Los nombres de los personajes que utilizo en esta historia; no son de mi pertenencia sino de RUMIKO TAKAHASHI. La historia si es mía y queda prohibida su copia total o parcial.


Toma Mi Mano.


Capítulo 6.

Después de la conversación que tuve con la madre de Rin, pasaron dos semanas. Y, durante ese tiempo, Rin, no se comunicó conmigo. Pero, eso no fue lo peor, sino que yo, me sentía como un adolecente rechazado.

¡Maldita sea! ¡Había actuado como un imbécil!

Y ¿Por qué? Primeramente, porque me había dejado llevar por mis emociones y le había confesado a su madre mis sentimientos, y segundo; porque había confiado en ella, aun sabiendo que me detestaba.

Si, en definitiva, había sobre pasado mi incompetencia.

¿Qué me había pasado? Confiarle mi oportunidad de volver a hablar con Rin, había sido simplemente una decisión guiada por un impulso irracional. Por desesperación.

Ya lo sabía, desde el momento en que su madre mencionó que Rin se había marchado con su esposo, supe que mi oportunidad se había ido con ella. No obstante, no quería volver a rendirme. Necesitaba hablar con ella, asegurarme, confirmar que era verdad mi sospecha de sus dudas. Necesitaba que ella me lo dijera (aunque no fuera textualmente) necesitaba escucharlo para poder regresar a la vida. Porque si, desde haberla visto usando ese anillo en su dedo, mis días comencé a pasarlos, como si estuviera muerto.

Es por eso que, a pesar de que la poca racionalidad que me quedaba, me decía que Rin, nunca dejaría a su esposo, decidí no pensarlo demasiado y con la misma motivación de esa mañana, el viernes de la segunda semana, fui a buscarla.

Sabía que, el parque donde la había vuelto a ver, era el lugar que cruzaba para llegar al colegio donde estaba su hijo, así que, fue ahí, a donde me dirigí. Era ya medio día cuando llegué. Me detuve frente a la fuente donde volví a escuchar su voz, vi alrededor y una profunda nostalgia me inundó.

Obviamente, no planeaba quedarme en la fuente, así que busqué otro sitio donde pudiera pasar desapercibido. Un lugar donde Rin pudiera pensar que, solo fue coincidencia encontrarnos. Y para mi suerte, lo encontré. Era una de las bancas del parque. Estaba justo debajo de un roble, por lo que, daba una sombra perfecta. Me senté en medio, y aunque como mencioné, me encontraba bajo la sombra, no me aparté mis gafas de sol. De cada uno de mis brazos remangué mi camisa y después de soltar un suspiro, me dispuse a encontrarla. Por la gente que comenzó a aumentar junto con el ruido de niños, supe que ya había terminado su horario de clases, así que Rin, no debía tardar en aparecer.

Desafortunadamente, no fue así. Primero pasaron veinte minutos, después cuarenta. La gente ya se había dispersado, pero Rin, no aparecía.

No lo sé, quizás fueron mis nervios o que cada vez me volvía más vulnerable pero, cada minuto que pasaba, crecía mi desesperación. ¡Demonios! ¿Realmente había llegado a ese grado? ¿A acecharla? ¿A sentirme vulnerable? Solté aire, llevé mis manos a mi cabeza y cerrando los ojos intenté controlarme.

Pasado un tiempo, (no sé cuánto exactamente) levanté el rostro, preguntándome si ya era momento de marcharme cuando entonces, la vi.

Venía caminando, tomaba de la mano a su hijo, y juntos, sonreían felices. El pequeño comía un cono de helado, mientras parecía no terminar de hablar. Rin, por su parte, lo escuchaba atenta, mientras lucía como un ángel, usando un hermoso vestido blanco con flores naranjas.

Pasé saliva, ¡Por Dios! No podía verla sin que sintiera mi alma querer desprenderse de mi cuerpo. Y no era porque no lo disfrutara, sino porque al mismo tiempo, me dolía.

