DISCLAIMER: Idilios Nocturnos es un proyecto colaborativo entre dos autoras del fandom: Domina Mortem y Lenore's Tears. Cada personaje mencionado que no pertenezca a la serie original de Craig McCracken, por lógica es nuestro. Escribimos y creamos por entretenimiento, sin ánimos de lucro para nuestros pobres bolsillos.
Aclaraciones y advertencias:
Headcanon familiar/OoC.
Lenguaje soez/leve violencia.
One-Shot perteneciente a la línea familiar de los verdes con Carter de protagonista.
Escrito realizado entre ambas autoras.
Sin línea cronológica continúa entre episodios del Fanfic.
Butch y Buttercup están en sus 44 primaveras.
Disculpen cualquier error que puedan encontrar en su lectura. Disfruten.
.
.
Punto de quiebre
.
—¡No sé ni para qué hacen todo esto!, ¿¡para qué iban a querer a un hijo tan débil y patético como yo?!, ¡por eso me largué, porque todos ustedes están mejor sin mí!
.
.
No acostumbraba beber café, de hecho, no recordaba la última vez que tomó alguno y menos tan cargado como ese el cual había dejado de humear frente a él. Se mantuvo en silencio, mirando la taza con recelo mientras repasaba la frase corta que en el pasado leyó con cierto orgullo cuando se la obsequiaron: "El mejor papá del mundo" se podía apreciar entre el decorado que sus hijos y esposa mandaron a personificar como regalo para un Día del Padre. Ahora, aquello le representaba una dura y cruel ironía, mas no se atrevió a elegir otra cuando inconscientemente comenzó a preparar la cafetera y al terminar se sentó en la silla, mientras apoyó sus codos sobre la mesa de la cocina muy perdido en sus pensamientos.
El constante zapateo al suelo ya indicaba que estaba nervioso, o mejor dicho, estresado. Las usuales ojeras en su rostro se acentuaron con más notoriedad aunque era cierto que esa última semana había podido dormir un poco mejor que la anterior, cuando pensó que su mundo se iba cuesta abajo al enterarse de que su hijo, su pobre y querido niño, había desaparecido.
Suspiró agobiado sintiéndose más inútil con el paso de las horas. Quiso recordar las palabras de aliento de sus hermanos, de sus cuñadas y las de sus suegros quienes habían sido un gran apoyo para él y su mujer en todo ese calvario, pero nada de lo que les dijeron le sirvió para aminorar el peso sobre sus hombros… sobre su conciencia. Se sentía horrible, similar a ese tiempo tan oscuro que atravesó cuando casi alejó a Buttercup de su lado para siempre, aquella desastrosa temporada en la que ambos se habían dañado y que con mucho esfuerzo comenzaron a reconstruir la confianza que creyeron perdida. Pero ahí estaban, años después, habiendo continuado aún contra todo mal pronóstico. Eran resilientes, ¿no? Todo debía estar bien ahora que lo peor había pasado.
Carter estaba a salvo, estaba en casa junto a ellos como siempre debió ser. No lo habían secuestrado como temió una vez no apareció, pues ese había sido y aún es su más grande temor al comprender que alguien como él tenía demasiados enemigos al acecho y que jamás dudarían en dañar lo que más amaba en toda su caótica vida. Sí, dentro de lo bueno, ningún desgraciado había atentado contra su hijo, sin embargo, ¿no era menos horrible enterarse de que éste había huído por su propia cuenta porque, simplemente, ya no quería saber nada de ellos? Los motivos de su pequeño adolescente de trece años le hicieron abrir los ojos ya que no se trataba de una simple rabieta tan típica de su edad como tampoco lo incentivó la rebeldía. Era mucho más grave que eso… y sentía que todo era su maldita culpa.
Lo buscaron por seis casi siete días sin descanso. Movió contactos y estuvo a punto de acudir a la policía por pura y completa desesperación como último recurso. ¿Qué podían hacer esos oficiales ineptos? Obviamente nada, Butch más que nadie sabía que éstos sólo eran competentes si les daba la gana, lo demás era puro y exhaustivo protocolo, además, no confiaba en ellos. Nunca en su vida lo había hecho, se las arregló por su cuenta la mayor parte del tiempo y así pensó que sería hasta que vivió en carne propia la angustia que sólo un padre podía experimentar al no saber nada de su hijo. Durante esa infernal semana se vio obligado a mantener un temple que por momentos no podía seguir aparentando. ¿Pero qué más podía hacer por su esposa y sus otros dos hijos? Veía como Buttercup estaba inconsolable, abatida y asustada, refugiándose de vez en cuando en la alcoba de Carter con la esperanza de volver a verlo ahí en su cama cuando la obligaban a descansar un poco. Pero era evidente que ella no dormía, no comía y mucho menos actuaba de manera racional, ¿y cómo? Su bebé podría estar en peligro o peor… mucho peor.
Cerró los ojos con fuerza intentando no pensar más en eso. Tuvo que respirar hondo y recordar que la pesadilla había terminado. Carter estaba vivo, entero y con ellos. Sí, quizá en contra de su voluntad, pero su hijo menor estaba en casa y eso era lo importante.
No obstante, ¿cómo superar la tensión y el mal sabor de boca que dejó estragos en la familia?, ¿cómo sería el roble que todos ahí necesitaban cuando él no podía ni mantenerse sereno? El maldito café no le ayudaba en nada, pero no podía dejar de comportarse de manera automática cuando todo eso lo estaba superando. Era un desastre, se sentía un completo fracaso y la culpa no lo había abandonado incluso cuando por fin sintió el calor de Carter una vez tuvo la oportunidad de abrazarlo, luego de saber que su hermano mayor y su cuñada lo habían encontrado.
Volvió a cubrir su cara con sus manos, ¿qué tan patético podía ser un hombre como él al no hallar una solución a las cosas? Veía el fuerte remordimiento atormentando a su hijo mayor, la tristeza apoderándose de su hija menor al no entender lo que sucedía con claridad, pero, sobre todo, compartía la culpa con su esposa por su mediocre crianza.
"—¡SI NO FUERA POR TU GUSTO A UNA VIDA DE MIERDA, SI SOLO YO NO HUBIERA PERMITIDO QUE NOS ARRASTRES CONTIGO, TAL VEZ CARTER SEGUIRÍA AQUÍ…!"
Lo vio en los ojos llorosos de Buttercup cuando le escupió aquello por la desesperación. Su temblor y el miedo mezclados ni siquiera le dieron la oportunidad de responderle. No la culpaba en nada, si su rabia dirigida hacia él le permitía mantenerse cuerda, entonces que así fuera, al final, no decía mentiras. Butch estaba lidiando con las consecuencias de seguir en una vida criminal aunque actualmente fuera bajo anonimato, su gusto insano por la adrenalina y su egoísmo al no querer renunciar a ello le estaba cobrando factura. ¿Cómo se le había ocurrido que sería suficiente con mantener las apariencias para protegerlos?, ¿pues quién protegía a su familia de él mismo?
No estaba resentido con su esposa, no optó por un victimismo cuando su prioridad fue encontrar a Carter, y aún así, hasta en eso falló cuando vio grabada la desconfianza y el rencor en la mirada de su hijo quien prefirió mantenerse callado, ignorando el tormento que su ausencia les había causado a todos.
¿Merecía, entonces, ser recompensado con el título del "mejor papá del mundo" si su hijo ahora lo repudiaba?
—¿¡Pero qué carajos acabas de decir?! —Le gritó con rabia al pelirrojo quien no se inmutó ante su reacción. Ambos hermanos estaban en el despacho del mayor para una mejor privacidad—, ¿¡Propones que mi hijo no vuelva a casa con nosotros luego de que por fin ha aparecido?!
Brick ni siquiera tuvo ánimos de terminar el cigarrillo que había encendido más por costumbre que por verdaderas ansias de fumar, por lo que ignoró cómo éste quedó consumiéndose en el cenicero a la par que el humo marcaba una débil línea divisoria entre él y Butch.
—Por esta noche o por el tiempo que él necesite—recalcó con una expresión lo suficientemente calmada para no dar cabida a malentendidos, aunque, desde luego, por el estado tan errático en el que se hallaba el pelinegro frente a él, eso parecía imposible.
—¡Y una mierda, Brick! —Maldijo airado—, ¡Carter debe venir conmigo y su madre! Si tu esposa cree que es la mejor opción solo porque el niño está cabreado con nosotros, ella puede irse al demonio. Ni Buttercup ni yo permitiremos que opinen al respecto y mucho menos que tomen las decisiones, ¡no es un puto cachorro desamparado buscando nueva familia, maldito infeliz, se trata de mi hijo!
—Sólo escúchate—respondió sin perder serenidad—, aún a estas alturas sigues dejándote llevar por tu enojo sin ver la situación como realmente es. Esto ni siquiera fue idea de Blossom así que puedes ahorrarte tu jodido desplante contra ella—advirtió tomando una postura desafiante antes de seguir hablando—. Si tan solo dejaras de pensar en ti te darías cuenta que esto fue a petición del mismo Carter, ¿o es que no se te ha ocurrido preguntarle a él directamente lo que quiere?
—Es un niño que escapó y se expuso estúpidamente al peligro, ¿crees que está en condiciones de saber lo que quiere? Tú podrás darle cuanta libertad quieras a tus hijos pero en cuanto a la crianza de los míos no debes meterte—soltó Butch entre dientes, conteniendo los deseos de golpear a su hermano.
—Es un niño ignorado por sus padres aún en estas condiciones—corrigió mordaz, sin importarle el ataque que pudiera ganar por decir aquello—. Está dolido y lo peor es que lo sabes muy bien. Aún así, prefieres forzarlo para que ustedes se sientan mejor. Si sigues pasando por encima de él, a la próxima no te aseguro que lo encontremos.
—¡Oh, cierra la puta boca! Aborrezco tus jodidos aires de superioridad como si tú fueras el padre perfecto. ¿O es que quieres resguardar a mi hijo para compensar lo inútil que fuiste cuidando al tuyo?
