ADVERTENCIA: A partir de este capítulo se comienzan a redactar escenarios más violentos o describir temas más serios referentes a la trama o correspondientes a temas policiales o crímenes. Aunque estos sean brevemente descritos o abordados de una forma levemente detallada, la finalidad no es incomodar, por lo que pido de favor que se tenga la discreción correspondiente o evite continuar la lectura por su tranquilidad. Gracias.


TRECEAVA COPA


FLASHBACK

¿Estás seguro?

Levi se rascaba la cabeza con fuerza, mirando hacia el piso de la oficina de Erwin, el único lugar donde podían hablar en privado a altas horas de la noche. El azabache lloraba desesperado, usaba su brazo para tapar su boca con fuerza, buscando mantener el silencio.

Erwin estaba acuclillado frente a él y le apretaba el hombro a su amigo, haciéndole saber que estaba con él en ese momento tan difícil.

No sé, no sé, no sé —repetía Levi con voz temblorosa.

No tenía mucho tiempo que se habían encerrado en la oficina, pero el tema que trataban sí había sido abordado desde hace muchísimo tiempo, y el rubio sólo estaba esperando el momento en el que detonara finalmente en el azabache como para que lo fuera a buscar.

No sé, no sé, no sé. Ya hablé con mi abogado, ya le pedí que procediera con los papeles.

Erwin torció la boca ante esto.

Levi, creo que debiste decirle primero.

No puedo, Erwin —soltó un sollozo, bastante fuerte para sorpresa del comandante—. No puedo, no puedo. No puedo ver su cara, no quiero ver cómo...

La oleada de llanto que vino después no puso a Erwin en una mejor posición. Así que, sin hacer mucho circo por ello, simplemente se sentó frente a su amigo y lo dejó llorar, pues no lograba imaginar una mejor manera de hacerlo calmarse.

FIN DEL FLASHBACK

—Sasha, comparte las papas o no te vuelvo a traer con tus hermanos —indicó Levi mientras bebía de su botella de agua.

La niña castaña bufó, pero soltó la caja enorme de papas fritas, eligiendo concentrarse en su hamburguesa para evitar que Levi se enojara. La hora de la comida llegó con más rapidez de la que el azabache hubiera esperado, y realmente agradeció por ello en cuando se encontró fuera de la sede y lejos de Weilman, quien seguía dando su innecesaria vuelta a la estación.

Todos los niños habían rogado por ir al restaurante de comida rápida que tenía el "Paquete Sonrisas". Levi no tenía la menor idea de a qué se referían, así que le entregó su teléfono celular a Armin y le permitió usar la aplicación de mapas para buscar aquel restaurante. Así fue como terminaron sentados todos en una mesa circular grande en una esquina del local más cercano, con Levi comiendo la hamburguesa menos grasosa y desagradable que vio en el menú, y los niños con sus Paquetes Sonrisas y una caja extra de papas fritas familiares a pedido de Sasha. Esperaba que Hanji jamás llevara a los niños a un establecimiento como ese al menos hasta que tuviera la custodia de los niños, pues era una alimentación totalmente fuera de lo esperado para unos infantes, y eso seguro le restaría puntos ante la trabajadora social.

Miró hacia su izquierda, justo a Berthold, quien parecía algo cohibido de tomar papas del paquete en el centro de la mesa. Sus manos se movían sobre el contenedor vacío de su hamburguesa, y su mirada iba entre ella y las papas.

— ¿Qué ocurre, Berthold? —preguntó con voz baja para no llamar la atención sobre ambos.

El joven lo miró al instante. Abrió los ojos con susto, como si lo hubiesen atrapado robando la hamburguesa de uno de sus hermanos.

—Eh-Ehh. Es sólo que... bueno —comenzó el chico, apretando la boca con fuerza y mostrando nerviosismo—, creo que no estoy satisfecho.

Levi enarcó una ceja. Recargó un codo sobre la mesa y puso la mejilla sobre el puño, mirando al niño con curiosidad. Bueno, quizá en ese momento podía prescindir un poco de su cuidado y darle algo de gusto al niño.

— ¿Quieres que te compre otra hamburguesa? No hay problema si es así.

Berthold negó.

—Es que no quiero incomodarlo, capitán —respondió en voz baja.

Levi inclinó la cabeza, pensativo.

Hanji le había explicado, muy por sobre los hechos, el tema por el que Berthold y Reiner habían sido enviados al orfanato, y era algo que le golpeaba profundamente al policía. Si bien, aún no había realizado una búsqueda a fondo sobre ello, era plenamente consciente de que el abuso físico hacia los niños había llegado al punto en el que generó un trauma de contacto.

Levi no era ajeno al hecho de cómo ambos niños brincaban un poco cuando Hanji y él levantaba las manos para hacer algo, y era una clara señal de trauma por golpes. Cuando se había dado cuenta, Levi le comentó a la profesora para que comenzaran a cuidar sus acciones alrededor de ellos, evitando, lo más que podían, mover las manos con fuerza. Gracias a ello, el policía notó que Berthold y Reiner comenzaban a acortar la distancia entre él y ellos, razonando que les estaba dando más confianza de intimidad.

Berthold era un chico muy tranquilo y tímido, en comparación con Reiner, que era más extrovertido y animado. Reiner era un muy buen hermano mayor con Eren, de hecho, ambos conectaban sorprendentemente, algo que Berthold no hacía con todos sus hermanos. En cambio, el adolescente alto era muy cercano a Armin, con quien compartía muchas cosas de estudio y lectura, ambos habidos fanáticos del aprendizaje. Y, ambos bastante nerviosos, por agregar. Berthold prefería mantener las cosas como se las entregaban, no era un buscador de cambio por medio a las represalias.

El azabache levantó la mano con lentitud y cuidado, acercándola al hombro de Berthold. La colocó con cuidado sobre él y le apretó con cariño, sonriéndole apenas.

—No es ninguna molestia. Dime cuál quieres.


—Los Titanes del Mar y los Titanes del Rey volvieron a tener un encuentro armado del día de ayer a las veintitrés horas.

Levi movió las hojas del archivo hacia un lado, leyendo la información apenas recopilada para la junta de la tarde. Sus compañeros se sentaban con él alrededor de una mesa rectangular grande, donde Erwin se sentaba a la cabeza de la misma y dirigía la reunión.

Luego de la comida, el azabache había vuelto a la sede de la policía con los niños, todos retacados de papas a la francesa y una segunda ronda de hamburguesas que él se había dado el lujo de permitirles. Esperaba poder encerrarse con ellos en su oficina, pasar las últimas horas del día en paz con la TV puesta para ellos (una que había mandado a poner mientras estaban en el restaurante), y luego volver a casa, a ver cómo seguía Hanji.

