Ya estoy de vuelta.

Aquí os dejo otro capítulo, esta vez es un poco intenso, espero que os guste, prometo que vienen cosas muy interesantes, pero quería explorar un poco más los sentimientos y emociones de nuestros personajes.

Como siempre, mil gracias Uzumaki-Hearts por tus comentarios, me animan mucho a seguir.

No es que Mitsuki no tuviera interés en Sumire, al contrario, estar con ella le producía sensaciones muy extrañas que nunca había pensado que llegaría a vivir. Lo que había surgido entre ellos era algo nuevo, curioso y, sobre todo, no planificado. El hecho de que todo fuera una extraña improvisación lo hacía más emocionante y, desde luego, que podía decir que Sumire le gustaba.

Todo ese tiempo que habían estado separados la había echado de menos y cuando se quedaron atrapados en esa cueva, se sintió aliviado de poder volver a sentir su piel contra su cuerpo. Por un momento llegó a pensar que podían retomar lo que fuera que tuvieran, pero estaba equivocado.

Si había un tema sobre el que Mitsuki había reflexionado a lo largo de su vida era el de la voluntad. Él no era una persona como otra cualquiera y siempre había tenido la duda de si lo que hacía era voluntad propia o ajena. Durante muchas noches se había torturado con la paradoja de la voluntad inducida y eso era algo que le había hecho extremadamente cauto al hablar de las voluntades de los demás. Cuando miraba a todos los de su alrededor tenía dudas. Dudas de si sus voluntades serían puras o no. Sin embargo, él no era quién para decidir nada sobre lo que había en la cabeza de los demás.

Eso mismo le pasaba cuando se trataba de ella. Le había dicho que necesitaba tiempo y él tenía que respetar esa voluntad, aunque pudiera ser inducida por algo externo. Estaba claro que ella había visto u oído algo que le hacía dar ese paso atrás y él no sabía qué era. No quería decirle cómo tenía que pensar ni lo que él pensaba al respecto. Simplemente respetaba lo que ella quería. No sabía cómo sentirse al respecto, pero no quería ser él quien la incomodara. Sabía que había estado evitándolo en Konoha, y no quería que ella cambiara su rutina por él, así que decidió ser él quien la evitara a ella para que pudiera trabajar cómoda y completar la misión.

Habían pasado ya dos semanas y el brazo roto de Sumire parecía cosa del pasado. Sin embargo, todavía no estaba completamente recuperado. Habían acordado retirar la escayola para comprobar que todo estaba bien y si no había ninguna complicación le quitarían los clavos, para lo cual tendrían que anestesiarla un par de horas. A la revisión fueron ella y Sarada con Karin, quien quitó la escayola y comprobó que el hueso había soldado correctamente.

-La sangre de Mitsuki es muy especial, ¿sabes? Gracias a ella es posible acelerar la curación. Ya puedes darle las gracias- dijo Karin con una sonrisa pícara, a lo que Sarada hizo un gesto con su mano para que no continuara la conversación.

Le dijeron que podía irse y que intentar ir moviendo un poco el brazo para recuperar movimiento. Ya no le dolía y se sentía mucho más ligera sin esa horrible escayola. Fue al laboratorio y se encontró a Orochimaru rebuscando en un cajón donde había varias llaves, hasta que se dio cuenta de su presencia.

-Señorita Kakei, veo que su brazo está mucho mejor. ¿Me deja verlo? - Orochimaru tomó su brazo con sus manos frías y ásperas, algo similares a las de Mitsuki y lo movió con cuidado- Mañana podemos quitar los clavos y en un par de días estará como nueva.

El trabajo que Sumire estaba haciendo esos días parecía bastante limitado. Solo tenía que transcribir algunas cosas y cotejar algunos resultados, sin embargo, Amado tenía libre acceso a todas las salas y se encerraba con Orochimaru durante horas en esa sala que estaba prohibida.

La jornada terminó sin mucho más sobresalto y al final del día llegó a su habitación, que compartía con Sarada y en el pasillo creyó ver la cola de una serpiente meterse por debajo de una de las puertas. Dentro de la habitación Sarada estaba sentada en su cama y, al verla, se limpió las lágrimas con el rostro de su mano.

-Sara, ¿estás bien? - la chica afirmó mientras intentaba dejar de llorar. Sumire no sabía cómo consolarla- ¿es por Kawaki? ¿Sigue haciéndote insinuaciones?

Sarada negó esta vez y tomó unos minutos para recuperarse. Se levantó lentamente y sacó algo de un cajón que había en su mesilla. Sin decir nada más, tendió sobre su cama una sudadera vieja, sucia y ajada. Era negra y tenía unas rayas de color magenta a los lados.

-Sumi…ha estado aquí. Esto estaba a unos pocos kilómetros de aquí- volvió a sollozar y Sumire no sabía si de la emoción o de la tristeza.

