Los sobrantes de Konoha

Tres jóvenes desmotivados barrían la calle en la mañana, somnolientos y con la resignación de trabajar hasta inicios de la tarde, hora estimada para terminar la vía secundaria que atravesaba a la aldea. Además de limpiar la calle, de punta a punta de la urbe, también debían asear los canales y separar la basura. Lo hacían con tal desgana que terminarían para el anochecer a ese paso.

—Dicen que el Equipo Siete salió de misión —Kai intentó hacer conversación, esperaba que una charla afable hiciera más llevadero el trabajo y estimulara al grupo.

—Un viejo pescador que se perdió por borracho y pidió que lo regresaran —Añadió Okada, el chico de maneras refinadas. Ambos siguieron barriendo, sin levantar la vista—. Los vi partir ayer por la puerta principal.

—Iruka-sensei es un imbécil… —Concluyó Musashi, el irrespetuoso miembro de un clan fundador, pero irrelevante.

Okada y Kai miraron con desagrado a su compañero, no podían comprender esa falta de respeto. Musashi siempre pensaba en otro canal, era raro, disociado; estaban hablando de la buena fortuna de otro equipo y la interesante misión que obtuvieron, y el muchacho de alguna manera relacionó esa situación con algún rencor guardado a su antiguo mentor. Kai estaba por reclamarle cuando Musashi continuó:

—Los equipos los eligió él…

—En base a nuestras capacidades Iruka-sensei formó equipos balanceados —objetó Kai—, por eso el inepto de Naruto está en el mismo equipo de Sasuke, el Equipo Siete. No culpes al profesor Iruka de tu mala suerte o tus capacidades.

—¿Y por qué no fueron el equipo uno? —respondió desafiante—. Ya sea si empiezas desde el mejor estudiante o desde el peor, Uchiha y Uzumaki debieron ser elegidos primero; debieron quedarse en el primer o el décimo equipo.

—¿Eso qué importa? —Se quejó Okada, que se recargó en su escoba, aburrido de la charla, aburrido de su vida en general.

—El sensei de ese equipo es el ninja de los mil jutsus —Musashi continuó, con aire misterioso, disfrutando el desconcierto en el rostro de sus compañeros—. El Equipo Diez y el Equipo Ocho también fueron amañados.

—No, a ver, ¿quién mierda es el ninja de los mil jutsus? —preguntó Okada, confundido—, ¿y por qué estás metiendo a los demás equipos? No te sigo.

Los gritos de una anciana cortaron la conversación. La señora había solicitado personalmente el servicio a la Mansión Hokage, y por ello esperaba que los genin trabajaran de manera diligente y sin hablar. Como a mulas rebeldes, los arreó para que se dieran prisa y terminaran la labor de manera eficiente, a tiempo, aunque lo hicieran de mala gana. De un extremo al otro de la aldea, el Equipo Cuatro no tuvo descanso hasta que la vía quedó limpia y con los canales de desagüe libres de hojas y excrementos de perro. Gracias a la presión de aquella señora pudieron sentarse a la sombra, a descansar, a beber té y comer oniguiris al calor de la media tarde.

—Gracias por la comida —Después del primer bocado y el primer sorbo, Kai se sintió con ánimo de hacer hablar a su compañero—. Musashi, síguenos contando del ninja de los mil jutsus.

—No sé mucho, pero entiendo que es muy fuerte. Tiene sentido que el sensei más fuerte entrene al genin más prometedor, y ese es Sasuke.

Aquel día Musashi estaba particularmente ido. Su hablar parco, que en otro momento se agradecería, ahora resultaba frustrante. Además, todavía no había explicado el insulto dedicado a aquel maestro que los trató por tantos años con amabilidad. Enfadado con el loquito, Okada se animó a reclamar:

—¿Y qué si así fue? Eso no te da derecho a hablar mal de Iruka-sensei. ¿Qué es lo que realmente te molesta?

—Somos el equipo de los muertos.

Okada y Kai se miraron, más confundidos aún. Musashi era raro, ya desde que los presentaron se mostraba desconfiado y distante; era como un ave de mal agüero que a todo le encontraba peros. Neurótico, conspiranoico, sacaba información de quién sabe dónde; información que de alguna manera se podía confirmar con el tiempo. No era un mentiroso, pero hacía conclusiones y teorías con datos que simplemente no tenían relación. Con su personalidad negativa, con su apariencia tétrica, siempre usando ropas grises y negras, el infame Karasukage en verdad parecía un cuervo.

