Cap 5
Miré la hora, Kumiko ya debía estar lista para las competencias. Y tal como le había prometido a mi pequeña pupila, no pensaba perderme su presentación. Su primera presentación, la que le haría mostrarse como amazonas a la comunidad y le daría un estatus dentro de ella.
Apenas salí de la sala de meditación del templo, mis guardias se posicionaron a mis flancos con precisión acostumbrada, acompañándome de vuelta a la tarima.
—Creí que estarías más tiempo meditando —comentó Aio con su tono despreocupado de siempre al verme llegar.
Encogí los hombros en respuesta. No tenía ánimos de hablar demasiado.
Aio siguió mi mirada, que se dirigía sin vacilar hacia la arena. Su sonrisa se torció levemente, con esa intuición suya que siempre parecía leer más de lo que yo decía.
—Oh, ya veo. Es por esa muchachita, ¿verdad? —afirmó sonrriente, era más una afirmación que una pregunta.
Asentí con un leve movimiento de cabeza.
—No estás muy comunicativa hoy —señaló, con ese tono entre burlón que a veces me sacaba de quicio.
Entonces, sin siquiera volverse hacia mí, levantó la mano y extendió dos dedos, sosteniendo entre ellos un pequeño papelillo. No necesité preguntar de quién provenía. Tampoco necesité tomarlo en mis manos para saber lo que decía.
El papel estaba ya abierto, lo suficiente como para que pudiera leer las pocas palabras escritas en su superficie:
"Tú me has empujado a esto."
Me quedé en silencio por un segundo.
—¿Qué dice? —preguntó Aio con curiosidad.
—Una advertencia… o quizá una amenaza —respondí sin alterar mi expresión, tratando de entender lo que aquello significaba.
—Supongo que no te atacará, ¿o sí?
—No lo creo. Si lo hiciera, no me advertiría antes, ¿verdad?
—Supongo… —Aio suspiró y cruzó los brazos—. De todas formas, alertaré a las guardias. Si lo pillamos en algo sospechoso… ¿lo expulsamos?
—Me temo que sí.
—Vaya… y yo que esperaba una historia romántica.
—¿Por qué no buscas tú tu propia historia romántica? —Rodé los ojos con incredulidad.
Aio rió suavemente.
—Yo ya tuve mi historia romántica. Me desposé con uno de los hombres más fuertes, tuvimos muchos hijos y muchos nietos. Es una lástima que mi Hu Baih ya no esté con nosotros…
Su voz se suavizó apenas al decirlo, y por un instante, creí notar una sombra de nostalgia en su expresión. Pero fue solo eso, un instante.
—¡Mira! —exclamó de repente, señalando la arena—. Me parece que ya es el turno de tu muchacha.
Rodé nuevamente los ojos ante la insinuación y una leve sonrisa se asomó en mis labios.
No era "mi" muchacha.
Pero aun así, no aparté la vista del combate que estaba a punto de comenzar.
Desde lo alto de la plataforma de observación, crucé los brazos mientras observaba el duelo que se desarrollaba sobre un enorme tronco suspendido en el patio central. Antes de comenzar, ambas contrincantes dieron un paso al frente para escoger sus armas de enfrentamiento. Kumiko, con una expresión determinada, pasó la mano por encima de las opciones disponibles antes de decidirse por un par de Chui de madera. Su elección, supuse, era un guiño a las armas de su madre, sus favoritas; además, era una elección inteligente, ya que necesitaba un arma que le permitiera aprovechar su fuerza y precisión en cada golpe. Su contrincante, por su parte, tomó un Quiang de madera reforzada, un arma que favorecía su estilo de lucha calculado y su experiencia en el equilibrio sobre suspensión.
Ambas tomaron sus posiciones, inclinándose en un gesto de respeto, pero sin apartar la mirada la una de la otra, midiendo cada movimiento previo al inicio del combate. No había rastro de temor o nerviosismo en Kumiko, es más, irradiaba una confianza envidiable que seguro intimidaría a su adversaria, un rasgo que definitivamente había heredado de sus padres.
Frente a Kumiko estaba Hanako, una joven de su misma edad que vivía en la aldea desde que nació, por ende contaba con más experiencia en combate sobre suspensión. Yo misma la había entrenado un par de veces antes cuando era menor y sabía que era una buena luchadora. Sus movimientos fluían con la seguridad de alguien acostumbrada a los duelos.
