Sinopsis:
Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.
(Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)
La historia sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries.
La línea temporal será de cuando se estrenaron las películas y la serie, es decir en 2004/2006, pero, voy a combinar elementos del año real en que se empezó a publicar la historia en 2022. (Solo es por si describo algunos hechos o cosas que en esos años aun no existían o aun no pasaban pero en la actualidad sí)
Disclaimer: Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros. O alguna frase de alguna canción porque me inspiré en ella.
(Damon POV)
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Aquí estoy, sintiéndome como el idiota con más suerte sobre la faz de la tierra. Me estoy dando un lujo que no me corresponde, pero no me importa, no me importa si esto está bien o mal, no me interesa saber lo que ellos piensen de nosotros. Anoche fue una de las noches que recordaré toda mi jodida existencia y lo demás se puede ir al carajo.
La observo, llevo haciéndolo desde hace un par de horas cuando me desperté. Su cabello esparcido por la almohada, su rostro tranquilo, sus labios con una sonrisa mientras se acurruca en mis brazos cada cierto tiempo. Sé que ya es muy, muy tarde y que debería despertarla, pero no quiero perturbar su sueño.
—¿Qué sucede? —pregunto a mi hermano. Su horrible peinado se asoma por la puerta, no paso por alto el gesto de sorpresa que aparece en su rostro.
—Ella… —se aclara la garganta. —¿Es la supuesta prima?
Me encabrona el tono en que lo dice.
—Sí, es la prima de Elena —le digo secamente.
—¿Cómo estas tan seguro? —me pregunta.
—Porque al parecer todo este maldito pueblo la conoce, menos nosotros y Elena.
Mi hermano entra a la habitación, trata de mantener su vista lejos del cuerpo de Isabella. Sus ojos se posan en sus zapatos, en la ventada, en la puerta del baño, en todos, puedo ver su gesto desesperado por encontrar algo interesante para fijar su vista.
—Ayer hablé con Liz —le explico. —Me mostró los certificados de nacimiento de Isobel y de su hermana mayor, Reneé.
Stefan abre la boca sorprendido. —No puedo creerlo.
—Pues hazlo.
—¿Crees que es buena idea tenerla aquí?
—Eso espero.
—¿Elena estará segura?
—Con todos los problemas que tenemos, Stefan, el menor de los problemas es saber que Elena tiene más familia.
Mi hermano se queda callado, finalmente sus ojos se posan en ella.
—Tú y ella…
Sé lo que quiere saber, pero yo no quiero decirle.
—Espero que no la hayas obligado a nada, Damon —suspira con pesadez. —Se ve que es buena persona.
—Se ve —afirmo. Pero ella es como yo, pienso en mi mente.
—¿Qué quieres de ella?
—No es de tu incumbencia, hermanito —salto a la defensiva. —Ahora, largo.
Apunto a la puerta. Stefan nos da una última mirada y se gira, saliendo por donde vino.
El cálido cuerpo se retuerce en mis brazos.
—Buenos días, solecito —canturreo.
Sus parpados se esfuerzan para abrirse, cuando lo logra, los veo enfocarse en los míos. Una sonrisa de posa en sus labios.
—Buenos días —dice. Sus cejas se fruncen —¿Qué hora es?
—No lo sé —respondo. —La última vez que revisé eran cerca de las 2.
—¿De la tarde? —se sienta de golpe.
Veo su cabeza girar por toda la habitación, trata de analizar la situación, aunque ahora estoy viendo su espalda, puedo sentir su confusión. Trata de mover sus manos para alejar el cabello de su rostro, pero no puede levantarlas a su cabeza.
—Maldición —gruñe— ¿Qué es esto?
Imito su movimiento, sentándome en la cama, hecho su cabello hacia atrás, ella gira su rostro hacia mí. La observo, su cabello despeinado, su rostro hinchado, sus ojos enrojecidos, su rostro tenso por la clara migraña que tiene. Sonrió ampliamente antes de responder.
—Resaca, se llama.
—Idiota —gruñe.
Rodeo su cintura y tiro de ella para atraerla de nuevo a mí, su espalda choca con mi pecho desnudo. Con toda la lentitud que puedo, acarició sus brazos sobre la tela que lleva sobre el torso, mis manos suben hasta sus hombros y de regreso a sus dedos. Bajo mis labios a su cuello para ocultar la sonrisa que se posa en mis labios.
Desde la primera vez que la vi, disfruto de escuchar como sus latidos se aceleran cada que me siente demasiado cerca.
—¿Por qué tengo puesta una camisa al revés?
Me echo para tras, miro su cuerpo cubierto por mi camisa negra.
—¿No recuerdas? —pregunto con voz inocente. Sacude la cabeza y hace un gesto de dolor.
—Ayer cuando llegamos aquí, me confesaste… unas cuantas cosas.
—¿Qué cosas? —pregunta insegura.
—Me confesaste cuan deseosa estas por quitarme mi inocencia.
Rueda los ojos.
—Ya quisieras, Damon.
—Quiero muchas cosas, bambina.
—¿Qué fue lo que pasó para que terminara así? —pregunta tratando de sacudirse para soltar sus manos.
—Cuando llegamos, me atacaste salvajemente, como si yo fuera un objeto único en una rebaja de temporada en el centro comercial —me rio, de nuevo pone los ojos en blanco. —Luego, te desesperaste y tu sola te desnudaste y luego trataste de hacer lo mismo conmigo.
Su cabeza se gira hacia delante de nuevo, inclino mi cabeza para no perderme ninguno de sus gestos. Sus ojos están desenfocados, sé que está perdida en su mente.
—Pero —abre la boca para hablar. —¿por qué está puesta al revés?
—Porque soy un caballero y… —sus carcajadas me interrumpen.
¿Se burla de mí? ¿Se está burlando de mí?
La tomo y estampo su cuerpo contra el colchón de la cama. Me coloco arriba de ella, aprisionándola con mis brazos. Ella sigue riendo.
—¿Te burlas? —siseo. —Si no soy un caballero, no hubiera puesto mi maldita camisa alrededor de tu cuerpo desnudo anoche.
—No lo hiciste por esa razón —me reta. —Sabes tan bien como yo, que si no lo hacías, no ibas a poder contenerte.
—Dime, bambina —acerco mi rostro al de ella, nuestras narices casi se tocan, nuestros alientos chocan. —Dime que te hace pensar que quería contenerme.
—Porque sabes que esto —sus ojos se mueven, me apuntan y luego a ella, —como sea que se llame esto que tenemos, va a terminar ahí.