No había contactado con ella desde que la dejó aquella mañana, y estaba preocupado por si Corinne había llegado o no. Levi prefirió mantener la comunicación en cero para no presionarla, temeroso de que se molestara por su atención y comenzara a cerrarse nuevamente. Por esto eligió mantener silencio y descubrir si había mejorado (o empeorado) hasta que fuera a devolver a los niños.

Sin embargo, sus planes de acabar la tarde, con más calma de la esperada, se fue al diablo cuando un asistente de Erwin entró corriendo a su oficina y le entregó el aviso de la junta de emergencia y el archivo que cubría la información del tema a tratar. Levi tuvo que apresurar un plan para mantener entretenidos a los niños mientras se iba, y le encargó a Teodoro que los mantuviera vigilados y distraídos.

Lo que menos esperaba, era que el tema en cuestión fuera acerca de los titanes.

—Hay un total de doce muertos en el encuentro, todos identificados, pero no encontramos ninguna relación en su participación en los grupos —continuó Erwin—. No se ha reportado a los familiares.

— ¿Por qué no? —preguntó Nanaba, sentada a la izquierda de Levi, más lejos del comandante— ¿No es una falta al protocolo?

—Primero tenemos que averiguar cómo es que llegaron a los grupos delictivos antes de levantar alarmas, pues no sabemos si los familiares también están involucrados —explicó el rubio—. Podríamos detonar una alarma que haga que se oculte evidencia, en caso de que tengan a un relativo involucrado en el mismo equipo, por lo que prefiero que actuemos con cautela.

— ¿Qué haremos a partir de aquí? —preguntó un capitán al fondo de la sala. Levi no recordaba su nombre en ese momento, era un hombre con el que se cruzaba poco.

—El equipo forense se está encargando del trabajo de levantamiento de los cuerpos y la investigación preliminar. Hasta tener los resultados no haremos nada de forma interna con el caso. Sin embargo, se levantarán equipos de patrullas por toda la zona donde fueron avistados por última vez y sus alrededores.

— ¿Quiénes empiezan? —preguntó Mike, sentado a la derecha de Erwin.

—Habrá dos turnos de patrullas durante la semana. Desafortunadamente, tenemos muchos elementos detenidos por el tema de las elecciones, pues piensan mover este asunto hacia Mitras, en Sina, y mantendrán a la mayoría de escuadrones en ese lugar para proteger a los candidatos durante las juntas de elección.

Levi frunció el ceño a la noticia del rubio, captando su atención.

— ¿Por qué Mitras? —cuestionó el azabache— Ni siquiera tienen un centro de operaciones, es zona privada.

—Ha habido algo de pánico alrededor de la muerte de Zackly, y quieren proteger a los candidatos hasta que se dicte al nuevo comandante en jefe, así que un cuarto de los escuadrones será colocado allá —explicó—. Es por eso que junté sólo a los capitanes el día de hoy. Sólo ustedes pueden ser informados de todo esto. Así que la agenda quedará así: La primera semana, Nanaba será...

Levi se desconectó un momento de las indicaciones de Erwin. Cerró los ojos y se reclinó en su asiento, viendo hacia las hojas en el escritorio con recelo.

El nivel de delincuencia en las calles había estallado considerablemente desde que se dejó de anunciar el proceder de la policía sobre los grupos de los Titanes, pues la gente comenzó a tomar esto como la idea de que la ley no estaba trabajando por detenerlos, sino que hacía la vista gorda, y, por lo tanto, para los civiles, cualquiera podía ser un criminal y no sería sancionado. Muchas personas intentaron imitar a los Titanes para ganarse la fama de ser detenidos y salir victoriosos, pero se habían llevado la sorpresa de sus vidas cuando se procedía con ellos como elementos del grupo criminal y eran encarcelados con condenas bastante largas. Ellos pensaban que sólo se les daría trato de asaltante de tienda, pero en la actualidad no había manera de verificar si alguien pertenecía o no a los Titanes, y si declaraba ser parte de ellos desde el inicio, se les clasificaba como tal hasta lograr demostrar lo contrario.

Familiares enojados y seres queridos furiosos habían sido recibidos por el propio Levi, quien tuvo que enfrentarse a muchos de ellos para hacerles entender que el atravesar la línea de esa manera, en la ley, sí era penado. Que, desde una mentira o una simple broma, podía detonarse un gran problema, y las personas iban por la vida creyendo que la policía no hacía nada y se la jugaban hasta que les demostraban lo contrario.

El Cuerpo de Exploración fue tachado de injusto, corrupto y abusivo. Su fama cayó de forma considerable en contra de los otros dos cuerpos existentes, y pronto su reputación estaba manchada. Pero nadie se detuvo por ello, y el ascenso de Erwin como comandante hizo que se reforzara la idea de no doblegarse ante la opinión pública, con el único fin de cumplir el deber que tenían.

Y Levi nunca fue uno que incumpliera con su misión.

—... el Capitán Ackerman cumplirá el horario nocturno.

El azabache volvió a la reunión al escuchar su nombre, y prestó atención a Erwin.

—Durante la segunda semana. Quiero a los elementos más fuertes durante los turnos nocturnos, y a los recién integrados, o que pasan menos tiempo en campo, en el matutino. Es menos probable que haya conflictos en ese periodo, y estarán mejor preparados para recibirlos porque tendrán más cuerpos activos en las otras sedes —anunciaba el rubio. Levantó la vista de sus papeles y miró a todos— ¿Alguna duda?

—Ninguna —anunciaron todos.

—Muy bien. Es todo por hoy. Recuerden que nadie más que ustedes pueden saber lo que está pasando, y eso incluye a sus equipos.

—Está claro, jefe —contestó una capitán de las nuevas sentadas al fondo.

Erwin asintió satisfecho mientras todos los policías se ponían de pie para esperarlo a él. Cerró su carpeta y lentamente comenzó a levantarse.

—Y una cosa más, antes de que se retiren —llamó, atrayendo la atención de todos—. No estaré por, al menos, un mes entero. Me moveré a Mitras para la continuación de las elecciones, y el comandante Zacharius me acompañará en esta ocasión. Así que dejaré, nuevamente, al capitán Ackerman a cargo. Todo lo que se tenga que atender con urgencia, directamente con él.

— ¡Sí señor!

Levi miró a todos los demás dirigirle un asentimiento, reconociéndolo como el nuevo jefe temporal. Aunque no era un puesto nuevo para él, realmente no le gustaba tomarlo tan continuamente como en casos recientes.

Se volteó hacia Erwin, quien se acercó a él justo cuando los demás capitanes comenzaban a salir. Mike y Nanaba se acercaron también, y hasta que el resto dejó la sala y sólo se encontraron los cuatro, la mujer se dio el lujo de soltar un suspiro con una sonrisa.

— ¡No puedo creer que, dentro de poco, serás el nuevo jefesote!

Levi torció la boca por el pequeño grito que dio Nanaba contra su oído. Erwin sonrió ante esto.

—Calma, aun no tengo nada asegurado. Sólo es etapa de debates, así que aún no celebren.