—¿Atacando para ocultar tu propia basura?—Brick sabía a la perfección que su hermano estaba actuando así por su estrés y aquellas palabras salían por mero desahogo, pero no por eso le dolió menos. Aún así, no era momento de comenzar una pelea, quería ser más empático y podía lograrlo al haber estado tan preocupado por su sobrino como todos, sin embargo, condescendiente era algo que no era. Finalmente se limitó a soltar un suspiro, hastiado—. Ninguno aquí ha sido el padre del año, ni por asomo, y por más que quieras descargar tu frustración golpeándome o echándome en cara mis errores no tienes derecho a exigir cuando fue por este comportamiento que terminaron alejando al niño… Se trata de mi sobrino, gran imbécil, pero si no eres capaz de aceptar que se quede en mi casa cuando te lo he pedido bien, entonces ve tú mismo a arrastrarlo fuera y así agregues más resentimientos que solo te servirán para terminar de fracturar la relación con tu propio hijo.
Se retaron por unos segundos en silencio, uno intentando buscar en el otro la comprensión de su postura, pero lo cierto es que la de Butch no era una simple exageración de su temperamento cuando solo era una respuesta a sus preocupaciones. Desde luego no quería que Carter lo terminara odiando para siempre al no obedecer su voluntad, pero tampoco quería volver a alejarlo.
—No lo entiendes, Brick—suspiró, rindiéndose ante la fatiga de esa discusión que ya se había prolongado demasiado—, se fue porque pensó que no nos importaba… si ahora lo dejo con ustedes le haría creer que no se equivocaba y terminaría de confirmarlo.
—Necesita su espacio, tampoco te estoy pidiendo que nos cedan la custodia. Ha sido un día agotador, al menos se ha abierto con nosotros, así que saquemos ventaja de eso y te aseguro que ya tendrán tiempo para que ustedes puedan resolver las cosas con él. Solo será esta noche, mañana temprano podrán verlo cuando todos estén más tranquilos.
Tuvo que meditarlo por unos segundos en silencio, apreciando en algún punto los vestigios del tabaco impregnado en el ambiente, el cual sirvió para recuperar un poco de control en su estado con sus sentidos. Finalmente asintió casi en trance, aturdido pero dando su permiso con resignación. En el fondo, Butch sabía que eso era lo mejor, pero, ¿cómo tranquilizar a un padre que lo único que quiso todo ese tiempo era volver a tener a su niño de regreso? Con pesar se retiró de la casa de su hermano mayor junto a Buttercup quien asumió compartía su sentir, aunque en esos instantes no podía asegurarlo cuando no había tenido las fuerzas para confirmar el estado en el que se hallaba su mujer. Quería, de verdad, ser el apoyo que todos merecían, pero, ¿siquiera se había detenido a analizar su propio estado emocional? Estaba exhausto, incapaz de procesar con claridad las cosas y no fue hasta que se encerró en su taller para estar a solas una vez llegaron a su hogar, que pudo reflexionar sobre la postura de Carter.
Esa noche, aunque ya tuviera la certeza de que su hijo mediano estaba protegido y por ende pudiera despejar su cabeza de horribles escenarios, tampoco pudo dormir.
Desde entonces y hasta el presente, las cosas habían continuado tensas en su hogar. Carter los resentía y razones de sobra había. Se rehusaba a hablarles más allá de monosílabos o frases cortas, también limitaba la convivencia con todos ellos. Se estaba aislando y temió que eso empeorara pues lo que antes pudo ser un comportamiento usual en un adolescente, ahora sabían que no era normal tratándose de él.
Por supuesto, ¿cómo no pudieron verlo? Carter no era como su hermano mayor y mucho menos como sus padres quienes estaban bien teniendo sus propios momentos de privacidad. No era alguien reservado, a decir verdad, poseía demasiada energía como una personalidad aunque impulsiva, bastante animada. Le gustaba rodearse de las personas de su total confianza, pasar tiempo con éstos y meterse en problemas por su carácter naturalmente explosivo. Era ingenuo en muchas cosas, lo que lo alejaba de ser alguien malicioso pues al mismo tiempo poseía una nobleza única. Entonces, ¿cuáles debieron ser las causas que lo llevaron a desaparecer? Siendo alguien franco y activo, ¿cómo un día tomó la decisión de abandonarlos?
Fue así que el hombre de cansados ojos verdes entendió que habían asumido mucho por el menor. Dejar de tratarlo como un niño, comenzar a ser más estrictos con él sin suavizar las cosas… Sí, ahora podía verlo, con su taza ya fría de ese café tan desabrido, aceptaba toda la responsabilidad.
Sus notas estaban bajando, antes de las vacaciones de primavera, la escuela ya los había convocado a innumerables reuniones para discutir no solo el preocupante rendimiento académico de Carter, sino también su cuestionable conducta de meterse en confrontaciones con compañeros problemáticos y profesores nada indulgentes. Al ser un colegio privado de buen nivel, los costos de la inscripción al iniciar cada ciclo escolar no eran para nada baratos, por lo que él no podía darse el lujo de reprobar materias sin que sus padres soltaran una buena cantidad para pagar las tutorías extras que le ayudarían a aprobar y supuestamente le aseguraría así su lugar para el siguiente año. Con los costos elevados por su mal desempeño en las clases, desde luego que no iba a tener contentos a Butch ni a Buttercup y bajo la visión de todo padre invirtiendo en la educación de sus hijos, esperaban que éste se enfocara en sus estudios y no en peleas antes y después de los recesos.
Sin embargo, para Carter poco le importaría la perspectiva de sus padres cuando sus estados de ánimo no le permitían concentrarse. ¿Qué valor tendría la escuela si al mismo tiempo estaba lidiando con el sentimiento de inferioridad, la frustración y la ansiedad? Para el joven pelinegro significó un cúmulo de malas rachas en las últimas semanas que lo terminaron de cansar.
Generalmente, Allan solía hacerle bromas pesadas, pero con esta última las cosas se salieron de control. Carter, tan nervioso y asustadizo como era, no había podido descansar adecuadamente las noches anteriores antes del desastre. La sensación de sentirse observado y supuestamente acechado por algo gracias a las insinuaciones de su hermano mayor, lo llevaron a no dormir. Consecuente a ello, tampoco pudo rendir en los entrenamientos, especialmente en aquella importante prueba hecha por su padre y tíos que una vez al mes tenía al lado de sus primos.
En antaño, la habitación de simulación de batallas había sido una propuesta del Profesor Utonio para ayudar a sus hijas a desarrollarse como superheroínas, actualmente, no lejos de su objetivo inicial, se convirtió en un espacio útil para un análisis en los poderes de cada uno de los nietos. Sin falta, como era ya una bien definida rutina, se estaba llevando a cabo la contienda del mes, y dentro del cuarto especializado, entre las ruinas de una destruida ciudad genérica, se encontraban cuatro jóvenes agotados y heridos en lo que parecía ser los escombros de un antiguo local de neumáticos.
—¿¡Qué demonios pasó allá afuera, Carter?! —gritó Carmilla quien no se contuvo de propinarle un fuerte puño en el hombro—, ¡casi haces que nos acaben!
Su respiración como la de los demás a causa de haber huído tan abruptamente seguía siendo irregular. Pero aquello no le impidió reclamarle a un aturdido pelinegro que ni siquiera tuvo los ánimos de devolverle el puñetazo a su prima.
—¿¡Por qué te adelantaste, enano idiota?! —esta vez fue su hermano quien lo confrontó—, ¡habíamos quedado en seguir el maldito plan!
—Yo… pensé ver a mi tío Boomer con la guardía baja… ¡Él e-estaba distraído, lo sé!
—¿Eres pendejo? —Insultó Allan sin miramientos—, ¿¡ya se te olvidó que la táctica del tío es precisamente fungir de señuelo?! ¡Y tú caíste directo en su clásica trampa!, ¿¡no aprendiste nada cuando tuvimos ese primer nivel con él?!
—¡Y por si eso no fuera suficiente al exponer nuestra posición con tu estela nos hiciste el blanco perfecto para tu papá! —Continuó la pelirroja—, ¡nos costó acercarnos!, ¡estábamos a unos metros de la meta y del último listón!
—¡Bueno ya, maldición, lo siento! —Exclamó el de ojos verdes sintiéndose agobiado por los reclamos—, ¡no creí que fuera una mala idea lo que hice, sólo pensé ver una ventaja y la quise tomar!
—¡Pues no pienses, aparentemente no lo haces nada bien! —dijo con rabia la joven, tomándolo del cuello de su traje de entrenamiento en un arrebato por su frustración. Acto seguido, Carter se zafó con brusquedad, enojándose por las palabras hirientes de la chica.
—¡Yo estoy haciendo mi mejor esfuerzo! —se defendió.
—¿Ah sí? —cuestionó con mofa mientras se cruzaba de brazos y lo barría con la mirada de arriba a abajo. Su primo quiso poner los ojos en blanco, pues odiaba cuando ésta se ponía en esa postura tan altanera—, nos has estado retrasando desde que comenzamos la prueba, ¡de hecho, por tu culpa mi papá logró sabotearnos la última vez!
—Silencio—pidió Aidan, hablando por primera vez en todo ese rato, pues más estuvo ocupado analizando las nuevas opciones para el contexto actual—, si continúan elevando la voz, nos volverán a encontrar.
—¡Esto es injusto! —susurró Carmilla a su hermano mayor—, ¿¡cómo puedes estar tan tranquilo cuando estuvimos a punto de acabar con la prueba en un tiempo record!, ¡era la oportunidad perfecta!, ¿no estás ni un poco enojado que este idiota arruinara tu plan?
—Estoy… irritado, pero no ayudará en nada si me quejo también. Ahora debemos pensar en cómo cambiar de posición, este lugar no es más seguro que el anterior.
—Olvidalo, Aidan—habló Allan con fastidio—, hemos agotado nuestras posibilidades, aquella táctica era la última. Estamos jodidos, ¿siquiera te estás viendo? Con dificultad has volado hasta aquí luego del impacto que mi papá te dio con su embestida.
—Podemos pensar en algo, sólo necesito un poco de tiempo…
—¡Agh, todo iba tan bien pero tú tenías que cagarla! —le gritó Carmilla a un preocupado Carter luego de notar como su primo mantenía su mano derecha presionando en su costado.
—¿Aidan? —Preguntó el menor, ignorando por completo a su prima—, ¿estás bien?
—Seguro es una contusión, descuida—sin embargo, antes de que pudiera seguir disimulando por el bien de su equipo, al volver a ponerse de pie, un gesto de dolor en su cara lo delató mucho antes de poder darles la espalda e iniciar con un rastreo de la zona. Por supuesto, Allan se había adelantado para comprobar el estado real de su herida con su visión de rayos X.
—¡Carajo, tienes dos costillas rotas!