—¿Por qué crees eso? —le pregunto extrañado.
—Porque para ti, así funciona, así es con todas —su palabras llegan derecho a mí, como flechas afiladas que se lanzan directamente en mi dirección. —Además, estas enamorado de Elena y no soy plato de segunda mesa Damon.
—¿Y crees que yo sí? —le pregunto repentinamente molesto. —Te recuerdo, Isabella, que tienes novio y en este jodido momento estas aquí, a varios kilómetros de distancia, en la cama de otro hombre, semidesnuda.
Vaya cojones que tienes, Salvatore. Primero la embriagas y luego se lo echas en cara.
—¿Entonces yo soy la mala? —su voz se eleva.
—Pues, sí.
—No te equivoques, Damon, tú y yo no somos iguales —sisea con furia. —Sí, sé que soy una mentirosa porque me la paso ocultando verdades a todo el mundo, sí, también sé que soy una perra por haber dejado a mi novio a kilómetros sin ninguna explicación —sus ojos chispean por las emociones que está sintiendo, todas esas emociones que lucha por mantener ocultas y que la carcomen por dentro. —Y, sí, ¡maldición! Sé que quizás soy una zorra por estar en este jodido momento semidesnuda, en la cama de otro hombre, debajo de su cuerpo semidesnudo, ¡muriéndome de deseo por besarlo!
Sus últimas palabras fueron un gemido desesperado y ¿Quién soy yo para evitarle un poco de alivio?
Mi rostro se inclinó al suyo, acortando la distancia entre ambos, chocando nuestros labios. Ambos gemimos al sentirnos.
La sensación era muy diferente a esa primera vez en la librería cuando la encontré, sí, desde ese momento había notado su deseo por mí y me había aprovechado de eso para quitarle el libro, pero no contaba con que el sabor de sus labios causaría en mí una obsesión. Sí, lo admito, estoy obsesionado con ella, no puedo pensar en nada sin que su rostro, su voz, su personalidad, o su cuerpo aparezcan en mi cabeza.
La diferencia esta vez, es la sensación, esta vez ambos éramos conscientes del deseo que sentíamos por el otro.
Me separé de su rostro cuando a ambos nos faltó el aire. Sus mejillas estaban enrojecidas, su pecho subía y bajaba con rapidez, sus labios estaban ligeramente hinchados y entreabiertos, sus ojos cerrados.
Es una diosa.
Sus ojos se abren y me miran. No tiene que decirme nada, sé lo que quiere.
Atrapo de nuevo sus labios con los míos, esta vez con hambre, urgencia, hambre, necesidad. Me separo un poco y mordisqueo sus labios mientras escucho sus leves jadeos, su cuerpo se sacude debajo del mío, pero la camisa de fuerza que tiene a su alrededor le impide moverse con libertad. Cuando nota lo prisionera que está, gruñe frustrada.
Suelto una leve risa. La beso de nuevo, tomo su cintura y nos giró a ambos sobre las sabanas de la cama. Suelta una risa sorprendida cuando se da cuenta que ahora está a horcajadas sobre mí.
Tienes un problema con tenerla así, Salvatore.
Isabella siente mi distracción y ataca mis labios de nuevo. Su legua delinea mi labio inferior, rogándome que la dejé ir más allá, mis labios se abren y la recibo soltando un gemido cuando siento que nuestras lenguas se unen, comenzando una danza frenética. Mis manos suben y bajan sobre la tela que cubre su espalda, causando que su cuerpo se sacuda por la sensación.
Mis dedos desatan con facilidad el nudo que forman las mangas en su espalda, luego van por los botones que hacen un camino desde la parte de atrás de su cuello, hasta más debajo de su cadera.
Cuando se siente más libre, sus manos acarician los costados de mi abdomen mandándome escalofríos por todo el cuerpo. Me incorporó aun acariciando su ahora libre espalda, la aprieto más contra mi cuerpo, sintiendo todas sus curvas contra mí.
Maldición, la necesito, necesito tenerla, pero no puedo. No debo.
Ahorita me mira con esos ojos ardientes de deseo, pero, ¿mañana? Me mirará con odio y resentimiento, mañana cuando vuelva a su casa y lo vea a él, se odiará, y me odiará a mí. Puedo soportar que cualquiera me odie, incluso vivo por esa razón, para ganarme el odio de todos, pero no de ella. No soporto la idea de que me odie.
Quiero que me necesite tanto como yo a ella, quiero que me piense y me sueñe tanto como yo a ella estas semanas. Necesito que yo sea lo único que ocupe su mente, pero no quiero que me piense solo para odiarme.
Bajo mi boca por su clavícula hasta la base de su cuello, suelta pequeños jadeos cada que mis labios depositan un beso en su piel. Me detengo donde se une su cuello y su hombro, siento las pulsaciones de su sangre debajo de mis labios, siento cada latido que su cuerpo da para mandar sangre por sus venas.
No lo pensé, solo actué.
Mis dientes se clavaron en su piel, su cuerpo se curveó contra mí mientras el liquidó caliente salía disparado de sus venas a mi boca. Su sabor era delicioso, es como probar el mejor vino del mundo, ese que lleva varios años añejándose con extremo cuidado para que adquiera la cantidad necesaria de sabores y aromas secundarios.
Podría beber siempre de esto. Puedo beber todo lo que me resta de existencia de este delicioso elixir que es su sangre.
Me despego de su piel, siento la sangre escurrir por las comisuras de mis labios, veo su sangre brotar de la herida que han causado mis dientes. Sus ojos me observan, puedo verme reflejado en sus pupilas. Mis ojos están dilatados y completamente negros, las venas alrededor de mis ojos están marcadas y de color borgoña, y mis colmillos manchados de su sangre que salen de mis labios, son el toque final.
Ella no me tiene miedo, ella no me teme en lo absoluto, al contrario, me mira como un ciego que ve la luz por primera vez.
—Muerde —le digo acercando mis labios a su oído, puedo sentir su aliento en mi cuello, errático por las sensaciones que la embargan. —Bebe de mí, bambina.
Escucho su garganta tragar con fuerza, se inclina en dirección a mi cuello y, con toda la fuerza que puede, atraviesa con sus dientes mi piel. Siento como se tensa y titubea en succionar, pero finalmente lo hace. Clavo de nuevo mis colmillos en la piel de su cuello.
Algo sucede en ese momento, un corto, o una falla en lo que se supone que es correcto.
