Track 2

You and I, strangers lost in a moment (Love at first sight – Styx)

Al tratarse de una empresa enfocada en artículos de moda, Yuzu esperaba encontrarse ante un edificio más llamativo. Era grande, eso sin dudarlo; sus ventanas eran amplias y usaban ese cristal reflejante para que nadie pudiera mirar adentro, las paredes estaban pintadas de un rosa melocotón muy atractivo y unas grandes letras doradas formaban la palabra AIHARA en la cima de la construcción. Imponente sin duda para una joven roquera que estaba por negociar su primer contrato importante de su carrera y quizá el único.

Sintió vértigo al contemplar tan imponente edificio. No se parecía a ninguno que hubiese visitado antes; el aura que se desprendía de este y sus alrededores le agobiaban un poco ya que distaba mucho del ambiente ajetreado de un centro comercial o del escándalo habitual de los conciertos. Estaba segura que detrás de esas puertas lo que esperaba no era un mundo tan animado como se mostraba en los diversos promocionales de la marca, sino un entorno donde la formalidad reinaba: hombres y mujeres de traje, seguramente negros y grises, todos apresurados para conseguir la mayor cantidad de dinero posible con los nuevos productos, revisando estados de cuenta y contratos, pruebas de sus cosméticos, cotizaciones de materiales, y demás actividades que Yuzu ignoraba. Se detuvo en la entrada al edificio y mientras el guardia la miraba, pensó que le hacía falta Harumi.

Las negociaciones entre una empresa y una banda o cualquier artista suelen hacerse con la intervención de un manager. En ocasiones, este representante es quien mueve los hilos, revisa o busca contratos y sus clientes terminan por dar su visto bueno. Pero CITRUS no tenía un manager, las decisiones de donde presentarse y el dinero que recibirían como pago siempre lo trataban entre las cuatro, siendo Yuzu y Harumi quienes se reunían con los gerentes de los bares y clubes. En esta ocasión, no pudieron presentarse juntas ante la poderosa empresa AIHARA. Ambas trabajaban en la misma tienda de ropa y, aunque pidieron los debidos permisos con tiempo, su jefa solo podía otorgar uno. Tras pensarlo unos cinco minutos, ambas decidieron que Yuzu, al ser la líder de la banda, era quien debía reunirse con los empresarios. En un principio se mostró segura de si misma, pero conforme pasaron las horas, comprendió la magnitud de aquella reunión y el miedo se hizo presente.

—¿Se le ofrece algo, señorita? —le preguntó el guardia con una voz firme pero tranquila.

La voz del guardia hizo volver a Yuzu al mundo. ¿Cuánto tiempo permaneció ahí parada sin moverse y solo mirando el edificio? El suficiente para dar una impresión sospechosa, según parecía. Se aclaró la garganta y dio un paso al frente. Ella era un rockera desde la preparatoria y por definición, una rebelde, una valiente sin temor a las autoridades ni a las grandes empresas. Luego creció y comprendió que es imposible ir por la vida desafiando a cuantas entidades existen en el mundo, pero se quedó con la valentía y la fuerza que la música le otorgó. Con teléfono en mano, habló de la manera más clara que le fue posible para ocultar su nerviosismo ante ese primer obstáculo. Ya tenía abierto el correo de la señorita Momokino con toda la información de su junta.

—Disculpe. Tengo una junta a las 11 en recursos humanos.

—Oh, usted debe ser la señorita Okogi, de la banda —dijo el hombre revisando su carpeta—. Aquí está. Camine derecho hasta llegar a la recepción. Y necesitará esto —se dio la vuelta y entró a la caseta de vigilancia. Salió de inmediato con un gafete que tenía escrito "VISITANTE" y lo entregó a Yuzu. Su primer desafío a la autoridad fue un éxito.

