Sinopsis:

Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.


(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)

Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.


Isabella POV

.

.

.

.

.

—¿Tienes resaca? —Damon me pregunta. Supongo que ha notado el dolor de cabeza que me está acosando desde que desperté.

—Fue la verbena que me diste ayer —le reclamo. —Sabes que no es mi sabor favorito.

—Tengo que protegerte —se defiende él. —Mi sangre no es suficiente, no te protege de todo. No voy a correr el riesgo de que Klaus te hipnotice y hagas una estupidez.

—Puedo hacer estupideces sin que me hipnoticen, Damon.

—Lo sé, Bambina —dice él sin nada de remordimiento. —Por eso te la di.

No le digo nada, giro mi rostro para mirar por la ventana justo a tiempo cuando nos detenemos frente a la casa Forbes. Es más temprano de lo que sería el horario aceptable para las visitas sociales, pero queríamos estar seguros de que estuviéramos lo más solos posible, hablar de este tema en la estación de policías sería un error brutal.

Damon y yo bajamos del auto, cada uno da una mirada a cada sentido de la calle buscando algún signo sospechoso o algo que nos ponga alertas, por suerte está toda la calle vacía. Nos acercamos hasta la puerta de la casa, doy unos suaves pero firmes toques a la puerta para anunciar nuestra presencia.

—Hola, Liz —saludo en cuanto la puerta se abre. —¿Tienes unos minutos que nos permitas?

—Isabella, que sorpresa verte aquí —parpadea sorprendida. Ya está vestida con su uniforme, por suerte llegamos a tiempo. —¿Hace cuanto que estas en el pueblo?

—Desde ayer —respondo incomoda. —Es una visita express.

—Liz, es grosero tratar así a los invitados —Damon le reclama apareciendo en el campo de visión de la mujer rubia.

—Damon —ella parpadea sorprendida y hace con la cabeza un gesto a modo de saludo.

—¿Podemos hablar? —le insisto a Liz. Ella me mira, luego a mi acompañante.

Mierda ya sospecha de nosotros.

—Los escucho —dice la mujer. Es inteligente, no nos deja pasar.

—¿Nos dejas pasar? —Damon pregunta con un tono demasiado falso de inocencia.

—No —Liz responde al instante.

—Por favor, Liz —le suplico. —Lo que te voy a decir no es fácil y prefiero hacerlo dentro.

—No van a entrar dos vampiros a mi casa —sisea. —Con una ya es suficiente.

No me atrevo a desmentir su acusación en mi contra, yo no soy vampira.

—¡Qué bueno que lo mencionas! —Damon dice, listo para tirar el anzuelo. —Este tema involucra a Caroline.

Eso llama la atención de Liz. La mujer nos mira a ambos, analizando que tan ciertas son las palabras que acaba de escuchas, cuando me mira a mí le ofrezco un asentimiento para confirmar las palabras de Damon. En silencio vemos como la mujer pica el anzuelo, lo cual no nos resulta sorprendente, lo veíamos venir. Vampira o no, su hija es su debilidad.

—Mi arma está cargada con balas cubiertas de verbena —la mujer policía suelta esas palabras como una clara advertencia. —En caso de que estén pensando hacer alguna idiotez.

—Tranquila, Liz —Damon bufa con diversión. —Si estamos pensando en una idiotez, pero te juro que no será dentro de tu casa.

Damon avanza hacia enfrente los dos pasos que lo separan de la puerta, no lo veo, pero apuesto a que la expresión en su rostro se está burlando de la mujer.

—Adelante, pasen —Liz dice resignada y se hace haca atrás para permitirnos el paso.

Damon es el primero en avanzar y lo observo cruzar el marco de la puerta sin problema alguno, entonces yo lo tomo como una señal para imitar sus movimientos. Le doy una nueva mirada a Liz, doy un paso hacia dentro de la casa y cruzo cuidadosamente el marco de la puerta.

Suelto la respiración que había estado conteniendo. Lo más fácil de esta misión ya lo hicimos, sigue lo más difícil.

Caminamos detrás de la mujer mientras nos guía hasta el comedor de su casa, nos hace una señal para que nos sentemos mientras ella recorre su silla que queda al frente de las nuestras.

—Hablen —ordena secamente.

—¿Dónde está Caroline? —pregunto mirando de reojo hacia la escalera.

—Aún está dormida —dice. —Ayer llegó tarde.

No digo nada más. Liz me mira con ambas cejas arriba y con sus manos me insiste a que le diga la razón por la que estamos aquí, yo me remuevo nerviosa en mi asiento y miro a Damon en busca de ayuda. La verdad es que, no pensé en mi discurso de camino aquí, no sé qué decirle ni como decírselo.

—Es simple —Damon se endereza. —Queremos que Caroline y tú se vayan.

—¿Disculpa? —los ojos de Liz se abren al máximo.

—Espera, espera —interrumpo. Rápidamente mis manos empujan a Damon de regreso al respaldo de su silla. —No lo digas así de feo.

—¿Quieren que nos marchemos? —Liz pregunta con la voz llena de incredulidad.

—No, no —chillo nerviosamente. —No queremos que se vayan.

—No, si queremos —Damon dice.

—¡No! —niego rápidamente. Liz se limita a pasar su mirada de Damon a mí y viceversa. —Bueno, ¡sí! pero no como lo dice Damon.

—Yo solo estoy diciendo la verdad —se defiende el pelinegro.

—Pero lo estas diciendo de muy mal modo —digo exasperada. —Si queremos que se marchen, pero no que se vayan.

—¿De qué carajo estás hablando? —Damon hace una mueca. —Es lo mismo.

—No, no lo es —me quejo.

—¿Quieren dejar de balbucear como dos idiotas? —Liz gruñe evidentemente molesta. Damon y yo cerramos la boca y miramos a la mujer. —¿Qué demonios significa la idiotez que están diciendo? ¿Porque nos iríamos?

Me aclaro la garganta y fulmino con la mirada a Damon.

—Escucha, Liz, sé que te has dado cuenta de las extrañas muertes y desapariciones que ha habido en el pueblo —le digo con cuidado. —También sé, que tú sabes que los vampiros son los causantes de esas muertes.

—Si lo sé —ella asiente mirando de reojo a Damon. Muchas veces le ha echado la culpa a él. Damon solo sonríe socarronamente.

—También sé que el tema de Caroline y su reciente trasformación no ha sido sencillo para ti —le digo con cuidado. Puedo ver el rostro de la mujer frente a mí transformarse por el dolor y la molestia que le causa la situación. —Te aseguro que tampoco lo ha sido para Caroline.

—¿Qué es esto? ¿Vienes a cuestionarme mi relación con mi hija?

—No, no. Liz, te aseguro que no es por eso —digo rápidamente.

—¿Entonces? —pregunta secamente. —¿Qué quieren?

—Nicklaus Mikaelson planea usar y matar a Caroline en un ritual mágico para despertar su parte licántropo —Damon y yo soltamos de golpe la información, hablamos al unísono, como si lo hubiéramos ensañado.

—¿Qué? —dice sin aliento la mujer. Su espalda se golpea contra el respaldo de su silla.

—Klaus quiere matar a Caroline —repito las palabras. Observo el rostro de la mujer ponerse completamente pálido mientras procesa mis palabras.

Damon y yo le explicamos lo mejor que podemos la situación. Cada palabra que sale de nuestra boca es un latigazo o una cuchillada a la mujer frente a nosotros, pero no hay otra manera de decirlo. Esta situación está muy jodida y es una mierda que tengamos que arruinar tantas vidas en el proceso.

No hay otra opción.

—¿P-por qué a Caroline? —Liz jadea la pregunta con dificultad. —¿P-por qué no alguien más?

—Va a usar a más personas —le digo como si eso fuera un consuelo. —Caroline, Tyler, Angela, Elena. Todos ellos van a ser usados.

—Irónicamente todos son amigos de Elena —señala Damon. Le doy un codazo para que cierre la boca, lo menos que necesito es que Liz se ponga más nerviosa e histérica de lo que está en este momento.

—Lo que estamos tratando de hacer es… salvarlos —mi mano se extiende para tomar su mano, ella se sobresalta y me mira con cierto horror.

Las palabras de Angela del día de ayer, me golpean con fuerza. Ahora luzco como un vampiro, luzco como la criatura a la que Liz juró erradicar de Mystic Falls, como la criatura, el monstruo en el que su hija se ha convertido. Retiro mi mano, la regreso por debajo de la mesa dónde busco el contacto con Damon.

—Por eso estamos aquí, Liz. Por esa razón queremos que Caroline y tú se vayan del pueblo —digo cuidadosamente. —La idea es que no estén aquí por esta semana, y así poder salvar a Caroline.

—Tómenlo como unas vacaciones —Damon propone. —Para que pasen tiempo madre e hija o lo que sea.

—Me están pidiendo que me quede a solas con un vampiro —sisea la mujer. Ahí vamos con el jodido tema del vampirismo.

—No, Liz, eso no es lo que te estamos pidiendo —digo moviendo mi cabeza rápidamente de un lado a otro. —Te estamos pidiendo que tomes una semana de vacaciones, que pases tiempo con tú hija y que la salves.

—Es un vampiro —repite.

—Vampiro o no, Caroline es tu hija —digo seca y furiosamente.

—Ella no es mi hija —Liz dice en tono lastimero. —Mi hija se ha ido.

—No sabes cuan equivocada estas —escucho a Damon murmurar entre dientes.

—Te guste o no, es tu hija, Liz —siseo las palabras con cierta dificultad. —Es la misma niña rubia que correteaba por todo el pueblo intentando atraparme, es esa misma niña que lloraba si no la peinabas como ella quería.

Una lágrima se escapa de uno de los ojos de Liz, en automático ella levanta su mano y se frota la mejilla por donde la gota de agua salada va bajando.

—Es una actuación —dice tercamente.

—No puedes decirlo así de segura —bufo.

—Hasta hace unas semanas yo creía que Damon Salvatore era un aliado y resultó ser un asesino.

El aludido simplemente levanta sus cejas y obliga a sus labios a sonreír socarronamente.

—Damon no es aliado de nadie, Liz —pongo los ojos en blanco. —No hace falta ser un genio para saberlo.

