Ni Marvel ni High School DxD son de mi propiedad, pertenecen a sus respectivos autores. Yo hago esto sin ánimo de lucro, solo para pasar el rato. Este fic contiene/contendrá violencia, palabrotas y demás cosas. Leedlo bajo vuestra responsabilidad, que yo ya lo he puesto en categoría M.

—comentarios.

pensamientos.

—*hablando por teléfono, comunicador, etc.*

—[Ddraig, Albion, etc.]


Capítulo 3:

NUEVA VIDA


El sol matutino entraba por la ventana de la habitación de Issei, iluminando el espacio con una calidez que contrastaba con la sensación de incertidumbre en su pecho. A pesar de ser sábado, se despertó temprano, su cuerpo aún acostumbrado al agotador día anterior. Se quedó unos momentos en la cama, mirando el techo, intentando procesar lo que estaba por venir.

Aquel era su último día en casa.

Con un suspiro, se sentó en la cama y frotó sus ojos. Su teléfono estaba en la mesita de noche, y tras un momento de duda, lo tomó y lo desbloqueó, enviando un par de mensajes de texto a Matsuda y Motohama.

—*Hey, ¿estáis ocupados esta mañana?*

Mientras esperaba una respuesta, se levantó y se estiró. El sonido de la televisión encendida llegaba desde el comedor, junto con el aroma del desayuno. Bajó las escaleras con paso lento, tratando de grabar en su memoria cada pequeño detalle de la rutina matutina de su casa.

Su madre ya estaba despierta, preparando el desayuno como de costumbre. Su padre hojeaba el periódico en la mesa, como cualquier otro fin de semana. Todo parecía normal, pero Issei sabía que no lo era.

—¡Buenos días, cariño! —saludó su madre con una sonrisa—. Dormiste bien, ¿verdad?

—Más o menos —respondió él, tomando asiento—. Aún me duele todo el cuerpo por lo de ayer.

Su madre rió suavemente mientras colocaba el desayuno frente a él.

—Bueno, eso significa que trabajaste duro. Pero hoy puedes tomártelo con calma, ¿verdad?

—Sí… —Issei tomó los palillos y comenzó a comer, aunque su mente estaba en otra parte. No quería que este día se sintiera como una despedida, pero en el fondo sabía que lo era.

Su padre lo miró por encima del periódico.

—¿Ya tienes todo listo?

—No del todo. Me dijeron que llevara lo esencial, pero que no me preocupara demasiado por la ropa. Al parecer, ya tienen un uniforme para mí.

—Vaya, qué organización —comentó su madre, con una mezcla de asombro y orgullo—. Bueno, si necesitas ayuda para empacar, dime.

El teléfono de Issei vibró en su bolsillo. Lo sacó y leyó las respuestas de sus amigos.

—*Nada especial. ¿Por qué?*

—*Si tienes algo en mente, avisa.*

Pensó un momento antes de responderles.

—*Nos vemos en el parque cerca de la escuela en media hora.*

Terminó su desayuno y se levantó.

—Voy a salir un rato, quiero hablar con los chicos.

Su madre asintió con comprensión.

—Está bien, pasadlo bien, pero no te olvides de nosotros. Hoy es tu último día en casa, después de todo.

—Lo sé —respondió él con una sonrisa leve, guardando su teléfono en el bolsillo—. Volveré antes de la comida.

Con un último sorbo de té, Issei tomó sus cosas y salió de casa, listo para encontrar a sus amigos y compartir, al menos por unas horas, un poco de normalidad antes del gran cambio que lo esperaba.

XXXXX

El parque cerca del instituto no estaba particularmente lleno esa mañana. Era un lugar tranquilo, con algunos bancos estratégicamente colocados bajo la sombra de los árboles y una cancha de baloncesto donde un par de chavales jugaban sin demasiada intensidad. Issei llegó primero, revisando su teléfono mientras esperaba. No tardó mucho en ver a Matsuda y Motohama acercándose con expresiones curiosas.

—¡Hombre, Issei! —exclamó Matsuda alzando una mano en saludo—. ¿Dónde narices te metiste ayer? ¡No viniste a clase!

Motohama ajustó sus gafas con un gesto inquisitivo.

—Nos dejaste con la intriga. Primero desapareces sin decir nada y ahora nos citas por la mañana. Esto no es muy propio de ti.

Issei rió nerviosamente y levantó las manos en un gesto apaciguador.

—Lo sé, lo sé. Pero vamos, por ahora solo quiero pasar un rato con vosotros. Luego os cuento, ¿vale?

Matsuda entrecerró los ojos, fingiendo sospecha.

—Eso suena a excusa. Pero bueno, aceptaremos el trato. ¿Qué hacemos?

—Lo de siempre, ¿no? —dijo Issei con una sonrisa—. Vamos a hacer algo divertido.

Los tres amigos comenzaron a caminar sin rumbo fijo dentro del parque, charlando sobre cosas triviales. Hablaron de los profes más pesados del insti, de las chicas más atractivas de la escuela y de los videojuegos que estaban jugando últimamente. Se detuvieron un rato a observar un partido improvisado en la cancha de baloncesto antes de retomar su recorrido.

En algún punto, Matsuda propuso pasar por un local de recreativos cercano. No era la primera vez que lo hacían, y aunque Issei tenía muchas cosas en la cabeza, la idea de despejarse un poco le pareció atractiva.

—¡Vamos, Issei! Hoy no tienes excusa. ¡Voy a ganarte en cada juego! —dijo Matsuda con entusiasmo.

—Eso lo veremos —respondió Issei con una sonrisa desafiante.

