de sopa instantánea a Connie y Sasha— ¡Y lo digo por ti, Sasha! Es para ambos. Cada uno irá tomando una pequeña ración con el tenedor. Meten el tenedor, dos vueltas y se comen ese bocado. Luego dejan al otro.

Sasha miró con pena hacia la sopa, sintiéndose ansiosa por comer la pasta, pero fastidiada porque tenía que moderarse. Levi la había regañado un par de veces porque, en casa de Hanji, la niña se comía las raciones que eran para dos o tres de los chicos, provocando que Hanji tuviese que dividir más el resto de las raciones o no comer ella misma.

Levi había notado esto cuando los visitó una noche a tiempo para la cena (era más común que él llegara después de esta), y Hanji explicó vagamente que eso era normal. Sasha fue la primera de todos los niños en recibir un regaño y castigo de la forma más firme y autoritaria que Levi pudo haberles dado, y como los demás fueron espectadores de ello, comenzaron a tener cuidado con lo que hacían que afectara a los demás y su convivencia juntos.

Levi cerró la puerta de la cajuela con suavidad, cuidando no golpear a ninguno de los niños, y rodeó la camioneta hacia el frente, donde Hanji estaba revisando el motor a pesar de que le había dicho que no lo hiciera.

Echó un vistazo rápido al interior de la camioneta, logrando escuchar levemente las pláticas de los niños gracias a las ventanas delanteras que estaban bajadas hasta la mitad para vigilarlos. El clima seguía frío, y habían usado todas las prendas y telas del auto para crear una cama semi decente para que los niños estuvieran sentados y acostados sin riesgo de enfriarse.

Para suerte de ambos adultos, Nanaba traía en la camioneta una especie de reserva de comida para cuando el trabajo en campo requería que tuviera horas de vigilia dentro del auto, o en una zona remota donde no había acceso a alimentos u objetos para necesidades básicas, como papel higiénico, bolsas de plástico, toallas sanitarias, etc. Cuando Levi había comenzado a acostar el respaldo de los asientos para hacer la cama, había encontrado la maleta con los alimentos y la hielera con agua y bebidas saborizadas, y jamás se había sentido tan agradecido de lo precavida que era Nanaba.

Le pagaría las sopas en cuando la viera en el trabajo.

Los autos habían dejado de pasar, y llevaban una hora y media ahí estacionados. La noche aún era joven, y no creía que fuera posible que la ayuda llegara pronto, y mucho menos que el tiempo pasara rápido.

— ¿Algo? —preguntó sin interés. Sabía que no había cambios en la respuesta.

—No.

Hanji emergió del motor de nuevo, aventando al piso la llave de presión que había usado para quién sabe qué dentro de la máquina. Se echó el flecó hacia atrás con los dedos, moviendo la nariz para acomodar los lentes lo mejor que pudo. Las manos y su camisa estaban sucias de aceite y mugre. Levi agradeció que su abrigo lo había mandado dentro del auto, pues no quería tener que lidiar con quitar las manchas de una tela aún más delicada que su ropa normal.

Sí, él iba a lavar la ropa. Ni loco la dejaba meter todo a la lavadora.

—Hay una sopa para ti atrás, con los niños. Ve a la cajuela, el agua caliente está en la cafetera portátil, debajo de los asientos para que los niños no la alcancen —indicó con calma, acercándose a las herramientas esparcidas por el suelo y comenzando la tarea de recogerlas y guardarlas en la bolsa de lona en la que venían.

Hanji, sin ceremonias, se alejó por un lado y rodeó el vehículo, acatando la orden de Levi.

Aunque no habían abordado más conversación, esta no había ido para mejor en cuando Hanji notó el sobre de parte de Erwin en el portavasos del centro, donde Levi lo había dejado, y optó por mantener un silencio impenetrable entre ambos que sólo se rompía si era para atender a los niños.

Levi cargó la bolsa y fue hacia el asiento del pasajero, echando esta a los pies de este. Eren se asomó entre los asientos con ojos curiosos, bajando la voz un poco y colocando una mano junto a su boca, como si eso evitara que alguien más lo escuchara. Todos atrás estaban ignorándolo, envueltos en sus propios asuntos con su cena.

—Capitán Levi —llamó el chico. Levi lo miró—. ¿Porqué la maestra Hanji siempre sonríe de forma falsa?

Levi enarcó una ceja, sorprendido por esta pregunta. Se agachó a la altura de Eren, recargando sus brazos en el asiento para acercarse más al niño y responder en voz baja.

— ¿Cómo sabes que es una sonrisa falsa? —preguntó curioso.

—Ya he visto a la maestra Hanji enojada o molesta antes de venir a nosotros y fingir que no pasa nada. Lo hacía en el orfanato, cuando entraba a juntas con la señora Amanda y los otros profesores: salía enojada, pisaba duro y parecía un monstruo. Pero cuando llegaba con alguno de nosotros, rápido se volvía sonriente y nos hablaba con mucha felicidad. Así que yo creo que es falso. Lo mismo que hizo ahorita.

Levi levantó la cabeza para ver por el pequeño espacio dejado entre el respaldo y la cabecera de este, viendo como la castaña le sonreía a Reiner mientras este le contaba algo.

Se volvió a agachar a la altura de Eren y susurró.

—A veces, cuando las personas sostienen mucho en su interior, emociones negativas, sentimientos malos y pesadez, pueden llegar a decir y hacer cosas que realmente no quieren hacer, algo que es una reacción de una explosión de todo eso que acumulan. Eso que hace Hanji es un mecanismo de protección, para que ustedes no se vean afectados por su estado de ánimo.

— ¿Y porqué lo hace? —preguntó Eren, frunciendo el ceño y torciendo la boca— Cuando nosotros estamos tristes o enojados, ella nos dice lo bueno que es dejar salir esas cosas malas para poder sentirnos mejor o ver las cosas de otra forma cuando se nos pase el coraje. ¿Porqué no lo hace ella?

Levi le sonrió levemente, llevando una mano a la cabeza de Eren y revolviéndole el pelo. Le sorprendía como a veces el niño podía extremar la madurez junto a su inocencia, uniendo ambas en preguntas o acusaciones que, realmente, eran acertadas.

—Porque los adultos somos idiotas, y se nos olvida aplicar muchos de los consejos que tratamos de enseñarles a ustedes —contestó.

—No quiero ser adulto si voy a ser un idiota —dijo Eren con decisión.

Levi entrecerró los ojos.

—Oi, número uno: serás un adulto te guste o no. Dos: no digas esa palabra porque Hanji me va a regañar. Y tres: ahora que sabes esto que te he enseñado, intenta mantenerlo hasta que seas un adulto. Así evitarás ser un adulto idiota y serás un adulto pensante.

