Los nombres de los personajes que utilizo en esta historia; no son de mi pertenencia sino de RUMIKO TAKAHASHI. La historia si es mía y queda prohibida su copia total o parcial.
Toma mi mano
Capítulo 2.
Lo más razonable que debí hacer después de ese encuentro con Rin, debió ser; comprenderlo. Aceptar que algo así sucedería y continuar mi vida con madurez. Sin embargo, no pude hacerlo.
Esa noche, después de llegar a mi departamento y tirarme al piso junto con una botella en mano, no volví a levantarme. Una parte de mí, deseaba que no sucediera, que no me permitiera a mí mismo dejarme llevar por el dolor pero… está claro que eso fue algo imposible. Me dolía, hasta lo más profundo de mí ser. Al grado en que, sentía como si cada parte de mi cuerpo, se estuviera desgarrando por dentro. No podía evitarlo, por más que lo intentaba, no dejaba de recordar sus palabras, no dejaba de repetir esa escena donde por su propia voz, me declaraba haberse casado.
No podía entenderlo, no podía simplemente concebirlo, era imposible. Rin no podía estar casada. No podía porque… ese hombre, no era yo.
¡Ja! ¡Que sujeto tan patético!
Al principio, cuando recién comencé a analizar lo sucedido, no tardó en llegar la negación. Comencé a dudarlo, a cuestionarme el que quizá, ella lo había inventado. Le había roto el corazón, no le había dado explicaciones y por los años transcurridos, tal vez, el volverme a ver, la había hecho revivir esos sentimientos. Por lo tanto, no había tenido más remedio que intentar herirme. Bien, pues si esa hubiese sido su intención, había funcionado.
Si su intención, había sido quebrarme, desgarrar mi alma, destrozar mi ser. ¡Felicidades! Las merecía porque, nunca en mi vida, algo me había dolido más, que eso.
Pero claro, sabía que era imposible. Que, intentar convencerme de que era mentira, que Rin lo había hecho por venganza, era una ridiculez. No podía ser más cierto, ella realmente estaba casada, ella realmente había formado una familia, ella, ella realmente me había olvidado.
Me llevé una mano al pecho y respirando entre cortado, desee arrancarme el corazón. Podía sentir mis palpitaciones cada vez más lentas, mis pulmones parecían no tener oxígeno y lo único que desee en ese momento fue; dormir. Dormir y nunca más despertar.
Es así que, cerrando los ojos, me dejé llevar…
Pasado un tiempo, no sé exactamente cuánto, dentro de la oscuridad en la que me encontraba, comencé a escuchar un ruido. Era irritante, molesto, me incitaba a abrir los ojos y aunque intenté ignorarlo, al final no pude y terminé despertando. En automático, tomé mi teléfono, ni siquiera me detuve a ver la pantalla y simplemente contesté la llamada.
- ¡Sesshomaru! – escuché. - ¡Sesshomaru! ¿Estás ahí? Herma…
- ¿Qué es lo que quieres? – pregunté intentando mantenerme consiente.
- ¿Qué sucede? E intentado hablar contigo desde hace días, ¿Dónde has estado?
- ¿Acaso tengo que darte explicaciones de mi vida? – dije molesto, conteniendo las náuseas.
- Estas ebrio… ¿eh? Supongo que ya estás disfrutando de tu regreso a Japón. – pronunció divertido, seguido de eso comenzó a reír. Pero quizás, fue mi silencio quien lo hizo reconsiderar sus palabras, pues casi al instante y cortando abruptamente su risa, mencionó. - Bueno, o estás ebrio porque te estás divirtiendo, o algo pasó. ¿No es así?... ¿La encontraste? – guardé silencio por un momento, después, simplemente lo dije.
- Si. - Inuyasha no dijo nada, pero sé que intentó mantenerse tranquilo ya que, pude escuchar cuando tomó aire.
- De acuerdo… - se aclaró la garganta. - y ¿Qué…? – no obstante, no le permití terminar.
