DÉCIMA COPA


Levi frunció el ceño cuando la canción infantil se repitió por tercera vez en menos de un minuto durante su viaje hacia su piso de trabajo. Apenas primera hora del día y ya estaba sintiendo frustración.

Los niños iban cantando una canción que Armin había propuesto para mantener tranquila a Krista, quien se revolvía en los brazos de Levi, nerviosa por el movimiento rápido del cubículo. Aunque este plan de acción estaba funcionando y la niña se sentía menos tensa entre sus manos, Levi estaba sorprendido de cuánto lo molestó escucharlos repetir y repetir la tonta letra que hablaba de un elefante sobre una telaraña.

—… Fue a llamar a otro elefaaaante —canturreaban.

Levi incluso se había sorprendido aún más cuando Berthold, Ymir y Reiner se habían unido a la canción, creyendo que los últimos dos serían los menos flexibles a participar de eventos infantiles, pero si todos se habían unido por la menor, significaba que ya conocían las reacciones de la niña y no era la primera vez que tenían que lidiar con ello.

—Escuchen enanos —llamó Levi, callando todo el coro. Detrás de él, todos los ojos se posaron en su espalda—, llegando a mi oficina se quedarán conmigo el resto del día. No quiero que salgan de ahí, no quiero que hablen con nadie, y si alguien les pregunta con quién vienen, le dicen que están acompañando al Capitán Ackerman, y si pregunta porqué, le dicen que los estoy cuidando por una emergencia. Armin, te dejo ese asunto a ti, confío en que sabrás comunicar lo necesario.

Armin asintió cuando Levi le dirigió la mirada sobre el hombro. Levi ya había interactuado lo suficiente con los niños como para saber que el que mejor labia y astucia tenía era el pequeño rubio, habiendo presenciado como este desglosaba toda una serie de actividades a Hanji, quien le pedía explicaciones cuando realizaban una travesura. Gracias a su facilidad de comunicación, los había salvado de algunos castigos leves, y Levi sabía que esa habilidad iba a servirle para mantener a sus amigos en control dentro de la sede.

—No pienso salir de la oficina, pero en caso de que tenga que hacerlo, Armin se queda a cargo, ¿queda claro? —preguntó Levi, recibiendo el asentimiento de los niños a través del espejo de las paredes— Y pobre del que se atreva a ignorar a Armin.

El elevador se detuvo lentamente, y cuando sonó la campanilla sobre su cabeza, Levi se preparó para la avalancha de curiosos que caería sobre él.

—Tómense las manos y caminen detrás de mí en dos filas.

Los niños acataron la orden con rapidez, enganchándose unos a otros conforme iban abandonando el elevador.

Levi miró hacia el frente a su puerta más allá del Plato, dispuesto a llegar ahí sin interrupciones, pero sus compañeros tenían otros planes.

— ¡Oh, Capitán Ackerman, ¿y estos pequeños?! —preguntó una mujer bajita de treinta y cinco años, cabello corto y un rostro muy amable. Lisa Paris, una de las oficinistas del Plato que llevaba diez años trabajando ahí.

Lisa se acercó a paso rápido y corto, pero Levi continuó su camino sin detenerse.

—Los estoy cuidando —respondió sin más ceremonias, acelerando hacia su oficina apenas la cerradura estuvo a la vista—. No quiero que nadie que no sea Erwin, Mike o Nanaba me moleste, ni me interrumpa. Si necesitan algo, me llaman al teléfono de la oficina, y si es una emergencia, pero esta no pone en peligro a los niños, la solucionan ustedes.

Con esas últimas palabras, sacó con habilidad la llave de su oficina que se encontraba unida a su identificación con un llavero. Bajando un poco su brazo sin soltar a Krista, con su portafolio en la otra, abrió la puerta y la empujó. Dio media vuelta hacia los niños y les señaló con la cabeza que entraran.

—Rápido.

Los niños corrieron inmediatamente hacia el interior mientras más y más compañeros de Levi comenzaban a acercarse hacia el área del Plato para ver a los niños. Levi torció la boca cuando comenzó a escuchar "¿El capitán tiene hijos?", "¡¿Es padre soltero?!", "¡Que ternura, el capitán tiene niños!".

Una vez que todos los niños estuvieron dentro, echó un último vistazo hacia el Plato, provocando que los que no pertenecían al lugar se replegaran sin quejas ante la afilada mirada que aventó, y los que laboraban ahí se sumieron en sus escritorios sin queja y fingieron distraerse con algo más importante.

Soltando un suspiro, Levi entró detrás de los niños y cerró la puerta con fuerza.

Una vez lejos de toda la gente y el ruido del inicio de un día de trabajo, miró hacia los diez niños que comenzaban a moverse con curiosidad por la oficina. Como esperaba, Armin y Berthold fueron directamente a su estantería de libros ubicada en la pared contraria a su escritorio, la que quedaba junto a la puerta. Connie, Sasha, Mikasa, Jean y Eren se acercaron a la ventana, observando hacia abajo con curiosidad. Reiner e Ymir se quedaron detrás de ellos, y Annie se sentó en la silla de visitante delante de su escritorio, optando por mantenerse quieta.

— ¡Estamos muy alto! —exclamó Connie con asombro.

— ¡Es más alto que el orfanato! —comentó Eren.

Levi caminó hacia su escritorio, eligiendo dejarlos curiosear porque conocía la mente infantil y el extenso mar de preguntas que entraba en ella cuando conocían entornos o cosas nuevas.

Dejó su portafolio en el escritorio, acomodando a Krista en sus brazos.

—Te voy a sentar un momento en el escritorio hasta que traigan sillas —le indicó a la niña—, ¿está bien?

