Los nombres de los personajes que utilizo en esta historia; no son de mi pertenencia sino de RUMIKO TAKAHASHI. La historia si es mía y queda prohibida su copia total o parcial.
Toma Mi Mano.
Capítulo 4.
Me detuve en seco y la observé. Pasé saliva preguntándome, ¿Realmente, es ella? Y al comprobarlo, inmediatamente el tiempo se detuvo. Mis latidos disminuyeron, todo mi cuerpo se estremeció, un escalofrió me recorrió y en un instante, me quedé sin aliento.
- ¿Rin? – pronuncié en seguida, al mismo tiempo en que ahogué un suspiro.
Ella tardó un poco pero cuando por fin levantó su rostro y sus ojos se posaron en mí, no lo pensé dos veces. Sin importarme nada y dejándome dominar por mis instintos, me acerqué a ella, me hinqué en una pierna para estar a su altura y posando una de mis manos en su mejilla, hablé.
- ¿Qué fue lo que te pasó? – pregunté ansioso, pero ella, no respondió. Sus grandes ojos cobrizos solo me miraron con tal asombro que, supe de inmediato que Rin, se encontraba en shock. Es así que, posando mi segunda mano en su otra mejilla, insistí. – ¿Rin?
- Sesshomaru… - susurró al fin. - ¿Estás… aquí? – cuestionó, y aunque me desconcertó su pregunta, sin más, le respondí.
- Si, aquí estoy… - entonces, pasó algo que más que intrigarme, me dejó muy confundido.
Rin, después de escucharme, cerró los ojos, soltó un suspiro y como si hubiera intentado resguardarse del mundo, recargó su cabeza en el agarre de mis manos.
Lo admito, en ese momento, no supe cómo reaccionar. Y aunque, pude quedarme con alguna de las muchas razones que imaginé para justificar lo que hizo, el buscar la respuesta más razonable fue la mejor opción. Lo que me llevó a convencerme de que, quizás, sintió vergüenza al saber que era yo quien la estaba viendo así.
De igual manera, sé que, quizás lo mejor que debí haber hecho en ese momento fue; apartarme de ella y dejar de tocarla, pero, no lo hice. ¿Por qué? Porque por un momento, quise olvidar que estaba casada, que ya no era mía, que no podía hacer eso, que era incorrecto. Por un momento, quise ignorar a la moral. Es por eso que, sin detenerme a pensar, volví a dejarme llevar por mis sentimientos y acaricié su rostro. Con delicadeza limpié sus lágrimas y sin ocultarlo, la observé con devoción.
En seguida, vi cómo se sorprendió, así que, antes de que me pidiera que me apartara, volví a hablar.
- ¿Estás mejor? ¿Ya puedes decirme qué te sucedió? –y al ver que bajó la mirada fue cuando decidí apartar mis manos.
Lo había captado. No quería decirme, y lo hubiera entendido. Después de lo sucedido entre nosotros yo era prácticamente un extraño, y quizás, el insistir que me lo dijera, no era apropiado, sin embargo, tampoco podía dejarlo pasar. Por la manera en que estaba llorando significaba que algo había sucedido, algo importante, algo fuerte. Y si, sospechaba algunas cosas, principalmente, cosas que involucraban al maldito de su esposo.
Afortunadamente, cuando planee volver a preguntar, Rin, reincorporando su postura, por fin habló.
- Lo que sucede es que… yo… bueno… - lo admito, quizás, fue mi poca paciencia o mi deseo de culpar de una buena vez a su marido que, interrumpiendo sus tartamudeos, no pude aguantar más y se lo pregunté.
- Acaso él, ¿Te hizo daño?
- ¿Qué? – exaltó abriendo los ojos. – ¡No! – dijo enseguida. – ¡No! Bueno… al menos, no físicamente. – me sorprendió, y aunque me hubiera gustado ir a buscarlo y asesinarlo por golpearla, también me llenó de tranquilidad, saber que ese maldito bastardo, no la había tocado. No obstante, como lo había sospechado, el tipo si era el motivo de su llanto, así que, solo quedaba averiguar, qué le había hecho, para hacerla llorar así.
- ¿Entonces de qué manera? – dije al instante y de manera insistente.