Siento un pellizco en mi pierna, cortesía del hombre a mi lado que está mirándome con una expresión ofendida.

—Tú misma me das la razón, Isabella. Los vampiros son monstruos, no tienen alma, no tienen humanidad.

Liz continúa con su terquedad y yo estoy a nada de que se me termine la paciencia.

—¿He hecho algo tan horrible como para que pienses eso de mí? —la voz aguda de Caroline nos sobresalta. Está de pie en el medio de la escalera, vestida todavía en pijamas y con lágrimas bajando por su rostro.

—Caroline —Liz jadea con dolor el nombre de su hija.

—¿Por qué crees que los vampiros somos los malos? —la rubia comienza a bajar la escalera, cada paso que da causa que su madre se sobresalte.

—¡Lastiman y matan a las personas! —Liz eleva ligeramente su voz.

—¿Y los humanos no? —pregunta la joven con calma. —¿Los humanos no son monstruos? ¿Ellos no lastiman personas? ¿Los humanos no violan, golpean, lastiman, torturan y asesinan a otras personas?

Liz balbucea una respuesta incoherente. Debo admitir que Caroline tiene un buen punto a su favor.

—¿Tu no eres alguien malo por amenazar a Matt para que finja su relación conmigo? ¿No eres mala por manipularme para que te pasara información de mis amigos solo para que tuvieras la oportunidad de atacarlos? —Caroline logra llegar hasta la silla de su madre colocándose de pie junto a ella, Liz evita a toda costa mirarla. —¿Eso no te vuelve un monstruo, mamá?

Liz no le responde. Caroline frunce su rostro con molestia y gira su cabeza para buscar en Damon y en mí alguna respuesta o algunas palabras de aliento. Tampoco recibe eso de nosotros, solo una mirada comprensiva de parte de ambos.

La joven rubia limpia las lágrimas de su rostro, recorre la silla junto a su madre y se sienta mirando directamente en mi dirección.

—¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo les ayudo?

—Vete —Damon dice. Le doy una mirada molesta. —Váyanse, ambas. Así puedes ayudar.

—Lo que queremos es proteger a cuantos más podamos —le explico. —Entre menos personas tengamos que vigilar, más fácil será para nosotros.

—Está bien —ella asiente. —¿A dónde tenemos que irnos?

—Vengan conmigo mañana —le digo.

—¿Te vas? —Liz pregunta interrumpiendo nuestra conversación. Ha vuelto a retomar el color en su rostro y ahora luce menos molesta y asustada.

—También necesitaremos ponerla a salvo —Damon dice, la seriedad de sus palabras toma desprevenida a la mujer. —Todos nosotros tenemos a alguien a quien que queremos proteger, Liz.

Observo a Caroline mirar a su madre, en ese segundo toma la decisión de que, aunque su madre no tolere su nueva naturaleza, la pondrá a salvo de alguien más peligroso que ella. Liz aun no está convencida.

—La mujer que está sentada a tu lado, Liz, es la misma niña que tu y yo conocemos desde bebé —mi voz es gélida y le causa un estremecimiento a la sheriff. —Es la misma mujer a la que yo te pido que salves de una muerte segura.

—Pero ya esta muerta —pronuncia las palabras en un hilo de voz.

—No, mamá —Caroline se gira apresuradamente. —No estoy muerta de verdad.

—Si lo estas —Damon canturrea.

—No, bueno sí. Algo así —Caroline intenta explicarse. —Escucha, mamá, soy un vampiro, quiero matar y beber sangre todo el tiempo, esa es mi naturaleza ahora, pero eso no significa que lo vaya a hacer.

Liz parpadea, incrédula por las palabras de su hija.

—No es tan malo como suena —continua la joven rubia. —Ahora soy quien de verdad quiero ser, mamá. Soy más fuerte, decidida, valiente, confiada y llevo un buen control de mi dieta.

—Lo sé, lo sé —Liz solloza. —Es solo que, yo nunca quise esto para ti, Caroline.

—Lo sé, mamá, yo tampoco había considerado esto para mí, pero te juro que estoy feliz ahora —la voz de Caroline se rompe por el sollozo ahogado en su garganta. —Y no ya no quiero que sigamos así. No quiero seguir mintiendo porque ya no quiero que me tengas miedo.

Caroline busca las manos de su madre, las toma con desesperación, rogando que no la rechace.

—Y no quiero que me tengas miedo, mamá —las lágrimas se desbordan de los ojos de la joven rubia. —Sigo siendo tu pequeña niña. Soy yo, mamá, tu hija, Caroline. Soy la misma tonta y egoísta niña que te ama más que a nadie en este mundo.

Caroline se le lanza a los brazos a su madre, Liz duda un segundo, pero se termina rompiendo, su decisión flanquea y rápidamente abraza a su hija permitiéndose llorar en su hombro. Ambas se sujetan, se abrazan, lloran y tienen una conversación sin palabras.

Miro a Damon, tiene una mueca de absoluto asco y molestia, pero sus ojos están fijos en la escena frente a nosotros. Sé que considera a Liz como su amiga y sé que aprendió a querer a Caroline de cierta manera, más allá que el tiempo que duró tirándosela, así que estoy segura que debajo de esas muecas de falsos malos sentimientos, está aliviado de que por fin se hayan reconciliado.

Tardan un poco, pero por fin se separan, ambas cubiertas de lágrimas y mocos.

—¿A qué hora partimos mañana? —Liz me mira, Caroline sonríe con alivio.

Terminamos de coordinar todos lo necesario para mañana, de igual forma intentamos no dar más detalles de los necesarios para que en caso de haya alguien curioseando sobre el tema, ellas y nosotros estemos seguros y protegidos.

Finalmente nuestro trabajo ha terminado, ellas continúan hablando de sus temas de madre e hija ajenas a nosotros que nos escabullimos fuera de su casa.

—Peón dos, en posición —Damon dice al teléfono, cuelga la llamada sin esperar una respuesta de parte de la otra o de las otras personas en la línea.

—Ahora, vamos con Katherine —le digo a Damon mientras me abrocho el cinturón en el asiento del copiloto de su auto.

—¿Podemos almorzar antes? —me pregunta. —Dicen que es un mal hábito pasar por situaciones estresantes y/o muy sentimentales con el estómago vacío.

—¿De verdad? —pregunto. —¿Tienes hambre?

—¿Tú no? —levanta una ceja muy negra.

—¿Tienes hambre después de toda la sangre que bebiste anoche?

—Tengo hambre después de que tú te encargaras de beber demasiada de mi sangre anoche —me mira acusatoriamente. —Solo tu presencia basta para ponerme hambriento, nena.

Le doy una mirada coqueta, él me la responde con la complicidad brillando en sus ojos.

—Bien, vamos —acepto.

Damon nos conduce en dirección al Grill. Ahí me encargo de pedir algo para desayunar mientras que mi acompañante asalta desde muy temprano la amplia carta de vinos y licores que hay. Aun me sigue resultando extraño que este lugar sea el único restaurante del pueblo, además que parece funcionar casi las 24 horas del día. Ni siquiera en Forks la cafetería funciona de esa manera.

Cuando ambos estamos lo suficiente satisfechos, le recuerdo que aún hay algo que debemos hacer. Él gruñe, bufa y maldice, pero nos lleva en esa dirección.

Al igual que ayer, hacemos todo el ritual y el mismo recorrido para llegar a la improvisada prisión de Katherine; subimos por la escalera de la torre de departamentos, excepto que esta vez no tenemos que ir adivinando, simplemente vamos directamente al departamento donde sabemos que se encuentra la anciana, digo, la vampira.

Damon abre rápidamente la puerta de la misma manera que la vez pasada.

—¿De verdad fueron tan idiotas como para volver? —Katherine nos mira con aburrimiento y sin ninguna sorpresa.

—¿Nos dices idiotas por volver? —me hago la indignada. —Tú fuiste idiota y te dejaste atrapar por el vampiro del que llevabas décadas huyendo.

Mi burla molesta a la vampira y sobretodo la risa grave y siniestra de Damon que resuena a mis espaldas. Con una sonrisa en mi rostro, entro de nuevo al departamento, esta vez solo doy una mirada rápida para terminar de estar segura que Katherine está sola en este lugar.

—¿Acaso quieren que me maten? —Katherine me empuja contra la pared intentando parecer amenazadora, pero es claro que está nerviosa, cosa que es extraña en ella.

Yo me dejo mover como si fuera una muñeca de trapo.

—Sí, llevamos años esperando que eso suceda —Damon dice desde la puerta.

—Si te matan eso solo será tu culpa —le digo. Muevo mis manos poniéndolas en los hombros de ella, muevo mis piernas y le regreso el empujón a Katherine. La muevo hasta llevarla de regreso a la entrada que no puede cruzar.

Su cara de desesperación por no poder salir y la de Damon llena de frustración por no poderla alcanzar y ahorcarla para desquitarse con ella, me produce una amplia sonrisa en mi rostro.

—Te dimos verbena ¿recuerdas? —Damon sisea. —Es un favor que hemos venido a cobrarnos.

Yo asiento dándole la razón. Katherine sisea varias maldiciones y se suelta de mi agarre alejándose unos pasos de mí.

—¿Que quieren? —se cruza de brazos y levanta una ceja.

—Saber... —canturreo.

—¿Saber qué?

—¿Ya sabes dónde puede estar Klaus? —pregunto.

—Como dije ayer —bufa la vampira, —no tengo la menor idea de dónde puede estar.

—¿Y crees que si se aparezca por aquí a tiempo para el ritual? —Damon pregunta.

—No creo, Damon —Katherine pone los ojos en blanco. —Estoy bien segura de que si vendrá.

—Y supongo que no podemos hablar de posponerlo, ni de casualidad ¿verdad?

Katherine entrecierra los ojos, mira a Damon y luego a mí.

—Yo solo digo —el pelinegro se encoje de hombros. —¿Qué es un mes más para el gran orden del universo?

—No me jodan —se queja Katherine. —No están pensando en hacer algo estúpido de lo que se puedan arrepentir ¿o si?

—Katherine —suspiro exageradamente. —Hacer estupideces es nuestra especialidad.

La vampira hace una mueca.

—¿Y cuál es su grandioso plan? —nos pregunta.

