Sinopsis:

Ella busca información acerca de la verdadera naturaleza del que parece ser el amor de su vida. Él está dispuesto a todo por salvar a la mujer que cree amar. Ambos creen tenerlo todo aunque en realidad no tienen nada. Saben que sus vidas son malas, pero desconocen que juntos podrían ser muy buenos.

(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de The Vampire Diaries) (Basada principalmente en la canción "So good" de Halsey)

Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.


Isabella POV ¡¿O es Elena?!

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—Tengan cuidado, por favor —digo temblorosamente.

No sé qué tan evidente sea para los demás, o si mi acompañante con odio super desarrollado pueda escuchar mi corazón latiendo desbocado al interior de mi pecho, pero para mí, es más que claro que estoy al borde de un colapso nervioso

—Claro que sí, no te preocupes —Caroline sonríe tranquilizadoramente antes de acorralarme en sus brazos tímidamente.

La familiaridad de los brazos de mi amiga me relaja ligeramente, pero esa muestra de afecto termina demasiado pronto.

—Gracias por hacer esto, Isabella —Caroline dice.

Un escalofrió cruza mi espina dorsal, las lágrimas se acumulan en mis ojos con la amenaza de desbordarse hasta mis mejillas. Había olvidado que Caroline no estaba viendo a su amiga, ninguna de las personas que me vio esta mañana veía en mí a Elena. Olvidaba que esta mañana desperté siendo alguien más, olvidé que ahora debo fingir ser alguien más, una persona tan familiar y desconocida a la vez. Por un segundo olvidé que yo soy Isabella Swan.

—Gracias, Isabella —la sheriff se acerca a mí, da un apretón en mi brazo y me muestra una sonrisa de agradecimiento.

—Deben irse —les digo como excusa para evitar seguir con esta falsedad. Ellas se miran y asienten.

—Adiós —Caroline se despide. —Buena suerte.

—Igual para ustedes —fuerzo una sonrisa y me alejo unos pasos de ellas, observo como mi adorada amiga se inclina a recoger su maleta para después colocarse al lado de su madre.

Sacudo mi mano en el aire mientras las observo darse la vuelta y perderse de nuevo en los pasillos del aeropuerto, ellas van a tomar un vuelo nuevo, Angela no me quiso decir a dónde irían con la excusa de que sería muy peligroso que yo lo supiera. Al inicio me quejé, pero después entendí que la mejor manera de protegerlas era que yo no supiera dónde estarían.

Cuando dejo de ver la melena rubia de Caroline, me resigno a buscar la manera de salir del aeropuerto. Acomodo mi mochila en mi hombro, levanto la cabeza y doy un paso hacia el frente para caminar hacia el otro lado en busca de las puertas donde según me dijo mi prima, Charlie va a estar esperando por mí, bueno, por Isabella, su hija.

Me muevo muy lentamente, los nervios me están traicionando y estoy a nada de hacer el ridículo y sentarme en una esquina del pasillo a llorar. Llevo casi toda mi vida, o al menos la vida que recuerdo, sin ver al tío Charlie, y ahora se supone que debo pasar dos semanas con él, fingiendo ser alguien que no soy y por si fuera poco él conoce muy bien. ¿Cómo puedo fingir ser Isabella? Llevo toda mi vida sin verla, no sé nada de ella, no sé cómo habla, como se mueve, como se comporta o como es la relación que tiene con Charlie, lo poco que sé, es lo que me contó mientras organizábamos este loco y estúpido plan. Ahora se supone que debo poner todo mi esfuerzo en fingir que nada extraño está sucediendo.

No sé cómo voy a reaccionar cuando lo vea.

Tengo un mal presentimiento, siento que voy a echarlo a perder.

Sintiendo mi cuerpo temblando, me obligo a cruzar las últimas puertas que me separan del mundo real, o al menos el que será mi mundo durante un corto periodo de tiempo. Estiro mi cuello y miro de un lado a otro para buscar al hombre de la fotografía que Isabella tiene en su celular que ahora está en mi mano.

No debe ser difícil, Elena, solo busca a un policía, Isabella dijo que estaría vestido de policía, ¿Por qué hay tantos policías en un aeropuerto?

—¡Bella! —escucho una voz a lo lejos. Mis ojos se dirigen en esa dirección, veo a un hombre vestido de uniforme policiaco azul, el cabello ligeramente despeinado y un bigote que es imposible de olvidar. Su mano se eleva por el aire como si saludara a alguien o intentara llamar su atención.

Claro, me está saludando a mí, yo soy Bella ahora.

Con una sonrisa tímida, camino apresuradamente en su dirección, él hace lo mismo causando que nos encontremos a medio camino.

—Hola, Charlie —murmuro mordiendo mi labio. Él me sonríe y yo no puedo contener por más tiempo la emoción, me lanzo a sus brazos tomándolo por sorpresa.

—¡Oh! Al parecer si me extrañaste, niña —se ríe pero se rinde ante mi suplica silenciosa de afecto.

Su abrazo me brinda una sensación cálida, tranquilizadora y familiar. Por un pequeño segundo soy esa niña pequeña que se consolaba con la calidez de un abrazo de las personas que la rodeaban y aunque Charlie no estaba siempre a mi lado, las veces que llegaba para pasar tiempo con Isabella, también me involucraba. Para esa pequeña niña, el tío Charlie fue el padre que Jhon nunca fue.

—¿Cómo están todos en Mystic? —pregunta alejándose de mí.

Abro y cierro la boca mientras mi cabeza busca una respuesta que no le cause un ataque al corazón.

Puedo simplemente decirle que todo es un caos en ese maldito lugar, aunque eso quizás genere otra pregunta que me haga soltar una mentira tras otra hasta que le diga la verdad; que su hija y yo hicimos la idiotez de hacernos brujería con ayuda de Angela y todo el caos que ya había simplemente se volvió aún peor, sobre todo cuando Damon llegó empujando a Bella, bueno, a mí, porque estaba enojado porque lo ataqué con una daga y yo tuve que pegarme a Angela mientras me veía a mí misma discutir con Damon y luego con Stefan.

O quizás es más fácil hacerme la loca y decirle que Angela y Elijah me arrojaron al avión incluso antes de que amaneciera.

—Es un caos —suelto con honestidad mientras me golpeo mentalmente.

—Mystic Falls siempre es un caos —dice sin ninguna sorpresa. Yo asiento con mi cabeza, esa es una buena manera de describir mi hogar. —Vamos a casa, hija.

Esa última palabra casi me hace llorar.

Charlie me quita la mochila del hombro y se la coloca él en el hombro, me hace una señal con la cabeza para que camine con él y esa es toda la bienvenida que recibo, ligeramente consternada, camino a su lado en silencio hasta llegar a un auto patrulla. Charlie se acerca, abre el maletero y lanza mi mochila dentro, yo estoy a nada de salir corriendo de regreso al interior de aeropuerto. Definitivamente no esperaba ser trasladada durante dos horas como si fuera una prófuga de la justica.

Pero no me queda de otra.

Con resignación y demasiada vergüenza, me subo al auto patrulla y Charlie rápidamente nos pone en movimiento por la carretera, durante el camino decimos un par de comentarios algo incomodos, principalmente sobre el viaje de pesca que mi prima me dijo que le preguntara cuando no supiera de que hablar con el tío Charlie, debo admitir que me sorprendió que funcionara. Después de eso, el auto se quedó en silencio y cada uno puso su atención en alguna cosa diferente. Yo, por ejemplo, me pasé todo el camino mirando por la ventana, mis ojos absorbieron cada detalle del trayecto hasta Forks.

Tras otra interminable hora, llegamos finalmente al hogar de Charlie. Me bajo del auto y me obligo a controlar la mueca que lucha por salir a mis labios, Isabella no mintió cuando dijo que este pueblo es verde, pequeño, verde, húmedo, verde, lluvioso y demasiado verde. Incluso el aire que se filtra a mi nariz tiene un matiz de aroma a verde. ¿Tiene eso sentido?

¿Qué es esto? ¿Un pueblo alienígena?

—¿No vienes? —Charlie pregunta ya desde el interior de la casa. Supongo que luzco demasiado ridícula de pie en el medio del camino de entrada, mirando esta casa como si fuera la primera vez en mi vida que la veo.