Si, tal vez me estaba entrometiendo y era consciente de que quizás, Rin no me diría nada, pues era un tema que no me correspondía saber. Ya lo esperaba de su parte, por lo tanto, me tomó por sorpresa cuando respondió.
- Me rompió el corazón. – abrí los ojos, no supe que hacer, no era la respuesta que esperaba. En realidad, como ya lo había dicho, ni siquiera esperaba una respuesta. Es por eso que, solo la observé. Rin por su parte, inmediatamente añadió. – Bueno… en realidad, fueron, mi esposo y mi hijo.
- ¿Qué? – expresé sincero. - ¿De qué hablas? ¿Tu hijo?
- Bueno, es que… - y volviendo a dudar, contuvo sus palabras.
Lo confieso, me sentí decepcionado. Por un momento creí que me diría. Tenía la esperanza de que confiara en mí, pero estaba claro. Entre nosotros, ya no podía existir la confianza, ni siquiera, el intento de una amistad. ¿Qué si me dolió? Sí, pero debía aceptarlo. Si Rin, no deseaba decírmelo, tenía que respetarla. Por lo tanto, antes de que pudiera decir otra cosa, me adelanté.
- De acuerdo Rin, ya entendí. – dije. Ella, me observó. - Si no quieres decírmelo, está bien, estás en tu derecho. Es tu vida, tu privacidad, no debí cuestionarte. Lamento haberme entrometido.
- Sesshomaru… - pronunció, y a pesar de que parecía sorprendida, no quise tomarle importancia.
- Ya es tarde como para que permanezcas aquí sola. – añadí enseguida y poniéndome en pie, le ofrecí mi mano. – Vamos, te llevaré a tu casa. – entonces y sin esperarlo, exaltó.
- ¡No! no quiero ir a esa casa… al menos, no todavía.
- ¿Qué? Pero…
- Mi esposo no está en casa y mi hijo, está con mi madre. Si me llevas a ese lugar, llegaré a una casa vacía. – y aunque en ese momento, mi mente se llenó de muchísimas preguntas, no pude evitar enfocarme en lo único que entendí. Rin, no deseaba estar sola.
- Bien, entonces, te llevo a casa de tu madre…
- ¡No! Hishiro, no debe verme así. – adelantó. Yo, la observé. Entonces… ¿lo que quiere es…? - me dije desconcertado.
- De acuerdo. – suspiré. - Si es así… - y pasando saliva, me atreví. - Podría invitarte un café, ¿Si estás de acuerdo? – Rin, por su parte, abrió los ojos. – Solo será un café. – añadí enseguida. - Y si no quieres hablar, no lo hagas. Solo beberemos un café. – lo sé, me había arriesgado aun sabiendo que tal vez, se negaría rotundamente. Pero, fue precisamente ese "tal vez" lo que me hizo hacerlo, pues algo dentro de mí, me dijo que ella, también lo quería. Quería estar conmigo.
- Si… - respondió. – Estoy de acuerdo. - Volví a ofrecer mi mano, ella la aceptó y así, sin decir más y dándole el paso, nos fuimos de ese parque.
Desde que salimos, cuando estábamos en mi auto y hasta que llegamos a una cafetería, ninguno de los dos, pronunció alguna palabra. Por mi parte, porque se lo había prometido, además, no quería incomodarla. Por su parte, tal vez, porque era lo que necesitaba.
Ya sentados y después de haber ordenado, cumpliendo con mi palabra, continué en silencio. No obstante, y aunque sabía que estaba mal, no podía evitar mirarla, mucho menos cuando la tenía tan cerca. Siendo sincero, sino me sintiera tan enamorado de ella, la habría contemplado con osadía y hasta habría roto la promesa de no hablar, pero, desafortunadamente, la amaba. Es por ese motivo que, reprimiendo mis propios deseos, desvié la mirada. A mi derecha, estaba un ventanal, así que, fue fácil utilizarlo como mi escape.
El café no tardó en llegar. La mesera colocó una taza frente a cada uno y después se marchó. Tomé mi taza, bebí un trago y me dispuse a regresar la mirada a esos autos de enfrente, cuando Rin, habló.
