Esa noche, tras la celebración de la victoria, Harry soñó con Ginny, a quien no había dejado de mirar pero con quien no se había atrevido a hablar. Estaban bajo un gran árbol junto al lago, sentados los dos juntos, con Ginny apoyando su cabeza en el hombro de Harry, y este sonriendo, feliz. Sirius se les acercaba y reía.
—Os parecéis tanto a James y Lily...la de veces que los habré visto juntos ahí.
—¿Crees que lo nuestro tiene futuro?—preguntaba la niña.
—No lo sé, sois muy jóvenes aún, pero yo digo siempre que la vida es demasiado corta y puede que Harry no le quede mucho tiempo de vida.
—¿Qué?
El Sirius del sueño entonces hizo algo espantoso: sacó un cuchillo, se acercó a Harry, tiró de su cabeza hacia atrás y se lo puso en el cuello.
—¿Qué ha...?—Harry abrió los ojos, estaba en su cama, pero no estaba solo, alguien con una cara regordeta estaba inclinado sobre él, y notó algo frío en su cuello. —¡AAAAAH!—gritó.
Se incorporó de repente. El intruso, sorprendido, perdió el equilibrio y se cayó de la cama. Harry se puso rápidamente las gafas, cogió la varita y gritó: "Lumos". La apuntó al intruso y vio que llevaba un cuchillo en la mano y que había movido instintivamente la mano para protegerse del deslumbramiento causado por la luz de la varita.
—¡PETTIGREW!—gritó al reconocerle. —¡ALARMA, INTRUSO EN EL DORMITORIO!
Sus compañeros se despertaron sobresaltados y encendieron sus varitas. Peter, entonces, giró la cabeza a su alrededor, y antes de que nadie pudiera impedírselo, lanzó el cuchillo con fuerza. Harry logró esquivarlo por poco pero el arma se clavó en el cabecero de su cama. Al ver que había fallado, Peter se transformó en rata y huyó.
—¿Quién coño es ese tipo?—preguntó Seamus Finnigan.
—Algún amigo de Quien ya sabéis, seguro, ha intentado matar a Harry—musitó Neville, temblando.
—¿Y cómo cojones ha entrado aquí?—preguntó Dean Thomas.
—Luego hablaremos de eso. Hay que avisar a la profesora McGonagall, y deprisa—dijo Ron con energía.
Pocos instantes después, Harry y Ron estaban en el despacho de la profesora McGonagall.
—¿Estás seguro de que era Pettigrew, Potter?
—Completamente, profesora.
—Yo solo le vi de refilón pero creo que sí, que era él—intervino Ron. —Además, se transformó en rata. Qué pena que Crookshanks no estuviera en el cuarto, seguro que ese horrible gato lo habría cazado y se lo habría comido—bufó.
—¿Pero cómo ha podido entrar?
—Con la contraseña. Transformándose en rata a Peter no le habrá sido difícil espiar a los alumnos que entran en la torre mientras dicen la contraseña en voz alta, y como la Señora Gorda lo conoce personalmente y no tiene motivos para sospechar de él, le habrá dejado pasar. Le preguntaré de todas formas pero seguro que es eso.
Era eso. La Señora Gorda se echó a llorar cuando le contaron lo ocurrido y pidió mil perdones a Harry por ser tan tonta. Hermione, horrorizada, le ofreció a Harry que Crookshanks vigilara por las noches por si Pettigrew intentaba colarse otra vez transformado en rata, a lo que Harry accedió. McGonagall le dijo a Harry que procurara ir siempre acompañado y que nunca se quedara solo. Dumbledore ordenó aumentar la vigilancia en el castillo. Y por último, pero no por eso menos importante, en el diario "El Profeta" apareció un artículo incendiario firmado por una tal Rita Skeeter que lucía este titular: "EL MUERTO ESTÁ VIVO" y contaba lo ocurrido, eso sí, añadiendo un montón de detalles sensacionalistas, como que Pettigrew había luchado a brazo partido con Harry durante un rato. A Dumbledore le llamaban "viejo chocho incompetente" y otras cosas, pero Fudge y el Ministerio también se llevaban una buena ración de golpes. Sobre todo, porque insinuaban que quizá Sirius Black era inocente, que se habían equivocado de hombre. Harry tenía la esperanza de que retirarían a los Dementores de Hogwarts, pero no fue así. A los ojos del Ministerio, Sirius Black seguía siendo sospechoso de haber matado a trece muggles con un solo hechizo, como le explicó Lupin a Harry.