Krista asintió, pero no soltó a Levi de los brazos, aferrándose con las manos poco más arriba de sus codos. Aunque aún no entendía a qué se debía, Levi ya conocía esta faceta de la niña y el cómo trabajar con ella. Había visto este comportamiento con Krista en manos de Hanji, y había atrapado un par de trucos que la castaña aplicaba en la menor para que la separación no fuese un momento difícil.

Primero lo básico: contacto cariñoso. Aunque no era partidario de dar abrazos o mostrar afecto, Levi se tragó todo su disgusto a ello, inclinándose hacia la pequeña y abrazándola por el torso. Krista rápidamente envolvió sus delgados brazos sobre sus hombros, hundiendo su cabeza en el hombro. Levi la apretó un poco, meciéndola levemente mientras miraba a los niños.

—Tus hermanos están encontrando muchas cosas en la oficina, ¿no quieres explorar con ellos? —ofreció Levi señalando hacia el resto del espacio, haciendo que la niña volteara a ver a los demás— Podrás encontrar cosas interesantes, como adornos que se mueven o brillan, ¿por qué no los buscas con Mikasa?

Mikasa, al escuchar la mención de su nombre, volteó hacia la mesa, viendo como Levi le lanzaba una mirada significativa, con un mensaje de apoyo. Los mayores del grupo de niños solían ayudar a que Krista se calmara en muchas situaciones de estrés, por lo que Levi había tenido que aprender sus códigos de trabajo, así como implementar los suyos, para comenzar a ser parte de esta dinámica con ellos.

—Vamos, Krista —animó Mikasa—. Encontré uno de colores que te va a gustar.

La niña, distraída por su amiga, volteó buscando los objetos que le prometieron, retorciéndose en el escritorio. Levi la tomó de la cintura y la bajó lentamente para no asustarla, encaminándola hacia donde Mikasa le señalaba.

Cuando vio que todos se entretenían con las cosas alrededor, la vista, y cualquier tontería que tenía en su oficina (cortesía de sus compañeros, no era que él decoraba por gusto), abrió el portafolio sobre su escritorio y comenzó a sacar los documentos en folders que había archivado la noche anterior en su departamento.

Aunque la época de elecciones estaba pasando por su punto más tranquilo en ese momento, a Levi aun le eran encargadas muchas tareas principales que, en su momento, Erwin había llevado bajo su mano, por lo que su prisa por solucionar estos asuntos era impresionante en comparación con los que eran totalmente suyos. Al inicio no había tenido tanto problema con llevar sus casos y los de Erwin, pero conforme avanzó el tiempo, la falta de Erwin comenzó a hacerse evidente en la sede cuando Levi recibió casos aún más estrictos en confidencialidad, y uno de ellos era uno de especial atención y preocupación: Los Titanes del Mar.

El grupo criminal había aparecido hace muchos años en la ciudad, salidos de la nada y, sorprendentemente, con mucho poder armamentístico. En un inicio no habían provocado disturbios o problemas a la ley, pero su nombre ya empezaba a esparcirse por las calles sin necesidad de movimientos extremos o drásticos.

Para la actualidad, todo aquello que los caracterizó había quedado atrás, su calma y discreción en el bajo mundo criminal había desaparecido, y era considerado de los grupos criminales más peligrosos, y el más perseguido, de la ciudad. Cometieron asesinatos, ataques, terrorismo, robo, secuestro y un sinfín de crímenes más que habían acabado siendo tratados como casos exclusivos del Cuerpo de Exploración, quienes tuvieron que usar las medidas más frías para poder atacar a este grupo y eliminarlo.

Desafortunadamente no avanzaron como hubiesen querido, pues no tenían detenidos ni mucho menos información sustancial que los ayudara a acelerar sus investigaciones.

Dejó los dos archivos de los Titanes del Mar aun lado, volteando la mirada hacia arriba para ver cómo todos los niños se apiñaban en torno a uno de sus libreros. Aunque Levi no tenía fotos en su oficina, ya fueran de él o de su gente cercana, tenía artículos con pistas hacia alguien importante para él, y entonces los niños parecían atraídos a uno de esos objetos.

Con las manos retraídas al pecho para aguantar el ansia, Eren se acercó un poco más al objeto y comenzó a describirle a sus amigos algunos pequeños detalles que veía en los objetos. Levi decidió que sería un buen ejercicio para él el comenzar a integrar más atención a los niños, pues, aunque había procurado visitarlos y tener más contacto con ellos, realmente sólo se relacionaba con los chicos porque los revisaba, educaba y atendía sus necesidades de alimento e higiene, pero pocas veces se daba a la tarea de sentarse a hablar con ellos, platicar de cosas aleatorias, conocerlos más personalmente.

Teniendo esto en mente, Levi se alejó de su escritorio, aun sin dejar de pensar en su trabajo pendiente, y se acercó a los chicos, parándose detrás de ellos y cruzando los brazos. Al instante, los niños voltearon su atención a él, nerviosos porque los fuera a regañar.

—Eso es una caja de música —contó Levi, tomando el objeto con una mano y acuclillándose a la altura de los niños—. ¿Han visto una de estas antes?

—No, nunca —comentó Berthold acercándose por detrás de él.

Levi abrió el objeto, mostrándoles a un pequeño muñeco de madera que daba vueltas, sujetado al centro de una plataforma circular con un resorte para ocultarlo cuando se cerrara. Era una caja café claro con detalles de flores tallados por todas las caras, y el muñeco de madera tenía tallados detalles de una camisa y un pantalón, sólo eso. A vista clara era un diseño muy simple, pero era lindo. La música dentro de la caja era un piano que tocaba una canción de cuna vieja, muy vieja, que Levi recordaba que en algún momento le salió algún vídeo de música en el que hablaban de la época en la que esa canción era popular, y era una en la que sus abuelos eran niños.