Si bien, había planeado que nuestro encuentro en el parque, debía ser con un aire inesperado, en cuanto mis ojos la capturaron, no pude evitar el quedarme como un idiota embelesado. Y, aunque una parte de mi razonamiento me dijo que volteara la mirada o que al menos me levantara y me acercara a ella, no pude hacerlo. Simplemente, no podía dejar de verla. No cuando esa imagen de ella, sonriendo tan radiante, me hizo regresar al primer momento en que la vi. Me hizo confirmar que era la misma mujer, que era ella, la misma dulce y sexy Rin, de quien me enamoré a primera vista.

Fue así que, mientras yo seguía observándola con descaro, de un momento a otro y sin esperarlo, ella volteó.

Sus bellos ojos se clavaron en mí y en ese instante, pude sentir cómo un escalofrió me recorrió. Afortunadamente y gracias a mi incapacidad para expresar emociones, no se percató de mi sobresalto. Aunque no puedo garantizarlo por completo pues, actuando de la manera que nunca imaginé, después de detenerse y verme con asombro, fue ella quien tomando la iniciativa, se acercó a mí.

Lo admito, no supe que hacer, me quedé inmóvil. En realidad, aún no terminaba de asimilar lo que estaba pasando, cuando Rin, llegó.

- Sesshomaru. – pronunció con voz tenue, después, sonriendo de manera tímida, me saludó. – Hola.

- Hola, Rin. – dije, casi al instante, pasando saliva.

Nos observamos por un par de segundos, al parecer, sin saber que más decir, cuando de pronto:

- ¡Hola! – intervino su hijo. – ¿Quién es él, mamá? – Rin, volteo a verlo y sonriéndole con ternura se agachó.

- Él, es Sesshomaru, mi amor. – pronunció. - Y él, es mi amigo.

Y al instante, no sé si fue por escucharla llamarme "amigo", por la seguridad con la que lo dijo o por el mismo significado de la palabra que; sentí como si me hubieran golpeado el pecho.

- ¿Es tu amigo? – repitió el pequeño. - ¿Tú también tienes amigos, mamá? ¿Así como papá? – cuestionó asombrado.

- Así es, mi amor. – afirmó segura. – Amigos y amigas, al igual que tú. Así como tienes amigos y amigas en el colegio, yo también los tengo.

- ¡Guau! – expresó él, viéndola con entusiasmo. - Pero, mamá, si es tu amigo, ¿también es mi amigo? – preguntó de pronto, sorprendiéndome no solo a mí, sino también a Rin.

Y, aunque su pregunta tal vez incomodó a Rin, (lo menciono por la manera en que dirigió su mirada a mí) por mi parte, no fue así.

E intenté demostrárselo, pero antes de que pudiera, se adelantó:

- No lo sé, mi amor. Eso depende de… - así que, la interrumpí.

- Claro que sí. Podemos ser amigos, si tú quieres. – dije y tanto el pequeño como Rin, me observaron con asombro. Por su parte, lo dudó por un momento, se aferró al brazo de su madre y después de verla para ganar seguridad, por fin me respondió.

- Bueno.

Lo observé, extrañamente complacido por su respuesta. Compartimos una sonrisa, y así, concluimos nuestra conversación.

- ¿Puedo ir a jugar, mamá? – mencionó enseguida. Rin, asentó, y ambos vimos como su hijo corrió hacia el jardín.

- Y, ¿Cómo estás? – añadió ella, volteando su mirada a mí.

Levanté una ceja, lo admito, su actitud me inquietó un poco. Aunque, rápidamente, me percaté de que si había dejado a su hijo ir a jugar al jardín, era porque planeaba quedarse a charlar conmigo. Cosa que en absoluto rechazaría, así que; recorriendo con discreción su bella escultura, solté un suspiro. Me levanté, la invité a sentarse, ella me sonrió agradecida y después de tomar asiento, me acomodé a su lado.

- ¿Me preguntas como estoy? Eso debería preguntártelo yo, ¿no lo crees? - a lo que ella, bajando la mirada, sonrió tímida.

- Supongo que sí.

- ¿Y bien…? - insistí.

- Bueno. – suspiró. – Estoy bien, de manera general pero, con respecto al asunto de mi esposo… no lo sé. – quise preguntarle a que se refería, pero antes de que pudiera, prosiguió. – Es… complicado.

- ¿Más complicado de lo que ya es? – Ella, volvió a sonreír.

- Si… creo que sí.

