1 año y 4 meses después de partir
Un atraso simple, un problema que tarda, pero se puede resolver. Grant siempre fue un hombre de acción, un experto en resolución de problemas, como decía él. Pero los meses que pasaban sin regreso, sin contacto, hacían dudar a Beth; le hacían pensar que quizás sí hubo un problema que Grant no pudo resolver.
—Sí, sí, señorita, sé que puede haber atrasos, pero ya han pasado meses y el Tulpar no ha regresado —Beth caminaba de un lado a otro, hablando por celular—. Se supone que no serían más de 382 días; eso es un año y 17 días. Ya han pasado 4 meses desde el día que debió regresar; sus viajes nunca se han retrasado tanto.
—Estamos haciendo lo posible por contactarlo, señora Curly. Le pedimos paciencia.
—Es exactamente lo que me dijeron hace un mes y el anterior. ¿Cuánto más debo esperar? —La angustia carcomía a Beth; la incertidumbre crecía y no la podía parar—. Sé que quizás no está en sus manos, pero entienda mi preocupación.
—Comprendo, señora, pero confíe en nosotros; le reitero: hacemos lo que está en nuestras manos.
Beth cerró los ojos y apretó los labios con fuerza. Recordó la conversación que tuvo con Grant antes de partir. Si algo había sucedido, Pony Express no se tomaría la molestia de involucrarse como siempre; todo lo dejaría en manos de sus empleados y de su eficiente capitán. Aunque esperaba, muy en su interior, equivocarse.
—Voy a tratar —dijo, finalmente, para colgar.
Beth no vivía el sufrimiento sola. Grant no solo era apreciado por sus compañeros de trabajo, sino también por su familia, especialmente por su gemelo David y su madre, Martha, quien sufría casi a la par la angustia de su nuera. Beth sabía que la incertidumbre de su suegra era inmensa, comparada con la de ella.
—¿Qué sucedió? —preguntó Martha, preocupada al notar la triste expresión de Beth—. ¿Lo mismo del mes pasado?
Beth asintió, aguantando las lágrimas. Martha le tenía un cariño especial a Beth; su experiencia de casada y su agudo instinto femenino le permitieron notar al instante que Grant había escogido bien a su compañera de vida.
Beth se sentó en el sofá, al lado de Martha, sin pronunciar una palabra; sabía que si separaba los labios, al menos un poco, soltaría el llanto, y ya sus ojos no podían más. Martha se pegó más a ella y la cubrió con su brazo, atrayéndola hacia sí y dando el consuelo que Beth no pedía con palabras.
—Tengo miedo —susurró Beth, tan bajo, pero con un intenso sentimiento, soltando algunas lágrimas.
—Tranquila, mi niña. Estoy segura de que todo estará bien; él regresará, ya lo verás —dijo acariciando suavemente su cabeza de forma maternal.
2 años después de partir
Se habían cumplido dos años desde que Grant había partido. El miedo de Beth se volvió una constante en su vida; la situación empeoró cuando las llamadas ya no eran respondidas por la empresa y cuando se dirigió al lugar y supo que Pony Express ya no existía. El miedo de haberlo perdido para siempre se hizo un sitio cómodo para vivir en su interior.
—Podemos hablar; tengo algo importante que decirte —David llegó al café buscando a Beth. Ella dejó lo que hacía; parecía algo importante.
—Vamos a la oficina —pidió, dirigiéndose apresurada al sitio. Una vez adentro, cerró la puerta para asegurarse de que nadie escuchara—. ¿Qué sucede? —preguntó, aunque ella ya sabía.
—La empresa para la que trabajo absorbió a Pony Express.
La cara de Beth se iluminó.
—Eso… eso es bueno, ¿no? Significa que ellos podrían buscar el Tulpar.
La expresión dudosa de David no le dio el alivio que creía.
—¿Verdad? —insistió, esperando escuchar una palabra de esperanza.
—No podría darte seguridad de ello.
—Pero el Tulpar sigue siendo un activo, sigue siendo importante; tienen que recuperarlo.
—Ya a estas alturas lo darán por perdido, Beth.
—Entonces, ¿solo has venido aquí a matar mi esperanza?
—No, Beth; yo lo último que quiero es hacer eso, pero debemos ser realistas.
—¿¡Realistas!? —Beth se cansó de controlar su enojo—. ¡Si recuerdas que es tu hermano el que está desaparecido en el espacio!
—Lo sé, Beth, y créeme, también estoy preocupado.
—Entonces haz algo —pidió, desesperada.
—¿Qué quieres que haga, Beth?
—¡Lo que sea! No me importa; haz lo que sea para traerlo de vuelta.
—No es tan simple, Beth. Incluso si lo intentara, la empresa no invertiría en una búsqueda cuando saben que puede ser una pérdida importante de dinero.
