Sinopsis:

Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.


(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)

Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.


(Damon POV)

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Frené el auto en la entrada de Mystic. Busqué a mí alrededor para asegurarme que traía todo, ¿ropa innecesariamente nueva? Sí, ¿mi celular? Sí, ¿el maldito libro que me metió en tantos problemas? Sí, ¿Valentía para enfrentarme a mi realidad? No.

—Bueno, no porque te quedes aquí, se van a solucionar las cosas.

Arranqué el auto y conduje hacia la casa, por la hora que era, me imaginaba que mi hermano ya estaba fuera del instituto, y si tenía buena suerte, estaría con Elena.

—Maldita sea —susurré mientras estacionaba afuera, Stefan abrió la puerta y se recargó dándome una mirada de disgusto.

—Hola, hermano —le saludé bajándome del auto, caminé hasta el maletero y saqué el bolso con ropa nueva.

—Creí que tu idea era ayudar a salvar a Elena —dijo entre dientes. —Si querías dártelas de diva e irte a comprar ropa, solo lo hubieras dicho.

—Tuve que comprarla porque se me cruzaron un par de problemas —gruñí empujándolo y entrando a la casa. Lancé mi maleta a un lado del sofá, escuché a Stefan siguiendo mis pasos.

—Oh, ¿se te cruzaron unos problemas? —asentí levantando la botella de bourbon que tenía en mi mano. —¿Y esos problemas tenían buenas piernas?

Sonreí recordando la habitación en ese pueblo en el medio de la nada, donde la morena con cara de blanca nieves estaba usando el pijama que dejaba ver sus piernas.

—Solo una —sonreí dejándome caer en el Sofá.

—¿De verdad, Damon? ¿Por eso te tardaste tanto? ¡¿Sabes cuantas cosas han pasado desde que te fuiste?!

Me encogí de hombros dándole un trago a la botella, había detalles que Stefan no debía saber. —Un jodido libro, Damon. ¿Eso te tomó un mes?

—Sí, Stefan —le respondí enfadado. Por esta razón, mi camino de más de 40 horas, se convirtió en casi 5 días, mi mente se sentía cansada y sin ganas de enfrentarse a esto.—No fue sencillo.

Suspiré recordando el jodido juego del gato y el ratón que estuve jugando todo este tiempo con esa cosa de no más de ¿500? Paginas.

—No me jodas —se quejó. —A ver, Bonnie te dio una pista de donde estaba…

—Dijo dónde podría estar —rodé los ojos. —No me dijo exactamente dónde.

—Por eso te enviamos a ti, hermano —Stefan se sentó a mi lado. —Se supone que tú lo ibas a conseguir más fácil, porque eres…

Se quedó callado, levanté una ceja mientras lo miraba, retándolo con mis ojos a que terminara esa frase. Sabía lo que diría, soy un mentiroso, manipulador, asesino, que consigue todo lo que quiere, pero no me importa, gracias a eso he podido sobrevivir todos estos años.

—Porque soy… ¿qué?

—Porque eres... Damon. —dijo bajando la voz, casi sonando tímido. —Te enviamos a ti, porque sabíamos eras el único que podía encontrarlo rápido.

—Pues lamento decepcionarte —lo miré soltando un suspiro profundo, —como siempre.

—No lo hiciste —me dijo sonriendo, su mano se posó en mi hombro dándome un apretón que se sintió reconfortante. —Lo tenemos.

Estiró su mano, agachándose para tomar el dichoso libro y sacudirlo frente a mi rostro, sonreí sintiéndome orgulloso.

—Bueno —me aclaré mi garganta. — ¿Qué paso mientras no estaba? —le pregunté interesado en saber a qué me enfrentaría ahora.

—Pues —frunció el ceño, pensando. — Bonnie conoció a un brujo nuevo, pero yo no le tengo confianza, aunque ella no me hace caso.

—No me digas —dije con ironía.

—También hace como 9 días, fue luna llena y Tyler se transformó por primera vez —asentí recordando la fecha de la luna, —Caroline se ofreció a quedarse a cuidarlo.

—¿La dejaste sola, cuidando a un licántropo? —lo miré sorprendido. —¿sabes lo que pudo pasarle si el lobito no se ataba bien?

—Sí, Damon. Ella y yo estábamos consientes de los riesgos —su voz sonaba tan calmada que me hizo creerle. —Además Alaric le dio unas cosas por si las cosas se salían de control.

Bueno, con la intervención de Rick ya me sentía de verdad tranquilo, ya no quería sentirme culpable por la muerte de alguien de aquí.

—Oh por cierto, había una rubia, no sé de donde salió pero estaba buscando a Mason, aunque… ya…

—Ya me deshice de ella —una voz gruesa bastante audible completó al frase de Stefan. Lo miré confundido, pero él me miró de la misma manera. Le hice una señal para levantarnos sigilosamente, la voz provenía de la entrada de la casa. Ambos caminamos tratando de hacer el menos ruido posible, pero el santo de mi hermano me empujó para que yo abriera.

—¿Por qué la mataste? —le pregunté aun sin abrir la puerta.

—¿No puedes simplemente agradecérmelo?

—¿No? —hice una mueca.

