Hola de nuevo, esta vez no me olvido de nadie. Aquí dejo el nuevo capítulo, creo que este capítulo os va a gustar…quizá no podáis esperar a la semana siguiente para leer lo demás.

Apenas habían pasado unos días desde la excursión a la cueva de las gemas. Sumire trabajaba en el laboratorio con Amado, y comparaban la información que tenían del Karma con la del sello maldito que Orochimaru había investigado tantos años atrás. Era un trabajo tedioso en el que había que contrastar una serie de datos y al final no tenía más que leer informes sin parar hasta dar con algo que pudiera ser útil en su investigación.

Mientras tanto el equipo 7 salía a hacer incursiones en los alrededores, con la excusa de que había mercenarios que querían asaltar el refugio y llevarse toda la información que se estaba recabando. Hoy volvían después de estar tres días fuera, por lo que apenas pudo ver a Mitsuki o hablar con Sarada sobre lo sucedido.

No podía dejar de darle vueltas a algo. Algo que había sucedido esa misma mañana y que no le había permitido concentrarse en toda la mañana. Si no fuera porque las personas que estaban a su alrededor sospechaban algo de su nueva relación con Mitsuki, hubiera sido evidente que le contrariaba algo más. Un secreto que no podría desvelar por mucho que quisiera.

Acababa de volver de desayunar y solo quería pasar por la habitación a dejar algunas cosas antes de ir al laboratorio para empezar a trabajar. Abrió la puerta de la habitación y cuando se cerró detrás de sí una mano le tapó la boca inmovilizando todo su cuerpo y forzándola al silencio. Empezó a patalear e intentó con las manos libres abrirse una herida en un dedo para invocar a Nue, cuando una voz familiar la tranquilizó.

- Sumi, soy yo. Por favor, no grites.

Sus ojos se abrieron de la sorpresa y la tensión se disipó. Tenía tantas preguntas que quería hacer, pero posiblemente no habría tiempo para mucho. Habían pasado dos años y medio y solo dos personas en toda Konoha sentían ese abandono. Se giró y se encaró a él, mirándolo directamente a su ojo azul, mientras que el otro se mantenía cerrado. Podía ver una rana minúscula dentro de los pliegues de su capa.

- Sumi, no puedo estar mucho tiempo. Necesito que me escuches -sacó un papel de un bolsillo- tienes que darle algo a Sarada, prométeme que se lo darás cuando hayáis llegado a Konoha. Si se lo das ahora me buscará y eso la pondrá en peligro.

Sumire asintió y guardó el papel entre sus cosas, donde Sarada no pudiera encontrarlo.

- Boruto -empezó a decir con su voz trémula- ¿tú estás bien? -el chico asintió- ¿vas a volver algún día?

Boruto asintió, pero no quiso dar más explicaciones sobre su visita, así que, haciendo un sello con la mano, simplemente desapareció. Dejó a la chica sola con más preguntas que respuestas.

Incluso sentía, al volver a su habitación, que la sala seguía oliendo a él. Sarada llegaría en cualquier momento y tenía miedo de que se diera cuenta. Empezó a recoger las cosas a limpiar la sala y a utilizar productos que pudieran ocultar el olor. Empezaba a ponerse nerviosa y su brazo le dolía un poco. Estaba en muy buen estado y prácticamente recuperado, pero no podía utilizarlo con toda su fuerza y se cansaba con rapidez.

Escuchó el sonido de la puerta y pudo ver cómo Sarada se desplomaba en la cama casi sin darse cuenta de su presencia. Habían pasado todos tres días fuera y se imaginaba que Mitsuki no tardaría en venir a buscarla.

- Estoy agotada, solo quiero largarme de este sitio -Sarada empezó a hablar- no aguanto a Kawaki y esto me recuerda mucho a mi padre, me voy a volver loca. Por cierto ¿a qué huele?

- Bueno, he limpiado un poco, por eso de que llevamos aquí unas tres semanas…

- Sumi, ¿estás bien? Pareces nerviosa.

- No, que va -mentía fatal.

- ¿Es por Mitsuki? No ha parado de hacerme preguntas sobre ti.

Sumire no quería hablar del tema, así que salió de la habitación y dejó que Sarada se quedara descansando, el día siguiente sería el último día, ella había estado cotejando los datos que le pidieron y ya no podían recopilar más información sobre los sujetos de pruebas de Orochimaru.