— ¿De verdad crees que voy a celebrar que me abandones? —preguntó Mike con una falsa tristeza. Abrazó a Erwin por los hombros y lo agitó— ¿Qué vamos a cenar hoy? ¿Eh?

Levi miró el reloj en la pared de la entrada por sobre su hombro, notando, con preocupación, que había estado lejos de los niños mucho tiempo.

—Hoy no puedo ir a cenar, tengo que ir a ver a Hanji y llevar a los niños a la casa —respondió el azabache—. Los veo luego.

Los tres vieron a Levi dar media vuelta y caminar a la salida, sorprendidos por la tranquilidad con la que se estaba tomando todo. Nanaba sonrió hacia sus amigos, quienes le devolvieron el gesto.

— ¡Nos saludas a Hanji! —pidió Erwin.

Levi se detuvo de golpe en la puerta, con la mano sobre la manija. Miró hacia la madera y parpadeó. Una ligera incomodidad se instaló en él ante la mención casual del saludo, sabiendo bien, los cuatro, que Hanji estaba totalmente reacia a saber cualquier cosa de ellos.

El azabache intentaba ser cuidadoso en no mencionar a los tres policías delante de la profesora, pues sabía que, cualquier comentario, ocasionaría que Hanji comenzara a cerrarse hacia él hasta dejar el trato sobre lo cordial. Lo único que llegaba a tolerar eran menciones de Erwin, pues era su jefe, y ya les había tocado tener que recibir una llamada de él durante una comida o cuidando de los niños durante la noche. Hanji había aceptado eso, pero le indicó, firmemente, que nunca los involucrara.

Levi se volteó hacia sus amigos y habló con seriedad.

—Escuchen, no sé qué fue lo que pasó entre ustedes y Hanji. Desconozco el motivo por el que ella no quiere hablar con ustedes ni volver a saber de quienes fueron sus mejores amigos, lo cual me preocupa.

Los tres miraron a Levi con seriedad, poniendo toda su atención en él.

—Por lo que quiero pedirles algo —dijo serio—. Por favor, si en otro momento podemos reunirnos en mi casa, me gustaría que me contaran qué pasó.

En un silencio contemplativo, Erwin enarcó las cejas con sorpresa, esperando un regaño o queja por parte de Levi. A su petición, el rubio asintió con seguridad, y Levi asintió de vuelta.

Mike y Nanaba se miraron antes de asentir a Levi, y él les devolvió la acción con gratitud.

Sin más qué decir, Levi dio media vuelta y salió, dejando a sus tres amigos con los nervios a flor de piel.


Levi golpeó los dedos rítmicamente contra el volante, escuchando a los niños hablar entre ellos sobre temas aleatorios e irrelevantes. No traía a ninguno sentado a su lado, se había negado rotundamente a pesar de los ruegos de Reiner por ser, según, "técnicamente un adulto".

En medio de la noche, en la hora más concurrida de las calles, Levi y los niños se vieron atrapados en un tráfico de fin de hora laboral, esperando llegar a tiempo a casa.

Las luces de los edificios creaban un extraño ambiente cálido en medio del frío de la noche, adornando el cielo y los alrededores de las calles junto a las masas de gente que se movían en distintas direcciones. El ruido de los motores y el gentío era apenas amortiguado por las ventanas cerradas del coche, y los movimientos de los aviones y helicópteros que cruzaban sobre sus cabezas, creaban una vibración que siempre recordaban, a cualquier habitante, que estaban en una gran ciudad.

Si hace casi tres meses, a Levi le hubieran dicho que estaría cuidando de once niños huérfanos, faltando al trabajo por ellos, contándoles cuentos y apoyándolos emocionalmente, seguramente habría dicho "no me uniré a Recursos Humanos". Y ahí se encontraba, cruzando la ciudad para ir a dejar a los niños con su nueva (casi) tutora y pensando en qué les haría de cenar.

—Capitán Levi.

Volvió la cabeza a la izquierda hacia Eren cuando éste le susurró, y encontró al castaño mirándolo con los ojos muy abiertos y una sonrisa pequeña.

—Dime.

—Gracias por llevarnos a comer hamburguesas —le susurró el chico. Se encimó más sobre sus brazos unidos para acercarse al policía—. En especial por Berthold. Él suele comer muy poco, aunque la maestra Hanji le diga que puede pedir más si tiene hambre.

Levi quitó el freno y aceleró un poco mientras los coches avanzaban lentamente.

— ¿Desde cuándo hace eso?

—Siempre ha sido así —explicó el menor—. Él es el que menos pide cosas. No sabemos porqué, pero una vez hasta lloró cuando le dieron más ración de pastel cuando fue el cumpleaños de la maestra Hanji. Fue raro.

Levi enarcó una ceja ante el comentario, pero evitó reaccionar de más para no alterar a todo su grupo de infantes, y condujo con calma entre las vías. Dio vuelta a la derecha para abandonar la avenida principal y adentrarse a otra.

—Tal vez hay que enseñarle a no temer —comentó Levi en voz baja—. A no temerle a recibir más de lo que cree merecer.

Eren se apoyó sobre la caja en medio de los asientos y torció la boca, una expresión infantil pensativa. Levi lo miró de reojo con diversión, pero no dijo nada en favor de dejar pensar al niño.

—Está bien, voy a ayudarlo con eso —dijo Eren con calma. Sonrió y se enderezó, empujándose hacia atrás— ¡Gracias, Capitán!

Levi lo observó a través del espejo retrovisor y notó cómo se acomodó entre sus demás hermanos, uniéndose a la conversación con facilidad.

Estuvo conforme con que se mantuviera la plática infantil de fondo, aun por sobre la música de jazz que sonaba en las bocinas del auto. Este ambiente fue el ideal durante un par de minutos de tráfico, hasta que de la nada, varias personas salieron corriendo de la nada entre los coches, cruzando la gran avenida.

Levi frunció el ceño y se enderezó en su asiento. Movió la cabeza al frente para ver hacia la banqueta a la izquierda, desde donde la gente corría, y notó cómo policías corrían hacia la entrada de un edificio y comenzaban a guiar personas hacia las esquinas. Preocupado, se volvió hacia su radio policial debajo del radio del auto, y lo encendió.

—Niños, silencio —ordenó firme, logrando que se callaran al instante.

No fue difícil conseguir la señal por la que hablaban los policías en la calle, y puso atención.

", señor con un machete ingresó a la plaza comercial y está soltando improperios mientras ataca a la gente. Tenemos a dos niñas, una mujer y un anciano heridos. Tiene a dos rehenes dentro de una tienda de bebidas frías, los encerró junto a los heridos detrás del mostrador. Hay peligro de acercarnos a él, tiene a una de las niñas retenida".

—Aquí Capitán Ackerman. ¿Quién dirige la operación? —preguntó de inmediato.