— ¡Aaayy! —se quejó Eren, elevando los brazos y enderezándose para volver atrás— Lo pensante se lo dejo a Armin. Él puede pensar por los dos.

El joven castaño se volvió en su lugar y regreso a los asientos traseros, dejando a Levi con una sonrisa divertida.

El detective se enderezó y movió los hombros para estirar la espalda, sintiendo que el peso del día le caía encima.

Cerró la puerta y dio media vuelta, caminando hacia Hanji mientras comenzaba a captar un poco de la conversación.

—… pero tendrán que cursar, al menos, el último de primaria ahí, y luego podrán ir a secundaria —explicaba Hanji.

—Es horrible esto —dijo Connie, soltando un puñetazo al aire con molestia—. ¿Porqué tenemos que ir a la escuela?

—Y, encima, un año atrasados —dijo Armin con el mismo disgusto.

—Así es la ley, chicos —contestó Hanji.

Tomó su tenedor y continuó comiendo su comida, tratando de evadir más preguntas que, por mucho que las explicara, terminarían sin ser completamente entendidas. Estaba muy cansada para seguir con ello, así que se sentó al borde del piso de la cajuela, recargándose contra la pared que tenía las bisagras de la puerta.

Levi se sentó del otro lado, espejeando sus acciones mientras comía su sopa.

Comieron en paz, disfrutando de la cena junto a los niños, quienes por unos momentos decidieron guardar la calma y comer en silencio.

Aunque estaban en una situación nada favorable, Hanji se sentía extrañamente cómoda. Sus niños no parecían molestos, disfrutando de estar en medio de la nada como si fuera una gran aventura, y aunque Hanji no lo admitiera, estaba agradecida con que Levi estuviera con ellos por dos razones.

La primera: No quería ni imaginar cómo iba a lidiar sola con los niños en medio de la nada, pues estaba segura de que encontraría problemas en mantenerse tranquila. Y la segunda: si cualquier extraño raro se acercaba, o un tipo con malas intenciones los atacaba, ella sabía que por sí sola le hubiese costado defenderlos. Por el contrario, Levi era casi un seguro de vida cuando andaba con alguien, pues era tan hábil como fuerte, lo que lo hacía imparable en pelea.

Sí, talvez la gente podía imaginar que Hanji lo veía como herramienta, pero el recuerdo de justo esa indicación la enviaba a tener una justificación para ello.

FLASHBACK

Si alguna vez estamos en una situación de peligro, recuerda que tienes que dejarme atrás —indicó Levi.

Hanji, que estaba sentada en la silla mecedora de la habitación, observó a Levi al instante. Acomodó al pequeño Adam, el bebé de sus vecinos, entre sus brazos, envolviéndolo con más cuidado con las cobijas. Sus vecinos le habían pedido a Hanji y Levi que cuidaran del bebé de apenas nueve meses porque tenían que asistir a una boda en la que eran padrinos, y Hanji no pudo negarse en cuando los ojos cafés del bebé la miraron al instante con mucha fascinación.

Todo el día habían estado jugando juntos, pues Levi no se les unió más que para bañarlo, cambiarle el pañal y los momentos de dedicación de estudio que le habían indicado los padres del niño. Hanji se cansó con el pequeño energético, así que por la noche decidió no hacer los juegos extra y llevarlo directo a dormir.

Por ello estaba sentada en la silla mecedora que rara vez usada, siendo una vieja compra que hicieron ambos cuando se mudaron al departamento. Una mala compra, había dicho Levi, pero se volvió la compra favorita de Hanji para cuando los visitaba el pequeño Adam.

El hombre pelinegro estaba encorvado sentado en su lado de la cama, dándole la espalda a Hanji. No llevaba su camisa, acomodándose en sus pantalones de pijama a pesar del intenso frío que hacía en esa temporada.

Hanji se meció un poco para no despertar a Adam, inclinándose un poco al frente para evitar levantar la voz.

¿A qué te refieres? —preguntó con curiosidad.

Levi no quería voltearse, pues entre sus manos tenía la pistola que tenía en su casa por emergencias, y la estaba checando contemplativo, pues su mente se desvió a un curso extraño de imágenes.

Se le hizo entrañable la imagen de Hanji sentada con el bebé entre brazos, encontrándolos en la silla mecedora en cuando entró en el cuarto dispuesto a ir a dormir, y desde ese pequeño momento, algo le quemó el pecho.

Aunque Hanji y él jamás discutieron algo sobre tener su propia familia, conformes con estar juntos y ser nadie más que ellos dos, Levi nunca se preocupó por la perspectiva de lo que era, realmente, tener una familia.

Ocurrido lo de su madre, se sentía casi profano el pensar en seguir adelante sin ella. Le fue bastante complicado con Hanji al inicio de su relación, y el sobrellevar las pequeñas crisis posteriores a ello fue difícil, pero eventualmente, y con el apoyo de la castaña, todo funcionó.

Sin embargo, el siguiente paso lo aterró. Un hijo, para nada, era una opción descartada: él no sería un buen padre, le faltaba todo ese tipo de características y cualidades que se daban en los hombres para ser padres, además de que ni siquiera se imaginaba obtenerlas en cuando el pequeño ser naciera, como muchos asumían que ocurría. El famoso "tu papá/mamá interno/a saldrá en cuando tengas a ese ser en tus brazos". En su defensa, ni cargando a Adam se sintió lo más cercano al sentido paternal que él creía que debía sentir.

No era protector, no era cuidadoso, no era sensible, no era afectuoso, no era perspicaz, y así podía dictar una lista enorme de cosas que le faltaban, y seguir y seguir hasta que Hanji y él tuvieran cien años.

Por ello quitó cualquier idea de un hijo en sus vidas, agradeciendo silenciosamente que su esposa tuviese el mismo pensamiento callado que él. Como un pacto sensitivo que ambos habían hecho, sin necesidad de una firma o una confirmación.

Pero ese día, ese maldito día de ser niñeras, Levi pensó que todos sus motivos podían ser degradados a los más estúpidos en cuando vio cuán brillante se veía Hanji con el pequeño Adam junto a ella. La alegría que irradiaba, la energía infantil enormemente aumentada por el niño que la correspondía, y el cariño maternal que ella le entregaba al pequeño.

Se vio a sí mismo en el reflejo del horno alto, dándose cuenta de cómo en segundos se reprodujo en su mente una película en la que estaba Hanji abrazando a un bebé, él a su lado, y los tres en el cuarto en la cama, acurrucados. Vio a Hanji cantándole, la vio dándole de pecho, intentando enseñarle cosas de ciencia de forma temprana como con cualquier persona, y la vio durmiendo en la cama de ambos con el bebé ocupando todo el centro con ella a un lado, protegiéndolo.

