DISCLAIMER:Los personajes de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Misuki e Yumiko Igarashi. Sólo realizo esta historia con fines de entretenimiento y sin ningún ánimo de lucro. Sólo el ferviente deseo de liberarme de la espinita clavada en el corazón después de ver el anime y leer el manga. Por siempre seré terrytana de corazón.

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DESEOS DE AÑO NUEVO

By: Sundarcy

o-o-o

Capítulo 18:¿YA ME VAS A CREER?

Residencia privada, Chelsea

Manhattan, Nueva York

04 de enero de 1920

El día había comenzado para Terry como cualquier otra mañana. Él se había levantado muy temprano para irse a los ensayos en el teatro para la función especial de Noche de Reyes y... ¡Candy seguía estando a su lado!

"Sí, otro día más y la locura sigue igual."— reflexionaba el joven actor con su característico humor negro, levantándose de la cama y mirando a su 'pecosa distracción' con una mezcla de sentimientos encontrados.

Si bien estaba contento por seguir viéndola, se descubrió también sintiéndose frustrado consigo mismo al recordar que debía ignorarla. Torciendo sus labios en algo parecido a una tensa mueca, Terry pasó al lado de Candy sin decirle ni una palabra y se encaminó directamente al baño para alistarse, encargándose de mantenerse lo más cerca posible de la puerta para que así ella se pudiera abstener de ir hacia el otro lado.

No entendiendo el silencio del joven actor en un primer momento, la pecosa joven se sintió aún más ofuscada cuando notó cómo él se marchó hacia el baño y cerró de un portazo, tan fuerte que hizo que su corazón saltara en un repentino vuelco.

"¿Qué es lo que le pasa a Terry ahora?" — arrugando su naricita confundida, Candy avanzó lentamente, deteniéndose en el umbral del cuarto de baño. —"Espero que no siga con su absurda idea de ayer."

Observando la puerta del baño como si ahí estuvieran las respuestas a sus problemas, ella se sintió súbitamente aturdida al no ser arrastrada hacia al otro lado como ya se le había hecho costumbre estos días.

"Debe estar alistándose cerca de la puerta."—dedujo de pronto para explicárselo.

No sabiendo cómo proseguir desde aquí, la joven comenzó a debatirse internamente entre si debía entrar para enfrentarlo y hacer que de una vez la escuchara, o mejor esperarlo hasta que él por fin saliera y ahí recién hablar. Candy tenía que admitir que ambas opciones tenían sus pros y sus contras.

Por un lado, la primera opción le daba la excusa perfecta para admirarlo en todo su esplendor. Porque, siendo honesta, aquello era un espectáculo difícil de ignorar. Pero, claro, eso también venía con la desventaja de que, como le había pasado estos días, probablemente se quedaría toda muda al verlo sin camisa. Otra vez.

Por otra parte, la segunda opción le daba la ventaja de tener más tiempo para pensar qué decirle, aunque la espera en sí misma ya prometía ser una eternidad para ella. Sin embargo, para su gran sorpresa, no tuvo que decidir nada, porque en ese preciso instante escuchó el pomo de la puerta ser maniobrado para abrirse.

Conteniendo la respiración, ella retrocedió hacia atrás y vio a Terry salir del baño, magnífico como siempre, pero ya vestido y listo para iniciar su día. La joven agrandó los ojos un instante y abrió su boca para hablarle, no obstante, él desvió su mirada de ella y pasó de largo hacia su cama para dejar su pijama sobre el colchón.

Resignada a que no le dirigiera la palabra, Candy se cruzó de brazos con molestia y finalmente habló:

—¿Qué es lo que piensas hacer ahora, Terry? Por si no te has dado cuenta... ¡sigo aquí!

Sin pensarlo, Terrence terminó caminando hacia su pecosa y se detuvo frente a ella. No esperando tal acción de parte de él, Candy sintió su cercanía en una manera que no era nada desagradable. Tragándose la sensación de nerviosismo que la invadió al tenerlo tan próximo, ella alzó su barbilla hacia él a la defensiva, ocultando los desbocados latidos de su corazón con una expresión de indiferencia.

Aquellos profundos ojos de Terry recorrieron lentamente todo su pecoso rostro, preparándose internamente para lo que sabía que tenía hacer. Aunque le doliera, el lado racional de su mente le decía que debía esforzarse por mantener la única regla que se había impuesto ayer. Él debía ignorar la presencia de ella, si así lo hacía de seguro los demás dejarían de pensar en su extraña actitud y ya no descubrirían que estaba demente.

—Tengo que ignorarte, Candy. Esta fijación en ti ha hecho que otros se den cuenta de mi situación.

La voz de Terrence se notaba áspera, peleándose consigo mismo en una lucha contra la frustración y malestar que le provocaba esta poco agradable idea.

—Tengo que recordar que no soy el único que está en riesgo aquí. Por más que me duela, debo ignorarte al menos por un tiempo, Pecosa.

Inhalando profundamente, él apartó sus profundos ojos de ella, digiriéndolos hacia el suelo, y luego, tragó secamente para decir con gran esfuerzo.

—Desde este momento no estás aquí, Candy. No te veo y no te oigo.

Sorprendentemente para ella, más que molestarle esa respuesta, en realidad le resultó extrañamente divertida. Aunque Candy trató de no reír, al final no pudo evitarlo. Sus risas cantarinas se le escaparon sin control y aumentaron en volumen cuando notó cómo el semblante de Terry se tornó indignado al fruncir el ceño hacia ella.

Ahora la situación era al revés. Cuando estos días anteriores era Terry el que se la pasaba riendo todo el tiempo a costa de ella, en este momento era Candy la que se burlaba de él. ¡Lo que son las ironías de la vida!

Dispuesto a hacer lo que se había propuesto y sin ánimo de perder más tiempo, Terrence apretó sus puños con resolución y se dirigió a la puerta de su cuarto con paso decidido.

—¿Hablas en serio? ¿Ese sigue siendo tu brillante plan?— la incredulidad del tono de su pecosa era opacado por las risas que se esforzaba por controlar. —¡Perdóname si no tengo fe en tu éxito!

Ella a las justas pudo mantener su risa al margen, cuando se percató cómo a pesar de que él estaba empeñado en ignorar su comentario, fue bastante notoria la manera en que los hombros del joven actor se tensaban al escuchar su voz desde detrás de él.

