¡Hola a todos!

Lo prometido es deuda y mientras tenga tiempo para escribir publicaré con más frecuencia.

En este hay un poquito de aventura y un poco más de tensión Mitsusumi.

Todos los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto.

Estaban a unos pocos kilómetros de la guarida de Orochimaru, pero todavía podían arriesgar la misión. En un alarde de compenetración, Kawaki y Sarada cruzaron miradas y se pusieron delante. Por un segundo, pareció que todas las absurdas peleas que había entre ellos se habían disuelto en un trabajo en equipo bien hecho y bien entrenado.

-Mitsuki, por favor, llévatelos, nosotros nos encargamos- Sarada intentaba tomar el liderazdo de la situación y Kawaki parecía aceptarlo de buen grado.

Sin pensarlo mucho más, con sus brazos elásticos, Mitsuki tomó de la cintura a Sumiré y salió corriendo entre los árboles, Moegi le siguió con Amado, quien era más difícil de cargar.

El chico no sabría decir exactamente cuál era la razón por la que había salido con Sumire sin mirar atrás. Quizá lo más lógico hubiera sido que él se encargara de Amado, pero eso ahora daba igual. Se habían alejado de ellos lo suficiente y consideró adecuado esconderse mientras los esperaban. Entró en un pequeño refugio dentro de la montaña que estaba oculto entre unos árboles y se quedó mirando fuera a ver si aparecían mientras analizaba la situación. El espacio era escaso, pero lo suficiente como para proteger a Sumire si el combate llegaba hasta ahí.

-En el claro había siete tipos, he visto que nos seguía uno de ellos, aunque quizá hemos conseguido despistarlo. No sé cuántos habrán seguido a Moegi, vamos a esperarla.

-Yo puedo luchar…

-No, no quiero que te arriesgues. Sumi, yo…-una explosión interrumpió su discurso, suficiente como para ponerlos en alerta.

Una mujer apareció desde las alturas con un kunai. Un arma demasiado pequeña para una simple asaltante de caminos o un simple bandolero. En cuanto vio a los jóvenes, sonrió e hizo un sello con sus manos para, seguidamente, empezar a disparar balas de agua.

Mitsuki agarró a la chica para esquivar los golpes y, para alejar la pelea de Sumire, entabló un combate cuerpo a cuerpo con la mujer. Fue inútil, pues era muy buena en taijutsu y siempre conseguía utilizar alguna técnica de suiton para alejarlo de ella. Además, no tardaron en llegar dos de sus compañeros, de manera que Mitsuki quedó completamente rodeado. Hacía un par de años que no lo había visto combatir y sabía que se estaba reprimiendo, lo había visto luchar con más ganas y con otro poder, pero por alguna razón se contenía.

Pero si algo bueno tenían los combates es que el ruido los delataba y no tardó en llegar Moegui con Amado al conflicto. Lo dejó con Sumire en la cueva resguardados cuando se fue a ayudar a Mitsuki. Los tres adversarios eran usuarios de ninjutsu y, aunque los dos hombres que habían llegado recientemente no eran muy buenos, ella sí lo era y suponían un apoyo que dejaba el grupo un tanto desequilibrado.

Los golpes de la pelea llegaron al entrante donde se refugiaban los científicos y Sumire vio que quizá ese refugio no era lo suficientemente bueno. Salieron de ahí y fueron a unos árboles, desde donde podían ver lo que pasaba fuera sin ser vistos. Amado temblaba de miedo y ella se exponía estúpidamente para ver qué pasaba ahí abajo.

Mitsuki parecía herido, o al menos, salía sangre de su frente, esos hombres eran bastante resistentes y mientras la jefa del equipo lidiaba con uno de ellos y Mitsuki, con la mujer, un tercero iba directo a atacarle por la espalda. De una manera instintiva Sumire se lanzó a la pelea, bloqueando el golpe. No tenía armas, ni tenía nada, pero recordaba como golpear y esquivar. Es verdad que llevaba años sin ser shinobi y que apenas entrenaba un poco con su amiga de vez en cuando, pero algo dentro de ella la llamó a entrar en el combate.