—¿Dónde tiene Klaus a Tyler Lookwood? —pregunto en lugar de responderle. —Es obvio que la vampira eres tú, así que, dime, ¿dónde esconde al lobito?

Katherine abre los ojos con sorpresa al escuchar mi pregunta, aunque rápidamente se recupera.

Hasta dónde nosotros sabemos, Katherine no tiene idea de lo que sucede al exterior de este departamento, solo sabe lo que le cuenta Klaus las pocas veces que ha estado aquí o sus lacayos cuando vienen por alguna razón. Katherine esta incomunicada en este momento, puede estar la tercera guerra mundial en pleno desarrollo y ella no se daría cuenta, al menos no hasta que una bomba le cayera encima.

Y hasta dónde la vampira sabe, nosotros somos unos idiotas que estamos tratando con una causa perdida, según ella, nosotros somos tan ciegos y estúpidos que no sabemos nada del macabro plan de ella y de Klaus.

En resumen, nosotros tenemos la ventaja en este momento.

El juego de ajedrez ha comenzado y ella solo es una pieza más, un caballo más en nuestras filas.

Ella va a creer que Tyler ya ha sido capturado y nosotros le haremos creer que queremos sacarlo para que no se cumpla el ritual.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que quieren hacer? —pregunta con cautela, da un paso en mi dirección y otro más cerca de la puerta, obteniendo una vista completa de ambos.

Apenas logro ocultar mi sonrisa. Katherine está justo dónde la necesitamos; ella va a creer que Klaus ya ha capturado a Tyler y nosotros le haremos creer que nuestro plan es sacarlo de dónde quiera que esté.

Katherine no tiene que saber que en este preciso momento, Elijah acaba de tirar por las escaleras a Carol Lookwood, enviándola al hospital para tener una excusa cuando la saquemos a ella y a Tyler de este pueblo.

—Sin globo no hay fiesta —Damon se burla. —Y en este caso, sin lobito no hay ritual.

—No, no —Katherine sacude frenéticamente la cabeza. —¡No interfieran! No pueden interferir en esto.

—Habla —le digo en tono de orden.

—Si interfieren Klaus los va a matar —Katherine nos advierte. —Los matará y a todos sus amigos, a todos los que les importan. ¡Va a matar a Charlie, Isabella!

—Como si no supiera eso ya —resoplo. Ya me ha quedado claro que Klaus quitará a cualquiera que le estorbe.

—Necesitamos atrasar esto, Katherine —Damon bufa. Intenta suplicarle falsamente. —Solo un poco de tiempo para poder prepáranos, al menos.

—No, olvídenlo —se da la vuelta y se aleja de nosotros caminando hasta a ventana.

—Te conviene —Damon intenta picar su curiosidad. —Retrasar el ritual te compraría un mes más de patética vida.

—Cierto —ella se da la vuelta despreocupadamente. —Excepto que yo no soy el vampiro que Klaus planea sacrificar.

—¿Qué? —Damon y yo nos hacemos tontos.

¡Ja! Ya sabemos eso, perra.

—Si ya tiene a Tyler, cierta rubia va a tratar de ir y salvarlo sin pensar en que también la matarán a ella —Katherine sonríe satisfecha y feliz. —Va a tener a Caroline y por lo tanto yo estoy fuera de peligro.

—¿Y de dónde mierda sacó esa idea? —sisea Damon dando un paso hacia el marco de la puerta. Yo también camino amenazadoramente hasta la vampira.

—Oigan, oigan, ¡tranquilos! —levanta las manos como rendición. —Yo solo intento estar con vida el tiempo suficiente para irme de aquí.

—Por supuesto —acepto. —No me sorprende que estés tratando de salvar tu anciano pellejo.

—Pero no pueden culparme —nos mira acusatoriamente. —Ustedes dos harían lo mismo.

La maldita tiene razón.

Miro a Damon, él me regresa la mirada diciéndome en silencio… nada realmente. Yo en silencio sabiendo que nuestro pequeño intercambio llamará la atención de Katherine. Damon abre la boca y la vuelve a cerrar, luego inclina su cabeza y me "ordena" silenciosamente que sea yo quien diga las noticias. Yo miro rápidamente en dirección a la vampira, luego regreso mi atención a Damon y niego con mi cabeza.

—¿Qué? —pregunta ella.

Yo desvió la vista y dejo que mi acompañante se encargue de la situación. Damon de nuevo abre y cierra la boca sin mencionar ni una palabra. Puedo ver el momento en el que la curiosidad de Katherine alcanza su punto máximo.

—¿Y si te digo que Elena tiene sangre de vampiro en su sistema? —pregunto distraídamente.

—¿Qué dices? —Katherine se lanza hasta detenerse frente a mí.

—¡Imagina lo divertido que será! —Damon chilla con emoción. —Katherine y Elena compitiendo por el amor de Stefan por, no sé, para siempre.

Katherine aprieta la mandíbula y nos analiza a ambos, nuestras expresiones parecen convencerla porque pone los ojos en blanco y sacude la cabeza.

—La tumba —dice resignada. —Los tiene en la tumba.

—Gracias —le digo sonriendo. —Eres muy amable.

—Vete al carajo —escupe ella.

—Sí, esa es una buena idea —asiento.

—Vámonos, Bambina —Damon da un paso hacia atrás. —Aquí ya no es divertido.

Yo prácticamente corro para alcanzarlo en la entrada del departamento, me giro y sacudo mi mano al lado de mi cabeza para despedirme de la vampira que se quedó de pie en el mismo lugar en el que la encontramos cuando llegamos. El rostro de Katherine lanzándome miradas de odio es lo último que veo antes de que Damon cierre la puerta dejando a la vampira encerrada de nuevo.

—Eso fue sencillo —dice mi acompañante cuando bajamos las escaleras para volver al auto.

Saco mi teléfono, marco el número que me sé de memoria.

—Caballo dos, en posición —digo en cuanto escucho la voz familiar al otro lado.

—Yo voy de camino a lidiar con adolescentes —mi amiga se queja. —Les llamo dependiendo de cómo se comporten.

—Buena suerte, Angela —Damon grita acercándose al aparato pegado a mi rostro. —La vas a necesitar.

—Adiós —mi amiga cuelga la llamada.

—¿A dónde vamos? —le pregunto a Damon cuando veo que nos conduce a través del bosque.

—A la tumba —dice secamente. —Hay que ir un paso delante de ese imbécil.

Yo me limito a mirarlo.

El trayecto es corto, y más porque él se conoce el camino de memoria. El bosque está demasiado tranquilo, solamente el sonido de nuestro auto interrumpe esa paz en el ambiente. Damon y yo bajamos y cada uno toma un rumbo, verificando lo que hay, lo que no hay y lo que nosotros podemos colocar.

Si podemos colocar un par de trampas, o Angela coloca algunas runas alrededor, podemos asegurarnos de tener el control de quien sale y quien entra a este lugar. También podemos saber si Klaus se aparece por estos lados.

—Aquí no hay nada —me quejo escuchando los ecos de nuestros pasos en el interior de la tumba.

—Por suerte —responde Damon. Para nuestra buena suerte, la tumba está vacía y no hay nadie vigilándola, al menos no todavía.

—Las paredes de piedra, la humedad y el olor hacen que el lugar sea jodidamente acogedor —digo mirando a nuestro alrededor.

—Nuestros invitados lo van a pasar fenomenal aquí —me da una mirada cómplice y una sonrisa macabra. —De eso nos encargamos Elijah y yo.

Doy una mirada a mí alrededor apreciando lo horrible de este lugar.

—Vámonos —le pido tirando de su brazo. Él asiente y camina a mi lado hasta la salida. En el bosque, nada ha cambiado, todo sigue igual de tranquilo, por suerte.

Cruzamos el pueblo de regreso a la mansión Salvatore.

—Ya volvieron —Elijah dice al vernos entrar. Esta en la sala, recostado en uno de los sofás con un libro de Angela en sus manos.

—¿De qué nos perdimos? —pregunta Damon con aburrimiento.

—Elena vino hace rato —me cuenta en tono de advertencia. Un escalofrío recorre mi espalda. Eso solo puede significar una cosa, que Elena va a hacer lo que le dije ayer, y si lo hace… va a tomar una decisión.

—¿Dónde está? —pregunto con la voz temblorosa.

—Ella y Stefan fueron a dar un paseo, aún no vuelven —Elijah responde.

—Si lo están haciendo en el patio trasero, les voy a echar agua helada —Damon canturrea. Elijah y yo casi sonreímos con sus palabras.

—¿Cómo estuvo tu mañana, Elijah? ¿Todo en orden? —pregunto con ansiedad. En este momento, no podemos darnos el lujo de fallar en algo, no hay espacio para los errores. Necesitamos que todo salga a la perfección.

—Peón 1; está en posición —dice el original con calma. —Mañana mismo será el traslado.

Tomo una muy profunda respiración, Elijah ha hecho su trabajo del día; Carol está en el hospital y Tyler está con su madre, mañana la van a trasferir a un hospital que solo ellos y Elijah van a saber.

—Bien —acepto.

—¿Y la brujita? —Damon pregunta mirando de un lado a otro en busca de mi amiga.

—De niñera, todavía —Elijah dice con una carcajada. Damon y yo sonreímos imaginando todo lo que Angela debe estar pasando en este momento en su labor de convencimiento con los dos adolescentes. —¿Cómo les fue?

—Es odiosa —escupe Damon. Elijah se enoje de hombros.

—Ya sabemos dónde poner a los dos peones —digo sin querer decir mucho, no sabemos quién puede estar cerca, escuchando a escondidas u observando nuestros movimientos.

—No te preocupes por eso —me dice Elijah con la voz tranquila. —Nosotros nos encargamos.

—Lo sé —intento calmarme. —Es solo que… si él se da cuenta, si nos descubre antes de tiempo…

—Ven aquí, nena —Damon me atrae a su cuerpo.

Una de sus manos acaricia mi espalda, subiendo y bajando con lentitud para tranquilizarme, su contacto, la calidez de su mano y su aroma que se envuelve a mí alrededor hacen que la ansiedad se evapore de mi cuerpo.

—No te preocupes —me dice. —Lo peor que puede pasar es que nos maten.

