Disclaimer: Todo Dragon Ball pertenece al legendario Akira Toriyama (Q.E.P.D.), yo solo me cuelo por aquí para crear historias entre tanta batalla y contrarrestar algunos… deslices (ejem-ejem Toyotaro cof-cof).

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Capítulo 1 Fue el guerrero del futuro (Trunks)

Salmos 82:3-4:

«Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al pobre y al necesitado; libradlo de mano de los impíos».

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En la quietud solemne de la Bóveda del Tiempo, donde los ecos de los siglos parecían respirar entre los antiguos pergaminos, una voz tan firme como dulce rompió el silencio, cargada de una expectativa teñida de curiosidad:

—¿Encontraste a un guerrero saiyajin apto para unirse a los Patrulleros del Tiempo, Trunks?

El aludido apartó la mirada del pergamino del tiempo que había estado escrutando, un objeto de apariencia frágil que aferraba entre sus dedos con sumo cuidado. Se volvió lentamente hacia la pequeña y enérgica figura de Chronoa, la Kaio-shin del tiempo. Su apariencia resultaba engañosa, pues a simple vista parecía una niña de aire juguetón e infantil. Podría pasar por alguien inofensiva, sin embargo, no había nada más lejos de la realidad. Trunks era quien mejor sabía cómo detrás de esos orbes oscuros, aparentemente inocentes, se ocultaba una voluntad férrea que podía hacer temblar incluso al oponente más aguerrido.

—Creo que sí —respondió tras un segundo, pues internamente continuaba sopesando las consecuencias que tendría su elección. Señaló con un gesto vago de su mentón el rollo que sostenía, el cual vibraba levemente en sus manos como un caleidoscopio de múltiples tonalidades.

Chronoa dio un paso adelante. Su semblante se llenó de una aguda concentración mientras enfocaba la mirada en las borrosas imágenes que flotaban en la superficie del pergamino. Frotándose la barbilla con una mano, sus labios formaron una «o» perfecta en tanto analizaba todo lo que allí estaba ocurriendo.

—Es una mujer saiyajin de la línea temporal de aquel Cell... el que viajó al pasado —explicó Trunks, con el peso de la historia aún fresco en su mente.

La chica levantó la cabeza hacia él, luego volvió a observar el pergamino, y repitió el gesto unas cuantas veces. Entrecerró los ojos y los desvió hacia un costado, volviendo a analizar la situación con su infinita sabiduría. No podía negar que le preocupaba un poco que Trunks hubiera escogido precisamente esa línea temporal; mal que mal, podría decirse en algún sentido que ese mundo había seguido el camino que le correspondía, antes de la intervención de los viajes en el tiempo….

No obstante, muy pronto apartó sus cuestionamientos. Si él había elegido ese pergamino, quería decir que había una buena razón para ello. A esas alturas, Trunks sabía perfectamente lo que significaba alterar la historia de alguna línea de tiempo, lo que significaba jugar con las reglas más sagradas del universo.

—Ya veo… —musitó finalmente, reemplazando su gesto adusto por una creciente sonrisa—. Cuéntame por qué la elegiste.

—A pesar de haberse criado junto a Raditz, tiene una conciencia propia libre de crueldad —explicó Trunks, mirándola de costado—. Creo que sería una buena adición al equipo. Además, sé cómo puedo interesarla en que se quede con nosotros.

Chronoa no apartó los ojos del pergamino. Incorporar a un nuevo miembro siempre implicaba un riesgo; el más mínimo error podía desestabilizar la delicada balanza temporal. Pero, tal y como había reflexionado pocos segundos atrás, seguro que el joven tuvo en consideración todas las variables antes de tomar su decisión, así que decidió romper la leve tensión del momento chocando súbitamente ambas palmas. El restallido reverberó en las paredes de la Bóveda con un eco persistente.

—¡Muy bien! —exclamó, señalando hacia la dirección en que se abriría el portal—. Ve a buscarla.

Y Trunks, que ya estaba listo para viajar, asintió mientras su mente se llenaba de los recuerdos que contaban cómo se volvió parte de la organización, ya tanto tiempo atrás…

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Dos años antes…

La primera sensación que Trunks identificó en ese minuto fue la de estar cayendo al vacío. Abrió los ojos de golpe, comprobando que su percepción era errónea; simplemente su cuerpo sentía que caía, como si hubiera sido arrancado de la realidad y lanzado a un abismo de oscuridad.

