Le habían dicho que era un gran honor, que no todas las hadas tenían el placer de llegar a los dominios de los dragones. Pero que él era fuerte, valiente y vigoroso, cualidades que apreciaban los dragones, sería respetado y escuchado en el pueblo.

Le susurraron durante días al oído, que el rey dragón ni siquiera le dirigiría una mirada, que su corte serían quiénes lo recibirán y con quiénes realmente trataría todo el viaje.

Escuchó rumores de que los dragones eran fríos, calculadores, y altamente mortales, afines a sus sentimientos, sus deseos y sus placeres.

Entonces, Izuku estaba realmente molesto y confundido en partes iguales en estos momentos. Tenía al rey dragón, un hombre de puros músculos, de dos metros de alto, junto con cuernos, cola y alas negras saliendo de su figura humanoide, completamente acurrucado en su pecho.

Izuku estaba emocionado por ser el nuevo embajador entre su reino de hadas y el reino de los dragones. Lo prepararon durante mucho tiempo para poder hablar la lengua draconiana que es muy diferente a su lengua élfica. Aprendió todo lo que pudo sobre los dragones, sus comportamientos y costumbres.

Por lo tanto el pecoso estaba muy consciente que la manera en que el rey dragón Katsuki Bakugo se estaba retorciendo contra su pecho mientras ronroneaba, perfumandolo con su aroma, era el saludo tradicional entre parejas que tenían largo tiempo sin verse.

El problema era que hasta hace unos minutos, izuku jamás había visto al rey de los dragones, ni siquiera en pinturas.

-Oye Bakubro, creo que deberías soltarlo.

-Es cierto, lo estás asustando.

El hada pecosa estaba en medio del salón del trono del castillo de los dragones rodeado de la supuesta corte con la que iba solamente a tratar. Pero un dragón rojo llamado Eijiro, insistió en que era de buena fe y cortesía, de parte del rey, aunque sea saludarlo.

Y aquí estaba, siendo abrazado aún más fuerte por el enorme medio dragón arrodillado frente suyo, mientras el ronroneo aumentaba de volumen.

-Compañero... Al fin te encuentro~

Y es que Katsuki era un ser tan afín con su mítica magia que estaba conectado a sus otras versiones en los diferentes universos existentes.

Había mundos parecidos al suyo, llenos de magia y de vegetación, otras versiones en esos mundos parecidas a simples humanos.

Otros mundos eran tan extraños para él, paisajes llenos de estructuras altas y brillantes, sin lugar a la vegetación.

Algunos mundos eran tan extraños que ni siquiera él podía llegar a entenderlos.

Pero lo que sí podía ver, es que en todos esos mundos, su versión, el otro Katsuki, siempre estaba acompañado de un ser hermoso, con rizos y ojos tan verdes como las hojas de los altos árboles. Una criatura con su cuerpo lleno de pequeñas estrellas marrones. Supo que esa criatura era su compañero, el ser que el universo creó solo para él.

Y había estado toda su vida buscándolo en su propio mundo. A veces con más ahínco que otras. Siempre pendiente de ver una cabellera verde y rizada.

Así que cuando vio entrar por las puertas de su salón al hada embajador, su corazón se detuvo. ¡Era una cosita tan delicada y agraciada! Con un cuerpo delgado pero fuerte. Un macho con belleza. A Katsuki le faltó tiempo y aire para llegar a los brazos de su compañero.

Que el hada no supiera absolutamente nada de esto no era impedimento para sus instintos de dragón que le gritaban que marcará, cuidara, montara, preñara y amara a esta hada. No necesariamente en ese orden.

Lo primero sería conseguir el nombre de su pareja.