Akai Keshi
Amapola Roja
Sinopsis: En sus andanzas por Japón, un joven artista marcial choca con una antigua conocida quien, atrapada en una vida indeseada, se ve obligada a pagar con su vida una deuda ya saldada.
Descargo de responsabilidad: Ranma 1/2 y sus personajes son propiedad de la talentosa Rumiko Takahashi. Yo soy únicamente una fan que disfruta creando historias sin fines de lucro para entretenerse y entretener a otros fans.
Capítulo 1
Sobre sus pasos
La vida errante le era tristemente familiar. Sin un lugar fijo donde vivir, pasó su temprana preadolescencia sobreviviendo en zonas boscosas y poco transitadas. Su padre, un hombre de malos hábitos, se encargó (a grandes rasgos) de su crianza y entrenamiento. Nunca hablaban del pasado, de las personas de las que le alejó ni bien tuvo consciencia suficiente de lo que ocurría. No recordaba mucho de su querida madre, sin embargo, cada vez que su padre lo veía parecía remembrarla en sus rasgos, en sus ojos azules tan extraños como bellos en aquella tierra que despreciaba lo disímil.
Estuvo tanto tiempo lejos de la civilización que, al desaparecer su viejo padre tras él alcanzar la suficiente edad para valerse por sí mismo, ni siquiera sintió la diferencia. No le importaba lo más mínimo lo que ocurriese con su viejo, ni siquiera se sentía acompañado en su presencia. El joven chico siempre echaba de menos a personas mucho más importantes, personas que secretamente anhelaba volver a encontrar.
No obstante, lo único que encontró en su solitaria vida fue una estela de deudas y problemas que al joven chico le venían demasiado grandes. Se vio obligado a trabajar como un esclavo en diferentes sitios, mayoritariamente como guardaespaldas y luchador clandestino debido a sus habilidades de combate. Era bueno, demasiado para alguien tan joven y, sin embargo, se sentía profundamente desgraciado en su soledad.
– ¿Estás seguro de que quieres irte, muchacho? – El joven se encontraba arrodillado y rodeado por al menos cuarenta hombres, todos armados hasta los dientes. Ante la pregunta del cabecilla del lugar, él solo pudo darle un ligerísimo asentimiento antes de separar sus labios y responder asertivo.
– Ya no tengo motivos para quedarme. – El viejo hombre frunció el ceño ante su respuesta, dando un paso adelante ante la mirada atenta del gentío.
– ¿Y si te retengo? – Se encontró amenazando, lo cierto es que el viejo hombre lo pensó durante mucho tiempo. Ese joven frente a él era un diamante en bruto, le había hecho ganar más dinero en tres años de lo que ninguno de sus otros trabajadores lo habían hecho en diez o veinte.
– No creo que sea tan estúpido. – El artista marcial estrechó sus ojos ligeramente, esos ojos tan azules parecían oscurecerse al percibir el peligro que emanaban sus palabras. El viejo sabiamente retrocedió dos pasos, sabiendo que se zambullía en aguas pantanosas.
– ¿El trabajo no te parece lo suficientemente bueno? –
– No. – Sin mudar su expresión, el muchacho respondió despectivo.
– Es una lástima. – Suspiró pesadamente, resignado a perder a su mejor hombre en años – Tu padre era un ladrón bueno para nada, pero te entreno bien. – El joven alzo una ceja.
– Gracias, supongo. –
– Toma tu dinero y vete. – Dijo lanzando una bolsita de tela que el muchacho tomo al vuelo y sin más ceremonias ni despedidas, se levantó del tatami y se encamino a la salida del recinto, los hombres se apartaron de su camino, viendo al que fue el más fuerte y joven entre todos ellos marcharse sin mirar atrás. Cuando la puerta corrediza volvió a su sitio todas las miradas se volvieron al hombre fumando sobre el tatami.
– ¿Está seguro de esto, jefe? – Se atrevió a cuestionar uno – Era su baza maestra, si lo retenemos entre todos no tendrá más opción que rendirse. Nadie puede contra tantos hombres. –
– Ni se molesten. – Resopló molesto – Este muchacho no es igual que su padre. Cuando lo encontramos tuvimos suerte de que fuera solo un niño muerto de hambre, de otro modo jamás lo hubiésemos arrastrado hasta aquí. –
– Pero… –
– Pero nada, déjalo estar. Saldó su deuda y nosotros somos hombres de palabra. –
– Señor, ¿le ha dicho al joven amo que se va? – Por primera vez el hombre se mostró apesadumbrado, calando de su pipa la desazón que le provocaba esa sola pregunta.
– Me temo que él fue quien me lo dijo. –
Cuando alcanzó la entrada principal, el joven de ojos azules vio una silueta familiar apoyada en la pared, sus enormes mangas revoloteaban en el incipiente aire invernal, como si estuvieran ondeando ante la ventisca irascible del muchacho que las poseía. El chico se paró firme, viendo al que fue su único amigo durante esos diez años de trabajo forzado.