La luz repentina lo hizo entrecerrar los ojos, adaptándose poco a poco a su nuevo entorno. Estaba en pie en un lugar que jamás había visto, un espacio amplio, pero cerrado, con columnas y relieves antiguos que parecían tener miles de años. El aire olía a algo que no lograba identificar, quizás algún tipo de incienso, pero no se asemejaba a nada que hubiera olido alguna vez y que, además, pudiera recordar.

«¿Dónde estoy?», se preguntó, intentando dilucidar su situación. Además de las columnas que lograba identificar, comprendió que parecían formar parte de una especie de santuario visualmente sorprendente ubicado en el corazón de una estructura de invernadero gigantesca. El edificio principal, con su fachada adornada por patrones geométricos y ventanas que parecían ojos vigilantes, se erguía imponente. Árboles frondosos y vegetación exuberante rodeaban la estructura, cada hoja y rama bañadas por una luz etérea que parecía filtrarse a través de una cúpula de cristal. El reflejo del agua en el pequeño lago cercano complementaba esta visión de un oasis tranquilo y ordenado, un importante contraste con el caos de las líneas temporales que aquí, en este preciso lugar, se controlaban y vigilaban.

Pero no tuvo mucho tiempo para analizar su entorno, porque una presencia repentina lo hizo reaccionar. Se lanzó hacia un lado justo cuando algo, o más bien alguien, intentó atacarlo. Trunks apenas lo vio venir, y cuando por fin detuvo su movimiento, ahí estaba.

Una pequeña mujer, con cabello corto de un color rosa salmón, y un aura que no coincidía en absoluto con su aspecto, lo miraba con los ojos entrecerrados y una expresión ofendida.

—¡Tonto! —exclamó, cruzando los brazos frente a su pecho—. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo después de todo el desastre que causaste?

Trunks parpadeó, completamente perplejo tanto por la extraña agresividad de la chica, como por no comprender a qué se refería. Rápidamente, su cerebro repasó los acontecimientos más recientes: algún tiempo atrás había derrotado al Cell de su época, ese que quería matarlo para robarse su máquina del tiempo y viajar al pasado… luego de eso, continuó ayudando a los habitantes de la Tierra en la reconstrucción que siguió a la derrota de los androides… Y no mucho más que eso. Es como si se hubiera quedado dormido y, de pronto, hubiera despertado en ese lugar extraño.

«Pero, ¿a qué desastre se refiere?», caviló, sin comprender nada de lo que ocurría.

—¿Quién eres? —preguntó con cautela, analizando cada uno de sus movimientos—. ¿Y qué es este lugar?

—¡Soy Chronoa, la Kaio-shin del Tiempo! —replicó la mujer, con aire petulante, como si se tratara de una obviedad.

—¿La qué…? —murmuró Trunks, confundido.

Chronoa puso los brazos en jarra, visiblemente irritada.

—¡Y este es el Nido del Tiempo! ¡El lugar donde se controla el flujo de toda la historia! —exclamó, apuntando al suelo como si fuera algo que debería saber desde hacía siglos—. Y tú, mestizo saiyajin, has sido un completo tonto al usar esa máquina del tiempo que fabricó tu madre. —Su mirada se afiló—. ¿Acaso no sabes que jugar con las líneas temporales es un error que puede destruir toda la realidad?

El rostro de Trunks se demudó. Las palabras «destruir toda la realidad» resonaron en su cabeza.

—Yo… no lo sabía —confesó en susurros, todo su ademán cargado de culpa. Había utilizado la máquina del tiempo para salvar su futuro, pero jamás se había planteado las consecuencias que podrían acarrear sus actos en otras líneas temporales; mucho menos pensó en que cada salto podría estar fracturando el universo.

Chronoa chasqueó la lengua, caminando de un lado a otro mientras lo miraba con reprobación.

—Eso lo tengo clarísimo —espetó, agitando una mano hacia él—. Si lo hubieras sabido, tal vez lo habrías pensado dos veces antes de jugar a ser dios. —Se detuvo frente a él, con los ojos entrecerrados—. Pero no puedo dejar que algo así pase sin más.