Sacudiendo mi cabeza para tratar de pensar con claridad, a este paso, me va a descubrir demasiado pronto. Camino con rapidez tratando de seguirlo con la esperanza de ver a que habitación lleva mi mochila, eso me daría una buena pista de a dónde debo ir. Aunque según recuerdo, Isabella mencionó que la casa solo tenía dos habitaciones, menos probabilidad de quedar en ridículo con el tío Charlie.

—Dejé tus cosas en tu habitación —me dice cuando lo encuentro bajando la escalera.

Adiós a mi plan.

—Gracias —le respondo amablemente. Charlie me pasa de largo y va directamente hasta el sofá que se encuentra enfrente del televisor. Yo me quedo allí, al inicio de la escalera, sintiéndome una tonta por creer que la vida de mi prima sería más emocionante que la mía.

Saco el celular de mi bolsillo trasero, rápidamente escribo unas palabras intentando no ser tan evidente.

"¿Siempre es así de divertido?"

Presiono el botón para enviar el mensaje. Pasan algunos segundos antes de que reciba una respuesta.

"Si"

Resoplo cuando leo la palabra. Supongo que estos días puedo usarlos para meditar y conectar conmigo misma.

Termino de subir la escalera y me encuentro de nuevo en el dilema de las habitaciones, tengo una puerta a cada lado y ambas están ligeramente abiertas sin revelar lo que hay al interior. Piensa, Elena, piensa. En realidad, no pienso, por puro impulso decido abrir la puerta de la izquierda. Lo primero que veo es una cama de dos piezas con una colcha de color morado.

—Supongo que es la habitación correcta —digo para mí misma. —No creo que a Charlie le guste el color morado, ¿o sí?

"¿Le gusta el color morado?"

Envió otro mensaje. Tres segundos después recibo la respuesta.

"No. A ti tampoco"

—No me hagas esto —siseo entre dientes. El nerviosismo me ataca de nuevo.

Todavía quejándome y maldiciendo en silencio a mi prima, termino de empujar la puerta para investigar más a fondo la habitación en busca de alguna señal que me diga que esta es la habitación correcta. Respiro cuando veo sobre la mecedora la mochila que traía en el aeropuerto.

—Gracias por la ayuda —bufo lanzando miradas molestas a toda la habitación.

Continuo con mi exploración, hay libros por todos lados, clásicos, algunas obras modernas y ¿grimorios? Supongo que Angela pasaba tiempo aquí. Sobre el escritorio está una computadora, y varios cuadernos, además de algunos libros que me supongo que usa para la escuela. Termino mi análisis en los cajones, ropa para la cama, cortinas y ropa interior mayormente, el enorme ropero que está al frente de la cama es donde supongo que guarda la mayoría de su ropa y zapatos. Camino hasta él para echar un vistazo.

Ahogo un jadeo cuando veo la ropa que hay al interior.

"¿De verdad? ¿Esa es tu ropa?"

Envió el mensaje. Mientras espero la respuesta, me pongo a jalar algunas de las prendas para poder verlas a más detalle, pero solo logro que mis muecas de asco sean más evidentes.

"No. Esa es tu ropa."

—¡Te oído! —lanzo el celular a la cama. Me cruzo de brazos y fulmino con mi mirada al aparato.

Después de un rato, cuando mi aburrimiento mata la emoción por familiarizarme con la habitación, dedico proseguir con la casa de Charlie. Voy primero al patio trasero, o más bien al bosque que se encuentra a las espaldas de la casa, debo admitir que es un bosque más verde, húmedo y tenebroso a comparación del que yo suelo conocer. Después regreso al interior de la casa, husmeo en la cocina, en los cajones, en las alacenas y el refrigerador.

—No te preocupes por la cena de hoy —me dice Charlie desde la sala. —Traje pescado preparado de con los Clearwater.

—Está bien —respondo. Ahora tengo una nueva duda… ¿Quiénes son los Clearwater?

De nuevo me quedo de pie, esta vez junto al comedor, no tengo idea de que es lo que se puede hacer en este lugar, no sé si mi prima solía salir con sus amigos, o sí hay algún restaurante similar al Mystic Grill al que pueda ir. Como preguntarle a Charlie sería muy tondo de mi parte, prefiero ir y sentarme en el otro sofá a su lado, a pasar tiempo con él.

—¿Quiénes son? —pregunto cuando me acerco. Charlie está viendo un partido de futbol.

—Los Patriotas contra los Delfines —me responde distraídamente. Ambos pasamos los primeros dos tiempos del partido en silencio, un par de veces me levanté y le traje más cervezas a Charlie, pero por suerte logré ver todas las jugadas de ambos equipos.

—No creo que los patriotas logren hacer una anotación.

—¿Tú crees? —Charlie pregunta suspicaz. —Tienen 4ta y Gol.

Me señala la pantalla para que le preste atención al juego, y efectivamente pasa lo que yo digo, los Patriotas no logan avanzar las 10 yardas que les faltan.

Sonrío presumidamente. Desde que me volví porrista, he aprendido a analizar muy bien el juego para saber en qué momento podemos hacer nuestra actuación, además, Stefan juega en el equipo de Mystic y me ha explicado muchas cosas relacionadas a las jugadas y a las reglas del juego.

—Ahora solo tienen el Gol de campo —suspiro.

—¿Cuándo aprendiste tanto de futbol? —Charlie me mira fijamente. ¡Oh no! Debí sospechar que mi prima no es fanática de ningún deporte y por ende, no sabe nada de futbol.

—Yo… —balbuceo como una tonta. Piensa, piensa. —El novio de Elena juega futbol en la escuela, hubo un partido el sábado y Elena me explicó algunas cosas.

—Claro —Charlie chasquea la lengua. —Tu prima no es tan torpe como tú.

—Eso creo —murmuro nerviosamente. —Yo debo de… creo que olvide… iré arriba.

Me levanto del sofá nerviosamente, cuando me siento libre de la mirada juzgadora del tío Charlie, corro hasta la habitación donde dejé el celular, me tiró sobre la cama y escribo de nuevo un mensaje.

"¿Eres torpe?"

Ya puedo imaginarme la respuesta que voy a recibir.

"No. Tú eres torpe"

—Tú eres torpe —bufo la respuesta en voz alta.

"¿Algo más que deba saber"

Escribo un nuevo mensaje. En segundos me llega la respuesta.

"Eres una idiota"

Hago una mueca, pero le escribo de nuevo.

"Yo también te quiero"

Ya no recibo ninguna respuesta así que doy por terminada nuestra conversación. Pongo mi atención de nuevo en la puerta de la habitación, el hombre que está en la planta de abajo suelta comentarios de vez en cuando relacionados al partido que continúa viendo en el televisor.

Froto mi rostro con las palmas de mis manos.

—Ella tiene razón, soy una idiota —me quejo. —Me van a descubrir y ya nadie va a poder salvar mi trasero.

Tomo una profunda respiración, me aseguro de llenar mis pulmones con aire, a tientas busco una almohada y la coloco contra mi rostro para ahogar el grito que sale de mi garganta.

—Esto va a ser una tortura —digo jadeando.

El resto del día, la pasé encerrada en esa habitación replanteándome las decisiones estúpidas que he tomado en las últimas 24 horas. En algún momento de la tarde, Charlie subió a avisarme que ya había calentado el pescado y el resto de la comida que la misteriosa persona llamada Sue Clearwater había enviado. Las emociones tan cambiantes que he experimentado el día de hoy me habían quitado el hambre y realmente no tenía ganas de bajar y tener otra conversación incomoda con él, así que le dije que no tenía hambre. En seguida me arrepentí, supuse que me insistiría en que bajara o que fuera como Jenna que, prácticamente sube con el plato de comida y se sienta a mi lado hasta que me lo coma. Pero, no sucedió, Charlie murmuró un "bien" y no volvió a molestarme con el tema de la cena.

Me pareció extraño que el tío Charlie fuera tan distante con mi prima, pero luego una sensación de ansiedad y preocupación me atrapó cuando me puse a pensar en que quizás ya sé había dado cuenta de que yo no era Isabella. Eso me obligó a morderme las uñas y a sobre pensar la situación por no sé cuánto tiempo.

Me voy a volver loca antes de que esto se acabe.

Más tarde y cuando pude respirar, busqué algo para distraerme, los libros que mi prima tiene en su habitación resultaron ser una buena idea, sobre todo cuando la historia de Romeo y Julieta me dejó derramando lagrimas sobre la colcha morada que cubre la cama.