"Capitán Ackerman, no tenemos capitán asignado" respondió un policía, con voz temblorosa "Nuestro Capitán fue llamado hace una hora a sede y no ha regresado, estamos solos."

—Me integraré a ustedes de inmediato, pero necesito a dos elementos conmigo. Estoy en la calle en uno de los autos de la sede, me voy a orillar a la vuelta de la esquina siguiente a la vialidad, quiero a los dos policías ahí —ordenó.

"¡Sí señor!"

Levi había captado que los niños se habían quedado callados de golpe, eligiendo creer que habían escuchado lo que pasaba y que Levi debía moverse rápido. Los coches empezaron a ser movidos por otros policías que se unían a la operación, y Levi encendió los estrobos policiales que traía el auto en la parrilla para que lo identificaran con facilidad. Gracias a esto, la calle le fue liberada para él y pudo ir a la esquina con velocidad, encontrando un espacio entre un camión de correo y un auto estándar, donde los dos policías que pidió ya estaban llegando a prisa.

Se quitó el cinturón de un tirón y palpó su torso, encontrando su arma asegurada en el arnés que le rodeaba el torso y el pecho.

—Niños, escúchenme —se dio la vuelta entre los asientos y miró a los infantes, quienes se agarraban las manos y se apretujaban unos contra otros, con los ojos bien abiertos del miedo—, se van a quedar a cargo de dos policías de mi trabajo. Obedézcanlos, y no se salgan del auto. Eren... —llamó con un tono de voz más fuerte, a lo que el castaño lo vio—, eso va especialmente para ti. No intentes escaparte del auto, y acata órdenes.

El ojiverde asintió con convicción, lo que sorprendió, pero satisfizo a Levi. Asintió, poco convencido de que sus palabras surgieran efecto, pero el seguro infantil de las puertas le haría un favor mientras se iba.

—Bien. Regreso rápido, no se preocupen.

Levi abrió la puerta y salió. Los policías se unieron con él en segundos, y él les hizo una seña con la cabeza para que se acercaran. Cerró la puerta del piloto y se unió a ellos en un círculo.

—Gracias por asistirme.

—Un placer, capitán Ackerman —dijo uno de ellos.

—Escuchen, necesito que lleven a estos niños a mi departamento. Estaba llevándolos a su casa, pero está más lejos, y necesito que estén fuera del peligro. Los llevan y se quedan con ellos ahí —ordenó mientras le entregó las llaves a uno de ellos, quien lo miraba nervioso—, hasta que yo vuelva.

El policía con las llaves del departamento asintió firme. El otro, detrás, asintió detrás de su compañero, para Levi era claro que era un elemento novato.

—Sí señor. Le avisaremos apenas estén allá.

—Me mandas mensaje y foto de todos ellos sentados en la sala. Son once, no me pierdan a ninguno.

—Entendido, capitán.

Levi asintió a ellos y se quitó del camino, dejándolos entrar al auto. Los miró abordar y esperó a que el auto se encendiera. Miró hacia los vidrios polarizados traseros como si pudiera ver a los niños ahí, tratando de transmitirles confianza suficiente como para que no se pusieran nerviosos con los dos policías. Entendía bien que la cuestión de dejarlos con desconocidos era algo riesgoso, los niños no confiaban en nadie que no fueran los viejos trabajadores del orfanato, Hanji o él, y esperaba que sus palabras antes de dejarlos fueran suficientes para que estuvieran tranquilos con los policías que los cuidaban.

Miró la camioneta desaparecer a lo lejos por la calle libre, y sacó su teléfono para mandarle un mensaje a Hanji y avisarle de todo.

LEVI ACKERMAN

Los niños van en un auto de la policía hacia mi departamento. Ocurrió una emergencia en camino a tu casa, así que van primero ahí con un par de policías mientras me encargo de esto. En cuando termine me iré con ellos.

Mientras esperaba respuesta, sin soltar el teléfono, Levi corrió hacia donde los demás policías se reunían para empezar a trabajar.


Hanji miró el mensaje con miedo y se puso de pie de golpe, provocando un mareo fuerte que la regresó de sentón a la cama. El papel usado en su mano izquierda cayó al piso, y su mano fue directamente a encender la lampara de noche junto a ella.

Releyó y releyó el mensaje, tratando de entender y asimilar las palabras correctamente.

HANJI ZOE

¿Están bien los niños? ¿Qué clase de emergencia?

Olvídalo, voy por ellos.

Ahorita voy por ellos.

Dime cuál es tu dirección.

Se puso de pie nuevamente y se colocó sus pantuflas cafés viejas de lana. Caminó a la puerta de su cuarto y salió rápido hacia la sala, donde la única luz presente era la luz que había dejado encendida en la cocina para cuando volvieran los niños por la noche.

El teléfono vibró en su mano y ella vio el nuevo mensaje.

LEVI ACKERMAN

No, no vayas. Estarán bien, están en buenas manos.

Quédate en tu casa y espera mi mensaje, y tranquilízate, van a un lugar seguro.

Yo me reuniré con ellos en cuando acabe aquí, será rápido, así que tranquila.

— ¡¿Que me quede tranquila?! —gritó a la nada, o más bien, al teléfono, con enojo. Apretó el aparato entre los dedos mientras releía el mensaje— ¡Tranquila cuando mis niños están con desconocidos, estás totalmente loco!

El teléfono volvió a vibrar cuando otro mensaje apareció.

LEVI ACKERMAN

Hablo en serio, Hanji. Ellos estarán bien.

Te conozco, no intentes nada.

La mujer empezó a escribir con fuerza en la pantalla mientras caminaba hacia las llaves en el mini perchero junto a la puerta.

HANJI ZOE

¡No me digas qué puedo o no hacer! Voy por mis niños, no los voy a dejar con desconocidos.

Y no me des la dirección, la puedo conseguir por mi maldita cuenta, gracias por nada.

Tomó las llaves de un tirón y giró la cabeza para buscar su suéter de punto que había dejado en un sillón... o en el baño, quizá, porque no lo veía por su pequeña sala-comedor-cocina. Paseó la mirada con rapidez para ubicarlo, pero no lo encontraba. El teléfono volvió a vibrar y miró la pantalla.

LEVI ACKERMAN

¿Cómo? ¿Vas a llamarle a Erwin? ¿Nanaba o Mike?

Adelante, quiero ver que lo intentes

LEVI ACKERMAN

Hablo en serio, Hanji. Están bien, sólo te avisaba porque debes saberlo, no para que te alteraras. Tranquila, volveré con ellos rápido y me contactaré contigo.

Un grito nasal salió de su boca mientras aventaba el teléfono al sillón largo. Si había sido una emergencia tan seria como para que los haya dejado a medio camino, significaba que ocurrió algo en una vía pública, así que probablemente estaría en las noticias.