—Se regenerarán…—soltó el mayor, restándole importancia.
—¿¡Con qué energías?! —Preguntó molesto y a la vez preocupado el de larga melena, a lo que Carter no evitó ponerse en pánico al oír aquello.
—Aidan yo no quería…
—¡Cierra la puta boca! —lo calló Allan, hastiado y verdaderamente colérico—, ¿¡Ves lo que causas, imbécil?!
—¡Tenemos que parar la prueba así no puedes continuar, activaré la señal del brazalete y…!
—¡Ni lo pienses, Carmilla! —la detuvo su hermano—, no es para tanto… debemos continuar.
—Tu hermana tiene razón—pronunció el pelinegro mayor en lo que lo ayudó a levantarse y servirle de apoyo, no sin antes asegurarse de mirar mal a Carter como una forma de reproche—, a estas alturas no tenemos nada a nuestro favor.
—Maldita sea, no pueden rendirse tan pronto—soltó el pelirrojo notoriamente frustrado—, estuvimos repasando nuestras tácticas durante este último mes, aún hay oport… ¡Mierda!
Mas no pudo terminar su oración cuando un agudo dolor lo hizo perder el equilibrio apenas avanzó unos pasos.
—¡Aidan! —gritaron los otros tres al unísono, pero éste difícilmente podía responderles algo para tranquilizarlos. El golpe había sido más severo de lo que creía y fue en ese instante cuando Carter supo que su descuido no sólo les había costado la ventaja en la batalla.
—¡Esto es tu maldita culpa, estúpido! —le reclamó Carmilla con la ira incrementando en su tono—, ¡tú y tu estúpida necesidad de llamar siempre la atención!
—¡Yo no quería que las cosas salieran así!
—¿¡Esa es tu excusa de mierda?! —Le siguió Allan al empujarlo con desdén luego de ponerse frente a él una vez Aidan prefirió apoyarse en uno de los anaqueles vacíos del escondite, sin las fuerzas suficientes para detener la pelea entre sus primos y hermana—, ¡por una puñetera vez en tu vida deja de comportarte como un jodido mocoso!, ¡tu idiotez le costó dos putas costillas rotas a Aidan!
—¡Lo sé y lo siento mucho, es solo que…! —pero tampoco pudo terminar su explicación cuando un temblor los hizo girar hacía una misma dirección y olvidar así la discusión. Los vellos de sus nucas se erizaron tan pronto cuando escucharon el derrumbe a unos cuantos kilómetros. Los habían encontrado.
No tuvieron tiempo de reaccionar cuando una avalancha de escombros fue alzada por el concreto elevándose a modo de ola. Frente a ellos, una nube de polvo se extendió junto con los enormes pedazos de partes de autos, árboles y señales de tránsito. Todo había ocurrido tan rápido, que por más que hubieran podido escapar volando nuevamente, no habrían despegado con éxito porque el cielo se había llenado de enormes pedazos de edificios cayendo sobre ellos. Estaban rodeados por todos los flancos.
—¡Cuidado! —Carter escuchó la voz de su hermano mayor siendo ahogada por el repentino caos. Su visión había quedado limitada entre tanto polvo levantado que apenas pudo cubrirse la cara con sus brazos. Aún así, la fuerte rafaga que había movilizado todos esos escombros lo terminó por lanzar hacía unos cables de luz que lo atraparon como si de una red de telarañas se tratara. Y ahí, enredado entre los postes, fue testigo de cómo una viga iba hacía su dirección.
Con dificultad utilizó su visión láser para partir en dos aquella viga que terminó liberándolo de los cables por una fracción de segundos, sin embargo, los restos de los postes terminaron impactando contra un hidrante de agua cercano. Carter sintió entonces una dolorosa descarga eléctrica por todo su cuerpo debido a los cables rotos de la luz que no estaban aislados de la torrente de agua.
Aturdido, apenas pudo alejarse de la zona peligrosa aún con los calambres musculares involuntarios. No obstante, el olor a piel chamuscada lo hizo detenerse un momento antes de mirar como parte de sus brazos y piernas presentaban alarmantes quemaduras. Respiró hondo y se escondió cuando a lo lejos divisó una estela azul, seguidas de una roja y una verde. Tragó en seco, tratando de no pensar en el dolor y agradeciendo que su regeneración actuara más rápido que la del resto, aunque eso le trajera de nuevo a la memoria que Aidan no estaba bien.
Desesperado, quiso seguir buscando a su hermano y sus primos, y haciendo caso omiso a los consejos que su madre o sus tías le habían dado en una ocasión justo para casos como este donde estuviera mal herido en un contexto crítico, decidió regresar para buscar a su equipo.
—¡Carmilla!, ¡Aidan! —gritó con el riesgo de ser escuchado por sus contrincantes—, ¡Allan!
—¡Carter! —escuchó como respuesta la voz de su prima—, ¡espera, no te acerques!
Pero antes de que pudiera retroceder, un fuerte rodillazo en su estómago lo sofocó por unos segundos, mientras que el resto de su cuerpo impactó contra la pared de ladrillos de otro negocio en ruinas. Cuando se recuperó a duras penas, frente a él se extendía la imagen de su tío Brick, observándolo con esa gelidez que acostumbraba tener en los entrenamientos, una mirada que sin falta había intimidado a Carter muchas veces en el pasado pero que, ahora, le representaba un agobio porque el peso de sus decisiones finalmente comenzaban a afectarle.
Carter no quería sentirse débil, con miedo, ni mucho menos subestimado. El plan de su primo había sido perfecto, pero a costa de su poca participación en el mismo. Desde la primera vez que lo escuchó supo que nadie de su equipo confiaba en él por lo imprudente que había sido en las anteriores pruebas. Aidan no era tan hiriente como su hermano, pero tampoco le había dado la oportunidad de enmendarse, de mostrarle que podía serle de utilidad. Por eso tomó la decisión de probarse así mismo y por eso había terminado así; mal herido, con su equipo en iguales o peores condiciones y con los orbes rojizos de su tío, evaluándolo con rigidez.
Sintió entonces impotencia, una que lo hizo enfadar y gritar con toda su ira acumulada para evocar un arranque de adrenalina, quizá el último que le quedaba. En su desesperación fue contra el pelirrojo mayor con la intención de luchar uno a uno. Sí, no estaba pensando con claridad, Carmilla bien se lo había dicho y tal vez por eso se sintió peor cuando vio como era tomado del cuello y un puño impactó en su rostro, volviéndolo a estrellar contra el suelo.
Equivocación tras equivocación…
Entonces, la contienda finalizó cuando de los altavoces se escuchó la alarma que marcó una sesión fallida más.
—¡Deja de atacarlo, Carter! —oyó la voz de su prima a lo lejos, ¿estaba más cerca? No lo sabía con exactitud, pero ni así se detuvo cuando se levantó y voló hacía su adversario—, ¡ya basta, la prueba ya terminó, ya ha sonado la alarma! —lo interceptó Carmilla, interponiéndose entre él y su padre.
—¡Muévete, no es verdad, aún puedo luchar!—La preadolescente parpadeó impactada aunque su expresión cambió a una de total fastidio.
—¡Se acabó, te estás portando como todo un bruto!, ¡deja de avergonzarnos a todos!
—Carmilla, cállate—habló su padre a modo de advertencia a sus espaldas. Pero era tarde, por la cara de Carter, aquello había logrado calar en lo más hondo de su cabeza.
—¿¡Y TÚ QUÉ VAS A SABER, PERRA?! —Su grito hizo eco por todo el lugar, el cual poco a poco iba desapareciendo hasta quedar en una enorme sala vacía.
—¿¡Perra?! —se ofendió la de ojos rojos.
—¡Sí, eso dije!, ¡eres una completa perra, Carmilla, y puedes meterte tu vergüenza ajena por el puto culo! —No se quedó solamente en ofensas cuando él estuvo dispuesto a comenzar una pelea en la que, objetivamente, ninguno de los dos podría ganar por los humores ofuscados.
Desde luego, las intenciones quedaron ahí, especialmente cuando Carter sintió como era jalado por el hombro para ser girado con brusquedad y enfrentar el duro semblante de su padre. Todo rastro de enojo y violencia desapareció tan pronto se encontró con la mirada oscura de Butch.
—Papá…—susurró inhibido mas no pudo seguir viendo la decepción en su expresión cuando terminó con su vista y cuerpo al suelo por la sorpresiva y dolorosa bofetada que el adulto le había propinado. Por acto reflejo sujetó su mejilla, incrédulo ante la acción de su padre a quien miró con terror. Esa había sido la primera vez que lo había golpeado con saña sin la excusa de los entrenamientos…
—Deja de dar tan penoso espectáculo—su regaño no era tampoco en un tono usual, pues Carter detectó en el semblante del mayor un atisbo de desdén. Aquello le dolió aún más que la cachetada—. Tu pobre desempeño ha hecho que el resto de tu equipo no solo perdiera, sino que también salieran heridos. Desobedeciste el protocolo de los entrenamientos y te has atrevido a seguir buscando pelea cuando la simulación ya había terminado—luego, se dirigió a su otro hijo y a su sobrina, pues Aidan había sido llevado por Boomer para ser atendido cuanto antes por los primeros auxilios de su madre—, ¿todavía creen que esto es un juego el cual tienen que ganar?
—Papá…—habló Allan, con un tono inseguro pero sintiendo la necesidad de decirlo de todos modos—, intentamos detenerlo antes pero él no escuchó y…
—¿Te pedí que me dieras excusas? —cuestionó sin dejar su semblante a lo que también lo hizo callar cohibido, luego volvió a dirigirse a su hijo menor—, en verdad no sé qué carajos ocurre contigo, pero de seguir así te prohibiré seguir en el régimen de entrenamiento. Por lo visto es demasiado para ti.
—¡N-no, y-yo…!
—Ni llores—lo frenó en seco, cuando en las cuencas del menor se empezaban a acumular lágrimas de frustración—, esto no es algo que deben tomarse a la ligera. En un ataque real ya estarías muerto por esa tendencia tuya de atacar primero. Si no puedes asumir seriedad en una batalla, entonces no mereces ser peleador. Tu falta de respeto por todos y por tu propia vida me tiene harto. Ahora, largo todos a las revisiones, atiendan sus heridas y reflexionen sobre lo que pasó.