—Ya me deshice del problema, la razón es lo de menos.

—¿Por qué estás aquí? —pregunté poniendo mi mano sobre el picaporte, dependería de su respuesta si le abro la puerta o no.

—Porque vine para hablar con ustedes.

—¿Qué quieres? —pregunté abriendo la puerta.

—Vaya, sí que haces demasiadas preguntas —hizo una mueca de disgusto. —Me recuerdas a alguien.

—No me has respondido —me crucé de brazos recostándome en el marco de la puerta, haciendo una barrera con mi cuerpo sabiendo que no podía entrar a la casa sin ser invitado, pero no me arriesgaría.

—Quiero hacer un trato con ustedes —Elijah se encogió de hombros.

—¿Qué tipo de trato? —Stefan se colocó a mi lado imitando mi posición.

—Uno que nos beneficia a todos —Elijah se encogió de hombros. —Elena ya aceptó.

—¿Hablaste con Elena? —Stefan saltó alarmado. —¿Cómo?

—Jenna fue muy amable al dejarme entrar —dijo con ese maldito acento británico falso que tiene. —Ya que Elena no puede salir…

Espera ¿Qué?

—¿Cómo que Elena no puede salir? —miré a mi hermano en busca de respuestas.

—Lleva 2 semanas encerrada en su casa —se encogió de hombros. —A Bonnie le pareció buena idea, además, Elena empezó a tener ideas suicidas y…

Lo miré sorprendido, nunca me imaginé que mi hermano fuera capaz de hacer eso, pero debo admitir que fue una buena táctica.

—Perdón que los interrumpa —Elijah llamó nuestra atención.

Hice una mueca mientras lo miraba. —¿Te ofrezco algo? Por ejemplo, no se ¿Qué te vayas?

—Creo que debemos escucharlo —Stefan me golpeo en las costillas. Trate de sonreír en dirección a nuestro acompañante.

—Si quieren que me marche, lo hago —Elijah hizo un ademán de girarse. —Pero debo advertirles que soy el único que puede mantener a su querida Elena a salvo.

—¿De qué carajos hablas? —lo miré sintiéndome histérico por sus palabras misteriosas.

—¿Sabes por qué no deje que esos vampiros se la llevaran?

Pensé sus palabras, estaba hablando de Rose y sus amigos, o bueno no eran sus amigos, eran sus conocidos, porque solo compartían en común el miedo por Klaus. Sí, recordaba esa noche, además que estaba seguro que yo había dejado a Elijah como Jesucristo, clavado en la madera con una estaca en el pecho.

—Porque yo lo evité —me apunté con un dedo.

—No, Damon —negó divertido. —Entiendan que Klaus es el original más temido y odiado de los originales, pero los que le temen se matan por su aprobación. Si se descubre que el doppelgänger de verdad existe, no solo serán esos vampiros, habrá cientos de vampiros, brujos, licántropos y más especies queriendo llevarse a Elena.

—¿No era ese tu plan? —Stefan ahora lo miraba confundido. Bueno, me alegra saber que no soy el único que no entiende nada acerca de lo que el "no invitado" hablaba.

—Klaus esta paranoico por culpa de sus obsesiones, esta recluido y solo confía en aquellos de su círculo inmediato.

—En traducción —lo miré —no sabes dónde está, no sabes cómo localizarlo, y tampoco sabes que es lo que planea

—Pero tienes un plan ¿cierto Elijah? —Stefan entrecerró los ojos, imité su gesto.

—Por supuesto —se puso una mano en el pecho, fingiéndose indignado —Matarlo

—Vaya, ¡Claro! ¿Por qué no lo pensamos?

—El problema, Damon, es que ustedes no pueden hacer eso.

—¿Y por qué no? —levanté una ceja.

—Porque si ustedes tienen un plan A, Klaus tiene un plan B, C, D —Mr. Elegancia me miraba como si fuera a un niño pequeño al que le explican una tarea de matemáticas. —Él los atacará antes de que ustedes puedan acercarse a él.

—¿Cuál es el trato? —Stefan le pregunto, yo me cruce de brazos, mirando interesado a nuestro acompañante.

—Ustedes me dan el Damnatus, yo les juro no tocar a Elena, ella hace su parte del trato, matamos juntos a Klaus y listo.

—¿El… qué cosa? —ambos preguntamos. Elijah se carcajeo burlándose de nosotros.

—El libro negro que esta sobre el sofá —su cabeza apuntó al interior de la casa. ¿De verdad fuimos tan estúpidos como para dejarlo ahí, a la vista de cualquiera? Stefan me dio una mirada avergonzada contestando mi pregunta, si, somos unos idiotas.

—No te lo voy a dar —bufé en dirección a Elijah. — Me costó demasiado conseguirlo como para dárselo al primer idiota que se me cruce, no soy tan ofrecido.

Ahora el indignado era yo.

—Ese es el trato —nos dio una mirada y se giró desapareciendo mientras decía; —Piénselo.

—¿Qué no habías dicho que Elijah ya no sería un problema? —Stefan mi pregunto mientras cerraba la puerta. Yo le respondí encogiéndome de hombros. —No confío en él.

