Mensaje importante: Como ha pasado tiempo desde la última actualización, aquí un resumen de los capítulos anteriores:

Años después de la separación, Candy y Terry se ven envueltos en una situación de lo más particular. Luego de que cada uno pidiera casi simultáneamente un deseo de Año Nuevo, Candy sufre un accidente que la deja en un sueño profundo y hace que se vea transportada desde su apacible vida en el Hogar de Pony, para estar al lado de la persona que más añoraba: TERRY.

En un viaje astral del que ella no era consciente y que creía un sueño, Candy se verá obligada a vivir en espíritu la vida diaria de Terry, siendo él la única persona capaz de verla. Situaciones de todo tipo se alzarán a la par que ambos se acostumbran a estar juntos el uno al otro después de tanto tiempo separados, todo ello mientras Terry mismo cree que está perdiendo la cabeza.

¿Qué sucederá cuando lo qué pasó en verdad con Candy se revele finalmente a ellos? Acompáñenme a descubrirlo.


DISCLAIMER: Los personajes de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Misuki e Yumiko Igarashi. Realizo esta historia con fines de entretenimiento y sin ningún ánimo de lucro. Sólo el ferviente deseo de liberarme de la espinita clavada en el corazón después de ver el anime y leer el manga. Por siempre seré terrytana de corazón.

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DESEOS DE AÑO NUEVO

By: Sundarcy

o-o-o

Capítulo 11: ADAPTÁNDOSE

Residencia privada, Chelsea

Manhattan, Nueva York

01 de enero de 1920

Las palabras nunca le alcanzarían a Terry para poder describir todo lo que estaba sintiendo en ese momento. A instantes, su sonrisa vacilaba debido a estas sensaciones que experimentaba.

Se encontraba en un continuo estado que variaba desde la ofuscación, pasando por un breve lapso de desconcierto para después ir al completo estupor que finalmente lo hacía rayar en la euforia. Esas sensaciones eran demasiado contradictorias entre sí para que él pudiera explicarlas si lo intentara, pero que aun así luchaban una contra la otra en su pecho en una intermitente actividad.

Todavía seguía sin poder creer lo que estaba pasando, y eso claramente explicaba gran parte de su actitud. Era esa constante sensación de lo irreal de su situación, lo que hacía que Terry no parara de voltear cada momento a su costado para asegurarse que Candy siguiera a su lado.

Por más que lo miraba desde diversos ángulos, esta situación era por mucho lo más bizarro, pero a la vez lo más estupendo que le había pasado desde hacia mucho tiempo. Prácticamente, era como estar viviendo un día de su rutina diaria, sólo que con el resplandeciente añadido que le traía tener a su pecosa junto a él, y es que...

¿Quién iba a decir que iniciaría el año preso de una encantadora locura?

Porque eso nadie podía negarlo, él podría estar muy demente y todo eso, pero… esta era una 'locura encantadora.'

"¡Demasiado cautivadora!" — se decía a sí mismo cada vez que miraba sorprendido a su pecosa distracción.

En el transcurso en el que iban al comedor; Candy, a cada segundo, soltaba alguna exclamación de asombro o un suspiro alegre, yendo de un lugar a otro, examinando cada detalle de los pasadizos que captaba su atención, todo ello con una alegría tan desbordante que parecía querer contagiarlo.

De hecho, ya sentía que estaba contagiado, porque percibía cómo inconscientemente los bordes de sus propios labios se iban formando poco a poco en una incontrolable sonrisa. Y sí, ahora Terry estaba seguro que muy probablemente debía parecer todo un tonto mirando encantado algo que los demás obviamente no podían ver.

"¡Qué situación!"— sacudió su cabeza cuando lo inverosímil de esto se clavó en su consciencia de nuevo.

Aunque, por más que fuera una situación demasiado increíble, a fin de cuentas era algo que lamentablemente no podía evitar. Verla así tan alegre siendo ella misma, le embriagaba el corazón de una sensación abrumadora, haciendo que se sintiera completo de nuevo, como si alguna parte de él hubiera estado perdida todos estos años.

Terrence amaba verla en esos aspectos que la hacían tan única, desde su capacidad de mostrar admiración y sorpresa por las cosas más simples hasta esa clara muestra de su eterna curiosidad, y cómo sus verdes ojos brillaban siempre insaciables por capturar más de su entorno.

Cuando llegaron al comedor, Terry se detuvo justo en la puerta y espero pacientemente hasta que Candy terminara la completa inspección y admiración de sus pasillos.

—¡Vives en una agradable casa, Terry! — afirmó ella, mirándolo emocionada. —Es muy acogedora.

El apuesto actor asintió ante sus cumplidos con una sonrisa, pero sin decir una sola palabra, actitud que desconcertó mucho a Candy.

—¿Qué pasó, Terry?— proclamó ella, acercándosele con una sonrisa traviesa. —¿Por qué no haces uno de tus interesantes y muy acostumbrados comentarios?

Terrence sólo atinó a mirarla fijamente durante largo rato, recorriendo cada detalle de su pecosa carita detenidamente como si estuviera pensando las palabras exactas que decirle.

A pesar que Candy ya estaba acostumbrada a la intensidad de esa mirada, esta nunca dejaba de nublarle el pensamiento, era asombroso volver a descubrir el poder que esos ojos color mar tenían sobre ella.

Esbozando una sonrisa un tanto nerviosa, ella trató de recuperar al menos un poco de calma para poder decir algo, cuando Terry finalmente habló:

—Es sólo que aún no puedo creer que estás aquí. — su profunda voz sonaba ronca de emoción contenida y parpadeó un par veces, todavía perplejo por la situación que estaba viviendo.

Candy le brindó una mirada comprensiva, sintiendo que a ella le pasaba exactamente lo mismo.

—Lo sé, yo tampoco lo creo todavía, Terry. — suspiró, intentando controlar su desbordante alegría. —¡Es el mejor de los sueños! ¿No lo crees?

"Un momento…"— pensó Terrence, tensando los hombros con inquietud después de escucharla. —"¿Por qué está diciendo eso?"

—¿Sueño? — le preguntó titubeante casi no reconociendo su voz.

Por alguna razón, sentía que el corazón se le aceleraba en espera de esa respuesta.

"¿Qué rayos me pasa?" — Terrence tragó duramente para tratar de calmarse.

Bueno, ahora que lo pensaba detenidamente, lo que sucedía bien podría pasar por un sueño, ¿cierto? Como dirían algunos, un sueño hecho realidad.

"¿Desde cuándo volverte loco ha sido tu sueño?"— le reclamó su lado más racional. —"¿Un sueño hecho realidad? ¡Ja! Mi querido amigo no podrías estar más demente."

No podía negar eso, en verdad estaba muy loco; sin embargo, ya habiéndose reconciliado con ese pequeñísimo detalle, también tenía que ser objetivo. Y sí de ser objetivos se trataba, después de considerarlo un momento, a Terry sólo le quedó asentir totalmente de acuerdo con las palabras de su pecosa.