—¡Asno! —le doy un empujón. Con sus palabras ha hecho que mi ansiedad vuelva y todo se duplique en mi cabeza. —La idea era calmarme, no asustarme más.

—Yo nunca dije que trataba de calmarte —se defiende. Yo pongo los ojos en blanco.

—¿Isabella? —escucho la voz de Elena. Me giro en la dirección de dónde vino su voz, no soy la única que lo hace, Elijah y Damon también se giran para mirar a la joven de pie en el pasillo moviéndose con nerviosismo. —¿Podemos hablar?

—Sí, claro —asiento. Me suelto del agarre de Damon y camino en dirección a mi prima, paso a su lado apenas deteniéndome para indicarle que me siga.

—Yo… —intenta hablar en cuanto salimos de la casa. La interrumpo rápidamente.

—Vamos a dar un paseo —digo con una leve sonrisa, mis ojos se colocan fugazmente en la casa a sus espaldas, estoy segura que hay tres vampiros chismosos escuchándonos.

—No subiremos la cascada de nuevo ¿verdad? —pregunta con un jadeo lastimero.

—No —suelto una carcajada. —Sin subir la cascada esta vez.

—Bueno, vamos —acepta con alivio.

Esta vez la conduzco en dirección a la tumba de los Salvatore, ahí estaremos lo suficientemente lejos de la casa como para hablar con tranquilidad y sin que nos estén escuchando, pero a la vez estaremos lo suficientemente cerca en caso de que algo suceda y necesitemos ayuda.

—Te escucho —le digo deteniendo mis pasos. Me recuesto contra el muro de la tumba y la miro fijamente.

Elena está muy nerviosa, sus manos se retuercen su pierna sube y baja haciendo que su pie golpetee el suelo y sus ojos apenas se colocan sobre mí.

—Yo... —se aclara la garganta. —Hice lo que me dijiste... y yo... creo que, sí, creo que ya estoy lista.

—Voy a necesitar que más detalles si quieres que comprenda el contexto de la conversación que pretendes que tengamos, Elena —digo fingiéndome la loca. No es que no comprenda a dónde quiere llegar, en realidad solo estoy tratando de alargar esto lo más posible.

Esta vez, soy yo quien no está lista para esta conversación.

—Ayer, con nuestra conversación en la cascada, me pusiste a pensar —me explica, yo parpadeo en respuesta. —Realmente me obligaste a cuestionarme toda mi vida, no pude dormir y me la pasé toda la noche haciéndome preguntas, pensando y tratando de llegar a una conclusión.

No me muevo, no parpadeo, ni siquiera estoy segura de estar respirando, solo me quedo allí, de pie, mirándola fijamente.

—Y debo admitir que me decepcioné cuando pude llegar a una conclusión…

Esas últimas palabras hacen que quiera cerrar los ojos y tirarme al suelo para hacerme bolita y ahogarme en lágrimas y mocos.

—¿Cuál es la conclusión a la que llegaste? —pregunto en un tono forzado y monótono.

Me preparo mentalmente para lo que voy a escuchar.

—No quiero morir en ese maldito sacrificio, Isabella —dice lo más claro que su garganta cerrada se lo permite. —Pero resulta que tampoco quiero transformarme esa noche en vampira.

Quisiera poder decirle que me sorprende su declaración, pero sería muy hipócrita de mi parte, porque no me sorprende en lo absoluto. Ya espera que esa fuera su decisión.

—Hablé con Stefan, como te prometí hacerlo, hablamos de la posible solución que me dijiste, del sacrificio, de nosotros y de muchas cosas más. Le dije lo mismo que acabo de decirte a ti —de repente un sollozo la atraviesa. —Y creo que le rompí el corazón.

Ahora quiero golpearla. ¿De verdad es tan idiota? ¿Tan ingenua? ¿Nunca se dio cuenta que su decisión le rompería el corazón a su novio vampiro?

Respira, Isabella, no puedes golpear a tu prima. Bueno, si puedo pero no debo hacerlo, eso solo empeoraría nuestra casi nula relación. Me obligo a respirar un par de veces para poder continuar con esta conversación de la manera más calmada y neutral que pueda.

—Elena… Stefan te ama, de eso no tengo ninguna duda. Y sé que va a respetar la cualquier decisión que hayas tomado aunque eso le duela en lo más profundo del corazón —le digo con la poca movilidad que mi mandíbula me lo permite, el enojo y la molestia en mi interior me hacen apretar y rechinar los dientes.

—Lo sé —ella solloza silenciosamente aunque sus labios me muestran una leve sonrisa.

—Pero, ¿qué tanto lo amas tú? —pregunto venenosamente. Elena me da una mirada sorprendida. —¿Lo amas tanto que estas dispuesta a morir porque un vampiro sádico lo deje en paz después de tu muerte? O… ¿lo amas tan poco que prefieres que día a día viva con el miedo de que ese sea el último día que pase a tu lado?

—Isabella…

—Porque eso va a pasar si continuas siendo humana —le digo, insistiéndole tercamente. —Puede que no mueras en una semana en el ritual, pero quizás dos semanas después sí. Puede que logres sobrevivir este año, pero al siguiente un camión te atropelle y mueras en la carretera.

—Isa… —intenta hablar pero la interrumpo de nuevo.

—Puede ser que sobrevivas hasta que tengas 25 años, pero después te unas al club de los que mueren a los 27 años —mi veneno sigue escurriendo con mis palabras. —Quizás San Stefan sea tan comprensivo y te deje vivir la vida humana que tanto deseas solo para lidiar con tu muerte cuando estés dando a luz a tus hijos.

—Lo sé —asiente, —Todo eso ya lo hablé con Stefan hace rato, pero Isabella… yo…

—Dime algo Elena —le pido. Ella exhala bruscamente, pero asiente. —¿Qué va a hacer Stefan cuando tenga que enfrentarse a la muerte de la mujer que él ama?

—¡Isabella! —me grita. Yo parpadeo sorprendida de su arrebato, aunque sé que en el fondo yo lo causé. —Todo esto ya me lo dijiste ayer. Te escuché con claridad, comprendí tu punto y a dónde querías llegar. No soy idiota.

Tardo algunos segundos en formular una respuesta.

—Perdón —digo estúpidamente. Elena sonríe.

—No quiero ser vampira, Isabella —repite, esta vez más calmada. —No definitivamente a los 17 años.

—Eso ya lo dijiste —frunzo el ceño. ¿Qué no era yo la que estaba repitiendo la conversación de ayer?

—Como dije, ya hablé con Stefan, y sí, le rompió el corazón saber que yo no quiero transformarme a la misma edad que él —se encoje de hombros. —Pero siendo el hombre tan comprensivo que es, lo aceptó y me apoya totalmente.

En silencio, asiento con mi cabeza, eso es algo que también ya tenía muy en claro. San Stefan puede estarse muriendo, destrozado en pedazos por mil apuñaladas causadas por la misma Elena, y aun así perdonarla y hacer todo para ayudarla a que lo siga lastimando.

—¿Y qué hay de nosotros? —le pregunto. —¿Qué hay de las demás personas que hemos arriesgado todo y no vamos a recibir algo de tu parte? Eres muy egoísta.

—Sí, tienes razón, soy una egoísta —Elena asiente. De nuevo me toma por sorpresa que me esté dando la razón tan seguida. —Sé que por mí comenzó todo esto, sé que todos ustedes han rozado la muerte por salvarme.

—Si puedo ser honesta, no mereces que alguien de nosotros pierda su vida en tu lugar, Elena.

No quiero ser cruel con ella, pero no hay otra manera de decirlo. No quiero que se convierta si eso no es lo que desea, pero no me agrada que quiera seguir siendo humando y disfrutar de todos los beneficios de una vida vampírica. Si decide seguir siendo humana, va a tener que despedirse de muchas cosas al igual que si decide transformarse y me parece egoísta que no parezca dispuesta a hacer esos pequeños sacrificios.

Elena quiere tenerlo todo y eso es una mierda.

No es justo que alguien de nosotros, que yo de mi vida en su lugar, si ella va a desperdiciar una vida humana o vampírica.

—Sé que no lo merezco, soy muy consciente de eso ahora —mientras habla, Elena estira su mano para buscar una de las mías. —Pero, Isabella, no quiero que mi muerte quede a manos de Klaus.

Bueno, lo admito, esa es una razón muy válida.

—Nadie de nosotros quiere terminar en manos de Klaus —murmuro. Me muerdo la lengua para no soltar otra frase con veneno.

—Se muy bien que si te lo pido, me ayudarás a sobrevivir ese ritual —Elena me brinda tímida y busca con su otra mano mi mano libre. —Y también sé que hay una muy grande probabilidad de que al día siguiente me maten.

—Me alegra que lo tengas claro —digo mordaz.

—Si eso pasara, estaría más que feliz con mi muerte, Isabella —Elena se encoje de hombros sin perder su sonrisa. —Puedes salvarme hoy y mañana atropellarme con el auto de Damon y te juro que estará bien. Te juro que aceptaría mi muerte.

La miro fijamente. ¿Qué carajos está pasando? ¿Por qué de repente este cambio de actitud?

—Vampiros o no, todos podemos morir, eso me ha quedado claro —se aclara la garganta y su cuerpo se estremece ligeramente. —Pero mientras la muerte llega a mí, quiero poder llegar a cumplir 18 años, o 20, quizás 30 y… y poder colocarme delante de Stefan y pedirle que me transforme en ese momento.

Inevitablemente un jadeo se escapa de mis labios.

—Quiero poder pedirle a Stefan que me transforme por el amor que él y yo sabemos que tenemos por el otro —Elena busca mis ojos con los suyos, observo una lagrima deslizarse por su mejilla y perderse en sus labios. —Porque esa es la transformación que quiero, esa es la muerte que me merezco, Isabella.

—No a manos de un hibrido demente —digo casi con alivio. Elena expande aún más su sonrisa.

—Aun no me has dicho cual otra opción tengo, pero estoy dispuesta a aceptarla porque confío en ti, prima —Elena da un apretón a mis manos. —Pero yo también quiero hacerte unas preguntas antes de que me cuentes tu maquiavélico plan.

—Es justo —acepto. No pierdo nada con responderle. —Adelante.