Estaba afuera, dejando que el aire fresco del atardecer rozase su cara cuando vio aparecer a Mitsuki por detrás, que se acercó dándole la mano con delicadeza. Podía notar su piel áspera y seca. Tiró un poco de ella y la besó en los labios, beso que ella dejó que fuera más profundo hasta que, después de unos segundos, reaccionó.

- ¿Qué haces? Nos van a ver -dijo haciendo un amago de esconderse.

- No creo, de todos modos, mi padre lo sabe.

- ¿Nos ha visto?

- No hay nada que pase aquí que mi padre no sepa. Es más poderoso de lo que parece a simple vista.

Si Orochimaru era capaz de saber todo, sabría lo que había pasado esa mañana. Era consciente de que Boruto tenía acceso a algunos lugares y eso solo podía significar una cosa. Era cómplice de esos dos y Sarada había tenido razón todo el tiempo. Algo raro pasaba ahí y eso le dejaba una segunda sospecha: Yamato intuía algo y la misión del equipo 7 no era para revisar que unos maleantes se colaran en el refugio de uno de los tipos más peligrosos del planeta, sino para que Kawaki sintiera la presencia de otro Otsusuki capaz de eliminar el rastro de su chakra.

El intercambio científico era una excusa para una misión mayor en la que los implicados no tenían la más mínima idea de que estaban aportando algo importante. Por otro lado, pensó en la reacción de Mitsuki cuando se hablaba de su ahora ex amigo. Le hervía la sangre solo de pensar que Boruto había podido intentar matar a Kawaki, cosa que fue al revés, pero que nadie, más que ella y Sarada, saben.

No quería sacar el tema, si algo había aprendido estando con Amado es que el silencio era más valioso que hacerse la lista y si le comentaba sus dudas a Mitsuki, se volvería a abrir una brecha entre ellos. Un abismo que solo ella sabía que existía y era el profundo abismo de la verdad, por el cual todos habían sido engañados sin que nadie entrara en razones de lo que realmente estaba pasando. El hecho de que ella tuviera ese secreto hacía que su relación con Mitsuki no fuera todo lo transparente que se habían prometido el uno al otro.

La tarde se pasó rápido, todos se quedaron descansando de la misión y, después de cenar, Mitsuki le invitó a ver las estrellas. Un dato muy divertido era que, a pesar de haberla invitado, no tenía ni idea de estrellas, sino que fue ella quien le explicó todas las constelaciones, a lo que él atendía con absoluta devoción. Estaban tumbados boca arriba, dejando que el cielo los tapara, como las gemas de la cueva les cubrieron hacía solo unos pocos días.

Unas voces de fondo terminaron con la magia que la escena nocturna había creado. Tan pronto como las oyeron se separaron, quedando tumbados en el suelo el uno al lado del otro, siempre mirando al cielo. Sumire miraba a Mitsuki, quien parecía absorto en la luna nueva, apenas iluminada por un halo negro.

- ¿Me quieres decir qué te pasa? ¿Últimamente estás muy rara?

- No me pasa nada, ya te lo he dicho -los gritos de Sarada y Kawaki se hacían notar a varios metros, estaban de camino a la parte de fuera.

- Últimamente no me hablas, vale que sé que te gusta hacerte la remolona, pero es que desde que estamos aquí ni eso. Es por el desgraciado de Boruto, ¿verdad?

- Que me dejes en paz.

- Te juro que lo voy a matar. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Sarada salió afuera, dándole un manotazo a Kawaki que intentaba agarrarla de la muñeca. Se sentía incapaz de reaccionar de manera correcta a su lado y no aguantaba más la frustración de no poder hacer nada que ese sitio le recordaba todos los días. Se sentó entre sus dos amigos, que vieron interrumpida su cita nocturna por el drama de su amiga y los dos se miraron encogiéndose de hombros.

- ¿Estás bien? -Sumire acariciaba la espalda de su amiga.

- Necesito irme de aquí ya, todo me recuerda a mi padre.

Ante una señal de la científica, Mitsuki se levantó. Sumiré quería evitar que se pelearan por lo que era obvio para ellas, pero no para los demás.

- Sumi, aquí está pasando algo raro. Esto no es una misión de esas de revisar que no haya rateros por la zona. Aquí Orochimaru sabe algo y no me puedo ir de aquí sin saberlo. Creo que ha estado aquí, no tengo pruebas, pero me iré de aquí con ellas.