—Bueno, de todas formas, continúa, Terry. — se burló Candy, intentando contener la risa. —Por favor, no te preocupes por mí que aquí estaré.

Divertida por la obstinada fuerza de voluntad de él, la rubia enderezó sus hombros, y con una sonrisa traviesa bailando en los bordes de su boca, Candy lo siguió de cerca al tiempo que él se dirigía al comedor. Aunque veía que el castaño estaba decidido a desconocer su existencia, ella también se percataba que a Terry no le resultaba nada fácil cumplir su absurda promesa.

Al observarlo fijamente, ella dio cuenta de la ligera contracción en los músculos de su cuello y sus hombros al oír la constante risa de ella. Le divertía sobremanera verlo tan afectado, aunque sabía que la situación era difícil para él.

Si Candy tan sólo supiera la gran pelea que el apuesto actor estaba teniendo consigo mismo en este momento, ella no diría que era únicamente difícil, sabría que era un verdadero campo de batalla para él. Considerando cómo Terry era tan extremadamente consciente de la presencia de su pecosa, era duro no hacerle caso cuando no habría otra cosa que le gustaría más que perderse en su locura y no encontrarse jamás. ¡Qué situación más complicada le había tocado vivir!

"No voltees a verla... no voltees a verla."— Terrence no paraba de repetirse esa mantra en su mente para distraerse, sin muchos resultados, lamentablemente.

Viendo que requería demasiado esfuerzo, él terminó obligándose a repetirse los diálogos de "Hamlet" en su mente.

"Ser o no ser. Esa es la cuestión... " (*1) — se dijo abstraídamente el primer diálogo que se le vino a la cabeza, hasta que lo irónico de aquella frase en relación a su situación se le antojó demasiado inquietante. —"Parece como si esa frase estuviera hecha para mí. ¡Esa es mi cuestión! Entre ser o no ser... ¡Yo estoy totalmente demente!"

Sus extraños pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar a su pecosa expresar:

—¡No camines tan rápido, Terry! No veo motivo para tanta prisa.— Candy tenía un destello travieso brillando en sus ojos verdes con una juguetona sonrisa asomándose en sus labios. —Quiero ver los cuadros de este pasadizo, hay varias de estas pinturas que me encantaría admirar con más detenimiento, no lo había podido hacer antes.

Por más que él no podía verla, el matiz bromista de la voz de su pecosa le dejaba muy claro que ella estaba jugando. No obstante, sin pensarlo siquiera, el joven actor terminó desacelerando sus pasos un poco, esperando que eso fuera suficiente.

"¡Lo hiciste, tonto!" —le reprochó aquella irritante voz interna. —"¿No la ibas a ignorar?"

Estrujando sus labios con fuerza, Terrence tragó duramente. Esto necesitaba de medidas desesperadas.

"Dado que los diálogos de "Hamlet" no dan resultado, ojalá que esto funcione."

Por más que esta idea le pareciera muy estúpida, Terry se forzó a repetir en su cabeza los nombres de todos los reyes de Inglaterra desde los inicios de la monarquía inglesa, totalmente ajeno a lo que su pecosa estaba haciendo detrás suyo.

Incluso si Candy supuso que él no reconocería sus palabras, terminó gratamente sorprendida al notar cómo el ritmo con el que Terrence avanzaba disminuía ligeramente ante su petición. Sintiéndose feliz por su pequeño éxito, ella dejó de reír y comenzó a admirar los cuadros del pasillo con interés.

De hecho, por mucho que lo haya dicho en broma, ella descubrió que en realidad deseaba algún tipo de objeto para fijar su atención durante un período de tiempo prolongado. Ser impulsada tras de él, hacía que fuera demasiado fácil fijar su atención sólo en Terry, específicamente en sus anchos y fuertes hombros. Esa inesperada admiración de la gallarda figura del castaño le causó gran enfado, no quería reconocer ninguna atracción por él ahora, en especial considerando que ese terco seguía tan empeñado en ignorar su presencia.

Intentó en cambio concentrar toda su atención en algo más productivo, como el plan que tenía de provocarlo por cualquier medio. Aquello le parecía una idea excelente, puesto que hacerlo tenía dos claros propósitos en su mente: primero, le permitiría superar esta obstinada negación de él en aceptar su situación para que pudieran descubrir juntos cómo solucionarlo, y segundo, ayudaría a desviar su mente de esos sentimientos y sensaciones que experimentaba estando con él. Esto último parecía más apremiante para Candy cuanto más tiempo estaba junto a Terry, sin comprender qué era lo que pasaba.

Finalmente, luego de bajar las escaleras, la joven percibió que el tirón sobre ella que la arrastraba hacia adelante había disminuido considerablemente y se estaba deteniendo. Agradecida por la nueva distracción de sus pensamientos, permitió que sus ojos observaran su ubicación. Estaba en la entrada del comedor, en donde Candy podía detectar ahora los deliciosos aromas del desayuno que seguramente estaban del otro lado.

Delante de la joven, Terrence estaba de espaldas a ella ante el conjunto de puertas dobles que llevaba al comedor. Su postura estaba inquietantemente fija, tensando sus manos contra los costados de su pantalón, como si estuviera esperando algo. No entendiendo lo que pasaba, Candy miró a su alrededor con desconcierto.

Entonces fue cuando cayó en cuenta de que Terry estaba demasiado quieto para cualquier situación normal, y una traviesa sonrisa se deslizó por los rasgos de la joven al comprender que sucedía exactamente. La rubia se dio cuenta de que al haber estado singularmente callada durante sus reflexiones anteriores, Terry había tomado ese silencio como si ella ya no estuviera ahí. Ahora él tenía su cabeza inclinada hacia un lado esperando escuchar algún sonido, específicamente deseando escucharla a ella al no haber estado oyendo su risa por un rato.

De inmediato, Candy se cruzó de brazos y esperó. Sabía que únicamente sería cuestión de tiempo antes de que Terry cediera a la tentación de ver si había desaparecido y, por lo tanto, se contentó con una engreída mirada de satisfacción para enfrentarlo en cuanto volteara.