- Está casada. – dije sin más. Y por su largo silencio supongo que se quedó sin palabras. Por mi parte, ya no quise continuar. – Si solo llamaste para esto, ya te di la respuesta. Adiós. – e intenté colgar, cuando con voz apresurada habló.
- ¡Espera yo! Lo lamento es que, no… no lo entiendo, ¿Cómo fue que…?
- Ella me lo dijo…
- ¿Ella? pero, ¿Es verdad? Me refiero a que, ¿no será que, te mintió? Me dijiste que te habías marchado sin darle explicaciones. Quizás ella se lo inventó.
- No. – adelanté. - Ella no haría algo como eso.
- No estamos seguros… pasaron ocho años Sesshomaru. Las personas cambian.
- Exacto.
- ¡Pero los sentimientos no! – insistió. – Puede ser que te guarde un poco de rencor y por eso lo inventó pero… eso solo sería prueba de que ella aun te…
- Tiene un hijo…
- ¡¿Qué?! ¡Oh, mierda! – exaltó. – Hermano yo… ¡carajo! – dijo, volviendo a soltar aire. Yo, me limité a hablar. No tenía nada más que decir y estaba seguro de que Inuyahsa tampoco encontraría palabras hasta que… - Lo siento… – pronunció de pronto, hubo otro silencio y después agregó. - ¿Estás bien?
- ¿Qué demo…? ¡Eso no te interesa! – adelanté en seguida, pero el imbécil, no se detuvo.
- Ya veo… así de mal… – gruñí por debajo. Su insolente manera de hablar, ya estaba agotando mi paciencia, así que planee terminar de una vez esa llamada sin sentido, cuando me dijo algo que me desconcertó. – ¿Sabes Sesshomaru? Puedo ir a Japón. Si me necesitas…
Me sorprendí, lo admito, pero enseguida de eso, también enfurecí. Cerré los ojos y apreté los dientes. No podía creerlo.
Bajo mi perspectiva, realmente había hecho lo imposible para hablar de manera natural con Inuyasha, para no demostrarle con mi voz, lo hecho mierda que me encontraba, pero… al parecer, no lo había logrado, pues sé perfectamente bien que nunca me hubiera dicho eso, sino fuera porque se percató de algo.
Estaba claro. Lo había notado, mi hermano, había notado mi estado. ¡Maldita sea! – gruñí. - ¿Qué más bajo podía caer?
Solté aire… me tragué la furia y llevándome el teléfono al rostro, le respondí:
- No digas estupideces…
- ¡No son estupideces Sesshomaru! – interrumpió molesto. - ¡Estoy hablando en serio! – posteriormente, bajando el tono de su voz. – Soy consciente de lo importante que es Rin para ti, y… sé que haberte enterado de eso debió ser…
- ¡Lo fue Inuyasha! ¡¿Pero qué carajos quieres que haga?! – cuestioné furioso, perdiendo por un segundo el control. Afortunadamente, no tardé en volver a tranquilizarme. – Ya no hay nada por hacer… simplemente, continuar. – dije finalmente e Inuyasha, simplemente, se limitó a hablar. Por mi parte, apartándome el teléfono de la boca, solté aire. Después, para terminar de una vez, solo dije lo primero que se vino a mi mente. – Tengo trabajo por hacer.
- Si, entiendo… - susurró. – Hmm, cuídate, hermano.
- Tú también. – dije y después de colgar, me recargué en la pared, miré al techo, pasé saliva y solo, intenté volver a dormir.
Después de esa llamada con Inuyasha, así pasé los siguientes días; despertando, bebiendo y volviendo a dormir. Alucinando, soñando, volviendo a repetir esa maldita escena, ese maldito momento. Muriendo, en cada respiro y en cada palpitar. Quizás por eso, deseaba ahogarme, marcharme, desaparecer de esa realidad lo más rápido posible. Pues solo de esa manera, podía evadir el dolor.