— ¿Dónde la compraste? —preguntó Sasha.

—Me la regaló un señor del lugar donde vivía con mi madre. Se llamaba Arnold, y le decíamos tío Oldo. Encontró la caja de música entre las cosas que rescató de su casa cuando el banco se la quitó para pagar deudas. Me la regaló cuando mi mamá murió y la he tenido desde entonces —contó Levi. Dio vuelta a la cuerda de la máquina, haciendo que la música comenzara a reproducirse mientras el muñequito bailaba.

Los niños rodearon a Levi para ver la caja, algunos con miradas aburridas, los más pequeños con miradas curiosas. Levi sabía que la edad de muchos de ellos ya no era la que expresaba real interés en las cosas sencillas como una caja de música, así que no se molestó por la desilusión de ellos sobre su posesión.

— ¿Y cómo se hace una caja de música? —preguntó Armin con curiosidad.

Levi se encogió de hombros.

—Realmente no lo sé, pero podemos averiguarlo después —contestó.

Una serie de golpes rítmicos sonaron en la puerta. Levi levantó la vista rápidamente, poniéndose de pie y colocando la caja de música en su lugar mientras empujaba discretamente a los niños detrás de él.

Se acercó a la puerta y abrió, encontrándose con la familiar cara de Mike, quien sonreía amistoso.

—Buen día, Levi —saludó el hombre con ánimo.

Levi gruñó.

—Pulgoso.

—Oh, vamoooos, ya te dije que no me digas así —se quejó Mike torciendo la boca.

Levi no se apartó de la puerta, impidiéndole ver al interior o entrar, lo que extrañó a Mike. Usualmente no era reservado con sus amigos en cuanto a que entraran a su oficina sin preguntar, y tampoco a que se quedaran ahí cuando no estaba, por ello Mike sintió cierto misterio detrás de la posición de Levi.

El azabache lo miraba fijamente y estaba firme en la puerta, escondiendo un brazo detrás de ella para prohibir que se abriera más.

Levi no quería que comenzara a regarse por la sede que venía con los niños, pero conociendo su propia popularidad, podía afirmar sin lugar a dudas de que ya estaban enteradas hasta las personas de la limpieza.

Sus sospechas se vieron aclaradas cuando Mike comenzó a mover la nariz notoriamente, y Levi supo que había sacado su don del olfato en ese momento para sacarle algo de ventaja informativa. Era lo que odiaba de Mike, cuan fácil era para él detectar cambios en la gente o el ambiente por el olor.

—Huele a jabón de La Colmena —dijo Mike, entrecerrando los ojos hacia Levi. Levi le devolvió la misma mirada—. Versión infantil.

—Cállate, pulgoso —indicó Levi, frunciendo el ceño y abriéndole la puerta, jalándolo del brazo para que entrara a la oficina.

Mike pasó rápidamente de ser observado por un depredador a ser mirado por un montón de ojos curiosos. Apoyándose en sus rodillas temblorosas, Mike se enderezó y vio como un grupo de niños se juntaba lejos de él, apretujándose entre ellos con un castaño de ojos verdes y los brazos extendidos parado al frente.

— ¿Eh? —exclamó Mike.

—Mike, te presento a los niños que estoy cuidando con Hanji —dijo Levi detrás de él.

Rodeó al rubio para emparejarse a un lado de los infantes, tratando de transmitirles seguridad y calma ante la presencia de su amigo, para ellos un desconocido.

Mike pasó su mirada uno por uno, atento a los detalles de sus caras y captando los nuevos datos de la vida de su amigo.

—Creí que serían 3 o cuatro... no una guardería —comentó Mike con sorpresa, lo que dejó a Levi confirmar que iba a buscarlo por el posible chisme de su llegada con infantes.

— ¡No somos una guardería! —se quejó Eren.

Levi no lo vio venir, y se imaginaba que Mike mucho menos, cuando Eren levantó la pierna y le soltó una patada a la altura de la rodilla. El rubio se tambaleó hacia un lado y se dobló, cayendo al piso con ambas manos extendidas para detenerse. Levi abrió los ojos de golpe, mirando a su amigo ser derribado con un simple golpe de un niño que media menos de la mitad de su altura.

— ¡Eren! —reprendió Levi, acercándose rápidamente al niño y tomándolo del hombro para echarlo hacia atrás. Se agachó a la altura de él y lo miró reprobatoriamente— Eso no se hace, y menos a un elemento de la policía. Pueden detenerte por eso.

Eren parpadeó a Levi con sorpresa por el llamado de atención que recibía.

—Pero nos llamó bebés —murmuró molesto.

—Eso no justifica tu acción —dijo Levi con seriedad—. Como te digo, agredir a un elemento de seguridad de cualquier institución oficial es considerado un motivo para detenerte, por eso, por mucho que estés enojado, no debes hacerlo.

Eren se cruzó de brazos y volteó a ver a Mike, arrugando la nariz mientras el rubio se recomponía.

Acomodándose el traje, Mike sonrió hacia Levi cuando este lo miró.

—Tú también no los estés provocando —regañó Levi a su amigo, poniéndose de pie y acercándose a él—. Ahora que viniste a saciar tus ganas de ser un chismoso, ¿necesitas algo más o te puedo sacar a patadas?

—No debes dañar a un elemento de seguridad.

Con los ojos abiertos de la sorpresa, Levi se volteó hacia los niños, viendo a la pequeña Annie dar un paso al frente y mirarlo fijamente con la misma mirada reprobatoria que él le había dado a Eren.

Los demás niños miraron a Annie con una sonrisa, y Mike soltó una carcajada potente ante el atrevimiento de la pequeña rubia.