Y aunque esas imágenes dejaron una dulce sensación en su mente, pronto fue sustituida por fotografías claras y dolorosas de otro escenario. Una mujer acostada en el piso, con un niño entre sus brazos, debajo de una lona que era sostenida por el centro por una cuerda vieja y desgastada que sostenía ese pequeño techo para ellos. Una mujer que alimentaba al niño con lo último que quedaba de un pan viejo de toda la semana, aguantando el hambre. Una mujer que bañaba al niño, pero no se bañaba ella. Una mujer que intentaba darle calor a él, quitándose su ropa para protegerlo, quedándose ella en prendas delgadas que apenas la tapaban de los vientos y las fuertes tormentas.

Y aunque esas imágenes habían pertenecido en su memoria a los recuerdos de su madre, el miedo le recorrió el cuerpo cuando lo que vio fue a Hanji en el lugar de la que fue su progenitora, sufriendo en el mismo escenario, pasando por el mismo dolor.

Los gritos emocionados de Adam lo habían devuelto a la realidad, y al volver a verlos, supo que no quería a Hanji en ese papel. No, definitivamente no lo quería, y le aterraba.

Es por eso que pensó en cuán difícil podría ser si tuviesen un niño que dependiera de ellos, y que de la nada Levi faltara, o Hanji, y le daba miedo el destino que él visualizaba para ese inexistente hijo.

Sí, Levi sobre pensó todo, pero se sentía mejor haciéndolo que sin prever lo que podría pasar.

Ambos sabemos que estoy hecho para ser una herramienta, un arma, y es mi función principal en el trabajo. Si en algún momento nos encontramos en peligro, me dejas atrás y huyes.

Hanji se puso de pie cuidadosamente, caminando hacia él y sentándose a su lado, acomodando a Adam en su regazo con delicadeza.

Bueno, sé que te entrenaron para que creyeras eso... pero yo no te veo así. Eres mi esposo, y en el contrato de matrimonio dice específicamente que te acompañaré en las buenas y en las malas —ella sonrió, enderezándose y cerrando un ojo con diversión—, aunque eso implique balas de por medio.

Levi no sonrió, ni le devolvió el entusiasmo afectuoso que venía con sus palabras. Alejó el arma de la proximidad de Hanji y Adam, echándola debajo de la cama al lado contrario. Por algún motivo, siempre había sentido que tener armas en presencia de niños era algo que no debía permitir, y por ello procuraba mantener sus cosas ocultas cuando Adam estaba de visita.

Miró al niño que parpadeaba levemente al estar cada vez más sumido en la fase de sueño, delineando cada detalle del rostro redondo, el cabello blanco y los ojos cafés oscuros que apenas se asomaban detrás de los parpados. Su boca pequeña estaba alzada en un leve puchero, y sus manos estaban sobre su redonda barriga, cerradas en puños sobre la tela de su pequeño body de dinosaurio azul.

Aunque Levi quisiera ignorarlo, era realmente cierto lo que muchos decían en ocasiones al verlos con Adam, y eso era que el bebé parecía ser hijo de Hanji y Levi. Aún demasiado pequeño como para mostrar rasgos, el niño tenía la piel blanca y el pelo negro como Levi, y sus ojos cafés grandes y las mejillas regordetas parecían una herencia directa de Hanji.

El que tengas presente eso me tranquiliza en muchas formas, pero aun así no puedo permitir que sea motivo por el que arriesgues tu vida un día —indicó, enderezándose y mirándola a los ojos—. Si una situación lo requiere, corres y me dejas atrás. No voltees, no me llames, no intentes ayudarme, y mucho menos regreses. Alejate lo más que puedas de mí, y ve a un lugar seguro.

¿A qué viene eso? —preguntó confundida, abrazando más a Adam y frunciendo el ceño— ¿Pasó algo, Liv?

Levi le sonrió, llevando su mano hacia el hombro contrario de ella y atrayéndola en un abrazo.

No... sólo te cuido.

FIN DEL FLASHBACK

—Baja ese vaso. ¡Si lo tiras se van a quemar!

Hanji despertó de su ensoñación cuando escuchó la orden de Levi, estabilizando su vaso de sopa mientras se levantaba de estar sentada. Volteó a mirar a Levi cuando este se hincaba sobre el piso de la cajuela y extendía un brazo, moviendo a los niños y tomando el vaso que Connie movía en una pelea que tenía con Sasha por tener el caldo.

— ¡Si no se calman tiraré el caldo al pasto y ninguno de los dos tendrá! —amenazó Levi, provocando que ambos se sentaran quietos y tensos.

Hanji envolvió un brazo en el torso de Krista, acercándola a ella para tener su espalda contra el frente de su torso, apoyando su frente en la cabeza de la niña. Ella compartía su sopa con Annie, pero ambas la habían dejado a la mitad al no tener tanto apetito como sus otros hermanos.

Levi se enderezó y se alejó a su lugar, mirando el caldo del vaso, pensando cómo distribuir esto entre los dos más glotones de los niños.

—Podrías darles este —dijo Hanji, entregándole el vaso de Krista y Annie, ambas habiéndolo descartado mucho rato atrás.

Levi miró el contenido en el vaso, notando que el caldo en él era más alto que el del vaso de Sasha.

—Tengo que igualar el caldo de todos. No puedo darles más a dos que a los demás —comentó Levi con una mueca.

— ¡Dáselos, Capitán Levi! —dijo Eren, atrayendo la atención de los dos adultos hacia él— Sasha se muere si no come mucho, y Connie no puede quedarse sin caldo sólo porque ella se acabe el de ambos. Dales el caldo a los dos, no nos molesta que a nosotros no nos den.

— ¡Es cierto! —comentó Berthold con una sonrisa, inclinándose un poco hacia Eren— Recuerdo cuando Sasha tuvo que compartir un sándwich cuando hicimos un viaje para conocer la ciudad, ¡casi se desmaya del hambre!

—Y cuando sólo le dieron un cuarto de manzana, estaba como loca —comentó Armin, uniéndose a la conversación.

Sasha miró a sus amigos con una sonrisa tranquila, pues estaba consciente de que muchas de esas situaciones sí habían ocurrido como ellos lo recordaban. ¡No podían culparla! La vida quiso que fuera la comedora oficial de la humanidad.

—Sasha casi me muerde el brazo cuando me tocó el último tazón de cereal del desayuno en el orfanato —dijo Mikasa, mirando a su mejor amiga con una sonrisa.

