"No correspondido"
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A decir verdad, no recuerdo el día en que me empezaste a gustar, ni el minuto exacto en que decidí que te confesaría mi amor, pero sí de dónde comencé a notarte más que a cualquiera.
Asistir a las clases para obtener las licencias provisionales me hizo verte con otros ojos; no es que me disgustaras o que no te tomara en cuenta. Era sólo que mi panorama aún seguía muy limitado para notarte. Primero fue Midoriya quien me abrió los ojos ante mi poder, luego fueron Iida con su pasión por el compañerismo, después fue reencontrarme con mi madre y al final fuiste tú.
Tú despertaste algo en mí desde que nos esforzamos por tener nuestras licencias. Y cuando detuvimos a esos ladrones saliendo del examen noté que tu sintonía y la mía se mezclaban muy bien.
Luego pasó la guerra que nadie de nosotros pidió vivir tan jóvenes y que sobrevivimos. Me enfoqué en mi hermano y en mi familia, lo suficiente para no traerte a colación a mis pensamientos. Después de enterarme que casi morías, lo que pensaba de ti regresó como un golpe a la cara.
Quise salvarte, pero Midoriya se encargó de hacerlo. Los otros héroes también. No había nada que pudiera hacer por ti.
No sabes las veces que me has influenciado, Bakugo. Las veces en que tus palabras, tu forma de ser, tu persistencia y tu fiereza me han removido tantas cosas que creí que jamás se pudieran llegar a sentir.
Quisiera que estuvieras más tiempo en mi vida, que me contaras más de lo que pasa por tu cabeza, que me permitieras tomar tu mano, que me dejaras sentir lo suave que es tu piel.
El día que te confieso mis sentimientos fue una mañana en que te vi correr por los dormitorios, completamente solo; sin tus amigos, sin Iida regañándote de cuidar tus gritos, y sin Midoriya. Solo tú. Me sentí afortunado de haberme despertado temprano para seguir entrenando los límites de mi fuego. No dudé en acercarme a ti. Te mostraste reacio a que te acompañara, pero sabía que me habías dejado cuando gruñiste y seguiste haciendo lo tuyo.
Estaba tan feliz que te solté todo. Te detuviste. Tus facciones afiladas se endurecieron, producto de la sorpresa que habitaba en tus ojos. Tu ceño fruncido se marcó, grabando el trazo de tu piel. Respirabas agitado por el ejercicio.
Era mi primera vez confesándole mis sentimientos a alguien. Quería que supieras que te veía diferente a los demás, que para mi eras especial. Mi corazón latía tan fuerte que apenas podía percibir si hacías un sonido.
Te quedaste viéndome un largo rato. Tu rostro poco a poco se fue desencajando, para tornarse en molestia.
Me rechazaste. Tajante y directo, como eres tú. No me sorprendió tu reacción, mas inconscientemente esperaba que aceptaras. Anhelaba que lo hicieras.
—Sé que es repentino —Te dije. —Pero no me quiero rendir. Es la primera vez que me gusta alguien. Quiero hacer lo posible por que te enamores de mi.
Hiciste un chasquido con la lengua, sacudiste la cabeza, negando. Te diste la vuelta.
—Haz lo que quieras —Dijiste.
Lo tomé como indicación de que podía acercarme a ti.
La relación que tienes con Midoriya es inusual. No lo digo yo, lo dicen todos en el grupo, lo mismo dicen los del B. Lo noté desde el inicio, aun cuando era demasiado obvio que no lo tolerabas, pese a que Midoriya te admiraba (te admira) tanto. No te culpo, yo también llegué a dirigir mi odio hacia Midoriya. Incluso sospeché que era hijo de All Might, pero eso no lo tienes que saber. No aún, Bakugo. Sé que cuando lo sepas te reirás de mi y dirás que soy muy perspicaz para unas cosas, pero muy denso para otras.
