Acababa de llegar de la escuela en su bicicleta cuando su papá salió de la casa a darle la noticia que se irían de vacaciones a Japón por un tiempo, para empezar se le hizo raro que su papá estuviera tan temprano en la casa, pero pensó que quizás había pedido medio día libre — …mañana tenemos escuela — razonó ella.

—Ya pedí permiso en tu escuela, aparte vamos a ir a USJ y a Disneyland, ¡no estás emocionada!

Cualquier niño estaría feliz, sus hermanos pequeños estaban gritando de alegría emocionados por irse de vacaciones a mediados de marzo y olvidarse de la escuela, ella por supuesto que también quería ir, pero en las vacaciones de verano, mañana tenía clases de música y el viernes iba a ir a cazar fantasmas con sus mejores amigos Pamela y Matthew. Sin embargo, al ver lo emocionados que estaban los gemelos, no le quedó de otra que aceptar. Hizo su maleta, metió su equipo que usaba para tomar fotos y videos de fantasmas y salió de la casa con su papá y sus hermanos.

Cuando ya estaban en el aeropuerto le cayó el veinte de que algo faltaba —¿Y mamá?

—Ella no va a venir porque tiene mucho trabajo, ya sabes que el trabajo siempre ha sido más importante para ella que nosotros —comentó con desprecio su padre.

Rin no dijo nada, ya estaba acostumbrada a las peleas constantes entre sus papás por choques culturales que nunca lograron superar, pero ella estaba segura de que su mamá los amaba a ella y a los gemelos más que a nada en el mundo. Supuso que se trataba de otra de sus peleas y que por eso su papá quería ir a Japón por un tiempo, solo esperaba que esto no interfiriera en sus estudios y su proyecto de cazar fantasmas.

Por la ventanilla del avión observó con cierto temor, cómo Luisiana se iba haciendo un trozo de tierra minúsculo y por alguna extraña razón sintió que su corazón también. Después de un extenuante viaje de casi 19 horas donde los gemelos se la pasaron llorando y haciendo travesuras, molestando a medio mundo en el avión y su papá gritándole a ella que los callara, como si Rin fuera la mamá… por fin llegaron a Narita.

No bien acabaron de salir de inmigración, su papá le confiscó su celular con el pretexto de que le compraría uno nuevo —pero les tengo que avisar a Pam y Matt que no voy a ir a la escuela hoy…

—Después. —Cortó su papá la conversación parcamente.

Tal y como les fue prometido, tomaron un tren rumbo al hotel de Disney y pasaron ahí 3 días y dos noches, de las cuales Rin no pudo disfrutar nada, estuvo de muy mal humor por no tener acceso a internet y avisarles a sus amigos sobre su repentina desaparición. Ya habían quedado de ir a un cementerio el viernes y seguro estaban vueltos locos por su ausencia. Sin embargo, su papá parecía no darle importancia a nada, actuaba como si de verdad todo esto fueran unas vacaciones normales.

La siguiente semana llegaron a Miyoshi en Hiroshima, el pueblo donde vivían sus abuelos, para colmo sus abuelos no tenían wifi y su abuelita no le prestaba su celular por órdenes de su papá.

Al cabo de una semana los gemelos comenzaron a extrañar a su mamá y Rin ya no salía de su cuarto, ni si quiera para ver las flores de sakura, no sabía qué estaba pasando, sólo sabía que era algo muy malo.

Escuchaba que por las noches su papá le gritaba a su abuelita que se callara y luego su abuelito le gritaba a su papá.

Hasta que el lunes primero de abril, su abuelita la despertó muy temprano.

—Este es tu nuevo uniforme Rin chan, cuando acabes de ponértelo y bajas a desayunar.

—¿Uniforme de qué?

—Del koukou, a partir de hoy estudiarás el primer año.

—No entiendo.

—Mejor no preguntes Rin chan y obedece a tu papá.

Bajó en pijama corriendo a la cocina y le gritó a su papá exigiéndole una explicación, a lo cual él no explicó nada y le dijo que su deber como hija era obedecer, pero Rin se mantuvo en su postura.

—¡No voy a ir a ningún lado hasta que no me expliques qué está pasando!

—¡Mira en lo que te has convertido! Igual a tu madre, irrespetuosa. Si te digo que son cosas de adultos es porque no son cosas que puedas comprender, ¡cierra el hocico y vístete para la escuela!