— ¡ERA MI CEREAL FAVORITO! —se excusó la niña— ¡Y NO QUEDABA MÁÁÁS!

Levi negó con diversión, sonriendo levemente ante la ida y vuelta de acusaciones a Sasha. Muy en el fondo le tocó que los niños aceptaran darles las raciones sobrantes a sus dos amigos, y admiró esto en el comportamiento de ellos.

—Bien, Connie, tomarás lo que dejaron Krista y Annie. Sasha, quédate con el resto de tu vaso.

— ¡YAAAY! —festejaron ambos chicos, recibiendo los vasos de manos de Levi.

— ¡Sin pelear esta vez!


Levi viajó por la lista de contactos de su teléfono, buscando el número de celular de un hombre que sabía que podía ayudarlos. El teniente Forster era un compañero suyo, no muy nuevo en la división del Cuerpo de Exploración, pero con el tiempo suficiente como para que Levi pudiera buscarlo para cualquier problema.

Habían trabajado juntos un par de veces, y Forster había demostrado ser eficiente y eficaz, así que Levi pronto se encontró llamándolo muchas veces para realizar operativos juntos, enviarlo a encargos o dejándolo a cargo de un plan mientras él se encargaba de otro aspecto del mismo.

Forster era un buen policía, y Levi confiaba en él.

Miró por sobre su hombro hacia el interior de la camioneta, donde Hanji se encontraba sentada en un círculo con los niños, ella contándoles alguna historia para mantenerlos distraídos. Se veían realmente inmersos en lo que la mujer decía, pues estaban callados y quietos mientras Hanji movía los brazos y manos para enfatizar puntos importantes de lo que sea que decía.

Volvió hacia su teléfono y oprimió el botón de llamada en el contacto de Forster, llevándose el aparato a la oreja y acomodando su posición sobre el frente del auto.

Buenas noches, Capitán Ackerman —saludó el hombre al otro lado.

No era mayor de los treinta y tenía un hijo pequeño, realmente aun algo inocente para el gusto de Levi, pero lo suficientemente valiente como para participar a su lado en el trabajo.

—Buenas noches, Forster. Disculpa la molestia, necesito tu ayuda.

No se preocupe, Capitán, siempre estoy a su servicio. ¿En qué puedo ayudarle?

—Me quedé atrapado en medio de la carretera con unos niños y otro adulto. La camioneta dejó de funcionar, y no hemos podido dar con qué tiene. ¿Será posible que puedas venir por nosotros en una camioneta de la estación y traer una grúa?

¡Oh! ¿Y se encuentra bien, Capitán? Claro que puedo mover a dos unidades allá. ¿Necesita un médico o algo en especial?

Levi agradeció lo servicial que era Forster, decidiendo que era alguien en quien podía confiar para cosas así.

—No no, con los vehículos está bien. Te envío mi ubicación.

Le enviaré mensaje para ir actualizando mi ubicación y en cuando tenga los vehículos. ¿Le comento de esto al comandante Erwin?

—¡No! No le digas nada a nadie, tómalo como una orden directa y aprobada por mí. La anotaremos en mi lista de aprobaciones para que no pase a Erwin, lo tomaremos como una emergencia de nivel bajo.

¡Muy bien! Enseguida me muevo hacia usted.

—Gracias Forster. Estamos en contacto.

Colgó el teléfono y lo llevó hacia el bolsillo de la camisa en el pecho, guardándolo lo mejor que pudo. Odiaba tanto que los nuevos aparatos móviles fueran tan grandes que era incómodo llevarlos.

Móviles, pero a qué costo.

Con un suspiro, y sabiendo que iba a tomar mucho tiempo que Forster los encontrara, regreso al interior del auto, subiendo en el asiento del conductor con cautela para no interrumpir el aura que envolvía la historia que Hanji les contaba.

—Entonces llegó un gran ser, ¡un humano de quince metros! ¡Alto, musculoso, y tremendamente fuerte! —relataba Hanji con efusividad— La chica creía que estaba perdida, y de la nada ¡ese enorme hombre golpeó al titán que quería comerse a la chica! ¡Así apareció el gran Titán de Ataque!

Eren brincó en su lugar, alzando los puños al pecho con una sonrisa enorme adornándole la cara como las luces de navidad a un árbol.

— ¡Quiero ser como el titán de ataque!

Hanji le sonrió.

—El Titán de Ataque es especial. Siempre lucha por los demás y por la libertad, ¡y jamás se rinde! —explicó Hanji, pareciendo pensativa a la situación— Tienes que tener esas cualidades para ser un titán de ataque.

Eren enarcó una ceja y torció la mitad de su cuerpo hacia Levi, quien lo miraba por sobre el hombro del asiento.

—Capitán Levi, ¿tienes que luchar por los demás?

Se encogió de hombros.

—Es la descripción de mi trabajo, básicamente.

— ¿Y lucha por la libertad?

—Técnicamente —respondió con un asentimiento.

—Y jamás te rindes cuando tratas de hacernos dormir y que nos metamos a bañar —comentó Eren, entrecerrando los ojos hacia él. Volteó rápidamente hacia Hanji, y sonrió— ¡Quiero ser como el capitán Levi! ¡Quiero ser detective!

Levi se golpeó la frente mentalmente, abriendo los ojos con sorpresa y con la boca entreabierta por mismo motivo.

—Mejor concéntrate en acabar la primaria y ya decidirás qué quieres ser, Titán de Ataque —indicó Levi, empujando a Eren de la cabeza y haciendo que cayera sobre su costado en el asiento.

Eren soltó una carcajada que contagió a sus amigos, y Hanji no pudo evitar sonreír de igual forma ante la diversión de los niños.

— ¿Hay más titanes aparte del de ataque? —peguntó Armin, curioso.

Hanji lo miró y asintió.

—Los titanes que atacaron la ciudad del pequeño luchador, el titán colosal y el titán acorazado.

—Yo quiero ser el titán acorazado —dijo Jean con una sonrisa de suficiencia, colocando las manos en el respaldo reclinado de la cama improvisada para recargarse.

Connie lo miró. Arrugó la nariz y cerró un ojo con disgusto.

—Naah, te falta todo el cuerpo. Si alguien fuera el titán acorazado, sería Reiner —señaló el chico, apuntando con la barbilla al rubio mayor, quien bajó la cabeza y se tapó la boca para no reír. Connie sonrió burlón—. Y yo sería el colosal, por supuesto.

—Lo que tienes de pelón lo tienes de menso —dijo Jean, empujando al chico con un pie—. Estas muy chaparro para serlo.

—Berthold sería el colosal —opinó Ymir, participando por primera vez en toda la noche.