—¿Bella? —la voz de Charlie se escucha del otro lado de la puerta.

—Adelante —digo limpiándome las lágrimas.

—¿Sigues despierta? —asoma su cabeza al interior de la habitación. —Mañana hay escuela, Bella

—Sí, lo sé —digo. —Estaba leyendo y perdí la noción del tiempo.

Cierro el libro y lo lanzo a un costado de mí, me siento y le doy una sonrisa al tío Charlie.

—Te traje un té —comenta señalando la bandeja en sus manos. —Sé que no tienes hambre, pero creo que te ayudará a dormir.

—Gracias —estiro mis manos para tomar la taza de la bandeja. El vapor humeante, el líquido color ámbar brillante y el aroma amargo me resultan muy familiares.

¿Es verbena? Miro nerviosamente al tío Charle tratando de buscar una respuesta a mis dudas, pero yo no soy buena leyendo a las personas así que simplemente veo a un padre preocupado por su hija.

—Bébelo antes de que se enfrié —dice, yo me encojo ante su mirada fija en mí y decido hacerle caso. El sabor a cítricos y miel me hace dudar seriamente si mis sospechas son infundadas.

—Sabe bien —le digo con honestidad antes de beber otro sorbo. —Gracias.

—Por cierto, el "asunto" del otro día, ya a quedó arreglado —murmura en un tono misterioso que me pone alerta. —Tal y como habíamos acordado.

¿Cuál asunto? El nerviosismo me ataca de nuevo, ¿porque mi prima no me dijo nada de esto? ¿si la idea es que no nos descubran, porque no me ayuda?

Por un segundo, estoy tentada a preguntarle los detalles a Charlie, pero, siento que ya sospecha de mí, así que decido que esta vez, lo voy a manejar de una mejor manera.

—Bien, gracias —asiento despreocupadamente. Mis manos suben la taza de humeante té hasta mis labios, como si mi única preocupación de este momento fuera no quemarme con el líquido caliente.

Al parecer mi táctica funciona y la conversación muere en ese momento.

—Bueno —Charlie dice después de un rato. —Te dejaré descansar.

—Si —asiento. —Err... Buenas noches.

—Buenas noches, hija —con esas palabras, sale de la habitación cerrando la puerta detrás de él dejándome en el silencio y la soledad que me hacen sentir segura.

Cuando estoy sola, no tengo que preocuparme por fingir ser alguien que no soy.

—Yo no soy Katherine —digo al aire. —No sé fingir tan bien como ella.

Sacudo mi cabeza para alejar ese pensamiento de mí, no puedo creer que me haya comparado con ella. A pequeños sorbos, termino de beber el té y dejando la taza vacía de lado, me pongo de pie para buscar lo necesario para poder dormir.

Para mi sorpresa, me resulta demasiado rápido estar lista para lanzarme a la cama a dormir y a tratar de olvidar lo extraño que ha sido este día.

—Mañana será mejor —suspiro envolviéndome entre las cálidas sabanas moradas. El sonido de la leve lluvia golpetea la ventana cerrada como una canción de cuna. —Mañana será un mejor día.

Con ese pensamiento, me quedo profundamente dormida.

Al menos hasta que la odiosa alarma suena interrumpiendo mi descanso. El sonido es similar a las trompetas que los soldados suelen tocar para despertar al resto de sus compañeros ¿qué es esto? ¿Un campamento militar? ¿La guerra?

—¡Apágate! —gruño y me cubro la cabeza con la almohada intentando amortiguar el sonido, o si puedo, dejar de escucharlo. Pero por supuesto que pido demasiado y las trompetas del apocalipsis no se detienen.

Estiro mi mano en busca del pequeño aparato que está haciendo ese horrible sonido, tardo un poco, pero por fin logro encontrar a tientas el pequeño botón que silencia mi tortura.

—Ya sé, ya sé —resoplo sentándome en la cama. —Tengo que ir a la escuela.

Abro los ojos y por un pequeño segundo una ola de pánico me envuelve, tengo que parpadear un par de veces para asegurarme que ya estoy despierta. La habitación de Isabella me resulta tan extraña pero familiar a la vez.

—Tú puedes —me digo a mí misma. —Puedes hacer esto.

Sintiéndome optimista, pateo las sábanas y la colcha lejos y de un salto me pongo de pie. Me doy una ducha rápida que parece quitarme mil pesares de encima y regreso a la habitación lista para enfrentarme al horrible guardarropa que usa Isabella en este pueblo. No entiendo, en Mystic suele vestirse muy diferente.

Desperdicio veinte minutos de mi vida intentando elegir que ropa ponerme sin lucir como un payaso ebrio del metro de Nueva York. Juro que, si logramos salir vivas de esto, la voy a obligar a ir de compras conmigo y haré que queme toda esta ropa horrorosa.

—Creo que esto servirá —digo analizando mi apariencia en el espejo, es algo básico, jeans, ballerinas rojas y una blusa azul. Es algo que yo, en mi cuerpo, podría usar para ir a la escuela. —¿Tendrá maquillaje?

Doy la vuelta y vuelo a husmear en los cajones.

—Bien, será sin maquillaje —me quejo cuando he revuelto todos los cajones y no he podido encontrar nada, ni siquiera un brillo labial.

Sintiéndome frustrada, meto los libros que hay sobre el escritorio a la mochila que está en el suelo y colgándola en mi hombro, salgo de la habitación sin molestarme en acomodar todo el desorden que he dejado mientras me arreglaba. Más tarde ocuparé mi tiempo en eso.

—Buenos días —le digo a Charlie cuando entro a la cocina.

—¿Vas a ir a la escuela así? —me pregunta bajando la taza de su café.

—¿Sí? —respondo, aunque mi tono suena más a pregunta. Él no dice nada, solo continúa bebiendo su café. Yo me sirvo un tazón de cereales para compensar mi falta de alimento del día anterior, además no estoy segura si en la escuela hay cafetería donde pueda almorzar más tarde. En silencio y bajo la mirada nada disimulada del tío Charlie consumo mi tazón de cereales casi en tiempo récord.

Ambos nos levantamos casi al mismo tiempo de la mesa, yo me despido, tomo de nuevo la mochila y casi corro en dirección a la puerta para escapar del incomodo y tedioso momento. Necesito pensar en una manera de que el tiempo que pasaré con Charlie, sea menos incomodo o al menos un poco más llevadero.

Un fuerte estruendo recorre el cielo en cuanto abro la puerta de la casa, un grito se escapa de mis labios a la vez que mi cuerpo salta por el susto. Al momento de volver a caer sobre mis pies, las balerinas que llevo de zapatos se resbalan en el hielo de la entrada arrojándome al suelo sobre mi trasero.

—¡Ay! —chillo por el dolor.

—¡Bella! —escucho la voz de Charlie detrás de mí. —¿Estas bien?

Sus manos me toman por debajo de los brazos para ayudarme a ponerme de pie, no me suelta hasta que se asegura que estoy bien estable sobre el suelo.

—Si, yo... estoy bien —digo intentando salir del aturdimiento del golpe.

—Quizás debas volver y cambiarte los zapatos —me sugiere tímidamente.

—Si, creo que eso haré —asiento. Con cuidado me doy la vuelta para volver al interior de la casa.

—¡Trae también un suéter! —me grita. —O un abrigo...

Las pequeñas gotas que han comenzado a caer sobre nosotros le dan la razón y me obligan a hacer lo que me dice. Rápidamente vuelvo a la habitación, me cambio las balerinas por unas botas horribles de color marrón y también tomo una enorme chamarra de color gris, supongo que la tela me ayudara a protegerme de la lluvia. Cuando salgo de nuevo de la casa, Charlie me da una mirada complacida.

Supongo que ahora si estoy usando la ropa correcta para andar por este pueblo.

—Las llaves de tú camioneta están puestas —me avisa señalando el enorme dinosaurio de color naranja. Lucho con todas mis fuerzas contra el impulso de soltar un jadeo de horror, en su lugar doy un asentimiento silencioso. —Y hoy llegaré un poco más tarde de lo usual.

—Bien —intento sonreír. Charlie se quita de mi camino, lo tomo como una invitación para ir hacia la camioneta naranja. Nerviosamente seco mis manos en los costados de la chamarra y avanzo en dirección al dinosaurio.

