Esta vez subo a tiempo, solo que cada vez escribo más lento. Lo bueno es que este capítulo es especialmente largo. Espero que os guste:
Se levantó sola en el futón, a diferencia de cómo se había dormido. A su derecha Sarada dormía con su ropa táctica puesta por encima del colchón. Al parecer el último turno lo estaba haciendo Kawaki, quien se pasaría dormido todo el camino de vuelta en tren. Lo peor vino a la mañana siguiente, cuando los chicos y Amado las estaban esperando en la puerta del ryokan, Sumire sintió un pinchazo en el corazón al ver a Mitsuki ahí, de pie, esperándola con todos. Todos la miraban a ella y a Sarada y no pudo evitar pensar que la miraban porque les habían escuchado la noche anterior y se reían de ella, o simplemente la miraban porque la esperaban.
Una de sus muchas inseguridades salió a flote y empezó a pensar que todos la miraban, que Kawaki y Sarada cuchicheaban sobre ella. Tenía también la sensación de que Mitsuki la ignoraba y que Amado estaba raro. Una paranoia que había surgido de cruzar una frontera en su relación con Mitsuki que no terminaba de sentirse bien y, aunque le gustó estar con él, no quería que las cosas pasaran de esa manera. No sabía si sentirse utilizada, si sentir que estaba más unida a él o simplemente sentir que estaban en un punto muerto. Todo lo que callaba era una carga pesada que sentía no poder compartir con nadie más. Ni siquiera con Sarada a quien ella evitaba deliberadamente.
En el tren, quiso sentarse sola, pero con un ademán divertido, Kawaki decidió sentarse a su lado, mientras Amado iba solo en la ventanilla y Sarada y Mitsuki, sentados unos asientos más atrás para controlar todo el vagón.
- ¿Has dormido mal? -Kawaki hablaba con seriedad, aunque se podía ver en sus ojos algo de sinceridad.
- No, estoy bien.
- Hoy estás rara, ¿ha pasado algo con Mitsuki?
- No, nada
- Venga ya, sabemos todos que estáis juntos, es solo que no quiero que te haga daño, es un tipo muy raro.
Sumire no esperaba esas palabras de Kawaki. De hecho, había algo en ella que le daba miedo de él y tanto ella como Sarada, en secreto, lo aborrecían. O al menos eso pensaba hasta ahora. Odiaba lo que le había hecho a alguien que le había estado tratando como a su propio hermano y lo que le había hecho a todos los demás. Odiaba que era un farsante, que había terminado con el hombre que lo adoptó y odiaba que se acercara a ella. Pensaba que era un psicópata, una persona que no tendría problema para quitarla del medio si fuera necesario y eso a ella le aterraba, temía por su vida, temía que supiera que ella no estaba afectada por los poderes de Ada y temía que le hiciera daño a Sarada o a Mitsuki.
Sin embargo, no veía sarcasmo ni maldad en sus comentarios. Parecía que las palabras que la estaban diciendo eran sinceras y recordó el día que lo encontró en una camilla, tirado, vulnerable y solo, como se sintió ella una vez en el pasado y algo hizo que se apiadara de él por un momento, otra vez.
- No sé por qué lo dices.
- Es un poco acosador y a veces puede ponerse pesado -Sumire miraba para otro lado, no quería mostrar interés en sus palabras- si alguna vez te molesta, por favor, dímelo.
Miraba por la ventanilla, haciendo como que no había oído esas últimas palabras, pensando que quizá todo lo que había pasado era su culpa por ver en él el animalillo abandonado que resultó poner todo patas arriba. Pero le estaba ofreciendo su ayuda, parecía sincero y, de alguna manera, preocupado por lo que pudiera pasarle.
- ¿Por qué me dices esto? -no quería dar a entender sus sentimientos, pero después de todo lo que había vivido esos días, estaba confusa.
- Porque te debo mi vida y no soy tu enemigo.