- Lo lamento… - soltó. Yo, voltee a verla. – No he dicho más que frases a la mitad. Debes sentirte muy confundido.
- No voy a mentirte. Lo estoy. – confesé, y por la manera en que me habló, supe que ya estaba más tranquila, así que, aprovechando, continué – Pero… no te juzgo Rin, no soy la persona más indicada para hablar contigo sobre… tu vida privada. Ni mucho menos para estar aquí contigo… aun así, lo hice porque… - y en ese momento, desee decirle que lo hacía, porque no había soportado verla llorar, porque algo me decía que estaba mal, porque pude ver que necesitaba ayuda y también, porque deseaba con todo mi ser, poder ayudarla pero, no lo hice. En su lugar, simplemente dije: Supuse que no querías estar sola. – y aunque sé que no fue la mejor respuesta, no comprendí la mirada que me dirigió.
- Si… - suspiró. – Supongo. Y, aunque tienes razón, a veces, es buena la opinión de una tercera persona. – dijo de pronto. Yo, la observé atento. – Es por eso que, si estás dispuesto a escucharme, me gustaría poder contarte.
- Claro que sí. – dije enseguida. Ella, me observó con alivio. Tomó su taza y después de dar un sorbo, se acomodó para comenzar a hablar.
- Sucedió algo con mi esposo… él, no ha regresado a casa. – exhaló. – Desde la última vez que salió directo a su trabajo, no ha vuelto.
Tengo que decirlo, me decepcionó esa información, pero me había dispuesto a escucharla y a ayudarla, no a tomar provecho de su situación, es por eso que...
- ¿Desde hace cuánto tiempo? – cuestioné.
- Poco más de un mes… - yo, no pude evitar mi sorpresa.
- ¡¿Qué?! Rin, eso es mucho tiempo. Supongo que, ya lo reportaste como persona desaparecida…
- ¡No de esa manera! – interrumpió. – Si bien, es cierto que no sé dónde está. Lo que si se es que se encuentra bien. – me confundió pero, antes de poder preguntarle, añadió: Sé que está con sus amigos, y sé que si no ha regresado es por voluntad propia. – pronunció al fin, dejándome completamente impactado.
- ¡¿Qué?! Espera, Rin… - dije, recargando mis brazos en la mesa e intentando procesar todo. – Creo que no te estoy entendiendo. ¿A qué te refieres con eso de que no ha regresado por voluntad propia? ¿Te dejó? – cuestioné intrigado.
- No. – respondió. - Lo que sucede es que, él, suele… ir a distraerse.
- ¡¿A distraerse?! ¡¿Por más de un mes?! – proseguí, aunque esas dudas fueron tanto para ella, como para mí, pues entender lo que me estaba diciendo, era más difícil de lo que pensaba. – Rin. – dije garraspando la garganta, al mismo tiempo en que aproveché para procesarlo. – Déjame ver si entendí. Tu esposo se fue a trabajar y no regresó. Pero… no lo hizo, porque se fue a distraer con sus amigos. Y por como lo dices, supongo que, no es la primera vez que lo hace, ¿Cierto?
- Si… - suspiró. - ¡Pero… solo es por un tiempo! – adelantó. – Sé que, solo va a relajarse un poco y ya después regresa, nunca se va más de un mes. – y entonces, cuando creí que no podía ser peor, dijo eso.
Me quedé en silencio un momento. Observándola, esperando que tal vez, fuera mentira lo que decía, o que fuera una broma, pero… al ver su rostro, comprobé, que no era así.
Cerré los ojos, pasé saliva e intentando con todas mis fuerzas controlar mis emociones, solté aire.
- ¿Es un chiste verdad? – dije molesto. Rin, por su parte, bajó la mirada. - ¿Cómo es posible? – me dije apretando los dientes.
¿Qué estaba pasando? ¿Qué significaba? ¿Por qué…? Muchas preguntas me invadieron en ese momento, pero quizás, las más relevantes fueron: ¿Cómo es que Rin aceptaba eso? ¿Por qué lo permitía? ¿Cómo podía ser tan ciega? O era acaso que, ¿Lo amaba a tal grado que, le soportaba ese trato? ¿Acaso no se daba cuenta de que…?
