DISCLAIMER: Los personajes de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Misuki e Yumiko Igarashi. Sólo realizo esta historia con fines de entretenimiento y sin ningún ánimo de lucro. Sólo el ferviente deseo de liberarme de la espinita clavada en el corazón después de ver el anime y leer el manga. Por siempre seré terrytana de corazón.

DESEOS DE AÑO NUEVO © 2017 by Sundarcy is licensed under CC BY-NC-ND 4.0. Está prohibido la reproducción parcial o copia total de este trabajo.


DESEOS DE AÑO NUEVO

By: Sundarcy

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Capítulo 19: DÁNDOSE POR VENCIDO

Residencia privada, Chelsea

Manhattan, Nueva York

05 de enero de 1920

La mañana del quinto día del año había comenzado a un ritmo vertiginoso, como si el tiempo hubiera decidido avanzar sin esperar a nadie. Apenas habían pasado unas horas desde que amaneció, y ya parecía que el reloj avanzaba más rápido de lo que la misma Candy podía anticipar. Con cada intento por alcanzar su cometido desvaneciéndose en el apuro, ella se había quedado únicamente con la pesada sensación de frustración en el aire al no lograr sus propósitos.

A pesar de los mejores esfuerzos de la joven por lograr que Terry finalmente aceptara que ella era real, más de un día había pasado desde que él se decidiera a ignorarla, y tristemente, ella no había obtenido resultados favorables en su intento de hacer que la escuche. Al contrario, Terrence parecía aún más obstinado en seguir ignorándola, algo que, francamente, ya estaba causando estragos en su ánimo, al punto de que la joven pecosa estaba perdiendo ligeramente las esperanzas de que suceda el milagro para que el actor le creyera.

Eran las 10 de la mañana y Terrence había desayunado hace casi dos horas. Aún le quedaban unas horas disponibles antes de prepararse, tanto física como mentalmente, para cumplir lo acordado de recoger a las Marlowe y partir con ellas hacia los Hamptons en las primeras horas de la tarde, por tal motivo, no dejaba de verificar la hora cada cierto tiempo, manteniendo en mente las indicaciones de su director.

Esa noche, junto con los demás miembros de la compañía Stratford, presentaría una función especial de "Hamlet" con motivo de una fiesta privada por Noche de Reyes. Robert había repasado con ellos el ajustado itinerario que los esperaba una vez llegaran, enfatizando que pasarían la tarde familiarizándose con el escenario antes de la función, programada exactamente para las 19:00 horas de hoy, es decir, cuatro horas antes de la medianoche de la Epifanía.

Es así que aprovechando su tiempo libre, él había optado por leer algo, en un intento casi desesperado por distraerse de la presencia hechizante de Candy, que tanto se estaba empeñando en ignorar. Por eso permanecía en su biblioteca ahora, aunque paradójicamente era el mismo lugar donde ella también estaba. Sin embargo, él siguió firme y fingió no notar su presencia, por más que la sensación de su cercanía lo atrapaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Por su parte, la rubia recorría la estancia, explorando con curiosidad la vasta colección de libros que la rodeaba, mientras sus ojos se deslizaban por los títulos, sin que ninguno lograra captar su atención por mucho tiempo. En realidad, su mente vagaba en otra parte, atrapada en una maraña de pensamientos provocados por la extraña situación que estaba viviendo. Un tipo de circunstancia donde la presencia de Terrence, tan cerca y a la vez tan distante, sólo añadía a su frustración esa actitud terca y desconcertante de él. ¿Cómo no sentirse así, si cualquiera en su lugar se sentiría igualmente perpleja?

Llevaba cinco días en esta surrealista situación, inexplicablemente unida a Terry, sin hallar respuestas claras, y mientras más intentaba desentrañar el misterio, más frustrada se sentía de que la misma pregunta que aún no podía contestar, continuara atormentándola sin tregua: ¿cómo había llegado allí en primer lugar?