Carter no se atrevió a seguir mirándolo a la cara, ni siquiera a su tío quien también salió en silencio por la puerta de evacuación seguido de su prima quien seguramente había sido amenazada con la mortífera mirada rojiza de éste para que no continuara discutiendo. De pronto, sus puños magullados, con las quemaduras aún en recuperación, fueron empapadas por las lágrimas que ahora sí podía permitirse soltar, aunque tuvo que acallar sus sollozos cuando la voz de su hermano mayor le susurró un rencoroso "Eres un inepto" para también dejarlo atrás.
Error tras error… Desplante tras desplante…
Sí, ya no había razones para seguir decepcionando a todos.
.
.
Butch destensó su cuello, haciendo movimientos de lado a lado para darse un poco de valor. No podían continuar así, arriba, Buttercup seguía consolando a Desirée luego del nuevo desquite de su hermano. Entonces subió con pesadumbre las escaleras para ver cómo su hija entre sollozos le preguntaba a su madre por qué Carter la trataba así.
—Yo no le hecho nada malo, ¿por qué me grita tan feo, mami? Yo sólo quería animarlo, ya no me deja entrar a su cuarto. Ya no quiere ver la televisión a mi lado y tampoco juega conmigo—contó lo que su llanto le permitía decir antes de sufrir otro ataque de hipo que su esposa controlaba con leves palmadas en su espalda al estarla abrazando—. Dice que lo deje en paz y luego me acusa de ser la favorita de todos ustedes, que ni debería estar llorando porque me lo dan todo, ¿eso no es cierto, verdad, mamá? Yo le dije que lloraste mucho cuando él se fue y que Allan también lo extrañó mucho. No me quiso creer, me empujó y me cerró la puerta en la nariz.
—Mi princesa hermosa—luego la apretó más contra su regazo, Butch supo identificar que aquello le estaba doliendo a Buttercup por la forma en la que, con mucho cariño, quitó las lágrimas del rostro de su niña, para darle un confort comprendiendo así sus sentimientos—, lo que hiciste fue muy valiente y un acto de amor muy noble. Pero en estos momentos tu hermano necesita su espacio, todo lo sucedido lo tiene muy triste y enojado… Entonces, no sabe cómo reaccionar. Él no ha dejado de amarte como su hermanita adorada, solo quiere estar un tiempo a solas.
La pequeña asintió atenta a la calidez con la que su madre le explicaba las cosas, impuesta a confiar en la protección de ésta como de su padre, a quien en un rápido ojeo lo encontró mirándolas en el marco de su puerta.
—Papi…—lo llamó para que las acompañara, cosa que él hizo sin pensarlo dos veces—, no quiero que Carter esté enojado con nosotros por más tiempo.
Entonces Butch le acarició la cabeza, hincándose para quedar cara a cara frente a ella.
—Hablaremos con él, esto es poco a poco y de mucha paciencia, mi pequeño pepinillo—luego le dedicó una rápida sonrisa al escucharle decir aquel antiguo apodo que tanto le decían cuando era más pequeña—. Te prometo que esto se solucionará, ¿de acuerdo?
¿Cuántas promesas iban?, ¿esa la cumpliría al menos? Aún así, para Desirée quien todavía confiaba en sus padres, funcionó a la perfección para que su llanto fuera aminorando, de esa manera no tardó mucho en quedarse dormida por las constantes caricias de su madre y el dulce beso de su padre en sus manos que la relajaron completamente.
Analizó el semblante de su esposa; cansada y decaída, mientras ambos salían para dejar dormir a la menor. Aquel día había sido uno cargado de emociones, un fin de semana lleno de intentos para reconectar con el mediano de sus hijos.
Ahí, en medio del pasillo, ambos se quedaron de pie sin saber cómo proceder ahora. Butch se mantuvo de brazos cruzados, recargado en la pared y Buttercup en la otra justo delante de él.
—¿Qué demonios estamos haciendo?—se atrevió a romper el silencio, con una voz muy baja—, se supone que somos los adultos aquí y no hemos podido hablar bien con nuestro hijo. No podemos presionarlo pero tampoco podemos permitir que se encierre. Sinceramente temo que un día de estos volvamos a despertar y no lo encontremos de nuevo… Eso ha estado rondando por mi cabeza en todo este tiempo y ya no puedo más, Buttercup…
—Te comprendo—bufó luego de soltar un respiro largo y habiéndolo tomado de los hombros para que la viera—, no es fácil acercarnos a él cuando sabemos que somos los principales causantes de su enojo y más con la culpa a nuestras espaldas… Pero, debemos intentarlo, tratar de solucionar las cosas, no será simple o rápido. Carter nos necesita y así como le hemos brindado su espacio, también es momento de mejorar nuestros lazos con él… Porque ambos estamos seguros que no queremos perderlo de nuevo.
Él cerró sus ojos, apreciando el tacto femenino sobando sus brazos a lo que él la abrazó por la cintura para acercarla más y oler así el shampoo de su cabello mezclado con la menta natural de su esencia.
—Perdóname—susurró luego de unos minutos, llegando a la conclusión que nunca se había disculpado cuando todo ocurrió—, no he sido el hombre que todos esperan de mí. No he sido un buen padre y definitivamente no he sido un buen esposo. No es la primera vez que quieren alejarse porque lo he arruinado, pero no quiero hacerles daño…
—No puedo permitir que te eches toda la culpa cuando he fallado contigo—siguió ella con una voz quebrada—. Lo que sucedió con nuestro hijo es grave y como respuesta sentimos el corazón en la mano porque sabemos que pudimos hacerlo mejor, que tal vez pudimos evitarlo… Lo que nos queda ahora, mi amor, es aprender de esto para no seguirles fallando—juntó su frente con la de él mientras sus manos tocaron su rostro. Butch pudo sentirse vulnerable, por primera vez en muchas semanas, no tenía que mantener una fachada estoica—. Aún con todo, jamás me arrepentiría de amarte y sé que nuestros hijos te adoran con el corazón…
—Ni siquiera me ha mirado a los ojos—soltó con la voz entrecortada, posando sus manos por encima de las de Buttercup, las cuales aún estaban en su cara—, lo escucho llorar, en las noches, ahogando sus sollozos cuando antes no tenía porqué hacerlo. Cuando se sentía triste yo era el primero a quien acudía para que lo consolara y ahora… Ahora me evita. Tú eres su madre, lo entiendes mejor que todos aquí, siempre has sabido cómo guiarnos así que tengo la certeza de que estarán bien pero… yo, ¿qué carajos me sucede?, ¿qué demonios le hice a mi niño?
Su cuerpo se tensó y Buttercup lo abrazó con fuerza una vez más para calmarlo. Los indicios de una próxima crisis lo aturdieron tan pronto cuando oyó la firme voz de su compañera, no con una respuesta qué ofrecerle, pero sí con ese mantra que siempre lo traía de regreso en casos como este. Entonces sintió las mejillas húmedas de su esposa y duraron así unos buenos minutos hasta que ella volvió a hablar.
—Carter te ama, mi amor. Te adora y admira con el alma, lo sé y sé que lo sabes también, he ahí la culpa de haberle fallado y es un sentimiento que puede carcomer peor que la ira. Sin embargo, para mí no eres un mal papá, lo intentas, te esfuerzas por darles todo y sé que si te muestras realmente arrepentido con él, Carter lo entendería… Eso siendo optimistas, ya ves, parte de tener hijos, es dejar de ver tu reflejo en ellos.
Asintió dándole la razón. Eso era cierto, después de todo, Carter era el más noble de todos y por esa mala costumbre de asumir por él, es que se había torturado así mismo con la idea de que éste lo despreciara para siempre. No era rencoroso, sólo estaba perdido, sintiéndose desprotegido y Butch comprendió que ya era tiempo de volverlo a atender, de disculparse como era debido y como siempre tuvo que ser.
—Tú eres mi fortaleza, vida mía—dictaminó en un suspiro, ya calmado por tenerla junto a él—. Ayúdame a solucionar esto… Hablemos con Carter, es hora de que seamos sus padres, los que él merece.
Y con esa complicidad en sus miradas, viéndose mutuamente para darse el impulso que necesitaban, unieron sus labios en un corto pero reconfortante beso el cual les permitió tener muy presente ese apoyo que aún había entre ellos y que, sin duda, su hijo apreciaría para él también.
.
.
.
.
Observó la pared, en silencio, sin desviar su pupila de aquel afiche de Megadeth colgado. Analizó con atención cada detalle, desde los autógrafos de los integrantes junto a las guitarras emblemáticas, como la segura expresión de Dave Mustaine, el líder de la banda. Sus ojos se pasearon por la imagen, sobre todo en las caligrafías poco elegibles donde una destacaba más que las otras, una con su nombre en dedicatoria. La sonrisa tenue que se había plasmado en su rostro, ante el recuerdo intrusivo de su yo de diez años conociendo a su grupo favorito a lado de las personas que más amaba en el mundo, desapareció. La expresión jocosa se transformó en una de tristeza. Entonces, chasqueó la lengua, cambiando de posición para no contemplar aquel regalo, mismo que fue dado por sus padres.
Se arropó de cuerpo entero, sólo para soltar el aire que tenía contenido y destaparse cuando el sofoco empezó a superarlo debido a las altas temperaturas. Era una primavera calurosa, mas con el aire acondicionado encendido, Carter creyó que el frío sería perceptible. Volvió a moverse otra vez con ira, arrebatado, como si sus movimientos pudieran esfumar el cúmulo de pensamientos que lo abordaban. Estaba afligido y decepcionado, ¿consigo mismo, quizá? ¿Con las personas a su alrededor? Lo cierto era que se encontraba en un estado donde no era consciente de sus propios ánimos por mucho que experimentara algunas emociones predominantes. Podría ser ira y desilusión, o agobio y cansancio, o simplemente culpa.
Le fue inevitable no agudizar los oídos cuando percibió la voz infantil y llorosa de su hermanita luego de su desplante. Tan ofuscado como se hallaba en dicha temporada, había optado por agarrarla del brazo para sacarla de su habitación con fuerza, ignorando sus tentativas de compartir más tiempo como era usual en ambos y, lastimándola en el acto. No fue su intención cerrarle la puerta en la cara aun con sus súplicas; sin embargo, con Carter a la defensiva y sus sentimientos desbordantes, poco era el autocontrol del puberto. Dejó de prestar atención cuando las lágrimas silenciosas empezaron a correr con sus mejillas por los alaridos ajenos, dentro de todo el enojo que pudiera estar viviendo, la empatía hacia Desirée lo hizo sentir fatal por sus acciones.