Cinco segundos después, estoy prendado de su cuerpo, tocándola con desesperación, con anhelación. La deseo, deseo tenerla solo para mí, a ella, a su cuerpo, su sangre, su alma. Me siento atrapado en un espiral de emociones que me está matando por tomarla.
Un sonido llega a mis oídos, pero ninguno hace caso.
Ella se siente de la misma manera, puedo sentir el calor de su cuerpo mientras aumenta, puedo sentir la desesperación con la que sus manos acarician mi abdomen, mi pecho, mi espalda. Puedo oler su excitación que solo hace que mi necesidad de ella aumente.
De nuevo el sonido.
Se desprende de mi cuello cuando necesita respirar. Me detengo para observarla, mi sangre gotea por sus labios, su cuello, cayendo en la base de su pecho, sus ojos son oscuros y hambrientos. Se ve extremadamente sexy y letal como para ser humana.
—Serías preciosa como vampira —murmuro apretando su cadera. Atrapo sus labios con los míos, el sabor de la sangre de ambos mezclándose en nuestras bocas es lo que necesito para decidirme.
Me giro de nuevo, presiono su espalda contra el colchón, cubriéndola con mi cuerpo, los besos, las caricias y los gemidos no se hacen esperar.
El timbre de un celular hace que ambos gruñamos, ella estira su brazo y toma de la mesa de noche el aparato que está sonando con desesperación desde hace rato.
—¡¿Qué?! —gruñe con furia.
—¿Bella? —la voz empalagosa pero dubitativa de un hombre responde.
Isabella cierra los ojos, su cuerpo se tensa y su respiración se corta.
—¿Qué sucede, Edward? —pregunta modificando el sonido de su voz.
De mi pecho brota un profundo gruñido. Isabella me mira, pero no menciona nada.
—Alice me pidió que te llamará, dice que ha tratado de comunicarse contigo, pero no respondías —su voz no es acusatorio, al contrario, es muy preocupado. —¿Estas bien?
Miro a Isabella esperando que responda a esa pregunta. Su rostro es una mueca de sufrimiento.
Genial, Salvatore, ahora ella nos odiará.
—Sí, Edward, estoy bien —me da una mirada rápida. —Dile a Alice que no se preocupe, que yo la llamo más tarde.
—¿Estas segura?
—Sí, muy segura —suspira. —Estoy bien.
Se quedan ambos en silencio. Me recuesto a su lado, sintiéndome incómodo.
—Bella, te extraño —le dice con añoranza. Los labios de Isabella forman una línea en su rostro, sé está conteniendo de responder.
—Te veré pronto.
Cuelga el teléfono y lo lanza lejos. Sus manos aprisionan su cabeza con fuerza.
—Eso fue… —hablo para matar el silencio. Ella levanta su rostro y asiente, pero no dice nada.
—Iré a ducharme —anuncia. No le respondo, solo la veo erguirse sobre la cama y luego ponerse de pie para dirigirse al baño. La tela de la camisa que rodeaba su cintura cae al piso, dejándome ver su cuerpo por última vez antes de encerrarse en el baño. Escucho la regadera abrirse y el agua correr.
¡Maldita suerte y jodido destino retorcido que me odian!
Me levanto yo también de la cama, me paseo por la habitación acomodando el desastre que causamos anoche. Cuando termino, dejo abierta las ventanas y las cortinas y me resigno a buscar otro baño para asearme.
Media hora después, muchos gruñidos de frustración, maldiciones a diestra y siniestra, y algunos gritos de coraje, me encuentro aseado y de regreso a la habitación para buscar ropa para vestirme. Me sorprendo cuando la veo sentada en la cama, cepillando su cabello con dedicación.
No me molesto en cubrir mi desnudez, me paseo delante de ella en busca de mi ropa. Puedo ver las miradas que me da antes de rodar los ojos.
—Exhibicionista —me lanza la toalla húmeda que tiene a su lado. Por supuesto que la atrapo antes de que golpee mi rostro.
—¿Quién lo dice? ¿Tú? —me burlo. —¿La que hace rato hizo lo mismo?
Me lanza un zapato. Qué mala manía tiene esta mujer de lanzarme cosas a la cabeza.
—Creí que aun te estabas duchando —digo casual mientras me colocó la playera.
—No —dice extrañada. —Ya tengo rato que salí del baño.
—Entonces… —dejo las palabras en el aire. Mis oídos se concentran en el sonido del agua cayendo en otra parte de la casa.
—¿Sabes si tu amiga está aquí? —le pregunto, acercándome a ella.
—No, está con Jenna.
Estiro mi mano en su dirección, ella entiende a la perfección lo que le pido. Salimos de la habitación en silencio y con lentitud, la tengo detrás de mi espalda, tomada de mi mano mientras seguimos el sonido del agua.
Uno de los baños que no están dentro de las habitaciones, tiene la puerta abierta, del interior brota vapor y humo. Hago una señal a Isabella para que guarde silencio. Con cuidado, empujo la madera de la puerta para que se abra más. Me quedo de piedra, mirándole.
Sabe que estoy aquí, pero aun así se da el tiempo de cerrar la regadera, y girarse hacia mí.
—Hola, Damon —se escurre el cabello mientras habla. —¿Tienes una bata?
—¿Quién mierda te soltó? —pregunto en respuesta.
Ella sonríe y se encoge de hombros, sale de la regadera y se acerca a mí.
—No todos saben que… los originales pueden hipnotizar a los vampiros —canturrea, — pero, en cuanto mueren, la hipnosis se va —canturrea.
¡Esa maldita me volvió a usar! ¡Y yo caí como un idiota!
—Sabía que si te pedía que no lo asesinaras —hace un puchero, —eso sería exactamente lo que harías.
—Clásico pensamiento de cualquier hombre —Isabella aparece a mi lado. No sé en qué momento se soltó de mi mano. Me da unas palmadas en la espalda y con su mano libre, lanza una bata de baño en dirección a Katherine. —Les dices que no hagan una cosa y su único deseo es hacerla.
—Me agradas —Katherine le guiña un ojo, se envuelve en la bata. Pasa a nuestro lado, inspeccionando el baño.
Instintivamente tiro del cuerpo de Isabella y la coloco detrás de mí, girándonos a ambos para alejarla de Katherine.
—No le haré nada —ella rueda los ojos. —Al menos no nada que ella no quiera.
Isabella se ríe, pero no responde.
—¿Qué mierda haces aquí? —gruño. —Ya estas libre, ¿Qué más quieres?
—No hui, Damon —levanta las manos como derrotada.
—¿Qué carajo significa eso?