—¿Y no pueden analizar la varita de Pettigrew?—preguntó Ron. —Papá lo hace en su trabajo rutinariamente. ¡Que averigüen si el hechizo que mató a los muggles salió de su varita!
—El problema es que al enterrar el dedo de Peter enterraron al lado la varita partida en dos y los métodos habituales para analizar varitas simplemente no funcionan en ese caso. Se va a intentar con nuevos métodos de análisis que podrían funcionar en este caso, porque un hechizo tan fuerte dejaría un rastro mayor, pero llevarán más tiempo. Por otra parte, Tonks me ha dicho que ya hay una orden de búsqueda y captura contra Peter, que ahora es el sospechoso número uno de haber traicionado a los Potter. No perdáis la esperanza.
—No sé, no sé, después de cómo trataron a Hagrid el año pasado yo no me fiaría del Ministerio—suspiró Harry.
Poco después de aquello llegó el día de la visita a Hogsmeade. Harry quería repetir lo que habían hecho en la visita anterior.
—¡Harry, tienes que quedarte aquí, no debes salir!—decía Hermione, aterrada. — ¡Pettigrew sabrá que hoy es visita a Hogsmeade y te estará acechando! ¡Ya intentó matarte una vez!
—Vamos, vamos, Hermione. Creo que estás exagerando—dijo Ron.
—¿Exagerar? ¡Ronald, te recuerdo que el cuchillo de Peter Pettigrew pasó a pocos centímetros de la oreja de Harry hace unos días.
—Era de noche y estaba todo oscuro. ¿Crees de verdad que Pettigrew atacaría a Harry en pleno día delante de todo el mundo?
—¡Pues mira por donde, sí, lo creo!
—Harry estará conmigo.
—Gracias, Ron.
—Claro, serás de mucha ayuda frente a un mago capaz de volar en pedazos a otros.
—Y yo llevaré la Capa.
—Harry, te recuerdo que Pettigrew sabe de la existencia de esa Capa y sabe que Ron es tu amigo, si ve unos pies invisibles dejar huella en el suelo junto a Ron sospechará y os atacará.
—Venga, venga, creo que te lo estás tomando muy a la tremenda—dijo Ron en tono condescendiente.
—¿Qué? ¡Sólo me preocupo por la seguridad de Harry!
—O quizá te estás poniendo histérica.
—¡Ni se te ocurra decirme ESO otra vez, Ronald Weasley!
—¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a chivar?—la desafió Ron, que estaba un tanto acalorado.
—¿Chivarse de qué?—preguntó Ginny, que se les había acercado.
—No es asunto tuyo.
—Hermione, ¿me cuentas qué ocurre?
Hermione se la llevó aparte. Harry pudo ver que la chica estaba muy agitada mientras hablaba con Ginny, que se puso cada vez más seria. "Se parece a Molly Weasley", advirtió Harry. Ginny, entonces, se dirigió a zancadas hacia la mesa de los profesores y se acercó a Lupin.
—No, no, no, no, no...no va a ser capaz—Ron palideció. —Ella nunca nos delataría.
—Pues está hablando con el profesor Lupin...y Lupin viene hacia aquí—dijo Harry.
—Harry, Ron, venid conmigo. A mi despacho.
Derrotados, los dos jóvenes magos siguieron a su profesor. No tardaron en encontrarse en su despacho.
—La hermana de Ron me ha dicho que piensas escabullirte fuera de Hogwarts hasta Hogsmeade usando un mapa mágico de Hogwarts que te dice dónde está todo el mundo. ¿Es cierto?—Lupin se cruzó de brazos.