La incertidumbre de no conocer la razón de todo esto la consumía, y cada vez que exploraba las múltiples posibilidades para explicarlo, se sentía más nerviosa. Era tan exasperante no tener respuestas que a veces Candy sólo deseaba gritar por lo muy confundida que estaba. Además, la actitud de Terry tampoco la ayudaba mucho a entender las cosas. De hecho, no comprenderlo a él era casi tan frustrante como no entender lo que estaba sucediendo. Y después de lo último con lo que le había salido, esa forma tan deliberada y obstinada de fingir que ella no estaba ahí, ahora sí Candy sentía que su paciencia pendía de un hilo.

Sin pensarlo demasiado, desvió su mirada hacia el apuesto actor, quien estaba sentado sobre un sofá, leyendo con aparente interés un libro que sostenía entre sus manos. Parecía tan concentrado en esa tarea y totalmente ajeno a toda la batalla de emociones que ella experimentaba, que Candy no pudo evitar suspirar con irritación.

¿Cuándo pararía Terry con este juego? Su paciencia no podría soportarlo más tiempo, estaba cansada de esto. Si quería leer y seguir ignorándola, entonces... ¡ella también lo ignoraría a él! Ya vería él quién ganaría en esta lucha de voluntades.

Con esa firme idea en su cabeza, posó decididamente sus manos sobre el primer libro que encontró y, de inmediato, su mente se vio inundada por una sucesión vertiginosa de palabras que la hicieron sonreír maravillada. Si algo podía rescatar de toda esta extraña experiencia, era el fascinante poder de leer de esa manera tan peculiar, y fue aquello precisamente lo que le hizo tomar una decisión.

"Muy bien, que Terry se quede con su libro." — se dijo con determinación. —"Yo, en cambio, aprovecharé al máximo todo lo que esta biblioteca tiene para ofrecerme."

Concluido su pensamiento, se dedicó a recorrer los estantes, pasando de un libro a otro, permitiendo que cada uno le revelara sus secretos entre sus páginas, al tiempo que se sumergía en historias y conocimientos que parecían tesoros ocultos recién descubiertos. Estaba tan fascinada por esa bizarra e increíble experiencia, que ella acabó riendo de vez en cuando, hasta incluso olvidar su molestia hacia Terry y lo ridículamente bien que sabía ignorarla.

Lo que la joven no sospechaba era que él estaba lejos de estar concentrado en su lectura. En realidad, se hacía el que no le prestaba atención, pero la verdad era que sentía cada uno de sus movimientos con una intensidad que lo inquietaba.

No solamente era el aroma de ella, ese perfume a rosas que le resultaba tan inconfundible, sino la calidez embriagante que parecía envolverlo cada vez que su pecosa estaba cerca. Su corazón palpitaba con más fuerza, su pulso se aceleraba, y una corriente sutil de electricidad recorría su piel, alertándolo de que, por más que se empeñara en desconocerlo, Candy estaba ahí.

Ya no tenía sentido seguir evitando lo inevitable, cuando sabía muy bien que estaba perdido y que ya no había marcha atrás. Pero, tan obstinado como era, se negaba a aceptar su derrota. Se había dicho a sí mismo que la ignoraría y, por más difícil que resultara, pensaba aferrarse a esa decisión.

Lo único que podía lograr era hacerle creer a ella que la ignoraba. Era lo mejor... al menos por el momento. Sin embargo, por más que su razón le exigía mantenerse firme, cada tanto sus ojos traicionaban su voluntad y terminaban buscándola. Sólo un instante, únicamente para asegurarse de que seguía ahí. Para perderse, aunque fuera una vez más, en ese bosque esmeralda de su mirada y para permitirse disfrutar de su presencia, de esa sensación embriagante de tenerla cerca.

Ajena a su lucha interna, Candy soltaba risitas o suspiros mientras pasaba de libro en libro. Y aunque Terry se esforzó para ocultarlo, cada uno de esos sonidos le arrancaba una sonrisa imperceptible. Era hipnótico verla así, con esa alegría natural tan típica de ella, la chispa en su mirada, la ligereza con la que se movía por la biblioteca… incluso la forma en que sus dorados rizos alborotados por su espalda se mecían con cada paso.

Sin darse cuenta, Terry terminó suspirando, totalmente absorto en ella. Justo entonces, Candy se giró inesperadamente… y lo atrapó mirándola.

