La autoría de Ranma y todos los derechos, pertenecen a Rumiko Takahashi. Esta obra es sin ánimo de lucro y para entretenimiento.

Capítulo 1 - La audición.

La alarma sonó varias veces. Insistente, alta, enervante. Intentó abrir los ojos, pero el palpitante dolor que inundaba su cráneo le impedía moverse. Alzó una mano y apoyó la palma en su frente en un intento por calmar la punzante sensación y percibió la boca pastosa. Sentía sus rugosas papilas gustativas raspando las encías conforme removía la lengua dentro del árido recoveco… necesitaba agua.

El reiterativo sonido no lo dejaba pensar, así que estiró el brazo y de un fuerte toque quiso apagar el despertador, pero no supo medir la fuerza con la que golpeó el aparato y terminó rompiéndolo en pedazos.

-Agh... maldita sea…- dando tumbos, se incorporó sentándose en el borde de la cama y abrió los párpados a media asta. Necesitaba una botella de dos litros de agua, aspirinas y una larga ducha.

Notó movimiento a sus espaldas y se giró. Sus ojos se abrieron repentina y ampliamente detrás de su negro flequillo, ante la imagen de la hermosa mujer desnuda que dormía plácidamente enredada entre sus sábanas.

-Maldita sea… no otra vez…- pensó, comenzando a lamentar su decisión de permitir que, en la noche de parranda, hubiera dado rienda suelta a sus bajos instintos, flaqueando en su voluntad de evitar que esta aventura tuviera lugar.

Se giró nuevamente y apoyó sus codos en los muslos, tomando su cabeza entre las manos. -Maldición... maldición…-

Delicados dedos comenzaron a trazar los músculos de su trabajada espalda, causando instantáneamente que su piel se estremeciera ante la suavidad y dulzura con la que estaba siendo tocada.

-Buenos días, guapo. ¿Estás bien?-

El joven suspiró, despegando la cara de sus palmas y con una fingida sonrisa miró a la hermosa chica de ojos azules. -Buenos días, Ukyo. Tengo… tengo resaca pero estoy bien.-

Mientras se incorporaba sin dejar de cubrir su voluptuosa figura con la sábana, la joven le dedicó una bonita sonrisa. -Date un baño mientras te preparo el desayuno. Te haré tu okonomiyaki fatorito.-

Sus ojos dulces, su larga melena castaña, revuelta y salvaje por la noche apasionada que habían compartido y el brillo del Sol reflejado en su tersa piel, le robaron un suspiro al hombre, que no pudo evitar que una tierna sonrisa adornara también sus masculinas facciones.

Ukyo se arrimó a él para plantarle un alegre beso en la mejilla. -Amo cuando sonríes y asoma tu colmillito.- Y luego de darle un juguetón pellizco en la barbilla, saltó de la cama para vestirse y bajar a la cocina.

Ryoga no podía borrar su sonrisa pero a su vez continuaba preocupado, pues no sabía si había hecho lo correcto al volver a enredarse de esta manera con su compañera.

Solo esperaba que esto no afectara al grupo, otra vez.

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Shinnosuke era un joven muy pacífico y afable. El haber sido criado por su abuelo en Ryugenzawa como un empedernido defensor de la naturaleza, lo había convertido en un amante de la buena salud y el medio ambiente. Todos los días antes del alba, salía a correr por las calles de Nerima hasta que sentía que sus piernas quemaban o que su estómago rugía demasiado por el hambre.

Esa mañana había sido lo segundo, así que emprendió el regreso al apartamento que compartía con sus compañeros de banda en el centro de la ciudad, con la mente enfocada en darse un buen baño y comer un abundante desayuno.

La noche anterior habían brindado y dado una fiesta a todo trapo para celebrar su contrato con la discográfica emergente Nerima Records, el cual había llegado luego de varios años de arduo trabajo en el circuito under de la escena del rock y grunge juvenil.