Me subo, lanzando la mochila en el asiento, doy una mirada rápida al interior para evaluar los botones, perillas y demás cosas que hay frente a mí, no quiero lucir tan obvia de que no sé cómo demonios se enciende esta cosa.

Mi celular vibra al interior de los bolsillos de mi chamarra, rápidamente lo busco para leer el mensaje.

"Me gusta tu camioneta. Funciona de maravilla"

Lloriqueo en silencio. Esto es injusto, ella va feliz por la vida usando mi camioneta mientras que yo estoy en un lugar olvidado del mundo, intentando descubrir como encender la camioneta de la época de las cavernas. Resignada, estiro mi mano para girar la llave y encender el motor, no funciona, obviamente. ¿Tendré que pisar el embrague? Hago un nuevo intento, pero tampoco resulta.

—¿Está todo bien? —escucho a Charlie preguntarme.

—¡Sí! —respondo sin mirarlo. Nuevamente hago el intento de encender la maldita camioneta, se escucha el sonido del motor intentando encender, pero no funciona.

—Vamos —Charlie abre la puerta de mi lado. —Déjame intentarlo.

Molesta, humillada y frustrada, me bajo del dinosaurio dejándole el espacio para que él se suba y haga uso de sus conocimientos de mecánica que supongo que tiene. Me coloco a un costado del cofre mirando directamente hacia Charlie, él con calma y tranquilidad se estira hacia adelante y me mira, a mi lado se escucha un fuerte rugido.

—¡Ay, mierda! —salto lejos del cofre de la camioneta. El motor hace más ruido que un taladro viejo que se sigue utilizando para llegar al centro de la tierra. ¿Qué tipo de motor tiene? ¿El de las aspas un helicóptero?

—Ya encendió —Charlie se baja, rodea la puerta abierta y me mira. Sí, sé que me está juzgando por haberme asustado con la que es supuestamente mi propia camioneta. A estas alturas del día, ya no me importa. ¿Puede ser más humillante este día?

—Si, ya encendió —digo temblorosamente. Me acerco con cuidado al dinosaurio naranja qué hace el mismo ruido que un perro con asma, subo de nuevo al asiento, cierro la puerta y miro a Charlie qué se ha acercado a la ventanilla.

—En caso de que no lo recuerdes… —carraspea, —necesitas pisar dos veces el embrague, para que el motor arranque.

—Claro que recuerdo como se enciende mi camioneta —le digo desviando mis ojos. —Debo irme o llegare tarde.

Charlie da una palmada a la lámina de metal y se aleja de la camioneta, rápidamente meto la velocidad y me hecho de reversa para salir a la calle. La única manera en la que sé que es muy probable que vaya por la dirección correcta, es porque todos los automóviles que he visto circular por esta calle van en esa dirección.

¿Qué tan difícil debe ser orientarse en este lugar? Me supongo que la única escuela que hay en este lugar debe ser a la que asiste mi prima.

Continúo conduciendo a ciegas por las calles de este pueblo, hasta que en un crucero alcancé a ver a un par de adolescentes en un auto, mi impulso es saltarme la luz roja del semáforo y alcanzarlos con la esperanza de que sean responsables y vayan en dirección a la escuela. El problema es que esta horrible camioneta no pasa de los 50 k/h y eso me obliga a perder de vista la cabellera rubia del muchacho que iba en el auto.

—No puede ser —lloriqueo. Piso el acelerador con más fuerza para intentar ir más rápido pero solo tiene el efecto contrario. —¡No! No, no. No te detengas.

La camioneta comienza a ir más lento, haciendo un ruido extraño y moviéndose de adelante hacia atrás hasta que finalmente se queda parada a un costado de la carretera.

Hago lo que me dijo Charlie, piso el embrague dos veces al tiempo que le doy vuelta a la llave para mandarle corriente al motor. Hace un sonido para hacerme saber que está intentando encender, pero no vuelve a hacer ese estruendo que hizo cuando el tío Charlie la encendió.

—Por favor, enciende —suplico. Lo intento un par de veces más pero no sucede nada milagroso. —¡Te odio!

Busco mi celular en el asiento, rápidamente localizo el nombre y escribo furiosamente el mensaje.

"El cacharro que tienes por camioneta, no funciona"

Gruño cuando recibo en segundos la respuesta.

"¿Qué le hiciste a Petunia?"

"La maté"

Suelto una carcajada cuando escribo esas dos palabras, sé que eso la va a desquiciar y la va a obligar a enviarme un mensaje maldiciéndome en cada idioma que sepa. No me importa, yo voy a disfrutar verla sufrir, leer sus palabras sintiéndose miserable justo como yo me siento en este momento.

Me bajo de la chatarra de camioneta, cierro la puerta con una patada y un par de miradas molestas. Tomo mi mochila colocándola sobre mis hombros, acomodo mi chamarra y mi cabello para no lucir como una loca maniática mientras camino por un costado de la carretera rumbo a la escuela. Aun me queda un poco de dignidad el día de hoy.

Me toma apenas diez minutos alcanzar a visualizar la enorme escuela de color marrón. Sonrío al saber que tomé la decisión correcta al abandonar la camioneta a medio camino y venir caminando, más tarde le avisaré al tío Charlie para que me ayude a mover esa cosa, además no creo que nada le pase, no creo que ninguna de las personas de este pueblo quiera robarse esa cosa.

¿Verdad?

Sintiéndome más despejada de la mente, acelero el paso para terminar mi recorrido a la escuela y poder llegar a alguna aula a seguir lamentando mi vida.

Escucho el sonido de un auto viniendo atrás de mí, supongo que acaba de dar vuelta en la calle. Me hago a un lado para evitar ser atropellada por cualquier idiota que venga conduciendo, aunque mis ganas de lanzarme a medio camino son demasiado grandes, pero ya le prometí a mi prima que volvería a Mystic Falls con vida.

—¡¿Qué demonios?! —una enorme ola de agua helada golpea mi cuerpo de repente produciéndome un grito que casi desgarra mi garganta.

Giro mi cabeza hacia la calle justo a tiempo para ver un auto negro pasando por la calle, justo en el agua que formaba un charlo a mi lado y que ahora está toda esparcida por la calle.

—¡Lo siento, Bella! —un joven rubio se asoma por la ventanilla del copiloto. Un coro de voces al interior del auto repite la frase mientras se alejan.

Mis manos sacuden el exceso de agua de mi ropa, pero es una tarea imposible porque estoy completamente empapada desde la cabeza hasta los pies. Y pensar que creí por un segundo que podría llegar seca y libre de la lluvia a la escuela.

—¡Odio este pueblo! —grito al aire.

Doy pasos furiosos por el pequeño tramo de calle que me separa de la escuela. El viento helado golpea la piel de mi rostro que está húmeda por la salpicada de agua, además mi cabello está goteando y mi ropa está pegada a mi cuerpo como una manta de hielo.

Cruzo el estacionamiento con la cabeza agachada y con los brazos rodeando mi propio cuerpo, intento pasar desapercibida pero desde el primer momento en que alguien me notó, el resto de los ojos curiosos se enfocan en mí y siguen mis movimientos. Apresuro mis pasos lo más que puedo, esquivo a algunos estudiantes y me concentro en llegar al interior del edificio.

—¡Bella! —una voz cantarilla grita a lo lejos. —¡Bella!

—No soy Bella, yo no soy Bella —digo en voz baja una y otra vez para ignorar la voz.

—¡Bella! —el grito se escucha demasiado cerca de mí. Una mano helada se coloca en mi hombro y me gira con tanta facilidad que me marea. —¡Ahí estas!

—Hola —murmuro sin levantar la vista.

—¿Qué demonios te pasó? —una voz de igual de cantarina pero en un tono más grave y ronco pregunta a mi otro lado. Un chillido se escapa de mi garganta.

—Un auto me salpicó cuando venía para acá —digo avergonzada de ser tan honesta.

—Espera… ¿Eras tú? ¿Tú eres la tonta alma en desgracia que Tyler y Newton mojaron con el auto? —el hombre pregunta ahogando una carcajada.

Mi mente comienza a anotar esos nombres en la lista negra de las personas que están arruinando mi día. La primera es la "Tía Petunia".

