Capítulo 13. El fin del escenario de la victoria (1ª parte).

El tema del día es la declaración de la escritora fantasma Sakura Kinomoto. –decía el presentador del programa de televisión.

Sakura estaba siendo testigo de cómo estaba en boca de todos. No importaba que cambiara de canal, los programas seguían hablando de lo mismo.

–Estamos en la casa de Sakura Kinomoto. ¿Podríamos hablar con ella, por favor? –preguntaba una de las reporteras apostadas a las puertas de su casa en Tomoeda.

No tengo nada qué decir. –respondió Fujitaka Kinomoto, el padre de Sakura por el telefonillo.

¿Ha visto el vídeo de la entrevista de su hija? –insistió la reportera.

Sakura no tenía ni idea de cómo habían averiguado dónde estaba su casa en Tomoeda. De lo que sí estaba segura era de que los medios ya habían emitido su veredicto a juzgar por los titulares que aparecían en los rótulos de la pantalla y que consideraban que sus acusaciones eran falsas. Pero lo peor era que aquel escándalo ya comenzaba a afectar a su familia.

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Mientras Tomoyo cortaba algunas verduras, Yue miraba la televisión.

Usted era el prometido de Sakura Kinomoto, ¿verdad? –preguntó un reportero a Yukito Tsukishiro, al que abordó por la calle.

¿Por qué acabó su relación? –preguntó otra reportera.

¿Era por los problemas psicológicos que mencionó Tomoyo Daidouji en el juicio? –repreguntó el primero.

Yue comenzó a subir el volumen de la televisión para que su madre pudiera escuchar bien desde la cocina cómo los medios estaban atosigando a la familia y conocidos de Sakura Kinomoto por culpa de su declaración.

¿Estaba mal mentalmente cuando seguíais juntos? –continuaba preguntando una periodista sin dar tregua a Yukito, que intentaba abrirse paso entre la avalancha de periodistas haciendo caso omiso de las preguntas.

Se comenta que siempre fue un poco paranoica. ¿Qué tiene que decir al respecto? –dijo otra reportera mientras que Yue giró la cabeza para ver cómo reaccionaba su madre, a la que podía ver desde allí. Después, en la tele realizaron otra conexión.

Nos encontramos con una compañera de la etapa de instituto de Kinomoto. ¿Qué clase de chica era ella entonces? –preguntó otro periodista.

Creo que se volvió un poco extraña al poco de mudarse a Tokio. –dijo la joven a la que estaban entrevistando en ese momento y que para Yue era evidente que estaba siguiendo la corriente fijada por los medios para tener sus cinco minutos de gloria. Yue incluso dudaba de que aquella chica conociera a Sakura.

Mientras tanto, Tomoyo seguía cortando verduras con más rapidez y fuerza para que el sonido del cuchillo en la tabla cubriera el de las declaraciones sobre Sakura.

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Tras apagar la televisión, Sakura escribió su nombre en el buscador de internet. Estaba claro que los medios tradicionales como la televisión, la radio o la prensa la habían condenado. Pero como eran medios dependientes de grandes grupos de comunicación, tenía la esperanza de que en internet fuera diferente. Pero se equivocó. En la red era incluso peor. Allí vio publicada su dirección de Tomoeda, fotografías del exterior de su casa e incluso fotografías de su infancia y de su etapa escolar que estaba segura habían filtrado antiguos compañeros de clase que se ofrecían a subirlas a la red voluntariamente. Alguna fotografía incluía algún comentario malintencionado que decía que su sueño era convertirse en escritora fantasma.

Algunos de los comentarios no hacían más que incomodar a Sakura, ya que decían tremendas barbaridades, hasta el punto de que llegaban a la índole sexual, diciendo que estaría dispuesto a aguantar sus mentiras con tal de acostarse con ella por lo mona que era.

No pudiendo aguantar más aquella campaña de acoso y derribo, decidió cerrar el ordenador por el bien de su salud mental. Entonces, vio que su madre, Nadeshiko Kinomoto la llamaba.

–Mamá, lo siento mucho. –se disculpó Sakura nada más descolgar.

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Finalmente, Tomoyo cenó sola porque su hijo se negó a cenar con ella, sobrando más de la mitad de las verduras que había estado partiendo anteriormente.

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Shaoran visitó a Sakura para cenar con ella en casa de Meiling. Era evidente que era mejor que se cobijara allí para que no la atosigaran.

–Aunque gane el juicio, la situación de Tomoyo no deja de ser precaria. –intentó animarla Shaoran. –Al fin y al cabo sigue sin poder escribir. Además, si ahora anunciara su retirada la gente pensará que es cierto que es incapaz de escribir, así que tampoco puede hacerlo. Lo que intento decirte es que quizás es demasiado pronto para pensar que ya ha ganado.

