Algo diferente

Jujutsu Kaisen © Gege Akutami

Sinopsis: Lo que para muchos era un día como cualquier otro, para Satoru Gojo representaba una rutina fuera de lo común. Acostumbrarse a esa nueva realidad era necesario, pero nadie le había dicho que sería fácil.


Prólogo


—Lo lamento, señor, pero después de todo lo ocurrido, prefiero evitar cualquier situación…rara —expresó con cautela, sin mirarlo directamente.

Gojo, sin inmutarse, soltó una carcajada ante la seriedad del comentario.

—¿Así que me han puesto en la lista negra? —dijo con fingida sorpresa—. Nunca había sido excluido de esta manera. ¡Qué privilegio más extraño!

—Eso habla mucho de su carácter —replicó con un tono seco—. Le agradecería que se retirara. Está incomodando a los clientes.

Era imposible ignorar la presencia de un hombre tan alto, cubierto de pies a cabeza, que además había elegido un nombre específico al presentarse. Los clientes del restaurante, con sus teléfonos en mano, estaban atentos, listos para grabar cualquier situación que pudiera volverse interesante.

Gojo se encogió de hombros, sin darle mayor importancia. A diferencia del dueño, jamás había considerado aquel restaurante como algo especial. Lo único que valoraba eran los precios accesibles y la rapidez con la que podía conseguir comida para llevar. Pero ahora que eso ya no estaba disponible para él, simplemente dejó de importarle.

Quizás era una conclusión insensible, pero Gojo no era alguien que se engañara a sí mismo. Después de todo, se suponía que no debía acceder a ciertas cosas… porque estaba muerto.

—Le deseo lo mejor —indicó Gojo en voz baja antes de marcharse.

El hecho de que no hiciera un mayor escándalo pareció tranquilizar, y al mismo tiempo decepcionar, a los clientes, por lo que dejó de ser relevante en cuanto se perdió entre el bullicio de la gente. Sin embargo, eso no significaba que todo estuviera en paz. Sabía que no tardarían en notar su ausencia y, aunque no conocía bien esa parte de Kioto, decidió que era el momento perfecto para explorar.

Nada había vuelto a ser igual después de la batalla contra Sukuna. Las maldiciones habían aumentado, sumiendo al mundo de la hechicería en un caos constante mientras intentaban recuperar el control. Japón también sufrió las secuelas: la reconstrucción se convirtió en una necesidad permanente.

Aquellas escenas, que antes le habrían parecido ajenas, ahora eran parte de la rutina de Gojo. Desde que optó por un estilo de vida diferente, se había estado acostumbrando a ellas, aunque todavía le sorprendían ciertos comportamientos de la gente común.

Mientras observaba los restaurantes, dejó escapar un suspiro al ver los precios. Con el dinero que llevaba encima, ni siquiera podía permitirse el plato más económico.

—Mi economía va de mal en peor —murmuró para sí mismo. Su paso se detuvo en medio del camino, concentrado en sus pensamientos—. Me pregunto si…

—¡Auch! —exclamó una voz detrás de él, seguida de un empujón que lo hizo tambalear.

No había sido prudente al detenerse en medio del camino, pero el empujón inesperado ayudó a Gojo recuperar el equilibrio. Con elegancia, se enderezó y giró para ver a la responsable: una mujer que parecía tan sorprendida como él.

—Bueno, bueno —comentó Gojo con picardía—. Si querías conocerme, solo tenías que pedirlo, no hacía falta empujarme.

—¡Lo siento mucho! No te vi —se disculpó la mujer, inclinándose repetidas veces frente a él.

Gojo sintió cómo el aire se le escapaba. La honestidad de aquella voz lo golpeó con más fuerza de la que habría imaginado, más aún al reconocer quién la había pronunciado.

—No te preocupes —murmuró Gojo con tono sereno, clavando la mirada en ella—. Esto no fue culpa tuya.

Al escuchar su voz, la mujer se quedó inmóvil. Lo observó con atención y, al reconocerlo, soltó un suspiro, moviendo la cabeza antes de levantar la mano, como si quisiera darle un golpe.

—¿Por qué estás aquí?

—Te dije que tenía hambre —indicó él, esbozando una sonrisa—. Así que, naturalmente, vine por comida.

Su tono era casual, como si no hubiera nada fuera de lo normal en su presencia allí. Sin embargo, la mirada de la mujer sugería que su situación iba a volverse mucho más complicada.

—¡Tú…! —exclamó la mujer, pero se detuvo al notar que estaban en medio del camino, rodeados de miradas curiosas—. No podemos hablar aquí.

