3. Quédate conmigo

Peeta's POV*

"Quédate conmigo". Así hemos funcionado siempre. Primero me pidió que comiera con ella y aunque estuve muy tentado de negarme, acepté. Eso dio pie a que de vez en cuando comiéramos juntos. Luego, un día me pidió que me quedara con ella para trabajar en un nuevo proyecto, un libro sobre nuestros amigos y familiares. Así que empecé a quedarme con ella casi todas las tardes, retomando nuestro antiguo hábito de pasar tiempo juntos dibujando y escribiendo. Eso me removió muchos recuerdos y sensaciones que no podía comprender, pero sobre todo comportó que alguna que otra vez me quedara a cenar también. Así que ya no me quedaba a comer, sino a cenar, aunque algún día hacíamos ambos. Por la mañana ella iba al bosque, yo al pueblo, y nos encontrábamos luego. Ocasionalmente íbamos a ver a Haymitch. Me gustaba esa nueva rutina hasta que un día Katniss me dijo que me quedara a dormir. "Quédate esta noche". Era un día que se nos había hecho especialmente tarde y había tormenta. La luz se había ido un par de veces. Sé que no tiene miedo de las tormentas ni de la oscuridad, pero sí tenía miedo de que me pasara algo a mí. Como si cruzar la calle fuera lo más peligroso que hecho en mi vida o algo. A mí las tormentas también me dan igual, los dos hemos vivido cosas infinitamente más aterradoras, pero sí me preocupaba dejarla sola porque este tipo de noches son las que atraen a las pesadillas. Ciertamente era más tranquilizador saber que estábamos a salvo bajo el mismo techo. Acepté, otra vez. Me preparé la cama en la habitación de invitados y no pegué ojo en toda la noche porque no podía olvidar el hecho de que estaba durmiendo en casa de las Everdeen. Bueno, de Katniss. Ya no hay más Everdeens, al igual que ya no hay más Mellarks. Lo increíble fue cómo de rápido se naturalizó mi presencia ahí hasta llegar al punto de que ya vivo en su casa.

Por primera vez somos nosotros mismos. No tratamos de fingir, somos lo que somos y sentimos lo que sentimos. Cuando uno de los dos tiene bajón, el otro no le molesta y le da su espacio. Nos ayudamos sin esperar que el otro pida perdón o dé las gracias. Cuando nos sentimos con ganas de hablar, lo hacemos, y sino no. Hacemos vidas separadas, pero compartiendo el mismo espacio. Es sorprendente, pero somos los mejores compañeros de piso que podríamos tener; nos entendemos a la perfección. Además, creo que eso nos da seguridad. Es mucho más fácil quedarte tranquilo si sabes que el otro ha comido o que se ha tomado la medicina (los dos pillamos un catarro bastante fuerte, fue moderadamente divertido llenar la casa de ruidos de estornudos, de hecho, cuando nos daba un ataque a la vez, hasta nos reíamos, cosa que no había ocurrido aún). Cuidamos el uno del otro y ése es el mejor bálsamo que puede haber para nuestros maltrechos corazones. Sin embargo, aún faltaba una línea por cruzar, una línea de no retorno. Pero la cruzo en cuanto oigo sus gritos.

Hasta la fecha sí había tenido pesadillas, claro que sí. Y yo también. Pero habían sido moderadamente silenciosas y "soportables", de esas que solo necesitas abrir la luz unos instantes para recuperar la calma y, con suerte, volver a dormirte. O de esas que solo necesitas hablar un poco en el salón después de bebernos una taza de leche. Algunas veces puede que incluso no la oyera (o ella se esforzara por ocultármelo) pero no hoy. Grita e incluso llora como si alguien la estuviera apuñalando. Salto de la cama sin pensármelo y vuelo hasta llegar a su habitación.

- ¡Katniss despierta! –la zarandeo– ¡Es solo un sueño! ¡No es real! –ella abre los ojos asustada, aún presa de la pesadilla– Estás bien, estás a salvo –le recuerdo. Ella parece entenderlo al fin y en cuanto me reconoce se me echa a los brazos y yo la respondo automáticamente, porque esto es algo natural. Hacía mucho tiempo que no la consolaba de esta manera, pero se siente como si nunca hubiera dejado de hacerlo.