El castaño sintió un vuelco en el pecho, y en un parpadeo, bajó su vista en un intento torpe de disimular su sobresalto. Sabiendo que lo habían atrapado, se obligó a recomponerse de inmediato y esconder su turbación lo más rápido que pudo. Con fingida calma, dio la vuelta a una página del libro entre sus manos y siguió leyendo como si nada hubiera pasado.

Feliz de tener su atención después de tiempo, Candy se le acercó tentativamente con una sonrisa traviesa y acabó poniéndose justo frente a él.

—¿Muy interesante el libro, Terry? — preguntó la rubia, con las manos escondidas tras su espalda, como si tuviera una travesura entre manos.

—Sí, está muy entretenido. — le comentó sin pensar, aparentemente todavía leyendo las páginas.

Demasiado tarde, Terrence se dio cuenta de su error.

—No, otra vez. —musitó para él mismo con reproche. ¿Dónde estaba su resolución de ignorarla por un tiempo?

—¿De verdad?

Candy continuó hablando con interés, agachando su cabeza un poco para mirar la portada y saber cuál libro era. Sus cejas se alzaron al aire en cuanto lo vio y soltó una pequeña risilla, divertida por lo que se dio cuenta. ¿Acaso Terry hablaba en serio?

Apretando sus labios para aguantar las ganas de reír, ella le preguntó inocentemente:

—¿Y de qué se trata, Terry?

"¿Qué rayos estoy leyendo?"— el joven agrandó los ojos y su mente quedó en blanco.

En ese instante, se dio cuenta de una verdad aterradora: no tenía la menor idea de qué trataba el libro que sostenía en sus manos. ¿Era una novela? ¿Un ensayo filosófico? ¿Un manual de instrucciones? Ni siquiera recordaba el título, lo que sólo aumentaba su turbación. Tragando saliva, titubeó sin poder responder.

—Parece que no estás muy seguro. — apoyando una mano en su cadera, ella lo miró con diversión. —Tal vez te recomendaría no leerlo de cabeza, para que así tenga más sentido, Terry.

Candy soltó una carcajada cristalina, dando rienda suelta a su risa por fin. Confuso, el castaño ojeó el libro con el ceño fruncido, girándolo con disimulo… y sintió un colapso existencial al darse cuenta de que, efectivamente, lo había estado sosteniendo al revés todo este tiempo.

"Brillante, Graham. Una jugada maestra. Seguro que nadie lo notó."

Alzó la vista y ahí estaba ella, su pecosa distracción, riéndose de él sin molestarse en ocultar su diversión. En ese momento, comprendió la amarga realidad: todo su plan había sido un desastre absoluto desde el inicio.

"¿En serio pensé que podía controlarla simplemente ignorándola? ¡Gran estrategia la mía!" — se burló de sí mismo, su tono mental cargado de ironía. —"Sí, claro… ignorarla fue un plan brillante, y el resultado ha sido perfecto, ¿verdad?"

Resignado al fracaso de sus propios esfuerzos inútiles, dejó el libro sobre la mesa y se frotó el rostro con las manos, soltando un cansado suspiro.

—Esto no está funcionando. Ya basta, me doy por vencido.

—¡Hasta que al fin! —exclamó ella con alivio, una sonrisa triunfante asomando en sus labios. —¿Por fin me vas a creer?

Terry echó su cabeza hacia atrás, apoyando su mano contra su mejilla para mirarla fijamente, totalmente absorto en la forma en la que la evocaba en su mente. Era tal como Candy, su Candy, la que le hacía perder la cabeza.

Poco a poco, una sonrisa apareció en su rostro y el aire se volvió espeso con una ternura que hizo que respirara más lento, más profundo, más feliz. Ahí comprendió que él debía ser franco consigo mismo al menos y así lo haría con ella también.

—Candy, eres un hermoso regalo que me ha dado mi desquiciada cabeza. — le explicó con toda la paciencia del mundo a su alucinación. —No me estoy quejando, porque créeme que no podría estar más feliz por el giro de acontecimientos. Pero tienes que comprender cómo luce todo esto ante los otros. Es decir, yo hablando solo por todas partes, riéndome sin razón. ¿Entiendes?