De repente, una especie de rollo místico se materializó en sus manos, flotando ante él. Trunks, curioso, extendió la mano para tomarlo, pero Chronoa se lo arrebató rápidamente.

—Este pergamino contiene los rastros de tu tontería —explicó, sosteniéndolo en alto—. Cada vez que usaste la máquina del tiempo, creaste ramificaciones, rupturas en la línea original. —Al decir eso, el pergamino se desenrolló y, ante sus ojos, se desplegaron imágenes de los cambios que había causado.

Trunks se quedó helado. Las pruebas eran innegables: fragmentos de realidades alternas se entrelazaban con la línea principal, mostrando todas las consecuencias de sus viajes. Vio a Goku muriendo y volviendo a la vida en momentos que no correspondían al «canon» de la historia que conocía, a los androides acabando con el planeta en un arranque de ira, a Cell absorbiendo el poder de diferentes guerreros en distintas líneas temporales. Incluso presenció distintas versiones de un enemigo que no había llegado a enfrentar todavía, un monstruo rosado y regordete llamado Majin Buu.

—Escucha… Sé perfectamente que actuaste con la mejor intención —admitió Chronoa, suspirando, en un tono que seguía siendo firme pero ya suavizado al ver su reacción—. Y por eso, hoy vengo a hacerte una propuesta. Así podrás equilibrar la balanza entre tus buenas intenciones y el error que cometiste.

Trunks apretó los puños, sintiéndose un poco sobrepasado por saber que sus acciones habían terminado por traerle consecuencias que no pudo prever. Era un guerrero, había enfrentado enemigos más poderosos que él mismo, pero nunca había imaginado que el tiempo sería uno de sus mayores adversarios.

—¿Cómo arreglo esto? —preguntó, levantando la mirada.

Chronoa lo observó atentamente, evaluando su rostro y su postura. No era malicioso, lo sabía. Trunks había actuado con el corazón, no por ambición ni por poder. Y, justo por eso, era que tenía un plan en mente.

—Vas a seguir interviniendo en el flujo del tiempo, pero esta vez de forma correcta y bajo mi supervisión.

Los ojos de Trunks se abrieron con sorpresa.

—¿Qué signifi…? —empezó a decir, pero Chronoa levantó una mano.

—Con mi guía, sé que lograremos proteger el Nido del Tiempo de nuestros enemigos. —Hizo una pausa dramática antes de añadir—: Bienvenido a la Patrulla del Tiempo.

Trunks la miró fijamente, todavía digiriendo la idea. «Patrulla del Tiempo», pensó. Jamás se le habría pasado por la cabeza que algo así podría existir, pero realmente no tenía tiempo para cuestionar lo extraño que sonaba. No estaba en posición de negarse a ayudar a Chronoa, su instinto le decía que detrás de esa aparente juventud se escondía alguien con muchos años más que él… pero lo que más le daba esa especie de «advertencia» era su instinto, pues el ki de la Kaio-shin tenía un matiz que él nunca antes había tenido la oportunidad de advertir. Era algo… que le hacía pensar en divinidad. Él no se había cruzado en el camino de algún Kaio-shin anteriormente, por ello, se dijo que solo quedaba guiarse por su intuición. Y así lo hizo.

—De acuerdo —asintió, firme—. Haré lo que sea necesario.

Chronoa sonrió por primera vez desde que lo había visto, una sonrisa pequeña, pero cargada de satisfacción.

—Perfecto. Estaba segura de que podría contar contigo. —Le dio la espalda para guiarlo a la salida del Nido. Un par de pasos después, se volteó de nuevo hacia él—. Quizás debería partir contándote que eres el primer Patrullero que recluto…

—¡¿Cómo?!

Y así comenzó una férrea amistad de confianza a toda prueba, si bien a veces hacía falta bastante paciencia por parte de Trunks, pues Chronoa, que efectivamente tenía literalmente millones de años, solía comportarse como una niña de cinco años pidiendo a cada rato que le dieran un caramelo. Sin embargo, estos arrebatos de inmadurez no duraban mucho, ya que rápidamente se daba cuenta de su comportamiento y volvía a su compostura habitual.