La puerta de cristal se abrió para dejar el paso libre a la nerviosa guitarrista. Agradeció al guardia tras caminar a su lado y entró al edificio Aihara con una mezcla de decisión y temor en todo el cuerpo. Yuzu avanzaba por un largo pasillo luminoso, no podía saber de qué color eran las paredes ya que estás se encontraban cubiertas por numerosos promocionales de la marca. Sus alrededores estaban adornados por fotografías de modelos, todas con algún producto de la marca. Yuzu se detuvo un momento. Quería encontrar el rostro de la mujer de ojos púrpuras entre todos los retratos, pero no logró distinguirla por ningún lado. Esto confirmó su primera sospecha y en verdad se trataba de una nueva contratación.

Yuzu estaba concentrada en sus pensamientos. Sabía que entrar al edificio de la empresa no garantizaba que se encontrara con la misteriosa modelo que logró hechizarla solo con sus ojos. La mayoría de las ocasiones, las marcas contratan agencias de modelaje para sus campañas y en base al tipo de producto que promocionan en la campaña es el perfil que buscan. Las excepciones eran aquellas modelos cotizadas que ya podían negociar contratos con alguna marca. Esto la desanimó por completo. Era posible que en la empresa ni siquiera conocieran el nombre de aquella chica, aunque claro, eso no iba a detener a Yuzu; obtendría información sobre ella aunque tuviese que interrogar a cada empleado en el edificio. Lo sentía por Joe Elliott, pero a diferencia suya, ella no pensaba quedarse con las ganas de al menos decirle hola a su musa ya que tenía la posibilidad, aunque fuese muy pequeña.

—¡Señorita Okogi! —le llamó una voz estridente desde la recepción. Yuzu dio un pequeño salto, sorprendida por el repentino grito.

Una joven empleada vestida con su uniforme de secretaria le llamaba desde el recibidor. Había abandonado su asiento y sacudía ambas manos con entusiasmo para llamar la atención de la rockera. A Yuzu, esa actitud le pareció fuera de lugar pero también le agradó la energía demostrada por la recepcionista. Antes de llegar a donde le indicaron, la empleada ya estaba frente a ella. Tenía el cabello rubio, en un tono más opaco que Yuzu, y lo adornaba con dos broches, uno azul y otro rojo, mismo que desentonaban con su ropa de trabajo. En su pecho colgaba un gafete con su nombre: Ōmuro Sakurako.

—¡Bienvenida, señorita Okogi! La estábamos esperando —el saludo, al igual que su comportamiento, demostraba entusiasmo. No paraba de sonreír y sus ojos brillaban con una luz llena de ilusión—. Me alegra que viniera.

—Gracias… —se limitó a responder. Si tuviera que adivinar, diría que la recepcionista era una fanática de su banda.

—¡Soy una gran admiradora de CITRUS! —Yuzu había acertado. No era algo frecuente, pero siempre resultaba satisfactorio cuando alguien le hacía cumplidos por su trabajo musical—. Siempre trato de verlas en el Starry. ¡Oh, espera!

La recepcionista Sakurako se dio la vuelta y se acercó a su escritorio. Tomó una pluma y una pequeña libreta rosada. Buscó una página en blanco antes de entregar ambas a Yuzu que miraba aquello con curiosidad. Se las ofreció con una amplia sonrisa y una mirada ambiciosa. Era obvio lo que ese gesto significaba, lo había visto muchas veces tras los conciertos de bandas más populares, incluso se imaginó como sería el momento en que le pidieran su autógrafo mientras abandonaba un recinto, pero que lo hicieran justo antes de negociar el que podría ser el trabajo más importante de su vida, fue inesperado.

—¿Podría darme su autógrafo?

—¡Claro! —respondió Yuzu con una amplia sonrisa.

Aquel momento distaba mucho del escenario que en su mente se había formulado desde que comenzó la idea de una banda de rock. Esperaba que ese momento se diera después de un concierto, cuando su carrera musical se encontrara en ascenso; ella junto a la banda saldrían del concierto rumbo a su autobús y en el camino se verían rodeadas por un mar de gente entre el cual elegirían a la persona afortunada para recibir su primer autógrafo. Claro, esta era un fantasía juvenil y con el paso de los años, aquel sueño se difuminó; dejó de fantasear con firmar libretas y fotografías, de presentarse en un gran escenario y vender miles de discos. Al igual que sus compañeras, solo esperaba que su banda llegara a ser lo suficiente popular para poder dedicarse de lleno a la música, aunque fuese de manera local.