Levi se llevó el vaso de café a la boca con rapidez, bebiendo el contenido de golpe mientras tomaba once vasos desechables del contenedor junto a la cafetera, colocando todos en zigzag en una bandeja rectangular sobre la mesa auxiliar entre el mueble del microondas y el lavabo.

Se volteó al refrigerador y buscó los cartones de leche, sacando tres y abriéndolos con velocidad para servir el contenido en los vasos.

Mike, parado junto a la puerta de la pequeña cocina del piso, miró a Levi apresurarse a armar un desayuno provisional para los niños, completamente concentrado en encontrar lo más adecuado para que comieran. La cocina tenía mucho alimento variado, pero estos usualmente rondaban de comidas elaboradas de los altos cargos a comidas convencionales de los demás elementos de trabajo, nada en cantidades grandes o cantidades lógicas para alimentar a once niños.

— ¿Quieres que pida algo de comer para los niños? —preguntó Mike con amabilidad.

—Consigue el paquete de donas de la cafetería, completo. Las donas sencillas, no las glaseadas ni las de dulce, las donas que sólo son pan y ya. No voy a darles mucho edulcorante o serán incontrolables el resto del día —indicó Levi.

Mike sonrió y se enderezó, listo para acatar la orden.

—Sííí, no creo que quieras que Kitz Weilman se moleste por el exceso de risas infantiles.

Levi se paralizó.

Con las manos apretando dos cartones de leche, se volteó con una velocidad violenta hacia Mike y lo miró atónito.

— ¡¿Kitz Weilman?! —preguntó asustado— ¡¿Viene Weilman?!

Mike asintió calmado, cruzando los brazos con seriedad.

—Sssííí. De hecho, lo anunció hace cuatro días, su visita era hoy.

Levi dejó los cartones en la mesa y se masajeó las sienes aprovechando el frío que dejaron los empaques refrigerados sobre su piel.

—Déjame adivinar: Mandó un correo electrónico esta vez.

Mike asintió, aunque no lo veía.

—Mandó dos correos de confirmación.

Levi frunció el ceño y negó con la cabeza, sintiendo cómo su cabeza comenzaba a doler ante un recuerdo de hace unos días.

—Los niños destruyeron mi computadora —comentó en un suspiro.

Mike abrió los ojos ante la sorpresa.

— ¿Qué pasó?

Levi se volteó torciendo la boca y colocó los cartones sobre la mesa.

—Pues...

FLASHBACK

Siendo ya las diez de la noche de un sábado, Levi creía que era el tiempo suficiente para que los niños tuvieran su extensión de hora de dormir, así que estaba preparando los pijamas para vestirlos apenas terminaran de bañarse.

Había estado trabajando en su computadora en el comedor del departamento de Hanji mientras ella bañaba a los niños, apurado con terminar un reporte final de una misión sin gran relevancia, pero que había tenido muchos testimonios por muchos testigos.

Si bien ya la habían finalizado, Erwin era estricto con que toda la información fuese recopilada, así que Levi había dedicado su viernes entero a ver todas las grabaciones y registros de los testigos para poder hacer corrección de la documentación dada por los capturistas de la base.

Escuchó que la llave del agua se cerraba. Las niñas se habían bañado primero, así que había detenido su papeleo para apoyar con brindarles sus ropas. Hanji les ponía la ropa interior y él sólo les enfundaba pantalones y camiseta, así era una tarea más sencilla para ambos.

Levi colocó a las niñas sentadas en la sala, todas con una galleta en la mano y una hoja de un cuento corto en la otra.

Hanji quería que los niños siguieran expandiendo sus conocimientos y aprendizajes de una manera que pudiera adaptar la escuela a la vida diaria que llevaban, y tomando en cuenta que mucho del material escolar no podía montarlo en su casa, ella había comenzado con imprimir unos pequeños cuentos para que los infantes tuvieran, al menos, veinte minutos de lectura antes de dormir.

Levi se conformó con dejar a las niñas así y caminó hacia la cocina, sentándose en la mesa de comedor que sobresalía de ahí porque no había espacio para ella. Miró hacia la computadora, específicamente al indicador de carga, donde la batería se estaba llenando muy lentamente. No tenía mucho que había conectado el aparato a la luz, así que debía esperar unos minutos más antes de poder seguirla usando.

¡Levi! —escuchó el llamado de Hanji desde el baño— ¡Necesito tu ayuda!

Levi caminó hacia el pequeño cuarto echándole una última mirada a las niñas, conforme con dejarlas como las vio. Tuvo que echarse rápido a un lado para dejar pasar a Eren, Jean y Connie cuando estos tres pasaron corriendo, los tres goteando bastante y apenas usando ropa interior. Levi frunció el ceño ante esto, arrugando la nariz ante el charco que dejaban detrás.

¡Oi, niños! ¡Hanji, ¿por qué no esperaron a que fuera con ellos?!

Llegó al baño y se asomó por la puerta, viendo a Hanji hincada en el piso delante de la pequeña regadera cuadrada donde estaba Armin dentro, él llorando, y ella revisándole el cabello.

Tranquilo, esto podremos quitarlo —decía Hanji en voz baja y suave, buscando calmar a Armin.

¿Qué pasó? —preguntó Levi, levantándose las mangas de la camisa hasta los codos y acercándose a ambos.

Tiene un chicle en el cabello —respondió la mujer, echándose un poco hacia atrás para permitirle ver la enorme goma rosada que tenía debajo de la capa superior de pelo largo.

Levi se agachó a la altura de Armin y revisó el asunto, cuidando no pegar más cabello con el enorme problema que ya estaba formado.

¿Cómo llegó esto aquí? —preguntó Levi.

N-No sé —respondió Armin entre sus pequeños sollozos, limpiándose la nariz con una mano—. Lo vi cuando salimos al parque pero no quise decir nada.