—Tienes mucha razón, Pecas. Todo esto parece un sueño. — desvió sus preciosos ojos azul verdoso hacia la entrada del comedor, apretando instintivamente los labios en actitud pensativa.

Intrigada por su respuesta, Candy estuvo tentada a contestarle, sino fuera porque en ese preciso momento a Terry se le ocurrió abrir suavemente el conjunto de puertas dobles del comedor, haciendo que se vieran repentinamente expuestos a la luz proveniente de la ventana de ese cuarto.

Fue así como la mirada de Candy terminó irremediablemente perdida en la bella vista del patio trasero que dejaba traslucir la amplia ventana del comedor.

—¡Es hermoso!— exclamó ella, observando con fascinación el nevado paisaje del jardín en la mañana. —¿No es acaso un día encantador?

La joven casi parecía brincar en su sitio de tanta emoción, que Terry no pudo evitar sonreír ante esa abierta efusividad tan típica de Candy.

Del otro lado de la puerta los esperaba una señora un poco regordeta con rostro rollizo, pero expresión amable que iba canturreando una cancioncilla mientras servía el desayuno para su patrón; ella era la señora Keith, la cocinera de Terry.

Si bien el joven actor tenía pocos empleados en su casa, la mayoría de sus trabajadores siempre se reducían a tres personas. Sin embargo, ahora por circunstancias un poco tristes, que ya no valía la pena mencionar, pero de las cuales la principal causante era cierta rubia de prominente frente que conocemos bien, el número de sus trabajadores se encontraba reducido sólo a su mayordomo y a su cocinera, por lo que la Señora Keith se encargaba de servir la comida en su casa, al menos por el momento.

—¡Buenos días, señora Keith! — expresó animadamente Terry, una vez dentro. —¿No cree que es un día encantador?

La mujer, que no se había percatado de su presencia, levantó su mirada de la mesa y no pudo evitar verlo completamente extrañada. A su lado estaba su patrón con una sonrisa y una expresión de lo más particular, que la buena señora estaba a punto de exclamar: ¿Quién es usted y qué ha hecho con el Sr. Graham?

Por suerte, conteniéndose justo a tiempo de ese posible exabrupto, sólo contestó quedamente:

—Excelente día, señor.

—Un día maravilloso. — afirmó él sin poder quitarse del rostro su singular sonrisa.

Aquella sonrisa parecía tan natural en él, pero la señora Keith estaba muy segura que nunca la había visto antes, era precisamente esa sonrisa de su patrón lo que más desconcertaba a la buena mujer. ¿Qué había pasado para que él estuviera así?

Sin querer divagar más en ese asunto y como toda excelente empleada, sólo trató de concentrar su atención en su labor para ya no pensar en la extraña actitud de Terrence.

—Parece que ella tampoco me ve. — murmuró apenada Candy cuando notó que la mujer la ignoraba. —Y yo que quería preguntarle si la canción que tarareaba era 'Auld Lang Syne.'

Viendo la decepción en los ojos de Candy, Terry se apresuró a preguntar a su empleada.

—¿Qué estaba tarareando hace rato? ¿Era 'Auld Lang Syne'?

La buena señora volvió a mirarlo, sonrojándose un poco avergonzada por la pregunta. Ahora todo se volvía más extraño, su patrón nunca se fijaba en lo que hacía, si bien la trataba con deferencia y respeto, por lo general, casi siempre fue un hombre de pocas palabras y nunca comentaba nada.

No pudo evitar sentirse sorprendida por la repentina curiosidad de Terrence, y a pesar que su confusión se hacía mayor, respondió a la pregunta con sinceridad.

—Sí, es una canción muy popular de dónde vengo: las Highlands escocesas. — añadió la señora con una mirada un tanto nostálgica. —Perdone a esta mujer por sus sentimentalismos, señor. — se excusó, desviando sus ojos al suelo e intentando controlar su pena. —La tarareé inconscientemente con esto de que iniciamos un nuevo año, y… bueno… la canción tiene mucho significado.

—Es una mujer muy tierna. — agregó Candy, viendo cálidamente a la señora. —¡Y tiene tanta razón! Por mucho tiempo, 'Auld Lang Syne' ha sido una de mis canciones preferidas… — vio a Terry directamente a los ojos, tratando que él entendiera su mensaje. —… por el significado que tiene para mí.

Terrence la entendió perfectamente, Candy hacía referencia a la vez que él le tocó esa canción para ella con la armónica toda la noche, antes de irse del colegio. (*1)

—Para mí, también. — pronunció Terry, observando a su pecosa con un incontrolable fervor brillando en sus ojos. —Esa canción es una de mis preferidas desde entonces, sólo por eso.

Hace falta vivirlo o ser testigo de ello, pero no es fácil describir la manera en la que una sola mirada puede llegar a transmitir tanto, mucho más de lo que podrían llegar a hacerlo las palabras. Con las miradas fijas entre ellos, ambos jóvenes se perdieron involuntariamente en los ojos del otro, quedando completamente ajenos a todo lo demás que se encontraba a su alrededor.

—¿Perdón, señor?

La señora Keith miró con desconcierto a su patrón, quien veía aparentemente ensimismado hacia un punto de su costado. Aún más sorprendida por esa actitud, la mujer alzó una de sus manos frente al rostro de Terry para captar su atención, sin embargo él siguió mirando intensamente a la nada sin contestarle.

—¿Señor Graham? — insistió una vez más con gran preocupación.

—¿Cómo dice? — por fin, él volteó a mirarla con extrañeza.

—Me pareció escucharlo decir… — empezó a hablar, pero luego sacudió su cabeza en absoluta negación. —Olvídelo, señor. ¡La vejez ya me hace imaginarme cosas!

Con una inusitada rapidez, Terry observó cómo la señora Keith terminó de arreglar la mesa. Le pareció que tenía mucha prisa por irse, porque en un tiempo récord alistó todo en unos momentos.

—Espero que disfrute su desayuno, señor.

La señora hizo una breve reverencia de despedida antes de pasar a retirarse.

—¿No tiene chocolate caliente? — preguntó Candy, observando la mesa con detenimiento.

—No me sorprende nada. — le murmuró Terry, torciendo sus labios burlonamente. Conociendo los gustos de Candy, él debió de haberlo previsto.

—Quisiera un chocolate caliente. — pidió a la Sra. Keith de inmediato.

La buena mujer, que ya estaba en retirada, volteó a mirarlo anonadada. Alzando ambas de sus cejas, inquirió con estupor:

—¿Chocolate caliente? ¿No prefiere usted su Earl Grey(*2) como siempre? — señaló una taza con té que reposaba sobre la mesa y añadió. —Si no quiere me lo llevo, señor.

—¡No! ¡No se lo lleve!— exclamó él firmemente. —Sí quiero Earl Grey.

No podía iniciar un día sin Earl Grey o quizás un English Breakfast(*3), esa era una costumbre muy inglesa que no había podido quitarse.

La señora Keith achicó sus ojos, esperando una buena explicación. Su patrón siempre le había dejado muy en claro que sólo le trajera de tomar una sola cosa en las mañanas, y entre ellas su preferencia siempre había sido el té. De hecho, en todo el tiempo que llevaba trabajando para él nunca había pedido nada más que no sea té en las mañanas.