—Eso significa que voy a cumplir mi palabra y ayudarte.
Aún sigo atónito por lo sucedido. Miro de un lado a otro a ambas mujeres, pero, honestamente, no tengo idea de cómo reaccionar a esto. Voy a tener muchos problemas, eso es seguro.
—No te creo —le digo mientras salgo del baño con Isabella a mi lado. Ambos caminamos por la casa, bajamos a la cocina donde están Elena y Stefan.
¡Que emoción! Suelto un profundo suspiro para llamar su atención, ya que los tortolos estaban encerrados en su burbuja.
—¿Sigues aquí? —Elena le pregunta a Isabella con un tono grosero.
—Buen día, Elena —le sonríe. —¿Cómo estás? Yo muy bien, gracias por ser tan amable y preguntar.
Suelto una risa. Stefan sacude la cabeza con diversión.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunta de nuevo.
—Aquí dormí —Isabella le resta importancia. Elena resopla.
—¿Por qué estás aquí?
Isabella no le responde, se gira a mover los cajones y puertas de la cocina en busca de algo para comer. Sé ve muy fresca como para tener resaca, sé que es por la sangre, pero aun así debe estar hambrienta, teniendo en cuenta que la última vez que comió fue en el desastre de cena que tuvimos.
—Escucha, no creo que seas mi prima, no creo que seas mi familia —le dice.
—Pues créelo —responde Isabella. —Si lo soy.
—¿Y dónde estabas antes? —Elena alza la voz. —¿Dónde estabas cuando necesitaba tener a alguien a mi lado? ¿Dónde estabas cuando me quedé sola?
Isabella la mira, sus labios son una línea de lo apretados que los mantiene. Está evitando responderle.
—¿Acaso creías que con solo presentarte aquí y decir que eres mi prima te iba a aceptar?
—No me interesa si me crees o no —habla Isabella, su voz es contenida. —No me importa si me quieres o no, eso es problema tuyo. No te metas en mis asuntos.
—¿Por qué no me respondes? —Elena dice con desesperación. —¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres?
—Estoy aquí porque tengo hambre, Elena ¡Maldita sea! —grita Isabella.
No soy el único que siente la tensión en el aire, Stefan toma la mano de Elena y comienza a hablarle al oído, buscando tranquilizarla.
—¿Ya almorzaron? —les pregunto para aligerar el ambiente. Me muevo por la cocina hasta el refrigerador, me inclino en su interior buscando ingredientes para preparar un almuerzo decente pero rápido.
—Sí, nosotros nos levantamos temprano —responde mi hermano. Sí, él sabe a qué hora llegamos.
Isabella se gira a mí, su rostro es ahora más tranquilo, pero aún se ven tensos sus hombros. En sus manos trae dos vasos de cristal, a mi nariz llega el aroma del Whiskey. Me entrega uno y me guiña un ojo.
—Mmm, me gusta —sonrió mirándola y aceptando el vaso en mis manos.
Los siguientes minutos nos la pasamos moviéndonos a través de la cocina, ambos estábamos conscientes que teníamos espectadores muy alertas a nuestros movimientos, pero ninguno les prestó atención. De vez en cuando la mano de alguno de los dos se extendía para tocar al otro, al inicio hacíamos parecer que era accidental, pero luego desistimos de eso. Solo nos tocábamos porque sí.
—Saca otro —me dijo cuándo le pasé los dos platos para que sirviera la comida.
Hice una mueca. —No quiero compartir mi comida.
—La vas a compartir conmigo —se encoge de hombros.
—No es lo mismo —me quejo. Rueda los ojos.
—Saca otro plato si quieres comer —me amenaza. Ahora es mi turno de rodar los ojos.
No me agrada su idea, pero, sé que no me queda otra alternativa. Resignado saco otro plato y se lo extiendo.
—¿Qué hace ella aquí? —chilla Elena. Nuestra no deseada invitada pasa detrás de mí mientras se ríe siniestramente.
—Siéntate —le dice Isabella. Coloca un plato frete a cada silla disponible de la barra de la cocina. —Espero que tengas hambre.
—No la quiero aquí —Elena dice casi gritando, mira a Stefan y luego a mí. —Sáquenla de aquí.
Katherine hace lo contrario, se sienta donde le indico Isabella, mientras que mantiene su mirada fija en Elena, desafiándola. Stefan me mira confundido, hasta donde él sabía, está loca estaba encerrada en la tumba. Yo no respondo, evito su mirada para no darle explicaciones y me siento del otro lado de Isabella.
—¿Cómo es posible? —Stefan pregunta. Maldición no me va a dejar en paz hasta que le diga la verdad.
—Al matar a Elijah, la maldita salió —respondo duramente. Stefan mira a la loca.
—Los originales son un estuche de monerías —Katherine dice feliz.
—¡No te quiero aquí! —Elena de nuevo salta al ataque. —Sáquenla de aquí.
—Me necesitas Elena —Katherine le dice mientras se lleva un bocado a la boca.
—No es cierto, no necesito a una loca que quiere asesinarme —Elena golpea la mesa.
—Yo también quiero a Klaus muerto —aclara la loca.
—¡No sé qué pasa con ustedes! —Elena se cruza de brazos. —No necesito a una perra sádica, ni tampoco necesito a la otra, una humana loca que dice ser mi prima.
—Oye —Isabella la mira indignada. —Si quieres nos hacemos una prueba de ADN. A lo mejor la locura es de familia.
Trato de ocultar mi risa, Stefan tose y agacha la cabeza.
Elena sacude la cabeza con molestia.
—No necesito su ayuda, no quiero su ayuda —se cruza de brazos. —No las necesito, váyanse.
—Eres increíblemente estúpida —se queja Isabella entre dientes.
—¿Disculpa? —Elena la mira ofendida.
—Te crees invencible —escupe Isabella con voz fría. —Confías demasiado en una bruja que apenas descubrió sus poderes y que da la casualidad que ya los perdió. Además, —señala a mi hermano y a mí. —Crees que los tienes a ellos, y que con eso es suficiente.
—¿Sabes dónde está Klaus? —Katherine la mira con una ceja arriba. —¿Sabes cómo es él? ¿Sabes cuándo viene?
Elena abre y cierra su boca un par de veces. Quiere responder pero no sabe que decir.
—Di lo que sabes y lárgate —gruño en dirección a Katherine.
Me había mantenido en silencio, sé que Elena se siente dolida y confundida, pero mi sexto sentido me dice que Katherine, y bueno, también Isabella, ambas saben algo que nos están ocultando.