-¡Sumire, te he dicho que te alejes!

-He dicho que puedo luchar- replicó la chica, mientras esquivaba a duras penas los golpes del hombre que intentaba atacarla.

Con un movimiento rápido, Mitsuki liberó a sus serpientes que alejaron a los adversarios lo suficiente como para tomar a Sumire y huir de ahí. Intentó volver al refugio de piedra en el que se encontraban con la mala suerte de que llegaron ahí al mismo tiempo que la mujer con su suiton provocó un alud que les dejó atrapados.

Apenas había espacio para los dos, Sumire estaba de espaldas a la piedra y Mitsuki frente a ella, había colocado los brazos en la pared para protegerla de las piedras. Se quedaron en silencio el uno en frente del otro un rato largo, hasta que Sumire dejó caer su frente contra su pecho y empezó a sollozar.

-¿Estás bien?- le dijo el chico en un susurro, sin saber muy bien qué podía pasar.

-Sí, perdona-intentó limpiarse las lágrimas con una mano- es que creo que me he roto el brazo.

Mitsuki se intentó alejar un poco de ella, pudiendo separarse unos centímetros, pero no podía ver nada. Durante unos minutos estuvo haciendo presión para que las piedras no golpearan a la chica, pero por lo visto había fracasado. Estaban atrapados en un espacio muy limitado y no podía moverse. Quería hacer algo para poder salir, pero cuando intentó levantar una piedra, otra cayó en el mismo lugar. Dando a entender que estarían atrapados un buen rato. A pesar de que la adrenalina de la situación les mantenía alerta, había otra cosa que no podían dejar escapar. Estaban pegados el uno al otro, el pelo de la chica le hacía cosquillas en el cuello y podía oler el aroma de su acondicionador que nublaba sus sentidos más de lo que le hubiera gustado admitir. Sentía el calor de su cuerpo atravesando su ropa y sentía como empezaba a temblar.

-¡Lo siento mucho! – Sumire empezó a llorar de nuevo- tú podías con ellos, si no me hubiera acercado, no me hubiera puesto en peligro y ahora estamos aquí atrapados por mi culpa.

Mitsuki no sabía qué decir. Pasó sus brazos por encima de los hombros de la chica y la abrazó con suavidad, dejando que su cara se apoyara en su pecho y su mejilla en la cabeza de la chica. La científica pareció calmarse un rato y los dos se entregaron a ese abrazo en la oscuridad, sin ver ni oír nada más que el calor de sus cuerpos y los latidos de su corazón.

A los pocos minutos Mitsuki empezó a hablar:

-Siento lo que dije el otro día, no sé en qué estaba pensando.

-No tienes que disculparte por nada.

-Entonces, ¿no estás enfadada?

-Creo que no podría estarlo…

Cualquier otro en su situación hubiera aprovechado que estaban atrapados para acosar a la chica, coaccionarla o insistir hasta recibir una respuesta que quería escuchar, pero él no era así. Sintió como se estremecía de dolor en su pecho, temblaba y jadeaba como si no pudiera aguantarlo. Sintió impotencia de haberse dejado atrapar. Aunque reconocía que le gustaba volver a estar tan cerca de ella.

-Pues entonces, vamos a ver cómo podemos salir de aquí.

Con dificultad se dio la vuelta y empezó a pensar en formas de salir de ahí. Podía usar raiton, pero es posible que el impacto hiriera más a Sumire, si usaba algo de viento podría causar un alud peor. Pensó detenidamente hasta que intentó estirar los brazos todo lo que pudo para apartar la piedra más alta del cúmulo. Poco a poco, piedrita a piedrita consiguió que un rayo de luz entrara en ese lugar. Podía sentir a su espalda cómo temblaba la chica, que estaba aguantando el dolor más tiempo de lo que otra persona podría.

-¡Sumi!- al otro lado de la cueva Sarada gritaba sus nombres, parecía que la pelea había terminado.

-¡Sara! Estamos aquí, no tenemos espacio para hacer nada.

Desde el otro lado de la cueva, Kawaki intentó romper las piedras de un golpe con su brazo transformable, pero Sarada se lo impidió agarrándole del otro brazo.