Uraraka decía que sentías miedo de Midoriya, que huías de él.
Al principio no le encontré el sentido, pero luego de conocerte en las pasantías con mi padre; viéndote esforzarte por superar a All Might y ser el héroe número uno, y encenderte cuando Midoriya estaba involucrado en algo relacionado a ti, me hizo comprender su postura.
Entendí que te sentías inferior a Midoriya. Ahora, no estoy tan seguro, porque te ves más disponible a pasar tus valiosos minutos conversando con él, que a gritarle e ignorarlo.
Has dado tu vida por salvarlo. La cicatriz de tu hombro, es la prueba de qué tan dispuesto estás por protegerlo. Si hay algo que aprendí de las cicatrices es que significan momentos importantes, imborrables, marcan un antes y un después de esa persona. Para ti, el redimirte de tu maltrato hacia Midoriya.
Tu coraje, tu valentía, tu fuerza, tu determinación, han probado una y otra vez que tú ya eres un gran héroe.
Tu relación con Midoriya es inusual, porque cuando él se ocupa de otros asuntos, tú lo buscas; lo mismo ocurre con él. Si entreno con ustedes, tú siempre quieres que Midoriya sea quien te vea realizar un movimiento demasiado rápido para atacarlo. Sonríes más si admira tu velocidad.
No quiero admitir que siento envidia por mi amigo.
Midoriya es mi primer amigo en Yuuei, es importante para mí. Sin embargo, saber que tienes por objetivo que Midoriya te vea, me hace hervir. Mi quirk se descontrola. Lo peor es que cuando pasa me ves, sonríes de lado con suficiencia, te ríes de lo patético que me veo (dices «Esa actitud de mierda está incrustada en tu cerebro») y te vas.
Comprendí que entrenar contigo no era la mejor forma de enamorarte. Le pregunté a Yaoyorozu si conocía otra manera de acercarse. Ella dijo que ser constante, pero amable sería la clave; luego me regaló una caja de tés imperiales «Úsalo cuando lo invites a salir» me sugirió.
Confié en su palabra, porque era mi amiga, la admiraba y la apreciaba mucho. Ella me motivó a no rendirme contigo. Aunque no pensaba hacerlo tan pronto. Agradecí su consejo y amabilidad y seguí insistiendo.
Si te doy mi corazón, ¿Lo aceptarías, Bakugo?
No sabes las veces en que he pensado en dártelo. Todos los días, para serte sincero. Te lo entregaría si no me lo pidieras. Bueno, viniendo de ti, lo arrebatarías sin preguntarlo. No importa. Así eres tú. Desafías lo imposible, creas tus propias entradas, no esperas a que los demás hagan las cosas por ti, no dejas que otros hagan lo que les plazca. Eres una explosión, una luz, eres más que mi fuego, más que mi hielo, eres más de lo que soy.
Te invité a probar el té que me dio Yaoyorozu. Acepaste. Dijiste que no lo habías probado y no querías ser el único del grupo que no sabía de su sabor. Me aproveché un poco de que odias perder. Midoriya siempre me lo dice si pregunto por su entrenamiento. No hace falta que me lo digan para notarlo, incluso tú mismo me lo has llegado a decir.
Te compré la nueva edición de dulces picantes llenos de un chile exótico proveniente del Amazonas con el dinero del viejo. Te los ofrecí mientras sorbías el té y comentabas que no sabía tan mal. Me arrebataste los dulces, abriste el paquete y los probaste con el té. Mencionaste que no lo compartirías, pues el sabor era decente, pese a que no te gustaban las cosas dulces. Sonreí. Estábamos en la sala de estar de los dormitorios. Las chicas se encontraban viendo una serie de romance histórico en la televisión—ni siquiera nos prestaban atención—, los chicos estaban esparcidos por la cocina, el jardín, las habitaciones. Nuestra interacción les pasaba desapercibida.