Se acercó a la mesa central y tomó el control de la televisión. La encendió y buscó entre sus pocos canales el único que sintonizaba noticias. Las desventajas de no poder pagar cable o servicio satelital privado, era que las opciones se limitaban mucho, y podía confiar en tres canales solamente: el canal siete, que eran caricaturas e infantiles, el uno que era el de noticias, y el cinco que era de cocina. El resto eran basura.

Tomó asiento en el sillón ignorando su teléfono, el cual ya no había recibido ningún mensaje, y vio que una transmisión en vivo iniciaba con reporteros informando desde una avenida grande, donde ya acordonaban una zona.

"... La policía ya está actuando. El capitán a cargo es el capitán Levi Ackerman, quien atendió el llamado de las autoridades a la escena con rapidez y ya se encuentra con un equipo especializado listos para entrar al centro comercial. El hombre con el machete no ha salido, y tampoco hay más información de los rehenes, por lo que nos mantenemos al pendiente para actualizarlos."

Hanji se llevó las manos a la boca al instante, entendiendo ahora porqué Levi había tomado una decisión tan precipitada. Algo que siempre lo había caracterizado, desde que se conocían, era que nunca huía a un llamado de ayuda ante algo que pudiera poner en riesgo a personas, y eso lo había llevado a tener graves enfrentamientos donde había salido bastante herido.

Ella sabía lo temerario que podía ser el policía, así como también lo desinteresado por su propia vida en comparación con la de los demás, y si él tenía que recibir la bala por alguien, lo haría sin dudarlo.


Eren miró de punta a punta a sus hermanos sentados en el enorme sillón gris de la sala del departamento de Levi, contándolos uno a uno con su dedo índice.

Los policías estaban con ellos, sentados en los sillones individuales. Uno de ellos, que se había presentado como Yaro, estaba conectado a un audífono que se enlazaba a su radio policial, desde donde estaba escuchando, lo que Eren creía, las actualizaciones sobre el crimen que estaba ocurriendo. El niño castaño lo miraba cada tanto, esperando entender alguna expresión que hiciera para captar si pasaba algo relevante, pero el policía era bueno en mantenerse sereno, sin reacciones o gestos, por lo que no había obtenido nada de su pequeña observación.

El otro policía, Lee, le cambiaba a la televisión para encontrar un canal de caricaturas que les gustara a todos. La televisión por cable era genial, a idea de Eren, pues ya había recorrido veinte canales y aun no acababa la programación infantil. Por ello, de vez en cuando descuidaba su atención sobre el otro policía para ver la televisión.

— ¿Hay algo que les gustaría ver? —preguntó Lee tras llegar al último canal infantil— Quizá una película les guste más que una caricatura, por si cambia el estilo de la serie.

— ¡Sí, una película de robots! —gritó Connie mientras alzaba las manos al aire.

— ¡No, mejor una película de dinosaurios! —dijo Shasa, llevándole la contraria.

— ¡Mejor de coches! —gritó Jean.

— ¡De superhéroes! —comentó Reiner, uniéndose a la conversación.

Mientras sus hermanos discutían cuál elegir, Eren volvió a ver a Yaro, quien se puso de pie y se alejó con calma a la cocina, donde empezó a servir vasos con agua. Desde el ángulo en el que estaba, Eren perdía toda visión de él, así que se puso de pie, aprovechando que sus hermanos lo ignoraban en favor de elegir una película, y caminó hacia la cocina a pasos rápidos.

La plática siguió a sus espaldas, así que no le preocupó ganarse la atención de sus hermanos. Cuando llegó con Yaro, éste lo vio por debajo de su codo justo cuando sacaba otro vaso de la alacena superior. El hombre sonrió, mostrando un gesto por primera vez, y se volteó hacia Eren.

—Hey, ¿qué pasó, chico? —preguntó amable.

— ¿Van a matar a alguien? —preguntó Eren, causando sorpresa en Yaro.

Éste dejó el vaso junto a los otros en la barra debajo de las alacenas, y se paró frente a frente con el niño.

— ¿Eh? ¿A qué te refieres?

Eren señaló el radio con la barbilla.

—Al crimen al que fue el capitán Levi. ¿Va a matar a alguien? —preguntó nuevamente, con inocencia.

Yaro sonrió y se acuclilló a la altura del infante.

—Ah, entiendo. No no, el capitán Ackerman no recurre a esos extremos. Él prefiere preservar las vidas —explicó con calma—. Pero es el mejor para lidiar con este tipo de gente que se sale de sus cabezas, y por eso confiamos mucho en él.

Eren contempló las palabras con detenimiento. La gente confiaba en Levi, era algo que había entendido y razonado cuando vio cómo todos se movían a su alrededor y con él en la sede, aun con ese hombre raro y violento que gritaba hacia él. Todos parecían en confianza con Levi, más allá de asustados, y eso le sorprendía por cómo era el policía en cuanto a su actitud y lo estricto que era.

— ¿Cómo puedo ser como él? —le preguntó.

Yaro abrió los ojos, sorprendido y parpadeó un par de veces. Recargó un brazo contra su rodilla y apoyó la cara en la misma mano, pensativo.

—Hmmm, bueno, el capitán Ackerman siempre ha sido valiente, lo que nos inspira a los demás a no temer a hacer nuestro trabajo. Además, siempre hace lo correcto sin importar las consecuencias, tiene bien claro el sentido de justicia.

— ¿Sentido de justicia? —cuestionó Eren. Enarcó una ceja y miró al techo— ¿Cómo es eso?

—La verdad, no sabría explicártelo bien, pequeño. Muchas veces la justicia se imparte desde donde muchos de nosotros hemos sufrido, así que es más común que obtengas distintos tipos de definiciones de ello —respondió Yaro—. Quizá puedas preguntárselo cuando vuelva, el capitán es bastante abierto en ese sentido.

Eren asintió, y cruzó los brazos delante de su pecho mientras Yaro lo miraba con interés.

— ¿El capitán Levi toma riesgos por ser valiente? —cuestionó curioso, a lo que Yaro asintió— ¿No le importa su vida?

— ¿Eh? ¿Por qué crees eso? —interrogó Yaro, confundido.

—Los valientes siempre se lanzan a morir. Eso pasa en todas las historias que Armin me ha contado de héroes de sus libros —explicó el castaño, a lo que el policía se rio un poco—. ¿No le importa su vida entonces?

—Creo que tienes una idea equivocada de la valentía —comentó Yaro—. Ser valiente es tener la inteligencia de hacer algo con cuidado y decisión, mientras entiendes los riesgos que implica, pero poniendo todo tu esmero en evitar esos riesgos. Es luchar por algo con toda la consciencia de que puedes perder, pero con toda la convicción de no perderlo. Al menos, así es como lo veo.

Eren asintió, pensando en las palabras de Yaro con detenimiento.

Quizá Levi era tan temeroso porque sabía que muchos de esos riesgos se reducían una vez que él entraba en acción. Por lo que Eren entendía, Levi era alguien importante y reconocido por sus habilidades y sus logros, así que no dudaba que la valentía de todos aumentara en cuando él decidiera ser el primer valiente.