—Sí, soy yo esa pobre alma en desgracia —acepto entre dientes.

Las dos personas que están conmigo sueltan una risita que pronto se transforma en una carcajada. Levanto la cabeza dispuesta para mirarlos con molestia, pero me encuentro a las dos personas más hermosas que he visto en toda mi poca y miserable vida.

La mujer es pequeña, pálida, delgada pero está vestida como si fuera una supermodelo, además las puntas de su cabello demasiado corto no se mueven con los movimientos que su risa histérica producen en su cuerpo. El hombre a su lado es similar a ella, pero es más alto, fornido y con el cabello rubio y con rulos.

¿Son hermanos? No se parecen lo suficiente. ¿Primos, quizás?

—Sí, sí, es muy gracioso —bufo poniendo los ojos en blanco. —Ahora si me disculpan, quiero ir adentro y secarme lo más que pueda con papel higiénico que pienso robarme del baño.

Las risas se cortan de golpe.

—Si, vamos adentro —la mujer asiente. Da un saltito y se coloca a mi lado empujando con sus manos para que camine entre ella y el hombre.

—¿Y Damon? —pregunta el rubio. Su pregunta me toma desprevenida, ¿lo conoce? ¿Está bien que le diga dónde está? ¿Debo mentirle?

—Se quedó en Mystic —me encojo de hombros.

—¡Por fin! Te juro que ya no lo soportaba —dice él en tono de burla. —¿Qué hiciste para que te dejara a solas? ¿Convenciste a Elena de que saliera con él?

—¡Yo nunca haría eso! —grito con indignación. Detengo mis pasos de golpe y miro furiosamente al hombre rubio.

—¡Eso es! ¡Marca territorio con tu hombre! —la mujer me da un empujón juguetón en el brazo.

—Ouch —me quejo sobando el lugar donde me ha golpeado. ¿Qué tiene en su mano? ¿Un puño de concreto?

—Elena ama a Stefan —les aseguro.

—Y por eso casi te peleas con ella cuando trató de ligarse a Damon —bufa la pequeña mujer. Un sonrojo aparece en mis mejillas.

En esa época creía que podría hacerlo, creí que definitivamente podría conquistar a Damon, pero ahora solo me avergüenzo de haberlo intentado, incluso me avergüenza confesar que en algún momento lo encontré atractivo. Bueno, no tan exageradamente, quiero decir, Damon si es guapo, solo una ciega no se daría cuenta. Pero ahora tengo la completa certeza de que amo a Stefan con todo mi corazón.

—Eso quedó en el pasado —digo volviendo a caminar. Ellos me imitan.

—¡Maravilloso! —aplaude la pequeña mujer. —Ahora su puedo concentrarme completamente en tu boda..

—¡¿Boda?! —jadeo. —¿Cuál boda?

La mujer se ríe y empuja las puertas del edificio para dejarme el espacio libre para entrar. Lo hago, pero aún tengo mis ojos fijos en ella. El hombre avanza detrás de nosotras al interior, la calidez de los pasillos se siente maravillosamente contra mi piel helada por el agua fría.

—Por favor, Bella —la mujer suelta una risita. —No tienes que fingir conmigo, ya lo he visto.

Cierra los ojos y se pone un dedo contra el centro de su frente.

¿Qué es? ¿Una psíquica?

—Claro —es lo que atino a decir. —¡Oh! Aquí está el baño.

Me doy la vuelta y entro con la esperanza de alejarme de ellos. Meto mis manos a los bolsillos y saco mi celular para mandar la actualización de mis pensamientos a la dueña de este cuerpo.

"¡Este lugar está lleno de gente loca!"

Sin esperar una respuesta, sacudo mi cabeza y me dispongo a secarme lo más que puedo.

—Esto es para ti —la pequeña mujer entra al baño con una mochila que antes no traía con ella. —Vi cuando pensaste en pedirme ropa seca. Jasper acaba de ir al auto por ella.

Parpadeo extrañada por la elección de sus palabras, pero su oferta es demasiado bondadosa y atractiva como para hacer preguntas. Al menos ahora sé que el joven rubio de llama Jasper.

—Gracias —acepto. Tomo la mochila de sus manos y entro al cubículo para cambiarme de ropa.

—Oye, Bella —la escucho del otro lado de la puerta. —Sé que Angela también se quedó en Mystic, pero ¿por qué no viniste en tu camioneta como en los viejos tiempos?

—¿No lo viste? —me burlo.

—Sabes que así no funciona —se queja. Por alguna extraña razón la imagino haciendo un puchero como niña pequeña.

—Murió a un costado de la carretera —confieso luchando por cambiarme los jeans que se han pegado a mi cuerpo por la humedad. —Tuve que dejarla allí y venir caminando.

—Rosalie irá a recogerla —me asegura. —¡Por fin se hará realidad su sueño de convertir ese cacharro en un auto clásico!

¿Quién es Rosalie? ¡Ja! Alguien más opina como yo, esa horrible camioneta es un montón de chatarra.

—Sí, supongo que está bien —digo sin querer darle vueltas al asunto. Termino de cambiarme mientras escucho los parloteos de la pequeña mujer, tengo que soportar esto en gratitud porque me ha ofrecido ropa seca y limpia.

Cuando acabo, empujo la puerta del cubículo y salgo para verme al espejo. Sé nota que esta ropa es de diseñador, pero ahora me siento más "Bella", estoy vestida como suelo ver a mi prima en Mystic Falls, así que esta vez, me siento más metida en el personaje.

—¡Vamos a Clase! —me apura. —Nos toca cálculo.

Me quejo produciendo una risa en la mujer, pero al menos ahora me siento más segura de ir tras de ella, sobre todo si me evita la pena de ir a la oficina y preguntar mi horario. Sería una idiota si, casi por terminar el cicló escolar, aun no me supiera de memoria mi horario.

El aula a la que me condujo era pequeña a comparación de mi escuela en Mystic Falls, pero me las arregle para mantener mi mirada neutra. Los alumnos que iban delante de nosotras, se detenían en la entrada para colgar sus abrigos en unas perchas, yo hice lo mismo con mi chamarra quedándome solo con el suéter que la extraña mujer me había facilitado en el baño.

Ambas caminamos hasta el fondo del aula donde nos sentamos por una hora a escuchar hablar al profesor de cosas que yo no comprendía. Es decir, no soy mala en la escuela pero la clase resultó demasiado para mí.

Las demás clases no mejoraron.

Más tarde fue un constante ir y venir de Jasper, la mujer y otros dos jóvenes muy parecidos a ellos. Entre los cuatro se encargaron de hacer una constante guardia a mí alrededor hasta la hora del almuerzo. Y allí estaba yo, alguien que no pertenece a este lugar, sentada en el comedor intentando entablar conversación con cuatro personas desconocidas para mí pero para quienes yo luzco como una persona que es demasiado familiar en sus vidas.

—Bella —el grandote llama mi atención. Ahora me resulta más fácil poner mi atención en quienes me llaman por el nombre de mi prima.

Por algún motivo, me convencieron de sentarme en la misma mesa que ellos, bajo el argumento de que después del "incidente" era mejor no hablar con mis "amigos humanos".

Por un segundo me llegó la duda si estas personas saben de la existencia de los vampiros, después mi cerebro me dijo que sería lo más razonable, pues Jasper conoce a Damon y él no se molesta en ser discreto con su naturaleza. Pero de todos modos me abstuve de decir comentarios relacionados a seres sobrenaturales. Aunque, juro que si alguien continua hablándome con claves y secretos, voy a golpearle con el libro de cálculo.

—Dime —digo distraídamente picoteando la ensalada que he podido conseguir para almorzar.

—Escuché que el desperdicio de chatarra andante que conduces se murió —se carcajea estruendosamente. —¡Por fin! ¡Esa jodida lata con ruedas ya no soportaba un año más de vida!

—¡Oye! —me quejo. —¡No hables así de tía Petunia! Esa camioneta puede ser tu abuela, respétala.

—Pero si en mi juventud yo tuve mejor autos que esa cosa —continua carcajeándose.

—Pero para ti eran autos nuevos, Emmett —Jasper le dice sin molestarse en ocultar su sonrisa. —Actualmente son unos modelos de ancianos.

¿Mi prima es una anciana? Me rio en silencio. Con razón en la mañana me vi algunas canas cuando me cepillaba el cabello en el espejo de la habitación.