–Shaoran, Sakura prácticamente acaba de salir del hospital. No la atosigues con eso. –dijo Meiling entrando con una bandeja.

–Lo siento. –se disculpó él.

–¿Quieres un poco de sopa? Te vendrá bien. –le ofreció Meiling.

–Gracias. –dijo ella.

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–No creo que sea el momento adecuado para anunciar tu retirada. –le dijo Eriol a Tomoyo en su despacho, al que había ido tras su solitaria cena. –Si lo haces, la gente pensará que es cierto que no puedes escribir.

–No dejaré que eso pase. –dijo Tomoyo.

–Tenemos que pensar bien cuál es el momento adecuado. –dijo Eriol.

–Muy bien, pero tengo un as en la manga. –dijo Tomoyo.

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Un par de días después, Sakura recibió un mensaje de Shaoran avisándola de que Tomoyo había convocado una rueda de prensa a las dos de la tarde. Apenas quedaban unos minutos y Sakura no entendía qué iba a decir ahora aquella traidora.

Sakura puso la televisión, donde los diferentes programas conectaron en directo a un lugar bastante sobrio. El fondo era de color verde oscuro y en el escenario tan sólo había una mesa llena de micrófonos.

Conectamos en directo con la rueda de prensa convocada por Tomoyo Daidouji en el salón de actos del edificio de la editorial Clow. –dijo el conductor del programa del canal.

Entonces, Tomoyo entró en la sala vestida con un traje marrón oscuro de chaqueta y pantalón sobre camisa blanca y su habitual collar de perlas.

Buenas tardes a todos. En primer lugar, quería disculparme por toda la conmoción y la preocupación que ha causado todo lo que ha ocurrido. La demanda legal no ha hecho más que hacerme daño y por eso no he podido continuar escribiendo durante todos estos meses, pero he recibido muchas palabras de aliento y apoyo. Como agradecimiento a todos los que me están apoyando en este proceso me encantaría anunciar un nuevo proyecto. Desgraciadamente, eso no va a ser posible debido al desgaste que me ha ocasionado todo el asunto legal. Por tanto, ahora mismo no me encuentro en disposición de publicar nada. Tras una profunda reflexión, lo que más deseo y lo que más necesito ahora mismo no es escribir novelas. A día de hoy, lo que más valoro es mi familia. Quiero pasar tiempo con mi hijo y cuidar de mi madre. La verdad es que mi madre padece una demencia senil y ya no me reconoce. Pero a pesar de todo, sigue siendo mi madre. Por eso, de ahora en adelante, me gustaría priorizar el tiempo con mi familia. –declaró Tomoyo.

¿Podemos tomar esta declaración como una interrupción o un descanso de su carrera literaria? –preguntó un periodista de los presentes en la sala.

Sí. –asintió Tomoyo con cara de pesar.

¿Cuándo planea volver? –preguntó otra periodista.

Ahora mismo no le puedo decir una fecha de vuelta, pero entretanto espero poder seguir participando en otro tipo de actividades como charlas o conferencias. –dijo Tomoyo para asegurarse cierta exposición pública para no caer en el olvido.

Sakura apagó la televisión. Ya había visto suficiente. Shaoran se equivocó. Tomoyo Daidouji volvía a salirse con la suya poniendo como excusa a su familia. Sakura tenía la impresión de que Tomoyo siempre tenía que utilizar a los demás en su propio beneficio.

Tomoyo Daidouji formará parte de mí toda la vida, y continuará recibiendo elogios. Tomoyo Daidouji no puede ser borrada de mi interior.

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–Felicidades, Tomoyo. –dijo Kaho una vez que llegaron a la casa de la costa.

–Gracias por todo lo que has hecho por mí, Kaho. –sonrió Tomoyo con agradecimiento, aunque a la secretaria le sonó como a una despedida.

–Tomoyo, dijiste que continuarías con charlas y actividades, así que, aunque no escribas, continuaré gestionando tu agenda y las cuentas como he hecho hasta ahora. –dijo Kaho.

–Pero…

–¿Sería una molestia para ti?

–No. –negó Tomoyo.

–Entonces…

–Gracias. Me es de mucha ayuda. –dijo Tomoyo. Kaho suspiró con alivio por no perder su trabajo.

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–Eh, Eriol, ¿no es esa una silla nueva? –preguntó Yamazaki mientras Eriol se sentaba en su nuevo asiento. –Los miembros de la ejecutiva reciben una silla con un respaldo de 75 centímetros.

–Son las reglas. –dijo Eriol restándole importancia.