Shinnosuke por supuesto se había ido temprano, dado a que no compartía el gusto por el alcohol y las drogas que fluían descontroladas entre los asistentes del mentado ágape, así que su estado esa mañana distaba abismalmente del del resto de sus colegas. Abrió la puerta con el mismo cuidado que había empleado al salir y se dirigió a su habitación para recorger ropa limpia y sus enseres de ducha.

No pudo evitar detenerse momentáneamente frente a la puerta de la chica que siempre había amado. Ella sí se había sumergido descontroladamente en las oscuras tentaciones de la noche anterior. El joven sintió un nudo en la garganta al pensar cuánto se habría descarrilado la bella mujer, absorbida por sus propios tormentos, desganada y entregada en busca de cualquier bálsamo que amainara su galopante depresión.

Arrimó la mano al pomo de la puerta y se detuvo a punto de girarlo. ¿Y si estaba acompañada? Su corazón no resistiría verla en brazos de alguien más. De alguien que no la conociera como él, que no la amara como él.

Sus vidas se cruzaron cuando eran adolescentes. Era una muchacha de ensueño, llena de vida, rebosante de alegría y ansias de experimentar las excitantes aventuras que el futuro tenía para ella.

La extrañaba. Extrañaba su resplandeciente sonrisa, el sonido cantarín de sus carcajadas, sus jugueteos inocentes. Ahora ella era distante, callada, introspectiva y a veces hasta agresiva. Seguía siendo absolutamente hermosa, pero su mirada era vacía.

Estaba, pero no era.

Suspiró acongojado, refregó sus ojos con el reverso de la mano y se dirigió raudo al baño a despejarse y llevar a cabo su plan de esa mañana.

Quiso abrir la puerta pero estaba trabada, así que golpeó para saber si iban a demorarse demasiado.

-Está ocupado, amigo.- la voz de Ryu sonó a sus espaldas. El joven de los ojos verde agua suspiró con cansancio antes de darse la vuelta para ver a su amigo recién levantado y en paños menores.

-¿Otra vez, Ryu? Me quiero bañar.- refunfuñó con hastío. Siempre pasaba lo mismo, las groupies de su colega acaparaban el baño cada vez que se quedaban.

El musculoso joven de cortos y oscuros cabellos sonrió de costado y ocupó el lugar de Shinnosuke frente a la puerta para golpear enérgicamente. -Shampoo, sal de una vez, Shinno se está haciendo caca.-

-¡Hey, no es cierto! ¡Quiero ducharme!- replicó avergonzado. -¡SOLO QUIERO DUCHARME!- reiteró en voz más alta para que la joven lo escuchara desde el baño.

La escultural groupie china salió del toilette cepillando su larga melena, bamboleando provocativamente sus caderas. -Buen día, disculpa la tardanza.- le guiñó un ojo al joven de Ryugenzawa antes de colgarse del cuello de Ryu, que ágilmente la alzó haciendo que envolviera sus piernas alrededor de sus caderas y se la llevó en andas nuevamente a su cuarto.

Una voz femenina resonó desde el fondo del pasillo. -Cierren la puerta para hacer sus asquerosidades. Y tú, niña, intenta no gritar como gato de callejón.-

Shinnosuke se apresuró a encerrarse en el baño para no perder su turno y para no verla a ella, aún turbado por sus recientes pensamientos.

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Ukyo continuaba salteando alegremente los okonomiyakis mientras tarareaba una dulce melodía. Una pequeña figura la abrazó desde atrás, apoyando el delicado mentón en su hombro. -Buenos días, Ucchan- saludó la chica del cabello azulado.