—No quiero sonar como si me hubiera cambiado de bando —Stefan habla con cautela, mirándonos. —Pero ellas tiene un punto.
Elena se da la vuelta y sale de la casa furiosa.
—Idiota —dicen ambas. Stefan las mira levantando una ceja.
—Ya sabemos que tenemos razón —se jacta Katherine.
—Pero no se le dice a una mujer —explica Isabella. —Mucho menos si está celosa
—¿Y yo que voy a saber? —Stefan hace una mueca y sale detrás de Elena.
Ambas se ríen.
—¿Cómo saben ustedes tanto de los originales? —les pregunto.
—Pasé años escapando de uno, ¿recuerdas? —Katherine sigue comiendo como si nada.
—Y cuando te conté de mi plan para asesinar a Elijah. ¿Por qué demonios no me avisaste que si usaba esa daga me mataría?
—Hay, tantas reglas —suspira. —Todo es tan confuso.
—¿Sabías que moriría? —pregunto, mi voz expresa el dolor que siento por sus palabras. Llegue a creer que al menos, ella sentiría un poco de aprecio como para mantenerme con vida.
—¿Elijah te dijo su plan? —cambia de tema. —Tenía una daga para matar a Klaus.
—¿Por qué sigues aquí? —pregunto molesto. Quiero entender que es lo que quiere, quiero entender porque de repente parece tener una buena voluntad.
—Quiero a Klaus muerto y sabes que siempre obtengo lo que quiero. Por ejemplo, quería salir de la tumba, sin importar a quien sacrificara.
Me quedo callado.
—Sí, Damon, sabía que morirías —se levanta. Y sale de la cocina.
Ouch, eso duele, Salvatore.
Siempre he sabido que para Katherine, no hay nadie más importante más que ella. Pero, siempre me vuelvo nostálgico cuando recuerdo el tiempo en que la conocí, en ese entonces, nada me importaba más que ella, no me importaba que dijera lo mucho que nos amaba a mi hermano y a mí, por un segundo le creí. Como un imbécil le creí que me amaba, pero la muy perra solo me usó.
—¿Por qué me salvaste? —le pregunto a la humana a mí lado. —¿Por qué no dejaste que esa estúpida daga me asesinara?
—Porque, yo no te quiero muerto —me mira a los ojos.
—¿Porqué?
Me mira un largo rato
—No lo sé —dice finalmente con un suspiro. —¿Terminaste?
Se levanta, se estira frente a mí moviendo sus manos para alcanzar los platos y demás cosas. Sé que debo levantar y ayudarle, pero no me siento capaz de moverme, siento que todo mi mundo se puso de cabeza en solo cinco minutos. Decido ser un imbécil y dejar que se encargue sola de limpiar.
Me muevo a la biblioteca para analizar los libros que trajo Stefan. Quizás encontremos algo que nos sea útil. Abro una de las cajas, comienzo a sacar los diarios, fijándome en la fecha que traen escrita.
—¿Qué haces?
—Nada que te interese —respondo seco.
—Que dramático eres —se burla. —¿Cómo se supone que te ayudare si no me dices que es lo que haces?
—¿Sabes en qué lugar masacraron a las brujas? —pregunto.
—No.
—Entonces no me ayudas —le digo.
Estira su mano hacia la caja frente a mí. Le doy un golpe, ella me lo regresa.
—Sé que la masacre de las brujas es algo importante en el folklore de los brujos y la magia —Katherine se encoge de hombros.
—Si una bruja muere con violencia, deja una energía muy poderosa marcando el lugar donde muere —Isabella aparece a mi lado. Mete su mano a la caja con los diarios. —O eso dice Angela.
La veo ojear el diario.
—Elijah buscaba ese lugar —digo en voz alta.
— ¿Y qué haría si lo encontraba? —Katherine pregunta interesada.
—No lo sé —respondo. —¿Tú sabes algo?
Miro a Isabella. Ella suspira antes de responderme. —Es energía. Se mueve, se transforma, se absorbe, aunque no por cualquiera, y es indestructible.
—Principio básico de la materia en la física —le digo. —Chica lista.
Se ríe encantada.
—¿Lograron sacarle información al amigo de Bonnie?
Pregunto sin mirar a mi hermano. Hace rato, cuando salió corriendo detrás de Elena, Bonnie me mandó un mensaje avisándome que ella se había reunido con el brujo adolescente para sacarle información, sabía que no dejaría volver a Stefan sin contarle.
—¿Por qué no se ha ido? —mi hermano apunta a la loca. —¿O muerto?
—¡Por última vez! —Katherine chilla molesta. —Quiero ayudar. No más mentiras.
—Aja —bufa Isabella. La vampira la mira, al parecer su nueva amiga la acaba de traicionar.
—No me mires así —se defiende la humana. —Sabías, tan bien como yo, que Elijah no tenía un arma para matar a Klaus.
—Exacto —Stefan asiente. —Pero creía que si había un brujo de por medio, no haría falta.
—Mierda —se queja Isabella. —Quizás Angela sepa algo al respecto.
Saca de sus jeans ajustados color negro, marca rápidamente el número de su amiga.
—Para eso quería saber el lugar donde asesinaron a más de cien brujas —digo pensando en la situación. —Creía que ese lugar tendría lo necesario para canalizar la energía y asesinar a Klaus.
Stefan mira con atención el teléfono en el oído de Isabella, me acerco a ella y le arrebato el aparato de su mano.
—¿Angela sabes algo de eso? —pongo el altavoz para escuchar su respuesta.
Un fuerte suspiro sonó del otro lado de la línea —No, Damon. No sé nada aparte de lo que acabas de descubrir.
—Por alguna razón Elijah te trajo ¿no es cierto?
—Elijah solo nos obligó a Isabella y a mí a acompañarlo. Si algo se le ocurría, nos hipnotizaba en ese momento para hacerlo.
—¿Qué pasa si encontramos el lugar? —Stefan se coloca a mi lado, interesado en la conversación.
—Hay dos opciones. Puede ser que sean los primeros en encontrarlo, y si tienen una bruja, puede canalizar la energía y absorberla.
—¿Bonnie puede ayudar? —Stefan pregunta.
—Necesita recuperar sus poderes.
—¿Y tú? —levanto una ceja mientras pregunto. Mi hermano me mira aterrado. No confía en ella, yo tampoco, pero nos quedamos sin opciones.
—Podría intentarlo —responde.
—¿Cuál es la segunda opción? —Katherine junta sus cejas.
