En la sala, Beth pudo ver a la familia de Grant reunida. No eran muchas personas, pero sí suficientes para crear un ambiente animado. Todos conversaban y reían felices, llenando el espacio de alegría. Beth se sintió un poco nerviosa, pero también emocionada al formar parte de ese momento tan especial.

—¡Familia! —entonó Grant con firmeza, y todos se volvieron hacia él—. Esta es Beth, una querida amiga —dijo con un tono alegre—. Beth, esta es mi familia.

Beth sintió que sus manos temblaban; hacía mucho tiempo que no asistía a una reunión.

De repente, una mujer mayor se acercó a ella y le tomó las manos.

—Oh —suspiró—, no sabes cuánto me alegra conocerte por fin. Grant tiene razón, eres hermosa.

Beth se quedó sin palabras; no sabía si su sorpresa se debía al halago inesperado de la señora o de quien provino inicialmente. Grant, por su parte, no pudo ocultar su vergüenza.

—Beth, ella es mi madre, Martha. Es... experta en indiscreción —dijo Grant, un tanto avergonzado.

Martha le dio un golpecito en el brazo.

—¡Auch! Y también en boxeo —bromeó Grant, mientras se frotaba el brazo.

—Es un placer conocerla —respondió Beth, sonriendo con gentileza.

—Mi querido Grant me ha hablado mucho de ti… Lamento lo de tu abuelo —dijo Martha con sinceridad.

Beth asintió, esbozando una sonrisa comprensiva.

—Oh, ¿y qué es eso? —preguntó Martha, fijándose en la tarta.

—Es una tarta; Beth la preparó para nosotros —respondió Grant con entusiasmo.

—¡Qué dulce! Estoy segura de que debe estar deliciosa —dijo Martha, quitándole la tarta a Grant de las manos.

—Es deliciosa —intervino Grant.

—¿Y tú cómo lo sabes? Ni siquiera te gustan los dulces —le respondió Martha, desafiándolo con una mirada divertida.

Beth levantó las cejas, sorprendida.

—Ah, ¿sí? No lo sabía —dijo, mirando a Grant, quien desvió la mirada, algo apenado.

—Vamos, Beth, te presentaré a otros miembros de mi familia antes de que me sigan dejando en evidencia —dijo Grant, conduciéndola hacia otro lado—. Este es mi hermano David; ya lo conociste en la entrada.

—Lamento lo de hace un momento. Grant no me dijo que esperábamos a alguien —se disculpó David, con un aire amistoso.

—Era una sorpresa —se excusó Grant, encogiéndose de hombros.

—No te preocupes, él tampoco me mencionó que tenía un hermano gemelo. Igualmente, es un placer conocerte —respondió Beth, con un tono gentil.

—La gente dice que nos parecemos, pero obviamente, yo soy más guapo —bromeó Grant, poniendo una mano en la cadera y haciendo una pose de galán, lo que provocó una risa en Beth.

—Huye mientras puedas —dijo David en un tono serio, aunque sus ojos brillaban con un dejo de broma.

Grant continuó presentando al resto de la familia, entre tíos y primos, y cada uno trató a Beth como si la conocieran de toda la vida.

Sentados a la mesa, todos hablaban animadamente sobre sus vidas y sus sueños para el futuro, y Beth no se quedó fuera de la conversación. La familia de Grant mostró un gran interés en ella; su emoción era evidente al conocer a la hermosa chica de la que tanto había hablado Grant. Beth experimentó un ambiente lleno de amor, algo que había tenido alguna vez con su abuelo y su madre, pero que creía que no volvería a sentir.

Casi a medianoche, Grant le pidió a Beth que saliera al patio. Le puso uno de sus abrigos y juntos se sentaron en la parte trasera de su camioneta. Ambos miraban las estrellas mientras esperaban a que el tío John preparara los fuegos artificiales para recibir el Año Nuevo.

—Entonces… no te gustan los dulces —dijo Beth, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos, mientras giraba la cabeza para mirar a Grant con una ceja levantada.

—Creí que ya habías olvidado eso —se quejó Grant, tapando su rostro con una mano, avergonzado.

Beth soltó una risita, divertida por su incomodidad.

—Por supuesto que no... Grant, te ofrecí un trozo de tarta de calabaza aquella vez y te la comiste.

—Así es —asintió él, encogiéndose de hombros, con una sonrisa tímida.

—Y te he invitado galletas y postres que he preparado… y los has comido- señalo con un tono juzgador.

—Así es.

Ella lo miró fijamente, inclinando un poco la cabeza.

—¿Por qué? ¿Por qué comerías algo que no te gusta? —pregunto creciente curiosidad.