Los siguientes minutos estuvieron llenos de risas y competencia. Jugaron varias rondas de peleas arcade, carreras y algunos juegos de disparos en equipo. Issei se dejó llevar por la diversión, disfrutando del momento sin pensar demasiado en lo que vendría después.

Pero eventualmente, el tiempo avanzó y sintió que era momento de decirles la verdad.

Cuando salieron del local y encontraron un banco en el parque, El parque seguía con su ambiente relajado, los sonidos de conversaciones dispersas y el murmullo del viento entre los árboles creaban una atmósfera tranquila. Issei suspiró y los miró con seriedad.

—Eeeh… hay algo que tengo que deciros.

Matsuda y Motohama dejaron de bromear y se concentraron en él.

—¿Os acordáis de que ayer no vine al insti? —comenzó Issei—. Fue porque me contactaron de un… centro especial. Ayer pasé todo el día haciendo pruebas y… me han admitido.

Por unos segundos, el silencio se impuso entre ellos. Luego, Matsuda fue el primero en reaccionar.

—¿¡Qué!? ¿¡Nos estás diciendo que te largas!? —exclamó con incredulidad.

—¡Eso suena a traición, Issei! —añadió Motohama, frunciendo el ceño.

Issei levantó las manos para calmar sus protestas.

—¡No es eso! No quería contaros antes porque no sabía si pasaría las pruebas. No quería hacer un drama si al final no me cogían.

Matsuda cruzó los brazos, aún molesto.

—Aun así, nos lo podías haber dicho…

Motohama suspiró, empujando sus gafas hacia arriba.

—Nos lo dices el último día… supongo que no hay nada que podamos hacer, ¿no?

Issei negó con la cabeza.

—Mañana me voy.

Los dos amigos se miraron antes de que sus expresiones comenzaran a suavizarse.

—Bueno, si esto es lo que quieres… —dijo Matsuda, encogiéndose de hombros—. Pero sigue pareciéndome una putada. Bueno, al menos promete que nos mandarás mensajes, ¿eh?

—Sí, no vayas a desaparecer del mapa —añadió Motohama con una sonrisa medio burlona, aunque en su tono se notaba un dejo de asintió con una sonrisa leve.

—Os lo prometo. No os vais a librar de mí tan fácilmente.

Fue en ese momento cuando una voz tranquila, pero con un tono de autoridad, interrumpió la conversación.

—Hyōdō, qué coincidencia verte por aquí.

Los tres chicos giraron la cabeza y se encontraron con Sona Sitri, acompañada por su habitual séquito del consejo estudiantil. Su presencia no era particularmente extraña, al fin y al cabo, el parque era un lugar común para cualquiera que quisiera despejarse un rato. Sin embargo, la sensación de casualidad era solo una ilusión. Sona tenía un propósito al estar allí.

Issei parpadeó, sorprendido por la repentina aparición de la presidenta del consejo estudiantil.

—Ah, Sona-kaichō… No esperaba verte un sábado.

La demonio ajustó ligeramente sus gafas y le dedicó una sonrisa sutil.

—A veces es bueno salir del instituto y respirar aire fresco. —Su mirada se posó en él con aparente curiosidad—. Me han dicho que has solicitado un traslado de escuela. No deja de ser… inusual.

Como presidenta del consejo estudiantil, Sona Sitri se había enterado a última hora del viernes sobre la solicitud de traslado de Issei Hyōdō. No era algo común. Los cambios de escuela en mitad del curso eran raros en Kuoh, especialmente para alumnos sin antecedentes problemáticos o motivos familiares de peso. Lo primero que hizo fue contactar con Rias Gremory.

—No tenía idea de esto —fue lo primero que dijo la pelirroja cuando Sona le comunicó la noticia—. Pero no me gusta nada.

Sona compartía su desconfianza. Desde la desaparición de Issei aquella noche, ambas habían estado intentando encontrar una explicación. Sin embargo, el tiempo había sido insuficiente. Buscar información sobre un instituto desconocido en tan poco tiempo no era tarea fácil, y las fuentes habituales no arrojaban nada útil.

—No hay registros de un centro especial que haya estado reclutando estudiantes en la zona —dijo Sona, cruzada de brazos—. Esto no encaja con ningún procedimiento estándar.

—Lo sé —respondió Rias, visiblemente frustrada—. Pero no tenemos más opción que seguir vigilándolo. No podemos apresurarnos sin pruebas.

Sona asintió. Su enfoque siempre había sido más metódico, más racional. No iba a actuar por impulsos, pero sí a aprovechar cualquier oportunidad para recabar información. Y la primera se presentó al día siguiente, cuando vio a Issei con sus amigos en el parque.

—Es curioso, ¿no crees? —continuó ella—. No se mencionó nada en la academia sobre un proceso de selección tan repentino. Y, sin embargo, aquí estás, aceptado en un nuevo centro sin que apenas nadie lo supiera.

Issei intentó mantener la calma. Sabía que Sona no era alguien fácil de engañar, y cualquier intento burdo de esquivar el tema solo levantaría más sospechas.

—Yo tampoco lo esperaba —dijo, intentando sonar casual—. Me contactaron de repente, me hicieron pasar unas pruebas ayer y… me aceptaron. Ni siquiera tuve mucho tiempo para pensarlo.

Sona mantuvo su expresión neutra, pero había algo en su mirada que indicaba que no estaba del todo convencida.

—¿Y qué sabes sobre este instituto? —preguntó, con el mismo tono tranquilo, aunque con un ligero matiz de interés genuino.

Issei dudó un momento antes de responder.

—No demasiado. Solo que es un lugar con un programa especial para ciertos alumnos. Es… exclusivo.

Sona entrecerró ligeramente los ojos.

—Es decir, te trasladas a una escuela de la que apenas sabes nada. Eso no es muy inteligente.