—Que alguien más ya haya encontrado el lugar y reclamado esa energía —explica Angela.
Cuelgo el teléfono antes de que diga otra palabra. En resumen, estaremos más jodidos si no nos damos prisa.
—¿Por qué le cuelgas así? —me golpea Isabella en la nuca.
La ignoro.
—¡Oh cierto! —me giro hacia Katherine. —Casi lo olvido. —mi mano entierra una estaca en su abdomen.
—¡¿Qué haces?! —gruñe. Veo su rostro de dolor. —¿Así tratas a alguien que trata de ayudarte?
—Eso es por no decirme que la daga me mataría —levanto cariñosamente su barbilla. —A la próxima, va al corazón. Así que, comienza a hablar.
La loca hace un gran esfuerzo para sacar la estaca de su cuerpo, el resto solo mira la escena, sin inmutarse en ayudarla, cuando logra liberarse del dolor, me da una mirada furiosa. —Sí hablo no te gustará.
—Solo habla.
—Bien —rueda los ojos. —Jhon e Isobel los quieres a ambos fuera de la vida de Elena.
—¡Wow!, que noticia —le digo irónico. Vamos, eso todos aquí lo sabemos.
—Pero no sabes que ambos me ofrecieron un trato.
La miro interesado, Stefan levanta la ceja, atento a las palabras que está loca, perra manipuladora va a decirnos.
—Sabía que matar a Elijah me sacaría de la tumba, entonces debía hacer una elección. O me quedo para ayudar a Klaus, o matan a Stefan.
Mi hermanito bufa.
—¡Pero de todas maneras me querían matar a mí!
—Solo podía salvar a uno —se encoje de hombros.
—Y tú elegiste a Stefan —le digo captando la ironía del momento. —Claro que lo elegirías a él.
Siempre lo ha hecho, todos siempre eligen a Stefan. Mi padre, Katherine, Elena, todos.
Isabella no, ella nos salvó, Salvatore.
Supongo que le conviene tenerme con vida. Ahora nuestra deuda esta saldada. Yo salve su vida la noche en la que nos conocimos, ella salvó mi vida ayer.
Chica lista.
—Querías la verdad, Damon —Katherine suelta la respiración de manera dramática, sus manos caen al lado de su cuerpo, como si la hubiera derrotado después de una ardua batalla.
Asiento. Eso me pasa por preguntón.
—¿Prefieres el engaño? —pregunta asombrada.
Niego. No, definitivamente no.
—Bueno, eso fue incomodo —Isabella se aclara la garganta. —Hermano malo, hermano bueno, perra manipuladora…
Nos ofrece a cada uno un diario. Nosotros lo tomamos por impulso.
—Tenemos trabajo que hacer.
Nos dispersamos por la casa, acomodándonos para pasar las siguientes horas leyendo los horribles jeroglíficos humanos que había escrito Jhonatan Gilbert hace años.
No entiendo la fascinación de las personas por escribir diarios. ¿No tienen nada más interesante que hacer?
Sacudo la cabeza y aprieto mis ojos. Vamos Salvatore, concéntrate. Mis manos abren el libro y comienzo a leer.
Pasaron horas, no sé cuántas exactamente, pero a veces se escuchaba el sonido de frustración, el pasar de las páginas, alguien que cambiaba de suspiro, o un libro cayendo en señal de que no habíamos encontrado nada.
—¿Qué mierda? —Isabella se sienta de repente.
Me giro en el sofá para mirarla. Katherine solo eleva una ceja pero no la mira. Stefan asoma su cabeza desde la escalera. La cabeza de Isabella se gira lentamente por todo el lugar, sus ojos se detienen en dirección a la entrada.
La miro con atención. Estoy alerta a cualquier señal que me diga que es lo que está mal. Me siento ansioso y excitado ante la idea de lanzarme para atacar a algo o alguien. Isabella se relaja, sus hombros caen y su rostro se enfoca en mí. Katherine y Stefan nos miran como si estuviéramos locos. Sí, tal vez lo estamos.
—Esto es muy aburrido —se queja Katherine. Se pone a mis espaldas en el sofá. Ruedo los ojos.
—¿Sabes? Esto de la cooperación amistosa…
—Mm-hmm
—¡No te la creo! —le digo dándole un golpe con el libro en mis manos.
—¡Damon! —dice enojada.
La ignoro y sigo leyendo el libro en mis manos.
—Tengo hambre —se queja.
—¿Tienes manos? —le pregunto. Asiente. —Consigue tu comida sola.
Escucho sus pasos moverse por la casa.
—"Emily Bennet fue arrestada en su casa por el consejo hoy" —lee Isabella. — La tomaron en su casa y la asesinaron donde mataron a sus ancestros hace más de cien años"
—¿Qué más dice? —le pregunto interesado.
—Nada —se levanta y se sienta junto a mí. —Es el final del libro, arrancaron las demás hojas.
Me extiende el libro abierto en unas páginas.
¿Por qué nuestra suerte es tan mala?
—No hay nada en este —Stefan aparece bajando las escaleras. —¿Ya encontraron algo?
Isabella y yo sacudimos la cabeza, le extiendo el diario mostrándole nuestra desgracia.
—Eso si es malo —suspira. —¿Qué hay del que sigue?
—Ya no hay más libros de 1864 —responde Isabella.
—Perdón, ¿qué? —Stefan la mira.
—Faltan diarios —le respondo. —Hay semanas, incluso meses que no están. Las historias están a medias.
—Mierda —se queja mi hermano con un lloriqueo. Comparto su frustración. Siempre que parece que avanzamos un paso, parece que retrocedemos dos.
Siento el cuerpo de Isabella tensarse de nuevo a mi lado. Sus latidos se aceleran y su pie se eriza, puedo oler el miedo emanando de ella.
—Damon…
—¿Qué es? —le pregunto alarmado.
—Algo está sucediendo —mira a su alrededor. —No sé qué es, pero hay algo que no está bien.
—Katherine es lo que no está bien —gruñe Stefan.
—No, no —sacude la cabeza. Se pone de pie con nerviosismo. —Hay algo más.
Mi hermano y yo la miramos caminar alrededor de la habitación. Stefan me pregunta silenciosamente si se lo que pasa con ella, pero yo niego. Isabella sale de la biblioteca, sus pasos se pierden en el interior de la casa. Escucho que se abren puertas y baja escalones. Va al sótano ¿Qué planea?
—¿Crees que trate de despertar a Elijah? —Stefan me mira alarmado.
—No —digo serio. —Más vale que no se atreva.