Ella no tenía la culpa, ella no le había hecho nada malo, mas le era inevitable no relacionarla como una de las causantes de su huída, como aquella que llegó para demostrarle cuán insuficiente era, cuán estúpido lo veían y que jamás lo amarían como "a aquel deseo hecho realidad". Un nudo, un peso, se instaló en su pecho al ubicar con sus ojos el paquete de papas que le había traído como invitación a una tarde juntos. A esas alturas, el de iris esmeralda estaba cansado de seguir arruinándolo.
¿Cómo lo que creyó una solución para los demás terminó siendo el calvario de cada integrante de su tan preciada familia? ¿Cuánto de su juicio fue nublado por el enojo y resentimiento momentáneo? ¿Cuántos fueron en realidad amargos desplantes? Carter suspiró, hundiéndose entre sus pensamientos y memorias.
Inició como una broma, o más bien, muchas bromas, llenas de humor ácido que empezaron a incomodarlo, pero que, en su afán de no parecer delicado o un llorón como solían llamarle, se las fue aguantando hasta que no lo resistía más y reaccionaba con ira y frustración. Comentarios del tipo "Eres un marica" "No puedes" "¿Qué vas a saber tú, idiota?" Le dolían conforme más se lo repetían en su día a día, siendo éstos provenientes de su hermano mayor, quien era su verdugo en cuánto a sus miedos y pesadillas se trataba. Inició como una broma de mal gusto que en más de una ocasión hizo reír a sus padres, o sus primos, quienes le restaban relevancia debido a sus exagerados terrores. Detalle que le afectó en demasía al punto en que el insomnio se presentó.
Carter siempre fue un niño, ahora joven, muy asustadizo. Alguien que no evitaba respingar por un jumpscare puesto en pantalla a la par que cerraba sus párpados como tapaba sus orejas cuando se daba la ocasión de contar una historia de horror. Para su desgracia, su morada era el vivo homenaje al género, acostumbrándose desde muy temprana edad a una estética oscura y tenebrosa. Sin embargo, no eran los elementos que lo rodeaban los causantes de sus gritos en la madrugada, sino aquel consanguíneo quien nunca perdía la oportunidad de asustarlo. ¿Cómo no sentir una mirada extraña vigilando a cada instante al crecer con la imagen del mismo diablo como abuelo? ¿Cómo no creer en un ente acosándolo en la madrugada pues en el pasado ya hubo vestigios de espectros en su casa? Allan simplemente le recordaba que nunca estaba solo… Y eso le atemorizaba.
Continuó con su rendimiento académico. No era alguien asiduo a los estudios; mas sus notas eran sobresalientes cada que se dedicaba a estudiar, logrando puntajes destacables. Carter no era un idiota como solían burlarse de él, solo ignoraba cualquier tema que no fuera de su interés. No pensaba con los puños, podía ser un experto si así se lo proponía como la basta información y conocimientos que poseía sobre reptiles y anfibios. Muchas eran sus cualidades, mismas que se vieron opacadas por la burla que veía en los demás hacia su persona.
¿En algún momento ya no decepcionaría a todos?
Aquel sábado en la madrugada, sin el alba todavía presente, Carter desactivó las alarmas de su casa con la cautela necesaria para no despertar a sus padres o hermanos. Sin nota que advirtiera su paradero, ni pistas que le sirvieran para que lo encontraran con facilidad. Tampoco llevó consigo su celular u otro aparato tecnológico, manteniendo en su mochila lo esencial. Con sus ahorros de aquella alcancía de dinosaurio que había conservado por tanto tiempo, con los ahorros de su mismo hermano que agarró como venganza a sus últimos maltratos y la tarjeta de su mamá la cual descartaría en cuánto sacara todo su saldo, huyó de su casa. Sin ruido, ni aviso. Él ya no tenía nada que hacer ahí, su familia se lo había dejado en claro con cada una de sus groserías.
—¿Qué quieres? —preguntó, mirando al joven que había entrado al cuarto sin golpear antes como era usual en él—No quiero hablar con nadie, jódete. Largo—demandó por la falta de respuesta de su receptor.
Mas éste no se dejó intimidar por la postura defensiva de Carter y, contrario a irse como supo lo había hecho Carmilla cuando intentó hablar con él, acercó una silla a la cama para tomar asiento junto a su iracundo primo. El pelinegro había sido encontrado en un lugar del cual Blossom y Brick no habían detallado, los últimos días se estuvo hospedando en el hogar de sus tíos ante la molestia de regresar a casa con quienes le esperaban ansiosos y preocupados. Hasta donde conocía Caleb, el de ojos esmeralda se resguardó en aquella habitación de invitados sin hablar, sin convivir mucho, tal vez lidiando con sus pesares y culpas.
—Preocupaste a todos—sentenció el rubio, acomodándose sus emblemáticas gafas—. Jamás creí ver tan mal a mi tía Buttercup y mi tío Butch como esos días en tu ausencia.
—¿Y a ti qué?
—Lo que quiero decir, Carter—el de ojos azules prosiguió con una seriedad inusual, no como aquella que lucía hastío, desdén o fastidio, sino que su expresión era muy taciturna, estoica—, es que en serio pusiste el mundo de todos de cabeza.
—Bueno, al menos causé otra cosa a parte de pena—bufó, arrellanándose en la cama, dispuesto a darle la espalda. Cansado estaba de que cada uno de su familia le recordaran lo mal que había actuado, causándole dolor a su familia.
Sin embargo, cuando el cuerpo del mayor denotó cualquier indicio de movimiento, sorpresivamente recibió un fuerte puñetazo en su hombro izquierdo, confundiéndolo por unos instantes. Luego, debido a la sorpresa, recibió otro golpe directo en la cara, cuya potencia no fue tan vigorosa como el primero. Cansado, Carter empujó con brusquedad a Caleb tirándolo al piso.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —gritó, sin importarle llamar la atención de los de abajo. Una rabia se cimentó en su estómago con ansias de vapulear a su primo, acción que iniciaría un enfrentamiento al contemplar cómo Caleb se levantó tomando una postura de lucha.
—Anda, golpéame, es en lo que eres bueno, ¿no? ¡¿Qué esperas?! ¡Demuestra que eres el tarado que todo el mundo dice que eres, manda al carajo la casa de mis tíos para quitarte la furia que traes contra el mundo!
—Ay, Caleb, no empieces, tú no eres un peleador, te ganaría fácil.
—¿Ah sí? Si ese es el caso, ¿por qué no me has golpeado entonces? ¿Temes perder ante un debilucho? —soltó con sorna— ¿Qué? ¿Te da miedo que los demás tengan razón?
Caleb no pudo continuar pues Carter motivado por las provocaciones lo empujó fuertemente. En respuesta, el de rizos respondió de la misma manera, empezando los dos un vaivén de golpes intentando derribar al otro. No se gritaban, no se insultaban, solo forcejeaban en aras de obtener la ventaja. Aunque era cierto que el menor no tenía la misma experiencia que su primo, porque no le agradaban los entrenamientos de su padre y tíos, como pudo siguió el ritmo, uno que no requería mucha fuerza o estrategia. ¿Era una pelea o se estaban dejando llevar por los ánimos volátiles?
Se detuvieron, no porque estuvieran cansados, sino porque en medio de ese enfrentamiento Carter entrevió que detrás del arrogante gesto de su primo había un vestigio de lágrimas. Las iris verdosas chocaron con las cristalinas y azuladas del contrario. Hace mucho el pelinegro no veía llorar a Caleb; la última vez fue hace unos años cuando Carmilla rompió una de sus figuras de colección de Star Wars, la cuales coleccionaba con recelo pues había sido un regalo de su padre. Con la respiración entrecortada Carter se alejó, observándolo dubitativo, no comprendía.
—-¿Qué carajos, Caleb? —preguntó con voz entrecortada, contagiado por el vigoroso sentimiento.
—¡¿Qué carajos contigo?! —Inquirió recargándose en el buró más cercano, luego de quitar cualquier rastro de agua salada de sus mejillas con su antebrazo—¿Por qué te fuiste? ¿Qué pasó por tu estúpida cabeza para hacer semejante tontería?
—No fue la gran cosa—respondió desviando su mirada de la otra.
—¡¿No fue la gran cosa dices?!
—¡Qué te importa! ¡Si me fuí o no, qué más da! ¡Me encontraron! —exclamó frustrado, sintiendo otra vez esas emociones invasivas que le recordaban cuán inútil era—. Me fui porque estaba cansado, ya no quería seguir en un lugar donde lo único que tenía eran regaños y reclamos por ser un imbécil bueno para nada. No quería seguir haciendo enojar a todos, no quería decepcionar a nadie… Ya no me gustaban las miradas de mi mamá y mi papá…—Se rompió con la frase final, dejando salir de su cuencas muchas gotas las cuales descendieron por sus pómulos. Vulnerable, abatido, llevó sus rodillas hacia pecho abrazándose así mismo.
Mas el rostro que, escondido se hallaba, se levantó con sorpresa cuando otros brazos los envolvieron fraternalmente. Caleb se había sentado a su lado para tranquilizarlo, evocando aquellos momentos de su infancia donde el rubio le daba palmaditas en la espalda para apaciguar su estado ansioso por encontrarse asustado. Caleb no era alguien tan odioso como lo definían por su expresión arisca, él siempre había sido el más comprensivo con Carter. Tan contrarios, tan diferentes, congeniaban por lo mismo, siendo Caleb para Carter la calma y tranquilidad, y Carter para Caleb la gracia y aventura. El susodicho se permitió ese consuelo, añorando en sus adentros que fueran sus padres quienes lo sostuvieran así, que lo escucharan sin temor a ser juzgado.
—No es fácil ser parte de esa familia. —Empezó el de hebras doradas—. La verdad, puedo entender el porqué te fuiste… A nadie le gustaría quedarse en un lugar donde no lo valoran. Tampoco te diré cómo se supone debes actuar de aquí en adelante—aclaró—. Mi intención es solo recordarte una cosa…
—¿El qué?
—Que no estás solo. —Caleb conectó sus ojos con los de Carter, brindándole una sonrisa indulgente.
—A veces siento que no me quieren…
Caleb se quedó en silencio, pensando bien en sus palabras antes de replicar. Su lado egoísta, aquel que tendía a validarse y caer en la autocompasión quería darle la razón a Carter, pues, ¿cómo hubiera reaccionado él de estar en la posición de su primo? ¿Hubiera podido perdonar a sus padres después de tanto? No obstante, otra, aquella que vio de primera mano el sufrimiento de sus tíos y primos, lo incentivaba a objetar.