Katniss se calma, pero no me suelta ni yo tampoco a ella. Voy a quedarme con ella esta noche, los dos lo sabemos si necesidad de hablar. Da igual que todo sea distinto ahora, hay cosas que nunca cambian, como el aroma de Katniss. Inspiro levemente por la nariz y su pelo me traslada a esas noches en la arena y el tren, cuando su cuerpo junto al mío constituían mi propio mundo de seguridad. Abrazarla así es la cosa más reconfortante que he sentido jamás, pero también me recuerda todo el miedo y ansiedad que sufrí y que sigo sufriendo, así que la aprieto contra mí como si fuera yo mismo el que hubiera tenido una pesadilla, como si soltarme supusiera ahogarme. Incluso me atrevo a darle un beso en el pelo. Ella me aprieta más fuerte aún y dejo que pasen los minutos estando así, encajados como un puzle, acariciándole el pelo y la espalda hasta que se duerme. En toda la noche ninguno de los dos hizo ningún movimiento por separarse.

La mañana siguiente no nos decimos nada, no sé quién se despierta primero, pero ninguno de los dos se mueve, aunque el sol ya está alto. Tengo parte de mi brazo dormido debajo de su cuerpo, pero me da igual, parece que soy incapaz de soltarla y no entiendo muy bien por qué. Al final ella se levanta, musita un inaudible "buenos días" y se encierra en el baño, yo me friego los ojos y algo lo mejor para recomponerme, bajo a la cocina y empiezo a preparar el desayuno. Volvemos a nuestra rutina sin mediar palabra y por la noche vuelvo al cuarto de invitados. Es mejor así, me digo. Cada uno con su espacio, sin presiones… aunque ese abrazo ha desbloqueado algo en el fondo de mi ser, y aún tengo que descifrarlo.

Escucho cristales rompiéndose y pasos. Tengo el tiempo justo de abrir los ojos y reconocer una figura blanca que entra en mi cuarto. Los había reconocido incluso antes de verlos, reconocería el sonido de sus botas y el olor a pólvora de sus armas en cualquier parte; Agentes de la Paz. Están aquí, en nuestra casa, en el Distrito 12.

Me preparo para enfrontarme a ellos en un combate cuerpo a cuerpo porque estoy desarmado y ahora mismo ése es mi único punto fuerte. Además, está claro que tienen órdenes de capturarme y no van a correr el riesgo de matarme con sus rifles, me necesitan vivo para torturarme, pero claro, antes me muerdo la lengua y me la trago que dejar que se me lleven otra vez. Pero entonces lo veo; varios de ellos corren por el pasillo en dirección contraria sin hacerme el menor caso. De repente entiendo qué hacen aquí. Yo no soy el objetivo, yo soy un don nadie que carece de ningún tipo de importancia estratégica. Van a por Katniss, esta es su casa al fin y al cabo. En ese mismo momento me vuelvo loco y aparto a golpes al Agente de la Paz que me retiene.

- ¡Katniss! –grito para despertarla porque puede que no les haya oído, aunque sus botas siguen resonando por el suelo de madera– ¡KATNISS! –grito más fuerte porque está claro que ella es el objetivo, no yo. El nuevo gobierno ha debido decidir castigarla por sus crímenes contra el país por haber matado a quién se había convertido en la primera presidente de la república; Alma Coin. Siento sus ojos felinos observándonos y gozando del espectáculo esté donde esté.

- ¡Peeta! –oír su voz me provoca un subidón de adrenalina que hace que logre zafarme de los brazos del Agente de la Paz que me sujeta. Pero se me echan varios encima y me tiran al suelo. Por más que lo intente no puedo levantarme.

- ¡Huye! –le grito cómo puedo. Escucho sonidos de pelea, sé que ella no se rendirá tan fácilmente y creo de corazón que logrará huir cuando veo muchísimos más pares de botas dirigirse a su habitación. No dejan de aparecer más y más figuras blancas. No lo va a conseguir– ¡la ventana! –digo como puedo porque me tapan la boca. Tiene que saltar. Es una caída de dos pisos, pero no puede salir al pasillo.

Entonces escucho un tiro y silencio.

