¡Hola de nuevo! Sé que tenía que haber subido hace un par de semanas, pero ahora mismo no tengo tiempo de nada. Estoy intentando sacar un ratito todos los días para continuar escribiendo y aquí vengo con un nuevo capítulo.

Algo raro se veía en el ambiente, como que su presencia muchas veces era silenciosa, pero su ausencia se notaba. Sarada se imaginaba que estaba tramando algo, así como Kawaki o Ada, pero Sumire empezó a entrar en pánico. Sus emociones pasaban por un absurdo vaivén por el cual tan pronto comprendía que su relación con Mitsuki no tenía sentido y que la discusión que tuvieron les separó definitivamente, como se paraba a pensar que fue injusta con él y que no le dio la oportunidad de explicarse ni de redimirse. Ese neuroticismo la llevaba al desastre en su día a día y el hecho de no saber nada de Mistuki en los últimos dos días le ponía más nerviosa todavía.

Esa duda que había entre ellos se empezaba a hacer abismal y en ese momento su mente le hacía resistirse a lo que su cuerpo le pedía a gritos. La ausencia se hacía eterna y, una buena mañana, creyó verlo por el laboratorio, paseando entre una sala y otra. Desde luego que no creyó simplemente verlo, sino que era evidente que lo vio. Era evidente que estaba ahí, porque trabajaba ahí de vez en cuando, colaboraba con algunas cosas y, además, empezaron a tener relación desde que empezó a trabajar ahí, en el mismo lugar que ella.

La única diferencia era que no iba a buscarla, que no se encontraban casualmente por los pasillos, ni coincidían a la entrada o a la salida del trabajo. Ella lo sabía y Amado, desde su aparente indiferencia parecía saber algo también. Trabajaban en silencio, leyendo los mismos datos una y otra vez, ya que no era capaz de retener su atención en un único punto.

- Kakei, estás distraída.

- Sí…-agachó la cabeza ante el reproche de su superior- no he dormido bien últimamente…

- ¿Pensando en el chico ese?

La tensión se hacía palpable. No quería decir nada y mucho menos hablar eso con su jefe. No solían hablar de muchas cosas personales, aunque, a veces, a Amado parecía gustarle desahogarse con ella, contándole cosas que parecen extremadamente personales, pero que hacía que la relación entre ellos fuera estrechándose cada vez más de una extraña manera.

- No hace falta que digas nada. Todos vemos cómo te evita.

- ¿Me evita?

Se echó para atrás en el asiento y se encendió un cigarro, llenando la habitación de un humo que no había terminado de desaparecer desde el anterior cigarro. Giró su silla y se puso frente a ella, en una posición inusualmente abierta para él.

- No quiero meterme donde no me llaman -Sumire sostenía el silencio ante la perplejidad que le causaba la conversación- pero es evidente que si antes te buscaba y ahora te evita es que ha pasado algo entre vosotros.

- Yo…

- Como sea, necesito que lo soluciones rápido -se volvió a sentar como lo hacía normalmente, mirando al frente y depositando la ceniza de su cigarro a medio consumir en un cenicero que rebosaba cenizas- tenemos mucho que hacer y no puedes seguir tan distraída.

La conversación había terminado, pero para Sumire solo era el principio de algo que parecía terrible. La peor noticia fue cuando por la tarde Ada le informó de que el equipo 7 estaría unos días fuera de Konoha para una misión de reconocimiento y que no tendría la oportunidad de solucionar aquello que se había estropeado de una manera tan ridícula. Y la distancia no hacía más que acrecentar su duda sobre si era ella quien tendría que resolver el problema o simplemente dejarlo pasar.

Intentó aferrarse a lo segundo y empezar a centrarse en su trabajo, en sí misma y en sus amigas. Salió con las chicas un par de veces e incluso Amado le felicitó por su buen trabajo en el laboratorio. Parecía como si se hubiese desenganchado de una droga que le estaba nublando el pensamiento, una neblina que no le dejaba andar con ligereza en un terreno conocido y eso no podía ser.

Pasó una semana desde que el equipo 7 se fue y ella había retomado su vida como de costumbre. Sin embargo, la cosa cambió cuando fue a tomar un café con Ada y apareció Sarada, inequívoca señal de que todo el grupo había regresado de la misión.

- ¿Cuándo has vuelto? -necesitaba saber si sus sospechas eran ciertas.

- Hace dos días, pero me quedé en casa haciendo el informe para el octavo.

