Mensaje inicial: De nuevo, muchas gracias a todas las que comentaron, me agregaron a sus favoritos y están siguiendo esta historia. No me canso de agradecer las bellas palabras que me mandan, es hermoso poder leerlas y me inspiran mucho a seguir. A todas ustedes. ¡Gracias!
Por precaución, les pido que lean este capítulo hasta el final, incluida las notas de la autora que dejo y no juzguen nada hasta antes de terminar. Yo soy terrytana por siempre, deseando un feliz final para nuestros rebeldes.
DISCLAIMER: Los personajes de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Misuki e Yumiko Igarashi. Realizo esta historia con fines de entretenimiento y sin ningún ánimo de lucro. Sólo el ferviente deseo de liberarme de la espinita clavada en el corazón después de ver el anime y leer el manga. Por siempre seré terrytana de corazón.
DESEOS DE AÑO NUEVO © 2017 by Sundarcy is licensed under CC BY-NC-ND 4.0. Está prohibido la reproducción parcial o copia total de este trabajo.
DESEOS DE AÑO NUEVO
By: Sundarcy
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Capítulo 4: DESEO DE CANDY (Parte 2)
Hogar de Pony, Illinois
31 de diciembre de 1919
Cuando hubo terminado de leer el cuento, todos los niños que continuaban despiertos ya sentían sus párpados pesados y se dejaban invadir por el sueño. Lo cierto era que la historia sí había resultado ser la mezcla de todo lo que pidieron: acción, magia y romance. Aunque Candy lo había embellecido un poco, al final todos los niños quedaron satisfechos.
Haciendo la última ronda por las camas, para acomodar las mantas de los pequeños, creyó que todos estaban dormidos hasta que llegó a la cama de Lizzy. A pesar que todavía estaba despierta, la pequeña parecía a punto de dormirse. Candy se acercó, le acomodó las mantas, le dio un cálido beso en la frente y luego se paró para irse.
—¿Candy?— la suave voz de Lizzy la llamó, haciendo que Candy volviera rápidamente a su lado.
—¿Qué sucede, Lizzy?— contestó tiernamente.
Aun cuando la niña tenía los ojos cerrados, siguió hablando suavemente.
—Tú ya lo encontraste, ¿verdad?
—¿Encontrar?— Candy contrajo sus cejas, muy confundida. —¿Encontrar qué?
Los pequeños ojos azules de Lizzy se abrieron para mirarla fijamente.
—Pues a tu príncipe azul, como el del cuento. — añadió con una sonrisa soñadora, como si fuera la respuesta más obvia del mundo. —He notado como cada vez que piensas en él tus ojos brillan de manera especial.
Un jadeo de sorpresa escapó de los labios de Candy, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir furiosamente en su pecho. Miró sorprendida a la niña, sin saber exactamente qué responder. Sus hombros se habían tensado, pareciendo tener apretado cada uno de los músculos de su cuerpo. Sinceramente, eso sí que no se lo esperaba.
—Es esa persona que te enseñó a amar las obras de Shakespeare, ¿verdad?— continuó preguntando Lizzy, un tanto adormilada, reprimiendo un bostezo. —Dime como es él, Candy. Por favor, quiero saber cómo es tu príncipe azul.
Es curioso como a veces los niños son capaces de sacar las verdades que los adultos desean mantener más ocultas, aun sin que ellos se den cuenta. Candy estaba en un gran debate consigo misma, luchando contra el impulso de salir corriendo hacia la puerta en ese mismo instante. Sin embargo, después de un rato de lucha, al fin pudo relajar los hombros, suspirando profundamente. En vez de huir como tanto le rogaba su mente, sólo miró con dulzura a la niña y se sentó a su lado.
Sabía que no podría ocultarle esto, pero… ¿cómo empezar?
Aunque trataba de buscar las palabras exactas para describirlo, parecía no poder ser capaz de encontrarlas. Todo esto involucraba revivir memorias… recordar… ¡Por Dios! Ella nunca lo había olvidado.
Una chispa de añoranza llenó sus hermosos ojos verdes, mientras sentía como un profundo peso en su pecho se hacía cada vez más doloroso. Siempre estaba presente en ella, de alguna u otra forma, manteniéndose firmemente clavado en su corazón. Soltando un débil suspiro, finalmente pudo hablar:
—No tengo un príncipe azul, Lizzy. — las palabras salieron de sus labios como un murmullo.—…Él no es exactamente un príncipe azul, no se me presentó como príncipe… más bien, él se me apareció con traje de Romeo.— una triste sonrisa se formó en sus labios al recordarlo.—Un Romeo muy engreído, debo añadir.
Vio como la niña sonrió por su comentario, al parecer le hacía gracia lo que ella decía. A pesar que sintió como se le formaba un nudo en la garganta y el fuerte palpitar de su pecho se hacía más feroz, continuó con valor.
—ÉL… él llegó a mi vida cuando menos lo esperaba. — exhaló pesadamente, dejándose invadir más por las memorias. —Recuerdo… siempre recordaré cuando… cuando lo vi por primera vez.
Paró un instante, apretando sus labios inconscientemente. Esto todavía seguía siendo un poco difícil, sentía su respiración cada vez más entrecortada. Cuando por fin separó sus labios, pudo percibir como estos temblaban ligeramente.
—¿Te digo un secreto? Todo de él me atrajo desde el inicio, aunque me negara a aceptarlo. — ella sentía como una repentina calidez invadía su pecho. Reconocía ese calor, lo sentía cada vez que pensaba en él. —Su cabello castaño, sus finos labios…
La mirada de Candy ahora parecía perdida en un mundo lejano, un lugar al cual sólo ella podía acceder. Parpadeaba constantemente, mientras revivía ese momento que tanto le había cambiado la vida, el primer instante en que sus miradas se cruzaron.