Miró de nuevo a la recepcionista. En verdad estaba feliz por recibir su autógrafo. Esa alegría se le contagió y sintió como su sueño de adolescente se veía cumplido por un instante, no de la manera que tanto imaginó, pero sí que lo había logrado.

—Gracias, muchas gracias —decía la joven Sakurako. Sus manos temblaban de emoción—. Estoy segura que algún día valdrá mucho dinero.

—¿Cómo? —la ilusión de Yuzu terminó pronto.

—¡Ah, espera! Yo debía avisar de tu llegada —recordó la recepcionista, perdiendo la poca formalidad en su trato con Yuzu. De inmediato regresó a su escritorio y levantó el teléfono—. Señorita Momokino, aquí está la señorita Okogi. Sí, para la junta de las 11.

Yuzu miró el reloj en su celular. Había llegado unos cuarenta minutos antes de lo acordado; en primera, porque debía ir a un sector de la ciudad que nunca había visitado y temía perderse buscando el edificio. Eso sin mencionar que no sabía que tan difícil sería conseguir transporte. Al final, su trayecto resultó sin complicaciones. También quería dar una buena impresión en la empresa al presentarse de manera puntual y, por último, necesitaba reunir valor para afrontar aquella propuesta de negocios tan importante. De esos cuarenta minutos, gastó casi treinta contemplando el edificio antes de acercarse y, con la intervención de la recepcionista, parecía que llegó a escasos tres minutos de su reunión. Ahora tenía la esperanza de no verse poco profesional.

—Sí, sí. Entendido —dijo la recepcionista y colgó. Se dirigió a Yuzu y con una sonrisa alegre le dijo—: Señorita Okogi, la directora de recursos humanos la verá ahora mismo. Yo la llevaré a la sala de juntas.

—De acuerdo —respondió Yuzu con una voz lo más tranquila que pudo lograr. Por dentro, sus nervios la estaban consumiendo. Debió pedirle a Matsuri que la acompañara.

Juntas avanzaron por un pasillo luminoso con muros color perla. Las fotografías y anuncios casi desaparecieron por completo; en su lugar se encontraban puertas de madera con letreros que indicaban su función o el departamento que alojaban en su interior. Los pocos retratos colgados eran anuncios de campañas pasadas; la mayoría aún estaban en la memoria de Yuzu.

En su trayecto tuvieron que tomar un ascensor, el cual estaba lleno de empleados cuando las puertas se abrieron. Todos salieron, dejando a Yuzu y a la recepcionista entrar sin problemas. Tras ellas entraron un par de hombres en traje a los que Sakurako saludó sin mayor emoción. El verlos hizo a Yuzu cuestionarse si estaba bien vestida para la ocasión. Desde la recepción, notó que todos los trabajadores usaban el mismo tipo de ropa: tanto hombres y mujeres iban de traje. Incluso su guía para la ocasión, aunque usaba uniforme, este era un traje tan formal como todos lo que le rodeaban. Se miró a sí misma sin estar segura de su aspecto. Desde la noche anterior se preguntó cuál era la imagen de que debía proyectar en una reunión tan importante. Primero se preguntó si aquellas personas esperaban tratar con la típica imagen de una rockera que viste de negro, usa chaquetas de cuero y botas con remaches. Si bien ese tipo de atuendos funcionan de maravilla en el escenario, no le parecía lo más profesional para negociar un contrato. Otra opción era vestir de traje al igual que los empleados a su alrededor, pero no tenía nada parecido y estaba segura que pasaría mucho tiempo antes de volver a vestir de esa manera, lo que significaba un gasto innecesario. Al final decidió que lo mejor era mostrarse tal y como es, una mujer que gusta de vestir a la moda y que se empeña por mantener un buen aspecto. Para tan importante ocasión eligió un precioso vestido azul que daba la impresión de estar hecho con mezclilla, aunque la tela en verdad era más suave de lo que aparentaba. La falda era larga, llegando más abajo de sus rodillas y las mangas se extendían hasta sus muñecas para terminar con un dobladillo azul marino. En verdad le gustaba el atuendo y apenas lo había usado.