Todos voltearon a verla, y ella se escondió un poco detrás del hombro de Hanji, mirando hacia un lado para evitar miradas.

—Berthold es el más alto de todos. Es lógico que sea el colosal.

Berthold soltó una leve risa apenada, y cruzó las manos alrededor de sus rodillas.

—Puede ser, pero aun somos pequeños. Talvez cuando tengamos dieciocho, muchos de los más pequeños crezcan y los altos ya no seamos tan altos —opinó Berthold.

—Eso suele pasar, es una extraña situación del cuerpo humano —comentó Hanji—. Aún tenemos mucho tiempo para ver quién será qué titán. Después de todo, aún hay muchas cualidades qué descubrir de todos. Talvez resulte que el acorazado es una chica.

—Sería Mikasa —dijo Connie—, es medio monstruo.

Gracias a ese comentario se ganó una patada en el hombro de parte de la azabache, provocando la risa de todos sus amigos.

Levi miró el intercambio con cariño, divertido con cada ocurrencia que salía de la boca de los niños.

Aunque él no se dio cuenta, Hanji lo miraba desde el otro lado, notando el afecto que estaba dando vueltas por los ojos del estoico hombre. Dentro de ella, muy en el fondo, su corazón se estrujó de miedo y alegría, pues ese afecto que lograba percibir en él por primera vez en mucho tiempo, la enviaron a su recuerdo pasado, y se preguntó cuán reales eran sus intenciones de quedarse ahora que había niños, luego de que mucho tiempo atrás la dejó sola, a su suerte.


Levi tomó el café que le ofrecía Hanji, tomando el de ella también mientras la castaña brincaba para subirse al cofre junto a él. Ambos se sentaron, uno al lado del otro, dando la espalda al interior de la camioneta, donde los niños dormían acurrucados entre sus chamarras y dos cobijas delgadas que, afortunadamente, Nanaba cargaba en el auto.

Los dos adultos habían descartado sus propios abrigos para poder tapar más a los niños, preocupados de que pudieran contraer un resfriado por la alta temperatura de la noche.

Tres y media de la noche, nubes sobre ellos tapando a las estrellas en el cielo y permitiéndoles tener poca iluminación por parte del brillo de la luna. Todo estaba en silencio, y la carretera era espeluznante hasta donde se perdía en la cercana oscuridad. Hanji se abrazó con un brazo mientras recibía el café que Levi le sostuvo.

Una vez emparejados en su asiento "improvisado" bebieron en silencio, dejando que sus suspiros pesados de cansancio y calma salieran con sus cálidos alientos tras una bocanada de aire, mediando sus temperaturas lo mejor que podían.

Luego de mucho tiempo, Hanji se sintió, por primera vez, en paz.

Los problemas del orfanato se habían ido acarreando desde mucho tiempo atrás, y el año anterior al del cierre, ella había tenido que comenzar a tomar medicamentos para el estrés y la ansiedad, consumida por la desesperación de la falta de dinero, la necesidad de mantener su propia vida de pie, y tener que ver por el orfanato como institución, por su edificio, y por los niños. Todo se le vino encima más rápido de lo que salía un flash de cámara, y la espantó.

No recibía ayuda de nadie, aunque claro, tampoco era como que la buscara. No tenía muchos contactos, reduciendo los pocos de confianza a la señora Amanda y algunos trabajadores del orfanato; pero, aun así, con ellos presentes, Hanji jamás se sintió segura o cómoda de llevar a ellos sus preocupaciones para obtener un consejo o una mano de apoyo. Se sentía mal con ello.

Miró a su izquierda, pegando su mirada a la rodilla de Levi que se alejaba de la de ella por apenas unos centímetros.

Su ira, enojo, coraje y tristeza desde que llegó Levi no se habían disipado. Le era complicado entender por qué había regresado a su vida, qué lo llevó de nuevo a ella, y por mucho que quisiera que desapareciera y se fuera, una parte de ella, en su mente y corazón, estaba inmensamente agradecida con que estuviera ahí, porque a pesar de todo lo ocurrido con ellos, parecía que estaba decidido a seguir con los niños, fuese cual fuese la tarea que implicaba, y estaba siendo las patas de la mesa que a Hanji comenzaba a tambalearle.

Lo odiaba, claro que sí. Pero estaba agradecida por él.

— ¿Qué pasó con la señora Hudson? —preguntó Levi con voz suave, interrumpiendo el silencio. Hanji lo miró sorprendida por la abrupta interrupción a sus pensamientos— ¿Te dio alguna solución?

La mujer suspiró, bajando el café en medio de sus piernas.

—Sí, algo así. Cree que haciéndome heredera de su patrimonio podemos asegurar que la ley me crea apta para tener a niños en mi cuidado, pues si muero, ellos serían herederos de toda esa "fortuna", por lo que no quedarían en la calle —explicó con calma, tratando de resumir todo para no tener que ir a detalles. No estaba muy de humor para ello—. La señora Amanda tiene una casa acá, cerca de la de ella.

— ¿Tiene dos casas? —preguntó Levi con leve sorpresa.

—Sí. Quiere que nos quedemos una para que los niños vivan ahí, en caso de que las autoridades consideren que mi departamento no es apto —soltó una risa sarcástica y cansada, sin gracia, llevándose el vaso con café a la boca—. Que, siendo realistas, me agarrarán a golpes en cuando se den cuenta de las condiciones en las que tengo a los niños.

—No son malas condiciones —afirmó Levi, volteando a verla a los ojos—. Simplemente el espacio no es el adecuado, pero tienes alimentos en buen estado, un baño limpio, artículos de limpieza para ellos, ropa limpia, la casa ordenada a pesar de que eso es algo que sé que rara vez se puede esperar de ti.

En contra de sus deseos, una sonrisa pequeña se extendió por la boca de Hanji, trayendo una similar a la de Levi.

—Los educas en casa y tienes lo necesario para ello, y tienes artículos de emergencia a la mano. Aunque las camas amontonadas en literas triples no son lo ideal, encontraste la forma de darles un lugar donde dormir, y les compraste ropa nueva, pijamas, zapatos, ropa interior. Los cuidas como deben ser cuidados, y gracias a ello, sé que no te quitarán a los enanos.

—No quita que me de miedo.

—Hablé con Rico Brzenska luego de la evaluación que les hizo. Dice que eres una mujer muy capacitada para tener protegidos, y que se nota en ti la dedicación a protegerlos y procurarlos. Si necesitamos declaraciones para que te permitan adoptarlos, podemos pedir la de ella —opinó Levi.

—No parecía una mujer muy habladora —dijo Hanji, mirando hacia sus zapatos mientras recordaba aquella cita con la trabajadora social.