La joven suspiró fuertemente, luchando con la desesperación que la envolvía por hacerle comprender que ella también estaba tan confundida como él.

—Terry, comprendo que puede ser muy difícil de creer. Yo tampoco quería creerlo durante varios días, pero tienes que escucharme, porque sin lugar a dudas tú eres la única persona con la puedo compartir este secreto.

Enarcando una ceja, Terrence señaló el único punto que era muy obvio para los dos.

—Soy el único que te ve.

—¡Exacto! — profirió exaltada, queriendo exponer aún más su causa. —Debe ser por una razón. Hay que entender lo que está pasando. Comprendes lo que intento decirte, ¿verdad?

El apuesto actor vio a su pecosa con una pequeña sonrisa, comprendiendo muy bien lo que sentía. Candy también sonrió en respuesta, creyendo que al fin aceptaría la verdad y que juntos encontrarían la respuesta a esto.

—Lo que yo creo es esto, Pecosa.

Ella lo contempló atentamente, esperando escuchar su explicación, quizás él ya tenía la solución. Sin embargo, Terry la siguió mirando por un tiempo, pensando en las palabras exactas qué decirle. Aunque para el joven actor también era difícil, mientras ella aceptara todo esto sería lo mejor, la Candy de su imaginación tenía que aceptar lo que él ya sabía muy en el fondo.

—Toda esta situación es el resultado de las batallas en mi cabeza durante todos estos años. Mi mente ya no pudo seguir peleando y estos son los resultados. ¡En las puertas de la demencia total! —confesó con la voz llena de sarcasmo. —Terminaré en el manicomio, eso es seguro. Sólo que por ahora quiero que sea lo más tarde posible.

En cuanto lo escuchó, Candy soltó un gemido de frustración. Tanto que había creído que finalmente lo había hecho comprender, para que sus esperanzas se rompieran al notar que él seguía empeñado en verla como su alucinación. Ahora sólo quería gritar para quitarse la desesperación que sentía por no ser escuchada.

—Hay que evitar que los otros se den cuenta, al menos hasta que haya acabado la gira por Inglaterra.— siguió exponiendo el castaño, sin percatarse de la molestia de la rubia. —No quiero afectar a mis demás compañeros del elenco.

Candy sólo lo miraba, cada vez más irritada, mientras él divagaba. En un momento, Terry flexionó sus brazos sobre su pecho y murmuró para sí mismo:

—Tal vez debería escribir un monólogo sobre mis tribulaciones… —sonrió en burla de sí mismo. —Las locuras del Hamlet más demente de todos los tiempos.

Ella lo observó, sin poder creer que él hubiera dicho algo así. Cruzándose de brazos, sintió su frustración ir solamente en ascenso. Le molestaba profundamente que él no tomara en serio sus palabras y que se burlara de la situación.

—No lo hagas.— le advirtió, conteniendo la calma a duras penas.

—¿Y qué estoy haciendo? —preguntó Terry, sin dejar de sonreír.

—Estás sonriendo. — replicó ella con un leve suspiro.

—¡Vaya! — soltando un carcajada, él amplió su sonrisa socarrona. —No sabía que no debía sonreír.

La tensión entre ambos era palpable. Candy inhaló profundamente, sintiendo cómo un fuego indignado le subía a las mejillas, mientras Terry, divertido, observaba cómo sus pecas bailarinas resaltaban en su rostro cada vez que la hacía enfurecer.

—No es por tu sonrisa, es por la razón detrás de ella, lo que estás pensando. — ella le lanzó una mirada desafiante.

—¿Y qué estoy pensando, si se puede saber? —arqueando una ceja, él la vio curioso.

—Te estás burlando de esto. ¡No es gracioso, Terry! ¡No me quieres escuchar!

—Pecosa... ¿Por qué no quieres aceptar lo evidente?

—¿Por qué no quieres aceptar tú lo que es real?