—Lo hacen, Carter. —Una voz femenina intervinó en la conversación de los varones. Cosette se hallaba recargada en el pórtico—. No estás obligado a hablarles si no estás cómodo, tampoco tienes que perdonarlos… Creo que se lo merecen, de hecho siento que aguantaste demasiado. —El susodicho observó cómo Caleb le daba la razón asintiendo—. Pero no vamos a engañarte, Caleb y yo fuimos testigos de cómo el mismo Allan estaba desesperado por tu partida, ni hablar de Desirée o mis tíos. Por un momento me dio miedo que alguno de ellos perdiera la cordura. Tu mamá sobre todo. —Ella se había sentado al otro lado de Carter.
—¿En qué momento llegaste? —Infirió el aludido.
—Desde que Caleb entró, tenía curiosidad de lo que hablarían—expusó sin reparos, evidenciando su faceta cotilla la cual no había cambiado con los años—Además, cuando se empezaron a pelear papá casi viene a detenerlos, le sugerí que no estaba pasando nada… Grave. Se fue, pero sé que no me creyó, así que probablemente también esté atento a su charla junto con mamá.
—Chismosa—acusó Caleb.
—Sí. No me arrepiento de interrumpir, porque puedo asegurarte lo siguiente—La pelirroja sostuvo a Carter del rostro—: Tú no estás solo, tarado. Tal vez este idiota y yo no entendamos todo lo que pudo pasar, empezando con que los dos no peleamos y no sabemos lo qué es fallar tantas veces una prueba de entrenamiento o que tu hermano sea un reverendo cabrón, pero sí sabemos lo que es tener padres jodidos… Así que en eso no estás solo.
—Yo…
—No te atrevas a irte de nuevo—dictaminó en tono triste esta vez Caleb, frunciendo un poco el ceño—, cualquier mierda con la que estés batallando se puede mejorar—Repitió las palabras que su mamá le había enseñado a él—. Todos nos equivocamos…
—¿Hasta tú? —Se burló la pelirroja, a sabiendas del ego que se traía su primo menor.
—Shhh. —El rubio la calló poniendo sus dedos encima de sus labios, luego se dirigió hacia su primo—. Si vuelves a irte… Al menos dinos dónde estás.
—Tal vez queramos ir contigo…—Cosette continuó con un gesto de ternura.
El corazón de Carter halló la calma en esos momentos, agradeciendo en silencio que no lo hubieran subestimado mientras los tres se envolvían en un afectivo abrazo.
El puberto jugaba en su cama con su nueva mascota, aquella pogona que se había encontrado en su desolado andar por Citiesville, el cual se había convertido en su compañero en dicha aventura a falta de no estar en condiciones favorables de su habitat. ¿Qué hacía aquel dragón barbudo allí, no vivían en Australia? Carter lo adoptó, dispuesto a crear un espacio agradable para el animalito y brindarle una buena vida mientras que en bajo su ingenuo pensar, creaba una nueva para él mismo.
—Tienes la actitud de un rockstar… Te llamaré Lemmy, como el legendario Lemmy Kilmister.
Estaba en medio de sus cavilaciones, en medio de sus contradicciones. ¿Estaba actuando correctamente? ¿Qué era ese desasosiego en su pecho? Tal vez no estaría sintiendo culpa si no observara cómo las personas a su alrededor eran afectadas por sus actitudes. Oía a su mamá llorar, divisaba la frustración en el rostro de su papá, percibía la impotencia en las acciones de Allan… Moría internamente cada que alejaba a su pequeña princesa Desirée. ¿Cómo? ¿Cómo lidiar con sensaciones tan contradictorias? ¿Cómo experimentar tanta falta en medio de su rabioso estado? ¿En realidad continuaba enojado? Se preguntó. Si de esa manera se encontraba su familia con él presente, ¿cómo estuvieron en su ausencia? Carter tenía un corazón noble que no le dejaba pensar sólo en él.
Cuando Blossom y Brick hicieron aquella llamada avisándoles a sus padres sobre el paradero del joven, rápidamente Buttercup y Butch fueron a su encuentro con los rostros demacrados, angustiados, cansados. No dudaron en atraparlo en brazos una vez juntos, sintiendo en aquel dulce acto la frialdad de su pequeño, quien serio, no había correspondido tal muestra de cariño. Aunque el alivio se serpenteó por la espalda de la madre, la angustia fue más intrusiva al apreciar el semblante de su segundo hijo; taciturno, apático, enojado… Él nunca se había comportado de esa manera.
Buttercup Utonium jamás se consideró así misma como alguien asustadiza, ni mucho menos una persona que perdiera con facilidad los estribos pues su actitud relajada, le ayudaba a sobrellevar las peripecias que hubiera afrontado a lo largo de su vida. Sin embargo, no por ello significaba que no poseyera dichos temores tan inherentes en todo ser que existe, era buena escondiendolos como una estrategia para no sentirse débil. Mas, nada de lo vivido hasta ese momento la prepararía para afrontar aquel terror que se cimenta en alguien que se convierte en madre… Su hijo había desaparecido.
Lo buscó por toda la casa, por todo el vecindario, por cada esquina aledaña, por cada estación del subterráneo, lo buscó e imploró a cualquier extraño quien pudiera darle razón de su paradero, lloró y suplicó a cualquier dios que le diera una pista, una señal de su niño… Pero nada ocurrió los primeros días y con ello, el corazón de la heroína se rompió en miles de pedazos. ¿Cómo afrontar la esperanza cuando detrás de ella viene la tragedia? ¿Qué había sucedido? ¿Qué había pasado?
Muchos escenarios pasaron por su cabeza, ¿lo habían secuestrado? ¿Le habían hecho algo? ¿Estaba a salvo? ¿Huyó? Buttercup no se encontraba en sus cabales, iracunda, molesta, gritaba a cualquiera que no fuera de ayuda, desquitándose en cada oportunidad con Butch como un receptor de sus peores pesadillas. Si ella fuera una persona normal hubiera podido acudir a la policía por ayuda, a sabiendas que el sistema era tan deficiente y que poco o nada harían por el incidente, convirtiéndolo en otro número de expedientes a archivar. Si fuera una persona normal, probablemente hubiera publicado en redes una foto con un mensaje que se viralizaría en una red de apoyo. Si fuera una persona normal y no se hubiera casado con quien lo hizo, el cual tras de sí tenía bastantes rivales al igual que ella, no hubiera arrastrado a su familia a ese silencioso caos que los rodeaba.
¿Qué clase de madre era? ¿Cómo se atrevió a descuidar a su bebé? Su pobre niño, mismo con el que había peleado en días anteriores y con quien fue cruel al herir sus sentimientos. Si este era un castigo a todo el mal que pudo haber causado, se lo merecía, empero, ¡cómo le dolía! ¡Cómo la mataba en vida! No había llanto que pudiera ser cesado, ni horas en vilo en las que no se la pasaran buscando. Todos se movían a través de contactos, de rastreos, de voces. ¿Cómo podría ser funcional y responsable con sus otros dos hijos, cómo ser una esposa que brindaba apoyo, cuando parte de su alma era destrozada por los perturbadores imaginarios que creaba su cabeza ante la preocupación? ¿Dónde estaba Carter? ¿Quién tenía a Carter?
Todos estaban ansiosos y desesperados.
En las noches, cuando obligaban a Buttercup a descansar al menos unas horas para continuar la búsqueda, se refugiaba en el cuarto de Carter abrazando alguna de su prendas allí esparcidas vociferando su nombre. Aunque fuera un super con la ventaja de defenderse, la pelinegra conocía aquel mundo cruel, pues cualquiera fuera de su juicio no dudaría en dañarlo al saber de quién era hijo. No sólo aludía a Butch, su vida como heroína también le había traído demasiados enemigos… Ella sólo rezaba, entonaba una plegaria como nunca antes lo había hecho.
Enterarse que Carter se había escapado marchitó aún más su alma.
¿Cómo le rogaría a una deidad por el regreso de su hijo cuando había sido él quién se había apartado de su lado? ¿Por qué? ¿Qué mal le habían causado para que escapara? Buttercup era consciente que las últimas semanas no habían sido nada fáciles para Carter; desde su deficiente promedio en la escuela y sus fracasados intentos en lo que más amaba hacer, entrenar. Debió ser más cálida y explicarle con dulzura algunas materias del colegio que eran de su conocimiento o platicar con él sobre los diferentes combates. Tuvo que haber sido más receptiva, consciente y empática como lo sugirió en su momento la antigua psicóloga del joven, misma a la que no asistieron debido a las pocas ganas de este por volver.
—¡¿Qué mierda son estas notas, Carter?! ¡¿Eres imbécil o qué?! ¡¿Crees que cagamos dinero para pagarte cuánto tutor quieras?! ¡Son matemáticas, maldita sea!
¡Qué hipócrita y sucia se sentía!
Por otra parte, incluso sumergida por la pesadumbre, no quería convertirse en una carga. Estaba el resto de su familia, su esposo quien discernía trataba de mantenerse como el pilar, pero cuya situación empezaba a superarlo. Su nena, la cual sin entender mucho, bajo su preocupada postura ayudaba en las labores del hogar como forma de mostrar su apoyo, haciendo a la par carteles en su Ipad como una forma de correr la voz entre sus compañeros… Y Allan.
Su mutante de diecisiete años no paraba de buscar, no tenía descanso y, abrumado por su voz interior a través de sus oscuras quimeras, intentaba con sus medios limitados encontrar a su hermano. Buscandolo en sus sitios favoritos, recordando cada una de sus rutinas o amistades que pudieran darle un solo indicio de dónde podría estar. Si Buttercup y Butch enfrentaban el dolor de haberle fallado a Carter, Allan experimentaba un peso en sus hombros el cual no lo dejaría estar en paz. Si hubo alguien quien pudo haber dañado la poca autoestima que tuviera el puberto, fue precisamente él.
Tenía cierto morbo por joderlo. Se carcajeaba cuando el carmín pintaba los cachetes del jovencito quien en su afán de defenderse empezaba a golpearlo con rabia. Fue por su malicia que Carter terminó tan asustado ya que le había jalado la pierna haciendo uso de sus poderes de invisibilidad bajo la excusa de que un demonio lo asediaba. Allan había dañado de múltiples formas a su hermanito y, ahora que no lo tenía cerca, fueron sus horrores internos los que comenzaron a acecharlo. El miedo a perder a uno de los integrantes de su familia. ¡Qué el infierno se lo trague vivo si algo le pasaba!