—¿Por qué quieres ayudarme? ¿Por qué haces esto? —pregunta juntando sus cejas en su frente. —Sé que no soy tu persona favorita.

De repente, la mujer que tengo frente a mi pasa a ser una pequeña niña vestida en un horrible conjunto floreado rosa, abrazando un peluche con uno de sus bracitos mientras el otro se extiende en mi dirección. Sus ojos fijos sobre mí, tan expresivos como ahora.

En ese momento termino de tomar mi decisión. Sí, lo que haré es lo correcto.

—Alguna vez lo fuiste —susurro. No estoy segura si Elena ha sido capaz de escuchar mis palabras.

—¿Es por Isobel? ¿Elijah hizo un trato contigo? —me llena de preguntas de nuevo. —¿Es por Damon?

—Aunque Damon sea un asno y un idiota que dice odiarte en este momento por ser una niña berrinchuda, sé que te aprecia y eso hace que signifiques algo para él —decido irme por la razón que para ella sería más obvia y no por aquella razón que me haga desnudar mi corazón y mi cariño por mi prima. —Y él significa todo para mí. Damon lo es todo para mí.

Elena parece complacida con mi respuesta.

—¿Entonces? ¿Cuál es tu plan malvado para salvar mi trasero? —pregunta en un tono de voz más ligero.

—Creo que la persona correcta para explicarte es Angela —le digo. —Ella nos va a ayudar con esto.

—En ese caso, ¡vamos por ella! —Elena trata de soltar sus manos de las mías para volver a la casa Salvatore, yo aprieto mi agarre para detenerla.

—No, aun no —sacudo la cabeza de un lado a otro. —Elena, esto que vamos a hacer, no puede saberlo nadie. Ni siquiera Stefan.

—¿Por qué? —ella me mira, asustada.

—Porque si alguien se entera, todo se va a ir al carajo —digo severamente. Elena abre los ojos al máximo.

—Lo entiendo.

—Escúchame bien —le hablo cuidadosamente. —Esta noche, exactamente cuarto para la media noche, encuéntrame en la casa donde asesinaron a las brujas ¿sabes dónde es?

—Sí, el cementerio de brujas —Elena dice aunque su tono es de pregunta.

—Sí, ahí —doy un nuevo apretón a sus manos. —Encuéntrame allí, solamente tú, Elena. Te juro que te lo explicaré todo y haremos… bueno, llevaremos mi plan a cabo.

Elena al inicio está desconfiada, me mira con cierto arrepentimiento, pero algo pasa por su cabeza que la hace cambiar por completo su expresión.

—Sí, de acuerdo —acepta. —Confío en ti.

—No estoy segura de que debes hacerlo —siseo. Con un suspiro, dejo ir las manos de mi prima obligando a mis brazos a caer a mis costados.

—Antes de que vayas al cementerio de brujas, encuentra a Damon en el Grill —le digo. Ella me da una mirada interrogante. —No puedo decirte mucho, pero cuando tu creas que es el momento, vas a tener que apuñalarlo con esto.

Saco de mi chaqueta una pequeña daga de plata.

—¡¿Qué?! —Elena abre al máximo los ojos.

—Tiene verbena, lo va a dormir por un rato.

—¿Por qué me estas pidiendo esto? —pregunta ella.

—Porque sí —frunzo el ceño. —Ahora, después de eso, ve directamente a encontrarme, no te dejes distraer por nada, no importa lo que pase, ve de inmediato conmigo. ¿Entiendes?

—Si, lo entiendo —mi prima asiente. Siento como mis pulmones expulsan el aire de su interior al mismo tiempo que mi cuerpo se entumece por la tensión de este momento.

Estoy rogando en mi interior que Elena haga lo que le estoy diciendo y no le monte una escena a Damon. Eso solo va a levantar las sospechas en él y estoy segura que arruinará mi plan.

—Bien —trato de mostrar una fachada de calma y tranquilidad.

—¿Y que se supone que haremos mientras anochece? —Elena mira de un lado al otro. El bosque aún está perfectamente iluminando por la luz del sol que entra entre las ramas de los árboles.

—¿Por qué no vas y disfrutas el tiempo con Stefan? —le propongo. —Aunque tengamos un plan b, o un plan por todo el abecedario, aun podemos fallar.

Elena se estremece.

—Tienes razón —dice secamente. —No sabemos si este puede ser nuestro último día.

—Vamos, hay que volver —le ánimo.

Ambas comenzamos a caminar de regreso por el mismo camino por el que llegamos aquí, con calma cruzamos el bosque en dirección a la casa Salvatore, dónde estoy segura que aún están los demás.

—Espero que seas buena actriz —le digo cuando veo la casa a lo lejos. —Si no lo eres se van a dar cuenta.

—Yo puedo —dice despreocupadamente. —Entonces, tenemos un ¿cita? —se ríe para aligerar el ambiente.

—Sí, creo que eso suena mejor que "plan para evitar que te maten" —digo entre divertida y ligeramente molesta por su falta de seriedad.

—"Girls night" suena mejor —Elena me guiña un ojo.

—Llámalo como quieras —me encojo de hombros y la empujo para que vaya hacia la puerta de la casa.

La observo correr por el porche, Stefan aparece abriendo la puerta antes de que Elena pueda terminar de subir los tres escalones que la separan de la entrada, en cuando ve a su novio, se tira a sus brazos.

¡Iug! Son tan empalagosos.

Camino tranquilamente hasta ellos haciendo una mueca de asco mientras los sonidos de sus bocas compartiendo saliva llegan a mis oídos.

—¿Y el sensual de tu hermano? —pregunto al aire. Ambos se separan al escucharme, sus cabezas se giran en mi dirección mirándome abochornados mientras me acerco a ellos, Elena está roja de las mejillas y Stefan tiene una sonrisa en sus labios.

—Con Elijah en el sótano —Stefan me responde.

—Gracias —le digo caminando para el interior de la casa. Cuando paso al lado de la pareja feliz aprovecho mi oportunidad para burlarme. —Si van a follar traten de que no sea en la puerta de la casa. ¡Exhibicionistas!

—¡Isabella! —el chillido avergonzado de mi prima anuncia mi presencia en la casa, además que yo le ayudo soltando una profunda carcajada.

No detengo mis pasos, me muevo al interior de la casa Salvatore buscando a mis amigos y dejando a la parejita ser feliz en la puerta.

—Ya volviste —escucho la vos de Angela cuando paso por la cocina.

—Tú también —le digo como saludo. Ella extiende el tazón de cereal del cual está comiendo, con mis dedos tomo un puño y comienzo a comerlo señala en dirección al comedor, quiere que ambas nos sentemos a conversar.

—¿Lo lograste? —le pregunto comenzando por el tema más sencillo.

—Obvio —ella bate sus pestañas en mi dirección provocándome una sonrisa burlona. —Fue difícil convencerlos, pero en el momento en que les dije que serían solo ellos, accedieron a irse.

—Hombres —pongo los ojos en blanco.

—Y adolescentes —Angela se ríe. —Por supuesto que no iban a desaprovechar la oportunidad de salir ellos solos y conocer a chicas universitarias.

Angela y yo estallamos en risas y burlas dirigidas especialmente a Jeremy, Matt y su pensamiento inmaduro.

—Eso nos deja al peó en posición —mi amiga retoma la seriedad.

Mi rostro cae, toda la diversión y tranquilidad se evapora de mi interior siendo remplazada de repente la tensión en mis hombros regresa golpeándome con más fuerza que antes.

—¿Pasa algo? —pregunta Angela con un ligero temblor en su voz. —Stefan me dijo que habías salido, que estabas hablando con Elena.

—Sí, eso hice —acepto.

Mi amiga busca mis ojos con desesperación, sabe que las siguientes palabras que salgan de mi boca van a terminar de sellar mi destino. Mi boca se abre y se cierra un par de veces pero, soy incapaz de expulsar las palabras de mi boca, así que decido usar la frase que menos dolor me va a provocar.

—La torre dos —me señalo con mi misma mano, —está en posición.

La reacción de Angela me hace querer llorar; sus ojos se cierran con pesar, un nudo aparece en su garganta y en ese mismo momento se obliga a si misma a tragárselo antes de volver a abrir sus ojos.

—¿B-Bella? —mi amiga cubre su boca con sus dos manos, soltando el tazón con cereal en el proceso.

—L-lo haremos esta noche —consigo decir. —Ya le di las instrucciones. E-está lista.

—¿Y tú? —Angela me mira con una ceja arriba. —¿Estas lista?

De nuevo, soy incapaz de decirle la más mínima palabra. Ella mueve sus labios hay demasiadas cosas que quiere decirme pero sabe que no estamos solas, no podemos hablar con la libertad que nos gustaría. Mi amiga se levanta de su silla y se me lanza encima, con sus brazos rodea mi cuerpo y siento sus sollozos silenciosos. Le regreso el abrazo y nos quedamos en esa posición hasta que ambas somos capaces de volver a mirarnos.

—Todo va a salir bien —dice ella. Una sensación aterradora se coloca en mi pecho, quisiera creerle, pero por alguna razón, no puedo.

Ambas nos movemos en dirección al sótano donde se encuentran Damon y Elijah, supongo que alimentándose con la reserva de sangre que tienen ahí los hermanos Salvatore.

—Creí que me llamarías para ayudarte a esconder su cuerpo —Damon dice en cuanto siente mi presencia cerca de él. —¿Pudiste sola?

—Aprendí del mejor —le guiño un ojo. Damon me da una sonrisa de lado, sus manos me ofrecen la bolsa de sangre de la que ha estado bebiendo, yo hago una mueca de asco y niego. Se encoje de hombros y continua bebiendo el líquido de color rojo.

—¿Todo en orden? —Elijah me mira con una ceja arriba.

—Ya sabe que debe ir al Grill esta noche —les digo. —Podemos comenzar a jugar.

Elijah asiente visiblemente complacido con mis palabras, Damon me jala a su lado y me abraza con demasiado entusiasmo. Angela no muestra ninguna reacción.

—Entonces, ¿tenemos todas las piezas del ajedrez? —Elijah pregunta.

—Creo que sí —asiento.

—Sé dónde está Greta, la bruja que le está ayudando a Klaus —Angela nos dice desde el fondo donde está recostada contra la pared. —Está en Nueva Orleans.