La cocinera inclinó la cabeza hacia la de su amiga con cariño y sonrió ampliamente mientras seguía manipulando las espátulas con maestría. -Buenos días, Akane. ¿Dormiste bien?-

Akane asintió mientras la soltaba y se dirigía al refrigerador para tomar una botellita de agua. -Bastante bien, considerando lo tarde que nos acostamos. ¡Oye!- Giró rápidamente cuando recordó lo acontecido la noche anterior. -Tú y Ryoga… ¿Se fueron juntos o lo soñé?-

Ukyo se giró con una expresión pícara y su amiga soltó una sonora carcajada. -Ustedes son tal para cual, no entiendo para qué se separan si siempre terminan enredados y sudando hasta la madrugada.- sentenció tomando un sorbo de su bebida.

-Culpable. Soy adicta a ese papanatas.- rió girándose hacia la plancha.

-¿Y dónde está tu conquista Ucchan?- preguntó con cejas alzadas, dejando la botella sobre la encimera.

-Salió a colocar el anuncio en el diario. El Sr. Happosai dijo que aunque nos haya fichado para su disquera, el guitarrista principal no puede ser un músico sesionista. Quiere que sumemos un integrante fijo. Tú sabes que Shinnosuke es muy buena guitarra rítmica, pero no tiene facilidad para punteos y solos.-

La joven Tendo se mordió el interior de la mejilla mientras trenzaba distraídamente su largo cabello sobre su hombro. -Tenemos poco tiempo… no sé si encontraremos a alguien de nuestra calaña en esta ciudad. Nerima se inclina más al pop y la música de niños.-

-Tranquila Akane-chan. Quizá haya algún talentoso sin banda escondido por ahí.-

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La tarde siguiente, los músicos se reunieron en una amplia y moderna sala de ensayo en el centro. La larga fila de aspirantes al puesto de guitarra líder ocupaba casi dos veredas enteras.

Kuno Tatewaki, el manager del conjunto, observaba junto a Akane desde el cuarto de consolas, a cada músico que se probaba con una canción. Uno tras otro, algunos nerviosos, otros confiados, otros simplemente queriendo una foto o un autógrafo, fueron pasando a compartir con ellos.

Ryu en la batería, Ukyo en el teclado, Shinnosuke en la guitarra rítmica y Ryoga en el bajo, se entendían orgánicamente casi sin la necesidad de mirarse. Cada corte, cada pausa, cada subida de intensidad o climatización sonora era perfecta. Años de compartir, de componer y de ensayar los habían convertido en un ensamble perfecto. Para cualquier foráneo que quisiera sumarse, el reto era muy difícil.

Y a él le encantaban los retos.

Ya casi llegaba su turno y mientras acomodaba la guitarra enfundada en su hombro, dudó sobre si tendría tiempo de cambiarse de ropa. Minutos atrás, su compañero de dojo le había hablado de una oportunidad laboral. Una banda emergente que su amigo amaba pero él no conocía, necesitaba un integrante para grabar su primer disco. Significaba dinero fácil, y en épocas de vacas flacas, era una oportunidad que no iba a dejar pasar.

Había llegado literalmente corriendo. De haber tardado dos minutos más, no lo hubiera logrado. Las puertas cerraron apenas un puesto después del suyo.

Cuando la recepcionista del estudio lo llamó con un ademán de su mano, el joven carraspeó y sonrió con valentía, listo para encarar la prueba que se le avecinaba.

Al entrar, todos los músicos se le quedaron mirando con sorpresa. La risotada de Ryu llamó su atención y giró su vista hacia la batería. -Así que Karate Kid fue al conservatorio!-

Todos rieron con ganas mientras el joven enchufaba su guitarra a la pedalera y movía las perillas de volumen y tono de su vieja Gibson. Hizo una reverencia y se presentó. -Soy Ranma Saotome, gracias por darme esta oportunidad.-

Ryoga le extendió el puño para chocarlo con el suyo. -Mucho gusto, Ranma. Yo también practico artes marciales, ya tenemos algo en común.-

Kuno observaba la situación con algo de molestia. Se inclinó hacia su representada y espetó venenoso. -¿Quién dejó entrar a este loco en gi de karate? Veo que es cinturón negro, creo que debería dedicarse a enseñar en un dojo y no hacernos perder el tiempo.-

Akane lo miró con algo de molestia, no le gustaba que Tatewaki se mofara de las artes marciales. -Escuchemoslo, a ver si nos termina sorprendiendo.-

La banda comenzó a tocar. La canción era poderosa, pesada, oscura. El aceitado ensamble ejecutaba cada fraseo con precisión y tempo. Ranma imitaba los acordes engañando a todos, ya que parecía que se sabía las canciones.