Le sonrió a Yaro con los dientes.

— ¡Gracias, policía Yaro! —dijo animado, antes de darse la vuelta y correr de regreso con sus hermanos.


Levi apretó con fuerza el brazo alrededor del cuello del hombre, mientras con el otro brazo mantenía la mano con el machete doblada contra el ángulo de la articulación para que no pudiera moverlo. Los rehenes gritaron cuando el hombre agresor empezó a maldecir al capitán mientras intentaba estirar el cuello para morderlo. Estaba verdaderamente loco.

— ¡Salgan ya! —ordenó Levi con fuerza.

Las personas salieron corriendo por la puerta, causando aún más locura en el hombre, quien empezó a moverse frenético entre los brazos de Levi. Mientras la gente salía, el azabache logró ver cómo la cámara de las noticias se asomaba por uno de los vidrios por fuera del local donde estaba reteniendo al agresor, y lo enfureció. Les había ordenado a los elementos externos que mantuvieran a la prensa lejos, y no estaban haciendo su trabajo.

Con un tirón del cuello del agresor, Levi lo soltó, pero no quitó el agarre del brazo con el machete. El hombre se giró sobre su cuerpo, listo para arremeter contra el policía, pero no alcanzó ni a poner su puño contra su hombro cuando Levi soltó una fuerte matada con la pierna derecha. Conectó su rodilla con las costillas del agresor, provocando que éste, con un alarido saliera del hombre justo cuando se dobló sobre su cuerpo; el machete, en la mano contraria, fue soltado al instante, y causó un estruendo metálico contra el azulejo del local.

Levi se lanzó contra el hombre mientras lo tenía doblado contra él, y lo derribó. Lo sometió lo mejor que pudo, colocó sus extremidades de forma que no podría moverse cómodamente para liberarse y sacó las esposas que traía. Con la prisa de no permitirle contraatacar, Levi metió las esposas entre el cinturón del pantalón que traía aquel agresor, y las sujetó a ambas manos con fuerza, incluso considerando que quizá aplicó demasiado ajuste. Pero, si era honesto, no le importaba, eso impediría que moviera las muñecas.

Entre respiraciones agitadas de ambos, Levi se enderezó, pero no se puso de pie, usando su propio peso y las rodillas para quedarse sobre el cuerpo del hombre, apoyando las piernas sobre las de éste para que no se moviera.

Tenía la respiración agitada, estaba cansado y levemente estresado por la presión de detener al criminal, pero por pura suerte había sudado poco. La camisa comenzaba a pegársele a la espalda, algo que lo incomodó al percibirlo. Levantó una mano y la guio hacia el micrófono del audífono.

—Agresor sometido, ya pueden entrar —anunció.

En segundos, varios policías vestidos de pies a cabeza con trajes, casco y protectores metálicos entraron corriendo por la puerta con escudos grandes rectangulares y armas de fuego de gran calibre. Levi entendía que la tarea de contener un peligro (o a alguien peligroso) implicaba usar equipo pesado, e incluso equipo oculto al público, pero parecía una exageración el que entraran tantos y tan cubiertos cuando él ya había desarmado al sujeto y lo había retenido.

Le sorprendía incluso el nivel de protección que tenían, tomando en cuenta que el que tuvo que proceder al salvamento fue él, sólo protegido por su traje y con su única pistola como arma de defensa contra un machete blandido por un hombre fuera de su cabeza.

Los policías con armadura se acercaron hacia él y tomaron al hombre por los hombros para obligarlo a hincarse. Levi se alejó en cuando lo tuvieron bien apretado bajo los guantes de cuero protectores, y se situó a pocos pasos detrás de ellos mientras los policías se encargaban de terminar de inmovilizar al colérico agresor, quien se agitaba y gritaba con el poco aire que lograba tomar en su respiración agitada.

— ¡Capitán! —llamó uno de los policías de apoyo que se encargaban de evitar que los civiles entraran a la zona. Levi lo observó acercarse— Aseguraremos el arma con usted presente. Los rehenes ya están con el equipo médico y acompañados de dos elementos cada uno.

—Excelente —respondió Levi. Sr cruzó de brazos y estiró el cuello a un lado—. El agresor no dice nada, sólo suelta palabrotas y gritos. Será difícil interrogarlo, no quiero que intenten sacarle información. Llévenlo a la sede, métanlo en una celda de puerta metálica, no de rejas, para que no intente dañar a nadie que pase delante. No sabemos si está bajo la influencia de alguna droga, y el equipo de detección ya abandonó el edificio. Déjenle una botella de agua de las autorizadas para los detenidos y una cobija, y mañana yo me encargo del seguimiento.

— ¡Entendido!

El policía alzó una mano y llamó a sus compañeros más allá de la puerta, quienes entraron trotando hacia ellos. Levi los vio preparar la bolsa y los guantes para poder recolectar el machete abandonado en el piso, atento a que nadie contaminara el objeto para poder investigarlo.

—Necesito al gerente de la tienda y al encargado del turno nocturno de la plaza, quiero los vídeos del ataque y de las cámaras que están fuera de la plaza —ordenó Levi hacia los mismos policías que asistían la recolección, más específicamente, a los que sólo estaban ahí para recibir más órdenes de él—. Comuníquense con el departamento de seguridad de videovigilancia de la ciudad, quiero que consigan todos los vídeos de la ruta que tomó este hombre el día de hoy para ir a la plaza. No podemos sacarle su nombre, y por la ropa que trae, sé que no trae ninguna cartera o donde guardar identificaciones. De igual manera, tómenle una fotografía lo más clara que se pueda y búsquenlo en el sistema, a ver si podemos dar con el nombre y algún familiar.

Levi se volteó y comenzó a caminar a la salida justo a la par de los que transportaban el machete ya protegido y asegurado. Los policías que iban a atender sus órdenes lo siguieron por detrás.

—También quiero que contacten a los familiares de los heridos y los acompañen al hospital. Quiero que, al menos, dos elementos se mantengan con ellos al pendiente de que estén con sus familiares, pero que dejen en claro que no se les dará más información acerca del agresor mientras estamos en investigación.

Al salir del local, la prensa intentó acercar la cámara hacia el machete, pero Levi hizo un gesto rápido hacia los policías con escudos, quienes se formaron alrededor del camino y empujaron a la gente hacia la salida de la plaza, alejándolos de la escena. En los pisos superiores aun había visitantes del recinto, quienes no habían acatado la orden de desalojo, y eso comenzó a enojarlo conforme más y más gente trataba de tomar video y fotografías, en lugar de quitar a los niños de la escena y e ir a ponerse a salvo.

La gente se comporta como simios cuando se trata del morbo, pensó.