Sus miradas se cruzaron en un duelo silencioso, pero fueron los ojos color mar de Terry, los que terminaron por desestabilizarla. Candy desvió la vista, sintiéndose ahora como la que no quería escucharlo. Esa franca mirada abrió en su mente una pregunta que le parecía demasiado preocupante y la ponía nerviosa: ¿cómo haría para convencerlo de que ella era real si ni siquiera ella misma podía entender cómo había llegado hasta ahí?

Hizo una pausa, mordiéndose el labio inferior al tiempo que se debatía internamente si debía seguir insistiendo o dejar las cosas así, por lo menos ahora. Esta batalla interminable entre lo real y lo imaginario la agotaba sobremanera, y sólo servía para frustrarlos a ambos.

—Escucha, Terry — dijo finalmente, suspirando con un tono más conciliador. —Hagamos un trato.

Candy era lo suficientemente perspicaz para entender la urgencia de Terry por ignorarla cuando había otras personas alrededor… personas que, evidentemente, no podían verla. Entenderlo no era lo mismo que aceptarlo, pero debía ser objetiva. Para él, la función de esa noche debía ser importante, aunque no lo admitiera abiertamente. Lo veía en su mirada, en esa tensión contenida que delataba su deseo de que todo saliera perfecto. Y si podía ayudarlo, aunque fuera de esta manera, ella lo haría. Después de todo, también esperaba con ansias verlo en escena interpretando a Hamlet.

Quizás, en el fondo, aún era posible de que todo esto no fuera más que un sueño… y tal vez su subconsciente sólo la dejaría despertar después de verlo actuar. No podía descartar del todo esa posibilidad aún.

—Acordemos estar en desacuerdo, Terry. — propuso, levantando una mano en señal de promesa. —No volveré a mencionar el tema de si soy real… hasta después de la función.

Sorprendido, el castaño alzó las cejas con una mezcla de incredulidad y alivio. La propuesta era demasiado tentadora, y una parte de él quería creer que podrían dejar de lado la confusión, al menos por un tiempo, y concentrarse en lo importante.

—¿De verdad lo harías? —preguntó, su tono lleno de esperanza y algo de escepticismo.

—Lo juro por mis pecas.— afirmó ella, sonriendo levemente. —Pero hay una condición, Terry. Después de la función, tienes que prometerme que hablaremos tú y yo.

El joven actor exhaló profundamente, sintiéndose un poco más ligero. No había promesa más sagrada para Candy que la hecha por sus pecas, esto tenía que ser muy en serio. Quizás, sólo quizás, podrían atravesar esto juntos.

—Está bien, trato hecho. Aunque luego de la función, te advierto que será una verdadera prueba. Nos adentraremos en una auténtica cueva de lobos en la velada posterior. ¿Me permitirías ignorarte en la fiesta también? ¿Me facilitarías esa tarea al menos?

La rubia sonrió, encontrando gracioso su pedido. El simple hecho de que él le pidiera su permiso ya era un avance, por lo menos reconocería su presencia y su propia voluntad para decidir.

—Eso tendrás que descubrirlo tú mismo. —respondió con una chispa traviesa en sus ojos. —Dependerá de cómo te comportes tú, también.

—Así que además de pecosa, también me quieres desafiar.

Ampliando su endiablada sonrisa, Terry sintió un eléctrico cosquilleo en su cuerpo que le hizo seguirle el juego. Ella dibujó sus propios labios en una sonrisa que era una mezcla de desafío y diversión, disfrutando el intercambio de palabras que se había vuelto súbitamente estimulante.

Justo en ese momento, una brisa fría se coló por la ventana de la biblioteca, llamando momentáneamente la atención de Candy y haciéndole desviar sus ojos hacia el jardín del patio trasero todo cubierto por una capa de nieve que se veía en el piso inferior. Fue entonces cuando su sonrisa se agrandó con una divertida idea que se le cruzó por su cabeza.

—¿Quieres comprobar cuán retadora puedo llegar a ser?

Volviendo a enfocar sus verdes ojos en él, Candy sonrió con un destello provocador en la mirada y un matiz travieso en la voz. ¡Cómo había extrañado estos duelos verbales con su pecosa! Terry no necesitaba mayor incentivo para continuar ese intercambio de miradas, y su sonrisa socarrona apareció de inmediato, listo para el juego.