—Stefan, nadie sería tan idiota como para confiar en Elijah —dije sentándome de nuevo en el sofá. —Pero, podemos sacar provecho de él.

—No sé, Damon —se rascó la nuca. —Algo, dentro de todo esto, no me gusta.

—Oh vamos Stefan. ¿Quieres proteger a Elena? —asintió. —Entonces hay que tomar la ventaja.

—¿Qué estás pensando? —Me miró. Yo le sonreí.

—Hay que hablar con alguien que conozca bien a Elijah —Stefan me miró asintiendo. —O por lo menos, que conozca sus trucos.

—Va a querer algo a cambio…

Ambos nos miramos. Baje al sótano por una bolsa de sangre, bueno, otra para mí también. Subí bebiéndola y me encontré con Stefan en la cocina, abrió uno de los cajones y me miró.

—La más pequeña —murmuré. El elevo sus labios dándome una mirada apremiante.

—Vamos —dijo Stefan. —Trae ese maldito libro, no hay que dejarlo solo.

Asentí, cuando pasé cerca del sofá, tomé el libro y me dirigí a la puerta, Stefan ya me esperaba arriba de la camioneta, le lancé las llaves y deje que el condujera, estaba harto del motor del auto sobre mis pies. Necesitaba un respiro.

Ja, como si eso fuera posible en Mystic Falls.

Stefan se detuvo frente a la entrada que conducía a la tumba. Mi hermano y yo nos miramos mientras bajábamos, dándonos un poco de ánimos en silencio.

—Vaya, vaya —esa desgraciada habló desde antes que nos tuviera en su campo de visión. —Los hermanos Salvatore no pueden vivir sin mí.

—Ahórrate eso —gruñí.

—¿Aun no estas conforme con lo miserable que has hecho nuestras vidas? —Stefan miró al interior, buscando en la oscuridad a la prisionera.

—¿Qué quieres que te diga, Stefan? —poco a poco fue caminando hacia nosotros. —¿Qué me arrepiento de todo lo que he hecho? Pues no, se llama auto preservación y gracias a eso, me he cuidado a mí misma por 500 años.

—Vaya, sí que te ves mal —las palabras salieron de mi boca. No era algo que le podrías decir a una mujer, pero no era una mentira además, era Katherine de quien estábamos hablando. Ella me miró muy molesta, pero no me importo, le sonreí demostrándole que yo soy de los que aprecian la belleza de todas las mujeres, ella lo sabía, claro, pero ella se veía… demacrada, muerta y loca. Bueno, siempre ha estado loca, pero ahora si se le notaba.

—¿Y qué has ganado? —Stefan se burló.

—Sí, he hecho cosas terribles —se encogió de hombros. —Pero el amor que te tengo siempre ha sido de verdad.

Rodé los ojos, ahí vamos otra vez con ese maldito cuento.

—No te creo —Stefan y yo dijimos a la vez.

—¿Quieres que te crea? —Stefan se acercó un paso. —Demuéstralo, haz algo. Prueba que hay algo dentro de ti en lo que se pueda confiar.

—¿Y luego? ¿Hmm? —Katherine se cruzó de brazos, sin confiar en lo que mi hermano le decía. —Aun así me vas a odiar.

—Sí, tal vez —mi hermano le sonrió. —Pero tal vez vea que aún hay esperanza.

Katherine se acercó lo más que la reja de metal le permitió. —Me mientes.

—¿Lo hago? —Stefan la miró retadoramente. Ella dio un paso atrás, me dio una mirada analizándome, pero yo solo desvié la mirada, mi hermano seguía firme en su postura, y milagrosamente, eso pareció convencerla.

—¿Quieren matar a Klaus —nos miró sonriendo con burla en sus labios, —y así poder salvar a la preciosa Elena?

—Tu sabes dónde encontrarlo —la acusé.

—No, no lo sé —su cabeza fue de un lado a otro. Le mostré la bolsa de sangre, ella me miró interesada.

—Cada palabra que digas, sin importar que tan irrelevante sea la información, —me acerqué lentamente, —te doy una cucharada.

—¿No había una más grande? —preguntó mirando la cuchara, era la más pequeña que teníamos en casa. Una de esas que vienen para medir los medicamentos de los niños. 2.5 mililitros era su máxima capacidad.

—Es para que no te atragantes —dije tratando de sonar dulce. Ella rodó los ojos.

—Escuchen —se encogió de hombros, colocando sus manos en sus costados, —de verdad no tengo idea de donde esta Klaus.

—Parece que no quieres —abrí la bolsa y bebí un sorbo, dejando que se escurriera por las comisuras de mis labios.

—No se donde está —dijo de nuevo, —pero, podríamos buscarlo.

Miré a Stefan, el me miró a mí. Con cuidado, serví una cucharada de sangre, le di la bolsa a mi hermano, no me arriesgaría a que la loca me la quite. Me acerqué más a ella, pero no se la ofrecí.

—Habla.

—Busquen a Isobel, la madre de Elena —hizo una mueca extraña. —Era una gran buscadora —levantó una ceja. —Es decir, me encontró a mí.

Extendí mi brazo hacia ella, en dos segundos tenía la cuchara limpia en mi mano nuevamente.