–Me parece una regla estúpida. –comentó Meiling por lo bajo a Shaoran. Pero él hizo caso omiso del comentario y se levantó de su asiento con gran enfado para dirigirse hacia Eriol.

–¿Qué te pasa? –le preguntó Yamazaki al ver la actitud brusca y beligerante de Shaoran.

–¿Es cierto lo que dijo Tomoyo sobre la demencia de su madre? –preguntó Shaoran, que no se había perdido la rueda de prensa en la que la novelista anunció el descanso de su carrera.

–Anda, Shaoran, vuelve a tu sitio. –le aconsejó Yamazaki.

–Por supuesto que es cierto. –le confirmó Eriol haciendo caso omiso a Yamazaki.

–Estáis llenos de mierda. –espetó Shaoran comprendiendo la estrategia que habían seguido para que Tomoyo no saliera perjudicada por su incapacidad para escribir. –¿Sabes todo lo que le habéis hecho a Sakura? Lo único que ella quería era escribir novelas. ¿Por qué? ¡¿Por qué necesitabais aplastarla de esa manera?!

–¡Shaoran, vigila tus palabras! –le advirtió Yamazaki intentando coger a Shaoran del brazo, pero él se zafó fácilmente.

–Así que fuiste tú quien animó a Sakura a conceder esa entrevista que salió en internet. –dijo Eriol. Entonces se levantó. –¿Por qué hiciste tal cosa?

–Porque es la verdad. –dijo Shaoran manteniendo su mirada desafiante. Con esa respuesta prácticamente había reconocido que fue él quien la había estado ayudando. Eriol sonrió con prepotencia.

–¿Pensabas que contando la verdad ibas a impartir justicia? –preguntó Eriol acercándose a Shaoran. –Dime, ¿no te rompe el corazón lo que le has hecho a esa pobre chica? Exponiéndola al mundo no has hecho más que arriesgar su vida. Y como consecuencia, lo ha perdido todo. Mientras tanto, tú estás en una posición segura y no has perdido nada. ¿O acaso estabas preparado para dejar el trabajo? No eres más que un imbécil ingenuo cuyo sentido de la justicia no ha hecho más que cavar su tumba.

Eriol dejó a Shaoran sin palabras. Tras aquel repaso argumentativo que había recibido del astuto Eriol, el castaño se marchó al almacén. Necesitaba estar solo. Entre la oscuridad, golpeó una balda de las estanterías por la mezcla de enfado y frustración. Pero lo que más le molestaba era que en su ímpetu por ayudar a Sakura no había hecho más que perjudicarla todo el tiempo por no calibrar bien las consecuencias de sus actos.

–Shaoran. –dijo Meiling buscándolo. Ella, como toda la oficina había sido testigo de lo que había pasado y conociendo a su compañero sabía que se sentía culpable y enfadado consigo mismo.

–Eriol tiene razón. –dijo Shaoran.

–¿No irás a dejar la editorial, no?

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Revisando su móvil, Sakura vio que tenía cuatro mensajes de Yukito en el buzón de voz.

Sakura, ¿estás bien? Quiero escuchar tu voz. –decía Yukito. El resto de mensajes eran similares.

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Clow Reed y Eriol se reunieron en la barra del bar de copas al que solían acudir en sus salidas.

–Ahora puedo confesártelo, pero cuando Sakura Kinomoto salió diciendo que era la escritora fantasma de Tomoyo sentí que me moría. –admitió Clow.

–Lo siento mucho. –se disculpó Eriol.

–Deberías tomarte un descanso. –le sugirió Clow.

–Ni hablar. No hay nada que hacer en los descansos. –se negó Eriol.

–No digas tonterías. Además, lo necesitarás. De ahora en adelante lo vas a tener que hacer mejor. –dijo Clow. Entonces, sacó un sobre del bolsillo interior de su chaqueta de ejecutivo. –Toma esto y relájate.

–Gracias. –agradeció Eriol.

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Al día siguiente, Eriol acudió a la casa de la costa. Eriol esperaba en el sofá mientras Kaho le servía un té.

–¿Cuánto tiempo piensas quedarte con Tomoyo? –le preguntó a Kaho, consciente de que la secretaría ya no tendría tanto trabajo debido a la retirada de su jefa.

–Indefinidamente. –respondió la secretaria. –Seguiré ayudando a Tomoyo en lo que necesite.

–Entiendo.

Una vez que Tomoyo apareció, sintiéndose agradecida a su leal secretaria, se subió con el editor al despacho. Tomoyo abrió el periódico en el que era protagonista y se sentó en la tumbona.