—Espero que la tía Petunia sepa respetar a sus mayores, Bella —el grandote, Emmett, me mira con diversión. —Yo soy mayor por casi cincuenta años.

—¿Eso es una cana, Emmett? —la pequeña mujer pelinegra estira su cuello para alcanzar al grandote que al fin pude ponerle nombre en mi mente.

Me rio de nuevo.

—¿Eso es envidia lo que escucho en tu voz, pequeña duende? —el grandote se burla hablando con ternura. —¿Son celos que yo sea más joven que tú, anciana de bolsillo?

—¡Hey! —Jasper se levanta de su asiento y golpea la cabeza pelinegra del grandote. —¡Respeta a mi Alice!

En silencio agradezco que al fin tengo un nombre para la pequeña mujer.

—¿Acaso no te enseñaron a respetar a los ancianos? —se queja el rubio.

—¡Escúchame bien, momia de la guerra! —Alice tira con suavidad del cabello del rubio. —Yo no soy ninguna anciana y soy tu esposa. ¡Respétame!

Con una sonrisa bailando en mi rostro, bajo mi atención de nuevo a la ensalada, picoteo un poco de los vegetales con el tenedor y los llevo a mi boca con la intención de comerlos para así soportar otra ronda de clases de un nivel mucho más avanzado al que yo llevo en mi escuela.

Para suerte mía, o de Isabella, no tenemos ningún examen importante esta semana. Si lo llegamos a tener, es muy probable que haga que mi prima repruebe el ciclo escolar y si eso pasa, ella se va molestar y yo me voy a excusar patéticamente diciendo que hice mi mayor esfuerzo.

Mi cuerpo se congela, el tenedor queda a medio camino entre el plato y mi boca, y mis ojos se dirigen de nuevo al enrome pelinegro que continua soltando comentarios de la camioneta naranja de Isabella.

Un momento. ¿Escuché bien? ¿Dijo que es mayor que la camioneta? ¿Pues cuantos años tiene?

Mi cabeza comienza a procesar la situación, no importa que tan grande sea, un joven de su apariencia no puede tener más años que ese dinosaurio de los 60s. Mi mente da vueltas buscando alguna respuesta a la duda que ha nublado el resto de mis pensamientos. Repaso las conversaciones que tuve con mi prima en busca de alguna pista que me diga algo sobre quienes o qué son estas personas.

Mi brazo baja de nuevo el tenedor, el sonido del metal chocando con el plato interrumpe ligeramente la conversación de la mesa. Mis ojos se pasean por los tan desconocidos rostros que me rodean, todos son perfectos, son blancos como la cal, sus ojos color dorado en diferente tonos, sus cabellos en una diferente gama de colores pero igual de sedoso y brillante en apariencia, además de ojera debajo de los ojos como si todos padecieran de insomnio o se estuvieran recuperando de una rotura de nariz, aunque sus narices, al igual que el resto de sus facciones, eran rectas, perfectas, simétricas.

Son demasiado hermosos, pero lo más importante es que todos ellos se parecen demasiado como para ser hermanos, pero a la vez son tan diferentes que pueden no ser familiares. Además, Alice acaba de decir que está casada con Jasper.

De repente un recuerdo brilla en mi cabeza, una conversación que escuché casi por error, donde Elijah reprendía a mi prima por salir con unos vampiros que son peligrosos. Ellos hablaban de unos vampiros que no son parecidos a los que yo conozco como la palma de mi mano ahora, si no que, se referían a los vampiros que mi prima conoce.

Los fríos.

Estas cuatro personas que tengo a mí alrededor, son los vampiros con los que mi prima suele juntarse. Son sus supuestos amigos.

—¿Estas bien? —el rubio a mi lado me mira con una mueca de preocupación. Su mano helada se desliza sobre la mía produciéndome un escalofrío de terror. Mi respiración se acelera volviéndose errática.

Mi boca se abre y cierra un par de veces, no estoy segura si para respirar mejor o para tratar de responderle al vampiro.

—¿Bella? —me insiste, escucho la extrañez en su voz. La reacción que está viendo no es la que mi prima suele tener hacia ellos, pero yo no soy ella.

Elijah y Stefan han dicho una y otra vez que estos vampiros son peligrosos, y ahora yo estoy aquí rodeada de cuatro. Lo único que quiero creer que me da ventaja, es el hecho de que estoy en público. No creo que quieran exponerse al beber mi sangre delante de la escuela. Ninguno de ellos sería tan estúpido ¿Verdad?

Yo sacudo la cabeza para intentar organizar el caos en mi mente.

Ellos no me van a lastimar, no pueden lastimarme aquí delante de todos. Ellos piensan que soy Bella, ellos no van a herir a mi prima porque la quieren. Ninguna persona que te quiere, o que dice quererte va a herirte, ¿verdad?

—E-estoy bien —contesto con un hilo de voz. —A-acabo de recordar q-que… creo que o-olvidé algo.

Jasper mi mira con las cejas juntas al medio de su frente. No tiene que decirme nada, sé que no está convencido con mi respuesta pero es lo mejor que le puedo ofrecer en este momento.

—Bella dime algo —la rubia se roba mi atención distrayéndome del ataque de ansiedad que está intentando apoderarse de mi cuerpo. —¿De cuántos cilindros es el motor? ¿Qué tipo de aceite usa? ¿Cuándo fue la última vez que se lo cambiaste? ¿Sabes si el radiador está completo? ¿Alguna pieza del motor es la original?

—Yo… —balbuceo.

—¿El alternador te ha fallado? ¿Cuándo le cambiaste la batería? ¿La caja de cambios responde bien? —la rubia que deduzco es Rosalie me bombardea con preguntas. —¿Las bujías las has revisado alguna vez? ¿Las balatas? ¿Sabes sí…?

—No lo sé —la interrumpo antes de que termine la siguiente pregunta. —No tengo idea de lo que me estás hablando.

—Bueno, en realidad solo me interesa saber algo… ¿Sabes el motor que tiene tu camioneta? —la rubia me pregunta distrayéndome del ataque de ansiedad que se está apoderando de mi cuerpo.

—¿Uno que la enciende? —la miro sin comprender su pregunta.

—Eso es obvio. Me refiero al tamaño del motor—me aclara.

—¿Así? —levanto ambas manos para mostrarle el tamaño que creo puede tener esa cosa. Ella sonríe burlonamente, y los demás intentan fingir su risa con una tos que sale demasiado falsa.

Estoy a nada de salir corriendo de la cafetería.

Yo no sé de autos, motores o modelos específicos, y mucho menos sé cosas de ese dinosaurio naranja que se supone es mi auto. ¿Acaso ella es una experta? Bueno, por cómo suena es probable que la rubia si sepa de lo que habla, pero no es más fácil que ella lo vea por sí misma.

—¿Por qué no… —me aclaro la garganta. —¿Por qué no vas conmigo saliendo de clases y así le hechas un vistazo tu misma? Quizás puedas hacer que encienda.

—Obviamente haré que encienda —se carcajea de nuevo. —¿Por quién me tomas?

Me remuevo incómodamente avergonzada con las respuestas que he dado. Siento que acabo de molestar o insultar a la vampira rubia con cuerpo y rostro de supermodelo de revista erótica.

Definitivamente hoy no está siendo un buen día para mí.

Casi me levanto y me subo a la mitad de la mesa cuando sonó el zumbido casi nasal del timbre que anunciaba el final del almuerzo.

—Vámonos, Bella —la pequeña pelinegra se levanta de la mesa, se apresura a mi lado y me levanta con más facilidad de la que me gustaría. —Tenemos clase de biología.

Me obligo a caminar a su lado, escuchando en silencio sus parloteos y quejas sobre Emmett.

—A causa del incidente del otro día… —dice en voz baja, como si me confesara un crimen. —Cambiaron el aula de todas las clases de ciencia.

—¿Incidente? —me atrevo a preguntar.

—Sí, ya sabes —responde vagamente antes de abrir la puerta de un aula con varias mesas con dos sillas detrás de un tablero con instrumentaría de laboratorio.

Hago una nota mental de preguntarle más tarde a Isabella o a Angela que fue lo que pasó en este lugar antes de que viajaran a Mystic Falls. Siento que se están esforzando demasiado en ocultarlo y por alguna razón, creo que Isabella es quien más envuelta esta en esto. Si voy a fingir ser ella, lo mínimo que debía hacer fue advertirme varias cosas.