- ¿Y no vas a decirme? – pregunté, genuinamente preocupado. Entonces Rin, mencionó algo que, me descontroló por completo.

Primero guardó silencio, después, como si hubiese confirmado con ella misma lo que diría, por fin habló:

- Si planeo decirte, Sesshomaru. – suspiró. – Pero, antes, quisiera que me respondieras algo.

- ¿De qué se trata? - indagué curioso. Por su parte, pasó saliva, al mismo tiempo en que, tomando su bolso, introdujo su mano.

- Esa noche, cuando me llevaste a casa de mi madre, me dijiste que te buscara si necesitaba ayuda. Tú, lo decías en serio, ¿no es así? – la observé inquieto, creí que lo había dejado claro y que ella lo sabía, por lo tanto, no entendí su comentario.

- ¿No creíste que hablara en serio? – cuestioné incómodo.

- No es eso. – adelantó. – Sé que no eres alguien que hable simplemente por hablar. A lo que me refiero es que. – y después de guardar una pausa. – Siempre has sido un hombre muy amable, Sesshomaru. Es por eso que, cuando me dijiste esas palabras aquella noche, creí que simplemente había sido un impulso de tu amabilidad, pero… cuando le dijiste lo mismo a mi madre. - dijo, al instante en que, sacando la mano de su bolso, me mostró la tarjeta que le había dejado con su madre. - Supe que era más que eso. Supe que era más que amabilidad.

No reaccioné enseguida, pues me había tomado por sorpresa, más que nada, porque no estaba entendiendo sus palabras. Acaso, ¿Con ese acto, se había percatado de mis verdaderas intenciones para con ella? ¿A eso se refería con, "más que amabilidad"? Me preocupé, lo admito. Pero al instante me olvidé de ese sentimiento, pues, si Rin ya había descubierto que yo, aun tenía sentimientos por ella, ¿Qué más daba? En algún momento lo iba a saber. Si era antes de tiempo, ¿Qué podía hacer?

Es por eso que, manteniendo mi postura, la observé fijo. Acerqué mi rostro a ella y con ansiedad, le cuestioné.

- ¿Qué quieres decir con, "más que amabilidad"? – fui directo, si tenía algo que decir, deseaba que lo dijera de una vez.

Pero entonces, en lugar de decir lo que yo tenía en mente, pronunció una respuesta que, más que inesperada, me partió en pedazos.

- Quiero decir que, no creí que realmente quisieras ser mi amigo.

¡¿Amigo?! ¡¿Hablaba en serio?! ¡¿Amigo?! ¡Yo nunca quise ser su amigo!

Desde el momento en que la vi, la desee para mí; como mujer, como amante, como aliada y compañera. ¡Nunca como amiga! ¡La quería para mí! ¡Solamente para mí! Y aunque, era cierto que fui yo, quien se dispuso a ser su amigo con la intención de estar cerca de ella, no significaba que me gustara la idea. Por lo que, el haberlo escuchado de su boca, me había atravesado el pecho.

Así mismo, me impactó tanto, que no pude decir otra cosa, más que repetir esa palabra.

- ¿Amigo? – exhalé desconcertado.

- ¡Si! Llegué a esa conclusión porque, días después, cuando fui a visitar a mi mamá y me dio mi anillo junto con tu tarjeta, también me comentó lo que le dijiste, así que… - e intentó explicarme pero, al ver mi rostro y percatarse de mi actitud, lo que sucedió fue que, todo su entusiasmo, se cayó. - O tal vez, me equivoqué y, no te referías a eso. Porque, de hecho, es lo que quería preguntarte, no sé, ¿realmente crees que tú y yo, podamos ser amigos? – cuestionó.

Por mi parte:

¡No! claro que no. – me dije. - Esa era la respuesta correcta. La única que podía darle. La verdadera. Pero, está claro que, no podía decirle eso. Bajo las circunstancias en las que me encontraba, hablar con la verdad, solamente me alejaría de ella. Por lo que, tragándome el dolor, tuve que mentir.

- No veo porque no. – dije apenas audible y con esfuerzo sobrehumano. Entonces, y al instante, fui testigo de cómo sus preciosos ojos cafés, se iluminaron de alegría. ¡Maldita sea! ¿Estaba feliz? Significaba que, ¿Ella, realmente, me quería como su amigo? Mientras que yo, sabía que con esa respuesta, acababa de cavar mi tumba.