Realmente, no estoy seguro de cómo pasaba o cómo es que me levantaba para ir a la cocina pero, cada vez que despertaba, podía ver frente a mí, cada vez más y más botellas vacías. Y aunque voluntariamente, me dispuse a ignorar cada pensamiento de advertencia, una parte de mí, sabía que hacer eso acabaría con mi vida, y que si me detenía, aun habría tiempo. Sin embargo, no me importó, hasta que finalmente, perdí la conciencia.
No sé qué pasó, ni cuánto tiempo transcurrió, hasta el momento en que volví a despertar. Pero cuando eso sucedió, ya me encontraba en mi bañera, el agua de la regadera me caía directamente en el rostro e Inuyasha, quien estaba frente a mí, intentaba hablarme, pero yo, no podía escucharlo.
Poco después, por fin pude ver con mayor claridad y mis oídos comenzaron a percibir sonidos.
- ¡Sesshomaru! ¡hermano, por favor! ¿Me escuchas? ¡¿Sesshomaru?!
- Que… ¿Qué estás haciendo aquí? – dije con debilidad. Él, me observó un instante, poco después, comenzó a reír.
- ¡Eres un imbécil!
No recuerdo muy bien lo que pasó después. Mi hermano que sin saber cómo estaba en mi departamento, había llamado a un médico. Este me revisó y después de darme indicaciones que definitivamente ignoré, se marchó, dejándonos solos.
- Gracias, doctor, hasta luego. – dijo, cerró la puerta y cuando por fin se acercó a mí, hablé.
- ¿Qué estás haciendo aquí? – cuestioné con una mano en mi nuca, sentía la cabeza a punto de explotar.
- ¿Así agradeces mi ayuda?
- ¿Ayuda? ¿De qué demonios hablas? ¿Quién te dejó entrar a mi departamento? – insistí, tomando asiento en el sofá.
- ¿Realmente no sabes que fue lo que pasó? – preguntó confundido, viéndome con incredulidad. Yo, lo observé incómodo. - ¿Siquiera recuerdas cuando fue la última vez que hablamos?
- Hace apenas un par de horas supongo. - respondí sincero. Inuyasha, suspiró llevándose las manos a la cabeza, se acercó al sofá y sentándose frente a mí, dijo.
- Fue hace una semana, Sesshomaru. – no me sorprendí, por la manera en como había actuado, era algo de esperarse. – ¿No te sorprende? ¿Qué es lo que pretendías?
- ¿No está claro? – intervine. - No quería volver a despertar. – dije con seriedad. Mi hermano, abrió los ojos. Vi como su respiración se aceleró y asombrado, exaltó.
- ¡Eres un demente…! - Yo, me limité a responder. – ¡Realmente, eres un maldito demente Sesshomaru! Entonces, ¿Si no hubiera venido hasta aquí, tú, simplemente te habrías intoxicado? ¿Qué carajo tienes en la cabeza?
- ¿Y tú, quién demonios te crees para hablarme de esa manera? – interrumpí furioso. - ¡No te pedí que vinieras, no te pedí ayuda y no te pedí tu lástima! – exclamé arrogante. – Lo que suceda con mi vida no es algo que a ti te interese. Así que lárgate de una vez, tu padre debe estar esperándote… - giré mi rostro para no verlo y esperé con ansias que se levantara y se fuera, pero no sucedió. Por curiosidad, regresé la vista a él, y con una mirada de dolor que me inquietó, lo vi pasar saliva.
- Así es, no me pediste nada de eso. Pero yo tampoco te lo pedí a ti, y aun así… estuviste para mí.
Lo observé, sorprendido, recordando al instante lo que había sucedido y a lo que se refería.
Inuyasha y yo, sabíamos que compartíamos padre, pero realmente, nunca interactuamos. Y si llegábamos a hacerlo era meramente por trabajo, en reuniones o porque nuestro padre nos obligaba. Fuera de eso, él y yo, éramos completos extraños.