"¡Maldición!"— se dijo Terry para sus adentros, sintiéndose descubierto después de haber cometido ese error.

"¡Piensa rápido! Y más te vale que respondas con algo de inteligencia al menos." — fue la última advertencia que le dio su cabeza.

Un poco nerviosamente, él continuó:

—Hoy también quiero chocolate, oí que es bueno… bueno para…— su mente trataba de procesar una excusa, cualquier cosa que se le ocurriera. —… mmm…

"¡Ayuda, por favor!" — ni siquiera sabía a quién estaba pidiendo ayuda, pero el apoyo de cualquiera sería bienvenido ahora. ¡De verás!

—El chocolate contribuye a mejorar el sueño, Terry. — acotó Candy para ayudarlo, al verlo inmerso en ese problema.

—¡Ahí está!— clamó él entusiasmado, suspirando de alivio y agradeciendo a su cabeza por haber hecho que Candy le dijera eso. —¡El chocolate ayuda a mejorar el sueño!

¡Qué gran descubrimiento! Él ni siquiera lo supo hasta ese momento.

De repente, frunció el ceño recordando ese casi insignificante detalle. Si él no lo sabía… ¿Cómo era que la Candy de su imaginación si lo sabía?

"Bien... eso sí es extraño." — arqueó una ceja pensativo.

Mientras tanto, la señora Keith sólo seguía viéndolo suspicazmente, no entendiendo el porqué de sus gestos. Hace un momento, él estaba sonriendo de emoción, y ahora se había quedado repentinamente callado en actitud pensativa. ¿Qué le pasaba?

"¡Después piensas en eso!" — se reclamó Terry, sonriendo tensamente a la buena señora. —"¡Arregla esta situación de una buena vez!"

—Lo oí por algún lado… no recuerdo dónde, además… ¿acaso no puedo tomar chocolate? — se quejó él cruzándose de brazos, molesto de sentirse como un niño que tenía que dar explicaciones a sus mayores. —Estamos empezando un año con este frío… ¿por qué no empezarlo con un buen chocolate caliente?... Además del té, claro.

Fue lo único que se le ocurrió y sólo esperaba que su empleada se lo creyera. La señora se lo quedó mirando fijamente por un rato aún sin responder. Pasaban los angustiosos segundos para Terry y ella seguía viéndolo con una misma extraña expresión.

¿A quién diablos quería engañar? ¡Ni él mismo se lo creía! Y a juzgar por la expresión de la Sra. Keith, dudaba mucho que ella lo hubiera hecho también. Tampoco es como si él hubiera hecho un gran trabajo ocultando su nerviosismo. ¡Demonios!

—Muy bien, señor. — dijo la mujer, bajando la mirada con cautela. —Lo traeré en un momento.

No creyendo su suerte de que la Sra. Keith le aceptará su excusa, él observó sorprendido cómo la mujer se pasó a retirar sin demora del comedor. Ella volvió a mirarlo una última vez, frunciendo el entrecejo levemente en un claro gesto confundido antes de salir del cuarto.

—Bueno, parece que la pobre mujer también se está dando cuenta de mi situación. — comentó Terry, suspirando y sacudiendo su cabeza muy resignado.

De pronto, sintió su corazón parar y lo invadió un profundo miedo, otra vez el temor de estar perdiendo el juicio.

"Ni siquiera sé porque he pedido ese chocolate caliente. No es como si la Candy de mi imaginación lo fuera a tomar, ¿cierto?" — Terry exhaló pesadamente, cubriendo sus ojos con sus manos. —"De verdad que todo parece indicar que voy terminar en el manicomio más pronto de lo que esperaba."

Ya podía sentir como ese miedo que tenía en el pecho se hacía aún más intenso.

Ahogado en esos pensamientos tortuosos, fue justo en el momento en el que volvió a sentir la presencia de Candy a su lado cuando esas ideas se esfumaron de su cabeza en el acto, y sólo en el instante en que volvió a reflejarse en esos hermosos ojos esmeralda de nuevo fue cuando pudo tranquilizarse por completo.

"Si estoy perdiendo la cabeza por ti, al menos vale la pena."— se dijo torciendo su sonrisa de lado mientras recorría cada detalle de esa naricita respingada llena de pecas, hasta acabar en esos dulces labios. —"Todo sea por tenerte conmigo por lo menos un momento, Candy."

Volvió a verla a los ojos y descubrió que ella lo miraba con ese mismo anhelo con el que él mismo sentía la estaba mirando a ella ahora.

¿Cómo controlarse? Mírenlo cómo estaba ahora y no le importaba. Sí que estaba demente.

"Bueno, si ya estoy a más de la mitad del camino, a un paso del psiquiátrico. ¡Qué más da si se hundo mucho más en el precipicio de la locura!" — encogiendo los hombros despreocupadamente, se acercó a Candy y le habló como si nada.

—¡Debes estar ansiosa por comer ya, Pecas! — curvó sus labios ligeramente, señalando a la mesa en un abierta invitación. —No te preocupes que no te detendré más. Adelante, escoge y disfruta lo que quieras.

Candy lo miró para asegurarse de sus palabras y él lo confirmó ampliando aún más su irresistible sonrisa. Ahora la entusiasmada era ella, quien sonriendo se dirigió con alegría a la mesa.

Había una gran variedad de comida, la señora Keith había servido de todo a Terry, desde dulces crepas rellenas de fresa y crema hasta deliciosos omelettes de jamón y queso.

—Hay mucho que escoger. — comentó ella, juntando las manos con anticipación. —Y veo que sigues teniendo los mismos gustos en comida.

Eso lo mencionó refiriéndose principalmente a la abundancia de platillos con fresa que había en la mesa.

—Siempre. — añadió Terry, no observando la comida sino a ella con atención. —Así como tú eres la eterna amante del chocolate, yo soy un eterno amante de las fresas.

Candy volteó a mirarlo de inmediato, tambaleándose en su sitio. No sabía el porqué, pero ese comentario se le antojó como una indirecta, haciendo que se sonrojará inconscientemente. ¡Qué raro! Tal vez sería porque Terry dijo eso mirándola intensamente con una sonrisa atrayente que parecía querer dejar traslucir algo que ella no entendía.

"¿Qué estoy pensando?" — Candy sacudió su cabeza para sacarse esas ideas.

Todas las sonrisas de Terry eran atrayentes, muy a su estilo, desbordaban de él con naturalidad completando su tan arrolladora presencia.

Sin que la ladeada sonrisa se le borrara del rostro al haberla dejado turbada, Terry se encaminó pausadamente hacia la mesa y pasó a retirar una silla al lado suyo para que Candy se sentara.

La joven caminó ansiosa hacia la silla que él había retirado para ella con la idea de sentarse, cuando súbitamente Terry recordó algo que aparentemente había olvidado.

—¡Alto! — exclamó repentinamente y con fuerza.

Ella paró de inmediato y volteó a verlo claramente confundida.