Te vi comer otro dulce. ¿Sabes que te miras lindo? Mi mano quería alzarse y tocar tus mejillas.
De pronto, dices que tengo mejor suerte en comprar algo de acuerdo a tu gusto, porque Midoriya no le atina a tu paladar cuando te compra chocolates. Fruncí el ceño. ¿Midoriya te compraba cosas? Enfatizaste tanto ese comentario que no supe cuál fue tu intención.
Luego veo que comes otro, sonríes de lado, mencionas que el drama que las chicas están viendo es una tontería. Uraraka te contesta que no hables de lo que no sabes. Gruñes. Ashido comenta que no arruines el momento de descanso que tienen. Das un bufido, te metes otro dulce, cruzas las piernas y sueltas que ya viste ese drama, que más les vale no llorar con el final. Las chicas jadean un poco sorprendidas, pero Uraraka y Ashido se miran y sonríen. Después Tsuyu y Jirou. Yaoyorozu parece más concentrada en leer los subtítulos.
Uraraka te advierte que no les rebeles los detalles; te amenazó con algo que no entendí, porque dijo que no te devolvería los tomos que le prestaste y que los vendería en internet. Te encogiste de hombros, gruñiste, optando por terminarte la caja de dulces y el té.
Midoriya aparece en la sala. Tiene aspecto de haber entrenado. Pregunta qué estamos viendo, asiente cuando Uraraka le responde y se va a la cocina donde está Iida diciéndole a Sato y los otros que no hagan un desastre en la cocina, porque Aizawa los va a castigar. Sé que viste a Midoriya, Bakugo. Ignoraste su saludo a ti, pero lo viste. Tus ojos se desviaron un poco del televisor para verlo.
Nunca dejas de mirarlo, Bakugo. Así como él tampoco deja de mirarte. Quisiera que me mirases igual, que me buscases igual, que me dejaras comprarte más dulces, que me permitieras llenarte con mis sentimientos.
Si te doy mi corazón, ¿Lo aceptarías Bakugo?
Mi familia te acepta.
A Fuyumi le agradas mucho. A Natsuo también. El viejo te ve como aceptable. Mi madre aún no te conoce personalmente; te ha visto, mas no ha tenido oportunidad de verte deslumbrar cuando hablas.
Cuando puedo ir a casa a visitar a mis hermanos, Fuyumi pregunta si vendrás a cocinar (le dije que sabías cocinar) y probar sus platillos. Natsuo interroga cómo han ido tus avances, ya que desde que lo salvaste aquella ocasión, te admira como héroe. El viejo dice que tienes talento, que tu poder y lo que sigas descubriendo de él, seguirá creciendo. Claro él siempre opina que te falta algo. No le hago caso. Sé que a ti no te falta nada.
Me pregunto si tu familia me aceptará.
Midoriya dice que eres idéntico a tu madre, tanto en el físico como en la personalidad. Comenta que las ocasiones en que te visita (más que nada porque tu madre y la de Midoriya son amigas), es un caos en la casa. Tu papá es otra cosa, Midoriya ha dicho que es un señor calmado, que intenta bajar los gritos entre tú y tu madre, pero muchas veces resulta en vano.
A mi no me molesta eso, Bakugo. Que discutas con tu madre, que tu padre los tranquilice, eso no me impide desear que me presentes a tu familia.
No quiero sentir que tengo esa desventaja con Midoriya. Él te aprecia mucho. No tanto como yo. Lo sé. Quiero convencerme de ello, ya que Midoriya te persigue, te entiende, te lee bastante bien, sabe lo que te gusta y lo que no. No obstante, no sabe llegar a tu corazón y yo tampoco. Midoriya no gusta de ti. En cambio, yo sí. Si Midoriya gustara de ti, creo que lo tendría más difícil. Lo bueno es que solamente te ve como un rival, ¿No?