La moderadora vociferó las instrucciones del duelo donde básicamente dejaba en claro que el duelo era para mostrar habilidad y no hacer daño real, y que la ganadora era quien pudiera mantenerse sobre el tronco en suspención.
Las dos contrincantes se subieron al gran madero y tomaron posiciones de combate.
Ambas estaban inmóviles, estudiándose con cuidado. La tensión en el aire era palpable, hasta que finalmente atacaron. Hubo un tenso intercambio de golpes de prueba, ambas parecían medir la habilidad de su oponente, calculando el siguiente movimiento con cautela.
El tronco oscilaba con cada pisada, convirtiendo cada movimiento en una prueba de equilibrio y estrategia. Tras varios ataques para calibrar la destreza de su oponente, Kumiko fue la primera en tomar la iniciativa, lanzándose con un ataque diagonal. Su postura era sólida, los Chui cortaron el aire con precisión, obligando a Hanako a retroceder y desviar el golpe con el extremo de su arma. Sin dudar, Kumiko giró sobre sus talones, manteniendo los Chui en movimiento en un arco elegante que amenazaba con alcanzar a su adversaria. Su destreza y fluidez eran evidentes, aunque vi un ligero exceso de fuerza en el giro que podría volverse en su contra si Hanako lo anticipaba.
Mientras la tensión en la arena aumentaba, las gradas se iban llenando de espectadores atentos a la contienda de esa arena en particular. Era algo que solía ocurrir cuando un duelo era lo bastante llamativo y digno de apreciar. Aquello me llenó de una leve ansiedad. Si Kumiko perdía, más gente sabría de su situación y mas gente podría juzgarla. Kumiko recién entraba en la adolescencia pero ya tenía edad suficiente como para que sus enfrentamientos tuvieran peso dentro de la comunidad.
Entre la multitud, sin querer, divisé a Ranma. Observaba a su hija con intensidad, brindándole consejos y estrategias, cada gesto suyo estaba cargado de la confianza de un maestro que entrena a su pupilo para la victoria. Aparté la mirada y los sentimientos que me provocaba y me centré en el combate buscando concentrarme en lo que realmente importaba.
Hanako no se dejó arrinconar y respondió con una serie de ataques rápidos, buscando los flancos de Kumiko con movimientos precisos. Kumiko, sin embargo, se adaptó de inmediato. Cada golpe que Hanako lanzaba era neutralizado por un giro calculado de los Chui o por desplazamientos laterales que mantenían su equilibrio intacto sobre el tronco tambaleante. Su capacidad para leer el flujo del combate y anticipar las intenciones de su adversaria era asombrosa. A su edad, ya demostraba un nivel de control que me hacía fácil imaginar, e incluso asegurar, que Kumiko sería formidable cuando sea adulta.
El intercambio se intensificó, la cantidad de espectadores aumentó aún mas y empezaban a ovacionar y apoyar a su candidata favorita. El tronco oscilaba de un lado a otro de una forma bastante peligrosa para ambas contrincantes. Hanako intentó aprovechar lo que parecía un momento de debilidad, lanzando un golpe descendente con fuerza. Desde mi lugar, vi cómo Kumiko giró su cuerpo en el último instante, desviando el ataque con el lomo de sus Chui de madera. No solo eso, utilizó el impulso de Hanako para desequilibrarla ligeramente. Pero esta vez, no solo buscaba hacerle perder estabilidad.
Noté que ese era un momento perfecto, y Kumiko al parecer también lo vio, y sonreí abiertamente apenas noté que mi pequeña nueva alumna iba a aplicar la técnica recién aprendida en su primer combate. Muy osada y muy confiada, pensé con un deje de orgullo. Era el momento de aplicar la técnica "Respuesta Amazona".
En lugar de resistir el golpe, Kumiko permitió que la fuerza de Hanako recorriera sus Chui, absorbiéndola. Sus pies se deslizaron con una precisión medida sobre el tronco oscilante, acompasando su movimiento con la oscilación de la madera. Pero noté cómo estaba reteniendo la energía más tiempo del necesario. Me pareció extraño hasta que lo entendí, estaba extendiendo el impulso para liberarlo en el momento preciso.