No tenía por qué verlo como mi hermano, mucho menos cuando sabía que por él, mi padre nos había abandonado a mi madre y a mí. Aun así, tampoco era como si le guardara rencor, pues sabía que el culpable de todo era mi padre. En concreto, no me importaba Inuyasha. No me importaba su vida, lo que hiciera ni mucho menos me importaba compartir palabras con él, que no fueran exclusivamente del trabajo.
Sin embargo y a pesar de todo eso, sabía que el tipo tenía una novia, pues lo había visto con ella, así como con la chica con quien la engañaba.
Repito, no era algo de mi interés y aun así, cuando lo vi llorando no pude evitar acercarme. Pero no precisamente para ayudarlo, sino para decirle en su cara, lo imbécil que se había comportado y lo merecido que tenía que esa chica lo hubiera mandado al demonio. Pues aunque nunca crucé una palabra con ella, no hizo falta para darme cuenta de que ella, era diferente a otras chicas. Pues ella, realmente lo amaba.
Eso cualquiera podría haberlo notado, excepto Inuyasha, ya que él, siempre ha sido un idiota. Y el ejemplo claro era que; incluso la chica con quien engañaba a su novia, era físicamente idéntica a ella.
En fin, mi objetivo al acercarme no se cumplió del todo, porque aunque si le dije que lo merecía, de algún modo que aún no logro entender, me compadecí de él. Lucía patético, triste, solitario y quizás, fue que no tuve otra opción o quizás, fue porque me sentí identificado, que terminé por ayudarlo.
Al final, pudo regresar con ella, e incluso, meses después, se casaron.
No daré detalles de cómo fue, pero en el proceso, aprendí a verlo como un aliado, después como un amigo y al final, pasados un par de años, acepté verlo como mi hermano. Nuestra relación, cambió de ser dos medios hermanos que se veían y se trataban como extraños a dos hermanos, que se veían y se trataban, como hermanos.
Después de analizar sus palabras, no tuve otra opción. Me había acorralado. Estaba consiente que no quería bajar la guardia, pero ya no podía mantenerla firme. Mucho menos, cuando Inuyasha era consciente de lo que sentía por Rin. Así que, con esfuerzo y dándome el tiempo necesario, finalmente, acepté sus palabras.
No quise profundizar, no era parte de mi personalidad, así que simplemente, hablé.
- Fue mi culpa… - dije e Inuyasha, sin gesticular, me observó atento. Yo, desvié la mirada. – Eso es lo que no soporto. Que fui yo quien lo hizo. Yo me fui, yo la abandoné. yo fui quien la orilló a hacer esto. – y soltando un suspiro, me llevé las manos a la cabeza.
Lo sabía, era consciente de todo eso. Pero haberlo pronunciado en voz alta, era quizás, aun peor.
- Hermano yo… quisiera poder decirte que, aun puedes intentarlo que… luches por ella, pero…
- No. – dije enseguida. – No voy a interponerme en su felicidad.
- Lo sé… - suspiró Inuyasha. – Lo sé.
Al igual que yo, sabía que casarse, siempre fue el sueño de Rin. Por lo tanto, sabía que si ella se había casado, no había sido por menos que no fuera amor. Estaba claro, amaba a otro hombre y la prueba clara de que se había casado por amor, era, su hijo.
Después de esa conversación, Inuyasha y yo, no volvimos a hablar sobre el tema.
Los siguientes días, los pasé desintoxicándome.
Y aunque nunca se lo dije a Inuyasha y nunca lo haré, su presencia en mi departamento, realmente me ayudó.
Pasada una semana, finalmente se marchó.
- Espero volver a verte pronto hermano. – me dijo casi llegando a la puerta. – Tal vez, venga a visitarte más seguido.
- No. no lo creo. – adelanté. Inuyasha, comenzó a reír.
- Tienes razón… bueno. Ya es hora de irme. – suspiró. Yo, solo lo observé.