Issei sintió un pequeño escalofrío ante el comentario. No es que tuviera una respuesta brillante para defenderse. No podía decirle la verdad, pero tampoco tenía una mentira convincente que ofrecer. Antes de que pudiera tartamudear alguna excusa, sus amigos intervinieron.

—Vamos, presidenta, ¿por qué ese tono? —dijo Matsuda, cruzándose de brazos—. No es que Issei haya decidido esto de la noche a la mañana porque sí.

—Además —añadió Motohama, ajustándose las gafas—, si lo han aceptado en un centro especial, será porque tiene potencial. ¿O acaso no crees que nuestro amigo pueda ser un alumno excepcional?

Issei les dirigió una mirada agradecida. Aunque no entendían la situación, lo estaban defendiendo sin dudarlo.

Sona mantuvo el mismo semblante sereno, aunque parecía evaluar la situación con detenimiento. Finalmente, exhaló suavemente y relajó los hombros.

—No es que no crea en Hyōdō —dijo—. Solo me parece un cambio repentino. Pero supongo que, al final, la decisión es suya.

Volvió a ajustar sus gafas y le dedicó una última mirada a Issei.

—Espero que esta elección sea la correcta.

Sin más, se giró y comenzó a caminar junto a su séquito, dejándolos atrás. Issei sintió cómo la tensión que había acumulado en los hombros finalmente se disipaba. Sus amigos lo miraron con curiosidad.

—Tío, qué presión mete esa mujer —murmuró Matsuda—. ¿Se cree detective o qué?

—Parece que no le gusta la idea de que te vayas —comentó Motohama—. Pero bueno, ya está. ¿Seguimos a lo nuestro?

Issei tardó un segundo en responder, pero finalmente sonrió.

—Sí, sigamos.

El incidente con Sona quedaría en su mente, pero al menos, por ahora, había logrado mantener su secreto a salvo.

XXXXX

Después de su encuentro con Sona y de haber pasado la mañana con sus amigos, Issei regresó a casa sintiendo que el día avanzaba demasiado rápido. No importaba cuánto intentara disfrutarlo, la sensación de que cada momento lo acercaba más a su partida era inevitable.

Al abrir la puerta, se encontró con su madre en la sala, recogiendo algunas revistas de la mesa.

—Justo a tiempo —dijo con una sonrisa—. Tu padre y yo hemos estado pensando que podríamos hacer algo especial hoy. Después de todo, es tu última tarde en casa.

Issei dejó sus cosas a un lado y se acercó con curiosidad.

—¿Especial? ¿Cómo qué?

—Pues, habíamos pensado en salir a cenar fuera. Algo diferente, para despedirnos como se debe —intervino su padre, que acababa de aparecer desde la cocina con una taza de té en la mano—. Pero antes de eso, ¿qué te parece si pasamos la tarde juntos? Podríamos hacer algo que no hagamos desde hace tiempo.

Issei se quedó pensativo por un momento. La idea de pasar más tiempo con sus padres le parecía bien, así que asintió.

—Vale, suena bien. ¿Qué teníais en mente?

Su madre se cruzó de brazos, pensativa.

—Hace tiempo que no jugamos a juegos de mesa. Solíamos hacerlo cuando eras más pequeño.

Su padre asintió con un leve gesto.

—O podríamos ver una película en casa, algo tranquilo antes de salir.

Issei sonrió. Le traía buenos recuerdos el pasar tiempo con su familia sin prisas ni preocupaciones.

—¿Y si hacemos ambas cosas? Primero jugamos algo y luego vemos una peli.

—Me parece una buena idea —dijo su madre con entusiasmo—. Vamos a preparar la comida primero, así aprovechamos la tarde.

La comida en casa fue especial. Su madre preparó algunos de sus platos favoritos, asegurándose de que tuviera un último almuerzo casero antes de su partida. Durante la comida, la conversación fluyó con normalidad, evitando hablar del día siguiente. En su lugar, recordaron momentos divertidos de su infancia y anécdotas familiares.

Después de recoger la mesa, sacaron un juego de mesa que tenían guardado desde hacía tiempo. Al principio, todo comenzó con calma, pero poco a poco la competencia se hizo más intensa. Issei y su padre intentaban superarse en estrategia, mientras su madre se reía de sus tácticas poco ortodoxas. El ambiente ligero y familiar hizo que el tiempo pasara volando.

Cuando terminaron, se acomodaron en el sofá para ver una película. La elección fue una película de acción clásica que a los tres les gustaba. Issei se permitió relajarse, disfrutando de esos momentos sin pensar en lo que venía después.

Cuando cayó la tarde, su madre se levantó y miró el reloj.

—Deberíamos empezar a prepararnos. La reserva es para dentro de una hora.

—Está bien —dijo Issei, estirándose—. Me voy a cambiar.

El resto de la tarde pasó de manera relajada. Después de arreglarse, la familia Hyōdō se dirigió al restaurante con un ambiente ligero. A pesar de la inevitable despedida, sus padres parecían más concentrados en disfrutar del momento que en hacer de la cena un evento melancólico. La conversación giró en torno a temas triviales, como los programas que veían en la tele, historias divertidas del pasado y anécdotas del instituto de Issei.

—¿Y entonces qué? ¿Sigues metiéndote en problemas con los profesores? —preguntó su padre con una media sonrisa mientras cortaba un trozo de carne.

—¡Oye! —protestó Issei—. No siempre es mi culpa… bueno, casi nunca.

Su madre rió.

—Espero que en tu nueva escuela te portes bien. No queremos recibir llamadas de que nuestro hijo está causando problemas.