Grant suspiró, levantando la vista hacia las estrellas por un momento antes de responder.

—Me ofreciste todo de buena voluntad y me pareció descortés no aceptarlo. — contexto volviendo a ella— Sentí que estaría rechazando tu esfuerzo —agregó, un tanto serio, con sinceridad en su voz.

Beth se sintió conmovida por su respuesta, su corazón se calentó al escuchar sus palabras.

—Tu madre te crió bien… Pero aun así, si lo hubieras rechazado, no me habría molestado —dijo, suavizando su expresión.

—Lo hice la primera vez. — aclaro Grant— pero insististe y yo creí que cometería un delito capital si no aceptaba —bromeó.

—No exageres —replicó Beth entre risas, divertida por su dramatismo—. Muy bien, ya lo tengo en cuenta: serán sándwiches y enrollados para la próxima vez.

—Eso sí me encanta —respondió Grant con gran entusiasmo.

Ambos rieron un momento antes de regresar a contemplar el cielo estrellado. Aunque no lo pareciera, ambos experimentaban una mezcla de ansias y nervios al estar uno al lado del otro. Sin embargo, para ninguno de los dos era una sensación negativa; ambos disfrutaban de esas emociones.

Grant pasó de admirar las estrellas a centrarse en Beth por un instante, cautivado por su belleza.

—El cielo está hermoso esta noche —comentó Beth, sin apartar la vista del cielo estrellado.

—Sí —respondió Grant suavemente, ensimismado en ella— lo está.

—Grant —dijo ella, con la mirada fija en el cielo—, ¿cómo es viajar al espacio?

La pregunta hizo que Grant volviera a la realidad.

—Bueno… al principio es emocionante, y luego creo que te acostumbras.

—¿Y cómo es? ¿Cómo luce? —insistió Beth, interesada.

—Es tal cual como lo muestran en los libros y en los videos —dijo en un tono alegre—. La verdad, es vasto y frío, lleno de misterios y peligros.

—¿No te asusta?

—Tal vez sí, si estuviera solo. Pero entre las responsabilidades y mis compañeros, es como un viaje familiar —bromeó.

—Debe ser maravilloso —pronunció Beth, embelesada al imaginar los confines del espacio.

—¿Y… cómo te has sentido hoy? —preguntó Grant, cambiando el tema—. Espero que mi loca familia no te haya abrumado con todas sus preguntas.

—Para nada. De hecho, estar aquí contigo, rodeada de tu familia, me ha dado una sensación de calidez que no había sentido en mucho tiempo. Tu familia es maravillosa, Grant… y tu madre es muy amorosa. —dijo, con una expresión de genuino aprecio en su rostro.

—Sí, lo es, pero no la hagas enojar —bromeó Grant, fingiendo preocupación. Luego miró su reloj; ya casi marcaban las doce—. Bueno, el año está a punto de terminar.

—¿Algunas palabras? —preguntó Beth con curiosidad.

Grant meditó por un momento, con una expresión seria pero reflexiva.

—La verdad es que sí. Quería decir que lo peor que me ha pasado fue que cerraran mi café favorito, pero —remarcó la palabra con énfasis— gracias a ello, pude encontrarte. —Hizo una pequeña pausa—. Lo mejor que me ha pasado fue haberte conocido, Beth.

Las palabras dulces de Grant dejaron a Beth sin aliento, incapaz de ocultar su sorpresa. El impacto de su confesión la dejó momentáneamente sin palabras.

Antes de que pudiera responder, escucharon el conteo regresivo de la familia Curly que comenzaba a resonar a su alrededor. Ella bajó la mirada con timidez.

—Deberíamos —pronunció prácticamente en un susurro—, pedir un deseo para el año nue—

Beth sintió por primera vez el sabor de los labios de Grant. Para un hombre que decía no gustar de los dulces, sus labios destilaban el almíbar más delicioso que cualquiera de los postres que había preparado jamás. En ese instante, los fuegos artificiales comenzaron a iluminar el cielo; el nuevo año había llegado. Grant se separó de sus labios y la miró fijamente a los ojos, sosteniéndola delicadamente por la barbilla.

—Lo único que deseo para este año nuevo eres tú, Beth —declaró con una voz profunda y sincera.

Beth sintió que su corazón palpitaba con fuerza, cada latido resonando en su pecho como si se uniera a la sinfonía del espectáculo que se desarrollaba en el cielo. Era como si el tiempo se hubiera detenido, y el mundo exterior se desvaneciera, dejando solo a ellos dos en esa atmósfera mágica. Para Beth, ese definitivamente sería un feliz año nuevo.


Ahora si, se viene el drama fuerte.

Muchas gracias por leer.