- Opino lo mismo. – mencionó sonriente, confirmando mi sentir. – Y te lo agradezco, Sesshomaru.

- ¿Por qué me agradeces? No he hecho nada para ayudarte. – comenté intentando esconder mi furia. A lo que ella…

- ¡Si me has ayudado, Sesshomaru! El haberme escuchado fue más que suficiente. Esa noche, pudiste haber pasado de largo pero no lo hiciste. De igual manera, pudiste haber terminado con todo lo que pasó y regresar a tu vida pero, tampoco lo hiciste. Es por eso que, te estoy muy agradecida, Sesshomaru. – confesó y quizás, fue la manera en la que lo dijo o cómo es que sus ojos me atraparon que, sin pensarlo, me acerqué a su rostro. Observé con devoción cada uno de sus rasgos y conteniendo mi deseo de besarla dije:

- Dime Rin… ¿Realmente crees, que si algo se trata de ti, lo dejaría pasar?

- Yo, no lo sé. – suspiró, claramente impresionada por mi acercamiento pero, aun así, sincera.

Entonces, fue ahí cuando comprendí que, si no la hubiese abandonado de la manera en que lo hice, su confianza en mí nunca hubiera caído. En efecto, me dolió su respuesta pero aun así, pude entenderlo. Es así que, intenté no tomarle mucha importancia y mejor, concentrarme en refutar mis palabras.

- Pues no, Rin. – reiteré, aun sin apartar mi cercanía. - Nada que tenga que ver contigo, podría ser indiferente para mí.

- Sesshomaru… - suspiró ella, al mismo tiempo en que vi, cómo sus labios intentaron decirme otra cosa, pero, de pronto, su hijo, apareció.

- ¡Mamá, Ya me quiero ir!

- ¿Qué? ¡Hijo! – reaccionó Rin, apartándose inmediatamente de mí.

- ¡Tengo hambre mamá, ya me quiero ir! – mencionó el pequeño. A lo que, extrañamente, Rin, no supo responder, pues después de escucharlo, dirigió sus ojos a mí, como si se estuviera disculpando conmigo. Y aunque, sí me molesté por la interrupción, rápidamente recordé, que solo se trataba de un niño.

- Descuida. – dije. - Lo primero es atender a tu hijo. Y con respecto a esta conversación, podemos continuarla otro día. – propuse, sin esconder mi intención de volver a verla y, ¿Por qué no? de volver a tenerla, así de cerca.

- Supongo que…

- ¿Qué te parece este sábado? – pregunté rápido, antes de que intentara alargar mi espera. Y aunque por su reacción, supe que la había sorprendido, no mostré ningún arrepentimiento y solo la observé directo esperando su respuesta.

- ¿Mañana sábado? Pero, ¿Como…?

- Puedo invitarte a desayunar. Si estás de acuerdo. – dije, viendo como sus grandes ojos cobrizos se abrieron cual asombro. Y a pesar de que disfruté mucho su reacción, tuve que mentirle y "aclarar" que no era una cita como ella lo había pensado. Aunque es obvio, que mi intención, era invitarla a salir. – Sería como lo que hicimos esa noche. Hablar mientras tomamos algo, ¿Te parece bien? – Rin, dudó por un momento.

- No lo sé. No sé si pueda, es que, a veces tengo muchas cosas que hacer y, no sabría decirte si tendré este sábado libre. – excusó, y aun cuando no le creí, comprendí su posición. Por eso, me adelanté.

- Bueno, tienes mi tarjeta, ¿No es así? Avísame si estas libre. – y acercándome a ella. - Igualmente, si puedes otro día solamente manda un mensaje. – pronuncié con voz tenue. No sé qué me había pasado, pero ya no podía dejar de acercarme a ella.

- Y, ¿Si tu estas ocupado? – cuestionó nerviosa, haciéndome reír. Mi intención para hacerla sonrojar, había funcionado.

- Yo me encargo de eso, no te preocupes. – hablé galante, acorralando sus salidas. Ella, guardó silencio por un momento, me observó, levantó una ceja y finalmente, aceptó.

- De acuerdo.