Hace poco te acercaste a mi para pedirme una receta. Bueno, te acercaste a mi para que le hablara a Fuyumi y te pasara la receta que tú querías: pollo Sichuan. En el segundo año elegiste venir a realizar tu pasantía con el viejo, mi hermana te invitó y aceptaste porque te gustaba su cocina, su sazón. Ella te preparó pollo Sichuan, pediste otra ración, luego otra y después otra hasta acabarte el platillo.
Recuerdo que le pediste la receta, mas no se la pedí por mensaje ni en mis posteriores visitas. Quería tu te acercaras, por voluntad propia. Tuvo que pasar el resto del segundo año para que me la pidieras ahora en tercero.
Parecías necesitado. Lo que me hizo preguntarme por qué querías prepararla. ¿Cuál era tu insistencia? ¿Se la harías a alguien? ¿A mí?
No me atreví a preguntarte. Te la pasé. No quería complicar las cosas entre nosotros. Notaba que te molestaba mi confesión. Aceptaste los dulces, el té, que te diera la receta, que entrenara contigo, mi oferta de las pasantías con el viejo, pero no mi confesión.
Sin embargo, te acercaste a mi, ya sea por necesidad o porque me tenías confianza. Yo esperaba que me tuvieras esa confianza; así como confías en mí cuando combatimos contra villanos. Así como confiaste en mi para que te pasara la receta.
Yo confío en ti, Bakugo. Mi familia lo hace.
Te aceptan cómo eres, quieren verte ser un héroe, te apoyan, se preocupan por ti. Si te vuelves mío, ellos te aceptarán con los brazos abiertos. Entonces, te volverás parte de la familia, mi familia.
¿Lo aceptarías, Bakugo? Porque yo aceptaría ser tu familia sin que me lo preguntaras.
Te compré los dulces que te gustaron, le pedí a mi hermana que me ayudara a preparar curry verde el fin de semana que solicité para ir a casa, conseguí un póster de edición ilimitada de ti (ya eres famoso, aunque todavía no nos graduáramos). Sabía que te gustaba cualquier tipo de curry, mas elegí ése ya que Kirishima compartió que fuiste con él, Kaminari y Sero a comer el domingo pasado y que te había encantado. Aunque, claro, no lo dirías expresamente.
Mi hermana me tuvo paciencia, ya que no sabía partir los ingredientes. Hicimos varios intentos hasta dar con un sabor que supuse se ajustaría a tu paladar.
Ella me deseó suerte. No necesitaba que le dijera para quién era para saberlo.
El lunes por la mañana salí con el curry empacado, los dulces y el póster. Mi hermana me acompañó, pues tenía trabajo. Me dijo «Asegúrate de traer a Bakugo la próxima vez que vengas».
Asentí.
No esperaba que todo explotaría en mi cara en cuanto me acerqué a ti para darte lo que te traía. Me viste con desagrado. La irritación creció en tu rostro frente a la mención de que quería que comieras conmigo. Sugerí que lo podíamos cenar. Te irritaste más. No entendí por qué. Así que te di el curry, los dulces y el póster me lo reservaría para dártelo después.
—No te pedí que me trajeras esto, cabrón —Dices.
—Es para ti —Te comento sin mostrar mi desesperación—. Lo hice para ti. Quiero que te enamores de mi.
—No jodas —Respondes; tu voz suena más grave.
—Acéptalo, Bakugo.
Soltaste un ronco resoplido, arrugaste el ceño, tu rostro enrojecido, la tensión visible en tu cuerpo.
—¡Piérdete!
—No puedo hacer eso, Bakugo. Me gustas.
—Es una batalla perdida, imbécil.
—Dijiste que hiciera lo que quisiera. Eso es lo que estoy haciendo.
De pronto, me arrebataste lo que te traje, te giras.
—No soy tan imbécil para desperdiciar comida.
—Entonces, ¿Comerás…?
Gruñes. Te alejas unos pasos.