Issei sonrió, aunque en el fondo sabía que lo que le esperaba no era una simple escuela. Pero por ahora, solo quería disfrutar de la comida y del momento con su madre rió.

La cena se prolongó más de lo esperado, pero ninguno de los tres parecía tener prisa por regresar a casa. Al final, cuando ya era de noche y salieron del restaurante, caminaron un rato por la ciudad antes de volver.

Sin embargo, al llegar a la puerta de casa, Issei notó una figura esperándolos en la entrada. Un hombre vestido con un traje oscuro, con una postura formal pero relajada, les dirigió una mirada tranquila.

—Buenas noches, señor y señora Hyōdō —saludó con voz firme—. Hyōdō Issei, me alegra verte de nuevo.

Issei parpadeó, sorprendido, pero rápidamente entendió de qué se trataba. Su madre, aunque educada, mostró cierta incomodidad.

—¿Es usted…?

—Trabajo para la institución que ha aceptado a su hijo —respondió con calma—. No quiero molestarles demasiado, pero he venido a entregarle algunos documentos finales y darle detalles sobre su viaje de mañana.

Issei miró a sus padres antes de asentir.

—Está bien. Pasemos dentro.

Dentro de la casa, el agente explicó los últimos detalles sobre el traslado. La hora exacta en la que pasaría el vehículo a recogerlo, qué debía llevar consigo y qué esperar en los primeros días. Sus padres escucharon con atención, aunque su madre no pudo evitar mostrar preocupación.

—¿Está seguro de que estará bien? —preguntó finalmente.

El agente sonrió de manera tranquilizadora.

—Su hijo ha demostrado ser un candidato aceptable. Estará en buenas manos.

Cuando la reunión terminó y el agente se despidió, un profundo silencio se instaló en la casa. Issei miró a sus padres, y por primera vez en todo el día, la realidad se sintió completamente tangible. Su madre fue la primera en romper el silencio, acercándose a él y tomando sus manos.

—Vamos a estar bien, cariño… pero vamos a echarte muchísimo de menos.

Issei sintió un nudo en la garganta. Su padre, aunque más reservado, también se acercó y le dio una palmada en el hombro.

—Lo que sea que pase, recuerda que esta siempre será tu casa. No importa el tiempo que estés fuera, siempre podrás volver.

Issei tragó saliva, intentando mantener la compostura.

—Os llamaré en cuanto pueda. Lo prometo.

Su madre lo abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarlo. Su padre, aunque más contenido, le dio una leve sonrisa de aprobación.

—Ve y haz lo mejor que puedas —dijo—. Haz que estemos orgullosos.

Issei asintió, sintiendo cómo el peso de la despedida lo envolvía. Después de unos minutos, subió a su habitación, se dejó caer en la cama y miró el techo. Todo estaba listo. Y aun así, el sueño tardó en llegarle. Durante horas, su mente siguió repasando lo que le esperaba al día siguiente, hasta que finalmente, el agotamiento le venció.

XXXXX

El amanecer llegó demasiado rápido. Issei apenas había dormido unas horas, pero no tenía tiempo para lamentarse. Se levantó al escuchar el despertador y se quedó un momento sentado en la cama, mirando su habitación, la misma en la que había vivido toda su vida. Hoy sería la última vez que despertaría allí en mucho tiempo.

Se puso en pie con cierta pesadez y caminó hasta el escritorio, donde había dejado preparada su mochila con lo poco que le permitieron llevar. Observó cada rincón de su habitación, tratando de grabar en su memoria los detalles familiares. A pesar de que no había cambiado en años, en ese momento todo le parecía distinto.

Después de vestirse con ropa cómoda, bajó las escaleras. En la cocina, su madre ya estaba preparando el desayuno, mientras su padre, más reservado, hojeaba el periódico con una taza de café al lado. Todo parecía como cualquier otra mañana, pero la tensión en el aire lo hacía diferente.

—Buenos días, hijo —dijo su madre con una sonrisa, aunque había algo en su tono que delataba la melancolía que intentaba ocultar.

—Buenos días… —respondió Issei, tomando asiento en su lugar habitual.

El sonido del reloj de pared llenó el silencio mientras su madre servía los platos. Era una comida sencilla, pero bien hecha, como siempre. Comió en silencio, sintiendo que cada bocado tenía un peso especial. La rutina de los desayunos en casa, algo tan simple y cotidiano, ahora le parecía un lujo que no tendría por mucho tiempo.

Su madre se sentó frente a él y lo observó por un momento antes de hablar.

—Prométeme que cuidarás de ti —dijo con voz firme, aunque sus ojos reflejaban preocupación.

Issei dejó los palillos sobre la mesa y asintió despacio.

—Lo haré, mamá. Os llamaré en cuanto pueda.

Su padre, que hasta entonces había permanecido en silencio, dejó el periódico a un lado y lo miró con su habitual expresión serena.

—No importa dónde estés ni cuánto tiempo pase, esta siempre será tu casa. No lo olvides.

Issei tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Asintió con una leve sonrisa, intentando grabar en su memoria cada gesto de sus padres.

El sonido del motor de un coche interrumpió el momento. Se giraron hacia la ventana y vieron un vehículo negro aparcado frente a la casa. El agente que había hablado con ellos la noche anterior bajó del asiento del conductor y esperó pacientemente junto al vehículo.

Era el momento.

Issei se levantó lentamente, cogió su mochila y se acercó a la puerta. Su madre lo abrazó con fuerza, como si quisiera retenerlo por más tiempo, mientras su padre le dio una palmada firme en el hombro, su manera de demostrar afecto.

—Haz lo mejor que puedas —dijo su padre con una leve sonrisa.

—Lo haré. Os quiero —respondió Issei.

—Nosotros también, hijo —dijo su madre con la voz temblorosa.