Y si, pese a que pudo ser un simple "de acuerdo" bajo circunstancias de amistad, para mí, fue haber logrado avanzar un paso y eso, era más que suficiente. Además, y admito, lo que más me satisfacía, era que; confirmé, que a pesar del tiempo, aun podía sonrojar a Rin.

Sonreí después de escucharla, e intentando no demostrarle mi emoción, hablé.

- Muy bien. – ella, tomó su bolso, a su hijo, y se puso de pie. – Espero tu mensaje. - Rin, me observó curiosa, asintió con la cabeza, se despidió de mí y así, por fin se marchó.

Esa tarde, regresé a mi departamento y esperé el mensaje, pero no llegó. El sábado sucedió lo mismo. Fue entonces que, hasta el domingo, cuando me encontraba trabajando en la presentación que daría el día lunes con un nuevo socio, llegó a mi celular, el mensaje de un número desconocido.

Por puro instinto, abrí el mensaje sin apartar mi vista de mis planos, pues me encontraba concentrado. Di un vistazo, y al ver lo que decía, toda mi atención se concentró en la pantalla.

Hola, Sesshomaru.

Soy Rin.

Disculpa la hora y el avisarte hasta hoy pero, no había tenido oportunidad.

Así mismo, el día de mañana tengo tiempo, pero solo sería por la mañana.

No sé cómo explicar todo lo que sentí cuando leí su mensaje, porque, aunque lo esperaba, me sorprendió que lo hiciera. Por otro lado, la manera en que lo había escrito, me parecía un poco distante, quizás, porque aún no sentía la suficiente confianza. Y por último, me cuestionó el día y la hora. Un lunes en la mañana no era precisamente la mejor elección para tener una cita, incluso con un amigo, así que, me sentí un poco confundido.

También, era la fecha y hora de mi presentación pero sinceramente, era lo que menos me preocupaba. No planeaba decirle que no, así que, antes de responder, cambié la fecha de mi presentación al día martes. Afortunadamente, no tuve problema, y así, por fin le respondí a Rin.

Hola, Rin.

De acuerdo, entonces, te veo mañana.

Te estaré esperando en el restaurante Kinmokusei.

Nueve de la mañana, ¿Te parece bien?

Un minuto después, respondió:

Si, está bien. Ahí te veo. Buenas noches.

Buenas noches. – di enviar y fue así, que confirmé, mi cita con Rin.

Aún recuerdo la primera vez que la invité a salir. Me sentía nervioso. Lo cual era extraño, ya que nunca me había sucedido con ninguna chica. Pero, supongo que fue normal, pues Rin, desde el primer momento fue diferente. Lo sabía, lo sentía, toda ella me decía, que era la indicada para mí.

Desafortunadamente, ser un completo imbécil, fue mi error.

En fin, la mañana del lunes llegó rápido. Igualmente y quizás, fue mi ansiedad por verla que, ese día, me levanté temprano, me di un baño, me alisté y sin darme cuenta, ya estaba en el restaurante.

Había llegado media hora antes, así que el tiempo de espera, fue una eternidad. Mucho más, cuando en un vistazo a la hora, vi que ya eran las nueve con cinco minutos y ella, aun no llegaba. Afortunadamente, pasaron un par de segundos cuando, volteando mis ojos a la entrada, por fin, la vi llegar.

No sabría que palabras utilizar para explicar de manera exacta como lucía de hermosa, tal vez, lo que más podría acercarse es que, parecía un rayo de luz. Pues toda ella, resplandecía de belleza. Llevaba puestos, un par de jeans, los cuales, marcaban de una manera muy sexy, las curvas de su cuerpo. Su blusa, era del color rosa perfecto que resaltaba el tono de su piel. Y por si fuera poco, las mangas, dejaban a la vista sus hombros. Está de más decir que en cuanto la vi, pasé saliva. ¡Se veía preciosa!

La hostess, la acompañó hasta donde yo estaba y aunque sé que desde el principio se percató de mi mirada, no pude apartar los ojos de ella.

Cuando llegaron, me puse en pie, me acerqué a ella y tomando su silla, la ayudé para que se acomodara.

- ¿Les gustaría una taza de café en lo que toman su orden? – propuso la hostess.

- Si, gracias. – respondió Rin. Yo, asentí.

