Los tres servants de las clases de caballeros se miraron entre si, cada uno con sus propias ideas en mente y ninguno menos listo que el otro para iniciar o continuar el combate.
La tensión era casi palpable.
– Lancer, baja tus armas. El Rey está mirando – La voz fue repentina y cortó el aire tenso con el filo de un cuchillo bien caliente.
Un sonido profundo y reverberante que era inquietantemente tranquilo. Más tranquilo de lo que Lancer jamás había escuchado ¿Su maestro siempre fue así...?
Algo se sentía mal con toda la situación.
Lancer bajó los brazos confundido, y por los rostros desconcertados de Saber y Rider, no estaban mejor que él.
– ¿Mi maestro? ¿Qué quieres decir con –
– Oh ho... parece que este mestizo tiene una vista adecuada. Extremadamente raro en esta era moderna donde la mayoría de las cosas son cantidad sobre calidad... en comparación con su actitud encomiable, el descaro de ustedes, mestizos que se llaman a sí mismos 'reyes'. .. –Una voz regia comentó de la nada misma.
Una brillante ola de luz iluminó el cielo nocturno cuando un hombre vestido con una armadura dorada se materializó encima de una farola en una lluvia de polvo dorado. El hombre era el epítome de la grandeza y un aura de arrogancia lo rodeaba como un sudario.
Justo cuando el nuevo sirviente estaba a punto de continuar con su discurso altivo, de repente se detuvo y ladeó la cabeza. Un profundo ceño apareció en su rostro mientras sus cejas se fruncían.
– Que... –
Levantó una mano, abrió una puerta dorada que ondulaba en el aire y metió la mano hacia adentro, ignorando la luz destellante.
Con cautela, sacó un antiguo libro negro (probablemente un artefacto de algún tipo por los rastros de magia que lo envolvían) y lo levantó hasta su cara.
La voz del maestro de Lancer jadeó en voz alta, su tranquila fachada imponente se hizo añicos en un instante.
– Espera... ¿¡eso es el-!? –
– Silencio, mestizo – espetó el rey.
El libro vibraba levemente en su mano como si sintiera algo que el rey no podía sentir. Los demás observaron en silencio mientras el rey inclinaba el libro y lo movía por el aire, ajustando su posición cada vez que el libro pulsaba con destellos blancos de maná cómo un extraño radar.
– No...imposible...esto nunca había sucedido antes...¡¿podría ser...?! –Incluso el Rey Dorado, que había ordenado molesto callarse al magus, parecía completamente conmocionado.
De repente, el rey señaló el libro hacia una sombra proyectada por una hilera de almacenes metálicos intactos. El libro respondió de la misma manera y en un destello disparó un rayo de luz penetrante hacia la oscuridad, revelando a una sola persona que estaba en su círculo.
La persona parpadeó y sonrió tímidamente.
El hombre era un joven caucásico, aunque eso era todo lo que podían decir. Sus rasgos parecían cambiar como un espejismo, doblándose y cambiando sobre si cada pocos minutos. El rey escudriñó al hombre con gran interés que parecía inflarse con cada segundo que pasaba.
La figura no se sentía cómo un sirviente, pero no era un hombre común. Sobre el había un aire cómo el de un mundo perdido, de nobleza y pasión libre del pecado. Sencillo, pero no menos importante.
El hombre en cuestión comenzó a caminar hacia los sirvientes con una sonrisa cansada en los labios, con ambas manos levantadas en el aire en señal de rendición, deteniéndose justo ante los tres sirvientes reunidos en el medio.
– ¿Quién eres...? ¿Cómo no puedo ver nada? – Preguntó el rey, con un aire curioso – Más que nada, ¿por qué está reaccionando a...Ah...! –
Una gran sonrisa se dibujó en el rostro del hombre dorado. La confusión dando paso a la alegría.
– Eres–
Verá, mi plan era inspeccionar la batalla en los muelles y ver si los sirvientes siguen siendo los que reconozco en el espectáculo. Había dejado la katana a una cierta distancia para que no detectaran la presencia de la espada y en caso de problemas estaba más que listo para llamarla a mi mano.
Todo iba muy bien también. Ninguno de los sirvientes ni los amos parecían ser capaces de reconocerme.Tuve cuidado de no revelarme al punto de vista de Kiritsugu, así que también está eso.
El duelo de Lancer y Saber fue digno de dos caballeros legendarios, y Rider fue tan audaz y de espíritu libre como lo fue en el espectáculo.
Quizás fue todo incluso mas majetuoso de lo que esperé ver en toda mi vida. Era algo refrescante después de vivir en un pasado de herramientas atrasadas. Y era feliz de ser tan sólo un espectador.
Sin embargo, fue entonces cuando las cosas empezaron a ir mal.