—Ya perdiste desde el principio —Verbalizas con esa firmeza que tienes con las cosas que te apasionan.
Te retiras, dejándome con el corazón pesado y el esfuerzo de tres días y dos noches sin dormir colgando en mi conciencia; queriendo que hubieras elegido comer conmigo.
No me iba a rendir tan fácil, Bakugo.
Sueño a menudo contigo.
Sueño que mis manos te tocan, te alcanzan, te estremecen. Sueño que tu aliento es lo único que puedo respirar, que tu aroma a caramelo me intoxica. Sueño que me sonríes con esas sonrisas de lado que haces, luego me permites abrazarte.
Sueño que me aceptas, que correspondes, Bakugo.
Me pregunto si tú también llegas a soñar conmigo; si me aparezco en tu mente cuando estás descansando.
Lo quiero, Bakugo. Quiero saber me deseas tanto como lo hago yo.
Realmente lo hago.
Estos días de invierno nos tocó realizar una evaluación exhaustiva de nuestro trabajo en equipo, así como crear movimientos en dúo con un compañero del mismo grupo. Nos dividieron primero en contra del B y después en contra de nosotros mismos. En los dos equipos me tocó contigo. Contra el B(éramos, Tokoyami, Sero y Hagakure) no me dejaste dirigirte la palabra; tomaste el rol de líder y nos guiaste hacia la victoria en menos de cinco minutos. Contra nuestros compañeros (éramos Jirou, Sato y Mina) , nos tocó contra el equipo de Midoriya. Sabíamos que sería un problema. Estaban en nuestro equipo; opinaban lo mismo que yo.
Nos volviste a liderar. Esta vez, nos diste más detalles. Tomarías la delantera, Jirou iría justo atrás de ti, luego Sato, después Mina y al final yo. Creí que sabías que había desarrollado ataques a corta distancia. Sé que lo sabes. Me viste crearlos en las pasantías; incluso opinaste que debía ser más directo, más explosivo y menos descarrilado a los lados para evitar daños.
En el equipo de Midoriya estaban Uraraka, Iida, Mineta y Tokoyami. Aseguraste la victoria absoluta. Te creí, claro. Eres maravilloso, Bakugo. Atacaste a Midoriya con una excelente ofensiva, fuiste directo; una bomba a punto de detonar. Pero Midoriya, haciendo uso de sus múltiples quirks, los guió hacia una derrota. Sí, Midoriya no logró capturarte. Atrapó a Jirou y Sato con el látigo negro. Tú capturaste a Tokoyami. No necesitaste siquiera que te ayudara, aunque atrapé a Iida y con los números del equipo de Midoriya en desventaja, logramos ganar.
Midoriya no se rindió tan fácil. Te dio batalla y tú también. Destruyó tus guanteletes con un golpe en cada uno, también lo que cubría tu cuello. Tú le quemaste el costado derecho del traje con una violenta explosión. Aproveché el momento para atrapar a Mineta. No dejaría que el equipo de Midoriya opacara tu grandeza, tu astucia y tu perseverancia en ganar.
Los quince minutos pasaron. Uraraka y Midoriya fueron los únicos que quedaron del equipo en pie. Perdieron. Le restregaste a Midoriya tu victoria. Extendiste tus brazos, inflaste el pecho y reíste.
Me acerqué a felicitarte por lo que logramos juntos, mas estabas más interesado en presumirle a Midoriya que no te iba a alcanzar aunque tuviera muchos quirks, le mencionaste que no los sabía usar y que ni con años de práctica le llegarías a los talones.
El entrenamiento se acabó. Entonces, te marchaste.
Estaba acostumbrado a verte en los vestidores, al igual que a mis amigos y compañeros. No obstante, me nacen los deseos de pasar mis dedos por el trazo de tu columna, tocar los músculos de tu espalda, acariciar tu esbelta cintura.
