Aclaración de derechos: Saint Seiya The Lost Canvas es propiedad y creación de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi. Ninguna historia aquí acredita lucro ni otro beneficio más allá del entretenimiento.
A solas en casa
Cuando los santos dorados no están luchando ni entrenando, están a solas en sus templos. Y solo son ellos.
Albafica
[Piscis]
Tengo la sensación de saberte aquí, a veces, entre el aroma de las rosas y la noche.
Cuando las misiones terminan y la jornada de papeleo no es necesaria, vengo aquí, veo por la ventana y busco entre el rojo el lugar donde me llevaste alguna vez a mirar las estrellas, o ese otro punto donde comenzamos a entrenar un día, o quizás aquel otro en el que me contaste el significado del veneno con teoría y con tu propia sangre.
Si lo miro bien, todavía siento, maestro, que estamos allí, que las rosas son las mismas que plantaste ese verano y que yo tengo 11 años y la idea de que soy aun tu aprendiz y a veces, también, tu hijo. Pretendo que las estaciones no pasan, que no cae nieve, ni el otoño hizo requiebros en los tallos, que las colinas no tienen más polvo ni este templo vacío más silencio. Finjo también que el aroma dulce, silvestre, de nuestras flores, es el mismo dulce y silvestre que huelen los otros, que nada hay que temer y que ningún ave ha muerto otra vez porque se acercó demasiado a un depredador que es hermoso y letal al mismo tiempo. Me he dado cuenta, que la muerte no me duele... más bien me pesa lo inevitable.
El templo, el hogar, que me diste, no solo como una herencia que los tutores suelen dar a sus sucesores, sino como la encomienda eterna que no puedo dejar, tiene las paredes y columnas lustradas que te vieron andar a ti y a tus antecesores, como me ven a mí y verán a otros después de que ya no esté más para escuchar el eco solitario que nos une. ¿Sentías lo mismo que yo, al mirar al interior del salón principal, donde todo está lleno de sombras y el olor antiguo? Cuando me quedo en esta ventana, viendo el largo rosedal que crecerá este año, sintiendo las voces en el interior del templo de los que ya no están, no sé, maestro, cuál paisaje es más siniestro. Si el pasado es así de austero y el presente es florido pero lleno de veneno, no sé cómo explicar el futuro ni la esperanza que allá arriba, en el Santuario, prometemos en nuestros votos.
Soy egoísta. Soy pesimista. Tal vez, soy tan solo un ser humano que entrena y lucha con fuerzas de la oscuridad... Las de allá afuera y las de aquí dentro.
En momentos así, quisiera, todavía con mayor egoísmo, que alguien pudiera estar cerca, alguien para decirle todo esto, una mano sobre mi hombro, una mirada compasiva que me haga sentir avergonzado por ser tan débil. Quisiera... Por eso a veces, en momentos así, me obligo a vivirlo, revivirlo, los puntos afuera en el jardín de rosas, por más que los odie porque significaron tu lecho de muerte, son lo único que tengo, para verte y decirte, que siento, a veces te siento aquí, conmigo, entre el aroma de las rosas y la noche. Pero solo es sentimiento y los sentimientos, como los sueños, son efímeros como el primer rayo del alba, como una rosa sacada del tallo.