—Acabo de recordar que traspasas las cosas, ¿no es cierto?— explicó él agitadamente, señalando repetidas veces la silla con evidente temor. Esa parte de verla traspasar los objetos todavía le ponía los nervios de punta.

El rostro de ella se despejó de la confusión cuando por fin entendió a lo que se refería.

—¡Oh! ¿Es por eso? — soltó una risilla sin darle mayor importancia. —Tranquilo, Terry. No te pongas tenso. — por último le regaló una divertida sonrisa, como si tuviera algún secreto que ella escondía entre manos.

Fue así como Candy siguió su camino hacia la silla sin preocupación alguna. Todo lo contrario de Terrence, quien no estaba para nada tranquilo, ya que esas palabras no lograron calmarlo en absoluto.

Cuando ella se iba sentando, Terry cerró sus ojos sin poder evitarlo. Esta situación tenía sus puntos a favor y sus puntos en contra. Si bien estar al lado de Candy valía la pena, el verla atravesar las cosas era demasiado, no quería seguir viendo más evidencias de cuán loco se volvía.

Sin embargo, una vez sentada, Candy llamó su atención aclarando su garganta.

—¡Ta-dá! — exclamó la pecosa, alzando las manos como si estuviera presentando un acto de magia.

—¿Y eso?

Terry vio boquiabierto cómo Candy en vez de traspasar la silla como él esperaba, estaba flotando en posición sentada sobre el asiento. Parpadeó varias veces en aturdimiento y tragó en seco, sentándose pesadamente en su propia silla a la vez que trataba de procesar lo que sus ojos veían.

"A este paso voy a terminar al lado de psiquiatras en unos días nada más." — pensó con las manos en la cabeza de la perplejidad.

Si es que todavía tenía alguna duda con respecto a su cordura, ahora ya estaba totalmente seguro.

"¡Estoy completamente loco!"

Candy, que lo miraba en espera de su respuesta, no pudo evitar reírse de la expresión de Terry, la cual parecía no salir del asombro. Muy pocas veces, por no decir nunca, ella había tenido la oportunidad de dejar a Terrence sin palabras.

Sorprendentemente, la risa de Candy sacó a Terry de su estupor. Él estaba seguro que la dulce y jubilosa risa de ella podía llegar a oírse inclusive a kilómetros de distancia, reflejándose a través de los pasillos y en cada habitación de la casa, animando y contagiando a todo el mundo con ella. ¿Cómo era que los demás no la escuchaban y no estaban riendo ahora?

"¡Oh, cierto! Yo soy el único loco de aquí a una milla de distancia, por lo menos."

Terry nunca podría resistirse al hechizo de esa deliciosa risa, comenzaron a escapársele pequeños roces de risa, hasta que no pudo controlar más sus carcajadas y comenzó a reír sin pena. Era como liberarse de todo el temor que le invadía, una risa que podía sentirla hasta en sus pulmones, tan fuerte que era capaz de quitarle el aliento y hacer que le falte el oxígeno; sin embargo, no le importaba absolutamente nada.

—¡Esta loca mente mía! — dijo él, entre incontrolables risas que lo hicieron encorvarse en su sitio sin control.

A pesar que ambos reían, en realidad las risas de Terry eran lo único que otras personas podían escuchar en todo el comedor.

Un carraspeo de garganta fue lo que interrumpió ese ataque cómico, haciendo que Terry parara su risa en el acto. Rápidamente, se incorporó con la espalda recta en la silla y su hermoso rostro adoptó una expresión de la más absoluta inocencia.

—Aquí está el chocolate caliente que pidió, señor. — habló la Sra. Keith, tratando de hacer caso omiso a la extraña escena que se le presentaba ante sus ojos; es decir, Terry riendo solo como un loco de quién sabe qué cosa.

Para la buena mujer era difícil aparentar calma cuando el extraño comportamiento de su patrón ya la estaba asustando. Nerviosamente, le dejó el chocolate sobre la mesa.

—Gracias, señora Keith. — Terrence correspondió a sus palabras con una sonrisa de agradecimiento.

No es que le molestara esa nueva faceta de su patrón, sólo que estaba tan acostumbrada a ese joven taciturno y callado que solía ser todos los días, que verlo ahora tan sonriente y alegre la hacía sentirse muy desconcertada, y porque no decirlo, un poco intimidada. Lo mejor sería retirarse y esperar a que pasara ese estado temporal de alegría de su patrón, si es que pasaba, claro.

Estaba retirándose del comedor cuando notó que la silla al lado de Terry estaba separada de la mesa. Tan pulcra y ordenada como era, no podía permitir que un solo factor arruinara la perfecta organización del comedor.

—¡Oh, pero esa silla! Déjeme la arreglo, señor.

La mujer se fue directo hacia la silla donde estaba sentada Candy con la clara intención de volverla a juntar a la mesa cuando...

—¡No! — gritó Terry, alzando las manos con afán de pararla, aparentemente desesperado por evitar que juntaran la silla con la mesa.

Sobresaltada, la señora Keith brincó en su sitio, llevándose una mano al pecho de la sorpresa ante la fuerza de la voz de Terrence.

—Deje la silla como está, señora Keith. — pidió él con el rostro tenso.

—Pero señor…— objetó confundida. Su patrón le hacía aquel pedido como si fuera lo más importante del mundo, pero francamente no entendía la razón. —¿Por qué?

—¿Eh? — Terry se quedó sin palabras… ¡otra vez!

"¡Excelente!" — caviló con gran sarcasmo. —"Una vez más en la misma situación… ¡Ja! Eso sí que no lo veía venir."

—Quiero que la silla se quede así… tenerla de esa manera ayuda… ayuda mucho a… a la… a la ventilación del comedor. — le dijo, inventando esa información en el momento. —Además, siento como que lo hace ver más… más elegante, ¿no lo cree?

La señora Keith lo miró como si le hubiera dicho la cosa más estúpida del mundo y Terry… ¡Ah!... Terry sólo quería darse a sí mismo una bofetada. Únicamente él podría haber dicho semejante tontería.

"¿Elegante? ¿En serio?" — se dijo, soltando un bufido burlón. — "¿De verdad es lo único que se te ocurrió decir?"

—¿Se encuentra bien, señor?— inquirió su empleada, contrayendo sus cejas con evidente preocupación y… ¿miedo?

Ahí fue cuando Terry cayó en cuenta que debía parecer un completo demente a las demás personas con su comportamiento, especialmente a su cocinera, y más que asustarle esa idea, él descubrió que en realidad le molestaba mucho.

"¡Qué irritante es que lo traten a uno como loco!" — frunció el ceño, cruzándose de brazos instintivamente.

Es cierto que lo estaba, pero no le hacía ninguna gracia que los demás se den cuenta. Mejor pónganle un letrero en la cabeza que diga: "Este hombre está perdiendo el juicio." ¡Y ya está! Así evitamos tantos problemas y que todos se enteren de una buena vez que estaba bien loco.

"¿Qué estás pensando?" — le reprochó lógicamente su cabeza. —"Nadie puede enterarse que estás demente, al menos no por ahora."