—No...no sé de qué me habla, señor—mintió Harry.
—Esta Ginny...siempre ha tenido mucha imaginación—Ron rió nerviosamente.
Lupin negó con la cabeza.
—Harry, yo quería a tu padre como a un hermano y lamento tener que hacer esto, pero tu seguridad es lo primero—sacó la varita y apuntó hacia Harry. Antes de que este pudiera reaccionar, gritó: —¡ACCIO MAPA DEL MERODEADOR!
El Mapa salió mágicamente del bolsillo de Harry y voló hasta la mano de Lupin, que lo atrapó en el aire.
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas—dijo Lupin, tocando el Mapa con la varita. El Mapa se activó y Lupin sonrió tristemente. —Lo que sospechaba. Bien, Harry, ¿qué tienes que decir?
—Que mi hermana es una chivata asquerosa. No volveré a dirigirle la palabra en la vida—resopló Ron.
Harry estaba de acuerdo pero se calló, intuía que decir algo solo empeoraría las cosas.
—Harry, comprendo que no es grato quedarte encerrado aquí en Hogwarts con un día tan bonito, pero te recuerdo que hace nada Peter se coló hasta tu habitación y casi te corta el cuello. El mismo Peter que mató a trece muggles con un solo hechizo. Te recuerdo también que él conoce la existencia de este Mapa y sabe como usarlo. Si te lo hubiera quitado, y seguramente lo habría hecho esa misma noche si hubiera sabido que lo tenías, habría sido ideal para llegar hasta ti otra vez. Harry...—Lupin dejó el Mapa sobre la mesa, se acercó al muchacho y lo tomó suavemente por los hombros—...tus padres dieron su vida para proteger la tuya, y arriesgarla solo por visitar un estúpido pueblo y comprar unos estúpidos dulces es una pobre forma de agradecérselo. Ya enterré a James y a Lily y te aseguro que no tengo la menor intención de enterrar a su hijo.
Harry empezó a sentirse terriblemente mal y eso que Lupin no había alzado la voz ni mucho menos.
—Lo siento, señor.
—¿Nos van a expulsar?—preguntó Ron.
—No, porque técnicamente no habéis hecho nada, y cuanta menos gente sepa que esto existe —señaló el Mapa— mejor. Pero como comprenderéis, no puedo devolvérselo a Harry.
—Entendido, señor.
—Mientras no atrapemos a Peter, te quedarás en el castillo y no te apartarás de tus compañeros o de tus profesores. ¿Entendido?
—Sí, señor.
—Y nada de vagabundeos a escondidas, porque te descubriré —señaló nuevamente el Mapa.
—Sí, señor.
—Ron, puedes irte. Tengo una cosa más que hablar con Harry.
Ron se despidió de Harry, y este quedó a solas con el antiguo amigo de sus padres.
—Usted dirá, señor.
Lupin abandonó su expresión severa y sonrió traviesamente.
—He hablado con Sirius en varias ocasiones. No está muy contento de cómo van las cosas acerca de su casa pero está muy interesado en como te va a ti. Él está seguro de que la señorita Ginny Weasley es la chica perfecta para ti. Yo no estaba muy convencido, pero después de lo ocurrido creo que voy a cambiar de opinión.
—¿Por qué, señor?
—Porque ella ha pensado en algo más que en complacer a su héroe Harry Potter. Ha pensado en tu seguridad, incluso si eso suponía quedar mal ante ti. Yo le daría una oportunidad. No hace falta que vayáis muy lejos, porque aún sois muy jóvenes, pero te animo a que intentes hablar con ella.
—Lo haré, señor—sonrió Harry.
Estuvieron un buen rato hablando, tanto de lo ocurrido ese curso, como del pasado de Lupin y sus anécdotas con James y Lily.
—Creo que con esto basta por hoy. Buenos días, Harry.
—Buenos días, señor.