—…Pero, lo que más me impactó fue su mirada… fueron sus ojos.
Recordaba muy bien esos hermosos ojos, eran capaces de hacerla temblar y sonrojarse en tan sólo un instante, poseían un poder tan grande, tan intenso sobre ella que le hacían vibrar el cuerpo entero.
—En un comienzo, no podía definir cuál era el color de sus ojos. Me parecían azules, pero… de un azul tan… tan especial. — cerrando sus propios ojos para dejarse perder en el recuerdo de esa mirada, una delicada sonrisa se formó en sus labios. —Eran de un azul que parecía cambiar constantemente.
Se había adentrado tanto en los recuerdos que incluso podía sentir como si esos mismos ojos la estuvieran viendo ahora. Sin que se diera cuenta, su voz se había enronquecido.
—Luego me di cuenta que eran azules con vetas verdes. Sus ojos eran… son como el color del mar… son el mar. Tan profundos y hermosos, pero… a la vez tan melancólicos y misteriosos.
Los latidos del corazón de Candy aumentaron tanto en su intensidad que incluso ella los podía oír zumbar en sus oídos, ya ni siquiera podía escuchar su propia voz. Parpadeó un par de veces, apretando sus labios temblorosos para ahogar un gemido, se obligó a seguir hablando.
—Ellos parecían contener un cúmulo de emociones intensas, aunque muy bien escondidas. Me descubrí a mí misma tratando de entender la razón detrás de ese tristeza, que abundaba tanto en su mirar.— tomó una bocanada de aire, su voz a duras penas se mantenía tranquila, estaba temblando.—Sin embargo, siempre me perdía en esos océanos indescifrables, sentía que…estaba segura que podía pasarme toda la vida viendo esos ojos y… nunca… nunca me cansaría.
Lamiendo suavemente sus labios, exhaló con pesadez. Con la mirada cristalizada, los ojos humedecidos de lágrimas que había intentado reprimir, desvió su mirada a sus temblorosas manos. Ya era demasiado, el solo recordarlo le ponía las emociones a flor de piel.
—Su mirada siempre fue capaz de tocar en lo más hondo de mí… lo más profundo de todo mi ser…— su voz comenzó a quebrarse, hasta la respiración se le hizo pesada. —...podría él no decirme nada, pero… en su mirada yo veía mucho, sentía que…— tragó con gran dificultad. —… sentía que sus ojos podían acariciarme el alma.
Las lágrimas que había intentado reprimir desde que comenzó a hablar, se estaban agrupando en sus ojos con más fuerza, quemándole y nublándole la vista. Ella apretó sus manos con fuerza en un intento por calmarse. Lástima que parecía no dar resultado.
—Quería tanto… lo anhelaba… no sabes cómo deseaba…— un suave sollozo escapó de sus labios. —… poder ser yo… la persona que borrara esa tristeza de sus ojos.
Limpiando con sus dedos las lágrimas, que ya habían formado su camino por sus mejillas, añadió:
—A larga aprendí que… ese era mi deseo más grande. — un dolor intenso se agolpó en su pecho al hablar de ese deseo, un deseo que ya no podría ser. —Quería hacerlo feliz, ser yo la razón de su felicidad.
Volvió a mirar a la niña, que ya yacía profundamente dormida en la cama, y aproximándosele más, le susurró:
—Pero… ¿sabes, Lizzy?— Candy acariciaba suavemente los rizos castaños de la niña. —A veces las cosas no son como uno se las espera. Él apareció y me ayudó a sanar las heridas de mi corazón…— sin ceder, muchas más lágrimas humedecían sus mejillas y sus labios no dejaban de temblar.—… Sin embargo, nunca supe cómo sanar las heridas que me ha dejado su ausencia.
Inhaló profundamente y se limpió el rastro de lágrimas de su rostro una vez más. Acercándose a la niña, le dio un último beso en su frente y pasó a retirarse a su cuarto, todavía con el corazón tambaleante en el pecho.
TyC TyC TyC TyC TyC
Sentada sobre su cama, Candy se recostó sobre el respaldar del catre y cerró sus ojos cansadamente. Todo lo que quería era tratar de aminorar los desbocados latidos de su corazón o al menos poder huir de sus pensamientos un momento.
No importa los años que pasen. No importa las circunstancias que uno viva. Ninguna persona podrá escapar alguna vez de sus propios pensamientos.
Eso lo sabía Candy más que nadie, aunque muchas veces lo tratara de olvidar. Con un suspiro frustrado, se incorporó, levantándose de la cama y dirigiéndose hacia la pequeña ventana de su cuarto.
Esperaba que mirar el invernal paisaje de la colina, le devolviera un poco de sosiego a su intranquilo corazón. Observando el apacible panorama a través del cristal, no pudo evitar chocar su frente contra el frío vidrio de la ventana.
Tal vez eran las muchas veces que había vivido el invierno en este lugar o lo muy acostumbrada que estaba en observar el cielo, pero algo le decía que se iniciaría una tormenta de nieve dentro de poco. No sería raro, siempre nevaba sin parar en esta época, sobre todo a inicios de año.
—Inicios de año. — murmuró ella, cerrando sus ojos muy despacio. —Año Nuevo.
Y no importaba lo que hiciera, sus pensamientos siempre volvían a llevarla al mismo punto.
