¡Hola!
Por poco me olvido de actualizar, pero aquí está el nuevo capítulo.
Poco se podía hacer en la guarida o alrededores, eso lo sabían todos, que ese lugar no era más que un sitio aburrido sin nada que ofrecer para el tiempo libre. Las dos semanas que llevaban ahí se estaban haciendo un tanto pesadas para todos, especialmente para Sarada, Kawaki y Sumire.
Mitsuki había pasado ahí gran parte de su vida y conocía bien la zona, aunque también reconocía que no era el lugar más divertido del mundo, tampoco entendía a qué venía esa necesidad de estar haciendo cosas en el día libre, pero en este caso todo era diferente porque le había prometido a Sumiré que le llevaría a ver algo interesante por la zona y no quería defraudarla.
Caminaba por los angostos pasillos de la guarida, pensando en las cosas que podrían hacer y maldiciendo su escasa experiencia en el tema y su falta de comprensión hacia las mujeres y lo que querían. En general le costaba un poco entender cómo funcionaba la mente de los demás. Le pasó en el pasado con Kawaki, cuando le regañaba por decir que le seguiría y que haría lo mismo que él, aunque últimamente no parecía repetir tanto esa frase.
Si Sarada estuviera por ahí, podría preguntarle a ella directamente, era una amiga en común y, además, también era mujer, quizá mejor referencia que los consejos de Kawaki. No tenía muchas opciones, así que buscó a Karin por todas partes con la esperanza de que ella pudiera darle algún tipo de idea.
Entro en una de las salas donde suele encontrarse y al ver a Suigetsu decidió preguntarle porque no quería perder mucho más tiempo buscando.
-¿Karin? Ni idea, últimamente se pasa el día encerrada en el baño, será que se está haciendo mayor.
-¿Puedo esperar aquí?
-Claro -Suigetsu se tiró en una de las sillas y se quedó mirando fijamente al recién llegado- Es guapa tu amiga, ¿no?
-Claro.
Suigetsu soltó una carcajada. Cualquier otro chaval de su edad hubiera dado una respuesta evitativa y, sobre todo, lo hubiera negado radicalmente. Lo ágil que era este chico como shinobi se quedaba atrás cuando veía el candor con el que gestionaba sus relaciones. Su sinceridad le hacía gracia y no podía evitar seguirle la corriente.
-¿Qué pasa aquí? -la aparición de Karin desechó los planes de Suigetsu de seguir indagando en la vida privada del chico.
-Mitsuki quiere pedirle salir a la chica del pelo morado.
-¿Por fin te animas? -le dijo con emoción tomándolo de la mano y, seguidamente, se giró hacia Suigetsu- A ver si aprendes algo.
-¿Pero qué dices? Si ayer te preparé una cena espectacular.
-Hiciste un ramen instantáneo y le pusiste un par de salchichas encima. ¿Qué clase de mujer crees que soy?
-Hice lo que me pediste, últimamente pides unas cosas muy extrañas.
Karin palideció ante ese comentario, mientras que Mitsuki miraba a la pareja como si pudiera sacar alguna conclusión en claro de esa discusión.
-Le estás dando una mierda de ejemplo -empezó a señalar al chico y se giró hacia él, dejando que un brillo en sus ojos se viera a través de las gafas- si quieres conquistar a una mujer tienes que ir un paso por delante de lo que ella espera.
-Pero si cuando lo hago te enfadas.
-Echarle un huevo al ramen no es ir un paso por delante.
Mitsuki decidió abandonar la sala y dejar detrás esa conversación de besugos. Quizá había aprendido algo que podía ser interesante para lo que fuera a pasar con Sumire más adelante y, lo que desde luego aprendió, es que no debía fiarse del consejo de nadie.
Sumiré estaría esperándole en la puerta del refugio. No estaban autorizados a salir, pero le había citado ahí porque tenía una idea de lo que podría gustarle. Normalmente nadie iba a visitarle y nunca había tenido la oportunidad de ir a los lugares que eran interesantes para él con otra persona. Había un lugar que le encantaba, muchas veces, cuando estaba de visita iba ahí a disfrutar del paisaje. Para él era un lugar emocionante y pensó, por un momento, que a sumiré podría emocionarle como le pasaba a él.
Se encontraron en la puerta y, tal y como lo había planeado, comenzó a caminar en silencio, con la esperanza de que ella le siguiera. La guarida se encontraba a los pies de una montaña y tuvieron que adentrarse un poco en el bosque para encontrar el camino.
-¿A dónde vamos? –preguntó Sumire confusa, pues pensaba que harían algo más divertido que simplemente caminar.
-A un sitio interesante, pero no está muy cerca, hay que andar un poco.
Cuando llegaron a la falda de la montaña entraron por una apertura que había en la ladera, pasando por una cueva cuyo trayecto parecía estrecharse a medida que iban caminando, como si al final del camino no hubiera suficiente espacio para los dos. De hecho, cuando llegaron al punto más estrecho Mitsuki empezó a caminar de perfil, que era la única manera de pasar por el hueco.
Sumire estaba dominada por la incertidumbre y, aunque no quería admitirlo, un poco por la claustrofobia. Las paredes estrechas de la cueva se le echaban encima y tenía miedo de olvidarse del camino de vuelta. Empezó a respirar con un poco de dificultad mientras caminaba muy despacio de perfil hasta que una mano, no muy cálida, atrapó la suya, haciéndola sentir más segura.
-Esto es solo unos pocos metros, ahora vuelve a ensanchar -dijo Mitsuki con seguridad, intentando transmitirle su tranquilidad.