—Rico fue un elemento del equipo privado de Pixis. No estuvo mucho tiempo en campo, ella estaba aplicando para todo lo que tuviese que ver con el área de Trabajo Social y su objetivo fue llegar ahí a través de una pasantía con Pixis. Gracias a ello fue contratada por la policía para que se encargara de lo que involucrara menores de edad. Es bastante buena, y he trabajado con ella lo suficiente como para saber que nos echaría una mano —comentó Levi.

Ambos dieron un sorbo largo a sus cafés, pausando por pocos segundos la plática.

Hanji aventó una pierna al aire y se dejó caer sobre el capó, recostándose con el vaso de café sobre la pansa. Levi la miró mientras colocaba su codo sobre su propia rodilla y recargaba su barbilla en la mano, sosteniendo su cabeza.

De esa forma, en medio de la nada, sin peleas, sin que ella le pusiera barreras, y con los once chamacos dormidos, Levi se sintió tentado a preguntar más cosas sobre la parte de la historia que desconocía de Hanji, todo lo que vivió posterior a su divorcio.

Sus amigos eran de poca o nula ayuda, apenas Nanaba se había animado a contarle algo de lo ocurrido para que ella y Hanji dejaran de hablar, pero sabía que Erwin sería una tumba, y Mike, a pesar de estar más emocionado que los demás porque el detective y la maestra se hayan reconectado, era aún más firme en mantener silencio cuando se trataba de algo de la castaña. No era nada personal contra Levi, pero Hanji y él habían sido compañeros durante mucho tiempo cuando Levi trabajó en su propia área, y por ello es que eran... habían sido más unidos entre ellos que con los demás dentro del grupo.

Así que, haciendo uso de su talento verbal gracias a sus años de detective (y de tratar con víctimas, criminales difíciles, niños y familias involucradas), Levi tomó aire, se mordió los labios por dentro de la boca y habló.

— ¿Alguna vez pensaste en irte de la ciudad?

No volteó a ver a Hanji, pero ella mostró ponerle atención cuando su respiración se detuvo un momento y volvió un poco más dura segundos después. Levi pensó que estaba contemplando su respuesta.

—Honestamente no. Todo el trabajo que quería hacer está aquí, así que nunca me vi lejos de esta ciudad.

—… ¿Querías hacer? —cuestionó. El tiempo pasado le sonó raro— ¿Ya no?

—Ya no tengo tiempo para hacerlo, así que ha quedado fuera de mis prioridades.

— ¿Las investigaciones, tener tu propio laboratorio de investigaciones, las tesis? —se volvió sobre su lugar y la miró, confundido— Amabas todo eso, ¿porqué dejarlo?

Hanji lo miró inexpresiva, sin molestarse en su tono de acusación o su extraño interés. Enarcó las cejas y dio un leve movimiento con la barbilla hacia arriba, señalando a la camioneta.

—Tengo once prioridades nuevas.

Levi miró hacia los niños, acurrucados entre ellos, y claro que entendió cuánto peso significaban sobre cualquier otra cosa. Y Hanji sacrificando su vida por ellos era, para él, admirable pero doloroso.

Se regresó en su lugar dándole la espalda, no queriendo molestarla más, y se concentró en beber el resto de su café.

El silencio volvió a cubrirlos, ahora bajo un manto pesado.

—Si algún día necesitas que cuide de los niños, dímelo, y me encargo de ellos —dijo Levi—. Y no me vengas con que no es necesario. Se que puedes encargarte de ellos, pero un poco de ayuda no le viene mal a nadie.

Fue una sentencia, no le dio lugar a que ella pusiera dudas sobre la mesa o cuestionara, así que Hanji aceptó en silencio.

Pudieron seguir en silencio un buen rato de no ser por una alerta policial que sonó un par de veces y los hizo exaltarse. En medio de sus divagaciones, Levi no escuchó su teléfono sonando bajo en su bolsillo ni vio las luces bicolores que alumbraron el ambiente.

El y Hanji dieron un brinco y voltearon a ver hacia la carretera, donde del lado que habían dejado libre se aproximaban dos camionetas patrullas de la estación.

— ¡Es Forster! —anunció aliviado.

Ambas patrullas se emparejaron a su lado y finalmente se detuvieron. Hanji y Levi bajaron del cofre y caminaron hacia ellas justo cuando Forster y un policía bajaban de los lados de los conductores. Forster fue quien se acercó a ambos, envuelto en una chamarra enorme negra y extendiéndole dos a Levi.

—Capitán, buenas noches. Lamento la demora —saludó con una sonrisa, soltando las chamarras una vez que Levi las tomó—. No sabía si podrían necesitarlas, pero ahora que los veo sin abrigo, les pregunto: ¿Qué hacen fuera de la camioneta?

Levi le entregó una chamarra a Hanji y le ayudó a ponérsela, subiendo el cierre con rapidez y acomodándole el gorro sobre la cabeza.

—Los niños están ocupando el interior y queríamos estar alerta. Desde dentro no se ve mucho de la carretera, no me gustaba esa falta de visibilidad—explicó Levi mientras se enfundaba en la segunda chamarra.

Hanji miró al hombre, Forster, mientras Levi se movía para comenzar a activar la situación.

Era un hombre alto, más que Levi, emparejándose a Hanji en estatura. Tenía el pelo de un pelirrojo claro casi llegando a anaranjado, la piel bronceada y era de complexión delgada. Su rostro era amigable y servicial, y, por la experiencia de Hanji, podía decir que él había estado poco en campo, o al menos, muchísimo menos de lo necesario para que ese semblante amable cambiara a uno más duro.

—Hanji, por favor despierta a los niños. Los pasaremos a las camionetas —indicó Levi.

Hanji asintió y trotó hacia el auto, yendo hacia la camioneta y abriéndola para ir por los pequeños.

Levi miró hacia Forster y el otro policía, quien se presentó como Patrick Belle.

—Gracias por atender mi emergencia, chicos. De verdad necesitaba ayuda —dijo Levi con cansancio, asintiendo hacia ambos policías—. ¿Cuánto tarda la grúa?

—Salió junto a nosotros, no más de diez minutos en llegar acá —respondió Forster.

—Perfecto. Iré con Hanji y con los niños, por favor preparen las camionetas con calefacción para meter ahí a los niños.

— ¡Sí señor!

Levi se apresuró junto a Hanji y comenzó a vestir a los niños con sus chamarras, y pocos minutos después, la grúa finalmente llegó.


La mañana siguiente había sido, extrañamente, una bendición para Levi.