Nadie durmió, ¿quién podría? Todos estuvieron alertas ante cualquier pista. Vivieron en carne propia aquel calvario, tal vez necesario para cuestionar cada mal que habían normalizado con los años. Situación que Carter, en aquellos días de lejanía, no se enteró hasta que tuvo que reunirse de nuevo con quienes amaba.
Los golpes en la puerta lo distrajeron de sus juegos con Lemmy. Llevó su dedo pulgar hacía la boca, mordiéndose la uñas debido a la creciente ansiedad que empezó a experimentar cuando en un rápido vistazo a la puerta con sus rayos x, distinguió las características figuras de sus padres. Debería ignorarlos y fingir que estaba dormido; sin embargo, ¿no habían pasado ya unos minutos desde que se cuestionó el estar haciendo lo correcto? Una parte de él necesitaba y anhelaba hablarles, la otra, aquella en la que todavía estaba resentido, no dejaba que se acercaran demasiado.
Pronunció un quedo pase antes de verlos entrar con sus manos entrelazadas.
—¿Qué pasa? —preguntó dudoso, pero en tono molesto.
—Vinimos a hablar—explicó Buttercup con voz tersa, dudando si tomar asiento. Estaba a la expectativa de la misma forma en la que se encontraba Butch.
—No quiero—respondió el puberto sin atreverse a mirarlos aun cuando sus padres ingresaron a su cuarto. Estaba más concentrado jugando con su pogona, la cual estaba más interesada en zarandear su calcetín negro.
—Solo queremos hablar contigo—dijo su padre con voz condescendiente y con una postura tranquila.
Sin levantar sus ojos ante los otros pares verdosos, asintió. Carter se rascó el cuello, nervioso, puesto que era una manía la cual poseía desde pequeño y que lo evidenciaba al mentir o no hallarse en calma. ¿Qué buscaban? ¿Lo regañarían? ¿Ahora serían ellos los cansados de sus desplantes? ¿Por qué se seguía comportando como un niño asustado? Porque en el fondo el remordimiento por sus acciones le pesaban y estaba aterrado de que le confirmaran cada uno de esos pensamientos malintencionados. No tenía idea cómo hacerle frente a la situación y cuál pequeño con ganas de no salir herido, trataba de postergar el enfrentamiento directo con sus progenitores.
Así había sucedido con Allan. Bajo la fachada de indiferencia y enojo del mediano, evadía a su consanguíneo cuando éste buscaba por muchos medios acercarse, compensar sus fallos. ¿Qué le aseguraba a Carter que no era otra de sus tretas para hacerlo sentir mal? Una parte no confiaba, ¿cómo? En el último lustro fueron más sus peleas entre golpes y palabras hirientes, que ratos agradables entre los dos. Estaba muy resentido.
Aunque el resentimiento les estuviera jugando en contra a ambos, no iba a negar que le dolía ver la expresión cansada de Allan. Sabía que el pálido adolescente estaba haciendo todo lo posible por enmendar cada una de sus groserías. Era evidente su arrepentimiento. Tal vez no tuviera reparos en atormentarlo y molestarlo, pero ni así Carter podría odiarlo. Había aprendido de él a ser valiente e intrépido cuando se paralizaba así mismo y era el de larga cabellera quién le brindaba esas fuerzas para continuar. También cuando le enseñó a perfeccionar varias técnicas que se le habían dificultado mucho en combate antes de entrar a la arena con su padre y tíos. Lo cuidaba en sus imprudencias por mucho que él se lastimara en el camino. Éste lo cuidaba, de formas muy retorcidas por su misma inmadurez, mas lo hacía. Dentro de cada defecto que el mayor podría tener, había una virtud que el menor apreciaba demasiado. Amaba bastante a su hermano mayor para que ese sentimiento se desvaneciera tan pronto pues dentro de su excéntrica personalidad, lo admiraba.
—¿Es por Desirée? ¿Me vienen a regañar porque la hice llorar? —cuestionó, frunciendo el ceño.
—No, no venimos por eso, no únicamente por eso—profirió Buttercup, a quién le empezó temblar la mano, debía mantenerse serena para no quebrarse. La actitud de Carter la estaba dañando, sobre todo porque se sabía responsable.
—Le dije que no me molestara, si me van castigar háganlo rápido y váyanse.
—No venimos para castigarte, ni siquiera te estamos culpando por cómo te sientes… Queremos que entiendas eso—manifestó Butch con calma y precaución.
Carter se quedó quieto, por un breve segundo las comisuras de sus labios temblaron, anunciando el inicio del llanto. La adrenalina se paseó por sus músculos, una molestia se acrecentó en su abdomen como la furia de quien desea irse en batalla para no volver a la casa que durante mucho tiempo llamó hogar. Escuchar la tranquilidad de ambos le enojaba, le dolía.
—¡¿De qué quieren hablar?! ¡¿Sobre el dinero que tomé cuando me fui?! ¡Se las devolveré! ¡¿Qué quieren?! ¡Yo no quiero verlos!—soltó rechinando los dientes y virando su rostro por primera vez a sus padres.
—Carter…—suplicó la fémina, quien ya había empezado a soltar pequeñas gotas de sus ojos.
—¡NO, LARGO! —En un arrebato, el jovencito había golpeado la cama gritando. El dragoncito barbudo de color rojo que yacía anteriormente cerca de él corrió a esconderse asustado por la actitud de su nuevo dueño.
—Carter, por favor, escúchanos—sugirió la de cabello quebradizo acercándose con lentitud, intentando negociar por un perdón que todos los presentes añoraban.
—¡YA LOS ESCUCHÉ ANTES! —El menor se levantó de súbito lanzando en un impulso de ira la lámpara que descansaba en su nochero— ¡Ya los escuché cuando me decían que era un idiota, que no podía, que daba pena! ¿Qué más me quieren decir? ¡Que ni siquiera pude escaparme, que no sirvo ni para eso! ¡PUES YA LO SÉ! ¡ TAMBIÉN SÉ QUE NUNCA ME QUERRÁN COMO A MIS HERMANOS, ASÍ QUE FUERA! —Apuntó la puerta, alterado.
Buttercup no pudo articular palabra alguna, pues los temblores de su cuerpo habían aumentado por los múltiples pensamientos y acusaciones que la embargaron, por su deficiente manera de actuar. Butch por otra parte, sintió cada palabra como filosas puñaladas. Aun así, el último intentó calmarlo.
—Carter, hijo—contestó con voz queda—, no es así. Quizá no nos quieras creer y lo entendemos... No hemos sido los padres que mereces pero te juramos que ahora lo vemos. Nunca hemos querido hacerte sentir menospreciado, pero la cagamos y ahora estamos aquí tratando de remediar el daño que te hemos hecho—Por un momento llevó sus manos a la cara, soltando un largo suspiro, abrumado porque se hallaba impotente—. Cuando te fuiste tu madre y yo nos sentimos morir. Puede que no quieras verlo ahora y no te presionaremos para que lo hagas, pero al menos quiero que entiendas que estamos aceptando lo mucho que nos equivocamos al asumir demasiadas cosas. Nunca llegamos a pensar que eres un idiota ni un inútil…—El pelinegro hizo un pausa de unos segundos para continuar—No te queremos menos que a tus hermanos... Carter, te amamos demasiado como para seguir ignorando tus sentimientos. Por eso queremos solucionar las cosas, escucharte y demostrarte que queremos mejorar.
El puberto empezó a llorar, llevando sus manos al rostro pues le daba vergüenza que lo vieran tan frágil. No quería seguir amargando a sus padres, se estaba cansando de mantenerse en un semblante dolorido. No obstante, sus temores volvían, ¿quién le aseguraba que no le fallarían de nuevo? Se puso de rodillas dejando salir un sollozo pertubado, uno que con cada lágrima expresaba cuán dañado estaba, cuán arrepentido se encontraba. Los gimoteos incrementaron cuando apreció los brazos de su madre y de su padre envolverlo vigorosamente, advirtiendo su estado el cual era el mismo que el suyo.
—Perdónanos. Te lastimamos, te lastimé… Yo debía cuidarte y no lo hice—La dama se aferró más al cuerpo de su niño, pues al verlo así le era inevitable no evocar la imagen de ese bebé al que juró cuidar y proteger—-. Si te hice sentir mal o dije que no eras suficiente, perdón. Tu padre y yo te adoramos, Carter, eres nuestro niño, nuestra vida—explicó desconsolada—. Lamentamos mucho haberte herido, eres nuestro jovencito especial, nuestro mocoso fuertecito. La angustia que vivimos al creer que no podríamos verte más casi nos mata. Sé que no fuimos los mejores ejemplos para ti y te presionamos sin darnos cuenta, pero nuestra intención jamás será dañarte. Queremos lo mejor para ti, Carter, queremos que seas feliz…
—No soy tan fuerte como papá, tampoco tan divertido como tú, mamá, o independiente como mi hermano, o lindo como Desirée… No tengo nada especial, todo lo arruino… Casi daño a nuestra familia—Rendido, ante la retahíla de sus progenitores y la debilidad que percibía en sus voces, los abrazó de vuelta, resguardandose en su calor como así lo había deseado desde hace mucho tiempo—. Yo… sólo… No quiero decepcionarlos más… —Su suplicio incrementó ante las inevitables comparaciones.
—Mi corazón, tú no eres tu hermano, no eres nosotros. No tienes que ser como nosotros o alguien más. Si te hicimos creer que debías ser de determinada forma, perdónanos. Tú eres valioso por quién eres, Carter, no necesitas compararte, si tan sólo te vieras de la forma en cómo te vemos, te darías cuenta de lo maravilloso que eres—espetó la madre con seguridad, pues nadie en esa familia tenía el corazón y la nobleza de su tan amado Carter.