En un instante, todo se aceleró. Entonces, giró sobre sí misma, canalizando toda la energía acumulada y liberándola con una potencia devastadora justo cuando el tronco estaba en su punto de oscilación más alto, no solo había usado la energía de su contrincante combinada con la suya, ¡había absorbido la energía oscilante del tronco!, aquello fue impresionante.
Los Chui de Kumiko cortaron el aire con una fuerza inesperada, devolviendo el ataque con el doble incluso el triple de intensidad. Hanako apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la onda de choque la alcanzara y fue arrastrada por la ventisca hacia el extremo del tronco que había perdido toda su fuerza oscilante y recuperaba su centro, donde con una mano se sujetó de la cadena que mantenía el gran madero en suspensión mientras que con la otra trataba de sostener su arma y bloquear el viento de sus ojos.
Antes de que la afectada pudiera aiquiera poner los pies en el tronco, Kumiko utilizó la misma ventisca que había creado para llegar a su adversaria de forma inmediata, con los Chui listos para lanzar el siguiente ataque. La multitud contuvo el aliento cuando Kumiko apareció frente a Hanako, quien intentó inútilmente estabilizarse y ponerse en una posición defensiva. No fue tan rápida y Kumiko no desperdició la oportunidad. Dio un paso firme, golpeando con el extremo de su Chui contra el arma de Hanako y con un giro final, la desarmó por completo, dejando a Hanako en el canto del tronco ahora estático.
El Qiang de Hanako voló por los aires y aterrizó con un golpe seco en el suelo y Kumiko empujó suavemente con su Chuí a la chica en el hombro. Incapaz de recuperar el equilibrio aún después de haber intentado varios manotazos inútiles en los aires, Hanako aceptó la derrota y saltó al suelo antes de que la inercia la lanzara de manera descontrolada, desastrosa... y humillante.
El patio estalló en vítores y exclamaciones de asombro. Kumiko bajó sus Chui, respirando con profundidad. Desde mi posición, observé la satisfacción en su expresión, la certeza de una victoria conseguida no solo con fuerza, sino con estrategia y maestría. Su despliegue de habilidades me dejó impresionada. Había ejecutado la técnica a la perfección y la había integrado con la oscilación del tronco de una manera que ni siquiera yo había previsto.
Me dirigió una mirada. Le sonreí con orgullo, asentí y le dediqué unos aplausos sinceros. Se los había ganado con creces.
—Por todos los dioses —exclamó Aio, con una mezcla de incredulidad y admiración—. Esa muchacha es asombrosa.
—Lo es —coincidí con convicción.
Inconscientemente, mi vista se desvió hacia donde sabía que él estaba. Me observaba con una intensidad silenciosa, su expresión indescifrable, quizás estudiándome. Atrapada entre el pasado y el presente. Sentí una punzada de incomodidad en el pecho, pero antes de dejarme arrastrar por viejos pensamientos, ambos desviamos la mirada al escuchar el veredicto final.
La voz firme de la moderadora resonó en la arena, proclamando la victoria de la "novata". Kumiko, aún con la respiración acelerada, pero con el porte erguido de una guerrera nata, recibió el anuncio con la calma de alguien que ya esperaba ese desenlace. Su oponente, aunque derrotada, le dedicó una mirada respetuosa antes de inclinarse levemente en un gesto de reconocimiento. Kumiko respondió de la misma manera, su expresión serena, pero en sus ojos ardía un fuego indomable, una chispa de triunfo que hablaba de algo más profundo que una simple victoria en combate.
El público rompió en aplausos, vitoreando el espectáculo que acababan de presenciar. Algunas guerreras más experimentadas intercambiaban comentarios en voz baja, evaluando la técnica de Kumiko, sopesando su potencial. Había logrado algo más que ganar un enfrentamiento: había captado la atención de la aldea. Y en un lugar donde la fuerza y la habilidad definían el estatus, eso significaba mucho más que un simple triunfo. Yo, me sentía orgullosa.
Kumiko descendía del tronco con la seguridad de una guerrera experimentada. Se dirigió hacia su padre, quien la recibió con un abrazo orgulloso. No tenía razón para seguir observando aquella escena. Me propuse ver las otras arenas donde se desarrollaban otros combates simultáneos. Pero luego de unos minutos los murmullos y vítores crecientes me hicieron girar la mirada involuntariamente hacia el mismo lugar que me había propuesto evitar.