Respirando hondo, Issei salió de la casa y se dirigió al coche. El agente abrió la puerta trasera para que subiera, y antes de entrar, miró una última vez a sus padres, quienes le despidieron con un gesto de ánimo. Luego, la puerta se cerró y el coche arrancó suavemente.

El agente condujo en silencio durante unos minutos antes de hablar.

—Las despedidas nunca son fáciles. Pero con el tiempo, aprenderás a verlas de otra manera.

Issei lo miró de reojo, notando en su tono una experiencia personal.

—¿Usted también pasó por esto?

El hombre asintió sin apartar la vista de la carretera.

—Hace muchos años. Al principio se siente extraño, pero después te das cuenta de que lo importante no es la distancia, sino el vínculo que mantienes con quienes te importan.

Issei se quedó pensativo, dejando que las palabras del agente se asentaran en su mente mientras el paisaje pasaba a su alrededor. Se preguntó si realmente sería capaz de mantener el contacto con sus padres con la misma naturalidad de siempre. Sabía que no sería lo mismo.

El trayecto en coche no fue largo, y pronto llegaron a la estación de tren de Kuoh. El agente lo guió hasta el andén, donde un tren bala esperaba en la vía. A diferencia de los trenes normales, este vagón en particular estaba reservado, algo que no pasó desapercibido para Issei.

—¿Todo este vagón es para nosotros? —preguntó, sorprendido.

—S.H.I.E.L.D. prefiere discreción en estos traslados —respondió el agente, guiándolo hasta su asiento.

Issei tomó asiento junto a la ventana y observó cómo la estación iba quedando atrás cuando el tren empezó a moverse. A medida que la velocidad aumentaba, el paisaje se volvía un borrón de colores. Se dio cuenta de que, con cada kilómetro que avanzaban, dejaba atrás su hogar, su ciudad y todo lo que conocía.

Apretó el asa de su mochila y cerró los ojos por un momento. Aún le costaba creer que realmente estaba pasando. Todo había sido tan rápido que apenas había tenido tiempo para procesarlo. Suspiró y apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento, dejándose llevar por el ritmo del tren.

El tren bala llegó a su destino en Tokio sin contratiempos. Issei siguió al agente a través de la estación sin decir nada, aún procesando todo lo que había dejado atrás. Cuando salieron, un coche negro ya los esperaba en la salida. Sin necesidad de palabras, ambos subieron y el vehículo arrancó con suavidad, alejándose del bullicio de la ciudad.

El trayecto hasta la base de S.H.I.E.L.D. en Tokio no fue largo, pero sí lo suficiente como para que Issei notara que el rumbo que tomaban no era hacia ningún lugar público o conocido. Pronto, el coche descendió por una entrada subterránea oculta, y tras pasar un control de seguridad con varias capas de verificación, se detuvo en un aparcamiento amplio y bien iluminado. Issei no pudo evitar sentirse impresionado por la infraestructura. No era algo sacado de una película, sino una instalación real, discreta y funcional.

El agente bajó primero y le indicó que lo siguiera. Cruzaron un pasillo de paredes metálicas hasta llegar a una sala de reuniones. Dentro, otro agente los esperaba, sentado tras una mesa con varios documentos y una pantalla con el logo de S.H.I.E.L.D. en la pared.

—Hyōdō Issei, bienvenido oficialmente a S.H.I.E.L.D. Japón —dijo el hombre con voz firme mientras se levantaba de su asiento—. Me llamo Agente Takagi y seré el encargado de darte la última orientación antes de que partas hacia la academia.

Issei se cuadró instintivamente, sintiendo que debía mantener una postura más formal.

—Un placer conocerle, agente Takagi.

El hombre asintió con aprobación y le indicó que tomara asiento. El primer agente, el que había estado con él desde Kuoh, se quedó de pie junto a la puerta, observando en silencio.

—Antes de que pongas un pie en la academia, hay ciertas cosas que debes saber —continuó Takagi, colocando una carpeta delante de él—. Primero, tu vida aquí será completamente distinta a la que has llevado hasta ahora. No estás en un instituto ordinario. S.H.I.E.L.D. opera bajo un sistema de disciplina y jerarquía estricta, y aunque técnicamente aún eres un recluta, se espera que actúes con respeto hacia tus superiores y compañeros de entrenamiento.

Issei asintió. Había supuesto que sería así, pero escuchar las reglas de boca de un agente lo hacía más real.

—Sí, señor.

—Bien. Lo segundo: a partir de ahora, tendrás acceso restringido a información clasificada. No puedes hablar de lo que veas o aprendas aquí con nadie fuera de la organización. Eso incluye a tu familia y amigos. Las comunicaciones serán monitoreadas y reguladas para garantizar la seguridad de todas las operaciones.

Issei sintió un pequeño escalofrío ante la mención de su familia. Sabía que las cosas cambiarían, pero no había pensado en el nivel de control que S.H.I.E.L.D. ejercería sobre su vida.

—Entendido, señor.

Takagi lo estudió por un momento antes de continuar.

—Tu traslado a la academia se realizará en breve. Antes de eso, recibirás tu identificación provisional y tu uniforme de entrenamiento. Una vez en la academia, se te asignará un dormitorio y un horario de actividades que deberás seguir sin excepción.

El agente tomó un pequeño dispositivo y lo deslizó por la mesa hasta Issei. Era una identificación digital con su nombre y un código de acceso.

—Llévala contigo en todo momento. Es tu clave para ingresar a las instalaciones autorizadas y te identificará como parte del programa de reclutamiento. ¿Alguna pregunta hasta ahora?

Issei observó la identificación por un momento antes de volver la vista al agente.