Tenía que pensar fríamente, estaba a semanas de iniciar su gira por Inglaterra representando a Hamlet, no podía cancelarla ya que muchos dependían de ella, no sólo él. Lo más sensato sería evitar que los demás se den cuenta que Hamlet estaba demente.

Con ese último pensamiento, los ojos de Terry se agrandaron cuando una repentina noción chocó en su cabeza.

¡Qué ironía! ¿Quién diría que terminaría igual o mucho más desquiciado que el shakespeariano príncipe de Dinamarca? Tal vez debería considerar poner parte de su locura real en el escenario.

"Ahí sí haría historia. Sería recordado como Terrence Graham, el Hamlet más loco de todos los tiempos." — una curvada sonrisa irónica apareció en su hermoso rostro, burlándose de sí mismo. —"No habría quien me olvide."

¡Y ya se había desviado del punto central!

Volviendo a lo más importante, la conclusión de toda su larga reflexión era sencilla, tenía que fingir que nada le estaba pasando. La gran pregunta era: ¿cómo rayos lo haría?

—Creo que estoy un poco cansado. — admitió a su cocinera, cubriendo su rostro con una mano y tratando de sonar lo mejor más sincero posible. —La verdad es que no he podido dormir bien estos días.

El rostro de la Señora Keith pasó de la preocupación al alivio en un instante.

—¡Oh! Por eso el chocolate. — dijo la mujer, pareciendo respirar más tranquila.

—¡Sí! — contestó demasiado rápido para su gusto. Por suerte, la señora Keith pareció no notarlo.

No dormir bien hacer actuar extraño hasta al más cuerdo de los hombres, ¿cierto?

—Entiendo, señor. Creo que comenzaré a servirle chocolate caliente todos los días, para que así mejore sus hábitos de sueño. — comentó con ligereza, frunciendo los labios. —Será mejor que lo deje con su desayuno. Con su permiso, señor.

Sin más que decir o hacer, se retiró un poco más tranquila después de lo dicho anteriormente. Al menos, ya no estaba tan preocupada como antes.

Candy, que se había quedado todo el rato observando el peculiar intercambio de palabras entre patrón y empleada, no pudo por menos sentirse muy desconcertada por la situación. Después de todo era su sueño, ¿verdad?

¿Qué es lo que pasaba con su mente para estar soñando esto?

Nada tenía sentido, a menos que…

"¡Sueño, Candy!"— se recordó con terquedad.—"¡Es un sueño!"

Bueno, tenía que admitir que este sueño era muy raro. Para ser franca, lo más extraño de todo era: ¿por qué los otros no la veían en este sueño?

Aunque no fuera real, se sentía muy mal por Terry, ya que parecía estar quedando como un tonto enfrente de los demás por su culpa.

—Creo que te estoy creando muchos problemas. —se excusó ella con una sonrisa triste. —Lo siento mucho, Terry.

Al escuchar eso, una chispa divertida se encendió en los ojos del joven actor y por poco se pone a reír a carcajadas de nuevo, si no hubiera apretado sus labios con fuerza para reprimir su risa. No podía creer que Candy se hubiera disculpado por todo.

¡Qué buena era su mente para crearle una Candy tan parecida a la auténtica! Estaba seguro que la verdadera Candy le hubiera dicho exactamente lo mismo, se habría disculpado por la situación. ¡Como si ella tuviera la culpa por ello!

—No lo sientas, Pecosa. Ya lo veía venir, tarde o temprano todo el mundo se terminará dando cuenta. Sólo ruego que sea lo más tarde posible.

Candy suspiró, apoyando su codo sobre la mesa y recargando su barbilla sobre el dorso de su mano, antes de hablar:

—Si te soy sincera, Terry, sigo sin entender todo esto.

¿Cómo podría no estar tan confundida? Todas estas extrañas situaciones de su sueño podrían desconcertar a cualquiera.

—Dímelo a mí, Pecosa. — el castaño imitó la misma acción de Candy, apoyando su propio codo en la mesa y su barbilla sobre su mano. —Tampoco entiendo nada. Todo se vuelve más extraño a cada momento.

Y estaba en lo correcto, Terry parecía tan confundido como ella en todo esto.

"No puedo creer que la locura haya avanzado tan rápido en mi cabeza. ¿Quién lo diría?" — pensaba él con más extrañeza que con miedo. —"Hasta ayer todo lo que hacía y veía sería considerado normal. Totalmente aburrido, es cierto, pero muy normal."

Mírenlo ahora, en lo que va del día ya llevaba asustando a sus dos únicos empleados con su comportamiento. ¿A cuántos más seguiría asustando hasta que acabe el día? Al paso que iba, tal vez debería empezar por hacer una lista, así sabría el número exacto de personas que ya estarían enterados de su próxima visita al manicomio sin boleto de retorno.

Sin embargo, lo más irónico de todo era que a pesar de saber lo demente que estaba, sólo quería reírse de sí mismo y seguir mirando a Candy hasta cansarse, si es que alguna vez se cansaba, algo de lo cual dudaba mucho. Nunca se cansaría de ella, mucho menos de mirarla.

Fue así como Terry terminó mirándola sin pena con otra de sus arrebatadoras sonrisas, capaz de quitarle el aliento a Candy y dejarle la mente totalmente en blanco.

"¿Qué es lo que quería decir?" — pensó Candy con nerviosismo, todavía inmersa bajo el encanto de esos ojos color mar y a esa preciosa sonrisa que inevitablemente le hacían perder la cabeza en las nubes.

"¡Dios mío! ¡Contrólate, Candy, ya no eres una chiquilla!" — se reclamó ella, apartando su mirada al suelo mientras sentía como un creciente calor se acumulaba en sus mejillas.

¿Por qué siempre le sucedía esto? No podía sentirse totalmente dueña de sí misma cuando estaba junto a él, situación que precisamente la llenaba de cierta exasperación, sobre todo esto de sonrojarse sin razón.

Inhalando profundamente para serenarse, volvió a enfocarse en él únicamente cuando pudo despejarse el pensamiento. En cuanto lo vio de nuevo, la pecosa joven no pudo evitar corresponder a la sonrisa de Terry con la suya propia, después de todo no era culpa de él que se quedará toda patidifusa en su presencia.

—¿Me creerías si te digo que a pesar de todo estoy muy feliz por lo que está pasando?— confesó ella con sinceridad sin dejar de verlo directamente a los ojos.

La sonrisa de Terry se agrandó aún más luego de semejante confesión. Torciendo los labios con diversión, se acercó a ella con aire conspirativo y le dijo:

—¿Y tú me creerías a mí si te digo que yo también?— su voz había adquirido un tono ligeramente seductor.

Soltando un jadeo sorprendido, Candy agrandó aún más sus ojos esmeralda.

—¿En serio?

—Llámame loco, pero…— Terry se detuvo un momento, cambiando de idea. —No, espera. Mejor no me llames así. — suficiente era con saber que lo estaba, no quería que su alucinación se lo recordara.

—De verdad estoy muy feliz. — continuó él, observando con detalle esa pecosa carita de nuevo hasta volver a enfocarse en sus verdes ojos.