No dejo de repetir su nombre y de pedir explicaciones, pero solo recibo como respuesta un desfile de agentes de la paz que marchan por el pasillo calmados, con la tranquilidad de aquél que sabe que tiene el trabajo hecho, hasta que el último de la fila lleva un bulto sobre sus hombros que deja un rastro de sangre tras de sí.

- ¡KATNISS!

Me despierto de golpe.

La sangre golpea mis sienes y el pulso me van tan rápido que creo que podría sobresaturar mi corazón de un momento al otro. Tardo varios minutos en entender que ha sido una pesadilla y que los Agentes de la Paz ya no existen, pero me cuesta discernir lo real de lo no real, como me pasa a veces. ¿De verdad se disolvió el cuerpo de los Agentes de la Paz? Coin está realmente muerta, ¿verdad? Recuerdo a Katniss disparándole su flecha, aunque sigo sin saber el motivo de eso. ¿Podría alguien venir aquí a atentar contra nosotros? Al fin y al cabo, todo Panem sabe dónde vivimos. Sería tan fácil como que el padre de Cato un buen día se subiera a un tren y viniera directo a la Aldea de los Vencedores. Quizás se equivocara de casa al principio, pero pronto daría con la nuestra.

Aquí no estamos seguros.

Y a Katniss no se le han llevado… ¿o sí?

Tengo que comprobar que esté bien.

Me levanto y rápidamente me planto en su habitación. Abro poco a poco su puerta, con el corazón en un puño, y cuando distingo su silueta en la cama siento un alivio tremendo, pero solo me dura unos segundos, porque la angustia vuelve. ¿Y si algún día se la llevan de verdad? ¿Y si algún día se muere? Sé que va a morir en algún momento, pero me refiero a que muera de forma inminente. Ese es mi mayor temor.

Me quedo un rato ahí de pie, mirándola y cerciorándome de que todo esté bien, que solo ha sido una pesadilla y que nadie vendrá a por ella… al menos no esta noche, y si vienen ofreceré resistencia, mañana mismo pienso preparar algún tipo de sistema de seguridad porque somos del tipo de persona que dejamos las ventanas y las puertas abiertas.

No sé cuánto rato estoy aquí, pero sigue sin parecerme suficiente. Ella está de espaldas a mí, así que solo distingo su pelo que ha crecido un poco y ahora ya le llega un par de dedos por debajo de los hombros. Mirarla ayuda para tranquilizarme pero me sigue sabiendo a poco. Me digo que ya me encuentro mejor y que debería volver a mi cuarto, pero no puedo evitar querer hacer algo más. Me acerco a su cama y me subo a ella despacio y con cuidado de no hacer ruido. Me inclino sobre ella, le pongo con cuidado una mano sobre su hombro para estabilizarme y le doy un beso en el pelo, en el lateral de su cabeza, que es lo único que puedo ver desde donde estoy. Eso alivia considerablemente mi dolor. Empiezo a erguirme para irme cuando una mano suya sale disparada y se aferra a la mía. Me quedo congelado en el acto, porque me ha pillado. No tiempo de empzar a preparar mi defensa cuando tira de mí para que me agache y la abrace. Estoy un poco inseguro, pero me inclino de nuevo y hago lo que me ha pedido sin palabras. Me tumbo detrás de ella y la abrazo, pegándome lo máximo que puedo a su cuerpo para tratar de tranquilizar a mi atolondrado corazón. Me pregunto si todo esto habrá sido solo un acto reflejo suyo y que mañana por la mañana me lo echará en cara porque en realidad estaba dormida, cuando empieza a acariciarme levemente el dorso de la mano. Alguien dormido no haría eso.

- ¿Cuánto tiempo llevas despierta? –susurro.

- Desde antes de que abrieras la puerta –no puedo evitar sonreír y hundo mi cara en su cuello. Inhalar su olor es lo único que me calma.

- Menudo susto he debido darte… –ahora que sé que está despierta me acoplo sin miedo a su cuerpo porque solo cuando es de noche y tenemos miedo, es cuando se nos permite tocarnos. El cariño que nos damos está muy medido y controlado; solo una pequeña dosis las noches de pesadilla como hoy. Necesitaba esto para recuperarme. Me siento algo así como ligeramente feliz.