Llegaron a una de las salas de juntas. Mientras caminaban por el pasillo, la recepcionista le comentó que en todo el edificio había varias salas que tenían esa misma función y elegían cual usar según la cantidad de personas que se reunirían. Cuando Sakurako abrió la puerta, Yuzu vio una habitación no más grande que su dormitorio. Había una mesa con cuatro sillas y un pequeño sillón al lado de la ventana. Podría ser pequeña, pero no por eso dejaba de verse lujosa.

—Las representantes de recursos humanos llegaran pronto —le dijo la recepcionista—. ¿Gusta que le traiga algo de beber?

—Un vaso con agua estaría bien, gracias —respondió Yuzu. No quería abusar de la amabilidad, pero tantos nervios terminaron por darle sed.

—Enseguida lo traigo —exclamó la recepcionista y desapareció tras la puerta.

Yuzu se quedó sola en la sala. Quiso sentarse pero estaba tan ansiosa que no podía mantenerse quieta. Caminó en torno a la mesa un par de veces en busca de un poco de calma antes de que llegaran las personas que la citaron. Lo más probable era que se entrevistara con la mujer que le llamó y quizá alguna secretaria. Estaba segura que podría con ellas, solo debía escuchar sus propuestas, revisar las fechas que les solicitarían y preguntar por la paga. Debería ser sencillo. Cualquier cuestión que requiriera consultarlo con el resto de la banda debería esperar y, por consejo de Matsuri, no debía firmar nada en ese momento, aunque no se esperaba que llegaran a ese punto.

En su búsqueda de calma terminó frente a la ventana. La vista estaba lejos de ser espectacular, pues al frente se tenía otro edificio igual de alto que no dejaba ver nada más. La diferencia era que este tenía ventanas con cristales translucidos, revelando una serie de escritorios llenos de gente trabajando frente a sus computadoras. Todos parecían ocupados, tecleando sin parar. Yuzu se preguntó qué harían en ese lugar ya que todos parecían demasiado apurados. Suspiró. Desde que recibió la llamada de la señorita Momokino, Yuzu y compañía se entusiasmaron al imaginar el futuro que podría esperarles tras firmar el que podía ser el contrato de sus vidas.

Estaba distraída mirando a los trabajadores de enfrente mientras divagaba sobre su incierto futuro cuando la puerta se abrió. El sonido la tomó por sorpresa y dio un salto. Trató de mantener la compostura mientras vio entrar a una mujer de cabello violeta peinado en dos grandes rizos, uno a cada lado de su cabeza. Era linda, pero la severidad en su rostro acompañado por unas cejas bastante gruesas provocaban que su atractivo se redujera. Si se le permitía decirlo, Yuzu no dudaría en recomendarle relajar el rostro o corría el riesgo de provocarse arrugas a muy temprana edad.

Tras aquella mujer de cabello rizado, apareció otra de aspecto elegante. Al distinguirla, Yuzu quedó paralizada. Reconoció esa cabellera negra, larga y lustrosa que ondeaba con gracia a cada paso de su dueña. Los delicados rasgos de su rostro le resultaron familiares, la nariz fina, los labios bien definidos, pero sobre todo sus melancólicos ojos violetas que despedían un brillo hipnotizante, lleno de misterio. Había visto ese rostro cientos de veces en los últimos días, incluso llegó a soñarla en más de una ocasión. Si tenía el presentimiento de encontrarse con ella en ese edificio, nunca pensó que lo haría ese mismo día ni que hablaría en esa junta con la modelo que se había obsesionado. Definitivamente, pensó, debió comprar el traje para esa ocasión.

—Buenos días señorita Okogi —le saludó la modelo con una voz seria. Era acorde a su expresión.

—Bu-buenos días… —balbuceó Yuzu en respuesta. Seguía impresionada por tenerla ante ella. En ropa casual, como vistió en los anuncios, era bonita, pero el traje blanco que lucía en esta ocasión, acompañado de una blusa negra, iba más con su porte natural. Le pediría una fotografía en ese instante, pero no era adecuado.

