V. RELACIÓN


—¿Ya terminaste?

Pregunta estúpida. Situación estúpida.

Axel abre los ojos, ha tenido la cabeza apoyada sobre la palma de su mano durante varios minutos sin darse cuenta. No sabe si se ha quedado dormido o solo estaba con la mente en blanco, pero Celia lo mira nerviosa, como si no supiera qué hacer o decir.

—Blaze, son las cinco y media. ¿Nos vamos ya?

De nuevo, el presidente parece entrar en un letargo al no saber qué responder. Se siente perdido, como si no tuviera nada en la cabeza. Clava sus ojos en Celia como pidiendo ayuda, hasta que logra recordar:

—¿Irnos? ¿Quieres que faltemos al entrenamiento de control?

El semblante de Celia reflejaba confusión pura, su mirada es intensa sobre su compañero, como si intentara leerle la mente.

—Hoy no hay entrenamiento, estamos en la semana de exámenes.

Axel frota el puente de su nariz. Lo había olvidado. La semana de exámenes son fechas tranquilas para él, donde podía dedicarse a la asociación al no tener que asistir a Raimon. Solía ausentarse hasta el reinicio de los entrenamientos. Eso explicaba la sorpresa de Celia por verlo allí, desde un inicio no debía haber cruzado esa puerta, siquiera haber entrado al instituto.

—"¿Por qué no me dijo nada?" —gruñe en su interior, pero no puede culparla—. Terminaré las cartas y me iré.

Nuevamente Celia lo mira con un gesto extraño. Axel sabe que los documentos pueden esperar; sin jugadores no hay control, sin control no hay informes y sin informes solo hay cartas, una actividad a la que busca aferrarse para no parecer desesperado en cubrir su alterada orientación temporal.

—Pero… las cartas van dirigidas a ti y ya sabes qué actividades tenemos en pausa. ¿Es necesario que te escribas a ti mismo?

Axel se percata de su propia estupidez y jadea frustrado, acción que Celia toma como una muestra de agotamiento. Termina de guardar los folios y útiles de oficina por él y cuando se acomoda el bolso sobre el hombro, parece considerar algo en silencio.

—Mhm, Blaze, han abierto una nueva cafetería en el distrito comercial. ¿Por qué no vamos un momento antes de ir a casa?

—No esta vez —Axel le da la espalda. Un café le vendría bien, incluso le duele rechazarla, pero se siente muy cansado para salir.

—¿Por qué no? Creo que es un buen momento y muy necesario.

—¿Necesario para qué?

—Tenemos que reafirmar nuestra relación.

—¿Qué relación?

—Bueno, quiero decir, estamos formalmente en una relación, ¡pero no es lo que tú piensas! —Celia lo mira asustada, sus palabras suenan bastante mal—. Me refiero a la relación profesional entre tú y yo.

Axel se cubre la boca con una mano, no sabe cuál es su expresión, pero las palabras de Celia lo habían aturdido tanto que le duele el rostro, ella lo nota y se apresura a añadir algo más:

—Míralo así: Cuando estábamos en la secundaria, yo era la gerente y tú parte del equipo, entonces nosotros...

—Tú también eras parte del equipo, todos lo éramos.

—Eh… Gracias... —Celia piensa de inmediato en Mark, el ex portero y capitán jamás había considerado lo contrario, y comienza a extrañarlo. Al darse cuenta de su lapso sentimental, se aclara la garganta y vuelve a sonreír, Axel la miraba expectante—. Me refiero a que mi trabajo no era el mismo que el tuyo, las gerentes cuidamos de los jugadores y los jugadores confían en sus gerentes para todo, ¿no?

Él asiente, comienza a comprender el razonamiento de la maestra.

—A eso me refiero. Ahora trabajamos juntos casi con la misma estructura, tú eres el supervisor del programa y yo la asesora del equipo de reserva, mi trabajo contigo es inmediato, pero a veces siento que no confías en mí.

—Sí confío en ti.

—Pero no lo parece —Celia se oye tensa—. El jueves no quisiste dejarme las cartas y sabes que soy muy buena con los documentos. Por eso, hoy vamos a compartir un tiempo para aclarar cómo es nuestra relación laboral.

Celia lo ve negar, pero no por rechazar sus palabras, sino por considerarlas seriamente.

—Yo no te encargo más trabajo porque…

—Porque no quieres cargarme con lo tuyo, lo sé, ese es otro punto a aclarar en la relación laboral.

Axel no puede evitar sentirse aprisionado, sabe que Celia no es posesiva ni mandona, simplemente está tratando de hacer que todo funcione, también está preocupada por él. Aquella mañana, mientras se miraba en el espejo, pudo ver unas preocupantes ojeras y que su piel era más pálida y fría. Es la tercera noche que las pesadillas lo levantan a las dos de la mañana y Julia lo ha ayudado a disimular su aspecto con un poco de cremas, sin embargo, para la agudeza de Celia era evidente. Es por el genuino interés de la asesora por él que se siente incapaz de desobedecerla.