¿Porqué no dijiste nada, Armin? —preguntó Hanji con suavidad, acariciándole la mano con cuidado.

Armin se limpió la nariz pasando el dorso de la mano libre, mirando a Hanji con miedo.

Porque se iban a enojar si no me lo podía quitar solo —contestó por lo bajo, apenado.

Armin —llamó Levi. El rubio lo miró apenas—, no nos vamos a enojar por algo así, son accidentes, y estás pequeño como para saber qué hacer con algo como esto. Te podrías haber lastimado si lo hubieses intentado, o lo hubieras empeorado, así que está bien decirnos.

Nosotros estamos para cuidarte, Armin —arrulló Hanji con una sonrisa mientras Levi separaba los mechones de pelo.

Levi resopló cuando notó que el chicle estaba bien esparcido entre cada hebra, suponiendo que le tomaría un rato quitarle eso de la cabeza, pero no inseguro de lograrlo.

Quédense aquí, voy a-

Un fuerte golpe se escuchó en la sala, junto con unos gritos de las niñas y algo quebrándose. Levi y Hanji se miraron al instante, y Levi le entregó el pelo separado a Hanji para que ella lo mantuviera en su lugar mientras él salía rápidamente hacia la sala.

Corrió preocupado de ver heridos, pero al llegar a la escena del accidente, lo único que vio fue la mesa del comedor volteada, con Connie sobre el borde de la misma, Eren tirado a las patas de ella y Jean se alcanzaba a ver del otro lado por sus piernas que sobresalían detrás de la tabla de madera.

Se acercó trotando y agarró a Connie del torso, levantándolo de la mesa y viendo una enorme zona roja en su abdomen.

¿Qué pasó! —preguntó a los niños, agachándose para dejar a Connie sentado en el piso y extendiendo una mano para levantar a Eren. Una vez que vio que ambos estaban físicamente bien, sobándose las barrigas y con leves quejas, rodeó la mesa y fue hacia Jean.

Jean estaba con la cara contra la madera y tenía un ojo cerrado, chillando del dolor por el golpe que tenía en el lado derecho del rostro. Levi se hincó para moverlo con cuidado y alejar su cabeza con delicadeza de la posición tan fea en la que estaba, buscando no lastimarlo.

¿Cuántas veces les he dicho que no corran por la casa? —se quejó Levi mientras revisaba a Jean.

Este lo miró apenado y caminó junto a Eren y Connie, parándose los tres en fila y con la cabeza baja.

Levi se paró y caminó a la mesa, levantándola sin esfuerzo y viendo el desastre de las cosas que se cayeron. Un ligero choque eléctrico le recorrió la espalda cuando vio su laptop volteada y completamente abierta como libro, algo que realmente no debía ocurrir. Alcanzó el aparato y lo levantó, notando la pantalla rota y la batería botada, además de una enorme fisura a un lado de la máquina y varios componentes salidos.

Suspiró cuando ésta ya no encendió en cuando apretó el botón, haciendo un puchero ante esto.

Se volvió a los niños y los miró.

Están castigados.

FIN DEL FLASHBACK

—Y eso pasó.

—Bueno —dijo Mike con diversión—, espero que el castigo haya sido ejemplar.

—Tres semanas sin televisión.

Mike torció la boca con pena por la situación. Se alejó de la puerta y caminó hacia Levi, tomándolo del hombro y sonriéndole.

—Iré por las donas, ve a encargarte de tus niños.

Levi le asintió.

—Gracias Mike.


— ¿Crees alcanzarla? —preguntó Connie.

Eren se impulsó un poco más hacia arriba en los hombros de Reiner, quien lo sostenía de las piernas para llegar hasta la repisa más alta.

Sobre una plataforma de madera con una vitrina de cristal, estaba reposando en el libero grande una foto grabada en un rectángulo de vidrio en el que Levi había dejado a los niños explorar las cosas, y llamó la atención de Eren al instante. Reiner le ofreció ayuda de inmediato, prestándole sus hombros y empujándolo, pero parecía que aún no podían alcanzar el objeto por mucho.

— ¿Y-Ya casi? —preguntó Reiner con una mueca.

Eren estiró más su brazo izquierdo, apenas rozando sus dedos contra el borde del cristal.

—Cerca, estoy cercaaa.

— ¡Ackerman!

Una fuerte voz hizo retumbar la oficina y sorprendió a los niños. Tres golpes fuertes sonaron en la puerta de madera. Reiner, en su sorpresa, aflojó el agarre sobre Eren, quien resbaló de sus hombros. Todos los niños se apresuraron a extender los brazos al castaño cuando este cayó de espaldas, y Berthold apenas había logrado colocar sus largos brazos debajo de la cabeza y ello para protegerlo del golpe contra el piso.

Los niños se miraron nerviosos, en silencio, sin saber qué hacer.

— ¿Qué fue ese ruido, Ackerman? —cuestionó la misma voz.

Eren se puso de pie de un salto y tomó a sus amigos de los brazos, jalándolos con él hacia el escritorio.

— ¿Qué hacemos? —preguntó Armin con el terror grabado en su regordete rostro.

Eren torció la boca y apretó su labio inferior. Levi sólo les había dejado ahí dentro con la indicación de que no llamaran la atención, y esa caída de antes había provocado todo lo contrario.

Sabían bien que la persona en la puerta podía ser alguien importante que podría acabar con la carrera de Levi si tomaba a mal que él tuviera niños en su área de trabajo. Eren no era tonto, entendía las consecuencias para las personas de autoridad gracias a los años en los que acompañó a su padre en el hospital en el que trabajaba.