—¡Yo ya tengo una escuela y está en Luisiana!

—¡Pues ya no más, ahora tu escuela está en Miyoshi!

—¡Pues no voy a ir! ¡Voy a hablarle a mamá para que venga por mí!

Su papá se echó a reír, pero de una menara horrible, se notaba que estaba enfurecido —Muy bien Rin, ya que tú te sientes muy adulta, te voy a decir la verdad, tu madre se fue con otro hombre, nos abandonó y no tengo el nuevo teléfono de esa zorra, así que a ver cómo le haces para contactar con ella —su padre salió de la cocina azotando la puerta shoji dejándola ahí en completo shock.

Rin nunca se había desmayado, ni la primera vez que escuchó a un fantasma, pero estaba segura de que ésta sería su primera vez.

Despertó en la silla de la cocina con su abuela mojándole la cara con una toalla y su abuelo mirándola fijamente.

—Rin, yo no sé cómo sean ustedes los extranjeros, pero aquí los niños obedecen a sus padres, haz lo que tu padre te dice si no quieres que te peguen.

Jamás le habían pegado, aunque sabía perfectamente que su papá sí era capaz de hacerlo porque había presenciado muchas veces cómo le soltaba cachetadas a su mamá cuando peleaban. No le quedó de otra que guardar silencio, subir a su cuarto, ponerse el uniforme y salir rumbo a su nueva escuela.

Una vez fuera de la casa, su abuela le dijo que siguiera a los jóvenes que llevaban su mismo uniforme y así llegaría a la escuela.

—¿Y dónde están Hide y Hiro?

—Ya se fueron con los niños de la primaria.

—Hum.. —Rin no dijo nada más y caminó hacía el camino principal. Conocía más o menos la ciudad porque venían cada dos años a visitar a sus abuelos, pero nunca les prestó atención a las escuelas. Estaba muerta de miedo, tenía muchas ganas de llorar, pero al mismo tiempo estaba tan enojada que solo caminó sin rumbo esperando que la tierra se la tragara y la vomitara al otro lado del mundo.

Finalmente divisó a unas chicas con su mismo uniforme, camino atrás de ellas guardando la distancia y una de ellas le dijo a la otra en japonés —mira, un alienígena nos viene siguiendo…

—¡Corran antes de que nos coma!

El grupo de chicas se echó a correr riendo rumbo al parque y Rin les perdió de vista. No había manera de que fuera a sobrevivir en este lugar, estaba segura.

Siguió caminando por el lugar desolado y se topó con un grupo de chicos, con el mismo uniforme de ella, que se encontraban fumando bajo un árbol. Ellos tenían una apariencia muy diferente; colmillos, cabellos de colores extraños, marcas en la piel. Youkais.

En EUA también habían youkais, aunque allá los llamaban diferente dependiendo de su clan, como su amiga Pam que era una vampiresa o su profesor polilla de biología que era del clan de los mothman.

El chico de ojos azules se acercó a ella —Hola hermosa, ¿hablas japonés? —sonrió ladinamente mostrándole su afilado colmillo. Ella asintió, no encontrando las suficientes fuerzas para contestar.

—¿Eres half verdad? —comentó el chico, mientras la olfateaba.

—¡Kouga! Déjala en paz. —Gritó otro chico de pelo blanco y orejitas de perro que saltó de una rama y apagó su cigarro aplastándolo bajo su zapato — Eres nueva, ¿verdad?

Ella volvió a asentir.

—Sigue todo derecho, cuando salgas del parque en frente hay un cementerio, lo pasas y a la izquierda está la escuela.

—Muchas gracias —murmuró ella haciendo una reverencia y se apuró a salir del parque, todo el tiempo sintió como las pesadas miradas de los youkais le taladraban la espalda.

Pasó el cementerio a su derecha y le dieron ganas de llorar recordando la promesa de ir al cementerio en Luisiana con sus amigos, ¿qué pensarían ellos? ¿La abrían reportado como desaparecida? Si lograba hacer, aunque sea un amigo aquí, podía quizás en algún futuro pedirle su celular para mandar un mensaje a casa… El murmullo de alrededor la sacó de sus pensamientos, había llegado a la escuela privada Inari Daimyo-jin Koukou, una escuela mixta en todos los aspectos, no solo hombres y mujeres, sino humanos, youkais, japoneses y extranjeros. Probablemente su familia sintió pena por ella y decidieron gastar una millonada en una escuela privada para que no sufriera tanto bullying en una escuela pública japonesa. Qué mejor que meterla a una privada donde se aceptaba cualquier clase de adefesio como ella.