Sigo el camino por el que la humana ha ido, su esencia en el aire se mezcla con la de Katherine. ¿Qué hizo esa perra traidora?
—¿Qué es? —escucho que Isabella pregunta a alguien, probablemente Katherine. No puedo escuchar la respuesta que recibo, pero después su voz suena alarmada de nuevo. —No me jodas.
Un silencio rodea la casa. Eso es bueno… ¿verdad?
De repente se escucha un fuerte estruendo.
—¡Damon! —el grito de Katherine me alerta.
Salgo disparado en dirección al sótano. Mientras bajo los escalones escucho forcejeos, golpes, y quejidos de dolor, me asomo al cuarto donde está el cuerpo de Elijah. Él continúa en el suelo de piedra, inmóvil, seco y arrugado. Pero, Katherine está recostada contra la pared, jadea por aire y su expresión es de dolor. Tiene una estaca en el abdomen, su mano está cerca de su herida tratando de parar la sangre. Me acerco y de un movimiento le saco el trozo de madera de su cuerpo.
—¿Qué pasó? —pregunto confundido. No me mira, tarda unos segundo en reaccionar.
Katherine dirige su mirada al cuerpo del muerto.
—Damon —a mis oídos llega el lamento ahogado de Isabella.
Mis ojos la buscan con desesperación, está arrastrándose por el suelo, se coloca a un lado de la cabeza de Elijah, sus manos se mueven hasta el pecho de éste, coloca las palmas y comienza a luchar con todas sus fuerzas para empujar la daga en el pecho del original que por alguna maldita y extraña razón se está levantando.
—¿Qué mierda está pasando? —gruño.
Me lanzo junto a ella y le doy un fuerte empujón para ayudarle a regresar la daga a su lugar. Isabella parece respirar, su cuerpo se separa del de Elijah, arrastrándose de nuevo en dirección a Katherine.
—¡Damon! —ambas chillan de nuevo. Mi cabeza baja a la daga que se está levantando otra vez.
—¡Con un carajo! —un rugido sale de mi garganta. Me levanto, tomo el soplete de fuego que tengo junto a la puerta, lo enciendo dejando que el ardiente fuego salga por la boquilla.
—¿Qué haces? —Stefan llegó corriendo a causa del alboroto que se armó. Mira alarmado la escena frente a él.
—No tengo idea —le digo honesto.
—Es algo de brujos —Katherine habla aun jadeando. —Supongo que son los brujos de Elijah, deben querer recuperarlo.
—Haz algo, Stefan —le ordeno.
—Sí — Stefan asiente, me da una palmada en el hombro y sale corriendo para subir las escaleras.
¿Qué carajo?
Bueno, si soy honesto, cuando dije que hiciera algo, creí que iba a ir al cuerpo de Elijah y no sé, hacer algo. Nunca pensé que correría.
Duro unos minutos más con el fuego encendido. Lo tiro a un lado y me quedo mirando fijamente el cadáver esperando que algo suceda, para mi buena suerte, se queda ahí, muerto.
—Damon —un susurro llama mi atención.
Miro a Katherine, sus heridas ya estaban sanando, pero aún seguía saliendo demasiada sangre de ella.
—No es mía —dice como si adivinara mis pensamientos.
De repente, mi mirada enfoca al cuerpo de Isabella en sus brazos. Me permito verla con cuidado, su blusa de color lila ahora tiene varios tonos rojizos, sus brazos tienen rasguños de color rojo, su cuello tiene un corte que va desde su barbilla hasta la base de su pecho.
Sus ojos chocolates me miran con miedo.
Siento como si alguien me entierra miles de dagas en el cuerpo, todas a la misma vez. Mi garganta se seca cuando descubro que la sangre que rodea a Katherine, en realidad es de la humana que yace en sus brazos.
La sangre brota con rapidez de su abdomen, hay una estaca enterrada en su estómago. Su piel blanca está lastimada por los rasguños y arañazos de los cuales también brota sangre, sus labios están rojos por la sangre que brota de su boca mientras trata de jalar aire a sus pulmones.
—Damon necesitas hacer algo —Katherine habla. —¡No vas a poderla salvar si te quedas ahí!
Quiero moverme, pero no puedo, mi cuerpo está completamente paralizado, mis músculos están tensos y no dejan que me mueva.
—¡Maldita sea, Damon! —Katherine grita otra vez. —Escucha su corazón, ¡se está muriendo!
—Da…Da-mon —sus dulces labios murmuran casi inaudiblemente mi nombre.
Mi cuerpo reacciona. Me arrodillo a su lado, muerdo mi muñeca y la coloco sobre sus labios.
—Bebe —le ordeno con voz temblorosa. Ella lo intenta, pero la sangre que sale de su interior parece ahogarla. —Por favor —suplico, —tienes que beber.
Lo intenta. Falla. Vomita sangre. Lo intenta de nuevo. Vuelve a fallar. Vomita sangre de nuevo.
Siento que me muero.
—Dámela —se la quitó a Katherine. —Vete, o quédate aquí, no me importa.
Tomo a Isabella en mis brazos con mucho cuidado. Veo sus gestos de dolor con cada movimiento que su cuerpo hace, siento como la sangre de Isabella moja mi ropa con una rapidez que me alarma.
—No te duermas —le pido acariciando su cabello. Su cuerpo se sacude dando bocaradas de aire. —No bambina, no cierres los ojos, por favor.
Sus parpados luchan por mantenerse abiertos, sus ojos parecen estarse llenando de sangre. Esos hermosos ojos cálidos y marrones ahora se ven apagados y casi negros.
—¿Qué mierda pasó? —escucho la voz de su amiga llegar a mis oídos. No la miro, temo que si aparto la mirada de los ojos de Isabella, se cierren.
—Uno de los brujos de Elijah —Katherine explica.
—No se ha ido —Angela responde, pero no sé bien a que se refiere.
—Vas a estar bien —susurro para Isabella. Sus ojos no han abandonado los míos en ningún momento. —Estarás bien.
Muevo mi cuerpo de ataras a adelante, meciendo el suyo. Una de mis manos se mantiene firme sobre la herida en su abdomen, la otra, se pasea por su cabello, peinándolo, mis dedos recorren su rostro, limpiando cualquier rastro de sangre que brota de ella.
—No quiero perder a nadie más, no puedes hacerme esto, —le digo. —Sabes lo que pasó con Rose, eso pude soportarlo, pero si tu… —me interrumpo, —no sé si pueda lidiar con esta mierda sin ti.
Me mira muy atenta.