—Ponme a prueba si quieres, Pecosa.

Su voz profunda y aterciopelada tenía ese timbre seductor que, sin quererlo, hizo que Candy por poco temblara bajo el efecto hipnótico de su tono. Aunque no lo admitiría en voz alta, la realidad era que ella también había echado de menos estos intercambios y cruces de palabras con él.

—Está bien. — concedió ella, entrecerrando los ojos con aire desafiante. —Ganarás mi permiso para ignorarme en esa fiesta si es que cumples este reto.

Lanzando una rápida ojeada al paisaje nevado de la ventana, apretó sus labios para ocultar su sonrisa antes de añadir:

—¿Te atreves a salir a hacerlo, Terry?

Arqueando una ceja inquisitivamente, él la miró fijamente, tratando de descubrir qué tramaba.

—¿Qué tienes en mente, Pecosa?

Los ojos esmeralda de Candy se encontraron con los suyos, y una sonrisa dulce, pero peligrosamente traviesa, iluminó su pecoso rostro, aumentando aún más la confusión de él.

—Sólo tienes que salir a tu patio, gritar a los cuatro vientos que te das por vencido, y prometer solemnemente que nunca volverás a intentar ignorarme sin mi permiso. — elevó sus cejas dando enfásis a sus palabras, para después agregar con satisfacción. —Eso resarcirá el hecho que me hayas ignorado un día completo.

Agrandando levemente sus ojos, sorprendido por la audacia de un desafío así, pasaron unos segundos antes de que Terry la mirara con una sonrisa torcida.

—¿Y qué pasa si no lo hago?

Volviendo a verlo con sus ojos entrecerrados, ella optó por encogerse de hombros con fingida indiferencia.

—Será bajo tu propio riesgo, Terry. —le advirtió con tono casual, tratando de ocultar su sonrisa mientras demasiadas cosas quedaban implícitas en su declaración.

Tragando duramente, él la vio con atención, sintiendo cómo la duda lo invadía en ese momento. ¿No había estado evitando precisamente este tipo de situaciones? Situaciones en las que, a ojos de cualquiera, quedaría en evidencia que estaba completamente demente.

—¿O es que acaso crees no poder hacerlo, Terry? — le retó su pecosa, enarcando una ceja. —¿Tienes miedo?

Ese destello juguetón en su mirada terminó de acallar cualquier reserva que él pudiera tener. Entornando los ojos, él soltó una risa baja y divertida.

—¿Siempre tienes que ponérmelo tan fácil? — le cuestionó con una media sonrisa burlona. —Ah… eres realmente única, Pecosa. — terminó exhalando un poco, dejando en claro que estaba dispuesto a seguirle el juego.

Acto seguido, se dirigió al patio, mientras Candy lo seguía, riendo divertida. En cuestión de minutos, ambos estaban en el jardín del patio trasero, rodeados por la nieve que había caído el día anterior. Terrence respiró hondo y gritó a todo pulmón:

—¡Me doy por vencido!

La rubia sonrió satisfecha, pero antes de que pudiera disfrutar su victoria, él levantó la mano y añadió con teatralidad:

—Prometo solemnemente nunca volver a intentar ignorar a Tarzán Pecosa sin su permiso.

Parpadeando unos segundos hasta que las palabras se clavaron en su consciencia, la sonrisa de ella se evaporó en un instante.

—¡Oye, eso no era parte del trato! —reclamó indignada, girándose hacia él con el ceño fruncido.

—Acabo de hacer exactamente lo que me pediste.

—¡Yo no me llamo Tarzán Pecosa! — arrugando su naricita, ella lo miró fastidiada. —¿Cuántas veces tengo que decirte que mi nombre es Candy?

—O Tarzán Pecosa o nada. — se cerró él, curvando su boca en su irresistible sonrisa ladeada.

Ella lo vio con ojos entrecerrados un momento, pero luego bajó la cabeza, y suspiró con resignación.

—Debí haber fijado mejor los términos del reto.

—Demasiado tarde para quejarte.

Dejando escapar una ronda de carcajadas, él encontró demasiado divertida la encrucijada de Candy.