—Va a traer el cuerpo de Klaus —Elijah dice. —Eso es lo que están buscando allá.

—Entonces él también debe estar allí —dice mi amiga.

—Investigaré eso —Elijah sentencia.

—Después de que acabemos con esta mierda, nos vamos a ir todos de vacaciones —Damon anuncia dándole el último trago a la bolsa de sangre antes de fijar sus ojos azules en nosotros. —No acepto ninguna respuesta negativa y/o excusa barata para no ir.

—No pensaba negarme —decimos los tres al unísono.

—Más les vale —bufa. —Parece que estar con el niño bonito en ese pueblo de tres calles, dos altos y veinte animales salvajes.

—¡Hey! —Elijah le da un golpe en el hombro. —Los animales, digo… los licántropos fueron amables con nosotros.

Damon se ríe. Yo sacudo la cabeza y me encierro en mi propio mundo mientras mis amigos siguen hablando entre ellos. Mis ojos se colocan en Damon, en la silueta de su rostro, miro cada detalle de él, cada ángulo en sus facciones, cada poro de su piel, cada pequeña cicatriz que nunca se borró, cada pequeño vello que sobresale de su piel, estoy decidida a grabarme, a memorizarme cada detalle del hombre que me sostiene a su lado.

—Sé que soy mejor que una obra de arte pero si sigues mirándome de esa manera me voy a desgastar —Damon dice pegando sus labios contra mi oído.

—Te voy a secuestrar —le digo alejando mi rostro y girando mi cuello para volver a colocar mis ojos en los suyos.

—¿Lo harás? —pregunta divertido. Yo asiento.

—Vas a ser mío —le digo en tono urgente. Necesito que esas palabras se vuelvan un juramento, de mí para él y de él para mí.

—Ya soy tuyo, Bambina.

Esas palabras derriten de nuevo mi corazón.

—Ven conmigo —le digo. Mis manos buscan sus manos, ambos nos sujetamos con fuerza, como si fuéramos el salvavidas del otro en el medio de una tormenta.

No estoy segura si Angela y Elijah nos están mirando cuando salimos del sótano, o incluso no sé si fueron testigos del pequeño intercambio que tuvimos antes de hacer nuestra escapada, no me importa. En este momento solo estamos Damon y yo.

No sé ni siquiera a dónde vamos, tampoco sé cómo es que terminamos en el lago que se forma gracias al rio que es alimentado por la caída del agua de la cascada. Estamos lejos de ella, pero gracias a nuestros sentidos, aún podemos percibir el sonido que hace el agua al caer. En este lugar se respira la tranquilidad y la paz del bosque, pero, a la vez puedes sentir el bullicio y el aroma a humedad que hay que en la hierba gracias al agua.

Es lindo, pero no se compara con el acantilado en Forks.

—Bien, suéltalo —Damon silba interrumpiendo el cómodo silencio que nos abrazaba desde que llegamos a este lugar.

—¿Qué?

—¿Que carajos es lo que sucede? —pregunta con cierta molesta en su tono de voz. Se coloca frente a mí cruzándose de brazos y mirándome con los ojos entrecerrados.

Mierda.

Estoy en problemas.

Se supone que Damon no debe darse cuenta.

—¿Suceder? —pregunto inocentemente. —¿Porque tendría que suceder algo?

—Desde que llegamos a Mystic estas actuando extraño —señala como si fuera demasiado obvio o yo demasiado tonta. —Has hablado más veces con Elena estos días de lo que has hecho en toda tu vida.

Ahora soy yo quien me cruzo de brazos y le miro con los ojos entrecerrados.

—Eso no es cierto —desvió la mirada y me concentro en los sonidos del bosque que rodea el lago frente a mis ojos.

—Además, me has traído aquí por alguna razón —la sospecha en el tono de voz de Damon me hace comenzar a sudar. Debí prever que él no se dejaría engañar tan fácil, debí suponer que él sospecharía que algo estaba tramando y si no tengo cuidado, me va a descubrir y todo se irá a la mierda. —Así que, ¿qué carajos está pasando?

Aprieto mis labios para obligarme a no ceder ante su tono exigente.

—Habla, Isabella —gruñe. Su gruñido me sobresalta.

Mierda.

Voy a tener que soltarle un par de mentiras demasiado convincentes si quiero que me crea y no sospeche de mi plan.

—Solo... quería alejarme un poco de todo el drama que hay en Mystic —respondo aun sin mirarlo. Eso en parte es verdad. —Tantas estrategias y planes hacen que me duela la cabeza.

—Has estado nerviosa —comenta. Mierda, mierda y más mierda. Siempre olvido que la conexión creada por la sangre hace que él pueda sentir mis emociones.

—¿Puedes culparme por eso?

—No —él sacude la cabeza. —Sé que esto apesta, pero vamos a estar bien. Todo va a estar bien, Bambina.

Gracias Damon. Acabas de dar en el clavo, acabas de exhibir lo que me tiene en una cuerda floja de emociones. ¡Asno!

—Pero ¿y si no? —siento las lágrimas cumularse en mis ojos. —¿Qué pasa si todo sale mal? ¿Si fallamos? ¿Qué pasa si no vuelo a verte, Damon?

—¡Hey, hey! —sus manos se estiran hacia mí, yo dejo que me mueva a su antojo, que me estrelle en su pecho y me rodee con sus brazos. —¡Me ofende la poca fe que me tienes, Isabella!

Intento reír por su tono ofendido, pero solo logro un gemido lastimero.

—Me he enfrentado a peores cosas que a un hibrido demente, Isabella —Damon me dice con seriedad. —Y he vuelto de la misma puta muerte miles de veces. Esto es nada.

—La sociedad Augustine —murmuro lejanamente. —Olvidé que estuviste allí.

—Me obligaron a estar allí —sisea él produciendo vibraciones en su pecho que siento contra mi cuerpo. Ahora me siento un asco por traer al presente esa parte de él que le duele recordar. —Pero creo que debo agradecerles que me hayan convertido en cabrón que soy ahora.

—Mío —modulo contra su pecho. —No importa si eres un cabrón, un desgraciado insensible, un idiota con problemas de ira, un jodido hijo de puta con un ego más grande que Burj Khalifa.

Su risa me hace vibrar de nuevo.

—Eres mío, Damon —exhalo. —Y te amo.

—No —sus manos me empujan lejos de él. —No digas eso. No es cierto.

—Sé muy bien lo que siento —bufo con molestia. —¡Y tu también lo sabes! Puedes sentir mis sentimientos y mis emociones, Damon.

—Estas diciendo esas idioteces solo porque tienes miedo —camina alejándose de mí pero acercándose al borde del agua. —Estas diciendo eso porque crees que alguno de nosotros –o todos, si es que tenemos tan mala suerte- vamos a morir.

—¡No es así! —me quejo. —Estoy diciendo esas estupideces porque quiero decirlas. ¡Solo por eso!

Damon sacude su cabeza pero no se gira a mirarme. Comienzo a hacer una pataleta; me cruzo de brazos, suelto un bufido ruidoso acompañado de siseos de molestia y doy un par de golpes con mi pie en el suelo.

No es justo.

Camino para alejarme de él, no quiero verlo o tenerlo cerca en este momento así que voy hasta el último árbol al borde del agua y me recuesto contra la corteza mientras mis ojos observan el agua que corre delante de mí. Mi mente me hostiga con miles de pensamientos que van de un lado a otro y a la vez sin ningún sentido en concreto.

Se supone que esta tarde y el inicio de la noche sería solo para Damon y para mí, para quedarme con él, disfrutar de su compañía, llenar mi mente de recuerdos de nosotros para atesorarlos y aferrarme a ellos antes de hacer la idiotez que estoy pensando hacer. Pero ahora ambos estamos molestos con el otro y nuestro momento se ha ido al carajo.

Ahora parezco una imbécil ahogándome en mi propio silencio mientras maldigo a Damon al interior del caos de mi mente. Flashes en mi mente de escenas sin sentido aparecen como si fueran destellos de una batalla que ya he vivido antes.

Si, ya he vivido esto antes, en el acantilado. Nuestro lugar.

En ese momento soy consciente de algo, usualmente, soy yo quien es como un jodido libro abierto para él, siempre sabe lo que hay en mi cabeza o como me siento en todo momento porque no soy una experta en ocultarlo. Damon si lo es, él lleva bastante tiempo haciendo esto, encerrándose y aislándose del mundo por lo que es un experto en ocultarme sus emociones y sus pensamientos.

Pero aunque me está dando la espalda, está mostrándome todo eso que lleva oculto.

Damon también tiene miedo. Miedo de que nuestro plan no funcione, de no poder salvar a Elena, teme no poder ayudar a su hermano y perderlo una vez más en el proceso, tiene miedo de perder y defraudar a los dos amigos que ha hecho en estas semanas. Damon también tiene miedo de perderme a mí.

Su mano busca la mía, sus dedos se entrelazan con los míos con firmeza y fuerza, como su fuera un ancla que no está dispuesto a dejar ir.

—Todo va a salir bien, Bambina —habla con calma pero su voz tiembla. —Tiene que salir bien, porque si no lo hace… si no funciona…

El nudo en su garganta le impide seguir hablando.

—Lo sé —me giro para enfrentarlo.

Sus ojos están cerrados, sus cejas juntas mostrando el dolor que hay en su interior en este momento. Su cuello está tenso y con las venas saltadas, además que sus hombros están ligeramente hacia adelante.

—No creo que ninguno de nosotros podrá afrontar las consecuencias si fallamos.

Tiene razón. Si algo sale mal, todos nosotros lo vamos a pagar, no importa quien muera o si morimos todos, lo vamos a pagar de alguna manera y haremos demasiado daño a los que se queden sin nosotros.

—Espero que de verdad valga la pena hacer lo que estamos haciendo —murmuro con pesar. —Estamos haciendo demasiado.

Damon sacude la cabeza, sus ojos se abren y en automático buscan los míos, su mirada azul me toma prisionera obligándome a perderme en esos zafiros que esconden demasiados secretos.

—Nada de esto, Bambina… —Damon coloca su otra mano en mi mejilla. —Nada de esto va a valer un maldito bledo si te pierdo.

