Disclaimer: Idilios Nocturnos es una cuenta administrada por las fickers Domina Mortem y Lenore's Tears. Los personajes de la caricatura no nos pertenecen, pero sí aquellos OC que se mencionarán; cualquiera es bienvenido a acompañarnos en esta travesía.

IMPORTANTE

ACLARACIONES NECESARIAS ANTES DE LEER

Aquí Lenore

El siguiente escrito es de mi completa autoría

Contexto

-Carter tiene 11 años, por ende Buttercup tiene 42 años pronta a cumplir los 43.

-Historias sin orden cronológico.

Aun con las erratas, espero disfruten de este pequeño momento entre madre e hijo


.

De juego y peleas

.


Levanto mis pupilas hacia mi rival y me muevo rápidamente para evitar que otro árbol me impactara. Una ola desenfrenada de troncos de pino se dirigen a mi dirección, los cuales esquivo con facilidad, trato de concentrarme en el punto exacto en que su cuerpo levita no dispuesto a ser derrotado en esta batalla, mas el entusiasmo por ganar lo hace descuidarse y me permite atacar sin a su punto débil; causando que vuele algunos metros de distancia. Espero unos segundos para que su silueta salga desde los escombros, pero contado el minuto nadie aparece. Grito llamando su atención, repito dos veces su nombre, mas mis sentidos ahora se ponen alerta al no observar ni escuchar nada de su parte

Me acerco veloz comenzando a sentir la culpa de mis impulsos al haberlo golpeado de esa forma, mi intención era detenerlo, no lastimarlo… Inesperadamente, algo colisiona a mi frente con tanta fuerza que por un momento quedo aturdida en lo que trato de descifrar qué fue lo que este bastardito me había lanzado. Parpadeo incesantemente tratando de no perder la luces y siento el correr del líquido carmesí a lo largo de mi cara. Una roca, una maldita roca, fue su revancha.

Hubiera experimentado la segunda, si no es porque otra vez, logro escapar de la oleada de objetos que se encaminan hacia mí. Oh maldito engendro, buena jugada, pero, aunque quisiera desquitarme, no podía dejar que mis ansias de pelea ganaran y nos llevaran a un combate cuando se suponía que estábamos jugando. Es decir; ¿cómo le explico a mi hijo, quien tiene problemas de ira, que no debe ponerse violento cada que jugamos? ¿Cómo le digo que no debe contraatacar cuando soy yo la que pone más impetú en el juego? ¡¿Cómo mierdas?!

Vuelo directamente en donde está Carter para interceptar y tratar de detenerlo, no se me hace complejo aplicar una llave, la cual frustra sus movimientos y denota por el rojo en sus mejillas la furia que lo está consumiendo.

—¡Quieto!—exclamo, pero no me escucha ya que está más concentrado en zafarse—¡QUIETO!—es mi grito lo que lo detiene y hace que busque mi rostro, respirando entrecortado… Sus ojos me observan molesto, se ha quedado quieto, mas eso no es señal de que esté tranquilo—¡Cálmate maldita sea!

Carter no cede por mucho que le insista, así que, soltándolo, me pongo en posición de lucha con la mirada fija en sus pupilas dilatadas. Éste, sin premeditar, se lanza hacia mí empezando una pelea cuerpo a cuerpo, la cual consistía en defensa y ataque; él ataca, yo me limito a defender. Cuando el cansancio lo detuvo, me observó avergonzado por su comportamiento desde el suelo en donde reposaba. Se relaja sentándose y yo, que me hallaba de brazos cruzados ojeando sus movimientos, tomo la misma posición para hacerle un masaje en sus tensionados hombros.

—¿Mejor?—pregunto.

—Lo siento, mamá. —La culpabilidad brota de sus palabras, pues no era la primera que esto sucedía. Mi niño es noble y calmado, pero cuando algo lo molesta lo saca de sus casillas de tal manera que olvida cómo está actuando.

—¿No estábamos jugando a lanzar la pelota?—infiero divertida, paseando mis ojos por todo el lugar y encontrar, sin sorpresa, todo el desastre que habíamos hecho—, ¿por qué comenzaste a tirar cosas?

—Es que...—Se detiene al no saber cómo explicarse. Lo motivo a continuar cuando le brindo una sonrisa, en confianza, dispuesta a escuchar lo que sea que deba comentarme incluso si esto tiene sentido o no—. Es que no me gusta perder—cruza sus brazos y hace un puchero.

—A ver… Espera, ¿me atacaste porque ibas perdiendo? —Alzando una ceja, interrogué.

—Es que tú eres tramposa, mamá—alega.

—¿Ahora yo soy la tramposa?—indignada digo.

—Sí, si no te aprovecharas de un niño indefenso como yo...—Sigue con su treta el embustero que hace minutos estaba arrojando rocas sin compasión hacia su madre, claro, todo un teatro para que no lo regañara por otro de sus arranques…

Ay Carter, si supieras como mi yo del pasado podría identificarse contigo.

—Ya, en serio—con sarcasmo prolifero—, no me vengas con tu mierda, mocoso—comienzo hacerle cosquillas para relajar el ambiente mientras lo abrazo con efusividad. Carter me permite consentirlo, disfrutando la sensación, pues le encanta que le den cariño entretanto ríe.

De la nada, inicia una carrera en donde jugamos "a quien la lleva" De mi parte, manejo el juego con moderación para que no ocurriera lo mismo que con mis hermanas… Aunque Carter y moderación no fueran dos palabras que van juntas. Bueno, el terreno en el que nos encontramos ya está bastante destruído.

—Oye, no puedes ponerte así cada que pierdes—renuevo la plática una vez nos sentamos de nuevo a observar el atardecer primaveral en el lago—, sé que no es nada lindo perder, mas de eso se trata la vida, cariño, si ganaramos siempre, no aprenderíamos y eso es aburrido.

—Lo siento.

—No te disculpes—le resto importancia por ahora, sintiéndome orgullosa que poco a poco se va controlando, pues si hago la comparación con años atrás, esto hubiera terminado peor—, cada vez lo haces mejor. —Guiño un ojo, lo cual le hace sonreír en confianza—. Pero intentemos que esto no sea tan usual.

—Tengo hambre—dice de repente después de haber realizado la misma acción que yo; guiñar su ojo—, ¿podemos comer hamburguesas?

—¿Cuántas?

—20 para cada uno. —Sabiendo que eso no era un chiste, me rió cerrando el trato de comprar esas veinte para cada uno, pero guardar diez para mañana… Y evitar que los monstruos hambrientos en casa se las comieran.

Así, remontamos vuelo a nuestro hogar después de organizar un poco el desorden, lo cual era más fácil cuando no debías reconstruir por quinceava vez una parte de tu casa. De este modo nos tocaba jugar; a las afueras de la ciudad, pues sin importar cuán vigorosas fueran las paredes, en nuestros iracundos juegos, las destruíamos. Sí, con esto reafirmo más que son necesarios aquellos ejercicios del manejo de la ira.

Mi amado niño, no me gustaría que tantas emociones fuertes te consumieran

.

.

.


Voy de afán, pero me gustaría aclarar algunas cositas antes de que se malinterprete. Parece que Buttercup se toma con calma los momentos de ira de Carter, pero no es el caso, todo lo contrario, le preocupa y a causa de eso, es que comienza a practicar con él la meditación... No funciona mucho, pero algo se hace. Aquí la reflejo de esa manera es por la costumbre, no es nada nuevo por parte del pequeño.

Y nada más que agregar.

No olviden seguirnos en nuestra cuenta de Instagram: Idilios Nocturnos.

Buenas noches

Lenore