Había tratado de evitar pensar en todo el día sobre lo que esta fecha significa para ella, en lo que significa en su historia con él. Su historia de amor con él.
Amor… ¿Cómo es que su corazón aún añoraba ese sentimiento? Ella tenía amor a montones, en todos lados; el amor de sus madres, el amor de sus amigos, el amor de los niños del hogar. Candy tenía el amor de tantas personas que debería sentirse satisfecha, pero… ¿Por qué su corazón todavía se sentía tan incompleto? ¿Por qué aún sentía que le faltaba algo?
Por más que trataba de ocultarlo incluso de ella misma, muy en el fondo sabía la razón detrás de ello. No es que añorara cualquier otro amor, ella sólo añoraba el amor de él… sólo él. Eso era lo que tanto necesitaba y justamente también era lo único que no podía tener.
Separando su frente de la ventana, un extraño deseo invadió su corazón. Motivada por ese mismo deseo, se fue directo a su cómoda, donde abrió el cajón más pequeño y sacó de él un cofre descolorido por los años, el cual aferró a su pecho con una inusitada fuerza.
Sentándose en su cama, apoyó el cofre en sus piernas y con dedos temblorosos lo abrió después de mucho tiempo. Ahí estaban todos sus recuerdos. Las lágrimas se arremolinaron en sus ojos con fuerza, observando con apego cada uno de los objetos que ahí tenía, todo lo más preciado que poseía.
Primero, miró con nostalgia la cajita de la felicidad, recuerdo de su querido primo Stear. ¡Lo extrañaba tanto! Una vida tan hermosa, un futuro tan brillante perdido en las muchas vidas que la guerra arrebató. Él era tan dulce y tierno, alegre hasta el final. Le dejó esa cajita para hacerla recordar que siempre fuera feliz. Lamentablemente, se rompió hace tiempo y no había podido repararla.
Instintivamente, sus ojos no pudieron evitar dirigirse a ver el conjunto de cartas que estaban amarradas en una cinta aguamarina, ya el paso del tiempo había vuelto amarillo el papel. Candy posó sus manos agitadas sobre ellas, sintiendo cómo su inquieta respiración se hacía cada vez más entrecortada, todas eran cartas de él. Ella nunca había tenido el valor de leerlas de nuevo, pero aun así las conservaba dentro de sus tesoros. ¿Era una cobarde por ello? ¿Por no leerlas, pero aún conservarlas? No podía deshacerse de ellas, simplemente no podía hacerlo, iría más allá de sus fuerzas deshacerse de algún recuerdo que tenía de él.
Ahí estaba también su corbata, ésa que le dio alguna vez en el colegio en el Festival de Mayo. Acarició la fina seda blanca, recordando el momento en que se la dio, fue después de que la hizo montar a Theodora y se lastimara el brazo, por alguna razón, siempre se olvidó de devolvérsela. Al final, ya no pudo hacerlo porque él se fue del colegio.
—Yo estaba segura que te la devolvería, cuando nos viéramos de nuevo aquí en América.— su rostro se contrajo de dolor al pensar en eso, apretando sus labios con tanta energía para ahogar un sollozo.—Me había prometido a mí misma que te abrazaría de nuevo… que me aferraría a tus brazos y ya nunca… nunca más nos volveríamos a separar.
Sin poder controlarse, sus lágrimas brotaron libres una vez más. Atrajo la fina tela hacia su rostro, acariciando su mejilla con ella. Cerrando sus ojos, se dejó invadir por la suavidad e inhaló el aroma que se desprendía de ella.
Por extraño que parezca, Candy no sentía un aroma a guardado como era de esperarse. Su nariz se llenaba de un profundo perfume a lavanda con un suave toque que no podía definir con palabras pero que era tan masculino… tan varonil.
Su aroma… lo reconocería donde fuera, era el aroma que siempre emanaba de él. ¿Cómo es que a pesar de los años, esta corbata continúa manteniendo ese mismo perfume?
"Tal vez sólo es mi imaginación."— suspiró débilmente.
Con mucho cuidado, Candy dobló lentamente la corbata y la volvió a resguardar en su cajita.
Sus manos, por sí solas, se dirigieron hacia la sección del cofre donde se encontraban varios recortes de periódicos. Con el paso de los años, no había podido evitar ir almacenando las noticias que salían de él. Se había dicho a sí misma que dejara de hacerlo, pero siempre le fallaba la voluntad con respecto a eso.
Recogiendo el último artículo periodístico que recortó, lo admiró abiertamente. En ese recorte se veía una foto en primera plana de Terry con un traje de Hamlet. La noticia trataba sobre el éxito arrollador que había obtenido el estreno de la obra y una gran aclamación al talento del joven actor.
A pesar de los sentimientos de nostalgia que la invadieron cuando leyó el artículo, no pudo evitar que su pecho se llenará de un profundo orgullo por él.
"¡Sabía que lo lograrías!"— pensó con una suave sonrisa. —"¡Pudiste vencer tus demonios, Terry! Conseguiste levantarte y continuar."
Viéndolo en la foto de nuevo, sonrió con amor. Había dejado en el pasado, ese recuerdo de un Terry derrotado en Rockstown. Todavía podía sentir el dolor que tuvo al verlo en ese teatro ambulante y en esa situación, las ganas que tenía de lanzarse al escenario y golpearle en el pecho para hacerlo reaccionar. No supo exactamente cómo ocurrió, pero de la nada él se levantó y volvió a actuar de nuevo como el más brillante actor que había conocido. Fue como si de alguna manera la voz de su corazón lo hubiera alcanzado y lo hiciera reaccionar.