Gracias a Chronoa, Trunks conoció también a Gosen Zosama, más conocido como el Kaio-shin Anciano. Estuvo encerrado durante millones de años dentro de una espada, y fue liberado por accidente en una línea temporal donde los Guerreros Z lograron derrotar a los androides y a Cell. A pesar de su apariencia excéntrica y su tendencia a hacer comentarios a veces sarcásticos, mayormente pervertidos, el Kaio-shin Anciano poseía un poder increíble pero no físico, sino en lo referente a la magia. Su mayor contribución a la Patrulla del Tiempo era despertar el poder latente en los nuevos guerreros reclutados por Trunks, que cada vez eran más, hasta conformar un equipo sólido de representantes de todas las razas imaginables, unidos con el objetivo de proteger no solo el planeta Tierra, sino todas las líneas temporales del universo. Desde su incorporación, Trunks no solo se destacó por ser uno de los guerreros más poderosos, sino que su excelente juicio y capacidad para tomar decisiones difíciles lo llevaron a ser nombrado líder de la organización. Bajo su mando, los patrulleros enfrentaban continuamente las amenazas que ponían en peligro el equilibrio del tiempo.

Proteger el Nido era un trabajo extenuante, pero Trunks se sentía satisfecho. Encontraba en esa responsabilidad un propósito mayor, algo que daba sentido a su existencia y que lo alejaba de la tragedia de su propia línea temporal. Sabía que su madre, Bulma, estaba a salvo en su mundo, y de vez en cuando la visitaba para que supiera que seguía vivo.

Sin embargo, los enemigos de los Patrulleros, conocidos como el «Imperio Oscuro», aún no habían lanzado un ataque frontal. Su estrategia era más sutil y peligrosa: corrompían los pergaminos uno a uno, alterando las líneas temporales de a poco. Esta constante amenaza los mantenía ocupados restaurando los pergaminos y evitando que las distorsiones temporales se extendieran.

Por esa razón, Trunks se veía obligado cada cierto tiempo de ir en la búsqueda de nuevos reclutas. A pesar del poder y la dedicación de los patrulleros, algunos caían en combate y otros debían descansar y recuperarse después de misiones particularmente peligrosas. No había suficientes guerreros para todo el trabajo que requería mantener estable el equilibrio temporal.

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Presente…

Así era la rutina de Trunks, dentro de todo bastante lineal, cuando un buen día se acercó a Chronoa para decirle que era momento de reclutar a alguien nuevo. Y ella, siempre un paso adelante, ya había reflexionado sobre el asunto y estuvo de acuerdo… siempre y cuando cumpliera con una petición específica.

—Vamos a elegir un saiyajin —le explicó, con un dedo apuntando hacia arriba—, porque tienen un potencial prácticamente ilimitado. Pero —matizó, alargando la palabra— no puede ser cualquiera.

Trunks entendió la importancia de esa búsqueda, tanto como la última petición, pues los guerreros de esa raza eran legendarios por su mal carácter, su pasión por destruir todo a su paso, y aniquilar a quien se les cruzara en el camino. Pasó días revisando pergaminos del tiempo, buscando a un saiyajin que no solo tuviera el potencial adecuado, sino también la disposición para aceptar las reglas de los patrulleros y luchar por el bien común. No bastaba con alguien que quisiera pelear por el simple placer del combate o que se dejara llevar por su sed de destrucción. Tenía que encontrar un guerrero dispuesto a comprometerse con una causa mayor, y eso no era fácil de hallar.

Durante su investigación, casi por casualidad, se topó con el pergamino del tiempo que contenía la historia de Cell, el mismo Cell que había asesinado a su «yo» de otra línea temporal. Al estudiar detenidamente las fluctuaciones de esa línea, descubrió a alguien que parecía encajar perfectamente con lo que buscaba. Observó cada detalle, analizando su historia y habilidades, comparando su destino con el de otras líneas temporales y, cuando estuvo completamente seguro de su elección, supo que era momento de actuar.

—Muy bien, ve a buscarla —le había dicho Chronoa rato atrás, después de escuchar su propuesta.

Trunks se reacomodó la espada, asegurándose de que todo estuviera en su lugar, y tomó el pergamino con firmeza. Le hizo un gesto de despedida a Chronoa tocándose la frente con dos dedos.

—Volveré pronto —prometió—, y será acompañado.