—Espera, Uta…

—No. Vamos a otro lugar, Gojo. Ahora.

La dureza en sus palabras hizo que Gojo no insistiera. Asintió y caminó tras ella en completo silencio. No obstante, al llegar a un parque y sentir que la tensión seguía sin disiparse, supo que debía decir algo.

—Todavía puedo defenderme, Utahime —dijo con una sonrisa juguetona—. Incluso sin los Seis Ojos, todavía tengo la Técnica de Maldición Ilimitada. Claro, no es tan precisa sin todo su potencial desplegado, pero sigue siendo impresionante.

—¿Qué? —preguntó Utahime, frunciendo el ceño—. No debiste venir. Tu lugar es en casa.

—¡No te enojes! Es solo que me aburría mucho con tu gato —se defendió, con un tono exagerado—. Y este restaurante tiene buenos precios.

Utahime soltó un suspiro molesto, con los brazos cruzados.

—Esto no es por el restaurante, Gojo. Es porque lo hiciste de nuevo. Me prometiste algo y no lo cumpliste.

Gojo se quedó callado, comprendiendo que no había mucho que pudiera decir para defenderse. Después de todo, no podía arriesgarse, por mucho que lo deseara. Tenía que permanecer oculto, esperar a que las cosas se calmaran y dejar de ser el centro de atención, tanto dentro como fuera del mundo de la hechicería.

El lugar en el que se encontraban era ideal para mantenerlo escondido: la casa en Kioto de Utahime Iori. Nadie sospecharía de su presencia allí, en especial porque era de conocimiento público que la sacerdotisa y el hechicero más fuerte jamás habían sido amigos, limitándose siempre a una relación profesional.

Era, estratégicamente, el último lugar en el que alguien buscaría a Satoru Gojo.

—Está bien, lo siento. No debí salir de la casa.

—¿En serio lo sientes? —replicó Utahime, arqueando una ceja con sospecha—. Eso sí que es nuevo.

—Bueno, hasta yo tengo mis días de arrepentimiento —comentó Gojo, intentando aligerar la tensión—. Pero no te hagas muchas expectativas.

—Eres un tonto.

—Lo sé, Utahime.

—Ya van dos cosas que reconoces en un solo día. Creo que debería empezar a preocuparme.

Gojo asintió, dejando escapar una risa suave. Por primera vez, sus ojos, antes brillantes, se mostraron comunes. Aquellos Seis Ojos que lo habían convertido en el hechicero más fuerte ya no estaban.

—Tienes razón, Utahime —confesó, pronunciando su nombre con un tono resignado—. Tus condiciones eran que no saliera, pero, ya sabes, es difícil para alguien que siempre llamó la atención —agregó, dejando que su pesar surgiera.

Las palabras de Gojo hicieron que Utahime soltará un suspiro profundo. Se acercó a él hasta quedar cara a cara, y de manera inesperada, acarició su mejilla con el pulgar.

—Eres un idiota —le dijo nuevamente—. Ya no tienes excusa para evitar estos temas.

—Utahime —pronunció Gojo, dejando escapar un suspiro mientras decía su nombre—. No es fácil —agregó, tomando su mano con delicadeza—. No es como aquella vez, cuando estuve en el Reino de la Prisión.

Los ojos de Utahime se llenaron de afecto al escuchar sus palabras. Al mirar sus manos, se dio cuenta de que él no parecía incomodarse por el gesto, lo que le trajo una sensación de alivio.

Se sentía bien, y eso era lo más extraño de todo para ella.

—¿Utahime? —preguntó Gojo, notando su silencio.

—Bien —expresó ella, apartando su mano con delicadeza—. Es hora de volver a casa.

Gojo dudó por un segundo, mirando a su alrededor como si algo en el ambiente hubiera cambiado. Sin los Seis Ojos, no podía descifrar qué era, pero algo en el aire le decía que las cosas no eran las mismas.

—Está bien —apoyó, con una sonrisa que, si bien era más pequeña, seguía siendo sincera—. Volvamos a casa.


Nota de la autora: Esta es mi segunda historia de Jujutsu Kaisen, y esta vez decidí escribir algo más largo (o eso espero).

Estoy tratando de que se mantenga lo más fiel al manga, aunque quizás haga algunas modificaciones a medida que avance la historia. Por ahora, prefiero no llenarla con explicaciones para mantenerlo simple tanto para mí como para ustedes.

Dicho esto, ¡espero que disfruten este nuevo proyecto!

Ciao.