Ahora Terry brillaba más que nunca, siempre supo que sería así. ¡Él era… es tan deslumbrante!
No pudo evitar volver a leer el título del artículo: "El mejor Hamlet que ha visto Broadway en muchos años: Terrence Graham brilla en su papel del príncipe de Dinamarca."
—¡El mejor Hamlet! Estoy segura que lo eres. — delineaba suavemente el perfil de Terry en la foto. —Así como fuiste el mejor Romeo.
Así era como siempre lo había imaginado, cumpliendo su sueño y mostrando su gran talento.
¡Cómo le hubiera gustado poder acompañarlo en ese logro! Otro deseo que no pudo ser. Ella rechazó la invitación que le hizo Eleanor Baker para asistir al estreno de Hamlet. Aunque no terminó por devolverle el boleto de entrada y lo guardó como uno de sus tesoros. Recordaba haberse pasado horas y horas observando el boleto entre sus manos, luchando consigo misma para decidir qué hacer. Tenía que admitir que por un instante, un breve instante, se le ocurrió atender a la función. Esas inmensas ganas de verlo, que algunas veces no podía controlar, le hicieron dudar de su decisión.
Sin embargo, al final no pudo hacerlo. Había una promesa de por medio y un miedo… un miedo que nunca aceptaría, pero que estaba tan latente en su pecho que jamás podría ignorarlo.
Dirigiendo su mirada a la esquina inferior del recorte, pudo observar una pequeña fotografía de Susana y Terry, los dos juntos, con una nota abajo que decía: "Susana ha sostenido con su amor el retorno de Terrence."
Una repentina punzada de celos le atravesó el pecho, hiriendo aún más su magullado corazón y haciendo que un intempestivo fuego recorriera sus venas sin descanso. Con la respiración agitada, sólo apretó con más fuerza el recorte mientras trataba de ahuyentar esas sensaciones que tanto nublaban su mente.
—Fue lo mejor no haber ido. — se dijo con la voz ronca. —No quería causarle problemas a nadie.
"Eso ni tú misma te lo crees. Sabes que no es verdad."— escuchó una voz en su interior cuando cerró sus ojos para reprimir más lágrimas. —"¡Acepta de una vez que no fuiste porque tenías miedo, Candy!"
—Sí, tuve miedo… miedo de mi reacción en cuanto lo viera nuevamente.
"Podrás tratar de hacer creer eso a los demás: a Albert, a tus madres, a los otros."— La misma voz interna seguía taladrando su mente. —"Pero, tú sabes que no es así."
Cansada de querer engañarse a sí misma, Candy por fin reveló lo que tanto temía.
—¡Está bien! No es mi reacción al verlo lo que temo. Lo que más me aterra es su reacción al verme.
Un gran peso se iba de ella al dejar que la sinceridad de lo que sentía se reflejará en sus palabras.
—Me da mucho miedo tal vez comprobar que pudo enamorarse de Susana.
¡Y ya está, lo había dicho! Se sentía peor que antes. ¿Acaso no quería que Terry fuera feliz? Sin embargo, no podía evitar que en su corazón ella guardara la esperanza que él todavía la recordara. Una ilusión, una tonta ilusión. ¿Cómo osaba a creerse una persona difícil de olvidar?
Ciertamente, no podía controlarse en ese aspecto que se refería a él. Cuando una era amada por Terry, eras capaz de sentirte la persona más privilegiada del mundo, alguien completamente especial.
"Has confesado que tú querías ser la razón de la felicidad de Terry y te duele que Susana pueda serlo." — Su propia consciencia habló esta vez. —"Dime entonces, Candy. ¿Por qué lo dejaste ir si sabías esto?"
—Él sólo sufriría si yo me quedaba, yo misma era parte de su dolor y Susana…— se mordió su labio inferior fuertemente. —… ¿Para qué retrasar lo inevitable? Al final hubiéramos terminado separándonos de todos modos.
Además, por más que lo añorara tanto a él… ¿Qué sucedía si al final sí se había enamorado de Susana? No era completamente inmune o inconsciente a lo que eso le provocaría. ¿Podría soportar verlos juntos así?
Ya sabía de sobra la respuesta, su corazón no podría resistirlo. Comprobar lo que tanto temía sería capaz de causarle el mayor daño posible. Pensaba que tal vez no conocer la verdad podría aminorar parte del dolor que eso involucraría, por eso esa lucha continua por no conocerla. Aunque, tenía que admitir que vivir en la incertidumbre tampoco era mucho mejor.
Al final, había aceptado que el rostro de él, los momentos que vivió con él, todas las sensaciones que experimentaba con él, siempre estuvieron destinados sólo a quedarse marcados en el más profundo alcance de sus recuerdos. Por más que lo añorara y deseara su presencia, no podía vencer ese miedo que la tenía atada a esta angustiosa incertidumbre.
Demasiado peligroso era recordar lo que él le hacía sentir, muy arriesgados eran todos esos recuerdos de esas sensaciones tan particulares y únicas, sólo experimentadas con él. Todo eso debía permanecer escondido, encerrado en su corazón. Existen amores que no pueden vivirse, sólo pueden recordarse. Tristemente, eso le había tocado a ella.
"¿En serio has olvidado lo que él te hacía sentir, Candy?" — preguntó su consciencia.
Era una verdadera lucha interna responder a esa pregunta, su cabeza estaba firme en su decisión de decir sí; sin embargo, su corazón estaba también firme en dar una respuesta totalmente diferente.