Para su deleite, la voluntad de Terry se rindió sólo un momento después. Ella lo miró divertida cuando él volteó su cuello lentamente para ver sobre su hombro. La mirada de él parecía tormentosa cuando se encontró con Candy, quien lo recibía con un ceja arqueada y un divertido movimiento de su cabeza, luchando por no reírse de él. Ahí fue cuando ella pudo vislumbrar en esos profundos ojos color mar una combinación muy extraña de angustia y desesperación, junto con un destello de lo que también podría interpretarse como alivio al verla.

—¿Te rindes? — dijo Candy con un tono travieso.

Terrence frunció el ceño, atrapado entre la frustración y el alivio, consciente de que resistirse a ella era más difícil de lo que había imaginado. Su mirada sobre su hombro duró unos segundos antes de volverse una vez más, supuestamente determinado a continuar desconociendo la presencia de ella. Riendo alegremente, Candy se preparó para iniciar su plan apenas él abriera la puerta. Sin embargo al entrar al comedor, el delicioso aroma de la comida le robó toda su atención. Por un momento, olvidó su propósito mientras se deleitaba observando la abundante mesa preparada para Terry.

Por otra parte, el joven actor, fiel a su misión, se había adelantando a la estancia y, fingiendo como si nada estuviera fuera de lo normal, caminó hacia la silla de respaldo alto al final de la mesa, en donde se había colocado un periódico para él. La señora Keith se encontraba también en el comedor, terminando de servir el desayuno, y Terrence la saludó con un fugaz movimiento de cabeza para luego pasarse a sentar.

—Huele absolutamente delicioso. — comentó su pecosa con ligereza, presionando sus labios para evitar reírse del rictus tenso de Terry. —Me atrevería a decir que la Sra. Keith se ha lucido hoy.

Aunque ella no estuvo sorprendida de que él no le respondiera, esta vez ya no pudo evitar suspirar enfadada por la actitud del actor. Es más, le indignaba el hecho de que Terry no le había sacado la silla al lado de él para que ella se sentara como lo venía haciendo desde días atrás.

"¡Qué hombre más desesperante!"—se quejó ella, apretando los puños con molestia.

Más que dispuesta a no seguir enfocándose sólo en Terrence por el momento, Candy se inclinó sobre la mesa, cerrando los ojos para disfrutar del tentador aroma de la comida. Inspirando profundamente, se llenó de los deliciosos aromas y acabó soltando un suspiro extasiado, en el que cerró sus ojos y terminó lamiendo sus labios instintivamente. Sin saberlo, su expresión era una mezcla de deleite y natural sensualidad.

A pesar que Terry ignoró diligentemente los comentarios anteriores de ella, acabó perdiéndose irremediablemente durante al menos un minuto completo en la visión de su cuello inclinado y el hermoso rostro relajado de Candy, todo ello antes de que él se diera cuenta siquiera de lo que estaba haciendo.

Con una sacudida de su cabeza llena de frustración, Terrence miró hacia otro lado y luego recogió el diario que le habían dejado. Haciendo un despliegue de energía innecesaria, abrió el periódico rápidamente y se escondió tras de él, colocándolo como un escudo de papel entre ella y él, esperando que aquello le diera el enfoque necesario y fuera una barrera eficaz que le permitiera mantener sus ojos alejados de la tentadora visión de su pecosa.

Reprimiendo un gemido, Terry se obligó a concentrarse en el periódico que tenía delante e intentó absorberse en las palabras escritas.

—Hmmm...

Al escucharla a ella respirar tan audiblemente, Terry sentía que se volvería más loco de lo que ya estaba.

"¡Demonios!"— sus manos se apretaron alrededor de los bordes del papel en un agarre mortal, ya que sus oídos no podían evitar acercarse a los sonidos provenientes de Candy.

Curiosamente, las acciones de ella y el disfrute audible de la comida no formaban parte de su propósito de molestar a Terry. Simplemente estaba absorta por la exhibición del desayuno. Y sin embargo, sus acciones inocentes fueron más exitosas en distraer al joven actor que todo lo anterior. Liberando un suspiro tembloroso, él siguió esforzándose por concentrarse en el periódico sin mucho resultado.

Recordando a Terry al oírlo suspirar repentinamente, Candy se enderezó en ese instante y se volvió hacia él. Ella sonrió al no ver nada más que los nudillos blancos del actor tensándose contra el delicado papel del periódico que cubría su rostro. Le resultaba tan evidente cómo Terry seguía empecinado en no notarla, que cuando de pronto una graciosa idea se le ocurrió a la joven para molestarlo, le pareció la broma perfecta.

Lentamente, Candy se acercó a él e inclinándose su lado, permitió que su cabeza traspasara el periódico que él sostenía entre manos.

—¿Algo interesante, Terry? — bromeó ella, sonriéndole juguetonamente.

—¡Ahh!

Lanzando un grito de la sorpresa por tal acción, Terrence se sobresaltó hacia atrás, soltando el papel en el acto. La cabeza de Candy que atravesó el centro de su periódico le había dado un susto de lo más alarmante, desnivelando la balanza de su tenue compostura hasta dejarlo sin aire.

Por primera vez desde que salió de su habitación, Terry se permitió verla fijamente a los ojos. Un pensamiento fugaz por el encanto que bailaba en los ojos de su pecosa, lo perdió en una especie de hechizo que lo hizo acercarse inconscientemente a ella. Su corazón ya palpitaba con fuerza por su broma, pero tener el rostro de la rubia tan cerca del suyo, no hacía nada para calmar los latidos en su pecho. Para su alivio, su agitación pronto se calmó cuando Candy también se dio cuenta de la proximidad entre ambos.

Enarcando su ceja izquierda con picardía, los labios de Terrence se torcieron de lado en el momento que las mejillas de su pecosa se enrojecieron, y ella se levantó bruscamente, caminando con fingida compostura hacia una ventana cercana. Este poder que tuvo sobre ella, lo gratificó en pequeña medida antes de que su rostro se volviera severo al recordarse que debía adherirse a su única regla.

De inmediato, él volteó hacia su costado y advirtió justo ahí que la señora Keith lo observaba con una atónita expresión que reflejaba el más vivo terror. Dicho de otra forma, la pobre mujer lo miraba absolutamente espantada. Maldiciendo internamente, Terry se dio cuenta de que la señora debió haberlo visto cuando gritó sin razón.

Enderezándose precipitadamente con la espalda recta en la silla, él se acomodó las solapas de su camisa y aclaró su garganta con fingida seriedad.