- Rin. – dije finalmente, después de un largo silencio. - Lo lamento pero, tú esposo…
- ¡Él no me está engañando! – exaltó, como si hubiera adivinado lo que iba a decirle. Yo, la observé incrédulo. – Y lo sé porque… lo sé, porque… él, no podría hacerlo. Porque, él, me ama…
Y así, me percaté de que quizás, ya había encontrado la respuesta a una de mis preguntas. Rin, realmente lo amaba. A tal grado, que le soportaba sus infidelidades. Si, quizás esa era la respuesta. No podía haber otra. Si no, ¿Cómo explicaba su actitud y esa firmeza al creer que él no la engañaba? Y peor, que pensara que ese maldito bastardo realmente la amaba.
No sé cómo explicar lo que sentí en ese momento. Me dolió la cabeza, me dolió el pecho, me dolió el alma, pero no precisamente porque Rin amara a su esposo, sino por ver la manera en cómo lo había defendido. Por ver, lo ciega que estaba. Por ver, cómo es que una mujer como ella, estaba atrapada con un hombre como él.
Me culpé, por completo, me culpé. Yo habría podido darle una vida diferente, una vida llena de tranquilidad, de amor y de completa adoración hacia ella, sin embargo, me había marchado, la había abandonado, y gracias a eso, Rin, había tomado esa vida.
La observé fijo, intentando convencerme a mí mismo que no era real, que no estaba pasando, pero entre más la veía, más lo confirmaba.
Rin, el amor de mi vida, estaba sufriendo por un bastardo que no la merecía.
Pasado un tiempo, decidí hablar. Ella ya no había dicho nada más, y por mi parte, mantenerme inmutable, era la mejor opción. Aún, cuando sentía mi cuerpo hervir, aún, cuando un profundo dolor se apoderó de mi pecho.
- Si es así como dices… - pasé saliva. - No entiendo porque dijiste que te rompió el corazón.
- Bueno… es que… como dije, nunca ha sido por más de un mes y esta vez, ha tardado más. Pero, eso no es lo importante, sino que… ya no quiero esto. – dijo de pronto. – Ya no quiero que se vaya, quiero que se quede en casa, conmigo, con mi hijo. Quiero que… deje de portarse cómo… cómo si no existiéramos.
Y en definitiva, cada vez que veía y hablaba con Rin, era un mar de emociones.
- Entonces, ¿no te gusta que tu esposo haga eso? – pregunté con esperanza.
- ¡No! claro que no. A pesar de que, sé que lo hace para distraerse y que, solo está con sus amigos… no me gusta que lo haga. Sé que también, nos casamos de manera muy apresurada y que quizás, su libertad fue oprimida de manera muy abrupta pero… quisiera que entendiera que, ya nada va a ser como antes. Ahora tiene esposa y un hijo. Debería enfocarse en nosotros, no en su deseo de seguir divirtiéndose como cuando estaba en la preparatoria. Eso es lo que me rompe el corazón. – explicó.
Debo decir que, me sentí aliviado, quizás el amor la cegaba y creía firmemente que no la engañaba pero, al menos, sabía lo que quería.
- ¿Has intentado hablar con él? – cuestioné.
- Si, lo hago cada vez que regresa. Le explico, le exijo, y lo toma en cuenta pero, solo por un tiempo, después, cuando veo que en la tarde ya no regresa, sé que es porque se vuelve a ir. Y lo peor es que mi hijo, ya está comenzando a notarlo. Justamente hoy, me cuestionó el por qué su padre se va y nos deja. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué no juega con él? – y tras hablar con la voz cortada, de sus ojos, volvieron a brotar lágrimas. – Estaba llorando cuando me lo dijo… no sabes lo que sentí, mi alma se partió en dos. Hishiro, es mi vida entera… y verlo sufrir, me destrozó por completo.
- Por eso ya no pudiste contenerlo más, ¿cierto? Por eso estabas llorando en el parque.
- Si… - suspiró.