No noto que te miraba tanto hasta que Iida me habló alto. Me invitó a una sesión de estudio en su habitación con motivo de los últimos exámenes. Acepté. Midoriya se unió, Uraraka también (dijo que ella había accedido antes de irnos a los vestidores).
Cuando me volví para mirarte, ya estabas vestido. Me miraste. Sentí mi rostro calentarse un poco. Frunciste el ceño.
Entretanto, caminaste delante de mí. Me embriagaste con tu aroma a caramelo.
—Deja de mirar —Comentaste—.Es asqueroso.
Justo me iba a disculpar, mas chocaste hombros con Midoriya, quien te miró con una expresión que no supe descifrar. Asintió ante tu gesto. Te fuiste con las manos en los bolsillos, encogido.
Sueño a menudo contigo.
Sueño que nos quedamos a solas después de entrenar y me dejas abrazarte por detrás sin que nadie nos viera. Sueño que mis dedos separan uno a uno los mechones de tu cabello. Sueño que toco tus cicatrices, la de tu rostro y la de tu hombro. Sueño que acaricias la mía.
De camino a la cafetería, recuerdo que dejé mi celular en el casillero. Le digo a Iida que regresaré por él. Llegando, me sorprende escuchar un golpe de la pared del pasillo del cuarto de los casilleros.
—¡Kacchan!
Es Midoriya. Dice tu apodo.
Me detengo en el pasillo a lado del cuarto.
—Te dije que te quedaras quieto —Adviertes.
—No es el lugar adecuado para hacer esto, Kacchan.
Tengo la tentación de asomarme. No me la pienso un segundo cuando dejo escucharlos. Se oyen suspiros y gruñidos. Asumí que se estaban golpeando. Acerco mis ojos a la orilla de la pared. Te vi muy cerca del rostro de Midoriya, rodeando uno de tus brazos alrededor de su cuello y el otro apachurrando las mejillas de Midoriya. Él estaba recargado contra la pared, sus brazos extendidos contrayéndose. Tus ojos están cerrados. Gruñes, te aferras en apretar tu brazo en Midoriya. Tu ceño se frunce más.
Mi corazón late tan fuerte que apenas puedo percibir lo que pasa. Temí por que fuera cierto lo que miraba.
Midoriya se retuerce, buscando zafarse de tu agarre. Pega un gañido. Te apegas más a él. Midoriya te empuja.
—¡Basta, Kacchan! ¿Por qué haces esto?
—Cállate, imbécil.
Te acercas de nuevo, pero Midoriya te repele. Por primera vez pienso que Midoriya es un idiota. Nadie en su sano juicio te alejaría.
Me escondo en el pasillo, con mis nervios consumiéndome.
—¡No te resistas!
—Necesito que me respondas.
—Responderte una mierda, Deku.
—Quiero escucharlo de ti.
—Me estás evitando.
—No.
—¡Hasta el imbécil del bastardo mitad y mitad se daría cuenta de que me estás evitando!
Me tenso. Hablaste de mí.
—No, Kacchan.
—¿Te hablaron los antiguos portadores? Porque no encuentro otra maldita razón de tus excusas.
Tu voz se vuelve más seria. Quiero asomarme y ver qué ocurre entre ustedes, qué es lo que te tiene tan enojado con Midoriya.
—No.
—Si no dejas de actuar como un idiota, eso ya lo eres, terminamos con esto.
—Espera, Kacchan.
Te escucho gruñir.
—¡Suéltame!
—¡No me has contestado lo que te dije esa vez! ¡No podemos conversar adecuadamente porque te alejas!
Arrugo las cejas.
¿Esa vez?
—¿Yo, alejarme? Tú eres el que se aleja, Deku. Me compras chocolates insípidos que no te pedí, haces una confesión patética y finges que no pasó nada.
¿Confesión?
Llevo una mano a mi pecho, sintiéndolo pesado.