—Me presento. Soy Mei Aihara, directora del departamento de recursos humanos. Ella es Himeko Momokino, mi asistente —la voz de Mei denotaba una total formalidad que hasta se sentía el rigor en sus palabras. Hizo una reverencia tras presentarse.

—Un gusto conocerla, señorita Okogi —saludó Himeko, haciendo también una reverencia.

"¿Directora de recursos humanos?" pensó Yuzu. Su cabeza hizo cortocircuito en ese momento. ¿Cómo era posible que esa mujer, la tal Mei Aihara, fuera directora del área de recursos humanos si la había visto en los anuncios de la empresa? Por otro lado, que su apellido fuera el mismo que el nombre del corporativo deba mucho que sospechar. ¿Acaso tenía una hermana gemela? Era otra posibilidad. Y no, no se traba de dudar de su capacidad, sino a un ejercicio de lógica: si ella era la directora de un departamento tan importante, no había motivos para hacer el trabajo de alguien más. Puso atención al gafete que le colgaba del cuello, donde con claridad se leía su nombre y su puesto. No cabían más dudas, en verdad estaba ante la directora de recursos humanos. De inmediato desechó su teoría de la hermana gemela; aun con las emociones del momento le pareció algo descabellado.

—El gusto es mío —respondió también con una reverencia. Su voz temblaba un poco y las manos se le helaron. Ya no le asustaba la reunión en sí, sino que Mei estuviese ahí frente a ella.

—Le agradezco que nos brinde unos minutos de su tiempo —comenzó a hablar Mei. Su voz era calmada pero firme, tan solemne para dirigir una conversación importante—. Procuraré no demorarme.

—No hay problema, reservé todo el día para venir hasta aquí —repuso Yuzu de inmediato. Trataba de mantenerse tranquila sin mucho éxito—. Así que puede tomarse su tiempo.

—Se lo agradezco —le dijo Mei de inmediato.

Las tres mujeres tomaron asiento. En un gesto para ocultar su nerviosismo mezclado con asombro, Yuzu puso sus manos entrelazadas sobre la mesa. Apretaba sus dedos con fuerza, tal vez el pequeño dolor le haría olvidarse de todo y se concentraría en la junta, algo complicado si tomaba en cuenta que la chica de sus sueños estaba justo al frente. Haría su mejor esfuerzo para sobreponerse a la situación, aunque fue incapaz de mirarla a los ojos. Primero dirigió su atención a la asistente, algo nada complicado gracias al inusual tamaño de sus cejas. El problema era que temía ser descubierta; se vería muy grosero de su parte contemplar por tanto tiempo ese rasgo de su rostro. Además, en cualquier momento tendría que poner atención a la directora Mei. Armándose de valor, Yuzu paseó su mirada por la mesa, volvió a mirar la puerta y fingiendo un movimiento natural, pasó a Mei. Para su sorpresa, ella ya la estaba mirando con toda atención.

Sus miradas se encontraron para asombro de la rockera y no fue ninguna coincidencia. Esos misteriosos ojos violetas estaban observándola con detenimiento desde hacía unos instantes. ¿Por qué? No había manera de saberlo, pero era un hecho evidente que Mei tenía toda su atención en ella. Lo más seguro, pensó, era que la estaba evaluando. Yuzu sabía por experiencia que en el mundo de la música no solo importa el talento o la destreza al momento de tocar, aunque ambos son importantes. Sin embargo, la presencia también es algo vital cuando se está sobre el escenario, debes hacerte notar, dominarlo todo un recito y no temer a las personas que tienes enfrente, además de proyectar una imagen adecuada al tipo de evento y lo que estás presentando. En ese momento, pensó que había cometido otro error al elegir su ropa; el vestido que usaba, aunque bonito, no transmitía ningún aura rockera.