Parecía confirmar lo que no quería oír, que Mitsuki sí que estaba ignorándola deliberadamente, con la única posible intención de cortar con ella y dejarla para siempre. Quería preguntarle a Sarada, pero tenía miedo de la respuesta que pudiera darle. Así que simplemente estuvo ausente toda la tarde, evitando hablar más de la cuenta para que no le preguntaran y, cuando tuvo la oportunidad, volvió a su casa, preguntándose por el camino si no había sido demasiado orgullosa con respecto a Mitsuki y si no se había dejado llevar por los consejos de sus amigas, que habían resultado ser inútiles para todo lo que ella estaba viviendo.

Al regresar a casa entró directamente en su habitación, ignorando cualquier cosa que hubiera a su alrededor, esperando que dentro de su casa estuviera la respuesta a sus problemas. Simplemente resultaba que todo lo que estaba pasando por su cabeza no era una historia que ella había exagerado desde su perspectiva y su dolor, sino que la verdad aquí era que realmente se estaban haciendo realidad sus peores pesadillas.

Estaban pasando los días, el equipo 7 pululaba por el laboratorio, especialmente Kawaki, a quien se le estaban haciendo pruebas especiales, pero por lo demás no pasaba nada y ese nada ponía muy nerviosa a Sumire, quien había vuelto a estar distraída en el trabajo. Lo peor llegó un día que Sarada apareció en la puerta del laboratorio a esperar que ella saliera para ir a dar un paseo. Ada las había llamado para ir a su casa, pero lo que la kunoichi quería era hablar con Sumire y, a ser posible, sonsacar algo de información.

- Oye, no te he preguntado nada desde que estuvimos en mi casa -empezó a decir con cierta dificultad, como si intentara hacer suyas unas palabras que eran de otro- ¿qué pasó con Mitsuki?

- Nada.

- ¿Cómo que nada? Es evidente que pasó algo, ya no parece que estéis juntos.

- Y no lo estamos.

- ¿Por qué?

- Se coló en mi casa y discutimos.

- Tiene sentido…¿lo habéis dejado?

- No, bueno -Sumire titubeó- no lo sé, le dije que se fuera y no he vuelto a saber nada de él, así que me imagino que sí, que lo hemos dejado.

- Qué raro, porque él es una persona muy clara, no le gusta dejar cosas a medias.

- Quizá entendió que no había nada a medias y ha dado por hecho que lo hemos dejado.

- No tiene mucho sentido, quizá ha enviado una señal de otro tipo. Quizá no quiere agobiarte…

A Sumire esa conversación le atraía y repelía a partes iguales, mientras quería saber qué había pasado con Mitsuki y esperaba que su compañera de equipo le diera algún tipo de pista, quería también olvidarse de él lo suficiente como para empezar a rehacer su vida. Sospechaba que sabía algo, pero su orgullo le había guardar silencio a ese respecto. El hecho de que saliera el tema del chico la desanimó para toda la tarde y no pudo más que volver a su casa esperando poder descansar para estar más centrada en el laboratorio al día siguiente.

Sin embargo, en contra de lo que había sido la semilla de la discusión y su ruptura con Mitsuki, sintió una gran decepción al llegar a la puerta de su casa y sentir que todo estaba como lo había dejado. Emitió un profundo suspiro, sin darse cuenta de que no estaba sola en el rellano. Una mujer mayor caminaba con dificultad hasta los buzones, abrió el suyo de manera aparatosa y al meter la mano sacó una ingente cantidad de publicidad que hizo que se pasara farfullando el resto del camino a su casa.

Llevaba semanas sin mirar el correo, así que quizá eso podría distraerla un tanto de sus emociones, que no hacían más que aferrarse a todo su ser. Hizo el mismo procedimiento que su vecina y, cuando metió la mano, pudo comprobar que ella también había recibido muchos panfletos publicitarios, pero había algo más. Entre todos esos papeles plastificados de colores vistosos había un sobre. Iba dirigido a ella, tenía un sello y es posible que llevara en su buzón semanas.

No ponía remitente, solo su nombre en el anverso del sobre. Según entró en su apartamento, tiró todos los panfletos publicitarios a la basura y dejó el sobre en la mesa mientras lo miraba desde la altura, intentando adivinar el contenido de ese misterio. Empezó a abrirlo con lentitud, el sonido del papel rasgándose parecía ir resolviendo poco el secretismo al que estaba sometido e, imaginándose de quién podía ser, sacó el papel, lo extendió en la superficie y suspiró antes de empezar a leer.