—¿¡Y qué diablos importa eso!? —se quejó, repudiando el argumento de su cuñado—. ¡Son seres humanos que están perdidos en el espacio, con vidas y familias que los están esperando en la Tierra!
—Beth, sé realista —reiteró—. Ni siquiera sabemos si están perdidos.
Beth quedó quieta un instante, mirándolo en silencio. La esperanza que albergaba de reencontrarse con Grant no le permitió contemplar el punto de vista indirecto que acababa de plantear David. Su esposo podría estar muerto.
—No, David, tú me dijiste hace unos meses de unas… unas —comenzó a recordar con voz temblorosa y algunas lágrimas—. Él podría estar en criostasis, esperando por alguien.
—Es solo una posibilidad, pero ¿quién tiene la certeza? —habló pesimista, inundando a Beth de más desesperación.
—Podrías intentarlo, al menos.
—¿Qué quieres de mí, Beth? —se quejó David.
—¡Que busques a tu hermano, maldición!
—¿Y crees que es así de simple? ¿Quieres que suba a una nave y comience a buscar en todo el espacio? —David se dejó dominar por la rabia al ver que Beth no razonaba.
—¡Pues sí! ¡Sí! ¡Esa sería una excelente idea, mejor que quedarse aquí sin hacer nada! —gritó, envuelta en llanto; ya no lo soportaba. Beth se miró las manos temblorosas; sentía que no podía respirar.
David se alarmó de verla en ese estado y calmó su propia agitación. El conflicto no era un denominador común entre ellos; su relación siempre fue buena. Beth lo veía como a un hermano, y él sabía que la situación la ponía sensible y no podría juzgarla, así como tampoco lo hacía con su madre.
—Yo… no sé qué hacer —dijo Beth entre sollozos cortados—. Ya no sé qué hacer.
David se acercó a ella y la abrazó con fuerza. Cuando amas, alguien se vuelve una pieza en tu rompecabezas; si una pieza falta, no vuelves a ser el mismo. David podía notarlo con Beth y hasta consigo mismo.
—Lo siento mucho, Beth; sé que tanto tú como mamá y yo lo que más deseamos, además de su regreso, es que, donde sea que esté, se encuentre bien.
20 años después. 2 horas después en la clínica, tras el reencuentro
—Ah, ya despertaste —David movió las cortinas de una de las camillas en la sección de emergencia.
Beth permanecía sentada en silencio a la orilla de la camilla, mirando hacia el suelo, con los labios cerrados, pero la mente agitada.
—Las enfermeras te suministraron un calmante; quizás te sientas un poco aletargada —explicó David, sentándose en un banquito de metal al lado de la camilla.
Beth parecía imbuida en sí misma; era como si ninguna palabra fuera suficiente para expresar lo que sentía. David la miraba en silencio; aludir a la calma rayaba en lo ridículo. ¿Qué se le podría decir a una persona que se enfrenta a una imagen tan cruel como inesperada?
—Esperé —pronunció Beth, por fin, sin perder la vista hacia la nada—. Esperé tanto este momento: veinte años pasaron; él al fin está de vuelta, se supone que debería estar feliz —expresó como un susurro melancólico.
David solo se limitaba a escucharla.
—Me imaginé miles de veces cómo sería este momento: lo besaría, lo abrazaría; iríamos a casa y luego nos acostaríamos en la parte trasera de su camioneta a conversar y observar las estrellas.
Beth visualizaba en su mente cada imagen de la fantasía que había construido tras la ausencia de Grant, pero su fantasía se desmoronaba al recordar la escena en aquella habitación. Esa era la realidad: una dolorosa que luchaba por aceptar.
—Sé que es duro, Beth; también me duele ver a mi hermano así, pero quiero concentrarme en el hecho de que al menos está vivo —David hizo su mejor esfuerzo por alentarla.
Beth tensó la mandíbula con desagrado; vivo, pero ¿a qué costo? pensaba.
—No imagino lo que debe sentir: sufrimiento, miedo. No es justo para él; no es justo para nadie —Beth hizo una pausa que duró menos de unos segundos—. Tu madre tenía razón, David.
A David le atrapó la curiosa afirmación. Beth decidió mirar a su cuñado; sus ojos, cargados de una tristeza inmensurable, conmovieron a David, pero no lo prepararon para lo que ella le diría.
—Esto es mi culpa.
Hola, traigo el tercer capitulo, solo un poco mas largo que el anterior
Notaran que la historia ira teniendo saltos temporales, algo parecido al juego, pero no tanto, esto será con la intención de que puedan conocer mas la historia de Beth y Grant y como lo que sucedido afecto sus vidas, lo que es el punto principal de la historia
Trato de hacer lo posible para avanzar, si desean que continúe háganmelo saber en la sección de comentarios
Muchas gracias por leer :)