Si bien es verdad que Sumire era despistada, insegura y a veces parecía que le faltaba sangre en las venas, resultaba llevar siempre un perfil mucho más bajo de lo normal. Era lista, perceptiva y observadora y había estado viendo los pasos de sus compañeros de viaje en las últimas semanas, analizando cómo se movían, como interactuaban entre ellos y qué podían estar pensando internamente. Si lo que había pasado entre Kawaki y Sarada era cierto, Ada no podía verlo. Sin embargo, si lo hablaba con su amiga, Ada podría saberlo, ¿por qué no puede directamente mirar por sí misma lo que pasaba entre esos dos? Poco a poco la respuesta se iba haciendo más clara en su mente. El único con suficiente poder como para controlar a Ada era Kawaki y él le habría prohibido que lo observase. Si eso era cierto, solo había una manera de confirmar lo que ella creía que pasaba entre esos dos.
- ¿Y de quién eres enemigo? -su voz era trémula y le costaba formular las frases.
- De Boruto.
- ¿Por eso lo de Sarada? -tenía miedo de su reacción, pero si reaccionaba de manera desmedida contra ella, saltaría la liebre y los demás sospecharían que estaba pasando algo.
- ¿Así que lo viste? -se recostó sobre su asiento, no parecía reírse ni disfrutar de esa conversación, ni siquiera hacía algo por evitarla.
- Es por él, ¿verdad? ¿Quieres hacerle daño? -Kawaki dejó de mirar el techo para empezar a mirarla directamente a los ojos. Estaba viendo en la mirada de Sumire algo de miedo, ese miedo que le tuvo desde el día que se enteró de que intentó matar a su amigo- Quieres terminar de apropiarte de todo lo que es suyo…¿crees que Sarada es un objeto?
- Parece gustarle…
- ¿Y qué hay de Ada? ¿Qué pasa si le haces daño?
- No lo sabrá, porque tú no le dirás nada, ¿verdad?
- Estás demasiado seguro…
- Sarada no dirá nada, tiene miedo, aunque a veces no sé si viene por miedo, por despecho o porque le gusto… -volvió a mirar al techo, viendo como tintineaban las luces con el traqueteo del tren- Y si no le gusto, solo tienen que creérselo los demás.
Sumire se levantó con la excusa de ir al baño y desapareció entre los asientos, dejando a la misión de escolta con la mitad de los escoltados perdidos. Lejos de irse al baño buscó un asiento libre en uno de los vagones que estaba semivacío desde el que poder mirar el paisaje en silencio, perdiéndose en sus reflexiones y dejando que el tiempo pasara.
Habrían pasado cinco minutos, treinta o una hora, quién sabe. Su mente no hacía más que repasar lo ocurrido en las últimas semanas, demasiadas emociones para un adolescente, aunque esta sea Sumire.
- No te encontrábamos -Mitsuki se sentó a su lado, habló despacio y sonreía, levantando ligeramente las comisuras de los labios.
- Solo quería estar sola.
- Lo siento, pero no es posible, te recuerdo que estamos en una misión -la tomó de la mano- además, vamos a llegar pronto.
- Lo sé. Es solo que…-no le salían las palabras.
- ¿Es por lo de esta noche?
- ¿No te parece que algo se siente raro aquí?
- ¿A sí? ¿Cómo qué? -estaba claro que Mitsuki no conocía las posibles reacciones de los demás y ella lo sabía.
- No importa.
- Creo que sí que importa, pero no tenemos por qué hablarlo ahora.
- Supongo que me molestó no corresponderte ayer, no quería que la primera vez fuera así -suspiró, encogiéndose de hombros y mirando sus manos, que se arrancaban los padrastros la una a la otra de manera compulsiva.
- Entonces nos olvidamos de lo que pasó y esta semana, cuando nos veamos me dices cómo quieres que sea.
No supo qué responderle, simplemente lo miró a los ojos, como si fuera un corderito desvalido que es encontrado después de haberse perdido. Estaba a punto de llorar, quizá de alegría o quizá de frustración, el nudo de emociones que tenía encima no le permitía decantarse por una en concreto. Mitsuki tomó su barbilla con una de sus manos y le dejó un beso en la comisura de los labios, lento y tierno, mirándole a los ojos.
- Cinco minutos y vuelves al vagón con todos, ¿vale? No quiero que te pase nada.