El maestro de Lancer, en lugar de enviar una amenaza de muerte a su amado alumno con ojos de cachorro que le había robado su catalizador y lo había obligado a convocar a un caballero NTR (aunque Lancelot era peor), de alguna manera identificó la existencia de Gilgamesh mientras el sirviente aún estaba desmaterializado.
Las campanas de alarma comenzaron a sonar en mi cráneo, y debería haberme retirado, aunque siendo el idiota curioso que soy, me quedé para observar cómo se desarrollarían las cosas sin la intervención del berserker.
Realmente debería haberlo sabido mejor. ¡Mi suerte es E- por el amor de Dios!
Mi estado de suerte me dio el dedo medio como esperaba. Gilgamesh sacó un libro negro con funciones de radar y reflector... un libro que le parecía extrañamente familiar.
Muy familiar.
De hecho, fue el 'Registro de Halmeus' original que escribí hace tantos milenios.Parecía que Gilgamesh lo había desenterrado, y siendo el rey narcisista que era, probablemente siguió creyendo que él era 'el elegido' y toda esa mierda.
Si tan sólo supiera la verdad... su espada del éxtasis definitivamente me convertiría en polvo.No, el secreto debe permanecer oculto a toda costa.
¿Por qué todo lo que me reconoce actúa como el perro de Pavlov? ¿Tiene un sistema de alarma que se activa en mi vecindad? ¿Entra todo en el modo 'Maestro!¡Maestro!¡Espérame!' ¿¡Por qué buscan tanto llamar la atención!?'
'...¿Qué sigue? ¿Sanguine volviendo al mundo de los vivos desde la ficción?Jajajajaja.'
Sin otra opción, decidí rendirme a su escrutinio, no sea que Gilgamesh me persiga. ¿Vimana, también conocido como jet flotante babilónico hipersonico, versus mi patética agilidad rango C?¿A quién estoy engañando? ¿Crees que soy Lancelot?
Afortunadamente, aunque mi propio libro desveló mi tapadera,la clarividencia de Gilgamesh parecía inútil contra mí.
Si bien tenía varias teorías de por qué no funcionaba, como los saltos de dimensiones superiores, mi propia verdad y el galimatías de True Magic, no me ayudó en absoluto en esta situación.
Yo era, literalmente, un animal indefenso parado frente a las luces de un camión.
Gilgamesh pareció darse cuenta de algo mientras miraba mi libro demasiado entusiasta en su mano y luego me miraba a mí. Tuve una siniestra premonición de lo que podría ser eso.
– Tu eres–
Gilgamesh de repente se deslizó de su farola y aterrizó de cara en el suelo de abajo con un fuerte crujido metálico.
Hubo un completo silencio, todos mirando extrañados la caída del hombre que se decía el Rey del Mundo.
Una mano se levantó en el aire. No, no era la mano de Gilgamesh, sino el Registro lo que tenía tirando de su manos con una voluntad extraña de escapar de la mano del servant.
Fue entonces que se liberó del agarre de su poseedor con una fuerza sorprendente y voló hacia mí. Tuve una abrumadora sensación de Deja Vu.
El libro se estrelló contra mi pecho y se disolvió en innumerables hilos de luz blanca incandescente. En una observación más cercana, noté que no eran hilos de luz, sino palabras. Una agregación de palabras microscópicas del Registro. Palabras de la historia que he escrito.
Algo cálido y relajante pareció inundarme cuando sentí que algo pesado se levantaba de mis hombros. Mi cuerpo se sintió tremendamente ligero, fortalecido incluso. Casi como si mi rango hubiera subido.
Parpadeé y verifiqué mi propio estado.Todo excepto mi Suerte ha sido elevado al rango C e incluso algo a B. No había ninguna habilidad en absoluto, aunque de todos modos estaba eufórico.
Ahora al menos tenía una oportunidad. ¿Lucha? Diablos no. Me refiero a mi máxima habilidad: huir.
–Tú... – dijo una voz mortalmente monótona.
Gilgamesh se levantó del suelo asfaltado con un salto enérgico. Sentí que mi estómago daba volteretas en mi cuerpo. Me había olvidado por completo del rey. Era el tipo de persona que mataría a cualquiera que le faltara el respeto. Lo que hizo el libro, no, lo que yo causé debe parecer una muestra de la mayor falta de respeto.
Los hombros de Gilgamesh temblaron. Me tensé, lista para salir corriendo en cualquier momento.
Que no se diga que yo no era previsor, pero nunca pude predecir lo siguiente.