A medida que iba leyendo el sentimiento de vacío se iba transformando en un abanico de colores que tan pronto pasaba a la felicidad como al enfado. No es, sin embargo, menos importante el sentimiento de culpa que se le quedó después de haber terminado, así como la mortificación de no haber estado mirando el correo con más frecuencia, porque en ningún lugar de la carta daba algún tipo de pista de cuándo fue escrita. Ahora pensaba que ella había sido la mala de la película todo este tiempo, por no haber sabido ver una disculpa sincera a tiempo y, lo que es peor, quizá ya era demasiado tarde para tomar cartas en el asunto.

Quizá lo único que necesitaba era devolverle la disculpa al remitente y ser tan sincera como él lo había sido con ella. Por eso, a pesar de las horas volvió a salir de casa y se dirigió con paso ligero a la otra punta de Konoha, donde posiblemente había alguien esperándola. Las calles estaban oscuras y había mucha menos gente de lo normal. Cuando llegó a casa de Mitsuki, necesitó unos segundos para recobrar el aliento antes de llamar a la puerta. No hicieron falta más que escasos segundos para que Mitsuki, quien parecía estar esperando, abriera la puerta.

Ahí estaban los dos, mirándose a los ojos en silencio bajo el marco de la puerta, sosteniéndose las miradas en un pulso de culpa y de disculpa que no sabían cómo gestionar con palabras. Pudieron pasar segundos, minutos o incluso horas, que el tiempo se había congelado entre los dos y parecía que ambos temían descongelarlo.

- ¿Quieres pasar? -se aventuró a decir Mitsuki cuando recobró el sentido del tiempo que había estado parado bajo el quicio de la puerta de su propio apartamento.

Sumire no dijo nada, simplemente asintió y los dos caminaron hacia dentro del apartamento. Se sentaron en el borde de la cama y miraron al frente en silencio. Los dos estaban mirándose las manos formulando en su cabeza las palabras adecuadas para poder empezar a decir algo.

-Lo siento -sonó como un suspiro unísono en los labios de los dos, que no tenían más palabras que esas para empezar.

Pasaron largos segundos señalándose el uno al otro a modo de invitación para empezar a hablar, no queriendo ser ninguno de los dos el primero en empezar a justificarse. Por fin, Sumire cedió y empezó a hablar ella.

- Creo que fui demasiado estricta contigo, debí haber aceptado la primera disculpa. Lo siento si te he torturado mucho.

- No tienes que sentir nada.

- Pero tú no sabías que lo estabas haciendo mal. Yo solo me puse muy nerviosa y sentí que no tenía el control de la situación y…y…-no quería, pero su respiración estaba entrecortándose, las palabras se habían quedado atoradas en el pecho, flotando en una masa sin forma que no podía definirse de ninguna manera, pero que estaba ahí, oprimiéndole el alma.

- Está bien, de verdad. No me molesta.

- Tenía miedo de haberte perdido y que te hubieras enfadado de verdad, pensé que había sido una exagerada y ahora…

- Ahora estamos bien.

La brevedad de las palabras de Mitsuki ayudaban a tranquilizar a una Sumire que se había deshecho en lágrimas. Como un acto reflejo, se apoyó en su hombro, donde se dejó todas las lágrimas que había dentro de ella. No podía parar de llorar, de liberar la tensión que se había estado produciendo durante esas semanas de silencio y de incertidumbre y Mitsuki simplemente la dejaba.

La noche se había echado encima y solo había silencio entre ellos dos. Había pasado el brazo por encima del hombro de la chica mientras ella terminaba de ahogar sus últimas lágrimas silenciosas en la oscuridad.

- Es muy tarde, quizá debería acompañarte a casa -Mitsuki medía cada una de sus palabras con cierto miedo a la respuesta de Sumire.

- ¿Puedo quedarme a dormir? -un fino hilo de voz salía desde la cabeza de la chica que miraba continuamente el suelo.

- Claro.

Y esto es todo por hoy. Estoy intentando que los capítulos no se queden muy cortos. Como podéis imaginar, el final estará cerca, pero todavía quedan algunos capítulos. Por ahora estoy haciendo un esfuerzo por escribir a diario, aunque sea un poco ir avanzando para poder subir.

Para los que llevéis el manga al día como yo…ya sabéis que me he desviado un poco del tema ja,ja,ja pero creo que no me estoy desviando mucho con los personajes ¿qué pensáis?

¡Nos leemos pronto!