La observé. ¿Qué podía decirle? ¿Qué consejo podía darle que no trasmitiera egoísmo? Estaba claro, el sujeto era un imbécil que no la merecía y lo mejor era que; si Rin sufría por su causa, lo mejor era dejarlo. Alejarse de él, olvidarse de él. Pero, ¿Cómo decírselo sin incluir mi ayuda? ¿Cómo decirle que ya no se preocupara por él, que ahí estaba yo, que yo la amaba, que conmigo reiniciara su vida? ¿Cómo decirle lo que tanto deseaba cuando ella, en ningún momento, me había dado alguna señal de querer rendirse con su matrimonio? Si bien, mi idea de un consejo era abandonar a ese imbécil, sabía también que, bajo esas circunstancias, no era lo más apropiado.
Es por eso que, conteniendo mis impulsos, apreté los puños, pasé saliva y con esfuerzo, intenté ayudar.
- Y, ¿No has encontrado, alguna otra solución, además de hablar con él? – dije con esfuerzo.
- Bueno… no tarda en regresar, así que, en cuanto lo haga yo… - y antes de que pudiera decirme, su celular, comenzó a sonar. – ah, lo siento. – dijo, contestando la llamada. – ¿Hola? ¿Mamá? Estoy bien, tranquila, estoy en una cafetería. Si. Es que, quise venir a descansar y a pensar un poco. No. Si, descuida, en cuanto termine me iré a casa. Y ¿Hishiro? De acuerdo… - suspiró. – Muchas gracias mamá y descuida, ya casi termino así que, no tardo. Sí, claro, tú no te angusties. Nos vemos más tarde. – enseguida, terminó la llamada. - Lo siento Sesshomaru, era mi madre, está preocupada, salí de su casa desde temprano y hasta ahora no he regresado.
- ¿Desde temprano? – dudé.
- Sí, es que… salí a buscar a mi esposo. Fui a los lugares donde creí que lo encontraría, incluso pasé a casa de algunos de sus amigos pero, no lo pude encontrar. Quería hablar con él. Pero, supongo que hablaré lo que tengo planeado, hasta que regrese a casa.
Quise preguntar qué era eso que hablaría con él, qué era lo que iba a decirme antes de la llamada de su madre. Quería saber si acaso, tenía planeado dejarlo pero… no pude hacerlo.
Nuevamente, me contuve.
- En fin. – dijo soltando aire. – Creo que será mejor que ya me retire.
- Estoy de acuerdo, ya pasan de las tres y tu madre, debe seguir muy preocupada por ti. – respondí.
- Tienes razón.
- Y ¿Tu hijo?
- Mi madre me dijo que estaba dormido y que durante el día, se mantuvo tranquilo. Gracias a Dios. – dijo después, cerrando los ojos. – Bueno… entonces, me voy. Te agradezco mucho Sesshomaru…
- Yo te llevo. – le dije, interrumpiendo sus intenciones. – Es muy tarde y estando sola, es peligroso. Solo dime dónde vive tu madre y te llevo hasta ahí.
- Preferiría que no. – mencionó de pronto, dejándome desconcertado. Pero cuando planee preguntar el porqué, añadió: - Ya hiciste demasiado por mí.
- Solamente te compré un café. – contesté, tratando de desviarla. Ella, sonrió.
- No hablo del café. Aunque también, gracias por eso. Pero me refiero a… haberme escuchado. – yo, solté aire.
- ¿Escucharte? – cuestioné sarcástico. – ¿Realmente crees que eso fue, haber hecho mucho por ti?
- Claro que sí. ¿Por qué tú no lo crees?
- Porque tu problema no se ha resuelto. – exalté firme. Rin, me observó curiosa. Por mi parte, ya no pude contenerme. – Porque ayudarte, habría significado, borrar, desaparecer tu dolor. Y no lo hice. – entonces, y sin esperarlo, así como, sin dejar de mirarme, susurró.
- Y ¿Cómo lo habrías hecho?
Me impactó. ¿Realmente quería saberlo? ¿Realmente quería que le dijera? Quizás, si en ese momento, no me hubiera sentido tan ansioso, habría pensado mejor las cosas y quizás, hasta me habría detenido. Pero, no fue así, por lo que, sin limitarme, le respondí.
- Llevándote conmigo… - solté, y al instante vi cómo sus hermosos ojos se abrieron cual sorpresa.