- Un poco sí –confiesa y yo sonrío hasta que recuerdo por qué ha tenido miedo. No porque alguien entrara en su habitación en plena noche, que ya da miedo de por sí, sino porque yo soy un muto. ¿Y si había venido a asesinarla como fruto de uno de mis ataques? Dejo la mano quieta así como el resto de mi cuerpo. Katniss lo nota.

- ¿Qué pasa? –susurra.

- ¿Cómo puedes dormir sabiendo que estoy en la misma casa que tú?

- ¿Qué? –se gira un poco para poder hablar mejor conmigo. También es en estos momentos cuando hablamos de las cosas importantes, amparados por la luna.

- ¿Cómo puedes dormir sabiendo que podría tener un ataque en cualquier momento y hacerte daño? –he decidido separarme cuando Katniss rueda entre mis brazos y se pone en frente mío, cara a cara. Pero yo no puedo mirarla.

- No te tengo miedo.

- Pues deberías –hago ademán de irme pero ella me retiene, me abraza y yo no puedo resistirme, no después de lo que he soñado.

- No te tengo miedo –repite más firmemente y entonces pone una mano en mi mejilla, me la acaricia con su pulgar. Es la primera vez desde que volví que ella me da una muestra de afecto de este calibre. Yo la abracé y cuidé cuando tuvo una pesadilla. Ella solo colaboró en tanto que me dejó hacerlo. Es la primera vez que ella me dedica sus atenciones. Su mano pasa a mi pelo y no puedo evitar cerrar los ojos para disfrutar de este roce–. Lo superaremos juntos –empiezo a temblar de manera inmediata.

He sufrido tanto, he tenido tanto miedo... por ella, por mí, por quién soy. "Lo superaremos juntos" puede que sea la cosa más bonita que me haya dicho jamás. Katniss devuelve su mano a mi mejilla y nota mis lágrimas. Estoy demasiado emocionado y agobiado como para intentar esconderme, pero sí que me avergüenza un poco. Antes de poder llevarme las manos a la cara para apartarme las lágrimas, Katniss se me adelanta y lo hace ella con un poco de torpeza, pero con tacto. Cuando termina me regala un beso en la mejilla. Después de eso Katniss esconde su cabeza en mi cuello, como si se avergonzara de lo que ha hecho. Yo me friego los ojos y la abrazo fuertemente, no quiero que se arrepienta de este gesto que ha tenido conmigo porque lo ha significado todo para mí.

- Gracias –le susurro.

- No digas tonterías –me riñe y eso me hace sonreír. Vuelvo a fregarme los ojos porque voy a llorar de nuevo en cualquier momento. Inspiro profundamente y me obligo a dejar de hacer el ridículo. Cuando lo consigo Katniss me recompensa con una propuesta muy tentadora– no quiero que vuelvas a dormir solo –lo que es su forma enrevesada de decir "quiero que durmamos juntos". Podría haberlo dicho en voz alta, no habría pasado nada. Cuando nosotros dormimos juntos es solo para darnos apoyo, no es como si me hubiera hecho una proposición indecente ni nada, además que ya lo hemos hecho varias veces en el pasado, aunque no pueda recordarlo con nitidez.

- Vale –Katniss queda recostada en mi pecho y yo la envuelvo con mi brazo, sujetándola firmemente para que no se vaya, para que nadie pueda venir a arrebatármela. No quiero hablar ahora mismo de mi pesadilla, pero supongo que se debe imaginar la índole de mis temores por cómo la estoy sujetando, con firmeza y de forma protectora. Me permito darle un beso en la frente e inhalar su aroma.

- Trata de dormir –le susurro. Ya tenemos unos horarios del sueño bastante enrarecidos como para que yo se los entorpezca aún más.

- Y tú también –dice ella contra mi cuello. Nos acurrucamos un poco más si eso es posible y nos disponemos a dormir.

Hemos dormido así muchas veces: en la cueva, en el tren, en el Capitolio… por eso se siente familiar, pero esta vez es la primera vez que estamos "a salvo". Siempre tendremos miedo y siempre estaremos tristes, pero no ahora. Nos hemos reconfortado, sí, pero ha sido distinto. Hemos sido sinceros. Aunque claro, faltará ver cómo nos comportamos cuando salga el sol.

Nota autora: Buenas! Veo que ya hay algunos lectores, bienvenidxs y muchas gracias! Seguiré actualizando