Sus labios se estampan contra los míos mostrándome con un beso todas las palabras que no puede pronunciar. Una ola de sentimientos golpea contra mi cuerpo, amor, respeto, adoración, cariño, deseo, ternura, gratitud, pasión, felicidad, aceptación. Todos los sentimientos que Damon tiene por mí.

Una lágrima sale de mis ojos sin que yo le dé permiso. ¡Jodida traicionera! Damon se da cuenta de ella, sus labios sueltan los míos y atrapa la lágrima justo contra mi mejilla, absorbiéndola como si fuera una gota del más delicado y preciado elixir, antes de alejarse de mí.

Mi cuerpo usa todas las fuerzas necesarias para mantenerme cuerda y no soltarme llorando como una maniática mientras le confieso mi plan malvado.

—No sé qué es peor —me dice en tono reflexivo. —Confesarte mis sentimientos cuando estamos por enfrentarnos a una posible muerte y usar eso como excusa patética que quizás te haga dudar de lo que siento por ti…

De repente mi cuerpo se vuelve débil, me siento agobiada y cansada y a nada de desfallecerme sobre la hierba húmeda del suelo, pero me obligo a mantenerme centrada en Damon.

—O morir sin revelar que te metiste en mi cabeza, que, no importa a dónde mire o en que piense, porque tú siempre vas a estar ahí, en mis pensamientos —suelta una profunda exhalación. —Isabella… yo solía pensar que el amor era una idiotez, que era como una insignificante moneda que un día vas a perder.

Me obligo a ahogar el sollozo.

—Pero ahora, no me puedo decidir si te amo más por la mañana cuando despiertas en mis brazos, o por la noche cuando vuelves a mí —su mano aún mantiene mi mano aprisionada, pero su otra mano continua acariciando mi rostro con delicadeza. —Así que, soy tuyo, Isabella. Toma mi mente, mi cuerpo, toma mi vida y mi alma. Tómame completo porque ya soy tuyo.

—Damon… —lloriqueo, ya he perdido la batalla contra mis lágrimas.

—No voy a permitir que nada te pase —sus palabras suenan tranquilizadoras, son como un tratado de paz en el medio del caos que hay a nuestro alrededor. —Te juro que no va a pasarte nada, Bambina.

Ese es un juramento que yo estoy a punto de romper. Mi llanto aumenta al pensar en eso.

—No, Damon —niego adivinando hacia dónde van sus pensamientos. —Mañana me iré, estaré lejos de todo esto, y en Forks pueden protegerme Charlie, Jasper y los Cullen.

—No confió en esos idiotas —gruñe. Debo darle la razón, lo que pasó con Edward no estuvo nada bien.

—El punto es que, estaré bien en Forks, y a salvo —intento sonar convincente aunque por supuesto que fallo, la mueca en su rostro me lo dice. —Está bien si quieres darme más sangre, está bien si quieres pegarme el anillo de vida a mi dedo para que no se caiga, ¡te juro que está bien si lo primero que haces al volver a verme es romperme el cuello! Pero, por favor Damon, transfórmame porque quieras hacerlo, porque yo quiera hacerlo, no porque es una medida desesperada para salvarme.

Apenas soy consciente de que estoy temblando mientras le suplico, no quiero vivir eternamente con el miedo de que mi transformación haya sido solo por salvar mi trasero y no porque en verdad Damon me quiera a su lado por el resto de la existencia. No quiero vivir una eternidad sola, eso sería aún más aterrador que morir la siguiente semana a manos de Klaus y su estúpido ritual.

Damon está en conflicto, descubrí su plan de ser un idiota y cambiarme sin que yo se lo pidiera como habíamos quedado hace días, ahora se debate entre hacerlo o respetar mi decisión.

—Maldición, Isabella —gruñe con frustración. —Estoy intentando salvarte y no me estas ayudando a hacerlo.

—Que aburrido sería si te la pusiera fácil —me burlo.

—Muérdeme —sisea entre dientes.

—Si insistes —digo con una sonrisa en mi rostro. Estiro mis piernas, me pongo sobre las puntas de mis botas para alcanzar su cuello con mi boca, mis labios se abren al máximo, mis dientes salen como armas para desgarrar su piel. El líquido caliente se dispara contra mi luenga provocándome un gemido de placer.

—No pares hasta que yo te lo diga —Damon murmura como una orden silenciosa. Su mano sostiene mi cintura mientras la otra sostiene mi cabeza para asegurarse que no despegue mi boca de su cuello. Yo continúo bebiendo y bebiendo su sangre.

No sé cuánto tiempo pasa antes de sentir sus labios bajar hasta el punto por encima de mi clavícula, cerca de mi cuello, sus dientes traspasan la piel de esa zona y siento el ya muy familiar tirón que hace su boca al succionar mi sangre.

Ambos soltamos un gemido. Compartir sangre siempre ha resultado una experiencia demasiado placentera, y eso solo se intensifica si ya hay un vínculo entre ambas partes como sucede con Damon y conmigo.

Cuando nos separamos, me siento como si estuviera ebria, drogada, como si estuviera flotando en una bruma o en una neblina de lavanda que me trae tranquilidad, paz, armonía y me enloquece al mismo tiempo con alegría, felicidad y amor.

No quiero dejar de sentirme así.

—Tengo algo para ti —Damon dice con gotas de mi sangre escurriendo de las comisuras de su boca. —Pero necesitas prometerme que no te lo vas a quitar, no importa lo que suceda.

—Lo prometo —le digo.

Sus manos van a su chaqueta, saca una pequeña caja de terciopelo color azul, al abrirlo hay un zafiro en forma de gota, está sujeto a una delicada cadena de plata por una abrazadera de diamantes que forma una "S" alrededor de la preciosa piedra color azul eléctrico.

Sé lo que es, sé lo que hace, y sé porque quiere que siempre esté en mi cuello. Puedo apostar a que obligó a Angela a hechizarlo, para que, si por alguna razón llegara a transformarme sin que él estuviera, pudiera estar protegida y así evitar que muera mientras me retuerzo siendo quemada por el sol.

—Pónmelo —le pido. Él se deshace de la caja dejando solo el collar entre sus dedos, sus manos rodean mi cuello y lo coloca con cuidado en su lugar. El frio metal quema mi piel. —Es hermoso.

Damon no responde, solo mira con orgullo hacia mi cuello.

—Debemos volver —le digo. —Tienes que alimentarte antes de encontrarte con Elena.

—Que fea manera de arruinar el momento —bufa. —Y luego porque dicen que los hombres ya no somos románticos.

Le doy un empujón juguetón, él me responde atrayéndome contra su cuerpo y dándome un beso en la frente antes de conducirnos por el bosque de regreso a la casa Salvatore.

—Te veo al rato —me dice cuando llegamos a la puerta de la casa. —Iré a darme un pequeño bocadillo viviente antes de ir a molestar a tu prima. Quizás logre que me odie por el resto de su vida.

Me rio, aunque aún me siento consternada por lo que va a pasar.

Me lanzo de nuevo a sus brazos, buscando atrasar esto lo más que pueda, pero me resulta imposible, solo puedo quedarme con la sensación de calor contra mi cuerpo y el hormigueo en mis labios cuando él se aleja de mí y empieza a caminar hacia su auto.

—¡Damon! —le llamo. Él se gira y me mira, esperando a que hable. —Yo… ¡Te amo! —me guiña un ojo y se gira para subir al auto. —Espero que me perdones.

Mi murmullo se pierde en la soledad que va dejando por la calle mientras se aleja. Sintiendo un vacío en mi cuerpo, termino de acercarme a la puerta de la casa y con la mano temblorosa, entro en ella.

Angela es la primera persona a la que veo, al parecer solamente está ella en la casa.

—¿Bella? —pregunta con cuidado antes de abrir sus brazos y esperar para que yo vaya hacia ella para permitirle que me consuele en un abrazo.

—El alfil uno… —murmuro con un nudo en mi garganta. —Alfil 1, está en posición.

Angela asiente dándome a entender que comprende mis palabras.

—Damon va a esperar a Elena en el grill —digo. —Ahora solo queda esperar.

—Ven aquí —mí amiga me hace una señal para que vaya con ella. Yo me muevo en automático, refugiándome en el abrazo reconfortante que me brinda.

—Todo va a estar bien —me dice frotando mi espalda con cariño. —Todo va a salir bien.

—Lo sé —digo siguiendo su intento de hacer una afirmación para no predisponernos a que algo malo pueda suceder.

El resto de la tarde y el comienzo de la noche la pasamos a solas en la casa Salvatore, hablando de temas más tranquilos y triviales buscando que eso fuera suficiente para distraernos y no terminar ahogadas en la ansiedad de la situación.

"En camino"

—Me ha enviado un mensaje —le digo rompiendo la poca paz y felicidad que conseguimos. Angela mi mira y asiente en silencio, sabe que Elena ha salido de su casa y ahora va en camino a ver a Damon.

—Vámonos —me dice poniéndose de pie. —Hay que irnos antes de que alguien nos vea.

Stefan debe estar en camino y si nos lo encontramos, nos va a hacer preguntas que no queremos responder.

—Si, hay que irnos —acepto. Me pongo de pie, obligando a mis piernas temblorosas a caminar detrás de mi amiga.

Angela me da su mano y camina a mi lado durante todo el trayecto hasta la casa de las brujas. Cada paso que doy dispara un profundo dolor por toda mi espina dorsal, cada paso que doy, mi pierna tiembla y casi me lanza al suelo del bosque.

Tengo miedo y ya no puedo ocultarlo.

—Ya estamos aquí —mi amiga susurra.

—Sí, puedo ver la casa —le digo con dificultad. Mi respiración es errática por la caminata y porque estoy comenzando a hiperventilar.

—Mientras no estabas, vine a preparar todo —me avisa. —Solo falta Elena.

—¡Ya estoy aquí! —chilla mi prima. Viene corriendo por el bosque en nuestra dirección.

Mierda, no pensé que fuera tan rápido.

—¡¿Por qué Damon hizo eso?! —Elena me grita. —¿Qué carajos estas tramando?

Su boca está cubierta por la sangre que Damon le dio en el Grill. Su expresión está mezclada con asco, sorpresa, nervios y mucho miedo.