Grisha siempre le había dejado en claro que mientras Eren estuviera con él en horas de trabajo, debía de mantenerse fuera de la zona de emergencias o evitar involucrarse con nadie más que no fueran las enfermeras de la recepción, pues había doctores importantes en el edificio haciendo cosas importantes, y ser un estorbo para ellos podría ser peligrosos tanto para los médicos, los pacientes y el hospital como para su padre.

Si el señor afuera de la oficina era superior de Levi y malentendía la situación de la presencia de los niños, o no la entendía para nada, esto podría significar un castigo para Levi, y no podían provocar eso.

Eren se volvió a Armin.

— ¡Ya sé qué hacer!


Kitz Weilman estaba impacientándose, y si Levi Akcerman no abría la puerta en los siguientes cinco segundos, él iba a...

— ¿Quién es usted?

Weilman bajó la vista al piso al escuchar que le llamaban. Ante él había un niño castaño de la mano con un niño rubio de pelo corto y un niño de cabello castaño claro un poco más alto que los dos primeros. Estaban ocultos detrás de la puerta entreabierta, con caras de miedo y miradas inseguras.

El castaño oscuro tomaba a los otros dos de los antebrazos, manteniéndolos detrás de él.

— ¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó Weilman con el ceño fruncido.

Eren hizo un puchero "inocente".

—El señor Ackerman nos trajo aquí. Nos recogió de la calle, somos huérfanos —respondió el niño de pelo castaño oscuro—. Yo soy Eren, estos son mis hermanos Jean y Armin. Estábamos caminando por la calle cuando el oficial Levi nos vio.

Weilman enarcó una ceja a los niños, no completamente seguro de lo que ocurría con ellos. Había algo en sus apariencias que le decía que estaban mintiendo.

— ¡Eren!

Los niños y el policía Weilman voltearon su mirada a la derecha del último hacia la voz que llamó desde el pasillo, y vieron a una mujer rubia caminando hacia ellos con una sonrisa.

Llegó hasta ellos y reconoció la presencia de su superior con un asentimiento de cabeza.

—Buen día, señor Weilman—saludó la mujer.

—Capitán Nanaba, ¿qué hace aquí y no con su equipo? —cuestionó el hombre con molestia, cruzando los brazos detrás de la espalda y sacando el pecho.

Eren le sacó la lengua a sus espaldas, causando que Nanaba tuviera que reprimir una sonrisa.

—Mi equipo se encuentra estacionado en esta base hasta que se termine el reporte del desalojo de la Mansión de Utgard. Los invasores fueron detenidos y arrestados, están a la espera de sus abogados para las correspondientes declaraciones —se volteó y señaló a los niños con la cabeza—, así que el capitán Ackerman me pidió que tuviera un ojo sobre los niños mientras él iba a encargarse de los documentos para que se le dé seguimiento a su situación y se determine su destino.

Weilman volteó su cabeza a los infantes, quienes dieron un paso atrás mostrando desconfianza a él. Eren atrajo más a sus hermanos hacia su espalda, lo que llamó la atención del hombre.

—No creo que su decisión haya sido la correcta, así que yo me encargaré de ellos a partir de ahora.

Nanaba y los niños saltaron ante esto, y la mujer dio un paso al frente para abogar.

—Pero señor, usted sabe que el capitán Ackerman se encarga de los casos con un noventa por ciento de efectividad en procedimientos, es el mejor para llevar a cabo el traslado y proceso de los niños —explicó con amabilidad, intentando atinar a un punto a su favor.

—Sí, el noventa por ciento de los casos en los que Smith está involucrado, pero en este momento él no está y dudo mucho que Ackerman pueda encargarse de niños sin involucrarse emocionalmente luego de que él estuvo en la misma situación —se burló el hombre, tomando la manija de la puerta y abriéndola totalmente.

Eren se echó hacia atrás y empujó a Jean y Armin, quienes retrocedieron sin saber qué hacer a continuación.

—Así que se van conmigo, niñ-

— ¡Usted no sabe nada de él! —gritó Eren. Weilman, Nanaba y algunos elementos que estaban en el Plato se sobresaltaron por su arrebato, con el primero frunciendo el ceño ante el niño.

— ¿Qué!

— ¡Que debe cerrar la boca, viejo inepto! —respondió Eren— ¡El Capitán Levi nos está cuidando muy bien!

— ¡¿Cómo te atreves a-

— ¡Corran!

Antes de que Nanaba y Wielman pudieran reaccionar, los tres niños salieron corriendo por la puerta hacia el Plato, evadiendo manos de otros trabajadores que intentaron tomarlos.

Eren jalaba a Armin de la mano, y Jean corría emparejado a su lado.

— ¡E-Eren! —gritó Nanaba.

— ¡Sepárense! —gritó Eren a sus hermanos.

Jean dio vuelta a la derecha hacia un pasillo que guiaba a una puerta de cristal y salió corriendo hasta perderse de vista al virar al camino a su lado. Eren jaló a Armin con él y ambos entraron al elevador abierto a su alcance, y rápidamente apretó todos los botones a su alcance.

Nanaba corrió hasta alcanzar a meter los dedos entre las puertas y evitar que se cerrara, pero Armin, en un impulso de miedo, se agachó y se sacó el zapato izquierdo, aventándolo hacia el rostro de la rubia, quien, por el golpe, trastabilló hacia atrás con una queja fuerte y se cubrió el rostro con las manos.

Eren miró a su hermano menor con una sonrisa de aprobación antes de que las puertas se cerraran, y justo cuando Weilman aparecía en el campo de visión de la pequeña separación entre las puertas, Eren levantó su dedo medio hasta que las puertas se cerraron.


— ¿Y crees que Hanji quiera mudarse hasta allá? —preguntó Mike a Levi mientras se aseguraba de que ni una dona se cayera de la bandeja en sus brazos.