¿Cómo no podría estar feliz? Esto que le estaba pasando era mucho más de lo que podía pedir, la tenía a su lado y la veía todo el tiempo. Nadie podía cuestionarle por estar tan feliz de volverse loco.

Candy sonrió con tanta alegría desbordante que parecía iluminar aún más el brillo etéreo que ya expedía de su persona. La joven sentía que no habría alguien mucho más feliz que ella misma en ese momento.

Con esa felicidad que parecía no querer dejarla, sus verdes ojos se posaron en la mesa, concentrándose inesperadamente en la comida, haciendo que su estómago comenzara a gruñir de hambre. Al escucharlo, Terry topó su mano contra su frente, sonriendo ladeadamente al decir:

—Oh, cierto. ¡La comida! ¿Cómo pude olvidarme que Tarzán Pecosa tiene hambre? Debe ser como un sacrilegio para ti no haber comido hasta esta hora, ¿cierto?

Candy frunció su naricita instintivamente y alzó levemente su mentón a la defensiva, haciendo que Terry sonriera aún más divertido.

"¿Cómo pude haber vivido sin esto tanto tiempo?"— se preguntaba el castaño al ver esas pecas moviéndose una vez más.

Estaba fascinado… hechizado… cada segundo que pasaba en su presencia se sentía más y más feliz por esta encantadora demencia.

—No puede ser que hasta tus bromas he extrañado. — musitó Candy suavemente para ella misma.

—¿Cómo dices?

Terry elevó ambas cejas en sorpresa a la par que una irresistible sonrisa aparecía en su rostro.

—¡Nada! — respondió en el acto, enfocando sus ojos otra vez en la comida para tratar de evitar la profunda mirada de Terry.

Esa acción le hizo recordar a ella lo muy hambrienta que se sentía, lamiendo inconscientemente sus labios.

"Se ve toda hambrienta... una mona hambrienta." — Él esbozó una incipiente media sonrisa al notarlo.

De pronto, los pensamientos del joven se vieron súbitamente arrastrados a contemplar una idea. ¿Por qué no lo había pensado antes?

—¿Cómo es que piensas comer, Pecas? — preguntó él con curiosidad.

—¡Ya lo verás!— exclamó ella, alzando sus manos y moviendo sus dedos.

Desde hace rato que a Candy se le había ocurrido una idea de cómo probar esa deliciosa comida frente a ella. Terry vio la sonrisa traviesa de Candy mientras ponía lentamente una de sus manos sobre la taza que contenía el chocolate caliente. En el instante en que su mano desapareció en la taza, su pecosa carita se relajó en un suspiro.

—¿Y ya está? —comentó extrañado, viendo esa increíble escena que sólo podía darle una cabeza tan demente como la suya. —¿Qué es lo que estás haciendo, Pecosa?

—¿Qué más voy a hacer, Terry? Estoy probando el chocolate, por supuesto. —explicó sin mayor problema.

Terry enarcó ambas cejas con incredulidad luego de esa vaga explicación.

—¡Eso sí que es una sorpresa! ¿Qué es lo que sientes?

—Es como si sintiera el sabor del chocolate en mi boca junto con la leche, un poco de canela, y una pizca de clavo de olor. — ella cerró sus ojos, extasiada. —Todo absolutamente delicioso, Terry. La señora Keith es una excelente cocinera, tienes que agradecerle de mi parte.

Tenía una sonrisa tan encantada en su rostro que él no pudo evitar corresponderle con su propia sonrisa sardónica, sacudiendo su cabeza en perplejidad.

"¿Qué otras excentricidades habrá creado mi cabeza?" —se dijo a la vez que veía cómo Candy pasaba sus manos de platillo en platillo, disfrutando de las otras comidas. —"No sé por qué algo me dice que me queda todavía mucho tiempo para averiguarlo."

Y él no sabía cuán acertado podía ser ese pensamiento.

TyC TyC TyC TyC TyC

Luego de terminar de desayunar y de ver cómo Candy posaba sus manos por todo tipo de comida, sin dejar de alabar el talento culinario de su cocinera, Terry se levantó rápidamente para retirarse.

—Dile a la señora Keith lo del chocolate, Terry. — pidió la rubia con insistencia mientras se levantaba de la mesa y la empleada de Terrence hacía su entrada en el comedor.

—Después.— susurró el castaño a punto de salir del cuarto.

Candy se detuvo en su sitio, arrugando su naricita y cruzándose los brazos sobre su pecho no muy contenta con esa respuesta.

Al notar que no lo seguía, Terry volvió en su camino hasta dónde ella estaba. Sonrió inconscientemente al notar las pequitas de su rostro moviéndose de nuevo. ¿Podía pedir otra cosa? Una vez más los preciosos gestos cambiantes de mona pecosa. Tanto que los había extrañado y ahí estaba expuestos frente a él una vez más.

Por otra parte, Candy lucía muy poco dispuesta a irse sin que él haya hecho eso que pedía.

"Se aprovecha, sabe que no puedo decirle que 'NO' a esas pecas."— Terry rodó sus ojos antes de acceder a su pedido prontamente.

—El chocolate estuvo delicioso, señora Keith. — comentó él para salirse del apuro.

Sin embargo, una rápida mirada al rostro de Candy, dejaba muy en claro que no estaba satisfecha con ese elogio.

—¿Qué quieres que le diga? — le murmuró confundido.

—Dímelo tú. ¡Sorpréndeme!

—¿Buenísimo? — preguntó, arqueando una ceja a la pecosa, esperando su aprobación. Candy negó con la cabeza, sin convencerse.

—¿Excelentísimo?

Ella siguió negando sin cesar.

—¿Un manjar de los dioses? — ofreció el castaño de nuevo. —¿Una ambrosía traída del cielo mismo?

Ahí recién, Candy levantó su pulgar y asintió entusiasmada.

—Señora Keith. — Terry volteó a ver a su cocinera, otorgándole una gran sonrisa. —Tengo que agradecerle por ese chocolate que me trajo. Estuvo delicioso, fue como una ambrosía traída del cielo mismo, se lo aseguro.

La señora Keith se lo quedó mirando atónita con la boca bien abierta de la incredulidad. No es que el Sr. Graham no elogiara su comida de vez en cuando, pero nunca antes había usado una frase tan peculiar.

El joven siguió sonriendo para nada afectado con esa reacción, y finalmente, encogiendo los hombros sin darle mayor importancia, dio una ligera venia de despedida y emprendió camino rumbo a la salida sin volver a decir a su empleada ni una sola palabra más.

—¿Complacida, Pecosa? — le susurró a Candy mientras la llevaba consigo a la puerta.

La dulce joven únicamente asintió con una satisfecha sonrisa en su pecoso rostro. Cada momento al lado de Terry en este sueño, era un verdadero tesoro que no desperdiciaría.

En cuanto Terrence hubo salido del comedor, la señora Keith pudo liberar el aire que había estado conteniendo. ¿Le había parecido o su patrón había estado hablando solo?