A pesar de que nuestra relación era buena, debo mencionar que demostrar afecto, no era parte de nuestro idioma. Aun así, decidí hablar.
- Avísame… - dije de pronto. – Cuando haya aterrizado y ya estés en Estados Unidos.
- Lo haré. – mencionó sin más, cerrando la puerta detrás de él.
Si, lo admito, agradecía la ayuda de mi hermano, pues físicamente ya me sentía mejor, pero eso no importaba, ya que por dentro… seguía como el primer día. Con deseos de morir. No obstante, el alcohol ya no fue mi primera opción, sino el trabajo.
En efecto, Rin había sido el motivo principal de mi regreso a Japón pero también lo fue el trabajo. Por lo que, enfocarme cien por ciento en él, fue lo mejor. Ya nada sería más importante, lo había decidido. Mi vida se basaría en trabajar y solamente en trabajar.
¿Y Rin? Estaba claro, nunca la olvidaría. Ella era el amor de mi vida y la única mujer con la que había deseado casarme, sin embargo, debía aceptar que ya no me pertenecía, que hace años, todo había terminado y que mi regreso, había sucedido en vano. Pero ya no podía retractarme, solo, seguir adelante. Igualmente si en algún momento se llegara a cruzar una mujer en mi camino, sería como las anteriores. Solo por placer, porque al menos dentro de mí, todo estaría cerrado.
Con respecto a mi proyecto, a pesar de que me atrasé un par de semanas, no fue difícil ponerme al día y lo terminé justo a tiempo para reunirme con mi cliente. Esa mañana, tomé mis planos e intentando no pensar en nada mas, me dirigí a su edificio. Pero… ¡vaya desgracia la mía! Pues su edificio, se encontraba cerca del jardín donde me había encontrado con Rin.
No tardé en llegar, estacioné mi auto y decidido, me dirigí a su oficina.
Ese día, no estaba de buen humor, así que mi tolerancia ante sus comentarios estúpidos sería menor, por lo que esperaba que se comportara de manera profesional. Lamentablemente, no fue así.
- ¡Perfecto! – exclamó. – ¡Me encanta!
- De acuerdo, entonces…
- Y estoy seguro de que a mi hija también le fascinará. – interrumpió. Yo, me limité a mirarlo e intenté proseguir, cuando añadió. – Confío en que sabrá reconocer tus planos, así como el que ustedes dos, trabajaran bien, juntos.
- ¿Qué? – dije al instante.
- Dije que, confío en que ustedes trabajarán bien juntos...
- ¡Escuché lo que dijo! Pero desconozco su insinuación. – aclaré y el sujeto, me observó divertido.
- ¿Entonces no te lo dije? Trabajarás con una de mis hijas. Ella es quien se encargará de este proyecto junto contigo. – está de más decir que de inmediato enfurecí. ¿de qué demonios estaba hablando ese maldito anciano?
- ¡De ninguna manera! – exalté. – No seré tu niñera. – y comencé a enrollar mis planos.
- ¡No serás una niñera Sesshomaru! no dramatices. Mi hija, a pesar de sus veintidós años es sumamente talentosa. Acaba de graduarse, así que yo lo veo como una excelente oportunidad para ambos, ¿No lo crees? Ambos nuevos en el negocio, así como ambos dispuestos a demostrar su talento.
- ¿De qué demonios hablas? – intervine. - ¿Por quien me tomas? No soy nuevo en esto, a mí me respaldan años de trabajo. No puedes simplemente degradar mi experiencia.