- Muy bien, enseguida se los traen. – dijo, y finalmente, se marchó dejándonos solos. De manera que, no desaproveché la oportunidad y fui yo, quien tomó la palabra.

- Hola. – adelanté, dirigiéndole una sonrisa. No podía evitar sentirme feliz.

- Hola. – respondió ella, con voz dulce. ¡Maldita sea! Toda ella, me encantaba. – La señorita me dijo que ya me estaban esperando. – añadió. – Y como sé que siempre llegas temprano, me pregunto si, ¿te hice esperar mucho? – cuestionó tímida. Yo, la observé fijo.

- En absoluto. – respondí sin cambiar mi actitud, al mismo tiempo, percatándome de que, en definitiva, le estaba coqueteando. Y aunque lo estaba disfrutando, sabía que estaba a tiempo de detenerme.

Pues, a pesar de todo, no debía olvidar que Rin, aún estaba casada. Por lo que, abstenerme, era la mejor manera de respetarla. Así que, a pesar de que no era precisamente lo que quería hacer, rápidamente, encontré una manera de entablar una conversación.

- Por cierto, tu hijo. ¿Por qué no lo trajiste? - Cuestioné sincero, pues ya me había hecho a la idea de que volver a verla sola, sería imposible.

Además y afortunadamente, el pequeño no me desagradaba. En muchos sentidos, me recordaba a Rin. En realidad, se parecía mucho a ella. Pero, regresando a nuestra conversación, después de que le pregunté a Rin, noté algo extraño en su reacción. Pues su sorpresa, más que reflejar lo natural, parecía incrédula.

- Bueno... – dijo ella, un poco dudosa. – No lo traje porque, en este momento, está en el colegio. Y, también es el motivo por el cual solo podía el día de hoy. – mencionó, desconcertándome. Acaso, ¿Pensaba que no quería que lo trajera? ¿Era por eso su incredulidad?

Si bien, es cierto que tener una conversación fluida en presencia de un niño, es difícil, no significa que sea imposible. No, cuando no ves a los niños como un estorbo. Y para ser sincero, en ningún momento pensé en su hijo de esa manera, ya que, desde el primer momento en que supe que era madre, acepté que su hijo sería parte de ella, para toda la vida. Y eso estaba bien, porque eso es ser una madre.

Es por eso que me sentí ofendido. Por lo que, sin perder tiempo, decidí dejarle en claro que la presencia de su hijo, no me habría molestado.

- Entiendo. Cuidas que tu hijo no escuche una conversación sobre su padre. – dije. – Pero aun así, la próxima vez, no te preocupes, podemos vernos en algún lugar donde tengan juegos para él. – y como lo esperaba, después de escucharme, abrió los ojos cual asombro.

¿Por qué había llegado a pensar mal de mí? – me pregunté. - Nunca rechazaría a su hijo. Era parte de ella, y nunca rechazaría nada que proviniera de ella.

En fin, lo mejor era ignorarlo, ya habría tiempo después, para que ella misma lo viera.

- ¿La próxima vez? – cuestionó confundida.

- Así es. – afirmé. No estaba dispuesto a conformarme con pequeños encuentros o con conversaciones sobre su esposo. Yo, deseaba algo más.

Vi, cómo intentó procesar la seguridad de mis palabras y después de un momento, finalmente, aceptó.

- Pues… si no te molesta que lo lleve la próxima vez. Está bien. – le dirigí una mirada solo para confirmarle mis palabras. Enseguida, nos trajeron la carta.

- Ordena lo que gustes. – dije, tomando un sorbo a mi café. Ella asintió agradecida y tomando la carta, cubrió su rostro.

Ordenamos y después de que se marchó la mesera, volvimos a quedarnos solos.

- Y dime, Sesshomaru. – prosiguió, intentando iniciar una nueva conversación. Yo, la observé atento. – ¿Qué hiciste en Estados Unidos durante estos años? – fue directa. A lo que yo, decidí responderle con lo más relevante.

- Conocí a mi hermano.

- ¿A tu hermano? – repitió, con voz temblorosa. – Al, hijo de tu padre…

- Con su otra esposa. Si, así es, - afirmé.

- ¡Oh! – suspiró. - Lo siento mucho.