Al llegar al interludio, quedaron boquiabiertos con las intervenciones del joven de trenza azabache. Los matices que agregaba, su capacidad de improvisación, las notas que tocaba y sobre todo las que no tocaba, encajaban de manera impecable. Era el condimento que no sabían que les estaba faltando.

Todos se entusiasmaron, continuaron tocando más canciones, hicieron una improvisación en conjunto, probando los límites y aptitudes del recién llegado, pero no lograban hacerlo errar. Siempre caía parado, siempre en tiempo, siempre en tono. Su guitarra conversaba con el bajo de Ryoga y el teclado de Ukyo. Se complementaba armoniosa con la base de Shinnosuke. Bailaba al ritmo impuesto por los parches de Ryu.

Akane se removió en su silla, encantada. Salió eyectada hacia la sala, ingresando con la necesidad casi vital de sumarse al sonido.

Ranma continuaba ensimismado en sus cuerdas, estirándolas y acariciándolas con pericia, cuando una potente y sensual voz le entró por los oídos, pero se sintió como si alguien le hubiera tirado un baldazo de agua fría en la cara.

Giró sus ojos azules hacia el centro de la plataforma y sus labios se separaron inconscientemente al ver a la preciosa chica dueña de esas cuerdas vocales. Tenía largo cabello azulado, recogido en una coleta muy baja. Su cuerpo era pequeño pero torneado, curvilíneo. Lo hipnotizaron sus enormes ojos castaños, rodeados por lo que parecían un millón de pestañas.

Por primera vez cometió un error y al rasgar la púa con demasiada fuerza, rompió una cuerda. Shinnosuke había notado con celos contenidos cómo ese muchacho de pelo largo en karategi miraba a Akane, por lo que sonrió al ver el infortunio del postulante con su instrumento.

Su regodeo no duró demasiado, ya que Saotome sorteaba la cuerda cortada y ocupaba las demás de manera impecable, reemplazando las notas que no podía tocar a través del resto del mástil. El maldito baboso era asquerosamente talentoso.

Akane continuaba cantando animadamente, envuelta en un clima que la hacía casi levitar en sus emociones. La mirada azul que se la estaba comiendo se centraba más y más en cada uno de sus movimientos, de sus vocalizaciones, de sus ademanes y leves jadeos. En cómo sus carnosos labios formaban las palabras que componían la oscura lírica que parecía predominar en sus sensuales composiciones.

Fue un ensayo largo y lleno de energía. Cuando Kuno comenzó a prender y apagar las luces para llamarles la atención por el tiempo transcurrido, limpiaron el sudor de sus frentes y se miraron conformes.

Ukyo dio pequeños saltitos en su sitio, aplaudiendo con entusiasmo. -Chicos, chicos… díganme que piensan lo mismo que yo.-

-Karate Kid, yo te acepto.- dijo Ryu respirando agitadamente luego de la exigente maratón que había dado en la batería.

-Ya ganaste aquí, ahora habrá que ver en el tatami.- Ryoga le dio una muy fuerte y dolorosa palmada en el hombro mientras le sonreía con aprobación.

-Sí, me parece bien.- fue todo lo que dijo Shinnosuke.

Saotome hizo una reverencia en agradecimiento y se giró a observar a la preciosa vocalista, mientras se sacaba la guitarra y la colocaba en el soporte que tenía a sus espaldas.