Ambos estaban en el elevador e iban directo al piso de las oficinas de Capitanes. Levi llevaba una bandeja grande con vasos con tapa llenos de leche, perfectamente equilibrados en sus manos, mientras Mike cuidaba de los postres que había logrado comprar en la cafetería del edificio.

Para suerte del capitán más bajo, el elevador iba totalmente vacío, así que ambos pudieron apegarse a una conversación bastante interesante para Mike.

—No lo sé. Ni siquiera he visto la casa, y me gustaría saber al menos cómo es —explicó Levi—. A final de cuentas, si ella decide mudarse, ayudaré a acondicionar el espacio para que los niños puedan vivir ahí. Para obtener la custodia total necesita un espacio donde tenerlos, y su departamento no es nada adecuado.

— ¿Es pequeño? —preguntó Mike con curiosidad.

—Sí, lo es —respondió Levi sin darse cuenta que su voz bajó de volumen.

Mike lo miró de reojo, algo preocupado por el extraño cambio emocional, notando que su amigo miraba a la nada dentro del cubo del elevador.

—No la culpo por conseguir uno así, Mike. En primer lugar, ella no esperaba tener que cuidar de once niños de golpe —comentó Levi, aunque Mike se preguntó a qué se debía esa explicación que no pidió—; y en segundo lugar porque el divorcio no le dejó mucho a ella, y no aceptó lo que le dejé.

—Rechazó cada ingreso por las emociones del momento, no te lo tomes personal —indicó Mike condescendiente—. El matrimonio fue por bienes separados, no había mucho que el juez pudiera hacer porque no había nada que pelear. Ella no te estaba pidiendo nada, tu sólo enviaste cosas sin un acuerdo, y jamás se vieron la cara para ello, así que no creo que debas de acarrear con la situación económica de Hanji como una consecuencia a su separación cuando ella fue quien decidió tomar las riendas de su futuro por sí misma.

—Yo era su principal fuente de ingresos, Mike. Sabía que Hanji lo estaba llevando difícil con el trabajo aquí en la estación, que su paga no era buena, y sus investigaciones y trabajos con otros laboratorios tampoco le daban grandes ingresos, y decidí absorber el mayor impacto —se recargó en la pared y suspiró—. Yo pagaba la renta, los servicios básicos, los gastos médicos. La dejé encargarse de la comida porque ella insistió, pero hubiese preferido que me dejara ayudarla en todo mientras establecía su nombre en su campo. Al terminar todo, sobre ella cayó todo lo que yo estaba sosteniendo, y no me di cuenta hasta que empecé a verla por los niños.

—Tienes que entender que no es ni fue tu responsabilidad el buscar que Hanji estuviera establecida para cuando su relación terminó —señaló Mike con firmeza. Dio media vuelta y miró a Levi directamente, aunque este segundo no le dirigió la mirada—. El haberte casado con ella no era un contrato laboral en el que hay un finiquito por una renuncia. Ambos se casaron por bienes separados por la situación familiar de ambos y los problemas que acarreaba unir sus pertenencias, y tú tomaste la decisión de ayudarla cuando estuviste ahí. Al finalizar la relación, ambos debieron concentrarse totalmente en ustedes mismos por individual. Levi...

El hombre volteó su cabeza a Mike al ser llamado, mostrando, por primera vez en un tiempo, la pesadumbre que el tema le causaba, y su amigo resintió esto.

—Ella sólo quería sus cosas e irse. No quiso ser egoísta o mezquina y pedirte dinero, la casa o los autos. Siempre hemos sabido que Hanji es un alma libre e independiente de todos, y el estar casada jamás la iba a transformar en lo contrario. Era natural que en el divorcio ella quisiera averiguar cómo arreglárselas sola.

—Aun así, siento que el alejar a todos sus amigos fue muy drástico —opinó Levi—, quizá con ayuda de ustedes no estaría afectándole tanto el que debe ver por los niños.

—Oye, creo que estás siendo excesivamente duro contigo... e irracional, algo muy raro, honestamente.

Levi chistó ante este comentario, frunciendo el ceño a su amigo.

— ¡No te enojes! Entiende mi punto —dijo Mike con una sonrisa— Ya pasó todo esto, ya está lidiando con el ajuste de vida con los niños. Ya, ya ya, todo eso es tema establecido.

—Ajá, ¿y luego? —preguntó Levi sin ganas, comenzando a perder el interés en el rubio a su lado. Levi sentía que, en cualquier minuto, Mike iba a decir algo estúpido.

—La vida de Hanji luego del divorcio no debía ni debe ser más asunto tuyo. Ni te corresponde, ni debe ser tu prioridad, y nadie te está haciendo responsable de eso, ¡así que olvídalo! —regañó Mike— Porque ahorita estás en su vida de nuevo justo cuando estos niños están en la de ella, y ahorita que ella está dispuesta a recibir tu ayuda, es cuando más debes tomar en cuenta que sí puedes hacer algo que cambie su vida y la de once niños. Porque en este momento no tienen nada que les impida apoyarse por ellos, y ella no tiene motivo alguno para negarte participar.

Levi asintió conocedor de esta verdad, queriendo que su cabeza no fuese tan dura para querer taparle esta verdad. Se giró hacia Mike y poco sin exagerar la postura para no perder el equilibrio en los vasos.

—Me da miedo que encuentre un medio para alejarme —dijo Levi—. No lo veo tan descabellado tomando en cuenta que el que se fue del matrimonio fui yo.

Mike se encogió de hombros.

—Las cosas pasan por algo, Levi. Lo que haya ocurrido en ese momento ya no tiene peso en la actualidad para que sigas manteniendo distancia, y por eso es que te aterra tanto que, ahora que puedes estar, ella ya no te quiera ahí. Pero mientras puedas estar, y ella no se de cuenta de lo obvio...