—De nada —dijo. Yo la miré, analizando su repentino acto de buena fe.

—¿Por qué nos ayudas? No te daré más sangre, ni te sacaré de aquí.

—Dulce, Damon —me habló con la voz que usaba con mi yo humano, — solo quiero ayudarles a proteger a Elena.

—No te creo —entrecerré los ojos.

—Yo tampoco —la voz de Elijah sonó a mis espaldas.

—Elijah —Katherine abrió los ojos con sorpresa al verlo, pero su voz sonó como si tuviera miedo.

—Hola, Katerina —Elijah hizo una reverencia. —Que adulador que me tengas miedo.

—¿Tu qué haces aquí? —Stefan lo miró incómodo.

—Vine para arreglar unos asuntos pendientes que tengo con ella —su mano apuntó a la prisionera.

—Ambos sabemos que eso no es cierto —ella murmuró girando su rostro. Parecía insegura, pero trataba de mantener su fachada intacta. —No te puedes resistir a mí.

—Vaya —sonrió él. —Hace mucho que no te escuchaba con voz temblorosa a causa mía.

—Bien, ya escuche demasiado —dije mirándolos con repugnancia, empujé a mi hermano para salir de ese lugar. —Qué asco.

—He escuchado cosas peores —mi hermano se carcajeo, yo solo le respondí dándole una mirada no muy feliz, ya sé que lo decía por mí, pero al menos yo si tengo diversión no como él. Si no hubiera sido por Elena, Stefan ya sería santo.

—¡Oh vamos! —levanté mis manos. —No puedes culparme por saber divertirme.

—Vámonos, tenemos cosas más importantes que hacer.

—Hoy no —me encogí de hombros, subí a la camioneta encendiendo el motor. —Mañana hablaremos con Rick, estoy seguro que él sabe algo al respecto.

—Cierto —Stefan asintió y el silencio nos acompañó el resto del camino. Cuando llegamos a casa, mi hermano subió a su habitación, pude escuchar que estaba tratando de localizar a Elena. Sacudí mi cabeza y bloquée mis sentidos para no escuchar su conversación, hoy no tenía ganas de soportar el drama del triángulo amoroso. Abrí la puerta de mi habitación y sonreí al verlo tal y como lo dejé, cerré con llave para que nadie me molestara y lo recorrí mientras me quitaba los zapatos y la playera. Miré mi cama, cubierta de sabanas italianas.

—¡Qué diferencia! —sonreí feliz al tirarme a la cama, sintiéndome la sensación de la suavidad acariciando mi piel. —Son tan suaves —moví mi cuerpo disfrutando la sensación, —son casi tan suaves como los labios de…

Salté de la cama en cuanto ese pensamiento atravesó mi mente, quedé de pie junto a la cama, ofreciéndole una mirada asustada y molesta.

—Con una mierda, Salvatore —rugí —¿De verdad estás pensando en ella?

Tallé mi rostro con mis manos, era como una manera desesperada de borrar esa idea de mi mente, aunque sabía que no funcionaria.

—Tranquilo, tranquilo —me dije a mi mismo. —Solo es el cansancio, eso es todo.

Volví a recostarme en la cama, cerrando los ojos. Mañana será otro día.

—¡Damon, ayúdame! —una voz me despertó. —¡Damon!

Lancé las sabanas lejos, levantándome de la cama para ir a buscar a la dueña de esos gritos desesperados. Abrí la puerta de mi habitación topándome con el rostro ensangrentado de Rosé. Elena la cargaba a duras cuestas, y sus ojos cafés me miraban con miedo.

—¿Qué ocurre? —pregunté consternado.

—La amiga de Mason la mordió la otra noche de luna llena —Elena me explicó. Tomé a Rose en mis brazos y la recosté en la cama. —Traté de ayudarla y cuidarla, pero, pero…

—Pero la ataqué —Rosé habló rasposamente. Sus ojos se cerraban por si solos, su cuerpo cubierto en sangre y sudor helado, se sacudía violentamente. —Y a no sé cuantos más.

—Hiciste una matanza —me agaché para quedar a su altura, le ofrecí una sonrisa y me encogí de hombros. —Eso pasa.

—Lo siento mucho, Elena—estiró la mano en su dirección. —No me gusta matar humanos, no es lo mío.

—Deberías irte —dije en dirección a la humana, ella negó y se acercó a la cama.

—Es la peor parte de la muerte, la sed, la ansiedad, la necesidad de matar —tosió por el esfuerzo de hablar. —Duele, duele hablar de eso.

—¡Pues no hables de eso! —me levanté y les di la espalda.

—Damon, eres como yo —murmuró. —En cuanto sientes algo, huyes.

Bufé. La escuché ahogarse con un ataque de tos mezclada con sangre, después el dolor se hizo tan intenso y se comenzó a retorcerse mientras gritaba con desesperación. Me giré y le hice una señal a Elena para que se saliera de la habitación, por suerte, obedeció.

Me recosté en la cama y tomé a Rose entre mis brazos para evitar que con sus movimientos se hiciera más daño. Cuando el dolor pasó, su cuerpo se relajó.

—¿Llevas casi dos semanas así?