– ¡Fuhahahahahahahahahahahaha! ¡Ahahahahahahahaha! ¡Esto, esto! ¡Esto es de lo que estoy hablando! ¡Por supuesto, el libro reconocería a su verdadero maestro! – Exclamo extasiado el Rey Dorado – ¡Fue imprudente de mi parte pensar que seguiría siendo mío en primer lugar! ¡Oh, testarudo Registro! ¡Incineraría a otros que se atrevieran a darme este rudo despertar, pero tú eres una excepción digna de mi indulgencia, de hecho! ¡Fuhahahahahaha! –
Los otros sirvientes se quedaron boquiabiertos.Yo también me quedé boquiabierto, aunque rápidamente forcé una expresión neutral en mi rostro.
Prefería la cara alegre o la cara de piedra antes de ser aún mas tonto de lo que he sido ya.
Parecía que Gilgamesh había llegado a la conclusión de que yo era el escritor anónimo del Registro o el propio Halmeus. Técnicamente, tendría razón cualquiera que fuera la elección que tomara. Yo era, después de todo, tanto Halmeus como el escritor. Si no fuera Halmeus en absoluto, el hecho de que no tuviera habilidades habría sido demasiado absurdo.
De cualquier manera, la alegría era tan abrumadora que ni siquiera se sintió humillado por la caída en desgracia literal que le costó el libro.
– Ahhh... ¡He tenido suficiente por esta noche! –
Aún riendo entre dientes, Gilgamesh dirigió su mirada abrasadora hacia mí. El puro placer que había en la profundidad de sus pupilas me dijo todo lo que necesitaba saber. Era la mirada de saludar a un viejo amigo y camarada.
... ¿Quizás me presentaría al mundo como el escritor del Registro? Sería menos desastroso que Halmeus, al menos. Quiero decir, oye, soy un sirviente mediocre con cero habilidades, ¡El más débil de la historia! ¡Necesito hacer que me subestimen! ¡No me adores, por favor!
Recé a todo en el universo para que Gilgamesh no explicara mi destino. No sólo sería vergonzoso, sería poner una diana enorme sobre mi cabeza, mucho peor de lo que ya era.
– ¡Oh, Halmeus! ¡Oh, Gran Halmeus, el héroe, el que conquistó las estrellas! ¡El único digno de mi destino! – Canto, sus labios semidivinos lanzando las palabras del apocalipsis sobre mi – ¡Nos volveremos a encontrar, una vez que me haya preparado para nuestro glorioso encuentro! Te suplico paciencia y me despido por ahora –
En retrospectiva, debería haberlo sabido. Mi Suerte rango E- podrida no era para mostrar.
Con una última carcajada, el rey dorado hizo una ligera inclinación de cabeza y abandonó los muelles con una lluvia de chispas doradas... Dejándome atrás con los tres sirvientes y el joven master.
Los tres sirvientes que me miraban bajo una luz completamente nueva. Y el master que tenía una mirada tal cómo si hubiera llegado la navidad.
Lentamente, me volví hacia ellos. Parecían seguir cada uno de mis movimientos, no por precaución o vigilancia, sino por un cauteloso sentido de reverencia.
– Ya veo... asi son las cosas –Dijo el Maestro de Lancer, había algo extraño en su voz, pero decidí dejarlo de lado frente a lo que se había liberado: el conocimiento de mi identidad.
Tosiendo en mi puño una vez, asentí con mi mejor sonrisa. Plan C es entonces lo mejor. ¿Qué es el plan C?
Mentiras. Siempre mentiras, porque era lo que me había llevado a este condenado momento. Y lo único que podría posiblemente sacarme vivo de aquí.
Ah, y también voy a hacer sufrir a Tokiomi, solo un poco.
– Hola, mis compañeros servants. Si bien no puedo confirmar ni negar las palabras de Gilgamesh debido a la política de mi maestro, me siento muy honrado de conocerlos a todos. Dicho esto-
– Lancer, te lo ordeno por el poder de mi sello de mando; mata a Halmeus –
Espera, ¿qué?
No tuve tiempo de hacer mas ante la voz de Kayneth que parpadear antes de que Saber repentinamente levantara la cabeza y dirigiera una mirada feroz a la distancia.
– Master, ¿cómo pudiste- guh! –
Tanto el cuerpo del sable como el del lancero se sacudieron incontrolablemente antes de que dirigieran las puntas temblorosas de sus armas hacia mi cara, con sus expresiones contorsionadas en una de evidente vergüenza y desgana.
Sus rostros estaban más rojos que el cabello del pobre aún no-traumado-ni-quemado Shirou Emiya.
Rider en su carro se detuvo en lo que iba a decir con el actuar de los otros servants y alzó una ceja, extrañado. Waver abrio grandemente los ojos antes de encogerse en el carro de Iskandar.
¿¡Qué carajo está pasando…!?
Un trueno resonó en la distancia. La tormenta estaba sobre mi y yo había llegado sin paraguas...
Ay, estoy tan muerto. El rumbo de la Guerra del Santo Grial había cambiado por completo. Y, por lo visto, yo iba a ser el primer servant muerto.