- No, si puedo. – dijo, tornándose serio. – Y ¿sabes por qué? Porque no importa cuántos años te respalden, esos años siempre le pertenecerán a tu padre. – aclaró y yo, desconcertado, lo observé. – Lo sé, quizás, lideraste proyectos e incluso, algunos planos fueron tuyos, ¿No es así? Pero, finalmente, ¿A qué empresa pertenecen? ¿A que nombre están firmados? ¿Al tuyo o al de tu padre? – no respondí. Él, suspiró. – Kirinmaru me habló de ti, Sesshomaru, me dijo que tenías talento pero… ¿Cómo voy a saberlo solo por palabras? Confío en su buen juicio y es por eso que te contacté pero, su recomendación no es suficiente para mí. Necesito verlo yo mismo. Porque en lo que a mí respecta, todo lo que hiciste en Estados Unidos, le pertenece a tu padre, no a ti.
Contuve un gruñido y maldije por debajo. ¡Carajo! ¡El maldito anciano tenía razón! No me había percatado de eso. La sombra de mi padre me perseguiría siempre. Y si deseaba deshacerme de ella, debía comenzar de nuevo.
Al principio, cuando Kirinmaru me ofreció su apoyo y me recomendó con Naraku, la idea no me agradó, pues aceptar ayuda no correspondía a mi personalidad. No obstante, al tratarse de uno de los empresarios más importantes de Tokio, me hizo aceptar que se trataba de una buena oportunidad. En ese momento, lo vi como un buen proyecto, pero no como realmente era. Mi entrada, mi momento de ser reconocido. Ya que, si Naraku quedaba complacido, mi nombre se expandiría rápidamente por todo el país y así, por fin, solo sería yo.
Debo admitirlo, no me gustaba la idea, de hecho, me repugnaba saber que trabajaría con una niña inexperta y consentida, pero, si era la única manera de hacerme de una reputación, debía hacerlo. Sí, me conocían en Estados Unidos, algunos empresarios me reconocían y con los años adquirí una reputación, pero era cierto, de alguna u otra manera, siempre fue bajo la autoridad de mi padre, no la mía.
No quise indagar más, conocía mis posibilidades y aunque me costó trabajo, finalmente, acepté.
- Sesshomaru Taisho. – dije con firmeza. – No olvide ese nombre.
- Haz que no lo olvide. – respondió, con una sonrisa en el rostro.
Estrechamos nuestras manos y después de mencionar en donde y a qué hora me reuniría con su hija, por fin, salí de su oficina.
Restaurante "Sensu" ocho de la noche. Era una reunión de trabajo, no entendía porque esa chica había elegido tal lugar y en tal horario pero en fin, había decidido aceptarlo y eso haría. Así que me vestí acorde al lugar a donde iría y tras suspiros de resignación, me dirigí a dicho allá.
Era simple, nada que ver como la clase de lugares que visitaría una chica como ella, puesto que su padre era de los más ricos de Japón. Quizás, lo había elegido por mí, o quizás, era menos vanidosa de lo que creía. Cabe aclarar, nunca la había visto, no sabía cómo era pero podía imaginármela. Su padre, Naraku, era un ser odioso e insolente, ella, al ser criada entre riquezas, debía ser igual o peor.
Llegando al restaurante, tomé asiento y de mal humor, esperé a que llegara. No estaba tarde pues yo había llegado antes, pero aun así, esperar no era de mi agrado. Finalmente, con mi copa en mano, escuché una voz.
- ¿Sesshomaru Taisho?
Levanté la vista y aunque no me alegra admitirlo, debo decir que quedé impresionado. Lo suficiente, que fue inevitable no recorrerla con mis ojos. De sus tacones rojos subí por su vestido fucsia, me detuve en su intenso labial rojo y finalmente llegué hasta a sus ojos color carmesí. Ella era… realmente, era preciosa.
- Así es… - respondí, manteniendo mi postura intacta.
- Es un placer, soy Kagura Kumo.
¡Inesperado! Físicamente, no tenía ni una pizca de su padre. Quizás, su belleza la debía cien por cierto a su madre y era de agradecerse.
Le indiqué con la mano que tomara asiento y soltando un suspiro, la observé curioso. No parecía una chica tonta ni mucho menos mimada, se veía bastante centrada a pesar de que apenas se le notaban veinte años de edad. Pero no podía basarme solo por su portada, así que esperé a que comenzáramos a hablar sobre el proyecto.