¿Cuánto duró ese momento en que sus miradas se cruzaron? Parecía una eternidad. Yuzu se permitió divagar por un instante antes que quedar perdida en esas brillantes amatistas que tenía enfrente. Una fotografía no se comparaba con la real. ¿Era posible que editaran los anuncios para hacerla menos bella de lo que era en persona? Porque esa impresión le daba. Por otra parte no dejaba de sentirse ansiosa ante la persistencia de su mirada y el no saber que estaba pensado.

—Señorita Okogi —dijo Mei Aihara tras quien sabe cuánto tiempo. Yuzu no sabía si solo fueron unos segundos o si pasaron horas—. Cómo se le dijo por teléfono, nos interesa contratar sus servicios. Pronto tendremos el lanzamiento de una nueva línea de ropa y pensamos que CITRUS es perfecta para amenizar el evento.

Las palabras de Mei hicieron eco en la cabeza de Yuzu. Toda la semana se preguntó qué clase de trabajo buscaba la empresa Aihara. Lo más lógico a su parecer era que musicalizaran un comercial o grabar una canción que sería utilizada en una nueva campaña publicitaria, cosas que no se alejaban de lo que ya hacían y que podría darles algo de dinero extra y reconocimiento en el medio. Quizá, más dinero que reconocimiento. La petición que en ese momento le hicieron no había permanecido mucho tiempo en sus pensamientos. Si bien, era una posibilidad, estaba consciente que CITRUS como banda no tenía una gran fama, ninguna de sus integrantes se dedicaba a tiempo completo a la música y por lo mismo solo se presentaban en algunos bares, clubes y algún evento especial. Era normal pensar que una empresa tan reconocida y con un gran capital apostaría por alguien con más alcance. O con más contactos que ellas.

Sacudió la cabeza para volver a la realidad. Se estaba enterando de muchas cosas en muy poco tiempo: una propuesta importante de negocios que no era lo que había pensado; la mujer que le llamó la atención con una fotografía estaba frente a ella y resultó ser más que una modelo de revista, en verdad se trataba de la directora de recursos humanos en la empresa que buscaba contratarle; unas cejas tan gruesas como las de Himeko sí son posibles. Desde aquella noche en que escuchó el mensaje en su contestadora, las sorpresas no paraban.

—Todo esto es tan inesperado… —murmuró Yuzu.

—¿Perdón? —preguntó Momokino.

—Ah, este… ¡lo siento! —se disculpó al instante. Sus nervios comenzaron a traicionarle en el momento menos indicado—. Les pido una disculpa, es la primera vez que tengo una reunión con una empresa tan importante. Estoy algo nerviosa por esto.

Ambas representantes de la empresa la miraron, aunque sus gestos indicaban pensamientos muy distintos. Himeko no dudó en mostrarse juzgadora, desde que entró a la sala de juntas se notó su evidente rechazo a Yuzu, como si pensara que ella no debería estar ahí. Mei, en cambio, era difícil de descifrar. Su seriedad le hacía verse neutral, no había rastro alguno de rechazo ni de aprobación, no parecía sorprendida, tampoco molesta. Solo permanecía contemplando a Yuzu con su profunda y enigmática mirada violeta.

—Además… —agregó Yuzu. Quizá Momokino tenía razón en sus pensamientos, pero dependía de ella demostrar que estaba equivocada—. No esperaba que su intención fuera contratarnos para una presentación en vivo. No somos tan famosas para algo así.

—Sí, tiene razón en eso señorita —respondió Himeko y pareció disfrutarlo—. Sin embargo, no acudimos a ustedes por su popularidad ni nada parecido. Verá, como ya le dijo la señorita Aihara, estamos por lanzar al mercado una nueva línea de ropa y su estilo dista mucho de todo lo que se ha hecho antes bajo nuestra marca. Se busca abarcar un sector más amplio y variado de clientes, por lo que se ha tomado inspiración en diferentes estilos y modas. El concepto en general es demostrar la fortaleza de la mujer y justo por eso se decidió que una banda como la suya es la indicada para nuestra campaña.

—¿Nos eligieron porque las cuatro somos mujeres? —concluyó Yuzu.

—Así es.