Akane lo miró seriamente de arriba a abajo. Sus ojos otrora expresivos ahora parecían no irradiar emoción alguna. Cuando clavó su vista en los de él, el muchacho tragó con dificultad. -¿Q-qué opinas?- se animó a preguntarle tembloroso.

-¿Tienes otra ropa?- preguntó la muchacha.

Ranma frunció el entrecejo, desconcertado. Asintió y señaló su mochila.

-Ve a cambiarte. Cuando regreses te decimos.-

El muchacho se giró a observar al grupo en general, todos parecían algo descolocados por la actitud de la cantante. Con un rápido movimiento, Ranma se calzó la mochila en el hombro y se retiró al baño.

Ukyo bajó de la tarima donde se emplazaba su teclado y la computadora desde donde seteaba las pistas y encaró a su mejor amiga. -Dimelo, Akane. Dime que es el maldito mejor guitarrista con el que tocaste en toda tu puta vida. Sin ofender, Shinno.-

El alto muchacho ignoró el comentario mientras enrollaba sus cables.

-Es… perfecto.- dijo finalmente la vocalista. -Es aún mejor de lo que hubiera esperado encontrar en esta audición.-

Su amiga la envolvió en un cálido abrazo, obligándola a dar pequeños saltos con ella. Entre risas, Akane se liberó de su agarre y acomodó sus shorts, mirando a Ryoga. -Deja que adivine. Nomás lo viste querías pelear con él.-

El joven del colmillo lanzó una risotada. -Ya sabes, Akanita, el hombre sale del dojo pero el dojo no sale del hombre. Dime si ese karategi no te removió algunos lindos recuerdos.-

La chica hizo una pequeña mueca de aceptación. Si bien su estilo de vida errático y autodestructivo la había alejado de su camino marcial, seguía sintiendo ese punzante y presente deseo de volver a practicar. Quizá la llegada de ese extraño joven, era una señal del destino.

Golpearon la puerta interrumpiendo el debate, y ya con decisión unánime, hicieron pasar al susodicho.

Akane lo recorrió con la mirada de arriba a abajo, incrédula. El apuesto chico llevaba una camisa china color rojo con las mangas arremangadas sobre los antebrazos y un cinto negro. Pantalones chinos color negro y zapatillas de kung fu. Sumado a la trenza, parecía salido de una película de artes marciales.

-Estás dentro.- dijo la joven. -Luego hablaremos de tu…- volvió a darle un repaso. -...estilo.-

Ranma sonrió ampliamente, mas no parecía sorprendido. 'Maldito arrogante' pensó Shinnosuke.

-Está hecho, mañana firmaremos tu contrato y haremos todos los arreglos pertinentes. Ahora, si me disculpan, tengo una cena. Me retiro.- se despidió Kuno, tomando las llaves de su BMW.

Ryu saltó por sobre su instrumento y aterrizó al lado del nuevo integrante con precisión felina. Le rodeó los hombros con un brazo y lo invitó a brindar para festejar su inclusión a la banda.

El joven de ojos azules asintió agradecido e inmediatamente miró al objeto de su real interés. -¿Vienes? Yo invito.-

-¿Escucharon eso? ¡El nuevo invita!- gritó Ryoga generando vítores. Saotome abrió los ojos de par en par, él solo quería invitar a Akane pero ahora no podría retractarse.

Bajo y batería alzaron al joven de ropas chinas en sus hombros como si de una celebración de fútbol se tratara y salieron del recinto, seguidos por las dos mujeres y un molesto Shinnosuke.

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-¿Eres chino?- preguntó ella mientras jugaba con el borde de su pinta de cerveza.