Tras haber sido salvados por Forster y Belle, había dejado a Hanji y los niños en el departamento de la mujer, donde se aseguró de darles un baño caliente, darles leche dulce cálida y los tapó bien a cada uno, temeroso de que contrajeran un resfriado o fiebre.

Una vez hecho eso, dejó a Hanji a cargo, quien le agradeció por conseguir ayuda y por acompañarla. Ambos ya muy cansados se despidieron en paz, completamente indispuestos a tener una plática extra, una discusión o lanzarse cualquier tipo de mirada.

Levi fue llevado por sus compañeros de vuelta a la estación, donde ya daban las cinco de la mañana. Erwin ya estaba ahí, estacionándose en su lugar designado, listo para trabajar, cuando se cruzó con un muy cansado Levi, con unas ojeras azules, los parpados pesados y el cabello tieso por el frío.

Aunque no quisiese, Levi tuvo que explicarle la situación que pasó, y Erwin, como buen amigo, le pidió que se tomara el día libre y que le permitiera encargarse de la camioneta de Nanaba, la cual fue llevada al mecánico por encargo de Levi.

Levi le aceptó a Erwin el día libre y el viaje a su departamento, pues le había dejado su auto a Nanaba a cambio de la camioneta el día anterior.

Por ello es que luego de tomarse todo un día dormido (algo realmente raro en él), el despertarse al siguiente día casi se hizo en automático a su hora normal de inicio, y disfrutó mucho el levantarse de la cama y sentir el sol tenue que apenas cruzaba sus persianas.

Se puso de pie, vestido con un pantalón de lana gris y una camisa de botones y manga larga color azul marino, parte del conjunto. Iba descalzo, y aunque solía moverse así por su departamento, estaba algo resentido por el frío de la madrugada anterior con Hanji y los niños, así que decidió vestir unas calcetas que dejó en una silla de apoyo junto a su cama y se colocó las pantuflas de felpa beige y café que le había regalado Nanaba hace muchos años.

Caminó fuera de su habitación hacia la cocina, decidido a tomar una gran cantidad de té para calentarse y terminar de despertar, y aunque sabía que el terrible café de la oficina era una buena opción para mantenerlo trabajando (pues el horrible sabor mantenía a todos fuera del sueño), pero realmente deseaba empezar su día de la mejor manera, y el sabor de un buen té siempre lo ponía en un muy buen ánimo.

Estaba a la mitad de su bebida cuando su teléfono comenzó a sonar en la barra de la cocina. Sentado en una de las sillas altas de la misma, miró con sorpresa que el contacto era nada más y nada menos que Hanji.

Tomó el dispositivo, contestó y lo puso en altavoz, bajando un poco la taza de sus labios para hablar.

—Buenos días —saludó Levi.

Sniff.

¿Sniff?

La palabra hizo un golpe en la cabeza de Levi al escuchar ese ruido.

Sniff. Sniff.

— ¿Hanji?

¿Sniff?

Le-Levi —otro sniff—, necesito tu ayuda.

Levi dejó la taza en la mesa y enarcó ambas cejas con sorpresa.

— ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? —preguntó preocupado.

Sniff.

Estoy enferma, creo que tengo gripe —contestó con una voz nasal terrible. Cada tanto se escuchaba cómo se limpiaba la nariz, y Levi se estaba dando una idea de cuán mal era la enfermedad que traía la castaña—. Fuerte, muy fuerte. Necesito que te lleves a los niños, no los quiero contagiar.

¡Los niños!

Levi se puso de pie de un salto, tomando el resto del té con rapidez.

—Voy enseguida. Cúbrete bien, no salgas del cuarto y ten el teléfono cerca. No tardo.

Gracias.


—Cuarenta. Definitivamente no saldrás hoy —dijo Levi tras revisar el termómetro que le había colocado a Hanji.

La morena estaba envuelta en al menos cuatro cobijas, temblando con fuerza y la cara roja de la fuerte temperatura que le aquejaba.

Levi estaba preocupado por ella, pues Hanji muy rara vez se enfermaba, era una condición de su cuerpo de la que era consciente desde que se conocían, y estaba impresionado por la facilidad con la que la noche en el exterior la había bateado al punto de acabar en cama. Hanji podría estar enferma del estómago, tener calentura, náuseas, cuerpo cortado, cinco días sin dormir, y aun así explotar con una energía enorme que la mantenía en el juego.

La Hanji que se dejaba llevar al reposo y, básicamente, a la inactividad, era una alarma.

—Voy a llevarme a los niños, pero no me siento seguro dejándote sola —informó Levi cruzándose de brazos— ¿A quién puedo contactar para que venga a cuidarte?

—No necesito a nadie aquí —dijo la mujer con molestia.

Levi frunció el ceño y colocó una rodilla sobre el colchón a la altura de donde Hanji se hacía un ovillo bajo sus cobijas.

—Si no me das un contacto, voy a decirle a Mike que venga a cuidarte, y no me importan los peros que pongas —advirtió Levi—. Y si me lo pones más difícil, le diré a Erwin o a Nanaba, que la última me suena más confiable para esto.

Sólo pudo ver los ojos furiosos de Hanji detrás del lío de telas, y Levi sintió cómo ella pateaba su pierna para quitarlo. No tenía ni la más mínima fuerza para causarle dolor alguno, y eso le dio otra señal a Levi de cuán grave estaba.

—Está bien, está bien —dijo Hanji con su voz nasal peor que cuando la llamó—. Llama a Corinne Berner.

Levi abrió los ojos como platos ante la mención de ese nombre, impactado porque esa persona era la primera opción de la enferma mujer.

—… ¿La hermana de Moblit? —preguntó con incertidumbre— No sabía que seguías en contacto con ella.

—Claro que lo hago, nos queremos mucho, somos buenas amigas. La veo al menos una vez cada trimestre, pero no nos hemos podido juntar desde lo del orfanato, así que hemos hablado por teléfono.

Levi estaba seguro de que esa respuesta larga, más larga de lo necesario, era gracias a la gripe que aquejaba a Hanji, haciéndola más suelta para decirle cosas de lo que normalmente lo haría en su estado más sano posible.

—Bien. La llamaré.

Con esa respuesta, dejó el termómetro en su caja plástica y lo colocó en el cajón de medicamentos y primeros auxilios en la mesita de noche de la mujer, para después abandonar el cuarto en búsqueda del teléfono de la casa.


Corinne llegó media hora después de su llamada, y en ese corto periodo de tiempo, Levi se encargó de tener a los niños vestidos y listos para llevárselos. Desafortunadamente no tenía un transporte grande para ellos, así que había optado por pedir un auto para ir a casa de Hanji, planeando llamar a una camioneta de regreso para que lo dejara en el trabajo; porque sí, desafortunadamente no podía tomarse otro día de descanso luego de haber tenido uno completo, y mucho menos se podía dar ese lujo en temporada de elecciones, pues era más que requerido en la estación a un nivel casi exagerado para lo que distaban las funciones de su puesto.