Un joven castaño entra al aula dejando su abrigo de lado, camina en dirección al pasillo para ir a su asiento, pero se frena en seco cuando sus ojos negros se fijan en mí. Su mirada se desvía al asiento a mi lado donde se encuentra Alice, ella finge no verlo, pero me da un ligero empujón con su pierna para darme a entender que hay algo con ese muchacho. Los ojos negros del joven se desvían a la mesa a mi lado con un brillo similar al de la esperanza, en cuanto ve ambas sillas vacías, un gesto de dolor atraviesa su rostro. Suelta una gran exhalación y sigue caminando.

Miro por encima de mi hombro en su dirección, fue a sentarse hasta la última mesa del mismo lado de dónde nosotras estamos sentadas.

—Ben la está pasando mal —dice Alice disimuladamente. —Desde que Angela terminó con él la semana pasada, ha estado triste.

Mi cabeza regresa al frente y mis ojos se abren al máximo.

Una pizca de pena cruza por mi mente cuando pienso en que la mirada del muchacho estaba llena de esperanza por volver a ver a Angela, quizás porque pensó que tendría la oportunidad de hablar con ella.

—Jasper dice que se siente muy confundido y dolido —Alice continúa susurrándome al oído. —Pobrecillo, nunca va a entender lo que sucedió.

Una ola de molestia me atraviesa. Angela está saliendo con Elijah, no sé desde cuándo pero, desde la primera vez que los vi en esa cena en la casa de Stefan, fue evidente la atracción que había entre ambos. Incluso llegue a pensar que en ese momento ellos ya estaban juntos. Pero, ¿resulta que Angela apenas terminó con su novio aquí en Forks?

—Pobrecillo —murmuro.

—Pero era la única manera de protegerlo —Alice dice en tono solemne.

—Eso creo —digo con el ceño fruncido. ¿Protegerlo de qué? ¿Klaus?

Bueno, eso tendría bastante coherencia, no dudo que Klaus use este joven para manipular a Angela para que haga el ritual o cualquier otra cosa maquiavélica que esté planeando.

¿Entonces Angela y Elijah no están saliendo?

Estoy muy confundida en este momento.

—Sabes que ninguno de nosotros está molesto, ¿verdad? —Alice me mira directamente mientas hace la pregunta.

—¿De que estás hablando? —pregunto sin ocultar mi mueca de confusión.

—Ya sabes, nadie te culpa por haberte enamorado de Damon mientras estabas con Edward —me dice. Bueno, al menos ese contexto si lo conozco. Mi prima y yo hablamos de esto en la cascada.

—En el corazón no se manda —suspiro.

—Tienes razón —asiente. —Aunque, si me hubiera gustado que fueras completamente honesta con mi hermano.

Parpadeo.

Isabella, ¿Qué hiciste?

—Lo lamento —digo aunque no sé si haya sonado completamente honesta.

—Pero también lo entiendo —dice ella. —Edward es terco, testarudo y de mente cerrada como si hubiera nacido en el siglo pasado.

La pequeña pelinegra se ríe, yo la imito. Supongo que su hermano, siendo un vampiro que ha vivido no sé cuántos años, si nació en el siglo pasado.

—Y también entiendo que en ese momento él era tu puerto seguro. Esa persona que te quería aunque fuera por… ya sabes… —se señala el cuello. Yo levanto las cejas y asiento, mi prima menciono algo de la extraña obsesión de su novio por su sangre. —Pero debo admitir que desde que Damon llegó a tu vida he tenido más visiones de ti a futuro, y todas son de una manera muy diferente a como te veía con mi hermano.

De nuevo el pensamiento de que esta mujer es psíquica me ataca. Honestamente, no me sorprendería si lo fuera.

—¿Diferente para bien? —pregunto tímidamente.

—Obvio, tontita —me dice con cariño. —Con Damon eres feliz.

Las comisuras de mis labios se estiran en una sonrisa, mi prima no es la única que luce feliz cuando está con Damon, él también luce más relajado a su alrededor. Los miras y es como mirar una película de comedia romántica que casi te hace olvidar que Damon es un desgraciado que tiene problemas de ira.

—¿Y no te molesta que sea feliz con alguien que no es tu hermano? —me atrevo a preguntar. Me siento una completa intrusa teniendo esta conversación en el lugar de mi prima, pero la curiosidad es demasiada.

—No —la vampira responde con tranquilidad. —Porque te quiero, Bella. Eres mi mejor amiga y mi hermana y lo único que quiero es que seas feliz.

—¿Y los demás?

—Jasper te adora, sin duda —sus ojos se colocan en la puerta como si el rubio estuviera en ese lugar. —Los demás también te aman, incluso Rosalie aunque tenga un constante deseo de golpearte hasta que recapacites.

Hago una mueca.

—¿Y qué hay de tu hermano?

—Edward te ama, a su manera claro —su voz chillona tiene un ligero tono de molestia o decepción. —Sé que es difícil para él, pero estoy segura que él también quiere que seas feliz.

—La ruptura… —digo titubeante, —¿cómo ha sido para él?

—Le duele, claro —asiente con pena en el rostro. Luego, se inclina más en mi dirección y habla extremadamente bajo. —Pero sé que le duele más el hecho de que casi te mata.

Me sobresalto en mi asiento. ¿El novio de Isabella casi la mata? ¿Ese es el incidente del que hablan? ¡¿Por qué no me lo dijo?!

—Yo… —trago el nudo de mi garganta. ¿Soy yo o en esta aula de repente el aire se ha vuelto sofocante? ¿O está demasiado helado?

—No, no —me detiene. —Sé que es difícil para ti, y no te estoy pidiendo que lo perdones o mucho menos que vuelvan a estar juntos. Solo decía.

—¿Dónde está ahora? —pregunto recordando que solo he conocido a cuatro de ellos.

—Sigue en Alaska —se encoje de hombros. —Carlisle aun no le permite volver.

Asiento en silencio. Al menos no tengo que preocuparme de momento por ese tema y si tengo suerte, mi prima recuperará su cuerpo antes de que el susodicho vuelva a este lugar.

Los alumnos continúan entrando al aula, el bullicio comienza a ser demasiado ruidoso que hace que nuestra conversación secreta se termine. Alice saca su celular y comienza a mandarle mensajes románticos Jasper, yo me limito a quedarme en silencio a pensar en este día.

Ahora no sé cómo sentirme respecto a todo lo que acabo de aprender, sé que todo esto no es de mi incumbencia, es algo que solamente le concierne a Isabella, pero una parte de mí se siente feliz de poder comprender mejor a mi prima y la vida que lleva en este mundo.

—O-oye Alice —tartamudeo con nerviosismo. Ella inclina su cabeza en mi dirección sin dejar de mirar a pantalla de su celular. —C-cuando dices b-boda…

Alice se carcajea. Todos los alumnos que están a nuestro alrededor fijan sus ojos en nosotras con sorpresa, supongo que no es común escuchar a un vampiro reír de esa manera.

—Tranquila —me dice entre risas. —Aún faltan varios años.

Un suspiro de alivio cruza mis pulmones. Si esa boda era en un futuro cercano, no sé, quizás en menos de dos semanas, no tenía idea de cómo iba a explicarle al situación a mi prima sin arruinar la sorpresa del compromiso, o peor aún, como iba a explicarle que se había casado con Damon sin que ella supiera.

—Pero no queremos que nos agarren las prisas —Alice me sonríe con complicidad. —¿Verdad?

Me encojo de hombros.

—Solo no vuelvas a mencionármelo —obligo a mis labios a que se estiren en una sonrisa divertida. —Soy capaz de decir "no".

—Eso suena a algo que tu harías —asiente.

En ese momento, el profesor entró al aula mandando a callar todo el bullicio que continuaba a nuestro alrededor. Con varios abucheos y quejas de los alumnos, la clase comenzó nublando mi mente del resto de cosas y gastando mi energía en tratar de comprender cosas que estaban fuera de mis conocimientos básicos.

Las siguientes tres clases fueron en compañía de Jasper, por alguna razón me sentía más tranquila a su lado, como si él pudiera manipular mis sentimientos y obligarme a estar tranquila, además si tenía una duda sobre alguna cosa en clase, él me respondía de manera muy clara, incluso me ayudaba a comprender mejor que los mismos profesores. ¿Le molestará si le pido que me ayude con la tarea?