—¡Qué barbaridad!— exclamó él para salirse del apuro. —¿Cómo es posible que pongan este tipo de noticias en el periódico?

Vio a la señora tragar con pesadez y asentir mecánicamente a su queja. Sin embargo, una rápida mirada a la incredulidad en su rostro dejaba entrever que dudaba de su excusa.

—No sabía que usted estaba tan interesado en las noticias del día, señor.

A pesar que la mujer trató de seguirle la corriente, el leve temblor en su voz delataba su nerviosismo. Casi no pudiendo sostener su falsa tranquilidad, la empleada sacudió su cabeza súbitamente y miró a Terrence con un gesto implorante.

—¿Ya me puedo retirar, señor?

"¿Qué diablos puedo hacer ahora?" — se preguntó a sí mismo, sintiéndose atrapado al apreciar cómo la mujer lucía desesperada por irse de ahí.

No sabiendo qué más decirle para que le creyera, Terry la despidió del comedor lo más amablemente que pudo. La mujer no perdió el tiempo y se retiró prontamente, casi a punto de correr con tal de salir de su presencia. Esa actitud por sí sola le confirmó a Terry que su plan de querer evitar que los demás se den cuenta de su locura, estaba fallando miserablemente.

Tomando una gran bocanada de aire, él cerró sus ojos en cansancio. Francamente, ya no sabía qué hacer, además de que Candy no le hacía las cosas fáciles.

"Me pregunto que está haciendo ella ahora."

Abrió sus ojos lentamente cuando esa idea apareció de la nada en su mente, y estuvo a punto de desviar su mirada hacia su pecosa, sino hubiera sido por la advertencia que escuchó en su cabeza.

"¡Déjate de estupideces y mejor vuelve a tu desayuno!"

Detenido en su intento, Terry consideró la verdad de ese recordatorio y comenzó a comer con premura. Seguro de que mientras más rápido terminara el desayuno, más pronto podría ir al teatro.

Ajena a los pensamientos del apuesto actor, Candy permaneció junto a la ventana por un instante, tratando de apaciguar la tormenta de emociones que llevaba dentro. Tener su rostro tan cerca del de él había sido un golpe directo a sus sentidos: su corazón latía desbocado, su pecho se sentía apretado y su boca estaba tan seca como si hubiera corrido kilómetros. Todavía podía sentir con claridad esos ojos color mar, tan intensos que parecía que podían atravesarla, y no podía negar la inquietante verdad que acababa de descubrir: había extrañado el peso de su mirada sobre ella. ¡Por Dios! ¿Cómo podía ser posible, si ni siquiera había pasado tanto tiempo desde que salieron de la habitación? Y, aun así, ahí estaba ella, deseando que esos ojos volvieran a buscarla.

Con un leve suspiro, la rubia llevó la mano al escote de su vestido, deseando calmarse. Lo único que había querido era molestar a Terry con su pequeña broma del periódico; nunca imaginó que terminaría afectándola más a ella que a él.

Aun así, no podía negar que su intento había sido un éxito. Bastaba recordar cómo Terry se había sobresaltado, soltando el periódico como si quemara. Sin embargo, ese pequeño triunfo no era suficiente. Al parecer, necesitaría más tácticas para lograr que él abandonara su absurdo plan de ignorarla. Con renovada energía ante ese propósito, Candy sonrió cuando se giró para mirar a Terry, quien seguía enfocado en su desayuno, fingiendo calma mientras tomaba un sorbo de té.

"Así que sigues con tu terquedad, Terry. Pues... ¡estás muy equivocado si crees que vas a ganar!"— pensó con determinación al notar que él evitaba mirarla a toda costa.

Ella podía demostrarle que era real y que ignorarla era inútil, no obstante, tenía que hacerlo sin permitir que él le robara sus sentidos en el proceso. Por más que fuera más fácil decirlo que hacerlo, ahora empezaba su primera prueba. Aproximándose a él con sigilo, Candy decidió hablar intempestivamente:

—¿Qué tal el desayuno, Terry?

Su reacción se dio en el acto y él por poco se atraganta con el bocado de comida que estaba masticando. Llevando su servilleta a su boca, Terry tosió levemente contra la tela y le lanzó una fugaz ojeada a su pecosa antes de volver enfocarse en su desayuno.

—¡Tranquilo, Terry! ¡No tienes porque comer tan rápido! La comida no desaparecerá. — Candy mordió sus propios labios, tratando en vano de evitar sonreír. —Así como yo NO dejaré de hablarte hasta que me escuches.

El joven actor hizo caso omiso a sus palabras, apretando el cuchillo y tenedor en sus manos para irse contra el omelette en su plato con inusitada fuerza. Sin mostrarse inmutada por sus acciones, Candy se encogió de hombros y siguió conversando como si nada.

—Bueno, ya que no me quieres responder. Yo estaré probando estos deliciosos pasteles que tú no quieres.

Se acercó tentativamente hacia un brownie en el plato más cercano, posando su mano en él. Al probarlo, su disfrute fue absoluto, difícilmente podía recordar otro momento en que probar un brownie resultara tan delicioso. La textura era suave y el dulzor estaba perfectamente equilibrado, llenando su paladar de un placer inesperado.

"¡Maravilloso!"— se decía con entusiasmo, dispuesta a probar el resto de la mesa.

Poco sabía ella que aquello se vería interrumpido en un rato, pues Terry habiendo terminado con rapidez su comida, le dio un último trago a su té, y se levantó en el acto de la silla, disponiéndose a irse.

¿Ya nos vamos?se preguntó ella con alarma y algo de decepción al ver toda la comida que aún no había probado. ¿Cuánto tiempo es que había estado en sus reflexiones en la ventana?

En ese instante, su mirada se posó en una taza de chocolate caliente que la señora Keith había traído para Terry, y Candy se lanzó hacia ella antes de perder su oportunidad, sólo para encontrar una fuerza invisible que la alejaba de la mesa y del tan ansiado chocolate. Se volvió en señal de protesta hacia Terrence que estaba saliendo del comedor.

—¡Pero todavía no probé el chocolate caliente!

Frunciendo sus labios y arrugando su naricita, Candy rodeó sus brazos contra su pecho y miró a la espalda del Terrence con irritación. A pesar de ello, siguió arrastrada detrás de él sin que pueda evitarlo.