¡Maldita sea! Me dije enseguida. ¿Qué acababa de hacer? ¿Por qué me había dejado llevar por mis sentimientos? ¿Por qué le había dicho eso? Otra vez me había confundido. Nuevamente, había visto en Rin, esa puerta que siempre buscaba en ella. La puerta que me indicara que ella, aun guardaba un sentimiento por mí. Pero era un imbécil. Un completo imbécil.
Es así que, percatándome de inmediato de lo que había hecho, de manera rápida idee una forma de evadir mis verdaderas intenciones.
- Para ir a buscar a tu esposo. – añadí. – Y así, terminar de una vez con todo esto.
- Ah. Entiendo… - suspiró y por como la vi, un poco confundida. – Bueno, ah, agradezco tu interés Sesshomaru pero… todo lleva su tiempo. – no dije nada, solo la observé. Pasados un par de segundos, volví a insistir.
- Entonces, ¿Nos vamos? – a lo que ella, finalmente, aceptó.
Durante el trayecto, ninguno de los dos habló. Y aunque yo, tuve la intención de preguntarle, por qué sus padres se habían mudado, por como la vi, decidí concentrarme únicamente en manejar. Finalmente, después de media hora, llegamos.
Observé el lugar y aunque era bonito, la casa era pequeña en comparación con la que tenían. Me sorprendí, como lo recordaba, sus padres amaban su anterior casa, me parecía extraño que se hubieran mudado, pero en fin, no dije nada. Salí del auto y abriendo la puerta del copiloto, ayudé a Rin a bajar.
- Nuevamente, muchas gracias por todo, Sesshomaru. –dijo tan cálida y amable como siempre la conocí.
- No hay de qué. – respondí dirigiéndole un pequeño gesto.
- Bueno… ya debo entrar, así que…
- Búscame. – la interrumpí. – No importa lo que pase, si necesitas de mi ayuda. No dudes en buscarme. – vi cómo se sorprendió y hasta admito que de mi parte tampoco esperé decir lo que dije pero... ya lo había hecho. Si esa noche, la había pasado a su lado solo por escuchar sus problemas, no me importaba volverlo a repetir, con tal, de volverla a ver. Con tal, de volver a tenerla así de cerca.
No dijo nada, sus grandes ojos cobrizos, solo me observaron, y aunque me esforcé en indagar que significaba esa manera de mirarme, no encontré nada. Finalmente, antes de que se negara o me dijera que no era lo más apropiado, me despedí.
- Bien. Descansa, Rin. – y dándome la media vuelta, me dirigí a mi auto.
Vi cuando introdujo las llaves, volteó por última vez a verme y dirigiéndome una leve sonrisa, entró.
Por mi parte, bajé la cabeza, la recargué en el volante y con un esfuerzo sobrehumano contuve mis sentimientos apretando los dientes. Respiré agitado, pasé saliva y finalmente, cuando me sentí más tranquilo, me fui.
Llegue a mi departamento, cerré la puerta detrás de mí y llevando ambas manos a mi cabeza, contuve un quejido.
¿A ese grado había llegado? ¿A ser el paño de lágrimas de la mujer que amaba? ¿A ser el amigo con el que ella podía contar cuando tenía problemas con su esposo? ¿Así o más pisoteado? me sentí mal, me sentí humillado, me sentí rebajado, rechazado pero lo peor es que, me sentí impotente, porque a pesar de haber experimentado todos esos sentimientos, desee volver hacerlo. Desee volver a escucharla, volver a verla, desee que ella, volviera a tenerme confianza.
¡Vaya! Que bajo había caído, ¿no? ser amigo de la mujer que amaba. Fue algo, que nunca imaginé.
Comentarios de la autora.
Con todo y mi vergüenza, aquí les dejo este nuevo capítulo. Espero que les guste y me puedan comentar sus opiniones. Gracias de verdad por su paciencia y por su apoyo, me llenan de alegría. Les mando un fuerte abrazo.
PD: como el siguiente capítulo es lo mismo pero con el POV de Rin, voy a tratar de publicarlo esta misma semana. Pero, por lo mientras, disfruten de este.