En el centro de la arena, Ima, la hija mediana de Ranma, había adoptado una postura desafiante. A pesar de su pequeño tamaño, su determinación era adorablemente inquebrantable. Desde mi posición no podía oír con claridad cada conversación específica, pero su voz resonó fuerte por sobre el murmullo de la gente al lanzar un desafío abierto. Algunas risas y comentarios se alzaron entre los espectadores, aunque la mayoría alentaba con entusiasmo a la joven amazona. No era común que niñas tan pequeñas lucharan durante el evento, pero al parecer la pequeña no lo sabía... tampoco su padre.
Ranma, distraído felicitando a Kumiko, tardó en percatarse de la situación. Su expresión de orgullo se transformó en un gesto de pánico al ver a su hija menor posicionándose con absoluta confianza sobre la arena. Intentó alcanzarla para retirarla, pero Ima se escurrió con una facilidad impresionante. Su agilidad para evadirlo dejaba claro que no era la primera vez que jugaba a escaparse de él. No pude evitar sonreír ante la escena. Ranma, sin duda, debía pasarlo en grande con esas tres.
Entonces, una mujer del público se acercó con aire decidido y habló brevemente con Ranma, por supuesto no puede escuchar lo que hablaban. Tras un intercambio de palabras, ambos asintieron. La mujer desapareció entre la multitud y regresó acompañada de otra pequeña, cuya presencia generó una ovación entre las presentes. Caminaba la mujer junto a la niña con seguridad hacia la arena. Ahora lo entendía, alguien había aceptado el desafío de Ima y el público esta eufórico por la nueva contienda.
—Bueno, eso de seguro también será interesante —comentó emocionada Aio. Y yo asentí también expectante.
La moderadora del combate avanzó hasta el centro del patio y levantó una mano para pedir silencio. Presté atención sobrehumana y conseguí oír su anuncio:
—¡Por la edad de las contendientes, este será un combate sin armas y en el suelo. Ambas demostrarán sus habilidades. Recuerden: el objetivo es exhibir destreza, no causar daño grave. Ganará aquella que saque a su adversaria de la arena!.
Ima se giró hacia su oponente y, con un leve movimiento de cabeza, la saludó. La otra niña, que la moderadora presentó como Lian Hua, una de las recién bautizadas cuyo nombre había olvidado, devolvió el gesto con elegancia. Ambas adoptaron posturas formales, uniendo sus manos en señal de respeto antes de prepararse para el enfrentamiento.
Cuando la moderadora dio la señal, Ima se movió con rapidez, avanzando con pasos firmes. Lian Hua, con una postura perfecta, aguardó hasta el último instante antes de esquivar el ataque inicial, girando con fluidez para posicionarse a un costado. El público aplaudió, impresionado por la destreza de ambas y lo adorable del duelo.
Ima no tardó en contraatacar, lanzando una secuencia de ataques veloces para presionar a Lian Hua y obligarla a retroceder. Sin embargo, su oponente mantenía una defensa impecable, desviando cada intento con técnicas medidas y calculadas. Era evidente que Lian Hua poseía una paciencia inquebrantable, un estilo que contrastaba con la energía explosiva de Ima.
El combate se tornó más intenso, con cada intercambio de golpes incrementando la tensión en la arena. Ima atacaba con una ferocidad instintiva, combinando fintas y cambios de ritmo en un intento por perforar la defensa de Lian Hua. Sus movimientos eran ágiles, casi caóticos; cada golpe parecía estar dispuesto a probar las reacciones de su oponente y crear aperturas.
Lian Hua, por su parte, mantenía una postura sólida, respondiendo con esquivas sutiles y bloqueos precisos. Su estrategia no era la de una simple defensa pasiva, sino una táctica meticulosa de contraataque latente, esperando el momento exacto para invertir el flujo del combate a su favor. Sus ojos no parpadeaban, y su respiración permanecía controlada, como si estuviera esperando el más mínimo error de Ima para aprovecharlo con precisión quirúrgica.
Finalmente, Ima vio una oportunidad. Con una aceleración repentina, lanzó una combinación de golpes rápidos dirigidos al torso de Lian Hua. La joven amazona los bloqueó con movimientos eficientes, pero justo cuando pensó que había contenido la ráfaga de ataques, Ima ejecutó una finta perfecta, simulando un golpe alto antes de deslizarse ágilmente a un costado y lanzar un impacto certero con la palma de su mano directamente contra el costado expuesto de su oponente.