Asintió y volvió a poner su mirada en el paisaje, viendo cómo empezaba a haber cada vez más edificios en las afueras de Konoha. Se levantó con pesadez y caminó hacia el vagón con todos, viendo cómo una de las serpientes de Mitsuki la seguía. Se sentó al lado de Amado y volvió a mirar al suelo, como si no se hubiera movido en todo el trayecto.
No fue peor la vuelta, cuando el tren anunció su llegada, en silencio todos tomaron sus equipajes y se bajaron para salir por la estación de Konoha. Todavía era temprano, pero el equipo 7 tendría que redactar sus informes para entregárselos al Hokage a la mañana siguiente y ella podría descansar.
Así pasó que cada uno se fue a su casa, sin que Sumiré dijera ni una palabra empezó a caminar hacia su apartamento. Iba con las manos en los bolsillos, paseando por las ajetreadas calles de Konoha, que cada día era más cosmopolita. Podía ver a los ancianos charlando en un banco de la calle, a los niños jugar en un parque y, al fondo, una hilera de edificios altos con apartamentos modernos entre los cuales se encontraba el suyo.
Entró por la puerta y pudo sentir el calor de su hogar. Las paredes beige, la combinación de blanco y madera era acogedora, todo parecía estar en su lugar, aunque durante esas semanas el polvo se había posado en las cosas. Empezó a deshacer su maleta cuando vio en uno de los bolsillos un papel con ese secreto que parecía haber pasado a segundo plano.
Quizá estaba actuando con cierta impaciencia y sin pensar en las consecuencias de sus actos, pero se negaba a dejarlo pasar. Había algo muy raro en todo lo que había visto entre sus amigos y, encima, tenía un secreto que confesar y ese era el momento de hacerlo. Se puso las botas, tomó el papel y lo metió en el bolso y se acercó a la estación más cercana donde podía llegar a la residencia de los Uchiha.
No fue hasta que llamó a la puerta que empezó a pensar que quizá Sakura Uchiha estaba en la casa y que todo lo que estaba haciendo era demasiado precipitado, no sabía muy bien dónde podría hablar con su amiga a solas y aclarar todo lo que estaba pasando, pero desde luego que estaba decepcionada con ella y ese era el momento de decírselo.
Llamó a la puerta y, por suerte, Sarada estaba sola. No había nadie en casa, así que entró sin esperar a ser invitada y le tiró la carta que Boruto le dio casi a la cara.
- ¿Qué es esto? -preguntó desconcertada, sin saber que su amiga lo sabía todo.
- Creo que habías perdido la esperanza.
- ¿Qué estás diciendo? Si lo dices por lo que hablamos el otro día… -ni siquiera había abierto la carta, con el papel en la mano estaba a la defensiva.
- Lo sé todo. No sé por qué lo haces, pero creo que has accedido a eso porque piensas que las cosas no van a cambiar.
- ¿Y tú? ¿No eras tú la que estaba tan enamorada de Boruto? -Sarada estaba perdiendo los papeles, había dejado la carta en una mesa y con su mano derecha señalaba a su amiga, como si la acusara de un crimen- porque ahora bien que te has tirado a los brazos de Mitsuki.
- Todos lo estábamos, pero todos sabíamos que no teníamos nada que hacer. Él solo ha tenido ojos para ti, ¿cómo has estado tan ciega? -Sumiré empezaba a llorar- yo solo he seguido mi vida y te he dejado vía libre.
- Yo también he seguido con mi vida.
- No me pienso ir de aquí hasta que leas lo que te he traído -Sumiré se ancló en la puerta que Sarada quería abrir y se cruzó de brazos, señalando con la mirada el dichoso papel que no había hecho más que dar vueltas por medio mundo.
Lo tomó entre sus manos y lo desdobló con cierta violencia, solo que a medida que iba leyendo el contenido su mal humor se iba transformando en algo que no sabía muy bien cómo describir. Se desplomó en el suelo, en el escalón de la entrada y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos como si hubieran estado reprimidas durante casi tres años.
Bueno, aquí dejo el capítulo, espero haber estado a la altura. Ya sabéis que me encanta leeros en comentarios.
¡Hasta la próxima!