—Solo una, señor. ¿Qué tipo de entrenamiento recibiré exactamente?

Takagi esbozó una leve sonrisa.

—Eso lo descubrirás una vez llegues a la academia. Pero puedo adelantarte algo: no será fácil. Prepárate para dejar atrás cualquier idea que tengas sobre lo que es un instituto normal. A partir de hoy, tu vida será muy diferente.

Issei respiró hondo y asintió.

—Estoy listo, señor.

Takagi se levantó y el primer agente se acercó de nuevo a la puerta.

—Entonces, recojamos tu equipo y pongámonos en marcha. El próximo paso de tu viaje está a punto de comenzar.

Issei se puso de pie, sintiendo cómo el peso de sus decisiones finalmente caía sobre sus hombros. Su nueva vida en S.H.I.E.L.D. estaba a punto de empezar, y no había vuelta atrás.

Mientras tanto, en las afueras del edificio, la tensión era palpable entre el grupo de demonios que había seguido a Issei hasta allí. Los familiares de Rias y Sona, junto con Koneko, se mantenían ocultos en los alrededores de la base de S.H.I.E.L.D., observando con cautela.

—Este lugar no es como cualquier otra instalación humana —susurró uno de los familiares con el ceño fruncido—. La seguridad aquí es diferente.

—Ni siquiera podemos acercarnos demasiado sin ser detectados. Si lo intentamos, levantaremos sospechas —añadió otro, mirando con inquietud los sistemas de vigilancia.

A pesar de la cautela, sabían que era su única oportunidad antes de perder a Issei definitivamente. Esperaron el momento adecuado, el instante en que la base estaba centrada en la salida del joven. En el momento en que el vehículo de S.H.I.E.L.D. estaba a punto de partir, los familiares intentaron infiltrarse.

Sin embargo, en cuanto cruzaron el umbral de una barrera de seguridad, sintieron una alteración en el ambiente. Antes de que pudieran reaccionar, una señal silenciosa se activó en las instalaciones.

—¡Nos han descubierto! —susurró uno de los familiares, retrocediendo inmediatamente.

Desde los puntos de vigilancia, varios agentes de S.H.I.E.L.D. comenzaron a moverse con rapidez y coordinación. No sacaron sus armas ni hicieron un despliegue abierto, lo que indicaba que la alerta aún no era de nivel crítico, pero eso no significaba que no estuvieran en peligro.

—¡Retirada! —ordenó Koneko, con voz baja pero firme.

Usando su velocidad y habilidades de sigilo, la nekomata ayudó a los familiares a dispersarse por la ciudad. Gracias a su experiencia, lograron despistar a los agentes, aunque no sin dificultad. Los demonios estaban acostumbrados a moverse sin ser detectados en territorios humanos, pero S.H.I.E.L.D. no era una organización común.

Cuando finalmente se reagruparon en un punto seguro, lejos de la base, la frustración era evidente en sus rostros.

—Le hemos perdido —murmuró uno de los familiares con impotencia—. Ahora sí que no tenemos ni idea de dónde ha ido.

Contactaron con sus respectivas amas para informarles de lo sucedido.

—Esto no tiene sentido —dijo Rias con frustración, sentada en su escritorio con los brazos cruzados—. Issei era un humano corriente hasta hace unos días, y ahora está bajo la protección de una organización que ni siquiera conocemos por completo.

Sona, de pie junto a una ventana, ajustó sus gafas con expresión pensativa.

—No podemos ignorar esto, pero tampoco podemos actuar precipitadamente. Intentamos seguirlo y fracasamos. No podemos simplemente irrumpir en una base humana con seguridad tan avanzada.

—¿Y entonces qué propones? ¿Esperar sin hacer nada? —Rias la miró fijamente—. Si ha sido reclutado por una organización así, hay dos posibilidades: o le han descubierto como un usuario de Sacred Gear, o hay algo en él que les ha interesado lo suficiente como para llevárselo sin explicaciones.

Sona suspiró.

—Coincido en que debemos actuar, pero no podemos arriesgarnos a exponernos. Hay otras formas de obtener información.

Rias la miró con suspicacia.

—No me digas que estás pensando en interrogar a su familia y amigos.

—¿Acaso tienes una mejor opción? —Sona la miró con seriedad—. Si queremos saber algo útil, debemos obtenerlo de quienes han estado cerca de él. No les haremos daño, y nos aseguraremos de que no recuerden nada después.

Hubo un silencio tenso en la habitación. Rias no quería involucrar a los padres de Issei en este asunto, pero también sabía que no podían quedarse de brazos cruzados.

—De acuerdo —cedió finalmente—. Pero lo haremos de forma rápida y sin causarles ningún trauma innecesario.

XXXXX

No hubo pasado ni media hora cuando los demonios se movieron con precisión hacia la casa de los Hyōdō. Era una residencia tranquila, sin signos de vigilancia externa. Sabían que, para los padres de Issei, la vida había continuado con normalidad después de su partida.

Con un simple gesto, los demonios usaron su magia para nublar la mente de los padres de Issei, asegurándose de que no se asustaran con su presencia. Con preguntas cuidadosas y bien formuladas, extrajeron cada fragmento de información relevante.

—Nos dijeron que era una escuela de élite —susurró la madre de Issei, con la mirada perdida por la magia—. Que solo aceptaban a unos pocos elegidos.

—Los recogieron en un coche oscuro. Un hombre bien vestido nos explicó que Issei estaría en buenas manos —añadió su padre.

Pero no había nombres, no había direcciones, no había detalles que dieran pistas sobre la verdadera identidad de la organización. Todo había sido cuidadosamente manejado. Rias y Sona compartieron una mirada.

—No nos servirá de mucho —murmuró Sona—. Pero al menos sabemos que no fue un simple traslado.