—¡Estás siendo poco considerado, Terry! —resopló fastidiada al verlo recoger su abrigo sin voltear aún.

Contra todo criterio y pensamiento racional, él se descubrió a sí mismo sonriendo ante el tono indignado en la voz de su pecosa.

"¡Maldita sea!"— contrajo sus cejas, molesto. —"¿En qué momento voy a dejar de comportarme como un tonto?"

Sin pensarlo, Terry se detuvo abruptamente en su camino al garaje y se giró para mirar a Candy. Casi sonrió cuando la vio, al notar sus pequitas danzando sobre su respingada naricita. Durante un momento, ambos quedaron observándose en silencio. La profunda contemplación de él sobre ella fue intensa y estudiada. No estaba seguro de lo que estaba buscando, pero sus ojos captaron cada detalle de su hermosa carita pecosa.

Al final, sus ojos azules verdosos terminaron atraídos hacia las suaves curvas de las cejas de Candy, que se encontraban levemente elevadas del asombro por verlo reconociendo su presencia. Cuando sus ojos se encontraron, ella realizó una reverencia perfecta... perfecta en su burla.

—Terry.

La voz de ella llegó a sus oídos, y antes de darse cuenta lo que estaba haciendo, Terrence le devolvió el saludo con una reverencia, estrujando sus labios para no reírse de lo absurdo que le resultaba esto.

—Candy.

—Al menos aceptas mi presencia ahora. — expresó ella con cierto aire de triunfo reflejado en su sonrisita. —¿Ya me vas a creer?

Sus ojos se encontraron de nuevo hasta que Terry no pudo contenerse más. Con una sacudida de sus brazos en el aire, una vez más giró en su lugar, y se rio maniáticamente mientras continuaba su camino.

—¡Esto es un absoluta locura!

La sonrisa de Candy se borró y un gruñido del descontento se le escapó al gritar desde atrás.

—¡No pienso rendirme, Terry! ¡Haré que me creas, ya lo verás!

"Sólo yo puedo tener alucinaciones que parezcan tener consciencia propia." —meditó él con creciente ironía, entornando sus ojos. —"No sé porque siento que esta va a ser una muy larga mañana."

Todo lo que viviría después le aseguraría luego que no estaba equivocado.

TyC TyC TyC TyC TyC

Los arduos ensayos de la compañía Stratford para la función especial que realizarían por Noche de Reyes habían iniciado con gran expectativa entre los actores del reparto. Si bien habían pasado semanas desde la última vez que interpretaron "Hamlet", todos los actores recordaban a la perfección sus diálogos y escenas a representar. El elenco pasó toda la mañana ensayando, y ahora ya en la tarde, aún seguían repitiendo las escenas más importantes.

—¡Descanso de media hora!

En el momento que el director de escena señaló aquello, los actores comenzaron a dispersarse por el escenario.

—¡Terry, espera!

La voz de Robert Hathaway detuvo a Terrence en el trayecto a su camerino donde pensaba pasar el breve descanso. En cuanto estuvo frente a él, Robert empezó a conversar:

—Necesito hacer un par de llamadas importantes ahora, pero... ¿te parece bien si en un rato voy a verte a tu camerino para charlar?— ofreció el hombre con cautela, primero observando la reacción de Terry. —¿Tal vez podríamos tomarnos un té?

Por más que no pareciera claro, Robert hacía ese pedido con un fin en particular, y es que nadie le quitaba de la cabeza que Terry había estado distraído durante los ensayos. Aunque no se reflejó en su actuación que seguía siendo tan impecable como siempre, había algo de nerviosismo en su andar, y un cierto atisbo de algo en la mirada de la joven estrella que delataba ansiedad. Cualquier cosa que fuera, Robert quería saber lo que agobiaba a su actor protagónico para así poder ayudarlo.

Vio a Terry tensar los hombros luego de escucharlo y lanzar inconscientemente una rápida ojeada a su costado antes de volver a mirarlo. Apretando sus labios, él parecía dubitativo en acceder, algo que confundió en cierta forma al director.

Claramente, Robert desconocía que eso se debía más al temor de Terrence de que se descubriera su locura a que quisiera rechazar su oferta en realidad. El joven actor había perdido la cuenta de las varias ocasiones que hizo significativos esfuerzos para ignorar a Candy durante los ensayos. Había sido muy tentador reírse de algunas de las ocurrencias de su pecosa o sonreír por los gestos cambiantes en su dulce carita.

Aunque tenía que admitir que Candy se había mantenido callada mientras interpretaba, sin embargo, la chispa de nostalgia y dulzura en sus verdes ojos que denotaban cuán complacida estaba de mirarlo actuar también lo distraía. En resumen, no había sido nada fácil y eso lo había tensado demasiado. Pensaba que el descanso sería un tiempo para él solo que le serviría para concentrarse y calmar el leve nerviosismo que no lo había abandonado.

"¿Qué demonios estoy haciendo?" —se reclamó al percatarse del gesto preocupado de su director.—"No puedo negarle a Robert esta muestra de buena voluntad."

Ese reproche lo convenció y asintiéndole al hombre, Terry aceptó verlo al rato en su camerino. Tan pronto como Robert recibió su consentimiento, el director se despidió por el momento para marcharse a su propio camerino.

"Sólo espero que Candy esté tranquila." —enarcando ambas de sus cejas, le mandó una involuntaria mirada a su pecosa que le decía: "Ya no quiero más sorpresas." Obviamente haciendo referencia a su bromita con el periódico de esta mañana.

Lamentablemente, Terry estaba muy lejos de imaginar la sorpresa, o mejor dicho terror, que se le avecinaba en cuestión de minutos en la inesperada forma de Susana Marlowe, quien llegó furiosa al teatro poco después.

La razón de la molestia de la ex actriz era que la había llamado la esposa de Robert más temprano, comentándole casualmente sobre la presentación que la compañía tendría en los Hamptons. Una presentación que Terrence nunca le avisó y para incrementar aún más su ofensa, se enteró que ella había sido invitada a la velada después de la función. Irritada sobremanera, no pudo controlarse y apenas cortó la llamada, se decidió a venir al teatro para reclamarle a su "prometido" por aquella falta que a su parecer era muy grave.