—Tu madre dice la verdad—secundó—, y aunque pareciera que te exigimos para que cumplas nuestras expectativas, en realidad es nuestro intento de educarte porque queremos aprovechar tus mejores cualidades. —Luego le pasa su mano por la espalda, en un gesto de reconfortarlo—. Soy duro contigo en los entrenamientos porque tengo miedo de que salgas herido o peor... Cuando te llamé la atención no es porque me hayas decepcionado, tampoco porque no te crea fuerte. Solo que verte tan perdido fue... Fue darme cuenta que aún quiero protegerte, pero la realidad es que estás creciendo y solo quiero ayudarte a sacar todo tu potencial. Veo tus habilidades, veo tu mejoría mas al final reconozco que me excedí al presionarte cuando lo que más necesitabas era que te escuchara y ser un mejor guía para ti. Carter, de verdad lamentamos haberte llevado al límite y créeme cuando te digo que haremos todo lo posible para no volver a equivocarnos contigo.
—Yo… Sé que no hice bien en la prueba. —El chico se separó unos instantes de ellos para ver el rostro de su papá—. Te juro que no quería que Aidan saliera tan lastimado… Yo… Yo sólo estaba enojado porque no me tuvieron en cuenta, cuando vi al tío Boomer "despistado" creí que era mi oportunidad de demostrarles que era igual de capaz a mis primos y hermano… —Su voz se cortó otra vez con su última oración—. Quiero ser tan buen luchador como tú, papá.
Butch relajó el semblante mirándolo comprensivo, incluso con ternura.
—Quiero que entiendas que cuando salen afectados de cualquier tipo, mi enojo no es porque los crea débiles... Sus vidas corren peligro por el simple hecho de tener poderes—dijo luego lo tomó del hombro, ejerciendo una leve presión reconfortante—. Es mi responsabilidad ayudarlos a controlar esos impulsos... Y contigo, en esa ocasión, de verdad lamenté una vez más haberme excedido con mis palabras. Tú eres y serás fuerte, Carter, eres mi hijo pero no solo por eso confío en que destacarías, sino porque de verdad tienes mucho talento por tu cuenta, pero aún te falta camino... Fui severo porque así es como pienso que puedo ayudarte, pero tampoco quisiera afectar tu confianza, yo en realidad jamás dudé de tu valía como peleador… Solo… me preocupé en ese momento y perdóname al demostrarlo habiéndome comportado así.
Carter sintió que un peso se le quitaba de encima, escuchar que su padre no estaba decepcionado por su mal rendimiento le ayudaba a combatir sus inseguridades. Por otro lado, tampoco deseaba seguir preocupándolo puesto que deseaba aprender a proteger a quiénes más quería de la misma forma en cómo lo hacían sus padres con ellos, añoraba cuidarlos.
—Seré más cuidadoso, aprenderé mejor de ti y mis tíos…
—Y si fallas —comentó la mujer pasando su mano las mejillas de su hijo con dulzura—, eso no significa que lo estás haciendo mal. Un combate, una pelea es mucho más que sólo brindar golpes o crear estrategias, hay situaciones que pueden salirse de nuestro control por mucho que intentemos resolverlo. Sin importar que tu adversario sea más fuerte, aprende a sobrevivir y eso te dará la ventaja para aprender… Cuida tu bienestar, hijo.
—Como me lo dijiste una vez, mami —Carter reiteró las palabras que Buttercup siempre le declaraba mientras limpiaba sus heridas después de un arduo enfrentamiento—"En una batalla todo puede pasar, así que no subestimes a tus contrincantes y no te acostumbres a pelear con los mismos movimientos o los mismos enemigos por mera comodidad" Así como ustedes… —Acarició la delicada mano en su rostro, sintiendo la paz volver poco a poco a su cuerpo.
—Imagínate si sólo me limitaba a golpear a tu papá—Ella rió, contagiando a su niño—, no hubiera aprendido nada e incluso hubiera puesto mi vida en riesgo ante otros adversarios. Cada enfrentamiento es único.
—En una batalla campal real no puedes elegir a tu contrincante ni tampoco tus circunstancias. No es un evento deportivo, por lo que los entrenamientos que les ponemos no constan de presumir sus habilidades—Después de observar a Buttercup continuó—. No lo tomes como una competencia con tu hermano o tus primos para ver quién es el mejor de todos. Si debo ser honesto, los cuatro siguen siendo muy inexpertos. Pero es normal, les llevamos al menos unos cuarenta años de ventaja... Sé que se les puede olvidar porque los únicos que envejecen por ahora son ustedes—Luego rió, alborotando el cabello de Carter—. Pero ese es el punto, hijo; están creciendo a su tiempo, no deben correr ansías... Y tú debes ser paciente... Todos debemos serlo.
En un gesto más sosegado el susodicho sonrió antes que el carmín se pusiera en sus mejillas.
—Y prometo que subiré mis notas… No soy estúpido….
—No, no lo eres, mi corazón—Buttercup volvió a acercarse a él para abrazarlo, para sentirlo en su pecho y recordarle que su amado mocoso estaba allí con ellos a salvo—. Simplemente necesitas dedicarte un poco más…
—Pero sobre todas las cosas…—Siguió Carter con seguridad, más tranquilo que en otras ocasiones, disfrutando de las caricias de su mamá. Más dispuesto a ser la mejor versión de sí mismo, cosa que iría aclarando en el futuro poco a poco, pues todavía tenía una vida entera por delante—Quiero pedirles disculpas… No debí irme así, no quería lastimarlos.
—Ay, Carter… —La fémina lo apretó más hacia ella con los sentimientos a flor de piel.
—No te culpamos—sentenció su padre—, pero no queremos que vuelvas a hacerlo, que tengas que hacerlo…
—No lo volveré a hacer, lo juro.
—Nosotros te prometemos no volverla a cagar, te prometemos que haremos hasta lo imposible por seguir manteniendo esa sonrisa tan hermosa que tienes en el rostro. Por nuestras jodidas vidas—dictaminó Buttercup estrechando ese abrazo entre los tres una vez más.
Él hipó, dejando ver una sonrisa queda. Aquellas palabras dichas con tanto amor y arrepentimiento era lo que necesitaba oír, ya sea por su corazón herido o porque en realidad quería anteponerse a sus propios miedos. Entender que no los había decepcionado como creía era un paso para afianzar aquel vínculo con sus padres. Para beneficio de los presentes, Carter no era una persona orgullosa, ni mucho menos rencorosa, pero nunca estaba demás demostrar aquella vulnerabilidad con los hijos. Aquello daba paso a una mejor comprensión, así como entendimiento mutuo. Todos debían trabajar en sus propios defectos y errores para cimentar una sana relación, trabajo que debía ser guiado por terapia tanto individual como familiar. El punto era convertirse en la mejor versión de sí mismos.
Por otro lado, mientras el chiquillo se cobijaba en el tierno tacto de sus progenitores, con disimulo se quitó las lágrimas de sus mejillas, regresando su mirada a ese cartel de su banda favorita hecho cuadro por su padres; Butch había realizado el marco de calaveras en madera y Buttercup lo había pintado. Allí, entretanto sus ojos aun cristalinos se perdían en los detalles, ubicó aquella dedicatoria escrita.
"Con cariño para Carter, el más fuerte de todos"
.
.
.
.
Aquí Lenore saludando: ¡Buenas buenas!
¡Ah, otro mes, otro escrito más!
Debo decirlo, amé narrar este escrito, amé mencionar más detalles de nuestro universo en diferentes ámbitos y, sobre todo, amé que sea Carter el protagonista, mi chiquito precioso que solo quiere amor. :'3
En esta ocasión se encuentra en una etapa muy vulnerable donde cree que no lo quieren (yo sí te quiero, no les hagas caso), donde se siente insuficiente e incomprendido, ya ven, inicio de la adolescencia. Siempre es gratificante retomar estas etapas porque es cuando puedes compararla con otras y ver qué tanto el personaje ha progresado o se ha estancado. Sobre el resultado, bueno, eso ya se dirá a futuro, mientras tanto, ha sido genial tratar esta perspectiva en el muchacho.
Si me lo preguntan, yo le doy la razón a Cosette, Buttercup y Butch se lo merecían, no porque sean unos despiadados o los peores padres del planeta (bueno…?), sino porque los pendejos tiene un malsano vicio y es asumir por otros. Costumbres que al parecer son difíciles de erradicar. Ya hablando desde la postura de la madre, aunque ha madurado en varios aspectos, todavía sigue aprendiendo otros. Sinceramente, no busco retratar a una Buttercup como el mejor ejemplo de mamá o incluso de persona cuando, uno, tiene actitudes cuestionables, así como defectos y, dos, también secuelas de sus propios traumas que debe continuar trabajando.
No me malentiendan, no se debe tomar a la ligera la desaparición de alguien y menos la de un hijo. Empatizo bastante con todos los casos y este no fue la excepción. No obstante, por mucho que se menciona que lo siguen intentando, siempre es bueno darle un escarmiento a nuestros protagonistas para que sean más conscientes. Los "hubiera" siempre serán muy tormentosos.
Menos mal Carter no lo pasó mal y de paso se consiguió a su amiguito el Lemmy…
Aun así, no es un tema que se quedará sólo aquí, al ser una familia muy expuesta al peligro, no siempre habrá buenos finales…
Bueno eso por ahora, porque tengo sueño y me quemé :c
Y Mortem al final para retenerlos leyendo un poco más, claro que sí :D
Este one-shot fue emocional, narrar la situación con un adolescente sintiéndose rechazado y unos padres que no querían dañarlo intencionalmente es algo que debíamos mostrar sí o sí. Aunque nos guste poner momentos amenos y tiernos, una dinámica familiar completa también debe tener su buena dosis de drama.
Sabemos que los padres no pueden ser perfectos, ellos también lastiman y en ocasiones es incluso de manera inconsciente, por supuesto, ocurre a la inversa también, pues en casos así no se trata de señalar quiénes son los culpables sino verlo desde un panorama más objetivo. Sí, los verdes fueron muy hirientes con sus palabras y sus actitudes, pero tampoco se trata de victimizar completamente a Carter cuando, bueno, es un niño entrando a la pubertad y como tal, es propenso a cometer errores que también causan mucho daño en los demás y así mismo, entonces, para hacerlo madurar en su desarrollo, deberá aprender como admitir que también se equivocó al escapar y exponerse así. Por fortuna lo entendió gracias a que Butch y Buttercup se sinceraron y se disculparon genuinamente con él. Reconocer que no dejas de tener responsabilidad en la situación es el primer paso y aplica para todos los bandos.
En fin, es de madrugada mientras edito todo esto así que no me extiendo más. Recuerden seguirnos en IG (Idilios Nocturnos) donde estamos subiendo fanarts de los escritos. Muchas gracias por el apoyo y sus comentarios, ¡los apreciamos de corazón!