Levi sonrió de lado.

—Tu participa. Encárgate te los niños de vez en cuando como ahora, ella se acostumbrará a ti y podrán encargarse de tus once demonios sin problema.

Levi le frunció el ceño ante la última frase.

—Oyeee.

— ¡Qué? ¡Me pateó! ¡Eso no lo hace un "angelito"!

Levi soltó una pequeña risa ante esto, aun divertido por lo atrevidos que eran los niños para responder a los adultos. Realmente le alegraba ver que sus personalidades estaban lejos de ser sumisas u obedientes, eran una forma de rebeldía muy especial.

Las puertas se abrieron de par en par, y un pequeño bulto con cabello rubio cayó dentro del cubículo. Armin rebotó sobre su trasero con fuerza, pero con las manos se apresuró a darse la vuelta e hincarse, paralizándose al ver que Levi y Mike le dirigían miradas confundidas.

Levi frunció el ceño y avanzó un paso al niño.

— ¿Armin? ¿Qué haces aquí? —preguntó con firmeza.

Armin se puso de pie y junto sus manos en puños, temblando con nervios sin saber qué responder.

—Eh... eh, este... —tartamudeaba. Levi no vio bien esto—. Un policía nos encontró en la oficina, y Eren, Jean y yo salimos corriendo para que no encuentre a los demás.

— ¿Los demás? ¿En dónde están tus hermanos? —interrogó Levi dando un paso al frente y sacando a Armin y Mike del elevador.

Levi miró los alrededores notando que estaban apenas en el sexto piso, muy por debajo de su oficina, lo que hizo que se sorprendiera aun más de la presencia de Armin a esa distancia de donde lo dejó.

El piso seis era un almacén de documentos, así que casi no había nadie en los pasillos, con todo el personal en las oficinas de archivos alrededor.

Alcanzó una mesa con un florero y colocó la bandeja de los vasos, echando el florero hacia la esquina para que cupiera completa. Se volteó a Armin, quien se agarraba del pantalón de Mike visiblemente asustado, y Mike sólo atinaba a quedarse quieto para darle algo de seguridad al pequeño.

—Es que el hombre lo estaba buscando a usted, y nos asustamos —explicó Armin—. Eren abrió la puerta y le dijo al hombre que usted nos estaba ayudando a Jean, él y a mí porque nos encontró en la calle. El hombre dijo que él se encargaría de nosotros y Eren nos gritó que corriéramos para que no nos llevara. Los tres nos separamos, Jean fue a un lado y Eren fue hacia arriba.

— ¡¿Qué?! —exclamó Levi desconcertado— ¡Diez minutos! ¡Los dejé sin supervisión diez minutos y se hace el caos!

Armin se encogió de hombros y se apegó a Mike. Este lo miró al instante y sostuvo la bandeja con un brazo para usar su mano libre y acariciar al niño de la cabeza.

—Calma, Levi —pidió Mike—, no debemos alterarnos, fueron sólo tres.

— ¡Sí, afortunadamente no incluyeron también a Connie y Sasha, que esos dos son más locos que doscientas cabras juntas y de seguro ya se encontrarían en un avión a Hizuru! —se quejó el capitán— Voy a buscarlos. Lleva a Armin a la oficina y revisa que estén los demás. Me envías mensaje si falta alguien aparte de Eren y Jean. Avísale a mi escuadrón que envío la orden de que se pongan a buscar a Eren y Jean por el edificio.

—Muy bien —afirmó Mike con seriedad.

Levi se dio la vuelta y caminó hacia las escaleras para moverse rápido hacia los pisos superiores. En su experiencia, Eren era el que era más difícil de rastrear y detener, estaba llenísimo de energía e ideas como para tomarlo a la ligera, así que iría primero sobre él. Jean probablemente regresaría a la oficina luego de sentir que estaba a salvo.

— ¡Ca-Capitán Levi! —llamó Armin cuando apenas había puesto un pie en el primer escalón.

Levi se volvió hacia él un poco, escuchándolo.

— ¡El señor aterrador era Weilman, ese era su nombre!

Mike y Levi se miraron al mismo tiempo con los ojos bien abiertos, sintiendo la sensación de pánico que les dejaba el nombre del horrible capitán.

— ¡Busca a mi escuadrón, ya! —ordenó Levi a Mike antes de salir corriendo por las escaleras.

— ¡Sí señor!


HOLA A TODOS, espero se encuentren muy bien :'3

Hacía muchísimo tiempo que no actualizaba. La explicación es muy larga, en mi otro fanfic puse más o menos la situación, pero para no hacerles el cuento largo, en resumen, fue un año increíblemente difícil en mi casa, con mi familia y mi trabajo. No tuve tiempo ni inspiración para escribir absolutamente nada, y emocionalmente tampoco estaba al cien, o siquiera al ochenta por ciento, para intentar estructurar los capítulos. Y como nunca me ha gustado entregar un capítulo mediocre o mal escrito (a mi opinión jaja no me lo permito porque prefiero dar una buena experiencia de lectura) no quise hacer uno al aventón, así que preferí posponerlo y releerlo un par de veces antes de subirlo.

Es un capítulo corto, y realmente espero poder continuar la historia lo antes posible. No prometo actualizaciones rápidas, ya que aun ando encontrando una forma de poder escribir ambos fanfics en mis tiempos libres y que les pueda dedicar bastante de mí para poder entregarles un buen capítulo, así que espero puedan tenerme un poco de paciencia con ello jaja :') una disculpa de antemano.

Y bueno, espero que llegados aquí les haya gustado este capítulo, les agradezco mucho por leer y darse su tiempo de pasar por aquí.

Sin más qué decir, ¡Nos vemos en el siguiente capítulo! :D

Ana Kogane Holt