Movió la cabeza respondiendo a mi pregunta. Cuando la luna llena de este mes pasó, yo estaba lejos de aquí, buscado esa maldita cosa que está escondida debajo de la cama.

—Nadie pensaría que eres lindo —suspiró.

—Pff, pero no soy lindo—acaricie su cabello. —Soy malo, y eso me gusta.

—Mentiroso —se quejó.

—Shh, shh, duerme.

—Si no te importara, no tratarías de salvar a Elena —tomó una respiración. —Tampoco estarías aquí tratando de ayudarme —de nuevo una respiración, —si no te importara, no la hubieras salvado a ella.

—¿A ella? —le pregunté confundido.

—Esa muchacha de Port Angeles

—¿Tu como sabes de eso? —la moví para mirar su rostro. —¿Me estabas vigilando?

—Soy tu amiga, Damon —sonrió. —Mi deber es cuidarte, cuidar tu humanidad.

—La humanidad está sobrevalorada —dije cambiando de tema. Ahorita mi prioridad era Rose, nadie más.

—Cuando era humana, tenía familia, amigos, y era valorada.

—Aun lo eres.

Negó. —Pasé 500 años solo existiendo, tú en cambio, has hecho una vida.

—No tenías elección, llevas toda tu existencia huyendo de Klaus.

—Siempre hay una elección, Damon —tomó mi mano. —Siempre podemos elegir vivir, amar, ser amados, podemos elegir tener un final feliz.

—Estas arruinando este día con tu filosofía barata —le gruñí. Ella sonrió.

—Gracias

—¿Porqué? —le pregunté confundido.

—Ya no duele —su voz sonó feliz a pesar que su cuerpo aún se estremecía del dolor. Sentía su sangre escurrir de su herida, mojando mi playera, el sudor helado que producía la infección, su corazón esforzándose por latir, su piel secándose mientras pasaba mi mano por sus brazos. —Ya no tengo miedo de morir.

Asentí sin saber que más decirle.

—Yo te ayudo a contar —murmuró acomodándose.

—Uno… —ambos hablamos, mis manos temblaban apretándose con fuerza, —dos…

Le enterré la estaca en el corazón, escuchando como se rompía al unísono del mío. Ella tomó su último aliento mientras yo me rompía en lágrimas, mis manos la tomaron en un abrazo tratando de sentir su calor.

—Gracias por ser mi amiga —susurré besando su cabeza. Me quedé un rato más en esa posición, y me permití llorar, no me importaba que Stefan y Elena me escucharan, o que todos en Mystic lo hiciera, Rose estuvo conmigo sin condiciones, desde que la conocí hasta su muerte. Sí, me dolía haber pasado el último tiempo lejos de ella, pero ella había estado conmigo, en miles de mensajes y una que otra llamada, ambos nos habíamos comunicado, y nos habíamos hecho sentir en confianza con el otro.

Después de algunas horas, fui lo suficiente valiente como para moverme, envolví su cuerpo en las sabanas, tomándola entre mis brazos. Bajé por las escaleras, poniendo atención a mí alrededor sintiéndome agradecido cuando descubrí que no había nadie en la casa. Tomé las cosas que necesitaba y me interné en el patio trasero de la mansión, cuando llegué al área del mausoleo de la familia, dejé a Rose en el suelo, y me puse a cavarle una tumba. Cuando terminé la tarea, le mandé un mensaje a Liz, sabía que después de la matanza que hizo Rose, era muy probable que la estuvieran buscando. Liz solo me respondió con un "gracias por tu ayuda".

—Ojala que estés en un buen lugar —le dije sentándome junto a la nueva tumba.

Cuando la oscuridad me rodeo, me levanté y caminando hacia el interior de la casa.

— ¿Qué haces aquí? —le pregunté a Elena. Cuando me vio entrar, se levantó y se acercó rápidamente a mí.

—Vine a asegurarme que estés bien —su mano me ofreció un vaso.

—Aprecio el gesto —dije mirándola, tome el vaso y me bebí de un sobo el contenido. —Me alegro que se terminara.

—Eso no es cierto —se cruzó de brazos.

—Elena, vete a casa —apunte la puerta con mi mano. —Mañana será otro día.

—Damon, sabes que soy tu amiga.

—¡Eso lo sé! —gruñí molesto. Sabía a la perfección lo que ella quería ser para mí.

—Y es mi deber como tu amiga, acompañarte cuando sufres.

—¿Qué quieres que te diga, Elena? —hice una mueca. Me giré para no mirarla, —¿Qué me dolió la muerte de Rose? ¿Qué estoy sufriendo? ¡Pues no!

—Ahí vas de nuevo —suspiro. —A fingir que lo apagas, finges que no sientes nada, que no te importa.

—¡Yo siento, Elena! Y lo detesto —grité volviéndome a ella. —Y lo que más detesto, es que debía ser yo —ella me miró confundida por mis palabras. —Yo no estaba aquí para evitarlo.

—Sientes culpa —murmuro asombrada.

—Eso sería muy humano de mi parte —corté el espacio entre nosotros, —y yo no soy humano. Ahora vete, ya fue suficiente muerte, pesar y crecimiento personal en un día.

