Grant, congelado, miraba con horror la escena. Anya lo observaba con sus ojos apagados y una ligera sonrisa en el rostro.

—¿No es hermoso? —pronunció con dulzura—. Es idéntico a usted.

El cuerpo de Grant comenzó a temblar. El llanto del bebé, la imagen frente a él, el rostro de su antigua compañera… Todo constituía un espectáculo de horror.

—¿No es curioso cómo funciona la vida, capitán? —dijo, volviendo la mirada hacia lo que sostenía—. Yo no pude tener a mi bebé en brazos, y usted tampoco.

Anya comenzó a arrullar la pequeña masa de tejido en sus manos. Grant, atrapado en la estupefacción, solo era un testigo silencioso de aquello.

—Nunca estuvo para sus primeros pasos —prosiguió Anya—, ni para sus primeras palabras, tampoco para llevarlo a la escuela o cantar en su cumpleaños. Nunca estuvo para consolarlo en sus momentos difíciles. Nunca pudo hacer nada por él, así como nunca pudo hacer nada por mí.

Grant, con lágrimas en los ojos, se desmoronó en el suelo junto a ella, luego la tomó por el rostro con delicadeza.

—Anya, perdóname, perdóname, perdóname —rogaba una y otra vez.

—No hay nada que perdonar, capitán Curly. Ya es tarde, para mí y para usted —sentencio ella.

Curly sintió su cuerpo arder. Observó cómo, poco a poco, sus manos se envolvían en llamas. Se apartó de Anya para no lastimarla. El miedo crecía a medida que el fuego ascendía por sus antebrazos, alcanzando su cuello y continuando hacia su torso. Las llamas que lo consumían desde adentro no eran más que la culpa que sentía; eran llamas intensas que ardían como el mismo sol.

Beth, que dormía en el pequeño sofá cerca de él, se despertó escuchando lamentos desesperados. Se levantó de golpe y se acercó a Grant, quien agitaba su cabeza de un lado a otro y, con su voz ronca, pronunciaba el nombre de Anya, pidiendo perdón una y otra vez. Beth le sostuvo el rostro, buscando consolarlo.

—Tranquilo, tranquilo, estoy aquí —dijo, acariciando suavemente su mejilla.

Grant abrió su ojo, pareciendo estar en un estado de trance. Su cuerpo temblaba.

—Solo fue una pesadilla, cariño. Estoy aquí, todo está bien —le susurró, intentando infundirle calma.

Él llevó su ojo lloroso hacia ella, viéndola como si fuera Anya reflejada en su rostro.

—Perdóname —pronunció, aferrándose a ella entre sollozos, buscando en su abrazo un refugio.

Beth se sorprendió; tanto tiempo había pasado sin sentir un abrazo de Grant. Sin dudarlo, correspondió al abrazo, aun sabiendo que no era a quien él pensaba abrazar. ¿Quién sería esa mujer de la que Grant buscaba desesperadamente su perdón? Sea quien fuera, era parte de los pensamientos que le atormentaban.

Dos semanas después

Desde ese día, el capitán se sumió nuevamente en su silencio. Beth decidió no presionarle. Pensó en aquellas palabras como un pequeño primer paso; sabía que, a su tiempo, después de ese momento, vendrían muchas más.

Pasadas dos semanas, el doctor aprobó el uso de las prótesis. Grant apenas comenzaba a utilizarlas, y los fisioterapeutas le ayudaban a adaptarse con paciencia. Poco a poco, había logrado controlar sus brazos; ya podía comer solo, escribir algunas palabras y sujetar objetos ligeros, aunque en ocasiones necesitaba un poco de supervisión.

Beth lo observaba desde lejos, pensativa, mientras Grant realizaba sus terapias. Ella cuestionaba lo que había sucedido en la nave hace veinte años. ¿Qué tan grande había sido la calamidad para marcar tanto a su esposo? Para Beth, había algo más que el sufrimiento de estar postrado en una cama, envuelto en agonía; sentía que había algo más oscuro que era el causante de sus pesadillas.

—Hey, buenos días —dijo David mientras se acercaba a ella y se sentaba a su lado.

—Hola, David, Buenos días —saludó ella, regalándole una sonrisa.

—¿Cómo va? —preguntó, inclinando la cabeza hacia adelante, refiriéndose al avance de Grant, que hacía terapia a lo lejos. Ambos lo observaban con atención.

—Bueno, se ha ido adaptando poco a poco, así que supongo que bien —respondió Beth, con un ligero suspiro de alivio, sintiendo un pequeño rayo de esperanza en sus palabras.

—Y tú, ¿cómo estás? —preguntó David, girando ligeramente su cuerpo hacia ella, mostrando interés genuino.

Beth solo se encogió de hombros, dejando escapar una risita suave mientras dibujaba una media sonrisa en su rostro, como si intentara ocultar un mar de emociones. Era una pregunta que hace mucho tiempo no sabía cómo responder. David la miró, comprendiendo su silenciosa lucha, y le devolvió una sonrisa cálida, tratando de ofrecerle algo de consuelo.

—Y... ¿qué hay sobre el otro asunto? —David cambio el tema— ¿Ha mostrado algún avance después de aquel día? ¿Te ha dicho algo más? —preguntó, mirándola con curiosidad, y con una expresión serena pero interesada.

—La verdad, no. Al menos no a mí directamente —respondió Beth, girando la mirada hacia el suelo.

—¿Qué quieres decir? —inquirió David, frunciendo el ceño ligeramente mientras se inclinaba un poco hacia ella, como si quisiera captar cada palabra.