—Ya no debo pensar en esto. ¡No puedo cambiar las cosas!— chocó su mano contra su frente, tapando sus humedecidos ojos. —Han pasado muchos años y… lamentablemente no puedo volver en el tiempo. Ya no hay marcha atrás, aunque duela, debo aceptarlo.
A pesar que el tiempo había pasado, todavía no había podido aceptarlo.
—Terry merece la felicidad más que nadie. No sé cómo se me ocurre siquiera pensar en que yo podría ser su felicidad ahora. — se reprochó con voz suave.
Sus ojos nublados por las lágrimas viajaron a la fotografía de Terry y no pudo evitar sonreír tristemente.
—Yo me contentaría al menos con que tú fuera feliz, con eso me bastaría. — declaró con seguridad, haciendo que sus ojos brillasen más tranquilos.
Al menos con la perspectiva de la felicidad de Terry, Candy podría continuar, por más que esa felicidad no fuera con ella.
Volviendo a mirar la ventana, se dio cuenta que espesos copos de nieve ya caían por la colina. El tiempo siempre sigue avanzando y ni siquiera nos damos cuenta, pasa tan rápido y… ya se acaba el día.
Inicia un nuevo año… ¡Su deseo de Año Nuevo!
Como un rayo, cientos de pensamientos invadieron a Candy al recordarlo. Todavía no lo había decidido.
—Un deseo de Año Nuevo…— susurró, percibiendo una extraña agitación en el centro de su pecho. —¿Qué podría pedir?
De pronto, una firme idea se implantó en su mente. ¿Acaso tenía que preguntárselo? ¿Por quién más pediría? No tenía que pensarlo mucho para saber qué pedir.
Sus ojos se llenaron de una chispa de determinación y una sonrisa sincera enmarcó su rostro, ella ya sabía cuál sería su deseo. Suspiró hondamente, cerró sus ojos y aferró la fotografía de Terry contra su pecho.
—Deseo tanto… ¡Dios!... aunque sea el único deseo que se me pueda cumplir en esta vida… lo único que desearía sería que fueras feliz. — dijo con vehemencia en un susurro, apretando más hacia ella la fotografía. —Mi deseo de Año Nuevo es poder verte feliz, Terry. Es lo único que quiero, que seas feliz.
Apenas terminó de pronunciar estas palabras, escuchó fuertes golpes desde la puerta de la entrada del Hogar de Pony. Su corazón se aceleró nerviosamente, ese tipo de tocadas no siempre traían buenas noticias.
Rápidamente, se limpió las lágrimas que quedaban en su rostro, guardó todos sus recuerdos en el cofre y lo escondió en su cómoda. Después, sin perder más tiempo, se dirigió a la sala sin demora.
Antes de llegar, escuchó cómo la puerta era abierta, para después ser seguida por exclamaciones de la señorita Pony y la Hermana María. Grande fue la sorpresa que la esperaba en cuanto llegará a la sala.
—¡Jimmy!— exclamó Candy, perpleja. —¿Qué haces aquí? Creí que estarías cuidando al Sr. Cartwright.
En la entrada estaba Jimmy Cartwright, fue un huérfano del Hogar de Pony hasta que fue acogido por el Sr. Cartwright, el dueño de extensos terrenos en la zona, terrenos que incluían los del Hogar. A ellos también los habían invitado a cenar por Año Nuevo, pero el Sr Cartwright se enfermó de influenza hace unos días y estaba en reposo.
—¡Jefa! ¡Necesito la ayuda del Dr. Martin!— gritó Jimmy, muy exaltado. —¡El Sr. Cartwright se ha lastimado!
—Pero, ¿cómo?— preguntó Candy de inmediato. —¿Qué pasó?
—Juro que me fui sólo un instante, pero sabes cómo es el Sr. Cartwright. — respondió Jimmy, topándose la frente con impaciencia. —No quiere que nadie lo ayude y al parecer se levantó de golpe para servirse un vaso con agua, lo hizo tan rápido que se mareó y cayó fuertemente contra el suelo.
La expresión de Jimmy se tornaba más preocupada mientras avanzaba en su discurso.
—Se ha torcido el tobillo y dislocado el hombro. La mayoría de los trabajadores están en la fiesta de Año Nuevo del pueblo, y ni las personas que quedaban ni yo sabemos cómo volverle el hombro a su lugar. — Jimmy se mostraba cada vez más intranquilo. —¡El pobre está sufriendo mucho! Necesita un médico y por suerte recordé que el Dr. Martin se encuentra aquí porque lo invitaron a cenar. ¿Dónde está, por cierto?
Terminó su explicación, observando ansiosamente por la sala en busca del buen doctor.
—Jimmy, el Dr. Martin no pudo venir a cenar con nosotros. Se fue a atender en el parto de la Sra. Chase a las afueras del pueblo. — manifestó la Señorita Pony con pesar.
—¡Las afueras del pueblo! — la expresión del chico parecía desolada.—¡Me tomará mucho tiempo llegar hasta allá, es muy lejos! ¿Podríamos llamarlo por teléfono? El Sr. Cartwright necesita atención urgente.
—El teléfono está malogrado, Jimmy. — explicó la hermana María muy apenada.
—¿Malogrado?— preguntó Jimmy más inquieto que antes. —¿Qué haremos ahora?
—¿Cómo puedes siquiera preguntar eso? ¿Qué más haremos?— pronunció Candy con firmeza, cruzándose de brazos. —Obviamente, iré contigo. Soy enfermera titulada, ¿lo recuerdas?
Viendo la indecisión en los ojos de Jimmy, agregó:
—¡Por Dios, Jimmy! No hay tiempo que perder, iré por mi abrigo.