Ella me miró con los ojos abiertos, hice un movimiento con la cabeza, indicándole que saliera de la casa. No me respondió, pero me miró y se acercó a mí, sus brazos rodearon mi cuerpo, compartiendo su calidez. Mi cuerpo se tensó, dejándome quieto y helado, ella al ver que no me movía, se separó de mí y se fue de la casa.

Mi cuerpo comenzó a sacudirse mientras mi cerebro dejaba de pensar.

—Señor —una voz sonó cerca de mí. —¿Está usted bien?

Traté de moverme, queriendo yo mismo descubrir la respuesta a la pregunta.

—¿Qué le pasó?

—Me perdí —murmuré.

—Está a la mitad de la carretera —dijo la voz chillonamente irritante.

—No me refería a eso —me quejé. Me senté, el frio asfalto en el que me había recostado hace rato, se había puesto caliente de repente, ¿o era mi cuerpo el que se había puesto helado?

—Resulta que perdí el camino —miré a la dueña de la voz. Su cabello rubio con mechas castañas, y su diadema que parecía un intento desesperado de parecer tierna, me hicieron querer vomitar. —Es algo existencial.

—¿Necesita ayuda? —pregunto. Escuché más movimiento proveniente del que supuse seria su auto, pero no le puse atención, levanté la botella que tenía en mis manos y me la bebí de un sorbo.

—Pues, creo que sí, —mire a hacia ambos lados, mi vista regresó a ella, no se veía apetecible, pero, si cerraba los ojos, la cosa podría cambiar. —¿Me ayudas?

Se quedó callada, su rostro se movió, buscando algo lejos de mí. Creo que era el auto de donde salió. Si había bajado solo para perturbar mi crisis existencial, mejor hubiera acelerado y pasado encima de mí.

—Déjalo ahí —gritó otra voz. Vaya gente chismosa que hay por este rumbo del mundo. —Está ebrio.

—Noooo—le respondí indignado pero feliz por arrastrar la "o". —Bueno sí.

—¡Vamos Jess! ¡Hay que irnos ya! —la segunda voz, una voz casi con tono amable, presiono a la muchacha rubia para que se fueran, ella obedeció y me rodeo casi corriendo.

—¡No, no, no! ¡No te vayas! Si necesito ayuda —arrastre las palabras, me giré aun en el suelo húmedo traté de detenerla de un pie, pero ella me ignoró y corrió, subiéndose al auto. La segunda mujer, se giró dándome la espalda. ¿Acaso está loca? ¿No sabe que es malo darle la espalda a un vampiro? ¿Acaso sabe que soy vampiro? Me reí ¿Cómo va a saber qué soy?

—¿Segura? —preguntó, ¿mis oídos se habían perdido algo?

—Sí, yo le marco para que venga a recogerlo —dijo la voz de un ángel. —Quizás en la comisaria le den la ayuda que quiere.

Un par de risas sonaron, la muchacha de la voz amable se volvió hacia mí, me miró pero imitó a la otra, se subió al auto y se escuchó el motor encenderse. A través de las luces del auto, pude ver otra silueta, que estaba de pie, como si estuviera esperándome para llevarme al cielo ¿o al infierno? El auto arrancó y nos rodeó.

—¡Mejor me hubieras pasado encima! —chillé siguiendo con la mirada al auto. —¡Mátame! ¡Así se acabaran mis problemas! ¡No valgo nada! ¡Ya no tengo a nadie que le importe mi vida!

—Ay pero que dramático —la voz del ángel sonó divertida y burlesca. Mi cabeza se giró a buscarla, ella se dio la vuelta dándome la espalda.

—No te vayas —le grité mientras me ponía de pie, tropecé un par de veces, pero logré correr para detenerla.

—No quiero problemas —su voz sonó tranquila en respuesta a mis manos que se posaron con fuerza sobre sus hombros.

—Al igual que yo —lloriqueé. —Pero solo tengo unos pocos.

Su suave risa armonizó el ambiente.

—¿Sabes? Yo tengo un secretito que nunca le he dicho a nadie. —Mis manos se movieron haciendo gestos aunque ella no me viera, —¡Es uno enorme!

Lancé lejos la botella vacía que aún sostenía en mi mano. Ella no se inmutó. Yo seguí con mi monologo, —¿Pero cuál es el maldito punto? Eso no cambia nada, no me voy a hacer bueno.

—¿Pero, y si adoptas perritos? —dijo ella, se burlaba de mí, podía escucharlo en su voz.

—¡No! —grité molesto. —No seré lo que el mundo quiere que sea.

—Tu muy bien —me apremió ahora con un matiz orgulloso.

—¡No voy a ser lo que ella quiere que sea! —grité sintiéndome de pronto liberado.

—¡Así se habla!

—Esto es lo que soy —dije convencido. —Escucha, este es mi maldito secreto —tomé aire —Puedo romperte el cuello ahorita mismo y sería feliz, o puedo dejar que te vayas, y también sería feliz. ¿Tu cual eliges?

No me respondió.

—¿Qué no me escuchas?

De nuevo nada.

—Te hice una maldita pregunta.