–¿Qué te ha parecido mi as en la manga? He utilizado la enfermedad de mi madre para justificar mi retirada a la vez que me he ganado los corazones de todos. Es perfecto, ¿no te parece? –dijo Tomoyo.

–Para ya, Tomoyo. No actúes así. –dijo él con dos copas de champán en la mano para celebrar el éxito de la estrategia. –Estoy seguro de que ha sido difícil para ti.

–¿Difícil? Es mucho más que eso. –dijo ella tomando la copa que le ofrecía el de gafas. –No trivialices algo así. Me siento como si hubiera matado a Sakura.

–Simplemente no ha tenido suerte. –dijo él.

–Dejemos de hablar de ella. Forma parte del pasado. –dijo ella.

–¿Sabes? Clow Reed me ha dado un dinero. ¿Por qué no lo utilizas para ir a alguna parte con tu madre? –sugirió Eriol.

–Ni hablar. –rechazó ella.

–¿No puedes viajar con ella?

–No, el problema no es ese. Es que no quiero viajar con ella. –dijo Tomoyo.

–Entonces, ¿viajarías conmigo? –propuso Eriol.

–¿Qué? –preguntó Tomoyo sin esperar aquella propuesta.

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–Últimamente has venido mucho por aquí, no como mi hija. –dijo Sonomi a Tomoyo sin reconocerla. –Estoy pensando en salir a algún sitio el fin de semana. ¿Vendrías conmigo?

–Ya tengo planes. –dijo Tomoyo.

–¿De qué tienes miedo? –preguntó Sonomi con dulzura mientras le sostenía las manos a su hija.

–No tengo miedo. –dijo Tomoyo un tanto incómoda mientras se soltaba del agarre de su madre. –Supongo que esta será mi última salida. Después, todo acabará. Ni siquiera mi propia madre me quiere. ¿Por qué iba a quererme Eriol?

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Tomoyo empezó a cenar sin esperar a su hijo cuando éste llegó.

–Hola. –saludó Tomoyo cuando entró Yue. –¿Quieres cenar?

–Quiero ver a la abuela. –dijo Yue.

–Seguramente no te reconocerá. –dijo Tomoyo sorprendida por la petición.

–No me importa.

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Sakura salió por primera vez a la calle desde que le dieron de alta del hospital. Iba vestida con un abrigo ancho y cubría su cabeza con un gorro de lana gris para evitar ser reconocida.

En principio, había llegado sin mayores problemas al supermercado, donde quería comprar algunas cosas para preparar la cena y sentirse útil en casa de Meiling. Además, sabía que iría acompañada de Shaoran, así que, lo menos que podía hacer era tener la cena preparada para cuando ellos llegaran del trabajo.

–Oye, ¿no es esa Sakura Kinomoto? –cuchicheó una mujer a su amiga.

–Sí, es la fantasma esa. –dijo la otra.

–Es cierto, es la paranoica. –dijo otra.

Los cuchicheos se extendieron por todo el supermercado e incluso la gente comenzó a grabarla con el móvil sin ningún pudor como si fuera una atracción turística. Consciente de los cuchicheos, la escritora se apuró para comprar lo que necesitaba para volver cuanto antes a casa, donde preparó la cena.

–Ya estoy aquí. –dijo Meiling seguida de Shaoran.

–Hola. –saludó Sakura.

–Qué buena pinta tiene todo. –dijo Meiling sonriendo. –¿Has salido a comprar?

–Sí. No tiene sentido seguir escondida. ¿Cenamos? –propuso Sakura.

–Claro. Me muero de hambre. –dijo Meiling.

Una vez que los tres se sentaron, Meiling y Sakura comenzaron a cenar, pero Shaoran tenía el estómago cerrado por la culpabilidad.

–Lo siento mucho, Sakura. –se disculpó el castaño sin haber probado la cena.

–¿Por qué? –preguntó ella sin comprender.

–Las cosas están así porque yo te animé a hablar en aquel vídeo. –dijo Shaoran. –Yo sólo quiero que sigas escribiendo. Aunque no puedas publicar un libro, podrías hacer que se leyera online. Pensaré la manera de hacer que la gente lea tu trabajo. Me encantaría publicar tus libros si pudiera. La editorial Clow es una mierda de empresa, pero creo que te sería de menos ayuda si dejara mi puesto allí. Por eso tengo que seguir en Clow. Sé que es patético, pero no me importa cuánto tiempo me lleve. Algún día conseguiré publicar tus obras. Por eso quiero que sigas escribiendo.

–Está bien. –dijo ella sonriéndole y tan abrumada por la declaración de intenciones de Shaoran que no se le ocurría qué decir. No obstante, en su interior no estaba demasiado convencida.

Continuará…