- Descuida. – adelanté. – No fue tan malo como creí.

- ¿Ah, no? – dudó.

- No. - dije, pero al ver su rostro, intuí que deseaba más información. – Claro que, no fue agradable cuando lo conocí, mucho menos enterarme que tan solo es tres años menor que yo, pero, afortunadamente, con el paso del tiempo, me fui percatando de que, no era como pensaba. Es un buen sujeto. – y lo siguiente que dije, no me di cuenta en ese momento pero quizás, lo dije más para mí que para ella. – Realmente, he llegado a verlo como mi hermano.

- ¿En serio?

- Si…

- ¡No sabes cuánto me alegra, Sesshomaru! – expresó sincera, viéndome con alegría.

- Te lo agradezco. De hecho, hace poco se casó, es por eso que, retrasé un año mi regreso a Japón. Quería que estuviera con él. – comenté.

- ¿Y lo hiciste por él?

- No tuve opción.

- Yo, más bien, diría que fue un lindo gesto, Sesshomaru. – levanté una ceja. – Posponer tus propios planes por alguien más, quiere decir que, ese alguien, es muy importante para ti.

- ¿En serio? – cuestioné incrédulo.

- ¡Claro que sí! – yo, dudé por un momento.

- Mientras nunca lo sepa, está bien. – dije al final, provocando en Rin, una hermosa risa.

- ¿Y de manera profesional? – prosiguió. – Supongo que, te ha ido muy bien. No cualquier arquitecto es de nivel internacional. – comentó burlona, haciéndome reír.

- No soy internacional. – dije sin más.

- Yo diría que sí. – insistió. – Además, por lo que veo, parece que estás cumpliendo tu sueño. Ser un arquitecto con experiencia y reconocido siempre fue lo que quisiste. – y ante lo que dijo, no sé qué fue lo que más me impresionó. El saber que aun recordaba mis palabras o que pensara que era feliz.

- ¿Reconocido? – repetí.

- ¡Claro! Y lo sé, porque, el edificio con departamentos que se acaba de inaugurar, todos comentan que fue dirigido por un gran renombre, alguien con el apellido "Taisho" así que, supe que se trataba de ti. Felicidades, Sesshomaru. Realmente me alegro por ti. – y aunque estoy seguro de que su felicitación y alegría, fueron genuinas, también, pude notar un extraño tono de nostalgia en su voz.

- No lo hagas. – dije, pues aunque le agradecía, me hacía sentir incómodo el hablar solo de mí. Mucho más, cuando lo que verdaderamente quería, era saber todo lo que me había perdido de ella. Así que, decidí voltear la conversación. – Mejor, dime, ¿Qué hay de ti? supongo que no estás trabajando pero, ¿Por qué? – entonces, ante mi pregunta, bajó la mirada. Lo que significaba que. Algo había pasado.

Rin, no dijo nada en el momento, pues nuestros platos habían llegado. Así que, después de agradecer a la mesera y comenzar a degustar nuestros desayunos, fue que, volvimos a retomar el tema. Fue ella, quien continuó.

- En efecto, Sesshomaru. No estoy trabajando pero, si lo hice, por un tiempo. – no dije nada, solamente, esperé paciente a que tomara aire y continuara. Al parecer, decírmelo se le estaba complicando. – De hecho, estuve en Diamon. – y al escucharla, no pude evitar sorprenderme.

- ¿Qué? ¿El banco más grande de Japón? Pero, tu sueño era entrar a trabajar ahí, ¿Qué fue lo que pasó para que no continuaras?

- Me casé. – pronunció sin más, dejándome en silencio. Después, prosiguió. – Bueno, en realidad, fue más que nada, por mi hijo. Durante mi embarazo, tuve unas complicaciones, las cuales me impidieron rendir con eficiencia en el trabajo así que, tomé la decisión de, renunciar. – suspiró. – Al final, creo que fue lo mejor, porque, no habría podido dejar a mi hijo en una guardería, lo hubiera extrañado muchísimo. Aunque, si te confieso algo, también, me dolió muchísimo dejar ese trabajo. Lo amaba. – pronunció mirándome directamente a los ojos.