Harry salió del despacho de Lupin, muy pensativo. Ahora mismo no tenía muchas ganas de hablar con Ginny, estaba algo resentido por el mal rato que había pasado. Pero por otra parte estaba el hecho indiscutible de que había empezado a sentirse atraído por ella. No mucho, pero esa atracción estaba allí. Y lo que acababa de hacer era una muestra de personalidad.
—Hola, Harry—dijo Ginny, que estaba justo allí.
Harry se sobresaltó.
—Hola, Ginny.
—¿Estás enfadado conmigo?—Harry notó cierto nerviosismo en su voz y eso hizo que se sintiera mal.
—¿Por qué iba a estarlo?
—Por ser una chivata asquerosa, como dice Ron—dijo en tono avergonzado y bajando la mirada.
Entonces Harry sintió un leve cabreo. No contra ella, sino contra Ron. Decidió que tenía que hacer algo al respecto.
—Ginny, mírame a la cara—dijo en tono serio.
—¿Qué?
—Mírame a la cara.
Ginny alzó lentamente la mirada y se quedaron frente a frente, ojos pardos frente a ojos verdes.
—Así está mejor. Tienes unos ojos maravillosos y cuando hables conmigo quiero verlos—dijo Harry casi sin pensarlo.
—¿De verdad tengo unos ojos bonitos?—dijo Ginny, esperanzada, tanto que Harry empezó a ponerse nervioso. Pero no podía mentirle, no.
—Así es. Pero no puedo vértelos si cada vez que intentas hablar conmigo bajas la cabeza y no me miras a los ojos, como si yo fuera un basilisco capaz de fulminarte con la mirada...perdona, perdona—añadió al ver la expresión de terror profundo que apareció en la cara de la niña.
—No es nada, no es nada, es que me he acordado de lo que pasó el año pasado—dijo Ginny, que intentó bajar la cabeza, pero Harry le empujó delicadamente la barbilla hacia arriba.
—Y no creo que seas una chivata asquerosa. Creo que lo que has hecho está muy bien.
—Gracias, Harry—Ginny sonrió y Harry sintió un ligero mariposeo en el estómago. ¿Debía decírselo? "Qué diablos", pensó. "Si pude con un basilisco gigante hace un año y con la cara de Voldemort pegada a la nuca de Quirrell hace dos, puedo con esto".
—Y tienes una sonrisa preciosa. Me encantaría verte sonreír más a menudo.
En la cara de la niña apareció una expresión de felicidad tal que parecía que fuera a echar a volar sin escoba. Harry decidió que ya había ido demasiado lejos.
—De momento dejémoslo así, ¿vale? No tengo muy claro cómo comportarme en una situación así, me siento muy confuso y no se cuál es el siguiente paso.
—Claro, Harry, no puedes consultarles a tus padres—respondió Ginny en tono triste. —No te preocupes, lo entiendo.
Ginny, entonces, inspiró profundamente, apretó los puños, e hizo algo sorprendente: tomó la mano de Harry entre las suyas, y la apretó. Harry se sintió muy reconfortado.
—Yo también me siento muy confusa, y creo que aún soy muy joven para tener novio. Pero creo que podríamos intentar conocernos un poco mejor, ¿no te parece? De momento, solo eso. Ver si... bueno, si hay algo entre nosotros, y si hay algo, dejar que madure un poco. Eso es lo que mamá me dice en sus cartas.
—Tu madre es muy sabia—asintió Harry, a quien la idea le gustaba.
Volvieron a la torre de Gryffindor, y allí Harry vio algo que le hizo olvidar todo lo sucedido: Hermione estaba sentada ante una de las mesas, llorando a moco tendido, y Ron intentaba consolarla torpemente, como si la discusión de antes no hubiera tenido lugar.
—¿Qué pasa?—preguntó Harry.
—Hagrid ha perdido el caso de Buckbeak—sollozó Hermione, alzando en su mano un papel. —Nos lo dice en esta carta.
—¿Y qué va a pasar ahora?
—Que esos cabrones del Ministerio se van a cargar a ese pobre bicho—bufó Ron.
¡Hola! Espero que os haya gustado. ¡Saludos, pottermaníacos!