Llegó a su salón y la maestra titular, la señora Kaede la presentó con la clase, le pidió que se sentara al lado de Taisho Inuyasha, el chico con las orejas de perro que fue amable con ella esa mañana.

El resto del día no habló para nada y nadie le habló a ella, en el recreo se quedó en su lugar sin comer nada, su abuela le había dado dinero para que comprara algo en la cafetería, pero iba a evitar a toda costa acercarse a la gente, mañana se aseguraría de traer su propio bento para no volver a pasar hambre.

A la salida podía escuchar a algunas chicas humanas de su clase diciendo según ellas groserías en inglés o lo que ellas creían que era inglés. El grupo de los youkais la miraba, pero por lo menos ellos no decían nada.

—¡Hey! —Taisho aterrizó frente a ella en medio del bosque, no supo de dónde salió, pero dedujo que de algún árbol —Akaboushi Rin, ¿cierto? —Ella no contestó y sólo asintió. —¿De dónde eres?

—De Luisiana.

—Vaya, sí hablas, ¿Quién de tus papás es el extranjero?

—Mi mamá.

—Hmmmm, sabes, yo también soy una especie de half, soy un hanyou.

Rin abrió los ojos, aunque en EUA la unión entre criaturas y humanos, extranjeros y locales, era algo común, en Japón no era para nada bien visto, los halfs y los hanyous eran normalmente considerados "sangre sucia".

—En fin, cualquier cosa no dudes en consultarme, ¡adiós! —Y así como apareció, desapareció.

Inuyasha llegó a su mansión con el corazón a punto de salírsele y las manos sudorosas, no supo de dónde había sacado la valentía para hablarle a la chica nueva. Entró a su cuarto, se cambió de ropa y salió de nuevo para su clase de artes marciales para youkais a la que también iba su hermano, pero en otros días, los habían tenido que separar porque sus entrenamientos siempre acababan en batallas reales y tenía que venir su papá a poner orden.

Después de partirse la cara con Kouga, logrando así exitosamente sacarse a la chica nueva de su mente por unas horas, regresó muerto de hambre a casa.

—Ya kun, ¿Cómo te fue? —lo saludó su mamá mientras le servía su cena y él se sentaba al lado de su padre y frente a su hermano a comer.

—Bien...

—¿Pasó algo? Te noto más callado de lo normal.

—Hum, entró una chica nueva a la escuela hoy —trató de decirlo de la manera más casual posible, pero el unísono "¡Ho!" que dijeron sus padres le confirmó que había fallado en intento.

—Me imagino que es muy bonita —su papá sonrió pícaramente.

—No, de hecho, no. Tiene todo feo, nariz pequeña, labios carnosos, cejas pobladas y marcadas, cabello un poco ondulado, un cuerpo grotesco y …pecas…. —susurró la última palabra esperando que su corazón se calmara y no fuera a meterse en problemas con el fastidioso de su hermano.

—¿Cuerpo grotesco? —preguntó su papá.

—¿Pecas? —secundó su mamá —pobre, ciertamente todo eso no suena muy halagador.

Sí, se supone que las pecas dan asco, todos lo decían, las personas con pecas se sometían a tratamientos láser para tratar de quitarlas. Él también había visto a muchas chicas con pecas y nunca le parecieron bonitas, hasta que vio a Rin, no podía dejar de ver su cara, no entendía por qué todo ese conjunto de defectos en ella se veía adorable.

—Es mitad extranjera —la voz gélida de su hermano pareció cortar el ambiente hogareño que tenían en la mesa, su hermano nunca hablaba, a menos que su padre le hiciera una pregunta directa y Sesshoumaru siempre contestaba en monosílabos. Cuando su hermano iniciaba una conversación con él, era para agredirlo o humillarlo nada más.

Todas las miradas se clavaron en Sesshoumaru esperando a que dijera algo más, pero continuó comiendo como si nada.