- Sara…

- Esta noche voy a colarme en la sala esa, creo que ahí guarda algo y sé dónde tiene la llave.

- Orochimaru no es tan fácil de evitar.

- Lo sé, pero ya la tengo debajo de mi almohada. Un kage bunshin acaba de ponerla.

- Si nos pillan…

- Si nos pillan solo tienes que convencer a Mitsuki de que trate con su padre. Has visto como lo trata, tienen muy buena relación, nos perdonará. Y si no nos pillan salimos ganando.

Para Sumire ese era un plan lleno de fisuras. ¿Qué podía salir mal? Todo. Podían ser pilladas, y eso supondría tener otro secreto más con Mitsuki, no sabía cómo reaccionaría él cuando fue él mismo quien le dijo expresamente que esa sala estaba cerrada por una buena razón. Caminaron con sigilo hasta su habitación y esperaron hasta bien pasada la media noche para salir de nuevo al pasillo.

Iban descalzas, no querían hacer ruido y por un momento, Sumire pensó en las serpientes de Mitsuki, que se paseaban alegremente por la guarida, quizá vigilando que todo estuviera en orden. El silencio de la noche hacía que sus pisadas retumbaran por lo profundo del pasillo y cuando llegaron a la puerta, Sarada sacó una llave cuyo tintineo hacía eco y acrecentaba el miedo de Sumire a ser pillada.

Temblaba como un perrillo, mientras que su amiga demostraba un valor casi inverosímil ante algo que podía poner en peligro la misión. El Octavo no era como el Séptimo, amable y transigente, sabía que podrían buscarse un buen problema. La cerradura se abrió, haciendo un sonido seco que retumbó en el pasillo. Entraron corriendo y cerraron la puerta detrás de sí. Mientras Sumiré respiraba lentamente para recobrar el aliento, su amiga se paseaba entre los tubos de ensayo y las incubadoras. La científica levantó la vista y los datos ciegos que había estado revisando durante más de un mes cobraron sentido ante sus ojos. Tres incubadoras con tres cuerpos humanos perfectos flotando en el agua y unidos a una máquina por un cordón umbilical.

- Este es… -se quedó mirando uno de ellos- es Mitsuki…

- Sí -Sarada parecía tranquila ante el descubrimiento- y este y este de aquí.

- Tú…¿sabías esto? -estaba perpleja y no sabía cómo reaccionar.

- Mitsuki es creado, pensé que lo sabías. Es bastante transparente con estas cosas.

- Sí, pero no sabía que se refería a esto.

Sabía que era creado, pensaba que había sido creado como Kawaki o como Delta, pero no era así, era un trabajo de laboratorio, un experimento inhumano que nadie en su sano juicio habría autorizado. Había una persona en algún lugar del mundo creando niños y experimentando con sus cuerpos y con sus vidas. Lo que veía ahí eran los recambios por si el sujeto de pruebas activo en ese momento era un fracaso y tenían que volver a empezar. Mitsuki no era más que un ratón de laboratorio en un experimento enorme que es la vida.

No podía dejar de mirar lo que tenía delante. Era un descubrimiento atroz, había un Mitsuki pequeño de unos seis años y otro más grande, todos ellos menores que él, pero niños, al fin y al cabo.

- ¡Lo sabía! -la voz de Sarada estalló en el silencio y ella misma se hizo una señal para callarse.

Tomó entre sus dedos una fotografía, en ella salía un hombre con el pelo gris y largo, una verruga en la nariz y barba. Tenía dos marcas rojas verticales en los ojos y la mirada cansada.

- Sabía que aquí había algo raro.

Sumire negaba, no reconocía al hombre de la fotografía.

- Este tipo es Jiraia -su amiga seguía sin saber quién era- el maestro del Séptimo.

Guardó la foto y apresuró a Sumire a marcharse por donde habían venido, pero esta se negaba a irse. Suspiró una última vez ante el tanque de agua.

- Al menos sabemos que tiene ombligo -confirmó Sarada ante lo obvio.

De la mano, las dos amigas volvieron a sus camas en la oscuridad de la noche con la idea de que habían tenido éxito en su excursión nocturna.

Bueeeno, aquí os dejo esta bomba.

Quiero saber qué os ha parecido porque he rizado mucho el rizo y ahora no sé si sabré des-rizarlo. Jaja.

Y como creo que ya tenéis curiosidad por lo que pasará después, no voy a escribir adelanto.

(Qué mala soy)

¡Hasta la próxima!