Sacudiendo su cabeza, muy nerviosa por la curiosa actitud de su jefe, sólo se puso a arreglar la mesa, dispuesta a prestarle toda la atención del mundo a esa simple tarea. Ahí fue cuando notó que la taza con chocolate, ahora ya frío, estaba totalmente intacta en la mesa. Tanto que lo había alabado, al final fue por nada, el señor Graham parecía no haber probado nada del chocolate.

—¿Para qué me habrá pedido chocolate si ni siquiera lo tomó? — se preguntó la confundida mujer con cierta ansiedad. —Ahora sí no entiendo nada. ¿Por qué el Sr. Graham está actuando tan extraño?

Sin muchos deseos de seguir divagando, sólo se concentró en terminar de limpiar para poder continuar sus otras labores.

Justo en ese momento, Terry acababa de recoger su abrigo e iba caminando junto a Candy hacia el garaje. Ella observaba atentamente ese andar y porte tan majestuoso con el que él naturalmente caminaba, haciendo que una sonrisa iluminara su rostro.

—¿A dónde es que vamos, Terry?— inquirió muy curiosa por saber qué otros lugares exploraría en su extraño sueño.

—Vamos a ver a Eleanor. — dijo él sin más, todavía caminando.

—¿A tu madre?

—No es como si conociera a alguna otra Eleanor. — torció sus labios sarcásticamente.

La joven estaba por responderle cuando llegaron al garaje, y súbitamente, su cuerpo se tensó al notar el auto que estaba frente a ella. El aire quedó atrapado en su garganta y una repentina punzada le atravesó su cabeza, haciendo que llevará inconscientemente sus dedos a su frente. Paró su caminata, mirando detenidamente el auto y frotándose la frente muy confundida.

—¿Estás bien, Pecosa?

Terry también paró, observando a Candy con extrañeza.

—Sí. — respondió mecánicamente, sin dejar de mirar el auto y sintiendo cómo el ritmo de sus latidos iba inexplicablemente en ascenso.

"¿Qué me pasa?" — ella contrajo sus cejas en desconcierto.

Terry la miraba con un gesto preocupado sin llegar a comprender lo que sucedía. Tratando de calmarlo, Candy decidió hablar:

—¡Qué curioso! — sonrió nerviosamente. —Tengo un auto igual al tuyo. El mismo modelo y el mismo color.

—¡No puede ser! ¡Tarzán Pecosa conduciendo! — bromeó él, fingiendo exagerada sorpresa. —¿A dónde vamos a parar? ¿Desde cuándo una mona conduce? — curvó burlonamente sus labios en una divertida sonrisa ladeada. —¡Vaya! Que se cuiden los pobres peatones, contigo al volante necesitaran de mucha suerte.

—¡Ja, ja, ja! Muy gracioso. — Candy no pudo evitar el tono sarcástico de su voz, estaba muy lejos de que le hicieran gracia las palabras de él.

Terrence trató de contener a la fuerza los músculos faciales para controlar las inmensas ganas que tenía de reír. Lo que hizo que Candy se acercara a él con el ceño fruncido y alzando su naricita orgullosamente.

—Para tu información, sé manejar. — se defendió ella, con los ojos chispeantes de indignación. —¡Y muy bien! — asintió con la cabeza para recalcar su palabras.

—¿De verdad? — Terry enarcó una ceja, sonriendo más divertido.

—¡Sí! Soy capaz de manejar mejor que tú. Ponme a prueba si quieres. — lo desafió, cruzándose de brazos y apartando la mirada de él. —Bert me regalo un auto por mi cumpleaños y me ha estado enseñando a conducir desde entonces. — explicó ella, recordando el momento exacto en que sucedió.

Cuando Albert había llegado inesperadamente al Hogar justo en su cumpleaños, en un muy soleado día de mayo. El que estuviera ahí fue de las mejores sorpresas que ella pudo haber recibido en ese día.

Tan perdida estaba en ese recuerdo que no se dio cuenta cuando el brillo burlón de los ojos de Terry se apagó de repente, su sonrisa desapareció y su divertido semblante se tornó bruscamente serio.

—¿Bert? — Terry frunció el ceño y la miró confundido. —¿Quién rayos es Bert?

—Albert. — aclaró Candy, esbozando una tierna sonrisa al pensar en su querido Bert.

"¿Qué estará haciendo ahora?" — se dijo curiosamente. —"Tal vez también durmiendo como yo." — pensó con cierto humor.

Pero la sonrisa se le esfumó del rostro en el acto al notar que Terry seguía viéndola con el ceño fruncido. Sus hermosos ojos azul verdoso tenían un peculiar brillo que a ella le parecía haber visto antes, aunque no podía recordar cuando. Aturdida, Candy llegó a pensar que tal vez Terry no recordaba a Bert.

—¿No recuerdas a nuestro amigo Albert? Lo conociste en Inglaterra. — mencionó para refrescar su memoria. —Resultó ser mi padre adoptivo.

—No, sí lo recuerdo. — Terry pestañeaba sin cesar, tratando de centrar sus ideas. —Y sí sabía que era el patriarca de los Andley. Lo leí en un periódico hace años.

—Entonces, ¿por qué esa cara?

Terry apretó sus labios mientras los músculos de su cuello se tensaban, parecía estarse debatiendo consigo mismo entre decirle o no lo que estaba pensando.

"¡No puede ser cierto! ¡Ahora resulta que estoy celoso de mis propias alucinaciones!" — reflexionó al borde de la consternación total. —"¿Puede esta locura tornarse más complicada?"

Quería preguntarlo, tenía que hacerlo. Se estaba quemando por dentro de la curiosidad y de la condenada ansiedad por saberlo, pero por ahora sólo tenía la garganta seca y su respiración se había agitado en esta lucha interna.

"No debo y… ¡no lo haré! Lo mejor es no hacerlo." — se dijo tercamente. —"¡Sí, es lo mejor!"

Terry inhaló profundamente con mucha dificultad y miró a Candy, quien lo miraba expectante por una respuesta.

"¡Oh, al diablo!" — fue lo último que pensó cuando…

—¿Por qué lo llamas Bert? — exclamó Terry, sin poder evitarlo y con los ojos lanzando chispas furiosas.

"¡Lo hiciste, tonto!" — se reclamó a sí mismo. —"Ya no hay marchas atrás. Te acabas de hundir hasta el fondo del abismo de esta locura."

La pecosa sólo parpadeó desconcertada por esa pregunta, sin saber qué responder.

—Olvídalo, Pecas. — se disculpó Terry en el acto, cerrando sus ojos cansadamente. —Parece que no tengo remedio.

Ahora ya era muy consciente que las cosas podrían salirse de su control, Terrence tenía que dominar estos impulsos que nacían de él con respecto a ella. Es cierto que estaba perdido en la locura, pero todo esto tenía sus cosas buenas, tenía que aferrarse a ello.

Al abrir los ojos la vio a ella, lo mejor de todo, con esa carita pecosa y esos grandes ojos verdes llenos de tanta luz. Lucía muy intrigada por su reacción con una expresión muy adorable en su rostro, generándole grandes deseos de besarle esa naricita respingada toda llena de pecas. Ni siquiera lo pensó cuando sus labios se dibujaron en una tierna sonrisa.