– Entonces no mentías. Te vas. – Sus ojos verdes lo juzgaron impasibles tras el cristal de sus gruesas gafas.
– Diez años fueron más que suficiente, Mut-zu. Ya es hora de que haga mi vida lejos de los inconvenientes de mi padre. – El muchacho frente a él mudo su expresión a una apenada. Su amigo frunció el ceño al distinguir la misma expresión que vio incontables veces conforme fueron creciendo.
– Sé que mis disculpas no sirven de nada, pero… –
– Ya lo has dicho. – Le cortó en seco – Son inútiles. No has hecho nada por lo que tengas que disculparte. –
– Soy el hijo del hombre que te retuvo aquí durante diez años, Ranma. –
– Por eso mismo no debes disculparte. – Insistió – Nosotros no somos nuestros padres. –
– Lo sé. – Le sonrió amable – Y también sé que no regresaras jamás, pero si necesitas ayuda, siempre puedes contar conmigo, chico afeminado. –
– Eso no va a pasar, pato cegato. – Le devolvió la sonrisa. Tras unas palmadas mutuas en el hombro, ambos jóvenes se dedicaron rápidas palabras de despedida con la absoluta convicción de que no volverían a verse en un largo tiempo.
El joven muchacho emprendió camino allá donde sus memorias comenzaban a tornarse borrosas. Recordó, no sin dificultad, el barrio en que nació. La casa en la que su familia vivió junta durante poco tiempo antes de que todo se fuera al demonio. Camino días enteros sin descanso, dividiendo su tiempo entre entrenar, cazar y descansar a la intemperie. Era plenamente consciente de que las posadas le salvarían de esa vieja y fastidiosa rutina, pero deseaba guardar su dinero para algo más provechoso.
– Pronto comenzará a nevar… – Pensó preocupado al ver el ensombrecido cielo, sabiendo lo que eso podría significar. En las nevadas las oportunidades de trabajo disminuían considerablemente y eso reducía sus posibilidades de conseguir un trabajo decente. – Quizá tendría que haberme quedado hasta que pasase el invierno… –
Se vio obligado a cortar su rutina diaria, caminando día sí y noche también para llegar más rápido a su destino, no quería verse atrapado en la primera nevada del año. Cuando por fin vislumbro el empedrado del camino se permitió levantar los ojos del suelo, fijándose por primera vez en el lugar donde se encontraba. Los tímidos farolillos rojos a la distancia le saludaron resplandecientes ante la oscuridad del crepúsculo. Los carteles iluminados con velas y otros elementos resplandecientes lo cegaban por momentos al igual que las mujeres vestidas con ropas atrevidas y despampanantes, quienes esperaban pacientes en la entrada de caserones coloridos, rebosantes de melodías y esencias seductoras. Vio todo con expresión confundida, no entendía nada. ¿Estaría siquiera en ese lugar que le vio nacer o definitivamente acabó por perderse entre todos los caminos que recorrió durante su vida errante?
– ¡Oiga, joven! ¿No le gustaría pasar algo de tiempo con nosotras? – Apartó los ojos de los farolillos rojos dirigiendo una mirada interrogante a las coquetas mujeres que le sonreían nada discretas, con sus intenciones reluciendo en todo su lenguaje corporal. El muchacho las vio sin verlas realmente, no creyendo lo estaban sugiriéndole con esa simple interrogante.
Dió un paso dubitativo hacia ellas, haciéndolas sonreír ampliamente ante la posibilidad de tener un nuevo cliente. Ambas se acercaron para verle mejor, sujetando modestamente las mangas de su ajada camisa tangzhuang.
– Mira nada más, que muchacho tan apuesto… – Dijo la primera levantando su rostro hacia el de él, tratando de ver más allá de la oscuridad con tal de distinguir mejor los ojos ajenos.
– ¿Quiere pasar dentro, joven? – Sugirió la otra, abrazándose a él suavemente antes de ser apartada firmemente por el incomodo muchacho.
– No estoy aquí por eso. – Explicó tras retroceder un paso – ¿Es este el barrio Hinagueshi? – Las mujeres se vieron entre ellas, sin saber si sentirse contrariadas por el rechazo o curiosas por la pregunta.
– Este fue el barrio Hinagueshi. – Afirmó una, la otra a su lado asintió suavemente – Hace muchos años que nadie le llama de esa manera. –
– ¿De dónde viene, joven? – Cuestionó cautelosamente la segunda, fijándose mejor en sus ropas y en sus arrebatadores ojos, tan azules como el añil del mar. El muchacho se removió disgustado al verse escudriñado ante ese par de ojos hambrientos y sin mudar un ápice su expresión inescrutable, respondió casto.
– Gracias por su tiempo. – Sin más que decir, se dio la vuelta con un peso extraño en el estómago. Sí, se encontraba en el sitio adecuado, pero no se sentía como creyó que lo haría. Ni siquiera estaba seguro de encontrar su viejo hogar entre tantas edificaciones nuevas y enormes. Se encamino más profundo en su redescubierto barrio, caminando entre parejas acarameladas, borrachos graciosos y buscapleitos idiotas que no sabían con quien enmarañarse en una nueva pelea.