—Pensamos que su género musical es perfecto para demostrar esa fortaleza. Además, dentro de su ámbito, no existen muchas bandas solo conformadas por mujeres, ¿cierto? —intervino de pronto Mei. Yuzu afirmó su enunciado; en todo el tiempo que llevaba en la escena musical local, solo estaban CITRUS y la juvenil Kessoku Band como bandas de rock integradas solo por mujeres. También había una banda de rock psicodélico cuya bajista solía dar problemas por su dependencia al alcohol, aunque lo que sabía de ellas era solo por medio de rumores. Las demás agrupaciones eran de hombres o, en una cantidad considerablemente menor, mixtas. Ya comprendía el punto de Mei—. Ustedes se han enfrentado a un ambiente, de cierta manera, hostil. Han usado su talento para hacerse de su propio nombre y se han ganado a un público fiel. Según vimos en internet, hacen buenos números de reproducciones.

—Bueno, sí. Nos ha costado un poco —admitió Yuzu—, pero vamos en aumento.

Recordó que sus primeros videos apenas y tenían reproducciones. Aún estaban disponibles en el canal y no estaba segura del motivo para dejarlos públicos; eran terribles, mal enfocados y con un sonido apenas entendible grabado por un celular. Ni que decir de sus primeras presentaciones. La gente apenas y les prestaba atención, pero conforme mejoraron como banda, pulieron su talento y perdieron el miedo al escenario, los asistentes a los bares y clubes comenzaron a apreciarlas. Hace unos minutos, recordó, la recepcionista se dijo ser una fanática de CITRUS y que acudía al Starry para escucharlas cada vez que le fuera posible. No pudo evitar su sonrisa ni preguntarse en dónde estaría esa empleada que prometió llevarle un vaso con agua.

—Es por eso que estamos interesados en que ustedes se presenten en nuestro evento de lanzamiento —continuó la directora Mei—. La imagen que proyectan es acorde al concepto que manejamos con nuestra siguiente campaña.

—Entiendo lo que dicen —responde Yuzu. Estaba segura que más de la mitad de las palabras escuchadas eran un discurso preparado, quizá no fuera sincero en su mayoría, pero no pudo evitar sentirse halaga ante tal reconocimiento a su labor—. Les agradezco sus comentarios.

Durante los siguientes cuarenta minutos, los halagos y los discursos sobre el poder de la mujer se desvanecieron tan pronto que Yuzu terminó mareada. La platica cambió de dirección de manera radical; escuchó la información de panfleto sobre la empresa de la familia Aihara, desde su fundación hasta la administración actual, su visión y misión, incluso parte del reglamento interno. Cuando Himeko terminó con su pequeña clase de historia, Mei comenzó con lo más importante. La presentación se daría en un mes y, al tratarse de un evento importante, este se celebraría en un centro de convenciones cercano a la cede de la empresa. Se le pedía a la banda que ofrecieran un pequeño espectáculo musical de cuatro a cinco canciones, esto dependiendo de la duración de las mismas. En cuanto a la paga, la suma superaba por mucho las expectativas de Yuzu. El dinero que ganarían resultaba considerable y, en caso de requerirlo, este podía aumentar un poco. Solo faltaba la aprobación por parte de la banda. Aunque Yuzu estaba segura que sus amigas aceptarían sin ninguna queja, tenía que consultarles antes de aceptar cualquier contrato.

—Entiendo y respeto el hecho de que quiera consultarlo antes con el resto de su banda, después de todo, son un equipo y las decisiones importantes deben tomarlas en conjunto —comentó Mei. Aunque su voz seguía siendo monótona, se podía notar cierta admiración en sus palabras—. Sin embargo, requerimos una pronta respuesta.

—Descuiden, esta misma tarde hablaré con ellas —respondió Yuzu. Apenas era capaz de disimular su emoción. Y no era para menos, estaba por cerrar el que podría ser el negocio que cambiaría su vida además de trabajar para una hermosa mujer que, como si no bastara, era la misma que le robó el sueño durante varias noches. Desde su punto de vista, tenía mucho por ganar y nada que perder—. Tendrá mi respuesta en veinticuatro horas.