Sin más que decir, Terrence se fue a su auto dejándola todavía en la intriga, y abriendo la puerta del acompañante para ella. Candy fue detrás de él, y con cierto nerviosismo, se sentó en el asiento de aquel auto que era tan parecido al de ella, para después notar cómo Terry se iba al asiento del piloto.

Desde la puerta del garaje y con las cejas contraídas, John, el mayordomo, miraba a su patrón caminar hacia su auto, detenerse sin razón aparente y hablar solo en palabras que no llegó a entender.

Luego, sin comprender por qué, abrió la portezuela del lado del acompañante y la cerró de inmediato, dio la vuelta al carro y se sentó al volante.

"Esto me está asustando." — pensaba el pobre mayordomo presa de un profundo nerviosismo. —"No tiene sentido."

El empleado no sabía que pensar de ese tipo de comportamiento. Muy tenso, se marchó a realizar sus labores y ver si podía enfocar su atención en alguna otra cosa.

Terry, instalado en su asiento, apoyó las manos en el volante y suspiró. Luego miró fijamente a Candy, sonriendo en silencio. Ella, sintiéndose violenta, le devolvió la sonrisa.

"¿Y así alguien puede culparme por estar volviéndome loco?" — volteó su sonrisa socarrona al volante mientras encendía su auto para comenzar el recorrido a casa de su madre. —"Simplemente… esto era más que inevitable."

Continuará…

ANOTACIONES:

(*1): En realidad, en el anime la canción que le toca Terry a Candy en el cuarto de castigo es 'Annie Laurie.' Es de origen escocés y muy parecido a 'Auld Lang Syne,' por años yo creí que esta era la canción que le toca Terry. Si cambié el detalle es porque 'Auld Lang Syne' me gusta mucho más, además está mayormente asociada a Año Nuevo y a las despedidas.

(*2) Earl Grey: es una mezcla de té aromatizado con aceite de bergamota. Aunque está hecha más típicamente con té negro, el té se obtienen con variedades de té negro fermentado. Se considera apropiado tomarlo en cualquier momento del día, especialmente en el desayuno o a las horas del té.

(*3) English Breakfast: es una combinación de té negro, usualmente descrito como con cuerpo, robusto y rico, y suele ir bien con leche y azúcar, en un estilo tradicionalmente asociado con un sustancial desayuno inglés.

o-o-o

"Las palabras no esperan el momento perfecto, crean sus propios momentos perfectos convirtiendo los instantes más ordinarios en segundos especiales."

Espero haber hecho especiales estos momentos dedicados a mi historia.

Gracias por leer.

. . . . . .

By: Sundarcy


NOTAS DE LA AUTORA:

¡Hola a todos! Sí, ya sé que ha sido un largo tiempo... más de dos años. A mí misma me ha sorprendido lo rápido que pasó este tiempo. Nunca fue mi intención dejar a la deriva esta historia, pero he ido descubriendo que por más que uno planee algo, a veces hay cosas que sobrepasan tus deseos y terminan arruinando todo lo que querías.

Mi vida dio varios giros inesperados en este transcurso, no sólo perdí a tres personas muy importantes y queridas para mí en una lucha contra el cáncer, sino también entré a mi último año de universidad al mismo tiempo que trabajaba. Mis estudios y el trabajo tomaron mayor relevancia en mi vida, no tenía tiempo para nada. Me descubrí a mí misma entrando en una nueva etapa de mi vida demasiado pronto; sin embargo, en realidad no puedo quejarme, porque aprendí, maduré, siento que crecí como estudiante y profesional, y sobretodo, me volví mejor persona.

Es cierto que me alejé del Candymundo por demasiado tiempo, y tal vez me haya perdido de algunas cosas que sucedieron por aquí en esa ausencia, pero aún así yo sigo siendo terrytana de corazón. 'Nada ha cambiado en mí,' como diría Terry. ;D

A pesar de todo; para mí, la pareja perfecta para Candy siempre será TERRY, mi imperfecto y tan deslumbrante TERRY.

Una cosa que quería hacer antes de continuar con esta historia era editar los capítulos anteriores. Tenía que hacerlo, no estaba totalmente satisfecha con los capítulos que ya estaban publicados. Mi forma de escribir ya no era la misma que cuando tenía 18, había cosas que leía en capítulos anteriores y me cuestionaba a mí misma cómo pude haber escrito algo así. Fue muy estresante en realidad, al final decidí que lo mejor era hacer pequeños cambios nada más en algunas conversaciones y diálogos internos, además de corregir la ortografía, entre otras cosas.

Aunque con todo y eso, la historia sigue su mismo curso y no he cambiado en nada el argumento principal. Desde el comienzo siempre he tenido una idea clara del rumbo al que quería llevar este fanfic, además del final que quiero para la historia, así que reitero que todo eso sigue igual.

Estas correcciones y la historia en general no son bajo ningún concepto perfectas, pero yo tampoco soy perfecta. Si bien escribir me entretiene, sigo siendo una principiante y no he tenido oportunidad de desarrollar este pasatiempo.

Sé que estamos pasando momentos muy difíciles en el mundo ahora, no pierdo la esperanza de que la situación mejore y que podamos recuperarnos de todo esto. A pesar de ello, esta cuarentena me ha dado algo que no he tenido mucho estos años: TIEMPO. Tuve tiempo para reflexionar, tiempo para pasarlo con lo que queda de mi familia, pero sobretodo tiempo para continuar esta historia.

Me ha tomado todo este tiempo recuperar algo de inspiración. Sí, volví... y volví para quedarme hasta terminar esta historia, por lo menos. En todo este tiempo, he leído cada uno de sus comentarios: buenos y malos, largos y cortos, todos y cada uno de ellos. Han habido varios reclamos, lo que era entendible, yo misma era la que más me reclamaba por no continuar. Pocos me preguntaban qué pudo haberme pasado para no volver, si estaba bien, etc. No se los reclamo, más bien lo menciono porque quiero dar un agradecimiento especial a una queridísima lectora: MAYA AC.

"Hermosa, tu último mensaje fue de lo más dulce que he recibido en todos los comentarios. Aún cuando muchas no creyeron en mí, tú esperaste a que volviera. Gracias por tu confianza. :D La verdad es que me emocionó mucho tu mensaje, porque ya no creía que todavía hubiera alguien por ahí que esperara a que regresara. Se podría decir que tú me diste el ánimo de volver. Te dedico este y todos los capítulos que vengan a ti. ¡Mil gracias!"

A todos los demás que todavía me acompañan, muchas gracias por su apoyo y por seguir aquí. Ojalá les haya gustado este capítulo y los que vengan, esa será mi mejor satisfacción, el que ustedes disfruten de esta historia. Déjenme sus comentarios, por favor, quiero saber lo que piensan. De aquí será en dos semanas cuando vuelva con el siguiente capítulo.

Que tengan una maravillosa y feliz semana. Cuídense mucho. ¡Bendiciones!

Sunny =P

31/05/2020