- Ya lo creo. – comenté. – Ese trabajo era tu sueño. Y aunque, lo hiciste por cuidar de tu hijo, aun así, lo lamento, Rin.

- Gracias.

Desde que Rin, había aceptado volver a verme para conversar, intuí que los temas a tratar, serían muy diferentes a los que llegábamos a tener como cuando estábamos en la universidad. Y en efecto, no me equivoqué. Muchas cosas habían cambiado, así como nosotros.

No encontré que más decirle, realmente había notado su dolor, y aunque sabía que había algo más y que además, deseaba saber, no consideré apropiado investigarlo en ese momento.

Afortunadamente, antes de que se generara un silencio extenso, Rin, volvió a hablar.

- ¿Sabes? Quien sigue trabajando en Diamon, es Sango.

- ¿Sango? – dudé. – Tú mejor amiga, ¿Aun…?

- ¡Así es! Y si, aún sigue siendo mi mejor amiga. – afirmó.

- Ya veo, me alegra, Rin.

- Por cierto, ¿Recuerdas al chico con quien salía? – levanté una ceja.

- ¿El de sonrisa estúpida? – ella, sonrió.

- Si, él. Su nombre es Miroku. Bueno, siguen juntos. Y más que eso, ya viven juntos.

- Pero, él…

- No, ya no. desde que Sango le puso un ultimátum, dejó de portarse como un idiota.

- Ya era hora.

- ¡Así es! No se han casado porque, parece que tiene muchos planes. Es por eso que ambos trabajan sin descanso. – comentó. – De hecho, Sango… - y al ver, que comenzaría a hablarme de su amiga, tuve que interrumpir.

- Rin, discúlpame, y aunque, me alegra que Sango siga siendo tu amiga, preferiría que me hablaras solo de ti. – y no le mentí, no es porque intentara ser grosero pero, la única que me importaba, era ella.

- Oh, lo siento.

- Descuida.

- ¡No! Es que, creo que, de alguna manera, intenté desviar el tema. – levanté una ceja. – Sé que ya es momento de contarte lo que pasó ese día con mi esposo pero, creo que decirlo se me está complicando un poco. - Me inquietó. De alguna forma, sabía que le costaba hablar conmigo pero, si se trataba solamente por lo que había sucedido, entonces, ¿De qué se trataba?

Comencé a impacientarme, quería que me dijera de una vez lo que había pasado. Deseaba con el alma, odiar más al imbécil de su esposo. Pero, al ver su rostro, llegué a la conclusión de que, si no se sentía lista, no debía forzarla. Así que, conteniendo mi ansiedad, decidí darle la opción de limitarse.

- Si es así, Rin. no es necesario que me lo digas. La intención de este desayuno no es hacerte sentir incómoda.

- No lo estoy. – adelantó. – No encontraba las palabras, eso es todo. Así que, ¿Puedo decírtelo ahora?

- Adelante. – respondí, pues había alcanzado a notar un poco de frustración en su voz.

Enseguida, Rin, tomó aire. Cuando terminó de exhalar, por fin, me dijo lo que había sucedido. Y para ser concreto, solo puedo decir que, todo, era mi culpa.


Comentarios de la Autora:

¡Hola! Estoy de vuelta, trayéndoles un nuevo capítulo de esta hermosa historia.

Como lo notaron, este capítulo fue un poco más largo que otros y es porque, Sesshomaru y Rin, tenían mucho de qué hablar. De hecho, con respecto al contenido de este capítulo, debo decirles que, estas conversaciones entre Rin y Sesshomaru, son exclusivamente necesarias. Ellos necesitan reconstruir su confianza y vínculo. Más adelante verán el resultado. Así que, espero que no les haya parecido tedioso.

El siguiente capítulo cera narrado por Rin, justo desde el momento en que Sesshomaru la deja en casa de su madre, así que, sabremos de primera mano qué fue lo que pasó y que fue lo que habló con su esposo. Que por cierto, muchas creyeron que la madre de Rin le había mentido a Sesshomaru pero, no fue así. Jajaja. En fin, espérenlo, les aseguro que las sorprenderá.

Por favor, no se les olvide comentar y dejarme su opinión sincera de este capítulo. Díganme, ¿Qué les pareció? Y muchísimas gracias por leer, de verdad agradezco muchísimo su apoyo.