—A veces habla en las noches, entre sueños... —dijo Beth, con su voz envolviéndose en un susurro. Luego tomó una respiración profunda y continuó—. De hecho, quería preguntarte algo.

—Adelante —animo David.

—¿Quién es Anya? —preguntó Beth, con sus ojos fijos en él, buscando respuestas mientras un nervio sutil peregrinaba por su abdomen.

David no pareció sorprendido por la pregunta. Su rostro se mantuvo sereno, pero una sombra de comprensión cruzó sus ojos. Miró al frente por un momento, como si sopesara sus pensamientos antes de responder.

—Anya —dijo David, sumido en sus pensamientos—. Anya era la enfermera del Tulpar… ¿por qué?

—El día que le conté a Grant sobre Ben, esa noche tuvo una crisis. No paraba de mencionar ese nombre, parecía atormentado —respondió Beth, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda mientras rememoraba aquella noche angustiante.

—Imagino lo difícil que debe ser para él lidiar con la muerte de sus compañeros, especialmente con la muerte de ella —comentó David, con un tono grave reflejando la seriedad del asunto.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Beth intrigada.

—Anya estaba embarazada —respondió David, sintiendo el peso de la revelación en su pecho.

—Dios mío… —pronunció Beth, sorprendida, cubriéndose la boca con la mano como si intentara contener el horror que crecía en su interior.

—Si mi hermano lo sabía —dijo David, mirando hacia Grant, que continuaba su terapia—. Entonces comprendo su tormento.

Se hizo un silencio entre ambos, una atmósfera densa en la que las palabras parecían faltar. Beth entendió la difícil posición de Grant y la magnitud de las culpas que cargaba sobre sus hombros. Personas inocentes que dependían de él habían perdido la vida sin que él pudiera evitarlo.

Años de experiencia, años de responsabilidad y cumplimiento intachable se habían visto manchados por ese terrible suceso. La tristeza y la empatía inundaron el aire a su alrededor, y por un momento, ambos compartieron un entendimiento silencioso sobre el dolor que Grant anidaba en su corazón.

—Anya, Daisuke, Swansea, hasta Jimmy confiaban en él, y no pudo hacer nada por ellos —prosiguió David—. Imagino lo frustrado que debe sentirse —dijo David, su voz cargada de empatía.

—¿Jimmy? —pronunció Beth, extrañada. Luego, llevó la mano a su pecho, sintiéndose un poco abrumada—. Había olvidado por completo que Jimmy estaba con él.

—Sí, su cadáver fue hallado cerca de la cápsula donde estaba Grant. Al parecer, él fue quien lo puso dentro… fue quien le salvó la vida —explicó David.

—Al final demostró ser un buen amigo… —murmuró Beth—. Siento pena por él, a pesar de que no me caía bien. Nadie merece terminar así —habló con pesar, sus ojos reflejaron una mezcla de compasión y tristeza—. Supongo que no era un mal tipo después de todo —concluyó.

—Aún no lo sabemos —dijo David, con un ligero movimiento de cabeza—. Recuerda que todavía están investigando sobre el accidente, y uno de ellos debe ser el responsable.

—¿Crees que Jimmy tuvo algo que ver? —preguntó Beth intrigada.

—No puedo asegurar nada, pero era su copiloto y la segunda persona con acceso a la cabina. Además, Grant le tenía confianza, así que muchas conclusiones se pueden sacar de allí —respondió David con una mirada seria y contemplativa.

Beth meditó sobre la suposición de David, sintiendo que la inquietud se instalaba en su pecho. Las sospechas de que, en efecto, algo más oscuro había ocurrido comenzaban a tomar forma en su mente. Pero, ¿qué propósito tendría Jimmy, o cualquiera de ellos, para hacerlo? La confusión y la incertidumbre pesaban en sus pensamientos mientras miraba expectante hacia la nada, como si esperara que las respuestas emergieran de las sombras.

—No creo que nadie sea capaz de hacer algo tan horrible como eso, ni siquiera el mismo Jimmy —dijo Beth, sacudiendo la cabeza, como si intentara despejar su mente de pensamientos oscuros.

—Bueno, sea como sea, por el momento la verdad de lo que ocurrió la tiene Grant. Lo demás lo determinará la investigación —respondió David, intentando ofrecer un rayo de esperanza en medio de la confusión.

Beth cuestionaba la causa que empujaría a alguien a tomar la decisión de acabar con todo, sin importar el daño que generaría. Pero, cualquiera que fuera la razón, para ella era inconcebible.

—Y supongo que lo descubriremos pronto, especialmente porque ya ha llegado a los medios —dijo David, con tranquilidad en su voz.

—¿Desde cuándo? —preguntó Beth, preocupada, fijando sus ojos en él con el ceño fruncido—. ¿Y por qué no me lo has dicho?

—Hace cuatro días —reveló David, con voz seria—. Lo lamento, es que estabas tan enfocada en la recuperación de Grant que no quería preocuparte con eso.

A medida que las palabras de David se asentaron, Beth sintió que la preocupación crecía en su interior. Se llevó una mano a la frente, tratando de procesar todo lo que estaba sucediendo.

—¿Sabes lo que eso significa?, ¿verdad? —dijo ella, con una clara expresión de preocupación.

—Sí, lo sé —respondió David con firmeza, posando su mano sobre la de ella y apretándola suavemente—. Tranquila, estaremos preparados.

Beth se sintió reconfortada por el gesto y la determinación en la voz de David, aunque la inquietud seguía surgiendo como una sombra detrás de sus pensamientos.


Aun sigo acá, ¿ustedes también? como dice en mi Bio siempre que comienzo una historia la termino, así que descuiden solo queden atentos que habrá más.

Muchas gracias por leer.