—Estamos cansados de tus rumores, Musashi. Nos vas diciendo claramente qué pasa por tu cabeza o te callas y nos dejas comer en paz. —sentenció Kai, el líder por defecto del grupo.

—Konoha tiene interés en Sasuke Uchiha y Naruto Uzumaki… —insistió con su tono críptico. Sacudió la cabeza para acomodar el grasoso fleco negro que siempre le cubría el ojo izquierdo—. Los quieren por su potencial oculto.

Okada y Kai negaron con la cabeza, incrédulos ante las tonterías de su compañero. Era verdad que Sasuke Uchiha era un shinobi con un gran potencial, pero nadie esperaba nada de Uzumaki, el niño apestado, el rechazado de la aldea. Decidieron dejar en paz a su compañero y seguir comiendo. Musashi, emocionado como detective de novela barata revelando un misterio, siguió contando sus descubrimientos:

—Los Biju tienen gran valor fuera de Konoha. Es natural que no lo sepan, yo me enteré hace poco, pero el desastre que asoló la aldea hace años la causó la bestia que vive dentro de Uzumaki. Es eso, ese chico tiene un gran poder dentro de él.

—Me gusta el relleno de atún, pero me gusta más el salmón con wasabi o chile picado —Kai ignoraba a propósito al conspiranoico, como siempre hacía cuando se ponía intenso.

Okada le siguió el juego y comentó su gusto por los rellenos dulces. El rostro del cuervo se puso rojo, sus ojos parecían salirse de sus órbitas y la vena en su frente palpitó de forma evidente. Estaba haciendo un berrinche contenido; lo hacía siempre que le cortaban la inspiración, cuando esos dos, los únicos seres vivos que le prestaban atención, lo ignoraban. Seguiría con una rabieta y uno o dos días de rencor en forma de retraimiento. Kai, sabiendo lo que estaba por venir, le dio respuesta:

—Está prohibido hablar de eso, animal —Bebió de su té con calma—. Todos los que convivimos con Uzumaki tuvimos que saberlo en algún momento. Otra vez tus padres te ocultaron cosas.

»Es verdad que hay historias de aldeas que alguna vez lograron controlar a una bestia con colas, y eso las hizo poderosas, pero lo que pasó en Konoha no fue un cuento o una leyenda, fue real; la bestia encerrada dentro del bestia de Naruto es diferente, es incontrolable, como una bomba gigante y no se puede utilizar. Eres idiota, Musashi.

—¿Y si se pudiera controlar? —preguntó Okada, por fin interesado en la conversación—. Tal vez por eso dejaron vivo a Uzumaki, tal vez exista una manera. El Hokage es un viejo astuto y puede que tenga la intención de entrenarlo para dominar a esa bestia. Si hay historias de que se pudo lograr, entonces eso sería posible con Naruto. El chico sería valioso, ¿no creen?

—Bien, es posible —confesó Kai, incómodo por tener que darle la razón a su paranoico amigo—, pero no tiene nada que ver con nosotros y no tiene sentido que insultes a Iruka-sensei. ¿No se te ocurrió que hicieron primero los grupos y después asignaron los números por sorteo?

—¿Recuerdan a Hinata? —Continuó el niño cuervo.

—¿Te refieres a la niña rara con pelo de tazón? —preguntó Okada, con sorna en su tono—. Sí, pobrecita, seguro tiene una abuela con cataratas que le corta el pelo, je, je.

—Okada, esa chica no te ha hecho nada, respétala.

—¿Qué hay con ella, Kai? —Okada le devolvió una risa maliciosa—, no me digas que también te gusta.

Musashi y Okada aullaron al unísono antes de comenzar a reír. Había algo que unía al grupo, algo fuerte e inquebrantable que los obligaba a convivir, y eso era la mutua carrilla y guasa entre los integrantes. Era una convivencia tóxica en la que dardos hirientes en forma de palabras llovían a mansalva. En el caso de Kai, los chicos se reían de su mala suerte en el amor. Momo, Reiko y sobre todo Ino, su chica imposible. Los chicos no dejarían pasar cualquier oportunidad para mofarse de su soledad.

—Muy graciosos, cabrones —Kai trató de ocultar su enfado, sabiendo que se reirían más fuerte si descubrían cuánto le afectaba—. Si ya terminaron de reír, par de hienas, deben saber que esa chica no tiene una vida fácil. Tengo entendido que su propio clan la rechazó; no creo que sea correcto maltratar a la persona más indefensa de la aldea.