La rubia enfermera fue velozmente a recoger su abrigo y volvió a la puerta en unos pocos segundos.
—Candy, la tormenta de nieve ya se intensificó. — la voz de la Señorita Pony denotaba preocupación. —No creo que sea buena idea que se vayan en la carreta que trajo Jimmy.
—Tiene razón, señorita Pony. — respondió Candy mientras pensaba una posible solución. Chasqueando sus dedos, de pronto, se le ocurrió una idea. —¡Ya sé! Vamos en el auto, yo conduciré.
La señorita Pony y la hermana María se miraron entre ellas alarmadas por esa propuesta.
—Tampoco, creo que sea buena idea. —comentó la hermana María cautelosamente.
—No se preocupen, he mejorado mi técnica al conducir. — dijo para calmarlas. —Albert me lo aseguró la última vez que vino. Además en el carro, llegaremos más rápido.
Sus madres, aunque un poco renuentes, no les quedó de otra que aceptar y se despidieron de ellos. Justo antes de salir, Candy miró inconscientemente la hora. El reloj marcaba las once y cincuenta y cinco. Todavía no era Año Nuevo, pero ya faltaba poco.
Rápidamente, Candy abrió su auto y se sentó en el asiento de piloto. En cuanto Jimmy se acomodó en el asiento de a lado, ella encendió el auto para iniciar la marcha.
La señorita Pony y la hermana María se preocupaban por las puras, la verdad era que sí había mejorado al conducir, Albert tuvo mucha paciencia al enseñarle las veces que podía venir a visitarla, haciendo que ella aprenda a manejar excelentemente el volante. Bueno, casi excelentemente.
La carretera estaba cubierta completamente por la nieve que seguía cayendo del cielo y un poco de humedad se acumulaba en el parabrisas.
"Tal vez sería bueno iniciar conversación con Jimmy." — pensó Candy después de un rato de manejar en silencio
Tentativamente volteó a verlo, él estaba mirando abstraídamente por su ventana con evidente ansiedad, de hecho, se notaba muy preocupado. Luego, consideró que quizás debería dejarlo con sus pensamientos.
"¡Concéntrate en el volante, Candice!" — se reprochó a sí misma.
Con la mirada fija en el frente, siguió conduciendo con toda la atención del mundo, pero por alguna extraña razón parecía ser que su concentración no pudo mantenerse en algo por mucho tiempo. Su mente comenzó a divagar de nuevo, pensando en lo curioso de pasar Año Nuevo conduciendo bajo la nieve.
Eso le hizo recordar su deseo de Año Nuevo en el cual tenía que creer firmemente para que se cumpla. Tal vez, sería bueno volver a repetirlo para que se hiciera realidad.
"Mi deseo de Año Nuevo es ver a Terry feliz, que él sea feliz." — gritó su corazón desbocado.
Dirigió su mirada al cielo sin siquiera pensarlo, cuando un intenso sonido le quitó el aliento e hizo que su corazón parara en el acto. El fuerte ruido de los neumáticos resbalando contra la autopista fue lo único que escuchó, mientras sentía perder el control del volante. Por más que Candy trató de controlar el timón con todas sus fuerzas para evitar que el auto derrape en la carretera, la fuerza fue tal que no pudo hacer nada.
Fue como si el tiempo avanzara más lento y cada detalle del accidente quedara atrapado en su memoria con vívida agudeza. Instintivamente, sólo alcanzó a cubrirse el rostro con sus brazos, esperando el seguro impacto.
—¡Protégete, Jimmy!
Fue lo último que gritó antes que el auto por fin patinara, desviándose de la carretera y chocando por el lado del piloto contra un árbol. Luego, sólo sintió que su frente chocaba contra el timón, para después darse cuenta que ella ya yacía contra el suelo.
Otras curiosidades de la vida. Dicen que cuando uno va a morir, se puede ver cómo todos los pasajes de su vida desfilan uno a uno frente a sus ojos, en tan sólo un instante. Aunque Candy estaba esperándolo, eso nunca pasó.
Lo único que sintió fue frío, un profundo frío en su espalda que le calaba todos los huesos.
"Espera, creo que es nieve."— pensó extrañada. — "Sí, es nieve lo que siento."
Abriendo sus ojos suavemente, sintió un dolor agudo en su cabeza junto con una sensación de un líquido caliente sobre su frente. Trató de levantar su mano lentamente, pero sus manos se sentían tan pesadas que le era imposible hacerlo. Ahora luchaba por tratar de mantener sus ojos abiertos, porque de repente se estaba sintiendo somnolienta.
—¡Candy! ¡Jefa! ¿estás bien?— era Jimmy, la estaba mirando asustado, tenía el labio y la ceja partida.
Todo era muy raro, pues él estaba ahí a su lado, pero por alguna razón, escuchaba su voz muy lejana. Su mente estaba muy cansada para hablar, como si la conexión con su boca pareciera no existir. Obligándose a juntar toda su energía, sólo pudo susurrar:
—Está muy frío, Jimmy… Muy frío.
—¡No, jefa! Vas a estar bien. — gritó él desesperado, sintiendo la fría nieve en sus mejillas. —¡No cierres los ojos! ¡Por favor, no cierres los ojos!
Ya no era capaz entenderlo, a Candy le parecía como si Jimmy se estuviera alejando más y más.
Lo último que llegó a escuchar, fue el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo, que indicaban la medianoche, resonando en su cabeza una y otra vez. No pudo evitar que sus ojos se cerraran lentamente, mientras su último pensamiento fueron unos hermosos ojos azul mar que la miraban intensamente.