—¿Lista? —la rubia de revista estaba esperando por mí en la puerta de mi última clase. —Alice y Emmett ya se fueron.

—¿Y yo? —Jasper frunce el ceño.

—Tú vas a llevarnos a recoger la chatarra… digo, la camioneta de Bella —la rubia se ríe socarronamente cuando la miro con molestia. Solo yo puedo insultar al dinosaurio naranja, yo tengo derecho de hacerlo, a mí me dejó tirada en la carretera. Los demás deben respetar a la tía Petunia.

—¿Tu no puedes conducir? —Jasper se cruza de brazos.

—Si, pero mientras yo hago que esa cosa encienda, tu ayudarás a Bella con sus tareas para mañana —Rosalie se encoje de hombros.

—¿Te cortaron las manos? —Jasper me pregunta.

—No —levanto mis manos al aire.

—¿Perdiste tus apuntes de las clases?

—No que yo sepa —muevo al mochila que descansa en mis hombros. Sigue igual de pesada que cuando llegué.

—¿Te sacaron el cerebro? —chasquea la lengua el rubio.

—No —hago una mueca.

—¿Por qué tengo que ayudarte con la tarea? —se queja.

—¿No la estás viendo? —Rosalie resopla. —Todo el día se ha comportado como una idiota.

Intento ofenderme, juro que hago el esfuerzo de sentirme mal por su comentario, pero no puedo. Tiene razón, soy una idiota que no sabe actuar para suplir la identidad de su prima.

—¿Por qué estas actuando tan raro? —Jasper me pregunta. Una ola de nervios me recorre. —¿Te disecaron el cerebro?

—Si —respondo al instante. Cuando Angela hizo el hechizo para cambiarnos de cuerpo, se sintió como si me quemaran viva o como si me hubieran lanzado a un tanque de ácidos. Quizás mi cabeza se vio afectada.

—Bueno, me convenciste —Jasper me empuja para comenzar a caminar. Rosalie se mueve despampanante a mi lado captando las miradas de todas las personas que pasamos en el pasillo hacia las puertas principales.

Miro mi atuendo, aunque estoy mejor vestida que cuando salí de casa del tío Charlie, me siento ridícula al lado de la supermodelo vampírica.

Disimuladamente camino al lado de ellos observando sus movimientos para adivinar hacia cual auto nos dirigimos. Un auto de color plateado enciende sus luces cuando Jasper apunta las llaves en su dirección.

—No le digas que lo tomamos prestado —Jasper me dice cuando abre la puerta trasera del auto. —Edward hará un drama si se entera.

Con mis dedos hago un candado al lado de mis labios para darle a entender que mis labios están sellados, él asiente y se hace a un lado para dejarme subir al asiento trasero. Casi suelto un gemido cuando siento la suavidad de la piel de los asientos contra mi cuerpo. Esto es el cielo a comparación del asiento desgastado y duro del monovolumen que se hace llamar camioneta.

En segundos el auto plateado está avanzando a gran rapidez por el estacionamiento de la escuela.

—Alcancé a pasar el último semáforo cuando venía para acá —le digo a Jasper cuando salimos a la calle donde el rubio y sus amigos me bañaron con el agua estancada. —Debes verla a la izquierda sobre la carretera.

Jasper disminuye la velocidad del auto cuando nos acercamos al lugar donde dejé la camioneta. Mis ojos se pegan a la ventanilla polarizada del auto buscando el dinosaurio naranja.

—¿Segura? —Jasper pregunta. Mis cejas se juntan, sé que no tengo idea de cómo dar las indicaciones en este lugar porque no lo conozco, pero estoy muy segura que pasé un semáforo antes de que volviera a ser completamente carretera.

—Sí, debe estar por aquí.

—Yo no la veo —Rosalie señala. —Y esa cosa es imposible de no ver.

—Aquí está el semáforo —Jasper se detiene en la luz roja. —Y la camioneta no está.

—No me digas eso —suplico lastimosamente.

Mis manos desabrochan el cinturón de seguridad, mis piernas se suben al asiento y mi torso se gira para mirar por cada ventanilla o cristal disponible.

—Iré un poco más allá —intenta tranquilizarme Jasper. —Quizás te confundiste de semáforo.

Limpio nerviosamente las palmas de mis manos contra los jeans que llevo puestos. Quizás Jasper tiene razón, cuando me baje de la camioneta estaba muy molesta porque la cosa decidió detenerse a la mitad del camino, es muy probable que no me haya fijado exactamente dónde quedó. Pero también es imposible que esté más allá, solamente caminé diez minutos para llegar a la escuela, casi puedo asegurar que ya había pasado más de la mitad del camino.

—Basta, Jasper. Faltan tres calles para la casa de Charlie —Rosalie habla. —Es imposible que esté por acá.

—Da la vuelta —le digo suplicante. —Así puedo decirte exactamente dónde se detuvo.

Jasper gira el volante y el auto derrapa contra el pavimento de la carretera antes de seguir avanzando por el carril que nos lleva en la dirección contraria.

—¡Ve despacio! —le grito golpeando su hombro con mi mano. Al instante una ola de dolor me golpea.

—Ten cuidado —gruñe él. —Iré despacio, pero no me golpees o tendremos que dar la vuelta e ir al hospital.

Me encojo en el asiento abrazando contra mi pecho mi mano adolorida. Esta vez me deslizo hasta el otro lado del asiento, para fijar mi atención en la otra ventana. Jasper continua conduciendo, esta vez va a la misma velocidad a la que yo pude ir en la camioneta, es como si intentara recrear la escena para mí, para que me sea más fácil descifrar el lugar donde me detuve esta mañana.

—Aquí está el semáforo —dice cauteloso. De nuevo la luz roja nos detiene y yo aprovecho para bajar la ventanilla y sacar mi cabeza con la esperanza de ver a lo lejos el horrible color naranja.

La luz cambia de color a verde, Jasper arranca de nuevo pero esta vez va incluso más lento que antes.

Alcanzo a ver a unos metros más adelante, un tronco inclinado contra una enorme piedra que está más atrás del borde del bosque que va paralelo a la carretera. ¡Yo recuero ese tronco, yo ví esa piedra!

—¡Detente! —chillo con fuerza. Jasper lo hace y sin dudar, mi cuerpo sale proyectado hacia el asiento donde va Rosalie sentada. —¡Ouch! ¡Eso dolía!

—Tu me dijiste que me detuviera —Jasper se defiende.

—Pero no así —me quejo sobándome la frente y el cuello. Ese movimiento inesperado va a cobrarme factura más tarde.

—¿Y bien? —Rosalie asoma su cabeza por la ventanilla que está a su costado.

—¡Es aquí! —le digo. Los tres bajamos del auto, caminamos hasta dónde está la piedra con el tronco, pero no hay rastro de la camioneta.

—Aquí no hay nada —se queja el rubio.

—¡Es aquí! —lloriqueo. —¡Aquí se detuvo! Justo a un costado de ese tronco.

—Si, estuvo aquí —Rosalie está inclinada mirando el suelo, su mano y su manicura de color rojo sangre está apuntando un par de marcas de las ruedas de la camioneta. Son las dos marcas de cuando la camioneta se frenó antes de hacer un esfuerzo por avanzar de nuevo.

—No, no, no —me quejo. Mis piernas van y vienen alrededor de las marcas, mi cuello se levanta, se estira a un lado de la carretera, luego al otro y de regreso a la evidencia. —¡No puede ser! ¡Tiene que estar aquí! ¡Va a matarme si pierdo esa cosa!

—Bella… —escucho a alguien hablar.

—¡No puedo perder esa chatarra! —jadeo desesperadamente.

—Bella, no te preocupes —Jasper da un paso en mi dirección, las palmas de sus manos están extendidas en mi dirección.

—¡No lo entiendes! —le grito. —¡Se han robado a la tía Petunia!


¡Oh no! Se han robado a Petunia.

¿Se esperaban que Elena entrara en acción para este capitulo?

Sé que es algo pequeño el cap, pero no podía despedir el 2024 sin un ultimo capitulo. Así que ¡Feliz año nuevo, adelantado!

Nos leemos en el siguiente capitulo.