No se atrevió a mencionárselo a su madre porque sabía que la mujer reaccionaría aún más ofendida que ella misma. Las cosas ya estaban demasiado tensas entre la Sra. Marlowe y Terrence como para agregar esto también, pero francamente... ¿Cómo era posible que Terry le ocultara todo esto cuando él conocía de sobra cuanto le importaban este tipo de reuniones a ella?

En el preciso instante que llegó en su silla de ruedas al camerino de Terry y estuvo a punto de tocar la puerta, escuchó los pasos presurosos de uno de los empleados del teatro que venía corriendo en su dirección. El muchacho se detuvo enfrente de ella, tratando de aplacar su agitada respiración.

—Le llegó un telegrama al Sr. Graham. — le anunció, alzando en la mano un papel con el supuesto mensaje.

—¿Un telegrama? — ella miró al chico con curiosidad. —¿De dónde?

—No me señalaron la ciudad exactamente, pero sé que viene del Estado de Illinois.

Al escuchar el nombre de ese lugar, las alarmas se encendieron en la mente de Susana. Para ella, Illinois era igual a Chicago y Chicago igual únicamente a una sola persona. Un profundo miedo se instaló en su pecho, haciéndola palidecer y acelerar su corazón rápidamente hasta dejarla sin aire. A pesar de ello, intentó esconder su turbación y sólo respondió con estudiada tranquilidad.

—Muy bien, Frank. — hizo mención del nombre del chico para enfatizar su presunto trato amable. —Dame el telegrama a mí que yo se lo daré a Terry.

—Pero el Sr. Graham siempre me ha encargado que todo lo que le venga al teatro debo dárselo directamente en sus manos. — protestó el muchacho con prisas por entrar al camerino de Terry.

—Obviamente, lo que te dijo me excluye a mí. ¿Acaso tengo que recordarte que yo soy su prometida?

—No, señorita, lo que sucede es que…

—Además, Terry está ocupado en este momento. — lo interrumpió otra vez con prepotencia. —Tú seguramente tienes muchas otras cosas que hacer en este lugar, él todavía demorara mucho más tiempo.

El joven se mostraba muy indeciso en hacer lo que la mujer le decía.

—Es que el telegrama es de carácter de urgencia. — trató de explicar para señalar la importancia.

—Con mucha más razón debes dármelo a mí, yo sabré cómo manejarlo con Terry.

Esa afirmación hizo que el chico vacilara en su deseo de enfrentar a Terrence ahora, todo el mundo ahí conocía el carácter del joven actor, generalmente no era una persona muy fácil de tratar cuando estaba de mal humor.

—Hazme caso, Frank. Este telegrama estará más que seguro en mis manos.

El muchacho suspiró resignado y le dio el telegrama a Susana, quien lo recibió con una falsa sonrisa.

—Por cierto, no vayas a volver a agobiar a Terry con el asunto. Suficientemente estresado está con todo esto de la presentación de mañana. ¿Me has entendido?

El joven asintió tímidamente, y sin querer alargar más la conversación, se encaminó a hacer sus otras labores. Apenas el muchacho desapareciera de su vista, Susana guardó con velocidad el telegrama en la cartera que traía y respiró aliviada de haber evitado una posible desgracia. Ya vería cómo haría o a quién pagaría para que si se daba el caso de que llegue cualquier otro telegrama o carta al teatro proveniente de Illinois, deba ser mandada directamente a ella.

Presionando el bolso entre sus manos, lo vio como si fuera una bomba a punto de explotar. Si bien Susana estuvo muy tentada a destruir el mensaje ahí mismo, sentía que debía hacerlo luego de leerlo.

"Es demasiado arriesgado leerlo aquí en el teatro." —consideró lentamente sus opciones. —"Mejor lo dejo en mi bolso. Está seguro de esa forma, Terry nunca revisaría mi cartera."

Más tarde se preocuparía del inoportuno telegrama, ahora tenía un asunto más importante que discutir con su "prometido." Tocando la puerta de Terry, él la abrió poco después con una leve esbozo de sonrisa en sus labios, obviamente pensando que era Robert quien tocaba. Sin embargo, esa sonrisa desapareció, transformándose poco a poco en un ceño fruncido al darse cuenta que se trataba de Susana.

—¿Qué haces aquí?— cuestionó de llegada, un poco ofuscado de verla ahí.

—¿No me vas a invitar a pasar al menos?

Rodando sus ojos con exasperación, Terry se hizo a un lado para dejarla pasar. Tan pronto como su silla de ruedas lo permitió, Susana entró y el castaño se aseguró de dejar la puerta bien abierta para que no hubiera luego ningún rumor de románticos encuentros entre los recién "comprometidos."

—¿Qué es lo que pasa, Susana? ¿Por qué has venido?

La pregunta que se quedó en el aire fue más bien: ¿Cómo sabías que estaba aquí? No obstante, Susana no le respondió ninguna de sus preguntas directamente y simplemente replicó:

—Puedo ver que al menos ya estás mejor después de lo de ayer.

"No gracias a ti."— pensó él casi no conteniendo su molestia. —"De hecho, al final tú fuiste la única responsable."

—¿Oh? — enarcando su ceja izquierda, Terry flexionó sus brazos contra su pecho. —¿Te refieres al hecho que casi me muero por comer una de tus galletas?

Susana soltó un bufido indignado al oír la recriminación en su voz.

—¿Y así dices que yo soy la que exagera y la que hace mucho drama? ¿Morirte por lo de ayer? No te hubiera pasado gran cosa por comer una pequeña galleta. Además, fue un accidente, yo no sabía que eras alérgico a las almendras.

—Eso también lo sé.

Terry cerró sus ojos y suspiró con pesadez, deseoso que esta conversación terminara de una vez.

—Dime lo que quieres, Susana. ¡Por favor! Los ensayos reiniciarán dentro de poco.

—¿Por qué no me dijiste que había sido invitada a la fiesta de mañana?

Si Terrence estaba sorprendido de que ella lo supiera, no lo mostró para nada en sus gestos. Arqueando una ceja con suspicacia, le respondió encogiéndose de hombros.

—No creí que te importara.

—Pues sí me importa y mucho.

Contrayendo sus cejas hacia él, Susana se mostró confundida y molesta de que a Terry no le pareciera importante.

—Voy a ir con mamá, ella estará encantada de acompañarme. — declaró, otorgándole una brillante sonrisa que esperaba lo convenciera.