-Puedes hacerles daño…

-Entonces dime, lista, qué es lo que estás pensando.

-Pulverizar la piedra- sin darle mucho más espacio a pensar una maraña de chispas empezó a salir de su mano y con un movimiento certero y veloz asestó un golpe contra las piedras que se hicieron mil añicos.

Ahí estaban los dos, de pie en un espacio ínfimo, mirándose el uno al otro y Mitsuki protegiendo a la chica con su espalda. En cuanto se alejó un poco, Sumire cayó al suelo desmayada.

-Para eso podía haber usado el sukuna hikona- le replicó Kawaki- mira lo que le has hecho a la chica.

-Pero no lo has usado- Sarada se mantuvo seria y se dirigió a su amiga que estaba en el suelo inconsciente con el húmero roto.

Ella había aprendido de su madre a usar un poco de ninjutsu médico, pero no podía hacer más que unos primeros auxilios básicos hasta que llegaran a su destino, donde podría ser atendida con todos los medios disponibles.

En cuanto a Moegi, había luchado hasta agotar sus fuerzas. Cuando el alud atrapó a Mitsuki y a Sumire justo acababa de derrotar a uno de los oponentes, pero la mujer usuaria de suiton era fuerte. Sin embargo, fue capaz de luchar contra ella hasta el final. Cuando los otros dos llegaron a donde estaba, ya había caído rendida en el suelo y todavía dormitaba mientras Amado intentaba reanimarla. El tercer tipo perdió la pelea en el momento en el que Mitsuki liberó sus serpientes, pues una de ellas la más venenosa se escondió entre los matorrales, esperando a morderle en un momento de despiste.

-Vámonos rápido, podría haber más asaltantes y estamos en desventaja- dijo Mitsuki que conocía todos los atajos hasta la guarida de su padre.

Rápidamente Kawaki se acercó a Sumire y la intentó levantar sin ningún tipo de delicadeza a lo que Mitsuki se puso en alerta. Como si se tratase del propio Kawaki, al que sobreprotegía siempre que podía, especialmente desde que Boruto desapareció. Sarada entendió la situación y fue ella quien intervino.

-Creo que Mitsuki debería llevar a Sumire- dijo caminando entre sus dos compañeros.

-Mitsuki puede llevar a la capitana- replicó con cierta desgana.

-Mitsuki está herido y claramente, la capitana es más grande que Sumi, y tú eres el más fuerte aquí- Sarada sabía cuáles eran las palabras que hinchaban el ego de su compañero. Ella misma podía cargar con sus compañeras, pero había algo en esa pareja que le parecía tierno.

Era buena observadora y sabía cómo tenía que hablarle a Kawaki si quería sacar algo de él. No es que Kawaki fuera un simple o un tipo estúpido, era solo que Uzumaki, Ootsutsuki o simplemente Kawaki, a fin de cuentas, un hombre no era más que un hombre y Kawaki era de los que se sentía complacido cuando una mujer alababa su fuerza.

Ayudó a su amigo a acomodar a Sumire a sus espaldas y, cuando todos estuvieron listos, retomaron el camino con paso ligero. No querían retrasarse más en esa misión. La tensión de Mitsuki al sentir a la chica respirar con dificultad a sus espaldas se transmitió rápido al resto del equipo.

Como veis hay un poquito más de romance y me llevo la historia lejos de Konoha para tener más posibilidades.

Mitsuki todavía tiene muchas sorpresas que darnos y empezaré a meter algo de drama secundario.

Como siempre, dejo un pequeño adelanto:

Sarada sabía lo mucho que quería Mitsuki estar al lado de su amiga, pero ella también quería estar con ella. Quizá podía sonar un poco egoísta por su parte, pero estar en ese lugar le traía recuerdos, como si algo de lo que hubiese ahí pudiera recordarle a Boruto y luego estaba el recuerdo de su padre. Para ella era imposible no asociar a Karin o a Suigetsu con Sasuke y eso hacía que esa misión fuera especialmente dolorosa.

¡Hasta la próxima!