Me estaba hartando que me ignorara, se supone que la voy a amenazar después de terminar de vaciar mis penas, y ella simplemente admiraba la carretera como si yo no fuera más interesante que eso. Solté un gruñido. La tome de los hombros, dispuesto a forzarla para culminar mis desvaríos y sin preguntarle, la giré enfrentándola a mí.

Ese fue mi peor error del día.

—¡Maldito destino hijo de perra! —Lloriqueé —¿Tan jodida es mi suerte?

—¡Wow! no pensé que te alegrarías tanto de verme —sus ojos chocolates rodaron hacia arriba.

—Espera, ¿Dónde estamos? —le pregunté, sintiéndome sobrio de repente.

—A la mitad de la carretera —la miré imitando su expresión. —Cerca del pueblo donde vivo.

Respondió con una risa escapando de los labios. Sentí algo frio rozar mi rostro, abrí los ojos sorprendido, pero sacudí mi cabeza alejando el pensamiento, ella no se había movido, era imposible que me haya rozado las mejillas. De nuevo algo tocó mi piel, miré hacia arriba, descubriendo al verdadero culpable.

—Sí, así de jodida es mi suerte —me quejé dejándome caer de nuevo en el frio asfalto. La lluvia comenzó a caer moderadamente sobre mí, empapándome al instante. Ahora si me voy a soltar a llorar, mierda, ya no tenía alcohol conmigo y como están las cosas, presiento que lo necesitaré más tarde.

—¿Problemas en el paraíso? —se recostó a mi lado. Gruñí en respuesta. —Tu mal genio sí que es un problema.

—Tengo muchos problemas —respondí. —Pero todos los hombres tenemos un límite.

—Yo tengo hambre —dijo de repente.

—¿Qué no me estas escuchando? —volví a sentarme, mirándola molesto.

—¿Alguno de tus problemas, los puede solucionar estando aquí, conmigo? —me preguntó mientras se sentaba, imitándome.

Lo pensé un momento. —No.

—Entonces —se levantó y me tendió una mano. —Vámonos.

—¿A dónde? —me puse de pie confundido por sus repentinos impulsos.

—A donde sea —se encogió de hombros. La miré sonriéndole interesado en su propuesta, se me ocurren un par de lugares.

—No seas idiota —me golpeo. —No quiero seguir aquí en el medio de la nada pareciendo loca.

Dolcezza —murmuré. —Ya vives en el medio de la nada, hay que estar bastante loca para hacer eso.

—Imbécil —bufó y yo sonreí. Ella comenzó a caminar por la carretera, pero yo no la seguí. Me sentía confundido por varias cosas y curiosamente, estaba inseguro si debía seguirla para descubrir que planea, o, seguirla para terminar lo que empecé hace días en la librería. Cuando estuvo lejos de mí, y no sintió mi compañía se giró, buscándome con sus ojos. —Ven, vamos —silbó un par de veces, —sígueme.

—¿Eres tonta o qué? —escupí molesto llegando junto a ella, sus ojos parpadearon molestos por la repentina ráfaga de aire que causó mi cercanía. —Yo no soy perro de nadie como para que me estén silbando.

—Pues —tomó mi brazo, tirando de él para obligarme a caminar, —parece que tu vida amorosa y tu existencia sí están de perros.

Ouch, eso sí me dolió.

Tomó mi mano y volvió a caminar, mi cuerpo comenzó a avanzar mientras le permitía tirar de mí.

—¿Qué tan lejos estamos? —pregunté queriendo tantear cuando sufriría en el camino.

—¿En auto? —Pareció pensarlo —Como 15 minutos.

—Puedo presumir que asusté a tu medio de transporte, ¿Correcto? —dije recordando al intento de rubia que me encontró en la carretera.

—Sip —respondió marcando la "p".

—¿Caminando cuanto tiempo nos va a tomar?

—¿A mi paso? —pensó de nuevo —¿O al tuyo?

—Chica lista —sonreí.

—A mí paso son ¿Tres horas? Quizás más

—¡Puf! —resoplé. —¿Y a mi paso?

No le di tiempo de responder, la tomé en brazos al estilo novia. Seguía un poco ebrio, pero estaba lo bastante lucido como para recordar donde estaba su casa. En nada de tiempo estábamos debajo del árbol junto a su casa. Subí las ramas y la solté tirándolo dentro de su habitación.

—Ouch, idiota —fue el sonido que retumbó después del golpe seco de su cuerpo cayendo. —Me dejaste caer.

—No me dejas entrar —me encogí de hombros. —Si lo haces, puedo ayudar a quitarte esa ropa húmeda, recostarte suavemente en tu cama, hacer que entres en calor y tomarte

Algo volador se acercó a mi rostro, pero mi mano fue más rápida.

—¿Te divierte hacer eso? —le gruñí.

—¿Te divierte ser un asno? —me gruñó de regreso. Duramos unos minutos mirándonos cada uno con el ceño fruncido, pero al final ambos soltamos unas risas.

—No me vas a dejar entrar —la miré levantando una ceja, no era una pregunta. Ella sacudió la cabeza. —Chica lista.

—¿Qué haces aquí? —se levantó acercándose a la ventana. Ahí vamos de nuevo con las preguntas.