Cuando terminaron, usaron su poder para borrar el recuerdo de la conversación, dejando a los padres de Issei en su hogar como si nada hubiera pasado. No mucho después hicieron lo mismo con Matsuda y Motohama. Pero incluso tras interrogar a sus amigos, la información seguía siendo escasa. Sabían que Issei había sido reclutado en una institución especial, pero no el motivo exacto ni su ubicación actual.

—Nos han ganado esta vez —admitió Rias con un suspiro—. Pero esto no ha terminado.

—Seguir vigilando es nuestra única opción —añadió Sona, pensativa—. Algún día, Issei tendrá que reaparecer. Eso o…

—No, no involucremos a nuestros hermanos —negó Rias—. Ambas sabemos que moverán recursos para ayudarnos, pero el Consejo o nuestros padres no verán este asunto tan importante como para desperdiciar dichos recursos.

—Lo sé, pero quería asegurarme de tu opinión. Me frustra, pero nada más podemos hacer… por ahora.

En aquel momento supoeron qje su búsqueda había llegado a un callejón sin salida. Pero si algo tenían claro, era que no dejarían el misterio sin resolver.

XXXXX

El vehículo de S.H.I.E.L.D. avanzaba por un camino rodeado de densos bosques, alejándose de cualquier rastro de civilización. Issei, sentado en el asiento trasero, observaba el paisaje con una mezcla de expectación e incertidumbre. Aunque la base en Tokio había sido impresionante, la sensación de entrar en un territorio completamente aislado era diferente. Cada kilómetro que recorrían, más se convencía de que este sería su nuevo hogar, lejos de todo lo que conocía.

Después de varios minutos, el coche pasó por un control de seguridad camuflado entre la vegetación. Varias torres de vigilancia se alzaban a los lados, y un equipo de agentes revisaba cada vehículo que entraba o salía. En cuanto los dejaron pasar, las puertas metálicas se cerraron tras ellos con un sonido pesado. Issei tragó saliva. No había vuelta atrás.

Al cruzar la entrada, finalmente pudo ver la academia. No era lo que esperaba. No había enormes estructuras tecnológicas ni edificios futuristas como en las películas de espías. En su lugar, el complejo se asemejaba más a un campus universitario con un diseño funcional y una clara influencia militar. Edificios de hormigón con ventanas reforzadas, grandes espacios abiertos destinados al entrenamiento y un par de campos de tiro en la distancia. Nada llamativo, pero todo indicaba que estaba diseñado para la eficiencia.

El coche se detuvo frente a un edificio de recepción. El agente que lo había acompañado todo el viaje bajó primero y le indicó que hiciera lo mismo.

—Bienvenido a la Academia de S.H.I.E.L.D. Japón —dijo con tono neutral—. Este será tu hogar durante los próximos años.

Issei asintió, tratando de aparentar más seguridad de la que sentía. Respiró hondo antes de seguir al agente al interior del edificio. La sala de recepción estaba iluminada por luces blancas intensas, con escritorios donde varios reclutas esperaban su turno para registrarse. Algunos conversaban en voz baja, otros simplemente aguardaban en silencio, revisando documentos o su equipo. Era un lugar donde la formalidad reinaba.

Un oficial de rango medio, de unos cuarenta años, le entregó un pequeño paquete con su nuevo uniforme y una identificación digital. Issei notó la expresión impasible del hombre, como si se tratara de un trámite rutinario sin importancia.

—Hyōdō Issei, aspirante a agente. Aquí tienes tu equipo inicial. Dentro del paquete encontrarás ropa de entrenamiento, tu uniforme estándar y una serie de instrucciones básicas sobre la vida en la academia.

Issei tomó el paquete con ambas manos y echó un vistazo a la identificación. Ver su nombre junto al logo de S.H.I.E.L.D. le hizo sentir que todo esto era real.

—Gracias, señor.

El oficial no mostró reacción y simplemente asintió antes de continuar con su labor. Issei entendió rápidamente que en este lugar no recibiría el mismo trato que en el instituto. Aquí no era un estudiante, sino un recluta más.

Cuando salió del edificio, un grupo de jóvenes, evidentemente cadetes de la academia, pasó cerca de él. Algunos lo miraron con curiosidad, otros con escepticismo.

—¿Ese es el nuevo? —murmuró uno de ellos, un hombre alto y de complexión fuerte.

—Parece un crío. ¿Cuántos años tiene? ¿Dieciséis? —respondió otro, con tono burlón.

Issei sintió la mirada de varios sobre él, pero decidió ignorarlo por el momento. Sabía que, en un ambiente como este, no podía permitirse reaccionar impulsivamente. Sin embargo, no todos parecían tener la misma actitud hacia él.

—Déjale en paz, si está aquí, es por algo —intervino una joven de cabello corto y expresión tranquila, cruzándose de brazos mientras miraba a los otros dos cadetes—. No deberíamos juzgar tan rápido.

Issei le dirigió una mirada de agradecimiento. No esperaba encontrar a alguien que lo defendiera tan pronto.

—Gracias —dijo con un leve asentimiento.

—No hay problema. Soy Haruna, segundo año aquí. Tú eres Issei, ¿no? —preguntó con un tono más relajado.

—Sí, ese soy yo —respondió, aún sintiéndose un poco extraño con tantas miradas sobre él.

Otro recluta, un hombre de complexión media y actitud más amigable, se acercó también.

—No hagas caso a los bocazas. Siempre pasa lo mismo con los nuevos, especialmente si pareces más joven que el promedio. Yo soy Ryota, segundo año también.