—¡Eres tan insolente! — le reprochó ella, molesta por su risa, alzando su barbilla a la defensiva. —Si pudiera, te lanzaría bolas de nieve para quitarte lo arrogante.

—¿Qué te detiene?

Ella elevó sus manos al cielo, intentando hacer obvia su situación en donde no podía coger la nieve.

—Cierto... —Terry asintió para sí mismo como si lo acabara de recordar y luego se encogió de hombros. —Pero no hay nada que detenga a mí.

Sin darle tiempo de replicar, el joven actor se agachó rápidamente al suelo, formó una bola de nieve y la lanzó directo al hombro de Candy. La puntería le falló y terminó desviándose del objetivo por pocos centímetros. Terrence soltó una carcajada, listo para lanzar otra bola de nieve, mientras ella la miraba con asombro.

—¡Esto no es justo! Tú tienes las de ganar porque yo ni siquiera puedo coger la nieve. — se quejó la joven, volviendo a fruncir su nariz al tiempo que las pecas en su carita se movían.

—¿Es que no puedes dejar de pensar ni por un momento? —se rió él a la par que comenzaba a formar varias bolas de nieve a sus pies. —¡Vamos! Es hora de mostrar tus habilidades moniles, Pecosa. ¿Acaso estás fuera de práctica?

Resoplando en su sitio, indignada de que se dudara de su habilidades, Candy comenzó a moverse, tratando de esquivar la bolas de nieve que él siguió lanzando en su dirección.

—¡Tienes una pésima puntería, Terry!

Ella lograba esquivarlas con una gracia que se le tornó demasiado cómica al joven actor. Esbozando una sonrisa, Terrence comenzó a correr, persiguiéndola y dando inicio así a una unilateral pelea de bolas de nieve. Las risas no tardaron en aparecer, acabando todo tipo de seriedad o molestia que pudo haber antes. Por un instante, el peso de las preocupaciones y complicaciones que vivían se desvaneció entre los copos de nieve en aquella preciosa mañana de enero.

Ajenos a todo lo demás, ni Candy ni Terry notaron que venían siendo observados desde hace un tiempo por otras personas.

Los empleados de Terrence miraban atónitos, la escena frente a ellos. Su normalmente centrado patrón, bueno, al menos así lo había sido en los últimos meses, descontando sólo los últimos días, estaba corriendo en el patio trasero, gritando y riendo completamente solo, además de tirar bolas de nieve a quién sabe qué.

—No vayas tan rápido, Tarzán Pecosa. — decía Terry entre risas, todo cubierto de nieve.

Cuando la Sra. Keith, John y Peter se miraron entre ellos, ya sabían que debían hacer. Todo estaba tan claro que no había duda que esta situación ya ameritaba la rápida intervención de alguien más. Y al verse entre ellos comprendieron muy bien quién sería la persona a la que recurrirían.

Continuará...

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"Las palabras no esperan el momento perfecto, crean sus propios momentos perfectos convirtiendo los instantes más ordinarios en segundos especiales."

Espero haber hecho especiales estos momentos dedicados a mi historia.

Gracias por leer.

. . . . . .

By: Sundarcy


NOTAS DE LA AUTORA:

Hola, queridas lectoras, espero les haya gustado este capítulo que es un poco más corto que los anteriores, pero cargado de momentos Candy y Terry. Estoy ahora un poco contra el tiempo, así que seré breve. Escribo esto desde el aeropuerto, pues estoy yéndome de viaje por varias semanas. En verdad, espero poder actualizar la semana que viene, pero si no se me es posible hacerlo, lo que para ser sinceras es lo más probable, será de aquí hasta dos semanas, por lo menos. Siento que sea así, pero voy a estar a full de trabajo estas semanas y probablemente no me dé el tiempo, aunque trataré de hacer mi mejor esfuerzo.

Espero saber su opinión y poder leerlas en los comentarios. De todas formas, gracias por estar aquí acompañándome en este fanfic y les agradezco su compresión. Como ya es costumbre, estoy respondiendo en la cajita de reviews los lindos mensajes que me dejaron.

Les deseo una maravilloso inicio de mes, ¡las quiero!

Sunny =P

01/02/2025