No se molestó en cubrir sus ojos, con la oscuridad y la variedad de colores en los farolillos incandescentes, además de las grandes cantidades de alcohol y demás sustancias que sus visitantes ingerían, estaba seguro de que nadie repararía en su extraño color.
Cuando llegó a un lugar más recatado, lejos del presuntuoso bullicio de las casonas del placer, se detuvo un momento para observar detenidamente cada casa, cada pequeño patio, cada kanji en cada pequeña placa en cada una de las puertas de cada casa. Lo sabía, estaba cerca. Podría recordar el aroma a tierra húmeda y carbón, el color del lodo e incluso los árboles marchitos que se distribuían por todo el caserío.
Siguió caminando al tiempo que escudriñaba el espacio y se detuvo al distinguir una casa separada del resto, en un terreno más grande rodeado por una pared deteriorada. Abrió los ojos ligeramente al reconocer de inmediato esa curiosa distribución. Dio un paso adelante y luego otro más antes de echarse a correr al tiempo en que los primeros copos de nieve llegaban anunciando el nacimiento del invierno. El muchacho ni siquiera se percató de ello.
Corría anhelante, sabiendo que por fin encontró lo que tanto deseo volver a rescatar. Por primera vez desde que abandono su hogar una sonrisa enorme ilumino su ilusionado rostro. Se paro en seco delante de un gran portón rechinante y brindó tres fuertes golpes a la madera resentida por el frio y el paso del tiempo. Vio el enorme letrero dañado sobre el portal, anunciando lo que él tanto ansió reencontrar.
«Dojo Tendo-Saotome: Musabetsu Kakutō Ryū»
Esperó impaciente que alguien, quien sea, abriera sus puertas y conforme pasaban los silenciosos minutos comenzó a invadirle el pánico, cayendo en cuenta de algo tan lógico que tendría que haber pensado antes de regresar. Tan ansioso estaba de volver a casa que olvidó la posibilidad de que sus miembros podrían ya no vivir allí. Después de todo, habían transcurrido diez años.
Sumido en la decepción, comenzó a creer que cometió un error terrible al haber regresado, pero ¿Qué más podía hacer? No tenía ningún lugar al cual volver. Se sentó en el suelo frente a la puerta, volviendo mentalmente sobre sus pasos e ideando una solución temporal. Con tanta gente rondando no iba a dormir a la intemperie sin el riesgo de que le ocurriese algo. Una cosa era dormir en bosques desolados y otra muy diferente dormir rodeado de personas que bien podrían robarle o matarlo de encontrarlo sospechoso. No sería extraño dadas sus circunstancias.
– Tampoco sería extraño que yo terminara perpetuamente en prisión si intentaran matarme… – Con la mente atribulada el muchacho se recostó contra la vieja madera de la entrada. Esperó toda su vida para regresar a casa, esperar por un poco más de tiempo no le causaba mayor problema. Se acomodo contra la dura superficie y se cubrió lo mejor que pudo con su ajada capa de viaje. La nevisca comenzaba a arreciar y sus ojos azules se vieron obligados a entrecerrarse para permanecer resguardados del frio, apenas veía nada con los copos cubriéndole las pestañas, no obstante, en la lejanía del camino, vislumbro una figura que se acercaba veloz.
– ¿Vendrá hacía acá…? –
Por algún motivo, su corazón se sacudió.
Recuperado y reescrito el 01 de mayo, 2024.
[Notas de la autora]
Siendo sincera: Llevo añales sin escribir nada que me convenza. Sin embargo, estoy bastante motivada por esta historia, aunque el bloqueo creativo sea algo perpetuo en mi mente. Nunca he publicado en Fanfiction y cuando lo intentaba me costaba mucho, pues nunca logré comprender del todo como usar la plataforma (y, por fortuna, mis primeras cuentas fueron olvidadas con el paso del tiempo sin publicar nada jamás).
Ahora, con respecto a la historia…
Si, es algo así como un drama. Tengo una idea general de lo que pasará, pero no sé muy bien qué clase de clasificación tendrá ni mucho menos si el final que tengo pensado será el publicado, estoy afinando muchas cosas en mi cabeza, ya veré como procederé. Espero desarrollarlo correctamente con el pasar de los capítulos. Aun sigo escribiendo, pero para cuando publique este primer vistazo este fanfic ya tendría que estar cerca de su capítulo final, aunque no les prometo nada, uno nunca sabe que es lo que podría ocurrir. Actualizaré siempre y cuando tenga tiempo, de momento, no tengo un día específico para ello.
Espero sinceramente que les agrade y les entretenga tanto como yo me entretengo imaginando y quebrándome la cabeza para hacer esto.
Dato de color: Comencé a escribir esto por una canción.
Saludos,
S