En cambio, Terry sólo pudo observarla con horror a punto de gemir lleno de fastidio. No podía creer su mala suerte de que Susana se enterara de la endemoniada invitación. Seguramente fue la esposa de Robert la que se lo comentó. ¡Diablos!

Pese que a él no le importaba esa ridícula velada, había estado pensando que ahí se presentaría la perfecta ocasión para empezar a desmentir ese condenado rumor sobre su supuesta boda. No le convenía que ese plan se arruinase con la presencia de Susana, quien probablemente sólo haría más complicadas las cosas, aunque...

"Pensándolo bien..."— se dijo cuando una magnífica idea se le ocurrió. —"...quizás Susana sí debería ir."

Aclarando su garganta, enfocó sus ojos en la ex actriz.

—Tengo buenas noticias, Susana.

Al verla, notó que los ojos de la rubia se entusiasmaron repentinamente.

—Irás a esa fiesta con un sólo propósito.

—Por supuesto, Terry. Estaré encantada de acompañarte.

—No será para acompañarme, estarás ahí por un motivo mucho más importante. No creas que he olvidado lo que te dije. La rueda de prensa es en cuatro días, pero mientras tanto tienes que ir diciendo a toda persona que cruces sobre la verdadera situación en la que estamos. Algo con lo que vas a empezar mañana en esa dichosa fiesta. ¿Comprendido, Susana?

La mujer apretó sus dientes a la vez que sus ojos lanzaban chispas furiosas al castaño.

—¿A eso le llamas buenas noticias?

—Nunca dije que fueran buenas noticias para ti, Susana.

Ella lo miró con una mueca de desagrado, como si acabara de probar algo extremadamente amargo. No obstante, conteniendo el impulso de gritarle por insistir en semejante petición, Susana forzó una sonrisa y contestó con la frase que había estado practicando para esta situación.

—Por supuesto, Terry. Se hará tal como tú dices.

La rubia ya tenía un plan para lograr lo que quería, y el primer paso para llevarlo a cabo era convencer a Terry de la supuesta sinceridad de sus palabras. Él la miró largo rato con ojos inquisitivos, intentando determinar si hablaba en serio. No terminando por creerle, acabó desviando su mirada a su costado, viendo absorto aquello invisible para otros, pero felizmente no para él, mejor dicho a Candy.

Su pecosa había estado silenciosa durante todo el diálogo con Susana, y aunque era algo raro en ella, Terrence ignoraba que Candy no tenía verdaderamente muchos deseos de hacerse notar en la charla. La realidad era que la presencia de la ex actriz seguía causándole gran incomodidad, eso aunado a los otros sentimientos contradictorios que esa mujer le inspiraba, hacía que fuera difícil para la dulce joven siquiera verla.

Susana se había vuelto un verdadero enigma para ella, era una completa desconocida de la cual no comprendía exactamente que motivaba sus acciones ahora. Candy únicamente deseaba que la ex actriz dejara de complicar la vida de Terrence con sus actos y que se abstuviera de ponerlo a él como el receptor de sus múltiples ataques.

Eso la traía de vuelta a uno de los más complicados problemas que le había tocado vivir en esta situación, lo intolerable que era para ella el observar la pesadilla que se había convertido la vida de Terry al lado de Susana, algo que él no se merecía. Con esa mezcla de emociones encontradas, vio inesperadamente a Terry con una vulnerabilidad en sus ojos, deseándole infundir la fuerza para hacer frente a Susana. Él le respondió esa misma mirada con sus ojos igualmente transparentes de emoción.

—¿Qué es lo que miras? — Susana alzó su mano lo más que pudo para tronar sus dedos frente al apuesto rostro de él. —¿Me estás escuchando? ¡Terry!

La voz de ella paró los pensamientos de Candy y su choque miradas con Terrence en el acto. El mismo actor apartó sus ojos con mucha dificultad de su pecosa y vio a la ex actriz ligeramente nervioso. Ella observaba al castaño con recelo, no comprendiendo que era lo que lo había tenido tan ensimismado. Prácticamente había pasado más de un minuto totalmente ajeno, mirando abstraído a la nada. ¿Qué podía haber llamado la atención de él tan fijamente y más que ella misma?

Afortunadamente, él se salvó de explicarse cuando la conversación entre ambos terminó suspendida con la imprevista llegada de Robert Hathaway.

—Siento la demora, Terry. No creí que tardara tanto...

El director habló apenado hasta que se percató de la presencia de la rubia.

—¿Susana?

—Robert, querido. ¡Qué bueno que puedo verte! — le dedicó una sonrisa al hombre mayor para luego añadir. —Me temo que no vine para quedarme mucho tiempo y ya me estaba por ir. Sólo quise hablar con Terry un momento.

La aclaración de Susana sirvió para que Terrence pudiera centrar sus pensamientos que habían estado tan focalizados en Candy.

—Pero ya que estás aquí, Robert. ¿Podrías mandarle mis saludos a Melanie?— continuó Susana con un empalagoso matiz en su voz. —Dile que estoy muy agradecida por su llamada de esta mañana, lo que me dijo fue tan... informativo.

Aquí Terrence confirmaba que efectivamente había sido la esposa de Robert, la que había ido con el chisme a Susana. Felizmente, a juzgar por la severa expresión de su director, el castaño supuso que su mentor tampoco estaba muy contento con las acciones de su esposa.

—Terry, querido. Te esperaré en mi casa mañana con mi madre para irnos junto contigo a la función en los Hamptons. Tengo que preparar muchas cosas para ese momento. Y no te preocupes, Robert. — ella levantó la mano para detener al director que estaba por decir algo. —Sé exactamente la hora en la que deben estar ahí, así que estaré lista lo más temprano posible para no retrasar la llegada de Terry.

Robert abrió la boca para interrogar cómo es que sabía, pero Susana pareció adivinar lo que quería preguntar al agregar después.

—Lo sé gracias a Melanie, por supuesto.

Robert frunció sus labios con molestia, sin embargo, no dijo nada más, ya hablaría con su esposa luego. La reacción de Terry fue similar a la de él, aunque el castaño supo ocultar su fastidio mucho mejor.

—Bueno, me retiro ahora. El chofer debe estar esperándome afuera.