Tiene unas horas de la tarde libre, el olor del pan recién hecho llega en recuerdos a él y nunca ha salido con Celia. De alguna forma la idea comienza a ilusionarlo y la mira con una sonrisa tenue, eso le basta a ella para saber que ha aceptado.

Mateo's resulta bastante acogedor.

No importa que el lugar esté casi vacío, ni que se hayan demorado en atenderlos a pesar de eso, él se pierde en el aroma del macchiato recién hecho. La calma del ambiente era justo lo que necesitaba. Celia le da un espacio guardando silencio, pero fiel a ella, lo rompe después de unos minutos:

—Y bien, ¿qué has pensado para el futuro?

Axel mantiene la taza sobre en sus labios mientras medita, si Celia estaba empeñada en forjar una buena relación laboral, entonces él debía ser sincero en su respuesta, directo y serio:

—Omurice.

—¿Qué?

—Ayer vi una receta en internet, muy diferente a como lo preparo yo. Julia me dijo que quería probar y estoy pensando en cocinarlo uno de estos días. Normalmente no uso tanta salsa.

—Eh, sí, la comida es importante, eh... —Celia se ve tan confundida que Axel se avergüenza por no saber si ha dicho algo malo—. Me refería a, ya sabes, después de que el proyecto termine. ¿Qué harás entonces? También me preguntaba cómo te encuentras, ese día verte tan agotado me preocupó. ¿Estás durmiendo bien?

Axel desvía la mirada sin despegar la taza de sus labios. Celia llegó a saber, después de todo aquel tiempo trabajando juntos, que él suele divagar, en especial cuando algo le preocupa. No quería presionarlo a contarle su vida —aunque deseaba escucharlo—, por lo que se limita a darle pequeñas mordidas a un bollo para mantener la boca ocupada. La culpa la domina cuando lo ve más pensativo de lo normal y estaba a punto de cambiar de tema, cuando de repente Axel baja la taza y suspira como si estuviera frustrado.

—La verdad es que no, he tenido pesadillas. No duermo más de cuatro horas —Lo dice, y se siente incómodo hablando sobre él, pero mantiene el deseo de ser sincero con ella. La reacción de la maestra es tal y como esperaba: Una mezcla de confusión y desconcierto.

—Pero… ¿desde hace mucho? ¿Has probado té de manzanilla?, ¿canela?, ¿sonidos de naturaleza?... —las sugerencias de Celia no hacen más que irritarlo.

—Lo he probado todo. Nada me funciona.

Celia aprieta el bollo relleno entre sus manos sin darse cuenta, la crema sale y mancha sus dedos. Axel se arrepiente de haberle dicho su situación al verla limpiarse con un gesto impotente, como si tuviera que resolverlo.

—¿Y es muy seguido? No dormir te hará daño.

—A veces puedo dormir un poco por las tardes. Media hora, no me da tiempo de soñar.

—¡Ah! ¡Y yo te tengo aquí tomando café y comiendo dulces para acelerarte en lugar de dejarte descansar!

—Esto está bien —Axel le habla y sonríe con suavidad—. Gracias por haberme traído.

Celia no logra sonreír, no sabe qué más decirle, gesto que genera en él una agradable sensación de ternura en su interior.

—No te preocupes por mí, Hills, estaré bien.

—Supongo que no puede durar mucho tiempo, ¿no? —Celia lleva un dedo al mentón, pensativa—. Debe ser el estrés, ¡eso tiene que ser! Tienes demasiado trabajo, no sé cómo puedes hacer tanto.

—Se tiene que hacer —Axel no dice nada más—. "No necesitas saber"—. piensa.

—¿Crees que las vacaciones te ayudarían?

—No puedo irme de vacaciones mientras el proyecto esté en pie.

—Cierto, mi hermano ha dicho que ninguna fecha se debe reestructurar a menos que sea extremadamente necesario —Celia suspira derrotada, sabe de la jugada que Jude ha hecho para tener el control del programa y por un momento una ráfaga de cólera la hace bufar contra él.

—Cuando el programa acabe, solo estaré en la asociación, tendré menos carga —Axel intenta reducir la tensión incluso sin estar convencido de sus propias palabras.

—Creo que tengo una idea—Celia levanta una mano como si pidiera permiso para tener la palabra—. ¿Podríamos intentar algo?

Axel la invita a seguir hablando con un movimiento de cabeza.

—La parte más dura es la actualización de los de archivadores, pero eso ya lo hacemos juntos. ¿Por qué no me dejas a cargo de la dirección? Te daría todo lo mío, pero ya no te quedarías los viernes. Podemos hacer un intercambio momentáneo.

La sugerencia es sencilla, pero hay un hecho que Celia no ha considerado: Fuera del programa, ella continúa siendo la asesora del club y la maestra de todo primer año en Raimon.

—No. Ya es bastante trabajo para solo dos personas, si te dejo dirigir cargarías con mucho.

—¡Lo sé!, por eso creo que un intercambio compensaría. La diferencia entre tú y yo es que yo soy tu filtro de información, ahora es tu turno de ser mi filtro.