—También quiero que ciberseguridad elimine tantos videos y fotos como pueda de la red sobre el caso. No necesitamos material basura, solamente quiero el que nos sirva para rastrear los movimientos de este hombre —indicó el azabache—. Traten este asunto con discreción, no quiero metiches en esto.

— ¡Sí señor!

Levi observó a todos moverse para trabajar. Muchos elementos de seguridad empezaron a empujar a la gente para que abandonaran la escena. La prensa empujaba contra los de escudos, y la camioneta con el criminal estaba dentro de la plaza estacionada delante del local. El tipo ya estaba encerrado lejos de la curiosidad humana, así que no había mucho que ver en realidad.

Con un suspiro de cansancio, el azabache miró el reloj en su teléfono, notando que ya eran cerca de las diez de la noche. Bufó, molesto con esta situación, pues significaba que ya sólo tendría oportunidad de dormir, a lo mucho, cinco horas. Y eso si los niños ya estaban dormidos.

...

Ok, siendo realista, probablemente no lo estaban.

Guardó el teléfono y se movió para apurar a todos en el trabajo, pues quería salir de ahí lo antes posible.


Hanji miraba las noticias, atenta a todo lo que decían del ataque del hombre del machete. Levi había entrado a la plaza comercial junto con otros elementos y una enorme camioneta; sin embargo, las cámaras no pudieron cruzar más allá por unos policías con escudos que taparon la entrada tanto como pudieron, pues aún desalojaban personas del edificio. Las cámaras apenas habían captado al hombre bajo moverse entre la multitud, y se avisó que el capitán iba a hacer la intervención necesaria para salvar a los rehenes.

Aunque podía confiar en las habilidades de Levi, Hanji siempre les había temido a los humanos. Vamos, en un término lógico, era más razonable temerles a los vivos que a los muertos, bien decían por ahí, y ella afirmaba ser creyente de esta frase.

En el pasado, cuando ella y Levi aun trabajaban juntos, le tocó ver muchas veces cuando el hombre intervino en asuntos armados o de violencia en favor de detener un ataque o pelea, y el azabache jamás fue alguien que limitara sus acciones u opciones para poder efectuar un salvamento seguro. Por eso temía más, pues ella sabía que él era capaz de lo que fuera con tal de mantener con bien a alguien.

Se movió en el sillón y alcanzó los papeles desechables que había en una caja sobre la mesa de centro, donde Corinne la había dejado para que ella la encontrara a la mano en caso de ser necesario. Sacó dos papeles y se limpió la nariz sin cuidado, demasiado preocupada por no perderse ni un detalle del reportaje como para fijarse si no se lastimaba.

Según Levi, los niños estaban en la casa y a salvo, por lo último que supo de los policías que se los llevaron, así que optó por no dejar que sus nervios la traicionaran y dejó que el plan del azabache siguiera el curso de acción que había planeado de inicio a fin.

Confiaré un poco en él, se dijo. Sólo esta vez, sólo esta vez. No me hagas que me arrepienta.

Varios minutos después, cuando el criminal salió del local donde atacó, esposado y cubierto por policías, y poco después, detrás de él, apareció Levi con otros policías, Hanji soltó un suspiro que no sabía que tenía atorado en la garganta, donde la picazón de la gripa no le permitió reconocer su estrés entre su pobre estado de salud.

Mientras lo veía moverse, ella se acurrucó entre sus piernas. Sus ojos vagaron con lentitud por cada movimiento que podía ver de Levi en la pantalla, analizando y asimilando su estado de trabajo.

Hanji no había olvidado esa soltura con la que Levi se movía al trabajar. La confianza que irradiaba, la seguridad que sus movimientos tenían cuando señalaba algo o encaraba a alguien. Ver la ligereza con la que indicaba cosas, la tranquilidad con la que ignoraba a la prensa, y cómo parecía ya acostumbrado a ser la máxima autoridad mientras sus compañeros acataban las órdenes, encendió algo dentro de la castaña. Siempre admiró a Levi, en muchos aspectos. Su dedicación a aprender, a mejorar quién era y lo que era. La entrega con la que desempeñaba sus tareas sin quejas, incluso aunque se tratara de la faceta más aburrida como lo era el papeleo un viernes por la noche. Su sentido de protección y justicia que se activaba cuando veía algo incorrecto, y cómo de inmediato actuaba en pro de solucionarlo o darle una salida. Levi siempre fue, para ella, el ejemplo del trabajo duro. Siempre fue el ejemplar perfecto de análisis. Siempre fue la mejor imagen a dar para los nuevos cadetes... y lo extrañaba.

Se abrazó las piernas con fuerza, y apretó la boca al ver cómo el hombre miró hacia la parte superior de la plaza y señaló algo que no lograban captar los micrófonos.

Hanji no se dio cuenta de cómo sus ojos pasearon por el perfil del cabello desordenado y bien cortado del hombre. Cómo se deslizó su mirada por la mandíbula marcada, esa por la que había dejado muchos besos en el pasado, por donde sus dedos tuvieron permiso de dejar caricias. Vio la nariz, esa perfecta nariz recta que sintió muchas veces contra su rostro antes de despertar totalmente por las mañanas, y en su cabeza cuando se iba a dormir por las noches. Miró los ojos oscuros y afilados que otros temían encontrar, pero que ella siempre observó fijamente cuando hablaban de sus temas íntimos en la comodidad de su bañera, cuando se sentaban en la sala a cenar o cuando estaban a pocos minutos de quedarse dormidos y ella salía con alguna pregunta tonta que él, sin quejarse, respondía. Por último, miró su boca, los labios sin color y bien cuidados que Levi tenía. Aquellos que eran suaves cuando le besaban la frente al verla llorando; los mismos que dejaron un beso permanente sobre el anillo de compromiso que él le dio. Esos labios que le dieron los besos más dulces, así como también le arrancaron los sonidos más prohibidos por la sociedad conservadora.

Y por primera vez en años, después de todo el odio que creció en su corazón hacia él, Hanji se encontró llorando por extrañarlo.

No lo había hecho en mucho tiempo, no desde que se separaron. Había aceptado que él se había ido, que la había dejado, y se prometió jamás volverle a llorar. Se prometió a gritos jamás volver a dedicarle una sola noche de insomnio y coraje, ningún otro experimento destruido en su desesperación de romper algo por la furia. Prometió que jamás volvería a soñarlo, ni a buscarlo en pequeños detalles en la calle.

Pero ahí estaba ella. Llorando, permitiéndose gimotear y soltar sollozos que subían de volumen, mientras miraba trabajar al único hombre que había amado toda su vida. Mientras lo veía a través de una pantalla, sintiendo que era la única forma en la que podía tenerlo de frente y llorarle a mares sin que él viera realmente el daño que le hizo.

FLASHBACK

Hanji.