Todos los shinobi de las grandes cinco naciones tenían la obligación de dar caza a Boruto. Se consideraba un asesino de kages y eso le ponía en el punto de mira a él y a Sasuke, que a nadie le extrañaba su traición. Sin embargo, había algo raro en todo eso, algo raro en Orochimaru y en la gente que le rodeaba. Vivian al margen de lo que se hacía en las aldeas y, aunque sus investigaciones eran de dudosa moral, les permitían seguir adelante con ellas.

Lamentablemente, Sumire se encontraba en un punto muy diferente al de su amiga. Era la primera vez que estaba ahí y no sabía cómo reaccionar a lo que estaba sucediendo. No conocía a los antiguos compañeros de Sasuke, ni a Orochimaru ni apenas tenía acceso a sus experimentos. Había oído cosas, pero algunas de ellas se negaba a creerlas.

- ¿Tú crees que se ha colado? - preguntó con cierta inocencia.

- Nadie se cuela aquí sin el conocimiento de Orochimaru.

- ¿Tú crees que él sabe la verdad? - preguntó esperanzada.

-No lo creo, la ominpotencia de Ada le afectó a todo el mundo, incluido a mi padre -dijo con cierta tristeza- Sarada intentó cambiar de tema, parecía decidida a recrearse en su dolor- he estado tan cerca de volver a verlo…Sumi, si pudiera decirle ahora todo lo que pienso…quizá he perdido mi oportunidad para siempre…

Las dos amigas se fueron a la cama, pero ninguna de ellas pudo pegar ojo en toda la noche. Una le daba vueltas a la ropa vieja que había encontrado. Se sentía esperanzada de que su amigo estuviera bien y posiblemente su padre también. Quería pensar que había algo de esperanza en ese lugar, pero no podía evitar sentirse dolida con todo lo que estaba pasando. Pensar en ellos era pensar en todo lo que pasó esa noche y volver a recrearlo una y otra vez.

Para Sumire no era muy diferente. Se encontraba en una montaña rusa emocional. En primer lugar, con respecto a su amiga, a la que comprendía perfectamente y quería ayudar como pudiera. Ella también buscaba la forma de revertir esa situación, pero no era algo tan fácil y hacerlo de una manera abierta le haría parecer una paranoica. Por otro lado, ver a su amiga sufrir por haber perdido una buena oportunidad con Boruto le daba sentimientos contradictorios. Había algo en su relación con Mitsuki que le daba miedo. Tenía miedo de que el experimento empezara a ser algo más que eso y, sin embargo, esa era la misma razón que le hacía dudar de si estaba perdiendo una buena oportunidad.

Lo que pasa es que era imposible leer entre líneas con alguien como él. Su mirada era fría y nunca sabía qué estaba pensando. Hablaba con frases cortas y concisas y apenas hablaba de sentimientos más allá de lo que concernía a Kawaki. Esa dificultad le causaba aún más curiosidad. Quería saber cómo se sentía, qué pensaba de ella y por qué la estaba ignorando de esa manera. Ni había en su mirada nada que le pudiera decir que lo estaba pasando mal con la separación y ella no hacía más que recrearse en la angustia de sentirse ignorada.

Con esas cosas en su cabeza terminó durmiéndose sin dejar de pensar en las cosas que habían pasado en los últimos días y sin darse cuenta empezó a recrear en sueños lo que había vivido en esa cueva con él. Pero la magia de los sueños nos lleva siempre a sitios insospechados y no era menos con Sumire. Volvió a verse atrapada por las piedras, frente a frente con Mitsuki. No le dolía el brazo, su cabeza estaba centrada en su cuerpo, el olor de su piel en contacto con la suya, el poco aire que corría entre los dos. Sentía el calor de su aliento cerca de ella y sus brazos rodearla.

Sumire tenía las palmas de las manos contra su pecho y poco a poco fueron subiendo hasta llegar a su rostro y apartarle el pelo de la cara. Por momentos se acercaron el uno al otro más de lo que ya estaban y sus labios se juntaron en un beso apasionado. No podían moverse más que para acercarse más el uno al otro, de pie, contra la pared, apretando su cuerpo contra el de él, que parecía ponerse tenso. Su lengua recorría sus labios y, como jugando, Mitsuki mordió su labio inferior, haciéndola emitir un gemido.

Bueno esto es todo por ahora.

Os advertí que sería un tanto intenso, pero las cosas empiezan a mejorar en el siguiente, lo prometo. La subtrama de Sarada también va a ser interesante.

Dejo como siempre un pequeño adelanto para la próxima vez.

Los pensamientos de Sumire se desbarataron en un momento. Pensaba que todo estaba siendo un juego inmaduro por el cual Mitsuki fingía indiferencia con el fin de hacerla daño, pero no era así. Sarada tenía razón, no era ese tipo de persona. Había algo en su forma de ser que parecía genuino y sincero.

¡Hasta la próxima!