—Eso no me preocupa, como profesora ya haces demasiado.

Axel no parece tan dispuesto a cooperar como ella había esperado, pero Celia era lo suficientemente optimista como para creer que solo necesitaba un poco más de persuasión:

—¡Sé que funcionará! Blaze, tienes que estar aquí, en otros institutos y en la asociación. A veces pienso que no deberías supervisar, ¿crees que sobrecargarte avanzará el proceso? No duermes bien, me sorprende que si quiera comas.

—A ver si nos entendemos —Axel apoya los codos sobre la mesa y entrelaza los dedos —: ¿Quieres ser la supervisora en mi lugar?

—Ya que lo mencionas, ¿por qué no?

—Porque no te postulaste —masculló él.

—Si lo piensas un poco, te he visto trabajar y sé muy bien qué es lo que haces y cómo lo haces. Claro que yo lo adaptaría a mi estilo. No quiero presumir, pero soy más rápida, así que podemos probar.

—¿Irías a las reuniones mensuales por mí?

—Oh, no, no pienso hacer eso.

Él soltó una breve carcajada.

—Me lo imaginaba.

—No lo entiendes. Solo estamos intercambiando nuestra parte del trabajo hasta que tu salud mejore.

—Y yo me niego. No me sentiré bien si hacemos esto.

—Bueno, tampoco te sientes bien ahora. Además, me subestimas, ¿ahora entiendes que era necesario esta salida? ¡Nuestra relación es terrible! Ni siquiera puedes confiarme la supervisión del club, ¿crees que no sería capaz de hacer tu trabajo?, ¿piensas que no sé cómo dirigir? Qué poco me conoces.

Celia se ve tan segura de sí misma que él siente sus palabras como si fueran un regaño, pero el sentido del deber siempre ha sido bastante fuerte en su consciencia. Axel sabe del enorme talento de aquella mujer para saber organizar, pero a él nunca le ha gustado rendirse, no acostumbra a cargar a otros con sus problemas, sean de cualquier tipo.

—No pienses así. Si tuviera que dejar de trabajar cada vez que me siento mal, no tendría este puesto.

—Pero no estás dejando de trabajar—Celia se amarga al verlo testarudo—. Si la Royal puede, es porque no es imposible. ¿Por qué no voy a poder hacerlo yo?

La actitud resuelta de Celia lo estremece.

—No quiero discutir.

—No es una discusión, tenemos que empezar a comunicarnos si queremos que esto funcione. Solo estamos intercambiando trabajo, nada se quedará sin hacer.

Axel no sabe qué más decir. Sabe que no podrá dormir incluso si tenía menos trabajo y todos los viernes para él, pero el poco control que posee sobre sí mismo al sentirse enfermo le hace incapaz de ver otra solución. Desvía la mirada, gira el rostro, suspira, intenta no mirarla; Celia no era una persona que actuara por lástima, ni por condescendencia, le encantaba ayudar y ser activa, incluso si eso significaba hacer actividades extras que no le correspondían. Fueron muchas las ocasiones en las que Mark tuvo que recordarle que no debía quedarse en el club, el entonces capitán de Raimon sabía que Celia se había condicionado a estar allí, ofreciéndose a hacer de todo sin pensar. Aunque fue así durante su primer mes, la manager más joven era tan enérgica que no era raro encontrarla merodeando por todas partes.

Axel deja descansar sus brazos sobre sus piernas, aprieta los dedos sobre la tela de su pantalón, sabe que Celia lo mira con ansias a pesar de su porte determinado y él no puede estar más enojado consigo mismo por eso.

Quizás, pensó, lo mejor era hacerla feliz.

—Dos semanas —dice con voz queda—. Solo intercambiemos de actividad hasta cumplir dos viernes.

En la expresión de la chica puede ver que no es la respuesta que ella deseaba oír.

—Está bien, dos viernes libres es mejor que nada.

Toda la determinación de Celia merma de golpe e intenta ocultarse disimuladamente detrás del bollo a medio terminar, entonces, Axel nota un extraño sentimiento por ella en su interior. El macchiato ya no existe en su propia taza, pero se aferra a ella al sentir que algo no está del todo bien.

Sonríe con pena. Si hubiera sabido controlarse mejor, Celia no tendría por qué haberse ofrecido a intercambiar trabajo, ni tendría por qué verla así, todo es su culpa y lo sabe.

—No he probado el té de menta —murmura con intención de ser oído.

—Té de menta… Si funciona, dormirás bien y con el aliento fresco.

—Así no es como funciona la menta.

Celia ríe como si hubiera dicho una broma y se termina el postre, mientras que Axel no sabe qué pensar tras haber aceptado la propuesta, incluso considera contratar a alguien para ayudarla. De todas formas, ha sido sincero al decir que confía en ella. Esa chica podía ser bastante persuasiva cuando quería conseguir algo.

Es lo que más odia de Celia, e irónicamente, lo que más le gusta de ella.