—Esa información te la dije yo —continuó Musashi, contento de que le escuchasen, contento porque el comentario de su amigo daría peso a su argumento—: Hinata vive con su sensei, Kurenai Yuhi, una kunoichi experta en genjutsu.

»Ahora pongan atención: ¿Por qué le darían a cargo un equipo de ninjas sensores? Hinata Hyuga, Kiba Inuzuka y Shino Aburame; todos con habilidades de rastreo, no tienen relación con su especialidad como kunoichi de ilusiones. Le asignaron ese grupo solo porque es la tutora de esa chica.

—¿Sabes?, no creo que sea tu tipo, Kai —insistió Okada, volviendo a la mofa hacía la soledad de Kai e ignorando la explicación de Musashi—. Momo, Ino, Reiko; todas terminan con 'o' y Hinata termina con 'a'. Lo suyo es imposible, no puedes enamorarte de ella.

—¡Anda a que te den, Okada! —rugió el niño extranjero, incapaz de ocultar su enfado.

El hijo de Nijigakure, el grácil Okada, el genin de la carcajada histérica; perdía su decoro cuando algo le daba la suficiente gracia. Su risa era contagiosa para los oyentes y ofensiva para la víctima de su escarnio. Kai perdió los estribos y ahora tendría que soportar la grotesca escena: largos minutos donde granos de arroz saldrían disparados de la risa desencajada de Okada.

Musashi, irritado por la interrupción, soltó el insulto de siempre para esas situaciones:

—Kai, ya sácasela. Pobrecito, mira cómo está sufriendo.

El punto sensible de Okada era que lo vincularán a conductas vulgares; ya tenía suficiente con las burlas sobre sus preferencias como para que encima lo tacharán de ramplona, de chusca.

—¡Ni que fuera tu madre para que digas esas cosas! Estúpido.

—Ni que mi madre fuera como la tuya, vendida.

—¡A callar ambos! —Kai tuvo que intervenir. Había una línea referente a las familias que prometieron que no iban a tocar—. Musashi, te estás excediendo con Okada, y si no quieres que te sigamos ignorando, deja de dar tantas vueltas y responde lo que te preguntamos. Y tú, Okada, sabes que Karasukage no te lo dijo porque crea que realmente eres así.

—Lo estás sobreprotegiendo, Kai. Algún día su falta de tacto le va a pasar factura. ¿Oíste, cuervo?

—Oído, Okama.

—¡Estúpido!

Ahora eran Kai y Musashi los que rieron a expensas del pobre Okada, quien guardó silencio, indignado; ese insulto en particular le recordaba que sus progenitores tampoco hacían mucho por darse a respetar.

Después de unos momentos para calmarse y beber más té, Musashi, ansioso por volver a ser el centro de atención, continuó:

—El equipo de Ino no fue elegido por sus promedios escolares, los apartaron sus padres; la formación de ese equipo fue premeditada. Los Ino-Shika-Cho son un trío de jonin que tienen cierta fama, y parece que la aldea quiere tener un respaldo para cuando los primeros se jubilen.

—¿Nepotismo, dices? —Kai se rascó la barbilla. Ya no se molestaba en preguntar de dónde sacaba su amigo esa información, el chico tenía sus mañas. Lo que le molestaba es que fuera cierto; tal vez si Hiruka-sensei hubiera sido imparcial, él hubiera podido estar con Ino—. Creo entenderte, fueron apartando a genin con un futuro planeado, aunque con Sakura no creo que aplique lo que dices.

»Pero aún no veo el motivo de tu enfado. ¿Tanto te desagrada estar con nosotros? ¿Por qué dices que somos un equipo de muertos?

—Hicieron una criba y el desperdicio somos nosotros, corazón —concluyó Okada, el más sensato de los tres—. Musashi está diciendo que lo mejorcito de nuestra generación está en esos tres equipos y el resto somos paja. Si me lo preguntas se me hace una tontería, pero bueno, a nuestro loquito le gustan las conspiraciones.

—No es así del todo. Los demás equipos son paja y nosotros estamos por debajo de eso; somos tan poca cosa que ni siquiera pudimos alcanzar una mujer y nos dieron a Okada.

—¡Mira, idiota! —el fastidiado Okada saltó sobre Musashi, que no tuvo tiempo para detener la primera bofetada—. ¡A mí me vas respetando, estúpido!