La chica no dijo nada, simplemente asintió en silencio y siguió caminando. Tal y como él predijo, la cueva se hizo más amplia y otra vez pudieron caminar el uno al lado del otro, esta vez sin soltarse de la mano, como si el agarre que habían hecho antes fuera el único espacio seguro de ese lugar.
En ese momento que la cueva se abrió Sumire emitió un suspiro de asombro. Ya no era ese lugar húmedo, feo y lóbrego por el que habían estado paseando antes. Ahora tenía delante de ella toda una constelación de gemas que se reflejaba en el morado de sus ojos y la dejaba absorta. En el techo se podían ver gemas verdes, moradas y azules sin pulir. En la parte de arriba había un pequeño agujero por el que entraba la suficiente luz como para poder disfrutar de ese espectáculo de colores. El lugar era amplio y en el centro había una poza que reflejaba el color de los brillantes.
No podía moverse, estaba absorta en la magnificencia del paisaje, que pensaba que solo existía en las revistas de geología que había por el laboratorio. Mitsuki disfrutaba viendo cómo a la chica le gustaba el sitio y sintió cierto alivio después de lo mal que lo pasó llegando hasta ahí. Decidió romper el hielo, porque si no lo hubiera hecho él, podrían haberse pasado horas admirando lo que tenían delante.
-También se puede entrar desde un túnel por el agua- Un comentario que pasó desapercibido intencionalmente por la chica por su falta de romanticismo. Lo intentó de nuevo- aquí es donde vengo cuando me apetece estar solo.
-Es precioso…
A Sumire le hubiera gustado decir algo más, pero realmente no tenía palabras. Es como si las estrellas del cielo hubieran bajado para que las pudiera acariciar con la punta de los dedos.
-Esta de aquí es un jade y esta otra un lapislázuli- empezó a explicarle- me llevé unas muestras al laboratorio, pero además de su valor, no tienen mucho más de especial.
La chica paseaba por la cueva con cuidado de no entrar en la poza de agua, pasaba la mano por las piedras y se detuvo en una de color morado. Parecía que en su interior tuviera un humo de un color más claro que se expande por la piedra y deja entrever de fondo un morado intenso lleno de personalidad.
-Es una amatista, es bastante común, pero esa en concreto tiene una forma muy interesante.
-Mitsu – Sumire se giró y lo miró directamente a los ojos- gracias.
No se habían soltado la mano en ningún momento. Como por inercia los dos se acercaron poco a poco y dejan que sus labios se posen despacio en los labios del otro. No fue un beso pasional como había pasado antes ente ellos, al contrario. Fue algo tierno, lento y sentido. Con los ojos cerrados dejaron que la inercia les separase y les juntase a la misma velocidad. Se besaron dos, tres, cuatro veces. Perdieron la cuenta del tiempo, del lugar y de lo que estaba pasando. Debajo de esas estrellas de tierra solo se besaban hasta que en un momento se separaron y se miraron a los ojos.
Una corriente de aire frío les sacó de la burbuja en la que se habían metido ellos solos. Mitsuki empezó a mirar a su alrededor, comprobando que la luz había cambiado y que era la luna la que iluminaba ahora las piedras de la cueva, con un brillo oscuro que no tenía nada que envidiar al de la luz del sol.
-Está oscureciendo, creo que deberíamos irnos -dijo mientras se levantaba y le tendía la mano.
Sumire asintió y salió detrás de él volviendo por donde habían venido. En el camino hacia fuera no se veía absolutamente nada. Mitsuki le indicaba dónde tenía que pisar, si el siguiente paso tenía que ser grande o pequeño, si había desnivel… es como si se hubiera trasformado en un animal que podía ver por la noche y sentir por el frío de las piedras si estaban en el camino adecuado.
Al refugio llegaron corriendo y Sumire estaba agotada, aunque estaba sanando bien, todavía no se había recuperado del todo de su brazo roto y sus dos semanas reposando. En la guarida había un silencio sepulcral, posiblemente todos estarían ya dentro, preguntándose dónde estaban y por qué no habían llegado a la hora de cenar.
Se colaron por una de las entradas secretas y sin hacer ruido caminaron por los pasillos hasta llegar a una despensa donde comieron algo rápido y prosiguieron su camino. Cada dos metros se paraban para besarse a escondidas de los demás que podían estar pasando por ahí.
Cuando llegaron a la habitación que Sumire compartía con Sarada se besaron durante un rato largo, hasta que se escuchó un ruido al final del pasillo. Ahogaron una risa aguda y con un último beso, Sumire entro en su habitación sin hacer ruido. Mitsuki se quedó mirando la puerta con cierta nostalgia y ansia de más y cuando se dio la vuelta para proseguir su camino se encontró de frente con su padre.
- ¿Y bien? ¿Hay algo que me quieras contar?
Bueeno, me olvidé de subir el capítulo el viernes pero ya está aquí.
Espero que os haya gustado, la cosa se va a poner un poquito más interesante, pero me apetecía hacer algo solo de MitsuSumi.
Dejo como siempre un adelanto del próximo.
No podía dejar de darle vueltas a algo. Algo que había sucedido esa misma mañana y que no le había permitido concentrarse en toda la mañana. Si no fuera porque las personas que estaban a su alrededor sospechaban algo de su nueva relación con Mitsuki, hubiera sido evidente que le contrariaba algo más. Un secreto que no podría desvelar por mucho que quisiera.
¡Hasta la próxima!