—¡Isabella! —mi prima sigue girándome. —¡Yo no quiero ser vampiro!

—¡Ya lo sé! —le grito de regreso. —Pero no vamos a correr ningún riesgo, Elena. Tenemos que tener todo cubierto.

—¡Pudiste avisarme! —me reclama. —¿Por qué no me dijiste que Damon me daría de su sangre?

—¿La bebiste? —le pregunto. Ella asiente. —¿Apuñalaste a Damon?

—Si —balbucea. —Se quedó en el Grill.

—Bien. Va a tardar un par de horas en despertar.

—Faltan 15 minutos —Angela anuncia mirando la pantalla de su celular. —Hay que entrar y darnos prisa.

Nos toma a ambas de la mano y nos arrastra detrás de ella al interior de la enorme casa. Vuelve a sucederme lo de la primera vez, el ambiente se calienta y el aire se vuelve demasiado denso como para respirar con normalidad. Una vibra extraña me envuelve arrastrándome de regreso a la puerta de la casa.

—Las brujas no nos quieren aquí —Angela comenta. —No quieren que haga esto.

—Que se jodan —murmuro. Obligo a mis piernas a seguir caminando, Elena me mira nerviosamente pero hace lo mismo que yo hasta que llegamos al espacio donde han hecho ya varios hechizos. Ahora Angela ha dibujado dos círculos en el suelo del lugar.

—¿Qué vamos a hacer? —Elena pregunta.

Angela la ignora, saca de su mochila el Damnatus, lo coloca en el suelo en el medio de los dos círculos, se arrodilla delante de él y dice unas palabras en algún idioma para que el libro se abra en la página que ella necesita.

—Elena —llamo a mi prima. —Toma esto.

Saco de mi cuello el collar que Damon acaba de regalarme.

—¿Qué es esto? —pregunta tomando entre sus dedos la hermosa piedra color azul.

—Solo cuídalo mientras Angela hace lo suyo —le pido. —Es algo muy preciado para mí ¿está bien?

—S-si —asiente. —P-pero… aun no comprendo.

—Pronto lo harás —le digo. Alejo mi atención para mirar a mi amiga, ella parece estar lista.

—Bella, Elena, colóquese cada una en uno de los círculos —Angela nos ordena. Nosotras obedecemos en silencio y con rapidez.

—Elena, escúchame bien... Necesito que esto nos salga bien, necesito que hagamos esto mucho cuidado —le digo con desesperación. —Si nos descubren, esto se irá al carajo. No nos pueden descubrir.

—¿Isabella? —pregunta mi prima ahora envuelta en completo pánico.

—Quedan 10 minutos —murmura mi amiga con ansias. —Es ahora o nunca.

—Solo espero que de verdad valores esto, Elena —le dijo en el medio de un profundo suspiro. Mi prima continúa mirándome fijamente. —Bueno, Angela, es momento, hazlo.

—¿Estas segura de esto, Bella? —mi amiga me mira con unos ojos muy brillantes llenos de un matiz de miedo y preocupación.

—Sí, estoy muy segura —asiento. Me obligo a mí misma a tomar una profunda respiración para calmarme. —Hazlo antes de que pasé más tiempo. O que me arrepienta.

—¿Qué van a hacer? —Elena pregunta histéricamente. De repente su voz está llena de lágrimas. —¿Angela? ¡¿Qué es lo que vas a hacer?!

—Puedo darte una gran lista de razones por las cuales esto es mala idea —mi amiga me mira con advertencia.

—Ya me la sé de memoria —le digo. —Hazlo, confió en ti.

—¡¿Alguien puede decirme que carajos es lo que pasa?!

—Angela va a intercambiar nuestros cuerpos —le digo de golpe. Elena me lanza una mueca de confusión. —Mañana, tú vas a fingir ser Isabella Swan, vas a irte a Forks con Charlie y allí vas a quedarte sin meterte en problemas hasta que pase el sacrificio.

—P-pero… ¿Tú que vas a hacer?

—Yo me quedaré aquí, voy a fingir ser Elena Gilbert hasta que Klaus venga y haga el jodido sacrificio —continuo hablando con severidad.

—¡¿Estás loca?! —me grita.

—Es probable —digo entre dientes.

—¡Klaus te usará para el sacrificio! —Elena explota en gritos llenos de histeria, miedo y desesperación. —¡Vas a morirte! No, no… ¡Mi cuerpo va a morir! ¡Tengo sangre de vampiro, ¿sabes lo que significa?!

—¡Elena! —Angela le grita. Mi prima parpadea pero se calla y le mira. —Esta es la opción que hay, ¡es lo que vamos a hacer! Si te preguntamos, fue solo por cortesía, así que cierra la maldita boca y déjanos intentar salvar tu trasero.

—No entiendo —lloriquea.

Al inicio, nosotros tampoco lo comprendíamos. No fue hasta que descubrimos que el alma de Klaus podía habitar cualquier cuerpo que empezamos a sospechar que algo estábamos pasando por alto. Pero, cuando sucedió lo de Ben, fue cuando Angela comprendió como es que este plan podría funcionar si lo hacemos con mucho cuidado.

—El cuerpo es solo una maldita carcasa, un caparazón vacío que es habitado por un alma cualquiera —Angela intenta explicarle. —El alma está hecha de energía, es quien verdaderamente crea a la persona. El alma es quien sufre, ríe, llora, se transforma.

—El anillo, como el de Rick, Jhon o este —levanto mi mano, —protegen al cuerpo de una muerte causada por algo sobrenatural, en específico, un alma sobrenatural. Es por eso que si mueres de esa manera, puedes volver a la vida.

—Ahora entiendo cómo funciona —murmura mi prima.

—Es tu sangre la que Klaus necesita, es probable que tu cuerpo sea el que muera, pero es mi alma la que lo habitará, Elena —le digo, ella asiente dándome a entender que comprende eso. —Angela necesita ser quien esté cerca al momento del ritual para así poder guardar mi alma y regresarla a su caparazón original.

—Elijah irá a recogerte a Forks —Angela le dice. —Cuando sea el momento, estarás junto a Bella, y así les regresaré su alma a cada una.

—Ninguna de las dos va a morir —digo intentando sonar convincente. Al menos, eso espero, que nadie muera.

—Tu solamente fingirás ser yo —murmuro mirando a mi prima. —Debes mantenerte con vida hasta que puedas volver a tu cuerpo y eso es todo.

—¿Por qué la sangre? —pregunta pasándose el brazo por los labios buscando eliminar cualquier rastro de sangre seca.

—Por si acaso —le digo desviando mis ojos.

—Debemos comenzar —Angela nos presiona. —Siéntense en el medio del círculo.

Elena no luce completamente segura, nos mira como si fuéramos dos chifladas bajo la influencia de alguna droga, pero como ya he dicho antes, es su opción más segura.

Ambas nos arrodillamos con cuidado en el medio del círculo tal y como Angela nos ha indicado. Elena sigue lanzando miradas nerviosas y yo intento ocultar el hecho de que estoy sudando cual cerdo que va al matadero.

—Esto puede ser doloroso —Angela murmura frotando las palmas de sus manos una con la otra. —En realidad va a ser jodidamente doloroso…

—Podemos con esto —le aseguro. Elena me hace segunda.

—Aquí vamos… —mi amiga mueve sus manos para encender las velas que hay esparcidas alrededor de toda la habitación. El fuego lanza al instante un calor abrazador.

—Elena… —la llamo en voz baja. Mi prima me mira. —Dile a Charlie que lo amo.

No estoy segura si volveré a verlo, no sé si algo malo me suceda, pero al menos merece tener la ilusión de que su hija pasó sus últimos días a su lado. Si vuelvo a verlo, juro que no volveré a dejar a mi padre de lado.

—Lo haré —me asegura.

Angela cierra los ojos, comienza a mover sus labios y a decir palabras que no logro comprender, además sus manos se mueven en nuestra dirección mientras su cabeza se gira con rapidez en distintas direcciones, incluso llega a preocuparme que se rompa ella sola el cuello.

Las ventanas se abren de golpe, un torrente de aire entra furiosamente al lugar, envolviendo a Angela para después proyectarse en dirección a Elena y a mí, al mismo tiempo, el fuego de las velas se eleva hasta casi tocar el techo del lugar.

"Espero no arrepentirme de esto" digo en el fondo de mi cabeza. "Espero que Damon me perdone! Un nudo se forma en mi garganta mientras mi mente me bombardea con imágenes del pelinegro con ojos de color azul.

"Damon, te amo" "Damon, perdóname" "Damon, te amo" "Damon, Damon, Damon"

Mis ojos se cierran, mi corazón late con fuerza el interior de mi pecho, mis oídos me zumban y mi cabeza comienza a dar vueltas.

—Isabella, videam te anima mea (Isabella, déjame ver tu alma) —escucho lejanamente la voz de mi amiga.

Una ola de dolor atraviesa mi cuerpo, como si de repente estuviera ardiendo en llamas, quemándome desde el interior, convirtiendo mi cuerpo en cenizas.

—Elena, videam te anima mea (Elena, déjame ver tu alma) —de nuevo, la voz de mi amiga antes de que los quejidos de dolor de mi prima sean demasiado evidentes.

—Haec anima corpus inhabitare debet (Esta alma debe habitar un cuerpo) —mi amiga sigue recitando palabras. —Do corpus huic animae ad habitandum (un cuerpo le doy a esta alma para que lo habite)

El dolor embarga cada parte de mi cuerpo, cada fibra de mi ser. Mis pulmones ahora ya no pueden tomar aire, cada extremidad me duele demasiado, como si un hierro caliente estuviera presionando contra cada una de mis articulaciones, como si alguien estuviera golpeando con un mazo cada hueso de mu cuerpo.

—Elena, Isabella —la voz de mi amiga tiembla. —Ego mutare eos. (Yo las cambio)

Un grito desgarra mi garganta.


Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Jijijiji ¿Cómo están?

Sé que no he actualizado tan pronto como les gustaría, pero la vida adulta me absorbe más de lo que me gustaría... Pero, no podía terminar el año sin subirles un capitulo de esta loca historia.

Estamos cerca del final, pero quizás se extienda un poquito más de lo que yo esperaba. ¡Es todo lo que diré!

Nos leemos en el siguiente.