El humo ascendía en la noche y el asesino y mercenario Emiya Kiritsugu contemplaba los errores realizados en su participación de la Guerra del Grial.

Los pasos que el había tomado eran de pura lógica, matando cualquier sentimiento respecto a la participación de Halmeus y el riesgo en que estaba Irisviel, su amada esposa y madre de Illyasviel. Porque eso no importaba, no debía importar. El tenia una causa, una por la cual dejo atrás todo.

Mente de Acero, mata el corazón.

Y sin embargo, las cosas habían fallado. Halmeus había sido un factor que descolocó cualquier parte de los planes alternativos iniciales ( como matar al master de lancer, matar al master de Rider y buscar de donde provenía el rastro de aquel caballero oscuro) y que tambien traia esa amarga reminiscencia de lo que fue su sueño en el pasado.

Sus planes tenían que ser ajustados, eso era claro. Quizás el había sido demasiado ingenuo al esperar que todo fuera de acuerdo a las posibilidades inicialmente pensadas.

Era una guerra donde espíritus de leyenda volvían a la Era del Hombre.

Además, matar al maestro de Lancer se había vuelto en extremo complicado. El-Melloi había desaparecido junto a su amante, su hotel se convirtió en una trampa mortal. Era como si en lugar de tener un Lancer hubiera obtenido un Caster, pero había dejado huellas que el Asesino de Magus estaba siguiendo.

Parecía que la versión antihéroe de Sherlock Holmes había encontrado su Moriarty. Un hombre que soñaba con la salvación del mundo enfrentaría a su próximo oponente, alguien que solo buscaba cosas vanas y efímeras. El había elegido la supervivencia de su especie. Matar a uno para salvar a mil, purgar miles para salvar millones. Era visto como el Hombre del Saco moderno cuando su aspiración no podía ser mas lejana.

El era el Magus Killer. El era Emiya Kiritsugu y la sombra del héroe había encontrado un millón de cosas para hacerlo desesperar, pero el aun no se daría por vencido.

Kiritsugu se levanto, descartando su cigarro y entrando por última vez en la habitación de su base clandestina. Era hora de moverse de una forma mas personal, sin actuar tanto con otras personas.

El tictac pesado e implacable del reloj montado en la pared solo sirvió para enfatizar su clara falta de sueño.El segundero se burlaba de él cada vez que se detenía entre el tic y tac, cada vacilación era un infinito momentáneo que solo buscaba privarlo del tiempo necesario.

Maya lo miro, su postura rígida mientras esperaba sus ordenes.

- Maya -

- ¿Que necesitas, Kiritsugu? -

- Armas, muchas armas -Kiritsugu reviso manualmente su Thompson Contender antes de hacer girar un viejo revolver en la otra mano y enfundarlo.

Los ojos de un abismo oscuro y sin vida se habían fijado en su próxima presa y no iban a detenerse hasta que el o Kayneth El-Melloi dieran el ultimo aliento en una espuma sangrienta.

Su abrigo negro ondeo por su movimiento apresurado, ignorando a la figura firme y de dientes apretados que era Saber. Exhalo, el humo saliendo entre sus labios antes de apretar el mismo los dientes.

Si yo fuera Halmeus... ¿Podría yo salvar a todos?

Cada uno luchaba con la oscuridad a su manera. Si la fuerza del heroe no abría las puertas sería el ingenio del magus el que tomara el lugar.

– Aquellos que trepan hacia la muerte, viven –Musito, recitando una frase de aquel libro leído cuando era un adolescente, el que lo impulso a convertirse en quien era.

Un paso más cerca del abismo, un paso más que tomaba para escapar de la historia del Récord de Halmeus.

El golpe firme de rifles y ametralladoras ligeras lo devolvió a la realidad, antes de asentir ligeramente. Incluso si eso no era suficiente tenía un lanzamisiles en el coche. No el coche que había manejado Irisviel, el suyo.

Su cabello cayo sobre su frente llena de sudor y tapó uno de sus ojos antes de que abriera la puerta de salida, seguido de Maya. Ningún precio era demasiado alto.

La sangre manchaba sus manos, sus ojos eran de aquel que había observado el vacio. Pero aunque los números rojos mancharan sus paginas el libro de Kiritsugu apuntaba desesperadamente al ideal de un heroe.


No puedo escapar de este infierno, tantas veces lo he intentado.

Lancer se paró de pie, pero su postura ya no era la de un pilar, el caballero orgulloso de Fianna. Su armadura representaba el color de la ceniza y del negro descolorido y un humo carmesí se elevaba por encima de sus hombros.

En su mano sostenía la única lanza entera que le quedaba, pero Gáe Dearg era muy diferente a cómo era antes, la lanza roja tenía negras venas que palpitaban con un miasma desagradable, de la otra lanza había trozos acerados y peligrosos atados de manera burda y grosera a su cinturón. Pero el cambio mayor estaba en los ojos del Lancer, que antes llenos de convicción, poseían ahora un amargo cinismo.

El había sido traicionado por la mujer a la que juró proteger, el había muerto perdiendo su honor, había sido traicionado por su Master, casi había perdido al Master por el cual juró luchar en un inicio y había perdido a la mujer de su Master por el cuál juró luchar.

Había sido consumido por el odio, por una maldición que se había apoderado de su ser espiritual sacando de el servant todo lo negativo y amplificando lo que ya estaba allí. Diarmuid había quedado fuera de la ecuación y en su lugar se alzaba un caparazón de odio controlado por un nuevo maestro.

Su Master era extraño, Kayneth tenia un aire diferente. La arrogancia era aun mas pronunciada pero en sus ojos había un conocimiento que no poseía anteriormente.

No puedo controlarme

De todos modos, no importaba. Su tarea era matar y vencer. Al final, el honor era solo un privilegio para los más fuertes porque el poder lo era too: el fuerte era temido adorado y respetado, el débil pisoteado sin una segunda contemplación.

Gae Dearg giró de forma experimental en sus manos, cortando y apuñalando el aire hasta que se detuvo bajo el brillo de una luna glacial.

Que alguien me ayude a escapar de esta pesadilla.

La niebla escapo de sus labios acompañada de un gruñido gutural que vibró en toda su gravedad a través de la tierra, los ojos rojizos mirando a las estrellas con la ira de una bestia encadenada que había sido liberada. El miedo a la muerte era uno de los sentidos de la vida, pero el solo era un espectro.

Este animal en el que me he convertido... Ayúdame a creer que este no es el verdadero yo.


Nota de Autor: Hoy es un día muy especial, tengo un diploma, dos materias universitarias aprobadas y también un nuevo capítulo. Estoy feliz de ver que otros notaron la actualización de esta historia y estoy feliz por lo que he concretado en la vida.

Espero que ustedes disfruten este nuevo capítulo ¡Feliz navidad atrasada!