—Mi vida es una mierda —me encogí de hombros. —Tuve que… —carraspeé, —tuve que matar a una amiga.

Ella me miró sorprendida, luego hizo un gesto de dolor, pero no me dijo nada.

—Ella, estaba sufriendo —me recosté en el marco de su ventana, como la vez pasada, con mi mirada hacia el bosque. —Su dolor era demasiado, y yo, yo tenía que….

Unos cálidos brazos rodearon mi cuerpo, húmedo por la ropa mojada a causa de la lluvia que aun caía sobre mí. Mi cuerpo se tensó, recordado el abrazo que me dio Elena, pero, hubo una gran diferencia, con Elena, el abrazo se sentía forzado, ella me quería forzar a sentir, quería que fuera lo que ella quisiera que yo sea.

Pero, esta humana era diferente. Sus brazos a mí alrededor se sintieron cálidos, no había otra manera de describirlos, se sintieron como el consuelo que he estado buscando toda mi existencia. Tomé una fuerte respiración, absorbiendo todo su aroma, queriendo grabarme la sensación en la mente porque nada me aseguraba que la volvería a sentir.

—Deberías ir a cambiarte —susurré interrumpiendo el momento. Ella se separó de mí y me ofreció una leve sonrisa, asintiendo a mis palabras.

—Te vas a ir ¿Verdad? —me preguntó recostándose en el marco de la puerta, manteniéndose lejos de mí, pero no tanto como para privarme de su calor.

¿Debería irme? ¿Volver a toda la mierda de Mystic? ¿Qué haría si no?

Sus ojos brillantes me miraron, parecían esperar una respuesta. Yo la miré de regreso, queriendo tener una respuesta para ofrecerle.

Mi celular sonó sobresaltándonos a ambos. Busqué el aparato en mi pantalón contestando la llamada sin detenerme a ver el nombre en la pantalla.

—¿Dónde demonios estas? —mi hermano habló histérico en cuanto respondí la llamada. —Carajo, Damon, tenemos una situación aquí que requiere atención y tú te desapareces por cuatro malditos días.

Levanté los ojos sorprendido. La humana me miró cuestionándome con la mirada.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

—No pude hablar con Isobel —se quejó mi hermano. —Pero…

—Pero ¿qué? Stefan —gruñí apurándolo para que me dijera la estupidez que había hecho.

—John está aquí.

Solté la respiración. ¿Es idiota o qué demonios?

—¿Ese fue tu gran plan para salvar a Elena? ¿Volver a llevar a John Gilbert?

La humana miró mi celular con atención, luego sus ojos se posaron en mí, su mirada parecía hacerme bastantes preguntas, pero ahorita no tenía tiempo para responderle.

—Traté de buscar a Isobel, pero en su lugar, me lo encontré a él. Dijo que podía ayudarnos, y pues, estamos desesperados.

—¡No tan desesperados, Stefan! —grité sin poder creer lo que mi hermano me decía. —¡Quiso comerme en barbacoa!

La humana me miró sorprendida. Yo solo la mire.

—Oye, el amigo raro de Bonnie trabaja para Elijah, lo que me lleva a suponer que la piedra lunar no se ha convertido en polvo —mi hermano se defendió. —Además, Elena tiene su confianza puesta en ese estúpido trato con Elijah con la idea de salvarnos.

Fruncí el ceño, consiente que ahora si teníamos problemas más serios.

—Tú confías en Elijah, ¡yo no! —Stefan hablaba serio, —es un original, ellos no son de fiar. Y no podemos solo matarlo porque, parece que nada funciona.

—Aún estoy esperando que me cuentes la parte en la que John Gilbert es útil —dije poniendo una mano en mi barbilla.

—Sabe del sacrificio, Isobel le dijo —Stefan suspiró. —Dijo que sabía cómo proteger a Elena.

—¿Y cómo lo haremos? —pregunté derrotado, queriendo confiar en mi hermano por una vez en mi vida.

—No lo ha dicho, o al menos no a mí.

—Excelente, hermanito —dije con falsa alegría. —Como si no tuviera ya bastantes problemas.

Colgué la llamada. Giré mi rostro haciendo que los huesos en mi cuello hicieran un sonido al crujir. Stefan decía que mis métodos para solucionar las cosas eran malos, pero los suyos son una porquería.

—Tienes que irte —mi acompañante murmuró. Paré mi frenesí de pensamientos asesinos en contra de mi hermano, miré a la muchacha del otro lado de la ventana, sus ojos seguían curiosos, pero tranquilos, su ropa aún estaba húmeda, aunque ya se estaba comenzando a secar. —¿Quieres tu chaqueta? Quizás te de frio.

Negué. —Quédatela —sonreí seductoramente — para la próxima vez que nos veamos.


¡Hola! Sé que dije que trataría de actualizar antes de año nuevo, pero, fallé. JAJAJAJA Creo que ya se dieron cuenta.

Necesito que para continuar con la historia, aclaremos un poco el tiempo/espacio en el que se desarrolla la historia, pero será en el siguiente capitulo. Si alguien tiene una duda, no dudes en preguntarme.

Nos leemos después.