—En ese caso —Mei llevó su mano a su bolsillo y sacó una tarjeta que entregó a Yuzu—. Esperare su respuesta.

La rockera miró esa tarjeta de presentación como si de un tesoro incalculable se tratase. Bajo el nombre Mei Aihara escrito con letras doradas, estaba toda su información de contacto: número de oficina, de celular y el correo electrónico. En definitiva, guardaría esos datos en su teléfono y en cuanta libreta tuviera a la mano. Incluso podría buscarla en redes sociales ahora que sabía su nombre.

—Se lo prometo. No la haré esperar más de lo debido.

—Bien —dijo Mei levantándose de la mesa. Yuzu y Himeko la imitaron. Las tres se encaminaron a la puerta. Himeko abrió para que pudieran pasar.—. Le agradezco por regalarnos unos minutos de su tiempo.

—No fue nada. Yo le agradezco por considerarnos para su evento —concluyó Yuzu con una amplia sonrisa.

Hizo una reverencia ante la directora para despedirse y empezó a caminar por el pasillo rumbo al ascensor. Durante todo su trayecto, Mei no le quitó la vista de encima ni se movía de su lugar. Una vez que la rubia dio vuelta y desapareció tras el muro, tornó lentamente la mirada a su asistente. Himeko tampoco quitaba la vista del pasillo por el cual Yuzu acababa de irse, pero su expresión tan severa parecía un gesto acusador, como si esperase que algún guardia apareciera ante ellas y les informara que esa rockera acababa de romper algo o, más grave aún, se robara un objeto valioso.

—Himeko —le llamó Mei, provocando de inmediato un cambio en su rostro—. ¿Qué sabes sobre el rock?

—¿Eh? Pues… —titubeó. No esperaba para nada esa pregunta y, ciertamente, no era un tema que dominara—. Que es ruidoso y quienes lo escuchan visten de negro y son rudos… creo.

—Ya veo —Mei se quedó callada unos segundos. Cuando miró las fotos y los videos de CITRUS, esperaba que su líder se presentara ante ella como la estrella de rock que había visto. Al menos esperaba un habla más agresiva y que vistiera de negro, como dijo su asistente—. Ella no es como esperaba.

—Tal vez solo quiso dar una buena impresión —agregó Himeko con indiferencia—. Um, también vi una película cuando era niña… se llamaba Escuela de rock.

—Entiendo —dijo Mei. Llevó su mano al rostro, adquiriendo un gesto pensativo. Era momento de investigar un poco sobre la cultura del rock y tal vez esa película podría ayudarle a comprender mejor a esa rockera rubia.


Yuzu no detuvo sus pasos un solo instante. Sentía que sus piernas temblaban, su rostro estaba colorado y miraba cada cinco segundos la tarjeta de presentación con los datos de Mei. Desde que la puerta del ascensor se abrió, comenzó una carrera consigo misma para llegar cuanto antes a un sitio donde pudiese gritar sin incomodar a nadie, una acción que podría lastimar su garganta pero que sentía necesaria desde que vio a Mei cruzar la puerta. Pasó por la recepción y se despidió de Sakurako que apenas y la notó, pues estaba ocupada llamando por teléfono. Ella tenía un vaso de agua a medio beber sobre su escritorio y una bolsa de frituras arrugada. Salió del edificio y por cortesía también le dijo adiós al guardia que notó su apuro y la dejó avanzar sin decir nada. Apenas podía soportar le emoción vivida en la última hora. En ese momento se propuso a dar lo mejor de sí. Había un gran negocio que concluir, las puertas del éxito estaban abiertas de par en par y, tras esa junta, podía decir que también estaba enamorada de la directora Mei Aihara. Ese contrato valía más de lo que podría calcular.


Y llegó al capitulo dos! El primer encuentro de Yuzu y Mei no fue tal y como nuestra rockera rubia se imaginó. Bueno, la mayoría del tiempo las cosas no salen como ella espera. Además, en este capitulo tuvimos una invitada especial. En un principio no pensé en Sakurako, pero si no se trataba de ella, creo que la llegada de Yuzu a la empresa hubiera sido muy sencilla.

Nos leemos luego!