Nota(s):

Decidí reescribir uno de los primeros fanfics que escribí de mi segunda pareja favorita. En fin, que esta historia no tiene conexo a ninguna de mis demás obras o similares.

La siguiente obra es un ejercicio de escritura por ende los personajes no me pertenecen y todo crédito de ellos es a la compañía mencionada en la descripción. Esto es meramente slow-burn. Lo dejo a criterio si se decide continuar la lectura y entenderé si no es de interés al público ya que posteo esto para mí mismo pero igual agradezco a quien realmente llegue al final.

WARNING(s): Historia con contenido lemon/smut/nsfw; monólogos largos e internos, diálogos cortos, descripciones detalladas, headcanons desglosados; estudio de personaje y de dinámicas.
TRIED IN CHARACTER: Caracterizaciones japonesas, gustos/aficiones americanos.


I

Al abrir los temblorosos ojos una noche, tras un intranquilo sueño donde peligros inminentes acechaban a las más grande y bella de todas las poderosas joyas del planeta, Knuckles se encontró acostado sobre la Esmeralda Maestra bajo la oscuridad del estrellado cielo. Las noches en Angel Island solían ser bastante tranquilas la mayor parte del tiempo, en especial cuando no había eventos catastróficos que pusiesen en peligro la tierra misma.

Como siempre, haber mantenido unos ligeros momentos para dormir no le impedían maravillarse con la calma emanada de aquel silencioso ambiente. Apenas y se escuchaban los insectos cantores -llamémosle, grillos-, con las ramas de los pocos matorrales moverse y la luna menguante, escondida.

Sí, las noches en Angel Island solían ser bastante tranquilas... hasta el momento en el que una estrella fugaz se convirtió en cometa y aterrizó en el suelo de la isla, en la llanura y oscuridad.

Knuckles se levantó tras la luz de que bien pudo haber sido una explosión yel fuerte movimiento del piso, salvaguardando la Esmeralda Maestra para protegerla de caer del santuario. Atónito por el acontecimiento, se detuvo unos cuantos segundos para cerciorarse de que la joya estaba intacta, y decidió ir a investigar lo que había ocasionado aquella sacudida. Su instinto comenzó a revolverle el estómago, como si estuviese preparándolo para las malas noticias.

Visualizó la zona de impacto al sentir el calor del ambiente y el cálido humo de lo que parecía haber sido gas. Sin embargo, su semblante cambió completamente del enojo y la curiosidad a la sorpresa y preocupación, percatándose de la gravedad de la situación.

Abajo, entre lodo y sangre, habiendo hecho un cráter en el suelo donde se encontraba situado justo por la fuerza del aterrizaje, se hallaba el inerte cuerpo de Shadow, boca abajo.

—¡¿Shadow?! —gritó Knuckles; se animó a acercarse, deslizándose hacia él, posando una de sus enguantadas y fuertes manos en el hombro del erizo negro, que no reaccionó ante su llamado— ¡Shadow! ¡¿Qué pasó?! ¡Shadow! —El equidna, todavía alarmado, insistió en hablarle con el fin de despertarlo, sin éxito alguno al observar cómo ni un quejido se dignó a expresarle.

Knuckles se dirigió al estrellado cielo, exasperado al querer saber si se encontraban bajo ataque, más no encontró señal o pista alguna de ello. Entonces, un poco más tranquilo, volvió a prestar atención al cansado y moribundo erizo, desmayado. El equidna lo inspeccionó con cierto cuidado, queriendo identificar las posibles razones de su crítico estado; le vio raspones y golpes en la totalidad del delicado cuerpo, y encontró gotas de sangre deslizándose por su torso, desde una herida abierta –rajada, la segunda capa de piel expuesta-, hasta manchar la tierra.

Knuckles no era un equidna rencoroso o malicioso, ni mucho menos despreocupado al tener tanta responsabilidad entre sus manos. Sabía que no podía dejarlo a su merced, aun cuando se tratase de nada más y nada menos que Shadow, pero no podía evitar sentir una incomodidad con él.

Knuckles, pese a los años, las aventuras y su extraña relación con Sonic, no confiaba en Shadow.

—Me voy a arrepentir de esto... —se dijo a sí mismo, con un suspiro, no muy convencido de su decisión.

La nobleza en su corazón no podía limitarlo. Tenía que haceralgo.

No tuvo otra opción más que tomarlo, con suavidad y cuidado, acomodándolo en sus antebrazos. Lo más delicado que pudo, entonces, se lo llevó a densos y apresurados pasos, ignorando el palpitar de su ansioso e inquieto corazón al sentir la sangre de Shadow, manchando sus guantes, entre sus manos.