— Terry…— murmuró con el último rastro de fuerza que tenía para después perderse en el pozo oscuro de la inconsciencia.
Continuará…
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"Las palabras no esperan el momento perfecto, crean sus propios momentos perfectos convirtiendo los instantes más ordinarios en segundos especiales."
Espero haber hecho especiales estos momentos dedicados a mi historia.
Gracias por leer.
. . . . . .
By: Sundarcy
NOTAS DE LA AUTORA:
Antes que me quieran reclamar, les aseguro completamente que Candy NO murió, tampoco morirá más adelante ni nada por el estilo. Candy está más que viva y tendrá su final feliz con Terry en su tiempo. Si he hecho todo esto es sólo por un propósito. Como había advertido desde el comienzo, esta historia explora una situación fantasiosa que ya está por iniciar justamente con lo que acaba de ocurrir. Una situación que será capaz de cambiar el destino de nuestros rebeldes para siempre, acelerando su reencuentro. Ya empezaremos la parte fantástica. ¿Están preparados para esa parte? Espero que sí, porque de aquí en adelante ya no creo llegar a recurrir a momentos tristes.
Al fin Candy ya pidió su deseo, y como se habrán dado cuenta parece ser un deseo muy complementario al que pidió Terry. ¿Qué podría hacer más feliz a Terry que estar de nuevo con su pecosa? Además, ambos pidieron verse, aunque sea indirectamente.
Nunca he considerado a Terry un príncipe, a Albert y a Anthony se lo podría catalogar como príncipe, la misma Candy los llega a llamar así alguna vez, pero a Terry nunca se lo presenta como tal. Él siempre es nuestro imperfecto Terry, lo que hace precisamente que lo amemos aún más.
Gracias por las bellas palabras de todas las que comentaron, pasaré a contestar cada una de ellas.
Guest 1: Gracias por comentar, hermosa. Aquí ya está la segunda parte del capítulo, trate de publicarlo lo más pronto que pude. Saludos para ti
dianley: Yo tampoco la culpo por haberse aislado, en cierta forma, ella sólo buscaba el consuelo que su alma tanto necesitaba y qué mejor lugar que al lado de sus madres. Exactamente, muchas por miedo a lo desconocido tendemos a no probar cosas nuevas, pero con el tiempo aprendemos que si no arriesgamos, no ganamos. El destino y mi guía los llevará a reunirse… en parte tienes razón… ¡Qué gran privilegio el que tengo! Haré todo lo que esté en mis manos para darles un digno final, te lo aseguro. Gracias por leer y comentar. Abrazos para ti.
Adriana: Concuerdo totalmente contigo, Candy nunca necesito valerse de algún tipo de truco par que Terry quiera estar con ella, él quería estar con ella por su propia voluntad, no motivado por algún sentimiento del deber o por la culpa. Aunque Candy también sufra como Terry, ella no tiende a expresar su dolor externamente, eso es lo que tanto admiro en ella. Pero no significa que ella no sufra la pena que le inspira no estar con el hombre que ella ama y de alguna forma no sentirse completamente realizada, como si le faltara algo en su vida.
Gracias a ti por leer, además de comentar, linda. Como no voy a tomar parte de mi tiempo para contestarte, tú también tomaste parte de tu tiempo para leer y dejarme tu mensaje, lo cual agradezco inmensamente. Saludos y abrazos para ti también.
Alondra: Yo también me alegro que Candy se refugiara con sus madres después de todo lo que vivió, sinceramente era el único lugar donde su alma encontraba algo de la paz que tanto necesitaba. Tienes toda la razón, el cariño que existe entre Candy y Albert es de los lazos más fuertes que alguien puede crear con otra persona, además de tu pareja, claro. Sólo traté de verlo desde la perspectiva que siempre he visto su relación. Para mí, Albert fue muchas veces el salvador de Candy, no sólo le salvó la vida alguna vez, sino que también la adoptó para liberarla del maltrato que sufría cuando trabajaba para los Leagan. Siempre he creído que Albert se identificó con ella en cierta forma, los dos eran huérfanos sólo en posiciones diferentes, él era rico, pero tenía que mantenerse escondido y Candy era pobre y maltratada, obviamente la injusticia de su condición hizo que naciera en él ese lado protector de su carácter que se marca mucho en toda la historia para con Candy. Gracias por leer y comentar el capítulo anterior. Espero te siga gustando lo que viene. Saludos para ti.
Guest 2: Gracias por comentar, linda. Estoy encantada que te haya gustado el anterior capítulo. Yo sólo trato de hacer que pueda para no aburrir. Con respecto a la forma en cómo escribí su relación con Albert, eso era precisamente lo que buscaba que no se creen confusiones en la forma en que se quieren esos dos. Porque se quieren mucho, eso lo sabemos de sobra todas. Un vínculo bastante fuerte que muchas deseamos alguna vez encontrar en nuestra vida, a pesar que no comparten lazos de sangre, se quieren muchísimo como si fueran familia. Espero te siga gustando lo que viene. Saludos.
Phambe: Muchas gracias por todas sus hermosas palabras. Me emociona mucho que le haya gustado el capítulo anterior. Mi principal objetivo era precisamente hacer un gran contraste entre las vidas de los dos. Yo también he creído que Candy tuvo un poco más llevadero todo lo que pasó porque contó con el apoyo de muchas personas, aunque eso no significa que no sufriera internamente por lo que pasó.