El sonido del impacto resonó en la arena. Lian Hua se tambaleó un instante, y un murmullo colectivo recorrió la multitud. La mayoría de los presentes no esperaba que Ima lograra conectar un golpe tan decisivo contra una contendiente tan metódica.
Sin embargo, Lian Hua no se dejó intimidar. Giró rápidamente y logró desestabilizar a Ima con un barrido bajo. Ima cayó de espaldas, lo que dejó al público suspirando, pero la pequeña usó el mismo impulso de la caída para dar una voltereta y ponerse de pie de forma increíble e inmediata, lanzándose luego arrolladoramente hacia Lian Hua. Para mi sorpresa, y la de todos los espectadores, ejecutó con impecable destreza el "truco de las castañas". Ver a alguien tan pequeña realizar aquella maniobra era impresionante; hasta donde recordaba, ninguna amazona de su edad lo había hecho antes, mucho menos que mantuviera el ataque por tanto tiempo, era una técnica agotadora que solía durar un par de segundos, pero Ima parecía no cansarse en absoluto. Quedé de piedra.
A pesar de su defensa casi perfecta, Lian Hua no pudo desviar la avalancha de golpes que Ima distribuía en múltiples direcciones. Fue entonces cuando luego de unos momentos donde Lian Hua trataba a dura penas de bloquear la mayoría de los golpes, la voz de Ranma resonó sobre la multitud:
—¡TIENES QUE LLEVARLA FUERA DE LA ARENA!
Ima obedeció de inmediato. Mantuvo la lluvia de ataques mientras avanzaba con rapidez, forzando a Lian Hua a retroceder hasta que sus pies salieron completamente de la arena. La moderadora intervino, deteniendo el combate.
—¡La ganadora es Saotome Ima! —anunció, y el público estalló en aplausos.
Ima salió eufórica del escenario y se lanzó sobre su padre. Podía ver el orgullo en el rostro de Ranma, aunque no por ello dejó de recordarle que debía cerrar la pelea de manera apropiada. Sin dudarlo, Ima regresó a la arena con pasos firmes, su expresión aún iluminada por la emoción del combate. Se plantó frente a Lian Hua y la miró con una mezcla de respeto y satisfacción, dando saltitos cortos antes de inclinarse con reverencia. Su oponente correspondió el gesto con dignidad aunque era evidente que se sentía frustrada por perder. Luego, se retiraron a sus respectivos lugares, bajo los aplausos entusiastas del público.
Desde mi posición, observé cómo Ima corría de nuevo hacia su padre, tan enérgica como al inicio del combate, como si no se hubiera cansado en absoluto. Ranma la recibió en sus brazos con una risa franca.
—A mí no me molestaría ser madrastra de esas niñas —comentó Aio a mi lado.
—No es propio de una amazona aceptar hijos ajenos —le recordé mirándola divertida.
—Sí, pero eso se debe al riesgo de que esos hijos no sean buenos guerreros y mancillen el linaje de una amazona. Claramente, este no es el caso.
—Entonces desafíalo tú misma esta tarde —le dije con una sonrisa burlona—. Tal vez así consigas convertirte en su madrastra. Aunque creo que su padre es un poco joven para ti.
Aio me miró de soslayo con una sonrisa cómplice.
—Sabes perfectamente que no lo decía por mí.
—Y tú sabes perfectamente lo que ocurrió entre nosotros —. dije algo acomplejada.
Me obligué nuevamente a apartar la mirada de Ranma y sus hijas. Necesitaba concentrarme en lo que realmente importaba: analizar a las próximas contendientes. Deslicé la mirada por la arena, buscando algo en qué fijarme, algo que desviara mi mente de la imagen de Ranma con sus hijas. Dejé escapar un suspiro, un intento de liberar la tensión acumulada, y clavé la vista en las luchadoras que aguardaban su turno. Me enfoqué en sus posturas, en la manera en que sostenían sus armas, en los pequeños gestos que delataban nerviosismo o determinación. Cualquier cosa era mejor que dejarme llevar por sentimientos que ya no deberían tener cabida en mi vida y los constantes y sutiles comentarios de Aio sobre lo increíble que sería para "cualquier amazona" tener a esas pequeñas amazonas dentro de su linaje.