La castaña dio media vuelta, despegando su vista de la mesa de trabajo donde estaban analizando una uña arrancada de uno de los agresores de un caso de un intento de ataque sexual. Había revisado la información del ataque, el hombre había golpeado a la chica tanto como pudo en un arranque de desesperación por llevársela lejos del bar donde estaban, y la mujer intentó defenderse lo mejor que pudo, arrancándole una uña con los dientes en el proceso. Desafortunadamente, la chica había sido golpeada con más fuerza tras esto, y ahora estaba en el hospital en estado crítico mientras el hombre estaba siendo investigado.

Le habían pasado a Hanji toda la evidencia para dejar en claro que la uña había sido arrancada en acto de defensa de la chica, y querían todas las pruebas claras para poder apoyarla una vez que saliera del hospital, pues, al parecer, el hombre agresor tenía muy buenos contactos que estaban metiendo mano para salvarlo de los castigos que le correspondían.

Hanji estaba furiosa por eso.

Miró a Levi mientras este se acercaba hacia ella, con una mirada que ella conocía muy bien.

No, no —le dijo rápido en cuando lo tuvo a un lado—, no lo digas. Acabaré con esto y ya, ¿ok?

Hanji se dio la vuelta y volvió hacia su estudio, escribiendo en la computadora todo lo que el sistema recopilaba del análisis del adn de la chica en la uña arrancada. Ignoró la mano en su espalda, que recorrió desde la base hasta su omoplato derecho, donde los dedos fuertes y expertos le apretaron el hueso del hombro a su alcance.

Ella soltó un sollozo y siguió escribiendo. Un pañuelo de tela pasó suavemente por debajo de sus anteojos y le limpió las lágrimas calientes que le caían por las mejillas, sin apartarla de su trabajo.

Otro sollozo.

Lo siento —dijo Levi en un susurro. Se acercó a ella y la abrazó por la cintura, apoyando su cabeza en el brazo izquierdo—. Murió hace media hora. Están reasignando el caso, ahora como asesinato. La familia de la joven ya está en el hospital, y los estamos ayudando. Sólo entrega este reporte y puedes parar.

¡No! —gritó enojada. Se dio la vuelta hacia su esposo, quien la miraba con calma, siendo totalmente comprensivo con su sentir. Era algo que ella amaba de él, pero que, en ese momento, aunque debía agradecerlo, la encolerizaba un poco, desde un lado muy irracional— ¡No voy a parar! ¡No me importa si sólo se basan en que ya es un asesinato para meterlo a la cárcel con las declaraciones de los testigos!

Se alejó de Levi, y él la dejó romper el contacto. Caminó hacia la mesa a su espalda y le enseñó el resto de evidencia que le habían entregado en bolsas de plástico, las cosas de ambos involucrados.

¡Tengo todo para que ese maldito se vaya a la cárcel por cuatro cadenas perpetuas! ¡Drogas, alcohol, abuso de sustancias, un arma blanca, condones usados que el idiota no deshecho y sólo guardó como un premio! ¡Tengo todo, todo, y no pueden impedirme que logre justicia por ella! —gritó. Se quitó sus goggles de protección y los aventó a la mesa de trabajo, donde cayeron en seco. Levi los alcanzó a atrapar antes de que fueran directo al piso.

Hanji se quitó los guantes de látex, los tiró a sus pies y se llevó las manos a los ojos para limpiarse las lágrimas con agresividad.

¿Qué edad tenía ella?

Levi frunció el ceño y miró al piso, apenado.

Dieciocho.

Hanji sollozó, con fuerza, y un ligero grito salió de su garganta.

Dos años menor que yo. Sólo dos años menor que yo.

Su llanto acrecentó en segundos, llenando el laboratorio de sus lastimeros gritos de pena e impotencia. Levi se acercó a su esposa y la tomó de los brazos. La inclinó a él, la abrazó con fuerza y hundió la nariz detrás de su oreja, la cual apenas estaba a su alcance porque ella se encorvó para hundirse en él.

Levi la sostuvo con fuerza mientras la dejaba desahogarse, ocasionalmente meciéndola de un lado a otro para mantenerla consciente de que seguía ahí, de que seguían existiendo y estaban juntos. Le besaba la mejilla con cariño, intentando reconfortarla, mientras sentía cómo las pequeñas uñas de la doctora se hundían en su camisa con fuerza.

Después de escasos minutos, cuando el llanto comenzó a disminuir y los gritos se fueron apagando, Levi la acercó aún más y pasó sus manos por su cintura, sintiendo la forma de la mujer encajar contra la suya.

Me quedaré hasta que acabes con tu investigación —le susurró él con suavidad. Hanji escuchó un hilo en la voz, algo que pocas veces había escuchado en Levi, pero estaba tan absorta en sus propias emociones que no pudo ni siquiera pensar en indagar—. Harás justicia por ella, lo harás. Y te ayudaré. Te lo prometo.

FIN DEL FLASHBACK


Levi abrió la puerta con suavidad y entró al área privada, apenas alumbrada por una ligera luz que pertenecía a la pantalla de la sala. Los dos policías que había enviado habían estado esperándolo en la puerta, afuera del departamento, desde que él se había comunicado con que iba en camino.

La operación había terminado lo más rápido que pudo, pero no había logrado asegurar un buen tiempo, así que ahí estaba, a la una de la mañana entrando a su casa para prepararse para dormir.

Al cerrar la puerta, se asomó a la sala de estar y logró ver a los once niños dormidos en el sillón largo, tal como sus compañeros le habían dicho que los habían dejado. La película de enormes robots alienígenas se transmitía sin volumen en la televisión, y alumbraba las pequeñas caras de los huérfanos con delicadeza. Levi soltó su saco sobre el sillón individual a su alcance, sin despegar la mirada de los niños, y los contempló por un segundo.

Cada uno de ellos había perdido su chance de tener vidas separadas, con sus propias familias, desde una edad bastante temprana. Desde los despegados de sus propios padres por el gobierno, hasta los abandonados, viéndolos, Levi no podía con el pequeño dolor que comenzaba a crecerle en el pecho cada que los veía.

En un inicio, él no comprendía el temor de Hanji a dejarlos en otro orfanato, su reticencia a permitirles volver a tomar caminos diferentes con otros adultos que se responsabilizaran de ellos. Pero Levi apenas llevaba un par de semanas con ellos, no las suficientes para conocerlos a fondo, pero las necesarias como para encariñarse, y ahora no podía ver el cuadro ni con uno menos de ellos.

En su niñez, cuando las cosas en su vida eran difíciles, hubiese deseado que alguien se extendiera a él para ayudarlo cuando su madre murió. Hubiese deseado tanto tener a alguien como Hanji protegiéndolo, siendo un tutor con él, no como el maldito de-

Pasó saliva y parpadeó, despejando su mente de esos pensamientos.

Bueno, los niños no podían estar toda la noche en la incómoda posición en la que estaban. Así que, sabiendo que su cama era la mejor opción, se arremangó las mangas y se acercó al primero al que iba a llevar a transportar.