—Y yo soy Akane —añadió otra chica que hasta el momento había permanecido en silencio. Tenía el cabello largo recogido en una coleta y una expresión más reservada—. También segundo año. Estoy en la rama de inteligencia y análisis.

Issei sintió una leve oleada de alivio al ver que, aunque algunos lo miraban con desconfianza, otros parecían dispuestos a aceptarlo. No esperaba caerle bien a todos, pero al menos sabía que no estaría completamente solo en este nuevo mundo.

Un agente más joven, posiblemente un instructor, se acercó a él y le indicó que lo siguiera.

—Te llevaré a tu dormitorio y te explicaré lo básico. Sígueme.

Mientras caminaban por el campus, el instructor le explicó las reglas fundamentales: horarios estrictos, entrenamiento físico diario, clases de estrategia y combate, y un código de conducta que debía seguir al pie de la letra. Issei escuchó con atención, sabiendo que este lugar no sería un simple instituto donde podía relajarse o saltarse normas.

Finalmente, llegaron a un edificio de dormitorios. El instructor le señaló una habitación en el segundo piso.

—Este será tu cuarto. Acomódate y prepárate. Mañana empieza tu entrenamiento.

Issei asintió y entró en su nuevo dormitorio. La habitación era simple, con una cama, un escritorio y un armario. Nada de lujos, solo lo esencial. Dejó su mochila en la cama y abrió el paquete que le habían entregado. El uniforme de S.H.I.E.L.D. tenía un diseño sencillo, pero al tocarlo, pudo notar que estaba hecho de materiales resistentes.

Suspiró y se sentó en la cama, permitiéndose por primera vez en el día procesar todo lo que había pasado. Estaba en un lugar completamente desconocido, rodeado de extraños que no confiaban en él, pero también había encontrado algunos que parecían dispuestos a darle una oportunidad.

Sabía que tendría que esforzarse más que nunca, pero si algo tenía claro, era que no pensaba quedarse atrá cuando comenzaba a relajarse, alguien llamó a la puerta.

—¿Hyōdō? —preguntó la voz de Ryota desde el otro lado—. Hemos pensado que quizás te gustaría un recorrido por la academia. Así no te perderás mañana.

Issei abrió la puerta y se encontró con Ryota, Haruna y Akane, acompañados por otros dos reclutas. Una de ellas era una joven alta y atlética con el cabello recogido en una trenza.

—Soy Naomi, tercer año —dijo con una leve sonrisa—. Es raro ver a alguien tan joven por aquí, pero bienvenida la novedad.

El otro era un joven más mayor, probablemente de cuarto año, con una postura rígida y mirada analítica.

—Souta —se presentó escuetamente—. No suelo hacer esto, pero tengo curiosidad sobre cómo encajarás aquí.

Issei asintió, aún sorprendido de que tantos le ofrecieran ayuda.

—Gracias. Me vendría bien conocer el lugar.

Cuando salieron de los dormitorios, se encontraron con otros reclutas de primer año que también parecían desorientados. Los de años superiores tomaron la iniciativa y comenzaron a guiarlos por el campus, explicándoles los diferentes edificios y sus funciones. Les mostraron las áreas de entrenamiento, de estudio, el comedor, la biblioteca y los laboratorios.

Durante el recorrido, los de años superiores explicaron el sistema de especialización de la academia.

Un—El primer año es igual para todos —explicó Haruna—. Todos recibimos el mismo entrenamiento físico, táctico y teórico. No importa si al final vas a combate, a inteligencia o a tecnología, la base es la misma.

—A partir del segundo año nos asignan a una rama según nuestro potencial —añadió Souta—. Algunos lo eligen, pero en la mayoría de los casos, los instructores deciden en base a nuestras habilidades.

Naomi, que estaba en la rama de combate táctico, habló sobre su experiencia entrenando en combate cuerpo a cuerpo, manejo de armas y tácticas de infiltración. Akane describió cómo en inteligencia y análisis trabajaban con criptografía, vigilancia y recopilación de información. El recorrido duró un buen rato hasta que finalmente llegó el momento de volver a los habitáculos.

—Bueno, Hyōdō —dijo Naomi con una sonrisa—, ahora ya tienes una idea de cómo funciona esto. Mañana empieza tu verdadero reto.

Tras despedirse, cada uno regresó a su dormitorio, preparándose mentalmente para lo que sería su primer día de entrenamiento en la academia. Issei se estiró en su cama, sintiéndose mejor, más cómodo y confiado. Había buenos compañeros que seguramente le ayudarían a adaptarse, lo cual agradecía.

Se dejó caer sobre la cama, sintiendo el peso del día sobre sus hombros. Su mente repasaba todo lo que había visto y aprendido. Apenas había llegado y ya se sentía como si estuviera en un mundo completamente diferente al que conocía en Kuoh. Miró su uniforme, doblado cuidadosamente sobre el escritorio. Mañana lo llevaría puesto por primera vez y comenzaría su entrenamiento real.

Suspiró y cerró los ojos. Había muchas incógnitas, muchas pruebas por superar y muchas cosas que aún no comprendía. Pero, al menos, ahora sabía algo con certeza: estaba en S.H.I.E.L.D., y haría todo lo posible por estar a la altura del reto que tenía por delante.


Bueno, pues otro capítulo, he estado demasiado inspirado últimamente para lo que ha sido el último año, o los dos últimos años ja, ja, ja. Bueno, espero que os guste el rumbo que va tomando esto, con un Issei más apegado al original..

Ahora las respuestas a comentarios:

Darkness-1997: ¿30 minutos? No está mal. Necesité ayuda para esa parte porque no sabía cómo tratarla de inicio. Y no puedo destripar de esa manera la historia recién empezada ja, ja, ja.

Y sin más que decir, me despido.

¡Nos leemos!