El muchacho se miró las ropas y negó con la cabeza. -Soy Japonés, pero viví en China un tiempo, y en Hong Kong… en el Tibet y en Corea. Viajé por Tailandia, Vietnam y Filipinas… Pero la mayor parte del tiempo, viví en diferentes pueblos a lo largo del Japón.-

La inquisidora mujer parecía estudiarlo, curiosa. -Ya veo… Vistes como estudiante de Kung Fu, pero también usabas un Karategi… ¿Qué disciplina practicas?-

Ranma dió un largo trago a su bebida sin dejar de mirarla intensamente a los ojos. Emanaba fiereza, una seguridad abrumadora. Su mirada era realmente intimidante pero sumamente sensual. La chica tragó saliva y se removió en su asiento, acalorada.

-Estudié Kung Fu Wushu y Shaolin, Karate, Tae Kwon Do, Aikido, Kobudo, Jujutsu, Kendo, Ninjutsu, Kenjutsu, Kyudo… pero me especializo en Kenpo y practico el arte de la escuela de mi familia. Estilo libre, 'Musabetsu Kakuto Ryu'. Es una amalgama de todas las demás disciplinas, utilizando eficientemente los diversos recursos de cada una y adaptándola al combate.-

-T-tu familia… ¿Tu familia pertenece a la e-escuela Musabetsu Kakuto Ryu?- repreguntó ella con voz temblorosa.

Ranma sonrió con suficiencia, luciendo juvenil y hermoso con su flequillo demasiado largo y revuelto y asintió entusiasmado. -¿La has escuchado nombrar?-

Akane apoyó los codos en la barra y tomó su cabeza con frustración. Era imposible… imposible. ¿Acaso era una sucia treta del destino? ¿Qué poder universal había puesto a este muchacho en su camino?

El toque de la enorme y tibia palma masculina sobre su hombro la devolvió a la realidad. -¿Dije algo malo?- preguntó, preocupado.

La joven peinó su cabello hacia atrás con los dedos y se recompuso lo mejor posible, regalándole una preciosa sonrisa que lo derritió hasta las entrañas. -Perdón, es que me sorprendió encontrar justamente a la última persona con la que esperaba cruzar mi camino. ¿Sabías que existe otra familia que honra el legado de tu escuela?-

El muchacho parpadeó intentando recuperarse del intenso hormigueo que su hermosa interlocutora le causaba y comenzó a unir cabos en su mente. Alzó las cejas inundado por la sorpresa y levantando el dedo índice para señalarla brutamente, tartamudeó. -E-eres una Te- Te…-

-Tendo. Síp. Salud, colega.- rió cantarinamente mientras alzaba el vaso para chocarlo con el de él. Ranma tardó unos segundos pero respondió, aunque atolondradamente, a la invitación de brindis.

-¡Pero miren qué linda imagen! La dura y fría Akane Tendo ya hasta se está riendo y bromeando con el recién llegado. ¿Qué magia hiciste, semental?- Ryu Kumon los interrumpió escandaloso como era, parándose en medio y abrazándolos a ambos.

Un gutural quejido salió del maltrecho colado al momento en el que la mujer le clavó un certero y poderoso codazo en la costilla.

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Esa noche Ranma no pudo dormir. Su mente estaba completamente rebalsada de ella. De ella y sus ojos, de ella y su sonrisa, de ella y su sensual y potente voz...

La imaginó vulnerable, solitaria… la sintió lejana pero deseosa de contacto. Aún podía sentir en el aire el delicioso aroma a flores y vainilla que emanaba de sus sedosos cabellos. La suavidad de la tersa piel de su hombro, que tan afortunado se sentía de haber tocado.

Se preguntó cómo sería tocar más de ella... Cómo respondería a su tacto, a sus labios, a su lengua… ¿Su piel se estremecería bajo las yemas de sus dedos? ¿Sus jadeos y lascivos gemidos íntimos sonarían tan endemoniadamente sensuales como se lo imaginaba? Por Kamisama, no entendía cómo una chica había podido embrujarlo hasta la coronilla en tan solo un par de horas.

Quizá este trabajo no iba a ser tan sencillo como había anticipado.