—¿Para esto salvaste mi trasero? —le digo. —¿Para después huir?
Trata de sacudir la cabeza.
—Shh, lo sé —la detengo. Si mueve su cabeza, la herida en su cuello sangrará más. —¿Vas a abandonar a tu novio?
Eres un hijo de puta, Salvatore. No puedo creer que uses esa arma en ese momento.
Una lágrima recorre su mejilla.
—¿Qué se supone que le diré? —le pregunto, abre al máximo sus ojos. —Oh si, pienso ir a ese maldito pueblo y contarle todo lo que ha pasado aquí.
Sus ojos brillan con diversión.
—¿No me crees? —me hago el ofendido. —Tú y yo haremos un viaje de carretera, uno muy largo. Te voy a enseñar lo que en verdad es vivir, sin límites, sin miedo. Te voy a enseñar lo que es la aventura, la verdadera diversión, te mostraré lo que es ser libre.
Casi puedo ver la sonrisa en sus labios que luchan por escupir la sangre que está ahogándola.
—¡No cierres los ojos! —grito desesperado. —Escúchame bien, Isabella.
Me mira.
—Me voy a meter en lo profundo en tu ser, que no vas a poder vivir sin mí —la amenacé. — Cuando despiertes, pensarás en mí, cuando te duermas, soñarás conmigo, cada jodida cosa que hagas la harás conmigo en tu cabeza.
—Tú serás quien me suplique que te lleve a ese maldito pueblo en el medio de la nada solo para decirle a ese infeliz que se acabó —mi voz se ahoga. —Le dirás, bambina, le dirás que no puedes pensar en nadie más que yo.
Siento las lágrimas bajar por mis mejillas.
—Soy un maldito egoísta que no quiere dejarte ir —me confieso. —Soy un cabrón egoísta que quiere tenerte aunque sabe que no puede. No hay nada en este maldito mundo, Isabella, no hay nada que odie más que eso que no puedo tener.
Toma unas bocaradas de aire.
Ruego en mi interior que el tiempo se detenga mientras hablamos. Estoy suplicando que mi sangre haga efecto.
—Traté de darle sangre, pero no puede beberla —me lamento. —No entiendo, le di mi sangre ayer, le di mi sangre hoy ¿Por qué no funciona? Ya deberían empezar a cerrar sus heridas
—Bella ha tomado verbena desde niña —Angela se arrodilla a mi lado. Su voz es un susurro muy tenue. —Es como si tomas a diario antibióticos, tu cuerpo se acostumbra y ya no hacen el mismo efecto. Las cosas sobrenaturales son el antibiótico que ha tomado por años.
—Ayer si funcionó —le dije.
—Pero no tenía todo el cuerpo herido y tajado, Damon.
No digo nada.
—Si está funcionando —asegura, —pero muy lento.
—Eso no es suficiente —le digo limpiando la boca de Isabella. Puedo escuchar sus latidos frenticos pero muy tenues, su corazón lucha por mantenerse con vida, pero está perdiendo la batalla.
—No te duermas, bambina —le digo cuando veo que se sume a la inconciencia. Mi voz parece traerla de regreso.
—Bella —Angela toma su mano.
Los ojos de Isabella la buscan con desesperación, acomodo su cuerpo de una manera en la que pueda verla. Observo sus ojos llenarse de lágrimas.
—Está bien, Bella —le dice intentando sonreír, se ve que quiere infundirle confianza. —Está bien, puedes hacerlo.
—No, no puedes —gruño.
—Si puede —Angela gruñe de regreso. —Le duele demasiado.
—No puedes irte —le digo. Me siento molesto, angustiado y atemorizado. —No puedes irte, Isabella.
La piel blanca y lisa de sus mejillas está cubierta de lágrimas mezcladas con sangre. Esta imagen me perseguirá el resto de mi jodida existencia.
—Te-ten-go mi-mie-do —logra hablar. Esas palabras me golpean con fuerza, mi cuerpo, haciéndolo estremecer.
—Yo también, Bella —los hombros de Angela caen.
—N-no qui-quie-ro mo-mor-rir —ahora me mira a mí.
¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo prometerle algo que no sé si puedo cumplir? Puedo decirle que está bien, que tiene sangre en sus venas y que aunque muera, no lo hará del todo. Puedo decirle que va a tener una nueva oportunidad para decidir, puedo decir que va a despertar a una nueva vida. Puedo decirle, pero, yo no miento.
No voy a mentirle.
No quiero decir que pasará algo, porque no sé si en realidad pasará.
—Estará bien, Bella —la humana-bruja dice cariñosamente. ¿Cómo puede mentirle así? —Tranquila.
—Da-da-mon.
—Aquí estoy, hasta el final.
—Ma-ma-ta-me.
Mis ojos se cierran. Mi puño se aprieta en su herida, mi otra mano se congela en su rostro.
—Por- por-fa-v-vor —suplica. —A-a ca-ba- c-con e-es-to.
Las lágrimas brotan de mis ojos.
Estoy teniendo un Dejá vú de la muerte de mi amiga hace días. Eso lo hice por ella, porque ella estaba sufriendo con la vida que tenía, estaba cansada de huir y esconderse de Klaus, esa vida le daba sufrimiento y lo mejor que podía regalarle era una muerte rápida.
Pero esto duele como el maldito infierno.
Isabella aún tiene una vida por delante, aun es una niña que merece vivir.
Mi mano se quita de su abdomen, busco la estaca que le quité a Katherine, siento mi cuerpo temblar, la veo a ella sacudirse por mis espasmos. Mis dedos se aprietan fuertemente alrededor de la madera. Sus ojos se mantienen en mí, las lágrimas no le dan tregua, mi mano sigue luchando por mantener limpio su hermoso rostro.
Desde que la conocí he pensado que es un ángel. Un ángel que es mi propio cielo, pero también mi propio infierno. Y como siempre, debo terminan con este infierno que me acecha.
Al menos, este ángel, no pasó tanto tiempo bailando con el diablo.
Escucho el sonido antes de ser consiente de mis actos. Escucho su piel rasgarse, sus costillas crujir al ser atravesadas, escucho su corazón aplastarse.
Escucho el sonido de su respiración, escucho el sonido de la última lágrima que brota de ella.
Esperen, esperen, antes de lanzarme cosas piensen que si me muero como Bella, no tendrán más capítulos. jijijij
Ay que triste, se murió Bella. ¿Qué creen que pase después? Oh cielos
Nos leemos en el siguiente... si es que hay... MUAJAJAAA