Algunos de mis principales miedos al escribir es el que menciona justamente. Además del miedo de perder la esencia de los personajes, también tengo miedo que lo que escriba a veces pueda tornarse un poco aburrido o monótono. Es muy fácil perderse en el camino, estoy segura. A mí también tienden a gustarme de todo tipo de géneros, pero ya había asegurado desde el comienzo que esta historia involucraría una situación fantasiosa, de ahí el nombre precisamente.
Nunca he podido sacar demasiadas cosas positivas de Susana para poder escribirla de una manera complaciente o que alcance una verdadera redención. Es cierto que algunas veces me llega a inspirar mucha lástima, pero esa pena se borra poco después cuando pienso en sus acciones egoístas. Creo que su mayor castigo es haber fallecido sin haber llegado a casarse con Terry. Nunca se especifica cuál fue su enfermedad, pero todo hace suponer que fue enfermedad que la fue acabando poco a poco, supongo que Misuki le dio ese final como parte de la dura prueba que pasó para expiar sus culpas.
Sinceramente, no soy capaz de leer historias de Susana como la esposa de Terry, se me tornan demasiado dolorosas para considerarlas siquiera. Tampoco soy de las que le gustan esas historias donde ponen a Terry como mujeriego y Candy la ponen siempre sola. Yo soy de las que espera igualdad entre los dos personajes. Si Terry estuvo con otras mujeres en el tiempo en que estuvieron separados, entonces que también sea lo mismo para Candy, de esa manera como que están en igualdad de condiciones. ¿No cree? Aunque sí le aseguro que tampoco prefiero ese tipo de historias, tienden a veces a ser demasiado angustiosas para mí.
Susana nunca pudo aceptar la derrota, por eso a pesar de los años y aunque era plenamente consciente que Terry sufría, no lo pudo dejar libre. También leí la carta que le mandó Susana a Candy. Me indignó mucho lo que le escribió. Ahí demostró cuán egoísta era, se detalla que estaba completamente consciente del sufrimiento de Terry, pero no podía dejarlo a pesar de ello. Le pide perdón a Candy y le asegura que tratará de amar a Terry por las dos. Totalmente indignante. Sí voy a disminuir el tiempo de la separación, todos estos años separados ya me han parecido más que suficientes para Candy y Terry. De aquí para adelante comenzará a cambiar la historia.
Gracias por los datos que me comentó. Ya conocía algunos de los detalles de los que habla. Totalmente de acuerdo con usted. Yo tampoco dudo ni por un segundo que Terry es Anohito. Podría pasar hablando de demasiadas pistas que nos llevan a hacia él, pero para mí la principal prueba es la razón por la que Misuki terminó con la vida de Susana, además está la carta que mandó Terry un año y medio después, las palabras que me devolvieron la confianza en Misuki. No creo que la autora, que también esté tan encariñada con el personaje de Terry, le haya dado esa oportunidad para que al final no obtenga lo que añorado por tantos años, a Candy. Como dije antes es un placer intercambiar opiniones con usted, espero que le siga gustando lo que viene. Cuídese mucho. Saludos.
Miriam7: Candy se alejó de todo para tratar de sanar su corazón, en cambio a Terry es sobre el que cayó todo el peso de la responsabilidad que involucraba Susana, y al parecer también la señora Marlowe. Yo también creo que Albert y Candy tiene un vínculo extraordinario, muy especial que mayormente una persona sólo es capaz de formarlo con alguien de tu familia. Para las que hemos sido bendecidos con una amistad de ese tipo, es hermoso compartir muchas cosas con esa persona que es tan importante para nosotras, porque te entiende muy bien y sabes que siempre contarás con ella. Lo del reencuentro, será muy pronto y de la forma más inesperada.
Kari95: Gracias por comentar, hermosa. Actualice lo más pronto que pude. Espero te guste y me comentes que tal te pareció. Saludos.
Eli: Candy se refugió en el único lugar que ella podía llamar hogar. No sabía que el verdadero hogar que logramos formar es con la persona que amamos. Ella sufre a su manera, aunque no lo exterioriza, pero es un dolor que está muy latente en su corazón. Yo también me he preguntado muchas veces: ¿cómo Candy pudo confiar en una mujer como Susana? Te digo algo, yo siempre he creído que Candy se vio sobrepasada por las circunstancias. Sentía que ella misma era también parte del sufrimiento de Terry, porque pensaba que si él no se decidía por Susana era por ella. El intento de suicidio de Susana fue la gota que derramó el vaso, no se creía capaz de cargar con el dolor que le daría a Terry por la culpa si Susana se decidía a acabar con su vida. Ese hecho marcó su destino, a partir de ahí Susana ya era plenamente consciente de que la culpa era la única forma que tenía para aferrarse a Terry, ya no iba a dejarlo escapar.
Con respecto a la relación Candy y Albert, sólo lo plasme como siempre la he visto. Ellos comparten un vínculo muy fuerte, como lo describen en CCFS unos hilos de cariño que siempre los mantendrá unidos, pero como también describen en la historia con el único con el que mantienen un lazo indestructible de amor que no se romperá ni con en el tiempo ni la distancia es con Terry. Yo también creo firmemente que Terry es anohito. No podría ser otro, él es el hombre que Candy más ha amado en su vida. Gracias por leer. Abrazos para ti.
BlancaG: Gracias por comentar, linda. Me alegro mucho que te haya gustado. Candy ya se encontrará con Terry muy pronto. Espero te guste lo que viene. Besos para ti.
Para skarllet northman, Sra. Grandchester y Kamanance, será un placer contestarle vía PM.
Vuelvo el viernes con un siguiente capítulo. Cuídense mucho y que tengan una hermosa semana. Saludos para todas.
Sunny =P
14/01/2018