Pero, bueno, así funcionaban los empleos.

— ¿De verdad estaremos contigo en la policía? —preguntó Eren con emoción.

Los niños estaban parados detrás de él, tomados entre todos de las manos, y el grupo de infantes con el adulto esperaban por el transporte en la banqueta fuera de la sección cerrada de Hanji.

—Sí, no puedo dejarlos solos en mi departamento y no puedo faltar al trabajo —respondió parado detrás del grupo y con su portafolio en una mano mientras la otra tenía el celular con los datos del auto que los llevaría a la estación.

— ¿Te acompañaremos a las persecuciones? —preguntó Jean.

—No, ustedes no pueden ir a ellas. Además, hoy no tomaré ninguna para estar con ustedes.

— ¿Y vamos a ver a criminales? —preguntó Connie.

Levi negó, agachándose para cargar a Krista cuando esta se volvió hacia él y lo tomó con fuerza del largo abrigo que lo cubría. Aprovechando la pose, tomó la mano de Annie y le indicó que se sujetara al dobladillo simulando un agarre fuerte sobre su pequeña mano. Ambas niñas eran lo que más preocupaba a Levi, pues eran tan pequeñas en comparación con sus amigos, que Levi no estaba muy complacido de tener que llevarlas a su ambiente de trabajo.

—No. Estarán en mi oficina todo el tiempo, y en mi piso no pasan criminales —respondió.

Los niños se miraron decepcionados entre ellos, algo que Levi no notó.

El sonido de un claxon atrajo la atención de todos, y Levi se enderezó para ver a la gran camioneta que los llevaría a su trabajo.

Tomó aire, listo para aventurarse, por primera vez, en el papel de cuidador de niños: Niñero.

Suspiró.

—Bien, andando.


Albert, el recepcionista, miró con sorpresa a Levi cuando este entró a la estación con diez niños formados delante de él y una en brazos, compartiendo la misma expresión con todos los trabajadores que se encontraban llegando a la estación y que conocían al detective.

Levi, sin ceremonias ni hacer caso a las miradas, se acercó a la recepción mostrando su identificación.

—Buenos días —saludó serio, colocando a Krista sobre la barra de la recepción para poder sacar su cartera del pecho.

—Bu-Buen día, Capitán Ackerman —saludó Albert. Sus otros dos compañeros veían hacia el joven y al detective, igual de curiosos que el resto de la gente.

—Necesito que me saques once permisos de visitante con autorización para estar en mi nivel.

— ¡¿O-Once?! —exclamó sorprendido.

Levi le lanzó una mirada firme y afilada, no permitiéndole dudar o preguntar más y haciéndolo temblar del susto.

— ¡Enseguida! ¡Once permisos saliendo! —respondió apresurándose a escribir algo en su computadora.

Levi tomó a Krista y la bajó al piso, colocándola entre sus piernas para no perderla de vista, jalando a Annie al frente de él mientras los demás lo rodeaban.

Echó un vistazo rápido hacia los niños, contándolos de uno a uno para asegurarse de que no había dejado a ninguno alejarse de la fila. Todos miraban el interior del edificio con genuino interés, pero afortunadamente no se habían soltado las manos, y Levi estaba tranquilo con que pudieran mantener esa orden aún dentro de su curiosidad infantil.

—Ahorita que subamos, quiero que todos entren al elevador delante de mí. Saldremos en mi piso y me seguirán sin detenerse con nada ni nadie, directo a mi oficina —indicó Levi con voz autoritaria.

— ¡Sí, capitán Levi! —dijeron diez de ellos, causándole un pequeño escalofrío por la fuerza con la que lo dijeron. Volteó a ver a Krista cuando esta asintió en su dirección.

—Once permisos con autorización a su piso —dijo Albert llamando su atención.

Levi se volteó para recibir una hoja de registro de Albert, donde anotó el nombre de todos los niños en una lista para que fueran colocados por la impresora en los permisos de gafete.

Pocos minutos después recibió los once gafetes. Con la atención de todos sobre sus movimientos, Levi se apresuró a ponerle los gafetes a cada niño para poder irse rápido a su oficina y encerrarse en paz a trabajar.

Se puso de pie y miró a los niños, quienes le devolvieron la mirada con atención.

— ¿Listos?

Todos sonrieron.

— ¡Sí!

Algo dentro de Levi le dijo que ese día iba a ser todo menos fácil.


¡HOLA A TODOOOOS! Un enorme tiempo sin leernos :'c

Quiero pedir una disculpa por la tardanza del capítulo. Siendo honesta con todos ustedes, ha sido un año muy difícil para mi familia y para mí, algo pesado y lleno de movimiento tras movimiento, que no me quedaban muchas ganas de escribir. Ha sido algo muy complicado de llevar, tanto física como emocionalmente. La cabeza no me daba para el capítulo, y no quería entregarles un capítulo corto o mediocre en comparación con los otros, por ello me tardé tanto en realizarlo.

Afortunadamente, estos últimos dos meses han estado un poco más tranquilos, aunque siguen igual de intensos, pero he podido escribir este capítulo que, de verdad, espero esté bien escrito y les guste. No he tenido tanta inspiración a falta de Shingeki, y con el otro fanfic ando súper atorada porque Boruto no me da la emoción que necesito para redactar una batalla, así que he tratado de volver a las viejas peleas del anime de Naruto para inspirarme un poco. Espero que volver a ver todos los vídeos me permita regresar a escribir adecuadamente para darles los capítulos que se merecen, y aplica también en este fanfic. Ver las peleas de nuevo es emocionante, y ha ayudado mucho que está por salir la tercera parte de la última temporada de SNK, me está dando un nuevo impulso para continuar.

Quiero agradecerles por su tiempo, por leer este fanfic, sus comentarios y favs. Me anima mucho el saber que les está gustando la historia, y espero seguir llenando sus expectativas. Gracias por sus buenos deseos y sus palabras tan lindas, aprecio mucho el que me dejen esos comentarios tan bellos, pues me animan aún más para seguir escribiendo.

¡Un inmenso gracias por su apoyo!

Espero pronto subir el siguiente capítulo, que me emociona muchísimo escribir a los once chicos acompañando a Levi en su trabajo. Cuántas cosas pueden pasar, jaja.

Sin más qué decir, ¡Nos vemos en el siguiente capítulo! :D

Ana Kogane Holt