- Aun no has ordenado nada, ¿Verdad? – cuestionó.
- Solo esta botella. – indiqué.
- Puedo verlo. – sonrió. – Entonces, ¿Qué dices? ¿Ordenamos algo para comer y durante el postre revisamos el proyecto? – levanté una ceja, ¿acaso quería una cita? Tomé aire, el haber aceptado trabajar con ella, cada vez se estaba volviendo más difícil. Así que planee hablar y ser claro con respecto a su propuesta, cuando ella se adelantó. - Sé que, esto puede ser inusual pero… creo que si vamos a trabajar juntos, primero debemos conocernos, ¿No lo crees? Mi padre organiza citas y entre bebidas y conversaciones conoce a quienes trabajaran con él. Bueno yo también quiero conocer a quienes trabajarán conmigo en el futuro, pero quiero hacerlo de esta manera. – explicó. Yo, no dije nada, y tal vez, era lo mejor. – Bueno… si no te sientes bien, podemos ir a otro lugar…
- Estoy bien, ordenemos algo para cenar. – dije sin más, tomando la carta.
Lo cierto es que, hubiera preferido retirarme, revisar el proyecto en un mejor lugar pero… su rostro lleno de ilusión me había dicho que deseaba hacerlo bien, realmente estaba poniendo de su parte para parecer profesional así que, ¿Para qué apagar su ánimo? Con el tiempo, descubriría que tener una cena personal con cada una de las personas con quienes trabajaría, no sería lo mejor.
En fin, al contrario de lo que pensaba, la cena estuvo bien. Quizás habría sido mejor que no hubiera intentado conversar conmigo pero, fuera de eso, todo pasó tranquilo hasta que por al fin, comenzamos a revisar el proyecto.
Debo admitirlo, sabía lo que hablaba y aunque claramente se notaba su inexperiencia, también era normal. Según las palabras de Naraku, era recién graduada y para no haber trabajado nunca, lo estaba haciendo muy bien. Finalmente, terminamos. Acordamos la manera en cómo se manejaría y después de que ella se ofreciera a pagar la cena, nos levantamos de la mesa.
- ¿Vas hacia el estacionamiento? – preguntó de pronto.
- Así es.
- ¡Yo también! Podemos ir juntos, ¿Te parece bien?
No, realmente no. Pero no podía decírselo, así que solo asenté.
Para salir así como para entrar, el restaurante tenía un amplio pasillo en dónde, una parte era pared de piedra y la otra, era una fuente que abarcaba todo el espacio. Se veía bien, claro, pero no lo menciono porque fuera relevante, sino porque justo del otro lado, donde se encontraba la fuente, una pareja se dirigía dentro. Y por supuesto, no se trataba de cualquier pareja, ya que, cuando levanté la mirada, me percaté, que se trataba de Rin y su esposo.
Comentarios de la Autora.
¡Hola! Sí, soy yo. Me tarde mucho pero… al menos ya tengo este capítulo. Espero que les guste.
Soy consciente, de que este Sesshomaru, puede que no lo vean como es el típico serio e inmutable que conocemos, pero deben saber algo: primero que nada, recuerden que en esta novela, Sesshomaru es quien narra, por lo tanto es normal que mencione sus impresiones, pensamientos y sentimientos aunque por fuera, no se hagan notar. Además y hablando de sus sentimientos, mi principal intención, es hacer de él, a un Sesshomaru más humano, con el que podamos empatizar mas, especialmente con su dolor y su experiencia de perder a Rin. Recordemos, Sesshomaru, PERDIO AL AMOR DE SU VIDA. Por lo tanto, no esperen que actúe como si nada hubiera pasado.
Fuera de eso, es todo, espero con ansias saber sus opiniones. Nos leemos en las siguientes actualizaciones. Muchas gracias por su apoyo y paciencia, les mando un fuerte abrazo.