La mujer dio sus breves despedidas a los dos y se retiró prontamente. Su salida sirvió para relajar a Terry, quien suspiró aliviado de que ella no hubiera hecho algunos de sus acostumbrados ataques antes de irse.

—Déjame adivinar... ¿Susana es la razón por la que estabas tan distraído en los ensayos?— inquirió Robert de la nada, haciendo que Terrence enfocara su atención en él.

—Entre otras cosas. — contestó el castaño, dando un fugaz vistazo a su 'pecosa distracción'.

—¿Qué otras cosas?

Candy puso sus manos en su cintura, enarcando una ceja para sonreírle retadoramente. Era como si esos hechizantes ojos esmeralda le dijeran: '¿Se lo dices tú o se lo digo yo?', pero al final ella sólo expresó:

—¿Ya me vas a creer?

Terrence rió sin poder evitarlo, olvidando momentáneamente su regla de ignorarla.

—¿De qué te ríes, Terry?— interpeló Robert, viéndolo con el entrecejo fruncido.

El joven actor parpadeó nerviosamente, sintiéndose un verdadero estúpido por haberse dejado llevar por sus delirios dementes.

—Un chiste que recordé.

Robert sonrió con la respuesta, pareciendo interesado en conocer más.

—Necesito reírme de algo. ¡Cuéntamelo!

Tosiendo fuertemente, Terry maldijo para sus adentros. ¿Por qué diablos siempre acababa en este tipo de situaciones?

—Quizás después. — replicó, intentando sonar contrito.

—¿Por qué no ahora?

—Lo haría, pero...

Terry tragó ansiosamente, no sabiendo qué rayos decir para liberarse.

—Pero... ¡Mira la hora que es! ¡Los ensayos, Robert! — exclamó exageradamente, ojeando el reloj de su muñeca. —¡No debes olvidarte de los ensayos! Ya acabó la media hora del descanso.

Casi a punto de empujar a Robert para salir de su camerino, prácticamente lo obligó a regresar al escenario junto con él. Divertida, Candy siguió sus pasos por detrás, riendo de la situación y sacudiendo su cabeza. A este paso, ella esperaba que Terrence terminara cediendo al final del día. Con mucha suerte, ambos descubrirían lo que estaba pasando luego de eso.

En lo que sí no fue afortunada, aunque la pecosa joven no lo sabía, fue en lo que sucedía en ese preciso momento en el auto donde Susana iba de vuelta a su casa.

Desde que se fue del teatro, la ex actriz había estado despotricando mentalmente contra Terry al pensar en la indignante petición que prácticamente quería obligarla a hacer en la fiesta. Esta visita que ella esperaba fuera más fructífera, terminó siendo un retroceso para sus planes.

"¡Oh!... Pero estás equivocado si crees que vas a ganar." — Susana se masajeó las sienes, intentando aliviar la tensión que se acumulaba en su cabeza.—"Por más que no quieras, tú y yo nos terminaremos casando este mismo año. ¡Eso te lo juro, Terry!"

En su frustración, acabó tirando su cartera al piso del carro, pero cuando sus ojos chocaron con el abandonado bolso, recordó repentinamente el telegrama que había interceptado. Con rapidez, recogió el bolso para abrirlo con manos temblorosas, disponiéndose a leer el mensaje que le trajo noticias de lo más impactantes. Soltando un jadeo de la sorpresa, releyó el mensaje con más detenimiento.

"Interesante..."— estrujó sus labios en actitud pensativa mientras planificaba la mejor manera que podía usar estas noticias para su propio beneficio.

Después de todo, parece ser que esta visita no fue tan infructuosa como creyó en un inicio, y eso eran buenas noticias sólo para ella.

ANOTACIONES:

(*1)Escena IV del Acto III de 'Hamlet': Diálogo entre personajes de Hamlet y Ofelia.

o-o-o

"Las palabras no esperan el momento perfecto, crean sus propios momentos perfectos convirtiendo los instantes más ordinarios en segundos especiales."

Espero haber hecho especiales estos momentos dedicados a mi historia.

Gracias por leer.

. . . . . .

By: Sundarcy


NOTAS DE LA AUTORA:

¡Feliz cumpleaños, Terry! Tal como prometí, vengo hoy día actualizando esta historia con este capítulo como un regalo por el cumpleaños de Terry. Espero les haya gustado. :)

Sí, sé que tal vez algunas deben estar algo molestas conmigo de que hiciera que Susana interceptara el telegrama para Terry. Pero... ¡Vamos! Eso es algo que ella haría, no está para nada desligado de su carácter. Es decir, ¿cartas robadas? ¿mentiras? ¿manipulaciones?... ¿No les suena algo familiar? No sé ustedes, pero esas acciones para mí tienen claramente el nombre de Susana grabado en ellas. Claro, no es exactamente todo lo que la representa, pero de verse en un tipo de situación así, lo que acaba de hacer en este capítulo, sería algo que ella definitivamente haría. Sin embargo, no se preocupen porque al final por más que lo intente, ella no podrá evitar que se sepa la verdad. Ya verán la manera más adelante.

Hay algo que me gustaría exponer en esta historia, es la idea de que, a mi modo de ver, Terry nunca se casaría con Susana. ¿Por qué? Porque él odia la hipocresía y la mentira, nunca faltaría hacia sus principios de esa manera, lo sentiría como una traición a sí mismo. Si se quedó o mejor dicho volvió al lado de Susana fue bajo sus propias condiciones, y si bien es cierto, algunas personas podrían decir que lo dejan implícito, seamos sinceras, Terry nunca podría prometer a Susana amarla, iría en contra de todo lo que es y lo que él cree, mucho más cuando él mismo prometió nunca amar como su padre. Me di cuenta de ese detalle, luego de leer en el manga la escena de Rockstown. En fin... Siempre lo supe en el fondo de mi corazón, y al final Nagita lo confirmó en CCFS cuando nos enteramos que Terry nunca se casó con Susana. La idea de Terry casado con Susana me desagrada totalmente, así que nadie estuvo más feliz que yo cuando leí esa parte. ;-P

Bueno, ya me extendí más de lo que quería, habiendo expresado mi opinión, me despido hasta el sábado en donde les traigo el capítulo que viene. Estaré respondiendo como siempre lo hago a las lindas lectoras que me dejaron comentario en el capítulo anterior.

Muchas bendiciones, hermosas. Cuídense mucho.

Sunny =P

28/01/2025