—¡Lo siento, Kacchan! —Midoriya se escucha angustiado—. Estaba desesperado por decirte cómo me sentía. No dijiste nada. Asumí que no te importó.
Bufas.
—Decidiste todo por tu cuenta, imbécil. Estabas tan ocupado decidiendo lo que pensaba sin preguntarme. ¡Todo lo que dices me molesta, idiota!
Midoriya guardó silencio.
Asomé la cabeza con la menor inclinación de evitar hacer ruido. Los veo. Midoriya continúa recargado en la pared, tú lo ves de frente. Es una mirada demasiado dura para esquivarla.
—Kacchan… —De pronto, percibo un cambio en su voz—. Eh, ¿Sabes? Los chocolates, los hice yo. No los compré. Me enseñó Sato a hacerlos, es por eso que quizás no se ajustaban a tu paladar. Las cajas en las que te las di, bueno, esas sí las compré. Ehm. Sé que no es lo que estábamos hablando, pero quería que lo supieras. Supieras que hablaba en serio aquella vez. Y lo sigo haciendo.
—Entonces, demuéstralo, Deku —Retas.
Enseguida, tu mano toma de las solapas el uniforme de Midoriya, sin darle chance a Midoriya de responder y vuelves a acercar tu rostro, tus párpados cerrados, tu imborrable ceño fruncido, una calma irreal asentada en tu rostro, mientras devoras la boca de mi amigo en mi cara.
Siento que me es difícil hilar mis ideas, el pecho me arde, me arde, Bakugo, me quema tanto que estoy hirviendo. Apaga esta sensación, Bakugo. Apágala con tus explosiones. Sé que serán el agua que aminore el incendio que ocurre con mi cuerpo.
Midoriya te aleja un poco, dice que llegarán tarde a comer, que lo retomen luego de las clases. No te importa. Lo ignoras. Regresas a robarle el aliento a la boca de Midoriya. Mi amigo.
Midoriya te rodea por la cintura. Aprieto los puños. Veo que tus ojos se abren, me ven, me estremezco, siento que pierdo la noción de los segundos en tu color rojo, sonríes y abrazas a Midoriya. Cierras los párpados y empujas a Midoriya con tus pasos dentro de los casilleros, fuera de mi vista.
La puerta se cierra. Parece que es mi cerebro el que se cierra.
—Izuku.
El sonido de tu voz decir su nombre es lo último que escucho antes de irme. La necesidad y urgencia que consumían tu tono, me destrozaron.
Aceptaste el té, los dulces y el curry, Bakugo. Elegiste realizar las pasantías conmigo (y Midoriya). Me diste consejos, me ayudaste, me apoyaste. Le agradaste a mi familia. Salvaste a mi hermano. Aprendí a confiar en ti, a creerte, a conocerte. Me guiaste con sigilo a quererte. Me hiciste tener esperanzas. Esperanzas de que corresponderías. Esperanzas de que podría tenerte, volverte mi familia, crear algo contigo donde las enseñanzas de mi padre y el sufrimiento de mis hermanos no sean las sombras que nos persigan para iniciar un nuevo ciclo.
Mi entero cuerpo arde. Mi lado izquierdo se derrite, derrite todo mi interior, mi exterior, mis músculos, mis huesos, mi corazón, mi cara. Todo.
Sueño a menudo contigo, Bakugo.
Sueño que soy yo el que te besa en los casilleros. Sueño que soy yo el que se escabulle en el mar de tus labios. Sueño que soy el que se refugia en tus brazos cada día, cada estación, cada hora, mañana o noche, no importa.
Sueño que soy el que eliges.
Pero no sueño con que sea Midoriya el que te tenga y yo no.
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NOTA: Este es un fic diferente a los demás. Está escrito en primera persona desde el punto de vista de Todoroki.
Le falta pulirse, eso sí, pero fue entretenido escribirlo.
Tendrá otras partes, u otra extra.
Espero que les haya gustado.
